El padre Carlos

Cuenta la aventura de un mozalbete de 16 experimentados años y un padre cura afecto a dársela por el culo...

Mi querido amigo JUAN,

En mi vida he tenido muchas aventuras, muchas menos de las que tu supones y algunas mas de las que yo comento… Esto así, porque nunca quise comprometer a nadie… Mi historia con el Padre Carlos (no es este su verdadero nombre) es una de esas aventura que hubiese preferido mantener en secreto, pues afecta a un hombre que no merece ser perturbado… Cuando te lo mencioné, vez pasada, me fui de boca… A decir verdad, me encontraba algo chispeado… Fue el Chiva’s quien me hizo soltar la lengua… Bueno, pero como ya estás en autos, te contaré la historia… Es mejor… No sea que largues volar tu imaginación y termines concluyendo que el curita que me hacía el amor, allá por los ’50, hoy es Benedicto XVI

Ahora, si la aritmética no me falla, el Padre Carlos debe estar pisando los 80 años… En aquel entonces, era un apuesto sacerdote de 30 abriles, hermoso por donde se lo mirara… Y yo, un adolescente de 16, quien a pesar de su carita de nabo ya tenía corridos algunos clásicos

La historia comenzó en lo que podríamos llamar "el salón parroquial"… Allí el Padre Carlos y unas piadosas catequistas reunían a los chiquilines del barrio para instruirlos en la Fe del Señor y para procurarles entretenciones compatibles con los Mandamientos de la Ley de Dios… Se jugaba al ping pong, al sapo, a la rayuela, al ajedrez y otros mil juegos más… Todas las tardes nos encontrábamos entre 15 y 20 muchachitos… Yo estaba entre los más grandes… Para ser exactos, el gordo Adolfo y yo éramos los mayores, con 16 años cada uno… El que nos seguía no pasaba de los 13

El padre Carlos apareció en escena cuando reemplazó al Padre Félix, un cura viejo a quien le habían dado traslado a otra iglesia para que fuera párroco… En nuestra parroquia era un auxiliar

A poco de andar con el Padre Carlos, noté que su trato hacia mi tenía algo particular… Para cualquiera de las cosas que hacía o que decía, y que interesaban al grupo, concursaba mi participación… "Vení, Eduardo, ayudame con esto", "¿Vos, Eduardo, qué opinás?", "Eduardo aquí", "Eduardo allá"… No dejaba de agradarme la distinción que hacía conmigo, así como que no dejara de palmearme, de tocarme y de abrazarme en cuanta ocasión se le presentaba

Es que el Padre Carlos era un hombre, con aspecto de muchacho, muy atractivo y a mi me atraían mucho los muchachos… Claro está, trataba de que no se notara, porque no estaba bien vista esa clase de "gustos"… El padre Carlos me atraía y mas de una vez me pregunté por lo que habría debajo de esa sotana, lucida siempre con tanta elegancia… Pero cuidaba de no darme mucha manija con las fantasías, para que el subconsciente no me traicionara… Al fin de cuentas, para entretenerme, lo tenía a mi primito, el Chiqui, a su amigo Quito y a Carlos Alberto, mi compañero de Colegio… Y ninguno de ellos era cualquier cosa, sino –todo lo contrario- verdaderos "bocados de Cardenal"… En particular, Carlos Alberto, que por ese entonces se esmeraba en lograr que pudiera degustar toda entera su fruta del árbol del bien y del mal, demasiado grande para mi capacidad digestiva

La familiaridad con el Padre Carlos se acentuaba día a día… Tanto que en mi casa me indicaron que lo invitara a almorzar un domingo… El curita, quien seguramente extrañaba a su familia, acepto con agrado el convite y deleitó a todo el mundo con sus modales refinados, su don de gentes, su simpatía, su conversación amena y conceptuosa… Su presencia en mi casa, se hizo después, algo natural… También se hizo natural que yo fuera a la parroquia con mayor frecuencia que la de los muchachitos y chicas del barrio… Es que al Padre Carlos se lo atendía como un príncipe y siempre había cosas que llevarle… Cuando no era la ropa que se le lavaba y planchaba en casa, eran comiditas especiales, o cosas que se compraban para él… Y yo era el mandadero, el que llevaba y traía

