El paciente cachondo
Aquel hombre maduro no paraba de mirarme en la sala del doctor
Me llamo Ana y siempre me han atraido los hombres maduros. Había tenido algúnas relaciones con chicos de mi edad, ya sabía lo que era follar. Tenía 17 años cuando, yo todavía virgen, tuve mi primera experiencia con un hombre que podía ser mi abuelo.
A esta edad tenia un tipo muy lindo y algo juvenil, pero mis pechos firmes y grandes ya despertaban el interés de los hombres. Mi cintura fina resaltaba mi culo respingón, algo que siempre dejaba claro mi ajustada forma de vestir.
Todo lo que les voy a contar ocurrió un día que acudí a mi médico de medicina general mi madre no me acompañaba porque era nuestro médico de siempre-.Al llegar allí la secretaria me tomo mi tarjeta sanitaria y me indicó que esperara mi turno, así que me senté y observé que en la sala había un matrimonio joven y frente a mí un señor de unos sesenta años que me sonreía, yo bajé la mirada pero más tarde pude ver que me excitaba su aspecto. Tenia poco pelo pero un bigote con el pelo muy negro, del cuello de su camisa salía una mata de pelos semicanosos y sus brazos muy viriles me estaban haciendo que no parase de mirar. El era consciente de m atracción y lo demostraba con su leve sonrisa. Cuando entró la pareja yo miré su bulto del pantalón que le marcaba una buena polla todavía flácida, el me vió y miro hacia la distraida secretaria. Poco apoco ese enorme bulto empezaba a crecer y él sabía que yo no dejaba de mirar. Pero la situación se corto de golpe porque ya acababan los pacientes anteriores y él se dispuso a entrar. A los 5 minutos salió y se despidió muy educadamente de la secretaria. Entré a la visita, no paraba de pensar en como sus manos me tocarían y su lengua me lamería mis tetas. Al salir de la consulta me quede de piedra, estaba sentado en un banco del parque con una mirada penetrante y lujuriosa. Yo no sabía que hacer, al final decidí ir caminando, de repente desde el banco me dijo que si tenía hora y con la mano me indicó que me acercara. Yo temblaba pero pensé que po un poco de jugeteo no pasaba nada.
¿Cómo te llamas?
Me llamo Ana, me tengo que ir a casa. Él con su bulto bien marcado me dijo si no quería subir a su casa, que me enseñaría lo que tanto me gustaba. Yo le dije que me perdonara por ser haber sido tan atrevida.
Solo subes te lo enseño y te vas, ya verás que grande y bonita es. Me dijo que vivía solo, que era viudo desde hace cinco años y que no temiese nada que el con menores no quería problemas.
Yo ante sus argumentos accedí. Entramos en su piso y me dijo que me sentase en el sofá, ante mí de pie me dijo: - porque no la sacas tú guapa!, yo estaba deseando tocar aquella polla que le reventaba los pantalones pero no me atrevía, el me cogió la mano y me la puso encima. Vamos sácala!, le desabroché y metí la mano tocando una verga muy gruesa y larga, coronada por una enorme cabeza humedecida en la cabeza. El dio un paso hacia mí y su verga me tocó la cara. Me levante y le dije que ya la había visto, pero contestó que el también quería verme mi chochito. Yo pensé que así se quedaría tranquilo y me recosté en el sofa, él seguía empalmado como un joven de 20 años. Me levanté la falda, el me mandó parar y dijo: yo te quitaré las braguitas, sin apenas poder responder sus fuertes manos empezaron a rozar mis ingles mientras me susurraba al oido: ¡Ya verás como te va a gustar! Yo sentía un cosquilleo que solo quería que el me penetrarara y abandonarme a su experiencia de perro viejo follador. Sus dedos bordeaban mi coñito por encima de la braguita, al tiempo que me mordía la oreja y me ponía loca con su bigote y sus palabras: te voy a comer el chochito, voy hacer de ti una buena mamadora de polla, te meteré todo hasta que te corras de gusto...
Se levantó y me metió aquella manguera en la boca, yo empece a chupar, al tiempo que se quitaba la camisa y mostraba un pecho lleno de pelo que me excitaba aun más.
- ahora déjame comer ese chochito. Me sacó las bragas, abrió las piernas y metió su cabeza dentro jugando con su lengua en mi almejita. Yo tuve un orgasmo que casí me muero de placer, pero el me dijo ahora vas aprobar un nabo de verdad, se subió encima y tras empujar suavemente con la punta fue entrando hasta sus peludas pelotas. Su ritmo fue acelerándose hasta coger un ritmo que no pudo soportar y me lleno todo de leche reservando los últimos chorros para mi boca y mis tetas.