El otro sumiso

En una sola nocheo, otro sumiso, me da cátedra de cómo adorar los pies y la verga de nuestro Amo.

Después de haber sido prostituido, haciendo el sexo oral a un poderoso burócrata; en un elevador soy salvajemente desvirgado por mi Amo. Ahora, ambos regresamos a su departamento.

Al llegar, nos aguarda Jaime. Dormirá contigo , dispone nuestro Amo, para enseguida mandar que yo vaya a asearme, y Jaime prepare la cena. Él, entra también a ducharse. Confieso que me siento un poco celoso de la juventud, esbeltez y belleza de Jaime, pero al mismo tiempo, pienso que no debo preocuparme por ninguna otra cosa que no sea obedecer a mi Amo. Además no debo de cuestionar sus decisiones.

Subo a mi habitación en la azotea y  mientras me desvisto compruebo que efectivamente, por mis piernas escurre el semen de mi Amo mezclado con  mi sangre. Soy suyo, me digo con orgullo, mi cuerpo y mi mente le pertenecen. Luego me baño y cuidadosamente lavo el área de mi ano que luce inflamada y adolorida. Enjuago como puedo mi polla que sigue aprisionada con el artefacto anti masturbatorio. Termino de cambiarme  y bajo tan rápidamente como puedo.

En el departamento,  mi Amo justo sale del baño y ordena a Jaime que lo seque, y a mí, que sirva sus alimentos.

Usando solo ropa interior y una bata, mi Amo se sienta a la mesa, mientras Jaime y yo,   permanecemos de pie y en silencio, hasta que termina de cenar. Luego, sin permitirnos cenar, ordena  que le demos un masaje. Al parecer, Jaime ha hecho esto antes, porque de inmediato saca aceite y a señas, me indica que encienda unas velas aromáticas y apague la luz. En el ordenador sintoniza una música suave y relajante.

Yo miro atento como Jaime empapa sus manos de aceite, y las pasa por la espalda y hombros de nuestro Amo. Observo que la clave de la técnica, está en la forma como realiza el contacto sus dedos, nudillos o palma de sus manos, la fuerza con que presiona, y el movimiento que realiza sobre sus músculos.

Al terminar la espalda, sigue con brazos, antebrazos y manos. Ahí me indica que participe yo, e imito sus movimientos. Mi Amo suspira profundo al sentir que sus dos sumisos masajean su cuerpo. Jaime es un experto, y me muestra cómo hay que tratar cada parte. Observo que no solo mi amo empieza a relajarse, a medida que el masaje avanza,  también Jaime va cayendo en una especie de transe, y en silencio continuamos con las extremidades inferiores.

Resulta difícil explicar la extraña sensación que experimento. Parecería que Jaime y yo nos acercamos emocionalmente hasta fundirnos en un solo ser que comparte el mismo sentimiento. Una especie de colaboración espontánea, donde no hay sitio para la competencia ni el egoísmo. Sin hablarlo, ambos estamos deseando lo mismo: hacer que nuestro Amo disfrute. Luego de media hora de masaje,   nuestro Amo luce relajado y somnoliento.

De una repisa toma un llave que le entrega a Jaime y sin decir más, cierra los ojos y duerme.

Nosotros cenamos en silencio y al terminar, tomamos la estera y subimos al cuarto de la azotea, ahí la colocamos en el piso.

No encendemos la luz, hablamos en voz baja. Nos sentimos dos niños confiando nuestros secretos. Jaime  me pone al tanto de su vida. Recién acaba de cumplir los 18 años, y tiene uno de servir a nuestro Amo. Vive con sus padres a tres horas de la ciudad. Estudia allá, y piensa que esa es la razón por la que nuestro Amo nunca lo ha invitado a vivir con él, lo cual me llena de un secreto orgullo.

Solo lo visita los fines de semana como hoy, se encarga de hacer las compras y también de asear la casa, ropa y calzado. Su especialidad es cocinar, darle masajes, cortarle el pelo y arreglar sus pies. Dice que con gusto me enseñara a hacer todo esto. Tiene una cara de niño que enrojece fácilmente.

Confiesa que le da gusto que yo también sea sumiso de nuestro amo. Dice que se siente acompañado. Luego con una sonrisa pícara saca el llavero que nuestro Amo le dio. Al mirar mi cara de curiosidad, me señala hacia el artefacto que aprisiona mis genitales. Mi corazón palpita con fuerza cuando veo que él empieza a desabrochar su camisa.

Temblando, yo lo sigo,  y cuando estamos desnudos, advierto que él también porta otro aparato anti masturbación, al parecer eso no le importa. Entonces me dice: voy a enseñarte como le gusta a nuestro Amo que lo acaricien . Yo trago saliva, y esperando que saque la llave para liberar mi pene que sufre por la imposibilidad de crecer. Pero Jaime también tiene su propio morbo.