De aquellos días recuerdo una excursión a la quinta del abuelo de uno de los chicos, en un lugar cercano a ciudad de Magdalena… Viajamos en tren… El lugar era espléndido… Jugamos a la pelota-paleta, anduvimos a caballo, comimos como chanchos y hasta nos bañamos en un enorme tanque australiano, emplazado a la vera del molino de viento… El Padre Carlos también se baño y demostró ser un excelente nadador… Cuando lo vi vestido sólo con un pantaloncito, quedé impactado… No era alto, apenas superaba el metro setenta, pero era tan armónico y resueltamente viril su cuerpo, que causaba admiración… Al menos a mí, que siempre fui amante de la belleza masculina, me dejó medio tarumba

De regreso, viajamos sentados en el mismo asiento y no perdió la oportunidad para echarme varios apretones… Lo dejé hacer como si se tratara de la cosa más natural del mundo

Todo iba de maravillas hasta que llegó el invierno… Cuando los fríos comenzaron a arreciar, el Padre Carlos se pescó un resfriado que, pronto, se convirtió en una gripe con todas las de la ley, amenanzando transformarse en una pulmonía o cosa por el estilo… En casa estaba seriamente preocupados con la salud del padre cura… Tanto que me ordenaron llevarle al médico de la familia para que lo atendiese… El doctor fue terminante: o se lo interna en un hospital, o se lo traslada a un lugar adecuado, donde pueda ser atendido como Dios manda… Síntesis: por la tarde fuimos con el auto a la Iglesia y nos trajimos al Padre Carlos, mas muerto que vivo… Quedó alojado en mi habitación, que tenía su propio baño y a mi me dieron ubique en una de las piezas de arriba

¿Te imaginas, Juan, lo que fue eso?... El Padre Carlos instalado en mi casa… Y lo mas extraordinario de todo eso es que yo era quien debía oficiarle de lazarillo, porque el pobre estaba hecho una lágrima… Los primeros siete días fueron terribles… La fiebre lo devoraba y no quería probar bocado… De a poquito fue saliendo del pantano… Para controlar la fiebre sin abusar de los medicamentos, el médico recomendó que se le pusieran compresas de agua fría en la frente y en las inglés… ¡En las inglés, ¿te das cuentas?!...

Como buen samaritano cumplía mis deberes y lo hacía con gusto, pués así se me cumplía el sueño de ver lo que había debajo de la sotana… Claro que el Padre en esos momentos no estaba para lolas… Su instrumenta pecatorum estaba alicaída por completo y reducida a su mínima expresión… No así sus huevos… Ellos conservaban toda su imponencia… Yo debía correrlos de un lado a otro para colocar las compresas… Cuando la fiebre cedió, se acabó este tratamiento… Y, también, se acabó el goce de contemplar esas partes tan caras para mis inclinaciones

El cura párroco vino varias veces a visitarlo y también le trajo la eucaristía, que todos compartimos… El párroco no hacía mas que derramar bendiciones sobre mi familia y hacerla objeto de toda clase de elogios… Le ordenó al Padre Carlos que permaneciera bajo nuestros cuidados hasta hallarse totalmente respuesto

Al décimo día era otra persona… Sin fiebre y con buen apetito… Fue autorizado para comer en la mesa con la familia; pero, antes de hacerlo, quiso tomar un buen baño y, como correspondía, le allané el camino… Ahí fue cuando ocurrió lo inesperado

El Padre Carlos se hallaba bajo la ducha cuando sorpresivamente entré en el baño a dejar las toallas… Fue justo en el momento en que el Padre jabonaba y algo mas su poronga, rotundamente erecta… Al ver semejante promontorio se me cortó la respiración y mi turbación se hizo notoria… También el Padre se perturbó al verse sorprendido en esas circunstancias… Intenté retirarme, pero el Padre me llamó para pedirme que no dijera a nadie nada de lo que había visto… Le pedí que se quedara tranquilo, asegurándole que de mi boca jamás saldría una palabra

Pese al contratiempo, al Padre no se le bajaba la pinga… Al contrario, parecía ponérsele mas rígida y enhiesta… Rápido de reflejos, como comprenderás mi querido Juan, aproveché la ocasión para disparar un dardo… Con voz de cómplice le dije al cura "vaya que la tiene Ud. grandecita Padre"

