El pacto II

El lunes volvimos al trabajo y todo parecía haber vuelto a la normalidad establecida, en la que ella, se plegaba sumisa a mis exigencias, haciendo cualquier cosa que yo demandara sin rechistar, cosa que me enardecía y no podía evitar sentirme poderoso, en mi situación dominante...

Aun me relamía, pensando en el último encuentro con Sara en mi oficina, la recordaba una y otra vez, subiéndose las braguitas empapadas de mí prolífera corrida.

Apenas me reconocía, constantemente excitado cuando ella andaba cerca, su olor, su risa, su sola presencia, me ponía a mil, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Ni siquiera cuando más culpable y ruin me sentía, conseguía mitigar el deseo. Solo poseyendo su cuerpo sumiso y dócil, de mirada furiosa, conseguía calmar el fuego que amenazaba con abrasar mi cuerpo. Para colmo, había descubierto con esa chiquilla, el placer dominante al que ella, aunque fuera por el pacto, sucumbía sumisa y solo esa mirada, que me enloquecía delataba dicha sumisión.

Su mirada cambiaba cuando por fin, solo el deseo y el placer la doblegaban y en ese momento mi deseo por ella alcanzaba el sumun.

— ¿Vas a la inauguración, no? –preguntó Sara, desde la puerta de mi habitación esa noche.

Era la inauguración de uno de nuestros clientes más importantes y estábamos todos invitados.

—Sí, creo que me pasare, ¿tú vas con las chicas no? –asintió, antes de meterse en su habitación

—Sí, pasaran a buscarme

Estaba en la ducha, cuando la oí desde fuera gritar que se iba y cuando salí, ya solo quedaba su perfume.

Cuando llegué a la fiesta, esta ya estaba en pleno apogeo y no tardé nada en ubicar a Sara y al resto entre la gente. Estaba realmente preciosa, con un vestido largo y vaporoso que casi cubría sus pies. Llevaba la parte superior atada al cuello, con un escote pronunciado que hacia babear al más pintado. Entonces se dio la vuelta y pude admirar su espalda tersa, de piel blanca, desnuda hasta casi donde perdía el nombre, haciendo de ese vestido casi de princesa, en ella fuera un pecado.

—Ya pensaba que no ibas a venir –era la única de las mujeres de la oficina, que me tuteaba y eso parecía gustarle, porque acentuaba cada palabra remarcándolo.

—Aquí hay de todo, nos estamos poniendo morados –dijo Luis, mirando la espalda desnuda de Sara, cuando solo yo lo veía

Demasiado consciente de como la miraban esos lobos, estuve tentado a sacarla de allí, como un hombre de las cavernas y cabreado por mis primitivos instintos, me separé del grupo y de ella, intentando olvidarme del tema. Apenas hablé con ella en toda la noche, alternando con algunos de los clientes y del dueño de todo aquello, que me presentaba a gente sin parar. Aunque de vez en cuando, nuestras miradas se encontraban y el deseo me golpeaba, delirante como siempre, a pesar de estar rodeados de gente, no dejaba de pensar en poseerla. Y se intensificaba cuando la veía reír. Pero entonces la veía “dejarse querer” por Luis sobre todo y los celos que no quería reconocer me atenazaban. En ese instante, rabioso me repetía que no era mía, que solo era un trato y que en unas semanas se iría…

Cuando una hora después, la perdí de vista y busqué a Luis sin localizarlo tampoco, la rabia me poseyó, me acerqué al grupo y pedí disimuladamente por él.

—Ha salido a tomar el aire y fumar con Sara, ¿necesitas algo? –dijo mi secretaria

—No. Yo ya me voy, nos vemos el lunes –dije despidiéndome, antes de que se me viera el plumero

Cuando salía, dispuesto a alejarme, antes de liarla eché un vistazo al jardín trasero. A lo lejos vi a dos personas, supuse que eran ellos… y me apresuré a largarme de allí.

—Espera, por fa –gritó Sara, mientras pasaba ante la puerta con el coche

Venia hacia mí correteando, agarrándose el bajo del vestido y lo primero que noté fue la pintura de sus labios corrida.

—Luis es idiota –dijo subiéndose al coche

Me alejé del bullicio, no quería mirarla para que no notara mi cabreo.