Los pies de un Amo son sagrados para un sumiso, me explica, mientras me hace acostar y empieza a acariciar los míos. Primero debes de tocarlos con tus manos. Hay que acariciar parte por parte: el empeine, los dedos, los talones y las plantas. Mientras habla simultáneamente va haciendo una muestra tocándomelos. Puedes empezar apretando suave cada uno de sus dedos,  y luego pasando tus nudillos a lo largo de la planta.

Después sigue la parte de besarlos, primero con los labios cerrados, besos pequeños secos por todas partes. Después sacas la lengua, y con la punta de ella, vas tocándolo suavemente y sin prisas. Dicho esto, eleva uno de mis pies a la altura de su cara y realiza lo que acaba de explicarme. En mi cabeza todo empieza a girar. Con mi pene imposibilitado para gozar. Mi piel entera se va convirtiendo en centro de placer. Pequeñas descargas estallan en mi vientre, mis piernas y mi pecho, mientras Jaime practica en mí, la teoría de cómo adorar los pies de nuestro Amo.

Detiene su práctica para continuar diciendo: después vas aumentando la fuerza de tus besos y ahora chupas sus dedos. Das pequeños mordiscos en la planta de sus pies y en sus talones. Pasas tu lengua a lo largo, tratando de mantener la lengua húmeda para que el contacto sea mayor.

Mientras lo ejecuta, siento que por mis piernas caminan hormigas brillantes que dejan huellas fosforescentes. Ahora deja de hablar, cierro mis ojos e imagino mi propio pie y en él, el camino que sigue la lengua de Jaime que como una serpiente, se desliza entre mis dedos interminablemente.

Vuelve a chuparlos uno por uno, pero aumentando la fuerza y velocidad de la succión. Sin verlo puedo sentir que también él esta excitado. Mi polla aprisionada está totalmente entumida, como si le hubieran aplicado un potente anestésico. Por la misma presión del encierro, tampoco sale ya mi precum.  Pero a cambio, en mi piel siguen produciéndose destellos cada vez más intensos y frecuentes.

Jaime intenta meter juntos, todos los dedos de mi pie en su boca. No resisto la tentación de mirarlo. Él se da cuenta, voltea y me mira también. La escena de mis dedos completos metidos en su boca, me recuerda que esta mañana hice lo mismo con los pies de nuestro Amo, y siguiendo su ejemplo, muevo mi pie buscando “follarle” la boca. Pero Jaime es de menor talla, su boca es más chica y mi esfuerzo es infructuoso, en cuanto lo muevo, se escapa uno de mis dedos de su boca.

Ahora el tiene tomados mis dos pies juntos y los lame sin parar en forma desesperada. Su lengua entera se pega a la piel de mis plantas, desde el talón hasta la punta, una y otra vez. De pronto para y me mira satisfecho. Su cara de ángel brilla con ojos maliciosos. Estas aprendiendo,  hermano? , me pregunta. La palabra  “hermano” me prende, porque encierra el acuerdo implícito de pertenecer ambos al mismo dueño . Si hermano , contesto entrando a su juego, gracias, estoy aprendiendo mucho, la próxima vez que tenga que adorar los pies de nuestro Amo, lo hare tal y como me estas enseñando .

Ahora te enseñare otra cosa dice, y vuelve a agacharse para besar otra vez mis pies, pero ahora a la altura de mis tobillos. Sus manos y lengua reptan por el vello de mi pantorrilla. Tiene un modo especial de tocar mi piel. Aún con los ojos cerrados, puedo identificar que emplea indistintamente sus labios, lengua y dientes, y simultáneamente, también usa diferentes formas de caricia, por instantes  besa, lame, chupa o muerde. Pero además de combinar el “con qué”, y el “cómo”, introduce la variable de la intensidad y velocidad de sus caricias, de tal suerte que los arreglos posibles son infinitos y cada centímetro de mi piel es tocado de una manera distinta. El resultado es que literalmente me hace ver estrellas.

Confieso que jamás había pensado que mis pantorrillas poseían esa sensibilidad. Pero apenas lo pienso, cuando la húmeda boca de Jaime pasa por mis rodillas. No puedo evitar saltar y estremecerme, mientras él, ni por un instante despega su boca de mi piel. Sus manos acarician el vello de mis piernas mientras su lengua explora sin parar.

Descubro  la intensa sensibilidad de la parte interna de mis piernas, cuando él se aplica a lamer ahí, como un pintor que pasa una ancha y húmeda brocha una y otra vez, sin parar.

A medida que él sube por mis piernas, mis estremecimientos son más constantes. Por inercia separo mis rodillas,  y su lengua va directo al canal que hay, justo en el sitio en que se unen mi pierna y el tronco. No puedo entender como nunca me había dado cuenta de la sensibilidad que tienen mis ingles. Es una zona increíblemente receptiva, que nace en la parte baja de mis testículos, y va hasta el hueso de la pelvis.  El más leve toque de la punta de su lengua en ese sitio, desata una poderosa sensación que incluso llega a ser insoportablemente excitante.

Cuando ha logrado ponerme en el nivel más alto de excitación se  detiene y con calma, toma el llavero que nuestro Amo le ha entregado, y abre la prisión de mis genitales.