El dardo dio en el mismísimo centro del blanco… El curita en pelotas y con la pija al palo, se sintió halagado por mis palabras y, por sobretodo, tentado… Era evidente que yo estaba muy lejos de ser el muchachito inocentón que aparentaba ser… Claro está, tampoco, era el caso de avanzar con toda la artillería… Por eso, el Padre Carlos estuvo muy bien al responderme que "en otro momento mas apropiado hablaríamos de eso"

Yo no me quedé corto… Al comprobar que el Padre abría una puerta hacia el futuro, ni lerdo ni perezoso me apuré a decirle: "cuando Ud. quiera, Padre" y me retiré del baño

En la mesa volvimos a encontrarnos y fue ocasión para que el Padre Carlos exaltara públicamente mis cualidades de buen samaritano… Quise restarle importancia, pero la elocuencia del cura convenció a todos de que yo era un aprendiz de santo

Así pasaron un par de días en los que mis tareas de asistente del Padre disminuyeron notoriamente… El podía valerse por sus propios medios y no le restaba aplicación al cuidado de su ocasional aposento, mi dormitorio. Pero, al tercer día, me pidió que lo ayudara a pasar el cepillo pesado al piso… En aquel entonces no existían las lustraspiradoras, todo se hacía a pulmón… Diligente y alegremente le di al cepillo… El Padre Carlos me observaba trabajar… Era la hora de la siesta y la casa estaba desierta… Al amparo de ese entorno propiciatorio, el Padre me dijo como al descuido: "Así que te parece que la tengo grande"… Lo intempestivo del comentario bloqueó mi capacidad de reacción y quedé –como quien dice- "con la boca abierta"… El cura aprovechó mi desconcierto para mechar algo que terminó por incendiar la pólvora… Hablando bajito y con tono de picardía, me dijo que quería medírsela y me pregunto si podía ayudarlo… Como para salvar cualquier duda que pudiese haber en mí, agregó que no era nada malo; sólo que debía mantenerse en secreto para evitar suspicacias

Asentí con pequeños movimientos de cabeza los asertos del Padre y puse a su disposición mi ayuda, así como las seguridades de que no saldría ni una palabra de mi boca sobre este tema

Convinimos encontrarnos por la noche de ese día, una vez que todos se hubiesen acostado… Yo me colaría silenciosamente en su habitación, munido de una cinta métrica para concretar la mensura… Y así fue… Cerca de las 11 de la noche, cuando ya todos dormían a pata suelta, bajé de mi pieza y, sin hacer el menor ruido, me metí en el dormitorio del cura, que era mi dormitorio… Tenía encendida la luz del velador y estaba parado junto a la cama… Solo llevaba puesto el pantalón del pijama y unas pantuflas… Rápidamente eché llave a la puerta y saqué del bolsillo la cinta métrica, un centímetro de modista que había encontrado en un costurero… El Padre Carlos se me arrimó… Le mostré el elemento… "Aquí tengo la cinta", le dije… Su respuesta me hizo pensar que tenía algo de angelito… Yo espera que dirigiera la operación con maestría; pero no, me preguntó "qué hacemos", como si fuera yo quien debía dirigir la batuta… Para no alargar innecesariamente la operación, le indiqué que sacara el aparato y eso hizo… La tenía bastante parada; sin embargo, le faltaban algunos toques para ponerse bien al palo… Resueltamente se la tomé con la mano y comencé a sobársela… La respuesta fue inmediata… El contacto con esa pija me excitó… No quería medírsela, quería otra cosa; pero debía obrar con cautela para no echar todo a perder… Mientras le sobaba la pija, so pretexto de agrandarla al máximo, le sugerí que se quitara la ropa y se tendiera en la cama… Sin reparo alguno hizo lo que yo le indicaba, y así lo tuve a mi disposición… La luz del velador me permitía apreciar en toda su dimensión la hermosa verga del Padre Carlos… "Se le ha parado muy bien, Padre… Pensé que íbamos a tener que darle unos besitos para que se endureciera por completo… Pero, no es necesario"

La palabra "besitos" produjo un efecto instantáneo en el cura… Inmediatamente después de pronunciarla, me preguntó "si yo era capaz de besarle la poronga"… Con aire de gil a cuadros le respondí que no veía nada malo en jugar así y sobre el pucho añadí: "¿quiere que se la bese, Padre?"… Aceptó sin dubitaciones… "Si"… "Pero no lo vamos a hacer hoy, mejor será otro día"… "Como Ud. guste, Padre"