— ¿No vas a hacerme puto caso? –dijo enfadada

Me desvíe hacia un camino, para parar el coche y poderla escuchar, sin tener un accidente y cuando paré, ella salió del coche apoyándose en la puerta. Salí y di la vuelta, pensando en decirle que se lo había buscado durante toda la noche, por calienta braguetas, la furia me cegaba. Pero cuando llegué frente a ella, pasé el dorso de mi mano por su boca y agarrándola por los hombros, devoré su boca. Bajé mis manos por su espalda, acariciando su deliciosa piel, sus costillas y tracé el perfil de sus pechos, sin dejar de morder sus labios.

Le di la vuelta pegando su espalda a mi pecho, dejándola de cara al coche y metí más mis manos por los laterales del cuerpo del vestido, sobé sus pechos desnudos bajo la tela, agarré con dos dedos sus pezones y los pellizqué sin miramientos. Ella se apoyó más en mi pecho y gimió, mientras yo frotaba las puntitas duras por la tela, mordiendo ahora la suave piel de su cuello, de sus hombros desnudos.

—Eres una putita, ¿lo sabes? –y asintió excitada

Dejé sus pezones, saqué las manos y desabroché el vestido de su nuca, dejando que el cuerpo cayera dejando sus pechos al aire, ella miró a ambos lados, pero no dijo nada y yo seguí. La apoyé contra el coche y presioné mi erección contra su culo, mientras aplastaba sus tetas contra el coche, la agarré de las caderas y subiendo su vestido metí la mano dentro de sus bragas.

—Abre las piernas putita –y ella obedeció sumisa

Joder su coñito ardía y sus juguitos mojaban mis dedos, que se perdían entre los labios de su vulva, recorriendo su rajita hasta encontrar su clítoris. Lo agarré entre dos dedos y empecé a estimularlo, mientras ella meneaba el culo frotándose contra mi erección.

—Esta noche quiero follarme este precioso culo que tan bien meneas zorrita, ¿vas a dejarme cuando lleguemos?

—Sí, sí, si…pero fóllame ahora –dijo echando las manos hacia atrás, para desabrochar mi pantalón

No sabía si después iba a conseguir reponerme, pero ahora mismo no podía esperar un puto segundo más. La ayudé a liberar mi polla, tiré de sus caderas y corriendo simplemente sus bragas a un lado se la metí hasta el fondo, mis huevos golpearon en su entrada, sus tetas en el coche y aferrándome a este, empecé a follármela con toda la rabia que había acumulado durante la noche.

Ella gemía, jadeaba y yo alternaba mis acometidas, entrando y saliendo con desesperación, deprisa, luego en dos tiempos, más lento y hasta el fondo, salía casi por completo…no paré ni cuando note su orgasmo, silencioso como siempre y solo lo hice, cuando estuve al borde del éxtasis. En aquel momento salí de su cuerpo, cuando ella aun temblaba, deslice el vestido del todo, lanzándolo dentro del coche, luego le quité las bragas, mientras seguía con las manos apoyadas en el coche, me puse en cuclillas y empecé a besar su redondo culito; lo mordí, lo lamí y finalmente separé sus nalgas para lamer su rajita, metiendo la punta de mi lengua en su ano. Pronto volvió a gemir, aun de puntillas, dejando que mi lengua, resbalara hasta su excitado clítoris. Lo atrapaba y chupeteaba antes de retroceder para terminar de nuevo en su culito. Cuando volvió a estar a puntito del orgasmo, subí enloquecido y volví a clavársela, mientras metía un dedo en su anito ensalivado. Ella no dejaba de retorcerse, de gimotear excitada y no pude más, saqué mi polla chorreando de su coño, saque los dos dedos con los que ya penetraba su culo y apoyé el glande, ella se puso rígida por la sorpresa.

—Tranquila putita, ¿nunca te han follado el culito? –cuando lo negó, casi me corro en las puertas

Apreté un poco y la puntita se incrusto ligeramente. Una mano agarraba mi polla, la otra hurgaba entre sus piernas. Le susurraba lo putita que era y lo mucho que iba a terminar gustándole, pidiéndole que se relajara sin dejar de presionar. Entró el glande y seguí empujando abriendo su estrecho orificio, notando el calor y la estrechez de su cueva inexplorada apretando mi falo al límite.