Hay un intenso dolor en el momento en que  me retira el artefacto. Por instinto doblo mi cuerpo y con mis manos los protejo, sintiendo que cualquier otro roce me lastima. Sudo y tiemblo mientras Jaime pasa su mano suavemente por mis piernas.

Poco a poco el dolor empieza a disminuir. De pronto, sin poder evitarlo siento que orino, mis manos se mojan, aprieto pero es imposible detenerla. Luego reacciono, me doy cuenta que no es orina, es una cantidad impresionante de líquido preseminal, que se acumuló en los minutos previos y que, ya sin presión fluye libremente. Me cohíbo un poco, pero él toma mis manos manchadas y empieza a lamerlas lentamente para retirar todo rastro de mi emisión.

En un primer momento, mi pene sigue flácido, pero en el instante en que Jaime introduce uno de mis dedos en su boca, como un animal revive y no tarda ni un minuto en alcanzar, no solo su tamaño normal sino que, por los días que no me he masturbado, creo que por lo menos es un centímetro mayor.

Jaime me dice , luego de que lames las piernas y las ingles, debes seguir con esto. Y se pone a lamer mi pubis rasurado.  Para poder acercar bien su lengua, toma con delicadeza mi tolette que insiste en permanecer  pegado a mi vientre apuntando neciamente hacia el lado derecho de mi ombligo. Con fruición recoge la miel que sin parar brota de la cabeza de mi verga.

Instintivamente levanto mi pubis. Deseo ardientemente tomar su cabeza y hacer que ya trague mi verga completa, pero sé que el ritual tiene tiempos y ritmos. Cuando termina de limpiar mi pubis del percum derramado, cambia a una nueva etapa. Esta vez son mis guevos el blanco de su boca. Por la excitación, estos se han comprimido y pegado a mi cuerpo,  siendo imposible que los pueda introducir en su boca, por lo que se dedica solo a lamerlos de forma lenta pero constante.

Desde la base de mi guevos, Jaime lame de abajo hacia arriba, una y otra vez,  suavemente y sin parar. En medio de esa marea que crece, detecto que el movimiento de su lengua es cada vez más largo.

Visto desde mi perspectiva, veo  su pelo, su nariz, su lengua, y en mi verga, un largo tubo inflamado que va desde el nacimiento de mis guevos hasta la punta de mi verga. Y por ahí trepa su lengua cada vez más cerca, hasta que llega a tocar el orificio de mi cabeza.

La excitación la ha hinchado como nunca la había visto. El prepucio ha desaparecido por completo. La cabeza luce descubierta, intensamente roja y brillante.  Como un animal palpita rítmicamente, dejando ver  bajo su  blanca piel, azules e inflamadas venas. Jaime ha olvidado ya su papel mentor y se ha dedicado a disfrutar su labor.

En pleno éxtasis, sus  labios se mojan con mi secreción, mueve sobre ellos mi balano de un lado a otro, hasta que, sin poderse contener abre su boca y lo introduce muy suavemente. Arqueo la espalda al sentir un espasmo recorriéndome. Ahora pierdo toda cordura, tomo su cabeza con fuerza y hago que mi verga se introduzca totalmente en su boca.

El está acostumbrado a aceptar la verga de nuestro Amo, que es aún más grande, así  que no tiene problema con la mía. Ni medio minuto tardo para empezar a sentir que mi cuerpo desaparece. La sensación de estar flotando se apodera de mí, me rebasa y cubre por completo el universo. Mi eyaculación es larga, no sé exactamente cuánto, pero sé que es la más larga de mi vida.

Aun después del último chorro. Mi cuerpo queda atrapado en el placer. El más mínimo movimiento de la boca de Jaime me regresa al nivel del placer eyaculatorio. El más leve roce de mi piel me hace gemir y saltar involuntariamente. Sabiamente Jaime toca con delicadeza mis piernas, mi  vientre y mis pezones provocándome intensos estremecimientos. Quedamos en silencio largo tiempo, duro tal vez cinco minutos para recuperar totalmente la cordura.

Luego lo tomo entre mis brazos y sin ninguna reticencia lo beso en la boca. Es el primer hombre que beso. Le doy un beso largo, intenso y apasionado, sintiendo el sabor de su boca y el de  mi propio semen.

Suavemente, él se desprende de mis brazos, en voz baja me dice que, por orden del Amo, debe colocarme nuevamente el aparato anti erecciones. Yo, acepto sin conflicto, entiendo que tengo una nueva vida con nuevas reglas, solo le pido que me permita asearme antes. Luego, coloca el artefacto en mi pene flácido, y al cerrarlo, le digo Gracias hermano abrazándolo fuerte. No es un halago automático ni por compromiso. En realidad me siento hermanado con él, y más allá de que me gusta su cuerpo, su cara y lo que acaba de hacerme sentir, en realidad lo siento mi hermano,  porque ambos somos sumisos y pertenecemos al mismo Dueño. (fin)

POR SUGERENCIAS RECIBIDAS,