Nos aplicamos, entonces, al objeto del encuentro… Extendí la cinta métrica por debajo de la pija del Padre Carlos, siguiendo toda la extensión de su curvatura hasta la mismísima puntita y pude comprobar que la dotación del cura superaba en algunos milímetros los 19 cm de rolliza y tentadora poronga… Como el cura no se convencía, se la volví a medir, posando la punta de centímetro bien en la base de los huevos y, una vez mas, mi medición quedó ratificada: 19,3 cm… Es que yo ya tenía –mi querido Juan- cierta experiencia en el arte de medir pijas… Se la había medido a mi primo, el Chiqui, quien a gatas llegaba a los 15 cm y, también, a Carlos Alberto, mi compañerito de Colegio, cuyo atributo superaba orgullosa y muy holgadamente los 20 cm

Concluida la faena, enrolle la cinta métrica, le prodigué unas caricias adicionales al todavía enhiesto mástil del cura y con un "cuando Ud. quiera continuamos, Padre", me despedí y partí hacia mi aposento

Seguramente, el cura se debe haber administrado una soberana paja, ya que la calentura que tenía no era subsanable con Avemarías ni Padrenuestros… Yo, por mi parte, lo hice y así pude dormir bien… Al día siguiente, volvimos a vernos en el desayuno… El Padre estaba presto para irse a la Iglesia… Mas no definitivamente… Seguiría residiendo en casa por un tiempito, hasta que se acondicionara su habitación en la Casa Parroquial, de cuya reparación se hizo cargo mi familia

Al Padre se lo veía tranquilo y contento… Hablaba con todos y a mi me dirigía lo que se llaman "miradas de inteligencia", que yo respondía con "miradas de ingenuidad"… No sabía a ciencia cierta qué es lo que iba a suceder en el futuro; ya que si bien el cura había aceptado la oferta de mis "besitos", no dejaba de ser posible que se arrepintiera… Todo lo que yo podía hacer era mostrarme como un ser absolutamente confiable e inescrutable… Y así lo hice… Por lo demás, seguí haciendo mi vida

En la mesa, durante las cenas, mi padre y el cura se trenzaban en amables discusiones sobre política y cuestiones sociales… Las ideas del Padre Carlos, vistas desde la óptica de nuestros días, mi querido Juan, se correspondían con lo que se conoce como la Teología de la Liberación… Las ideas de mi padre se entroncaban con el más rancio conservadurismo… Era un gusto verlos discutir

Una noche, pocos días después de la "operación mensura", mi padre y el cura se instalaron tras la cena en la sala, donde continuaron su charla… Les acerqué las copas con cognac que me pidieron, justo en el momento en que mi padre salió un instante al baño… El cura aprovechó la fugaz soledad en que nos encontramos para indicarme que mas tarde fuera a su dormitorio… No me dijo el motivo

A las once y media aparecí en su habitación… Estaba recostado en la cama, vestido con su pijama azul… Como en la oportunidad anterior, después de pasar le eché llave a la puerta… El Padre Carlos me hizo sentar en el borde de la cama… Me preguntó cómo estaba y sin aguardar mi respuesta me dijo que quería hablarme de lo que habíamos conversado el día de la mensura… Me hice el tonto y le pregunté de qué… "De eso de los besitos", me respondió y, antes de que prosiguiera, ataqué diciéndole: "quiere que le de unos besitos en la picha, para ponerla contenta"… El cura me miró a los ojos y espetó: "Y si te digo que si, ¿qué pasa?"… "No pasa nada, se la beso", contesté… "Me la besas y no le decís nada a nadie"… "Por supuesto"… Se quedó unos instantes como si pensará y, luego, acometió con un "Bueno, vamos a probar"