—Así pequeña puta, así. Que culo más rico tienes nena…

Llevaba la mitad, cuando no pude más y un golpe de riñones me alojó en su interior. Paré unos segundos y empecé a moverme, a enloquecer, jadeando, suspirando y notando como sus caderas se movían conmigo, a mi ritmo, buscando el froté de mi mano en su clítoris y luego la penetración…uf el ritmo cadencioso era enloquecedor…

—Voy a correrme pequeña

—Y yo, no pares, voy a correrme –anuncio por primera vez, desde que la conocía entre sollozos

Todo estalló en mil pedazos, mientras el mejor orgasmo de mi existencia, recorría mi cuerpo a latigazos, sintiendo como Sara se unía.

Me sentí un miserable, cuando la vi ponerse las braguitas a duras penas, allí en mitad de la nada, donde la había sodomizado sin tregua, a pesar de que mi idea era solo calentarla para terminar en casa tranquilamente, pero nuevamente había perdido los papeles.

Ella, no se quejó a pesar de que hasta le costó sentarse en el coche e hicimos el trayecto en silencio.

—Sara, si te sirve de algo, siento haberme comportado como un salvaje –le dije al final de la escalera, antes de meterme en mi habitación

Sara se había convertido en mi obsesión, pensé bajo el chorro del agua caliente, recordando la estrechez de su culito y sintiendo aun un cosquilleo placentero. Entonces, oí un ruido y al girarme, vi su silueta detrás de la mampara, un segundo antes de que se abriera y sin decir nada entró en la ducha, se abrazó a mi cuerpo por detrás y juro que la oí ronronear.

—Gatita mía –susurré dándome la vuelta

—No quiero dormir sola, ¿puedo dormir contigo?

—Claro gatita

Tras la ducha, nos metimos en la cama. Se quedó dormida al instante y yo debí dormirme tras ella. Me despertaron los primeros rayos de sol y al moverme ella se removió a mi lado ronroneando de nuevo, pegándose más a mí.

—Podría acostumbrarme a esto –le dije tirando de ella

—Me gusta más esta cama –dijo tumbándose completamente estirada sobre mi cuerpo

Podía notar cada milímetro de su cuerpo desnudo sobre el mío, sus pechos rozaban mi torso, sus piernas estiradas sobre las mías y ella reptaba sobre mí, rozándose, frotando su pubis con mi polla, que ya estaba de lo más despierta. Mis manos amasaban su culo, cuando dejó resbalar sus rodillas a ambos lados de mis muslos y apoyándolas en la cama fue abriéndose, al tiempo que mi falo, se colaba entre los pliegues de su vulva y ella seguía reptando, sin apenas despegarse, buscándome con su sexo, haciendo que mí polla resbalara dentro de su vagina lubricada y calentita. Clavé mis dedos en sus glúteos, incrustándola más y ella fue subiéndose, apoyando las manos en mi pecho, para empezar a cabalgar, con los ojos encendidos. Solo dejé su culo, para encargarme de sus pechos, dedicándoles todo mi empeño mientras ella, seguía meneándose como una diosa, frotándose y ronroneando.

—Levanta las rodillas gatita y apoya los pies, quiero mi polla bien adentro de tu coñito golfilla

Obedeció al instante y en esa postura alcancé su clítoris y lo estimulé unos segundos mirando sus ojos mientras se corría.

Volvió a la postura inicial, antes de salir y resbalar por mi cuerpo para colocarse entre mis piernas y de rodillas, sentada sobre sus talones, agarró mi polla y se agazapó para metérsela en la boca y regalarme la mejor de las mamadas. Su boca subía y bajaba, chupeteando el glande antes de tragársela de nuevo. Apenas resistí un par de acometidas antes de avisar que me corría y lejos de frenar o parar, intensificó la tarea, haciendo que el semen brotara sin control mientras me corría, bramando en su cálida boca.

Tras limpiar con su lengua mi sexo arduamente, repasó sus labios enloqueciéndome a pesar de estar saciado.

