El padre Alejandro

El cura, profesor de matemáticas me daba clases particulares.

El padre Alejandro era el profesor de matemáticas de cuarto curso de bachiller, con alumnos entre trece, o catorce años. Yo era uno de ellos.

Dos meses después de comenzar el curso, el padre Alejandro nos castigaba a algunos de los más rezagados de la clase para que estudiáramos algunas horas extras. Nos ponía problemas que teníamos que resolver mientras él daba paseos de un extremos a otro de la clase leyendo. Luego de un rato pasaba por las mesas y nos los corregía.

Un día me dejó a mi para el final y mandó a los demás a casa. Se sentó junto a mí y me pidió que le explicara como había desarrollado el problema.

Mientras yo hablaba, él me colocó la mano sobre la rodilla. Yo era un chaval de catorce años y aquel gesto me pareció de lo más natural. Cuando terminé de hablar, él me dictó otro problema que yo tendría que desarrollar, esta vez con él al lado.

Yo hablaba, dudaba sobre que fórmula adoptar para resolver el problema, cuando noté que su mano se paseaba, ahora sí, de atrás adelante por mi muslo. De repente dije algo acertado y el exclamó que estaba trabajando muy bien.

-Así me gusta. Podemos tener muy buenas relaciones, tu y yo. –y me puso la mano sobre mis genitales.

Yo, aunque nervioso, me sentía también a gusto. Y miré de reojo a mi entrepierna.

El padre Alejandro se levantó y me pidió que le siguiera. Entramos en un cuarto de trastos donde se guardaban los aparatos de hacer gimnasia, entre ellos un montón de colchonetas. Me ordenó que me sentase sobre ellas. Puso el dedo sobre sus labios y me dijo que lo que íbamos a hacer allí sería nuestro secreto. A cambio yo tendría muy buenas notas en matemáticas porque él me daría clases particulares a diario.

Me abrió la bragueta y metió la mano, me acarició la polla que ya entonces estaba bastante morcillona, y con la otra mano me fue desabrochado el pantalón. Me decía que era muy guapo y me hacía caricias por la barriga, por los muslos, por los huevos y por la polla. Yo ya no estaba asustado, era tanto el placer que sentía que me dejé llevar totalmente. Pronto, bajó la cabeza sobre mi verga y comenzó a chuparla. Era la primera vez que algo así me ocurría y me daban escalofríos de gozo. No me movía, esperaba a ver que me hacía, porque cada invento de aquel cura era para mí una nueva experiencia.

Se quitó la sotana y le vi por primera vez en calzoncillos con una camiseta de manga corta. Me pidió que le acariciara el pecho. Tenía una mata de vellos en el centro y una piel muy blanca. le acaricié y me acercó los pezones para que se los chupara. Le pasé la lengua y noté que se endurecían un poco. Toqué mis pezoncitos por curiosidad y él me dio una lamida: sabía muy rico.

Se subió sobre las colchonetas y se escurrieron cayendo todas desordenadas por el suelo y él sobre mí. Se sentó y se quitó la camiseta y el calzoncillo. Tenía una polla como yo nunca había visto: gorda y descapullada . La acercó a mi boca y me dijo que se pasará la lengua alrededor, haciendo círculos por el glande. Yo le cogí los huevos con las dos manos y le fue haciendo una gran mamada. La baba se me escapaba y tuve que coger su polla con las manos y comenzar a pajearle. Aquello parece que le sacó de quicio porque se movía como si estuviera trotando y decía que le diera más: "más, más". Noté un líquido caliente que se mezclaba con su saliva y me gustaba deslizarlo por su polla ahora lisa y caliente, la cogí entre las manos y me la metía hasta la garganta, hasta producirme arcadas.

Él se apartó un poco, me escupió sobre la polla y luego se sentó y con cuidado se la fue metiendo. El calor de su agujero me impresionó; yo me arqueaba para llegar lo más profundo posible y él me cogía las manos y me las colocaba sobre su polla y gritaba: "sigue, sigue".

De repente, no pude aguantar, un vendaval de gusto se me llevó completamente dentro de aquel agujero caliente, que se movía apretándome la polla como si la abrazara cariñosamente.

De su polla salió también un chorro de semen que me llenó la boca y la cara porque estaba tan descontrolado que le daban espasmos como si tuviera un ataque de epilepsia.

Si os ha gustado, por favor, enviarme vuestras mejores ssugerencias.