Ese "Bueno, vamos a probar" fue la campana de largada… Me corrí sobre el borde de la cama para estar mas a tiro y el cura con rápidos movimientos la saco a relucir… Estaba casi parada… Sin pedir permiso se la tomé con la mano, como para cogotearla y se la oprimí con fuerza… Acto seguido me volqué sobre la verga y le prodigue un soberbio beso en la cabeza… Luego, como un helado de cucurucho, comencé a lamerla con fruición… Muy rico gusto tenía la poronga del Padre Carlos…Un sabor mas dulce que la de mi primito Chiqui y que la de Carlos Alberto… El cura parecía estar recibiendo descargas de electricidad por la forma en que soltaba interjecciones de placer… Resuelto, me la introduje en la boca y empecé a mamársela con todo… El Padre no dijo ni pío… Por el contrario, movía su cadera para que me entrara mas adentro en a boca y me acariciaba la cabeza, guiándola para que mi boquita cumpliera su hedónico ministerio

La excitación del cura era total… Tanto que, en un momento dado, empujó mi cabeza para que mi boca soltara su pija y ésta disparó unos chorros de leche que impactaron en mi cara… ¡Qué acabada!...Jamás me habían escupido tanta leche junta en el rostro… Me pase la mano y luego lamí el esperma… Y lo mismo hice con la verga del cura que, pese a la acabada, no se había doblegado

A todo esto, el Padre había cerrado los ojos y se encontraba como en éxtasis… Cuando reaccionó me miró con una mirada mas cálida y mas profunda que la del mismísimo Arcángel Gabriel, y con una voz que era la tersura hecha sonido me dijo: "Sos muy dulce, Eduardo", y me acarició la cara… Yo le besé la mano

Esa fue la primera noche… La segunda noche sirvió, además, para que el Padre Carlos me despachara algunas lecciones de Moral… No de la Moral que se enseña en la Iglesia, sino de una Moral que no condenaba las relaciones como la nuestra, ni nada de lo que se hacía "sin mala intención"… La mamada tuvo los mismos ribetes que la anterior, solo que en esta ocasión me acabó en la boca y me tragué hasta la última gotita del néctar que brotaba de su poronga

El Padre Carlos fue nuestro huésped por espacio de cinco largos meses… Ni más ni menos que lo que duró la reconstrucción de su hábitat en la Parroquia… ¿Por qué tanto tiempo?... Porque el cura párroco, quien no se perdía en las diagonales, aprovechaba los obreros y el material que generosamente enviaba mi padre para realizar otras obritas en el Templo… Y claro, la pieza de Carlos y el baño siempre quedaban para después… Pero, al final les llegó su turno

En esos cinco largos meses el Padre Carlos y yo pasamos de unas tímidas mamaditas a las mas ardientes encamadas que te puedas imaginar, mi buen amigo Juan… El promotor de los progresos fui yo, en un principio; ya que una vez entrado en carrera y cuando todas las cartas estaban sobre la mesa, el Padre tomaba las iniciativas sin dramas ni reproches de conciencia

Recuerdo que la cuarta o quinta vez que fui al dormitorio del cura, le sugerí que me dejara meterme en la cama para "operar" mejor y que, además, nos desvistiéramos para estar más cómodos… El Padre Carlos demoró un poco en responder, pero terminó dándome su consentimiento… Creo que los chupones que le encajaba a su pija lo convencieron… Yo quería tenerlo desnudo y se desnudó… ¡Qué hermoso era!...

La mamada estuvo acompañada de caricias en las piernas, el vientre, las manos, las bolas y todo cuanto yo podía tocar sin desprender mi boca de su ardiente verga… Lo hice acabar como un caballo y su leche, que eran chorros y chorros, inundaba mi boca ávida de placer

A partir de allí, cada vez que visitaba al cura, me metía desnudo en su cama y, además de mamarle la poronga con la más caliente dedicación, lo franeleaba a discreción… Además, me acomodaba de tal forma en la cama que mi culo –en pompa e iluminado por la tenue luz del velador- apuntaba directamente a su rostro… A propósito lo movía con cadenciosa sensualidad para provocar los deseos del Padre… Su resistencia duró lo dura un lirio… Pronto sentí su mano surcando mis redondeces y explorando la profundidad de mi ano

Al comprobar que yo no oponía reparos y, por el contrario, me sentía complacido con sus caricias, el Padre se entusiasmo y, de las caricias, pasó a un franeleo descarado… Franeleo que subió a tal punto su temperatura, que no pudo contenerse y me disparó una de sus mejores acabadas, tapándome la cara con su sabroso semen