— ¿Me llevas por ahí? Hoy es sábado y me aburro en casa –dijo poniendo morritos de niña consentida

Por supuesto que le di lo que pedía a mi niña consentida y pasamos todo el día por ahí. Nos vestimos, fuimos a comprar lo que hacía falta en casa, luego comimos por ahí…

— ¿Me llevas al cine? –mientras siguiera poniéndome esos putos morritos…

Terminé sentado a oscuras en una sala, viendo una película que ella había elegido y en la que no lograba centrarme, por el simple hecho de estar observando a esa criatura, que sentada a mi lado, devoraba palomitas dulces del enorme cubo que le había comprado, mientras se reía en ese instante de algo que ocurría en la pantalla.

— ¿No te gusta? –preguntó flojito

—Me encanta –contesté refiriéndome a ella

— ¿No quieres palomitas? Claro, no quieres que se te queden los dedos pegajosos –dijo acercándome una a los labios

No apartó los dedos y los chupeteé con gula, a pesar de aborrecer las palomitas dulces.

—Si sigues chupándome así… -suspiró cerrando los ojos

Me moví un poco en la butaca, girándome ligeramente para que la gente de mi lado, no me viera y metí la mano bajo su corta faldita, acariciando sus muslos desnudos, subiendo… camuflado, por el enorme cubo de palomitas, que hacía de escudo, para que la otra parte junto a ella no pudieran verme. Mi mano subía y ella separó ligeramente los muslos, dejándome llegar a su braguita. Me encantó notarla húmeda y presioné sintiendo el calor de su coñito. Froté mis nudillos, amasando su sexo caliente, viendo como metía palomitas en su boca y las chupeteaba una vez dentro, intentando disimular el placer que sentía entre sus piernas. No tardé en apartar la tela y hurgar entre los pliegues de su vulva, hasta encontrar su botoncito para estimularlo, hasta ver como mordía sus labios y notar su orgasmo, en forma de juguitos, empapado mis dedos y mi mano. Apenas saqué la manos de debajo de su falda y acabó la peli.

— ¿Te ha gustado? –pregunté mientras abrían las luces

—Mucho –contestó con los ojos brillantes

Al salir del cine, fuimos a cenar y mientras compartíamos un postre de lo más dulzón dijo:

— ¿Me llevas a tomar una copa?

Y como no media hora después Sarita, meneaba las caderas entre mis piernas mientras yo, estaba sentado en la barra de un garito, tomándome un cubata.

Un buen rato después, aparcaba frente a mi casa viéndola salir del coche meneando las caderas y mirándome con ojillos turbios, estaba achispada y solo había bebido parte de mi cubata. Entró en casa y me lanzó un beso mientras yo cerraba el coche y la seguía. Entré y la vi en mitad del salón, completamente desnuda.

— ¿Qué quieres gatita?, pídemelo –de dije con desesperación

—Quiero que me folles, llevo todo el día pensando en ello –dijo sentándose en el segundo escalón y separando las piernas

Su coñito, brillaba excitado y mis dedos apenas me daban para desnudarme mientras llegaba frente a ella. Yo me quitaba la camisa y ella se encargó del pantalón, dejando salir mi polla ya dura, para meterla en su caliente boca, antes de que yo me deshiciera de la camisa. Gimoteó cuando le quité la golosina de la boca, pero estaba tan cachondo que iba a correrme si no lo hacía ya. Me arrodillé en el suelo y le pedí que subiera dos escalones, me incliné y devoré su sexo, sus jugos…mordisqueé su clítoris, lo succioné con glotonería excitadísimo, embriagado…

—Voy a correrme, fóllame…quiero polla

Joder, a los morritos le añadía el fuego de esa mirada, que tanto me encendía y mi falo palpitó entre mis piernas rígido, duro como el mármol, anhelante de su cuerpo.

Pasé la lengua plana, desde su culo hasta el clítoris lentamente, disfrutando de su prolongado gemido e incorporándome me arrodillé un escalón por debajo de su culo, tiré de ella y sentándola en mis muslos la clavé en mi rígida estaca.

Los dos gritamos, ella apoyó los codos y meneó las caderas buscando más acople y yo empujé con toda mi alma, sintiendo el cosquilleo del orgasmo.

—Córrete putita, ahora, conmigo –bramé, mientras salía el primer chorro

—Sí, no pares me corro –grito estrujando mi polla

Los dos gemíamos como locos mientras nos corríamos, incentivados por el orgasmo ajeno.

— ¿Puedo dormir en tu cama? –preguntó inocente frente a mi puerta

La cogí de la mano y nos metimos en mi cama, donde amanecí abrazado a esa criatura celestial.