Nuestros encuentros se producían, más o menos, cada cinco días… Cuando esa noche me retiré de su aposento, pensaba que debía esperar un tocazo hasta volver a disfrutar de la poronga bienhechora del Padre Carlos y sentía un poco de tristeza, aunque en el intervalo era seguro que me tragaría alguna otra verga… Pero, yo quería la del cura… Por eso, cuando me preguntó si podía volver al día siguiente, pasé de la sorpresa por la pregunta a un estado de alegre excitación, que no se calmó sino hasta el día siguiente en que, conforme lo quería el Padre Carlos, volví a su cuarto

Cuando llegué, el Padre ya estaba en pelotas dentro de la cama, por lo que no hice más que desnudarme y meterme en la cama a su lado… El Padre me abrazó y yo, zarpadísimo, me le descolgué con un beso en la boca…El cura no se achicó y nos seguimos besando… Su saliva se mezclaba con la mía y nuestras lenguas se trenzaban en una lucha feroz… Contra mi vientre sentía la banana tiesa del Padre… Tiesa y palpitante, pues a esas alturas el padre era una braza… Me apretaba contra su cuerpo como si quisiera fundirse conmigo

En medio de ese torbellino le dije que quería que me penetrara… Al toque me contestó que se la mamara un poco y, luego, me la ponía… Así fue… Me acomodé sobre su vientre y tras besarle apasionadamente el miembro, me lo introduje todo entero en la boca… La punta traspasaba mi garganta… Con la nariz rozaba sus enormes huevos… En eso sentí que el padre humedecía mi ano… Me ponía saliva… Solté la pija y sume mi saliva… Giré, me puse en cuatro patas y el Padrecito se ubicó detrás de mí, con la verga al palo, como la lanza de un caballero… Me la arrimó… Moví el culo para hacerla coincidir con mi agujero… Y vino la arremetida, que no fue ni muy muy, ni tan tan; pero, si lo suficientemente efectiva como para que los 19 cm del Padre Carlos traspasaran íntegramente mi ano y se ensartaran en mi recto como si fuera su mas perfecta vaina… Sentía la poronga del cura con todo su vigor, llenándome, haciéndome feliz…Lentamente; para gozar y para hacerme gozar, el cura comenzó a cogerme de tal modo, con tal perfección, que me hizo sospechar que no era el mío el primer culo que el Padre Carlos rompía… Digo "rompía", porque el accionar del cura iba in crescendo y sus pijazos era cada vez mas demoledores… Ni más ni menos que lo que yo quería, que me reventara el orto

No te haces una idea –mi querido Juan- lo bien que cogía el Padre Carlos… Puede decirse que era un jinete consumado… El coger era algo que llevaba en el alma… Ese primer polvo fue, lo que se dice, tradicional… Yo en cuatro patas, tipo perrito, y él dándomela por atrás… Pero, a medida que fueron repitiéndose los encuentros fuimos variando las posiciones, creo yo hasta agotar todo el repertorio de posturas posibles… De alguna manera, reinventamos el kamasutra gay

Al Padre Carlos, particularmente, le gustaba que me pusiese de cotelete…De ese modo –me decía- le apretaba mejor la pija… A mi también me gustaba porque no solo me la hacía sentir muy bien, sino que yo quedaba mejor posicionado para que él me prodigara todas las caricias habidas y por haber, excitándome hasta la locura

En contadas semanas, el Padre perdió todas las inhibiciones y nuestros encuentros, además de ser mas frecuentes, casi diarios, se convirtieron en encamadas con todas las de la ley… El cura resultó ser un calentón de primer orden… Ni bien me deslizaba en su lecho, él ya estaba al palo y dispuesto a darme verga hasta que mi culo dijera basta… Me franeleaba con un ardor, con una vehemencia que dejaba traslucir todo lo que yo significaba para él en el plano carnal y en el otro, llamémosle espiritual

Porque hay algo en lo que debo ser claro, el Padre Carlos, si bien me garchaba de lo lindo, no me tenía por un objeto sexual… A su modo me quería y buscaba de hacerme feliz… Me valoraba… Esto es algo que yo apreciaba más afuera de la cama, que adentro… Porque afuera de la cama, en público, su trato hacia mi tenía una calidad y una calidez enormes… Yo nunca dejé de tratarlo de "usted", ni aún en los momentos más calientes de nuestra relación

Y así llegó el momento en que las dependencias del Padre Carlos en la Iglesia estuvieron listas y era momento de que dejara nuestra casa, donde de huésped pasó a ser miembro de la familia, pues así se lo trataba, como un integrante más

La noche del 3 al 4 de octubre fue la última noche y, como es de suponer, a las 11:45 pm me hice presente en su cuarto para rendirle los honores del caso… También como es de suponer, me recibió "con la bayoneta calada"… La bayoneta es una especie de cuchillo de doble filo que los soldados ensartaban en la punta de sus fusiles para usarlos como lanzas y ensartar a sus enemigos

La franela de esa noche parecía no tener fin… El Padre Carlos no dejaba de besarme, de acariarme y de decirme que me iba a extrañar mucho… Mas sereno, yo trataba de conformarlo susurrándole que no era el fin del mundo y que la Providencia se encargaría de brindarnos la forma de continuar amándonos, es decir, culeando

Y así fue… Cuando el Padre se instaló de nuevo en la Iglesia, se hizo claro que introducirse por la noche en las piezas del cura era algo más fácil que la tabla del 1… Además, absolutamente imperceptible… Hoy día, con todas las modificaciones que se hicieron en el templo y la iluminación que tiene, colarse dentro de la parroquia sería imposible; pero, en aquel entonces, uno se perdía entre las sombras y terminaba justo frente a la ventana del cuarto del Padre, que más que ventana era una puerta… Esa ventana, ahora, está protegida por una poderosa reja… En tiempos de nuestra aventura, el Padre dejaba entreabierto el postigo y yo me mandaba de una

Al principio, el Padre Carlos parecía no estar muy convencido de continuar nuestra relación en el ámbito de la Iglesia… Tengo la impresión de que le sonaba a sacrilegio… Se notaba en él un estado de confusión, de irresolución… Yo opté por no presionarlo de ninguna manera y aunque me moría de ganas de estar entre sus brazos y de ser penetrado por su potente verga, me contenía y fingía la más santa de las resignaciones

Intuía –mi querido Juan- que en algún momento, el Padre, muy reacio en confiarle a su diestra la solución de sus calenturas, iba a explotar y no habrían muros eclesiales capaces de obstaculizar sus ímpetus… Tal cual… En algo más de dos semanas, el cura me hizo saber que vería con agrado una visita nocturna… Nunca una expresión de deseos tuvo mejor acogida… Por la noche me hice presente en su nuevo albergue

Llegue pasadas las 11:00 pm… Inusualmente hacía mucho frío… Rápidamente me quité la ropa y me metí en la cama… Más rápidamente el Padre se había quitado el pijama y ya estaba en el lecho cuando yo me introduje… El cuarto se iluminaba con la devoción que el cura mantenía encendida día y noche… Tan pronto como quedé cubierto por las mantas, el Padre Carlos me abrazó y comenzó a dar rienda suelta a su tremenda calentura… Me apretaba, me besaba, me mordía, restregaba su sexo contra mi vientre… Su sexo increíblemente tieso y medio curvado, que terminó calzándose entre mis piernas de una manera perfecta

Después de prodigarnos mil y un arrumacos, el Padre quiso que se la mamara como yo sabía hacerlo… Tuve oportunidad, entonces, de volver a degustar las mieles de su maravillosa poronga… Pese al grosor, yo conseguía que la pija atravesara mi garganta y así, los pelitos de su pubis angelical rozaban mis labios y la punta de mi nariz… Por las vibraciones, casi convulsivas de su cuerpo, era evidente que mis chuponazos debían equivaler a descargas eléctricas de 220 W… Conciente de ello, yo le daba y le daba a la lengua, porque me encantaba verlo gozar

Cuando ya había transcurrido un largo rato, detuve la mamada y le pregunté al cura si quería ponérmela… Estaba ansioso por sentir esa verga toda entera dentro de mí ser… Su respuesta fue una invitación a acomodarme para recibir el símbolo de su virilidad… Me puse de espaldas y con las piernas bien levantadas, para asegurar la mayor accesibilidad a mi ano… Me untó con la crema que yo había llevado: diadermina y, tras ello, apoyó la punta de la pija y comenzó a hacer presión