Decidí darme una ducha rápida al ver la hora, había quedado en menos de una hora para jugar al pádel y luego comer con unos colegas pensé sin ganas.

—Buenos días –dijo Sara uniéndose a mi ducha matinal

—Buenos días princesa, lo siento pero tengo que marcharme –le dije explicándole los motivos

En un descanso del partido, recibí un mensaje de ella, diciéndome que comería con las chicas y me mandó una foto, para ver si me gustaba como le quedaba, la faldita vaquera que había comprado el día anterior conmigo y sonreí como un tonto al ver lo adorable que estaba.

— ¿Vienes o sigues mirando el móvil, con esa cara de tonto? –dijo uno de mis amigos

—Estas para comerte –le escribí antes de volver al partido

Ya en la comida, volvió a sonar mi móvil:

—Antes, me olvidé de enseñarte algo, que también compramos ayer, dime si te gustan –y la siguiente foto era en un baño

Era ella de cintura para abajo, con unas braguitas naranjas de algodón con el dibujo de una jirafa en el centro y un lacito en el elástico. Mi polla dio un respingo bajo el pantalón.

— ¿Que si me gustan? Más que el rico plato que estoy degustando

—Que aproveche, nos vemos luego. Besitos.

—A esa jirafa besaría yo ahora

Y me mandó un puñado de caras sonrientes, que me volvieron a poner cara de tonto, camuflando algo, la de salido que me habría dejado su foto.

Cuando una hora después, mientras tomábamos una copa el móvil vibró en mi pantalón lo saqué al instante, ansioso, esperando encontrarme con otra foto de mi niña.

Cuando la abrí, se me secó la boca al verla tumbada en mi cama, completamente desnuda, salvo esas braguitas, que ya se me antojaban lo más sexi y morboso que había visto nunca.

—Como me ha parecido que te gustaban, ¿me las dejo puestas para esperarte o me las quito? –fue su mensaje tras la foto.

—Eres realmente una niña muy mala, llevo todo el medio día cachondo, desde que he visto esas braguitas.

— ¿Y vas a castigarme por ser mala? –le estaba gustando

Si quería jugar…íbamos a jugar a lo grande.

—No lo dudes muñeca –y como respuesta, de nuevo me mando un puñado de caritas esta vez relamiéndose

Me bebí la copa de un trago, antes de despedirme con prisas de mis colegas para volver a casa.

Me miró con ojos vidriosos, tumbada en el centro de mi cama y tras un simple “hola”, me arrodillé a los pies de la cama, para besar sus pies desnudos y subir con mi lengua por sus piernas, oyendo como se aceleraba su respiración, a medida que mi lengua subía, por la cara interna de sus muslos.

—De cerca son aún más bonitas –le dije lamiendo el dibujo

Me puse a su lado para besar su vientre y sus tetas, antes de acercar mi falo palpitante, a su cara y mi adorable gatita no tardó en lengüetear la punta húmeda de mi polla, antes de empezar a mamar, para terminar tragándosela colocándose de lado

—Así gatita, chupa –le dije dándole un azote en el trasero y gimió encantada

Volví a darle otro azote y ella volvió a gemir, excitándome casi tanto como lo hacía su boca, dejando entrar y salir mi mástil enhiesto. Metí mi mano bajo la tela y estirándola repasé su rajita, cuando apoyó el pie en su rodilla, abriéndose de lado como un compás, permitiéndome que hurgara su sexo a mi antojo. Mis dedos se empapaban de sus jugos, friccionaba su clítoris y cuando sus jadeos, subían de intensidad lo abandonaba. Ella se quejaba y yo la penetraba con dos dedos, cuando volvía estar de lo más entregada, salía de su vagina y ella volvía a quejarse, sin dejarme convencer por sus quejidos, dejaba resbalar mis dedos pringosos hasta su anito cerradito y metía uno de mis dedos en su culito, luego el segundo…

—Chupa zorrita, no pares golfilla –la insté y siguió, mientras mis dedos dilataban su culito

No podía aguantar más esa boca sin correrme, pensé sacándola sin ganas de su boca, mientras mis dedos abandonaban su culito.