La generosa cantidad de crema y mi calentura hicieron que la verga se deslizara hacia el interior de mi recto como bala… En unos segundos, sus admirables y gozosos 19 centímetros estaban por entero dentro de mi culo… Yo me sentía transportado, me sentía en la gloria… Así comenzó a machetearme, cada vez con más ímpetu, con más empuje… Y al tiempo que me cogia con todas sus ganas, multiplicaba el efecto de sus embestidas con besos, caricias y susurros que me transportaban al nirvana de gozo

De tanto hacerme entrar y salir su enorme poronga, el Padre Carlos había logrado que mi culo estuviera ardiente como una braza y que yo experimentara la sensación de que en cualquier momento fuera a reventar… Pero no reventó… Antes de que eso ocurriera, el cura descargó toda la furia de sus pelotas convertida en chorros y más chorros de leche caliente, que inundaron mi ojete hasta el desborde

El mástil, la verga prominente, el trepano destructor de mí zaherido orto comenzó a desinflarse tras la batalla y cuando ya dejaba de hacer sombra: lo retiró dulcemente… El guerrero debía reposar… A diferencia de otros machos que tras la acabada cantan "a otra cosa mariposa" y se olvidan de uno, el Padre Carlos se volvía un ser dulce y cariñoso que no escatimaban mimos y no dejaba de dar las gracias por la felicidad que yo le había deparado… En realidad era recíproco… El había gozado conmigo y yo había gozado con él, es decir, habíamos gozado los dos juntos

Esta maravilla, mi querido Juan, la repetimos durante casi tres años… Claro está, sin exagerar, sólo una vez por semana, a veces dos y un montón cuando hicimos una escapada turística al campo de una tía mía en Tandil y un viaje a Corrientes, donde el vivían los padres del cura… Por lo demás, yo seguía teniendo mis aventuras, sobre todo con Carlos Alberto que, desde que se puso de novio, necesitaba descargar mas seguido… Era muy práctico, me llamaba por teléfono, yo iba a su casa, subía a su pieza, nos dábamos unos chupones, le mamaba un poco la poronga y me la ponía… Cogía muy bien y como la tenía enorme, me hacía gozar a lo loco

El fin de nuestra relación se produjo de manera sorpresiva… Un día del mes de julio, después de habernos echado un polvo fenomenal, me anuncio que la Jerarquía había dispuesto su traslado y debía ir a un pueblo de oeste provincial, donde lo esperaba una parroquia que había quedado sin cura… La noticia me cayó como un balde agua fría, pero, guardé compostura… Tuvimos otro encuentro más y, fuera de una vez en que se hospedo en casa un fin de semana y por supuesto nos hicimos el amor, nunca más volvimos a tener contactos íntimos

Varias veces en años posteriores nos reencontramos, pero aquello que habíamos vivido ya estaba definitivamente muerto y sepultado. Después, la comunicación entre nosotros se cortó y hace un montón de años que no se nada de él… Tal vez haya muerto, porque como dije ahora tiene –si es que vive- algo más de 80 años

Siempre se me dio por pensar que por los lares donde su ministerio apostólico lo llevó debe haber encontrado otro u otros muchachos como yo, porque no eran las representantes del sexo débil quienes lo atraían, sino los mancebos… A las niñas las trataba muy bien y nada mas… Nunca lo vi en actitud sospechosa con ningún chico, pero, por la forma en que se comportaba conmigo, se me hacía evidente que yo le interesaba mas que las chicas que iban a la parroquia, y vaya que las había y muy lindas… Si encontró esos muchachos que yo supongo, los debe haber hecho muy felices. Me alegro, por ellos y por él

Al cerrar esta recorrida, mi querido Juan, por un segmento de lo que fue mi juventud, debo decir que el Padre Carlos dejó en mi el mas grato de los recuerdos, porque como creo haber dicho en estas páginas, él era un ser angelical, un hombre que estaba mas allá del bien y del mal… Nunca tuve la sensación de haber cometido ningún pecado con él y si el haber logrado una comunión que, por momentos, nos hacía dejar de ser dos para convertirnos en una sola persona… ¿Cómo?. ¿Por qué?... Es un misterio, y un milagro… Tuve la fortuna que me sucediera a mí

Me despido con un abrazo y hago votos por tu ventura y felicidad. Cordialmente,

Eduardo

Nota: Si me quieres escribir para hacerme conocer tu opinión sobre este relato, mi dirección-e es: decubitoventral@yahoo.com.ar .... Serás bien acogido