—Quiero correrme –sollozaba descontrolada ya a ese punto

—Sí, mi niña, si

La coloqué de rodillas, bajando las bragas, descubriendo su culo. Tenía las piernas cerradas y yo, colocándome de pie, la llevé al borde de la cama, la puse entre mis piernas abiertas y agarrándomela la pasee por su rajita, la coloqué en la entrada de su vagina y agarrándola de las caderas, la penetré sin piedad hasta que mis huevos, golpearon su cuerpo. Ambos gritamos de placer, ella aferró las sabanas, yo sus caderas y di un par de arremetidas, antes de soltar una de mis manos, para buscar de nuevo su culito y sin miramientos, lo penetré con dos dedos, ella gimió intentando escapar… ¿o no? No dejaba de gemir, de menear las caderas…y supe que estaba al límite. Follé su coñito como si no hubiera mañana, sin dejar de penetrar con mis dedos su culito.

—Sí, me corro, me corro, me corro

Y mi sexo ardió en su coñito, mientras este lo estrujaba, ni siquiera sé cómo aguanté, pero lo hice y cuando su cuerpo dejó de temblar, bajé la intensidad y la dejé caer en la cama, saliendo de su empapado sexo palpitante. Me dolían hasta las sienes, con una sola idea retumbando en mi cabeza. Quería, necesitaba llenar su culito de semen ya.

Acaricié su cuerpo rendido, mientras mi polla se calmaba un poco y su cuerpo volvía a relajarse, luego poniéndola en pie, la llevé frente al espejo de cuerpo entero, apoyé sus manos en él y colocándome tras ella le dije al oído:

—Ahora, voy a correrme por fin viendo esa jirafa

Y poco a poco mi polla fue desapareciendo en su ya dilatado culito, tan caliente y prieto…

Miraba su boca roja, sus ojos encendidos, sus tetas y esas dichosas braguitas casi infantiles tan sexis en ella…y cuando agarró mi mano y la metió dentro, fue demasiado para mi aguante.

Me corrí mirando el bulto de mi mano masturbándola, mientras ella se balanceaba, haciendo que mi polla, se follara su culo profundamente, viendo su cara de placer cuando se unió a mí de nuevo.

El lunes volvimos al trabajo y todo parecía haber vuelto a la normalidad establecida, en la que ella, se plegaba sumisa a mis exigencias, haciendo cualquier cosa que yo demandara sin rechistar, cosa que me enardecía y no podía evitar sentirme poderoso, en mi situación dominante. Me excitaba pedirle que me enseñara las bragas, su sexo… en cualquier momento y lugar, cuanto más arriesgado mejor y la masturbaba a menudo, dejándola al borde del orgasmo con esa furia en la mirada que me enloquecía de deseo.

Una tarde mientras todos estábamos reunidos en la sala de juntas le dije:

—Disculpen un momento, necesito consultar unas cosa. ¿Sara, me acompaña?

Abandonamos la sala de juntas, por la puerta lateral que daba a mi despacho y mientras dejábamos a los demás debatiendo otros puntos le dije:

—Ponte de rodillas, necesito que me la chupes

Me miró alucinada, pero sus labios gordezuelos, atraparon mi glande con la gula de siempre, mientras su mano liberaba también mis huevos para sobarlos. Joder como me ponía verla allí de rodillas “obedeciendo” a pesar de tener a la plana mayor de la empresa a dos metros tras la puerta esperándonos.

—Así putita, ahora mis huevos, mételos en esa boquita de mamona que tienes.

Y de nuevo, hizo lo que le pedía lamiéndome, mientras ahora su mano subía y bajaba tallando mi tronco.

—Qué bien lo haces pequeña, podría correrme en tu boquita, pero dime nena, ¿quieres polla? –le dije entre gemidos ahogados

No me contestó, se puso en pie y colocando sus manos planas a ambos lados de sus muslos, fue subiendo la falda a su cintura y se inclinó, apoyando las manos en la recia mesa de despacho.

Joder, agarré el elástico de sus braguitas y las baje, me coloqué en su popa y me colé entre sus piernas cerradas. Estaba chorreando y eso me enloqueció, flexioné las rodillas, empujé y la penetré sin esfuerzo. No tardamos en corrernos, silenciosos por donde estábamos y excitados más por ello.

—Ya puedes volver a la reunión –le dije dándole una palmada en el culo

Tenerla a mi merced, sentirme su macho dominante me hacía babear, aunque flaqueaba al pensar, que los días corrían, mi tiempo se acababa. En casa era aún mejor que en la oficina, ya que ni siquiera había vuelto a su cama y dormía en la mía cada noche.

Todo fue magnifico, hasta que se acercó el fatídico día en el que no quería ni pensar y dos días antes, todo empezó a cambiar. Esa noche Sara, volvió a dormir a su habitación y yo furioso reclamé su cuerpo por la mañana, ella se entregó sumisamente fría. Volví a pedirle sexo en el trabajo y de nuevo me dio lo que pedía desapasionadamente y eso me hacía enfurecer y que pesar de todo no dejaba de desearla. Pasé esos dos días follando y marcando su cuerpo tantas veces, que por las noches ya en mitad de ellas caía rendido en la cama sintiéndome un mandril.

—Veo que ya has recogido tus cosas –le dije el último día

—Sí, mañana acaba el pacto. ¿Quieres algo antes de que me vaya?

Me ofrecía sexo, más sexo desapasionado, que saciaría mi apetito pero dejaba un mal sabor de boca.

—No, me voy. Que te vaya bien. Gracias por todo

Me fui de allí sabiendo que si me quedaba todo sería peor y me dispuse a pasar la noche en mi despacho.

Me dolía pensar que ya no estaría, que no volvería a tenerla. Pero en el fondo, ese era el trato y solo me quedaba, dar las gracias por esos tres meses, en los que ella había al menos, intentado disfrutar de lo que se había autoimpuesto, haciéndome disfrutar al máximo, de cada encuentro, cada caricia…pero dolía saber qué ahora probablemente ella se sentiría liberada.

No había querido pensar en ello, había aprovechado cada momento y ahora no quería ver como desparecía de mi vida y prefería llegar y ya no encontrarla en casa. Pero para mi sorpresa, cuando llegué el sábado casi al mediodía, estaba sentada en el sofá del salón con los ojos enrojecidos y un móvil que reconocí al instante.

— ¿De dónde has sacado eso? –pregunta tonta sabia de donde lo había sacado

—Buscaba un papel para escribirte algo y saqué el cajón de sitio, al caerse se cayó la caja donde estaba, se abrió y reconocí el móvil de mi padre. ¿Porque lo tenías tú?

—Lo llevaba encima y no quería que tú lo vieras, debí destruirlo pero no fui capaz

—Pues lo he visto, más bien he oído el mensaje de voz que te mandó, ¿porque no me lo enseñaste y dejaste que pensara…? -y la voz de mi amigo llenó el salón

—Por favor perdona, nunca quise hacerte daño, acostarme con tu mujer y dejar que me embaucara, fue la peor decisión de mi vida, aun así me aconsejaste que me alejara y encima pensé que te movían los celos, hasta que me arruinó la vida. Prométeme que la alejaras de mi hija y cuidaras de ella…

—No seas tonto, tu cuidaras de tu hija –dijo mi voz preocupada saliendo del aparato

—Prométemelo para que me quede tranquilo

—Vale, pesado, pero lo harás tú

—Gracias amigo, sabía que podía contar contigo, siempre lo supe –y un clic cortó todo y llenó la estancia de silencio.

Sara lloraba a mares y cuando me acerqué para consolarla me apartó.

—Dejaste que hasta te creyera un gusano cuando me apartaste “de su novia” sin saber que era tu mujer y la mala del cuento. ¿Por qué?

—Porque tu padre se equivocó, pero te adoraba y pensé que no era justo que lo vieras como un fracasado, que se dejó embaucar y arruinar por la mujer de su mejor amigo, pensé que era mejor que me vieras a mi como el malo.

Dejé que llorara, tan solo abrazando su cuerpo tembloroso y no sé cuánto tiempo después le preparé algo de comer.

— No quiero irme, ni siquiera quería antes de encontrar el móvil. ¿Puedo dormir contigo, aunque el pacto haya expirado?

— ¿Quieres dormir, mi niña? –pregunte feliz

—Era una excusa tonta para enseñarte unas braguitas con un elefante morado muy cucas…

—sube y ya veremos si me gustan, porque las de la jirafa dejaron el listón muy alto

Guardé el teléfono y la seguí escaleras arriba para encontrarla frente al espejo, desnuda y con unas braguitas… Dios que festín.