El Otro Rostro de la Vida... Cap. 9º

Y cuando todo parecía marchar de lo mejor el pasado decide a volver… y no solo él han vuelto sino aquellas personas que complicaran más la relación entre Jahíro y Armando quienes se verán entre la espada y la pared, quines deberán elegir entre lo que sus corazones sienten y lo que es lo mejor...

De nueva cuenta ¡GRACIAS! a todos por leer mis relatos y por sus valiosos comentarios… Y bueno hoy no solo para agradecerles sino para dejarles s 9º… disfrútenlo las cosas comienza a ponerse mejor de aquí en adelante…

Saludos…

Lando S. M

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente…

Capítulo 9º

La sorpresa me dejó aturdido de un certero golpe.  Mi corazón se disparo a mil, intente dar unos cuantos pasos pero mis piernas no respondieron a seña alguna de mi cerebro.  Así que me quede ahí, como un imbécil, con la mirada desorbitada posaba sobre la figura de quien yacía sentado en el mullido sillón de la sala…

Sin esperar un instante mi visitante se levanto del asiento,  sin darme un minuto  para reaccionar, apuró sus pasos hasta que se arrojó a mí, con los brazos abiertos, estrechándome fuertemente contra su cuerpo.  A sus espaldas dejaba el rastro de un suave perfume que me hacía evocar aquel pasado que hace mucho había decidido olvidar.

-Me alegra volver a verte- me murmuró al oído, sutilmente, con la deliberada intención de que su calido aliento me estremeciera- No sabes cuanta falta me has hecho en este largo tiempo… No te imaginas cuanto te he extrañado… Jahiro.

Intente responder aquel abrazo pero no pude moverme un centímetro si quiera, mientras mamá arqueaba la cejas un tanto sorprendida, por mi poco sutil reacción.

Ante mi frío recibimiento, se apartó de mí para mirarme detalladamente. Y yo así lo hice también, pero a diferencia de la suya, mi mirada estaba cargada de algo que no podía explicar a cabalidad y por más que lo intente no pude hacerlo, como me hubiese gustado. Algo que ya no era como antes lo había sentido pero que aún ahí estaba presente…

Y después de un largo rato  al fin exclamé sin más:

-¡Daniel!... ¿tú?... ¿aquí?...- ante aquel joven que me miraba sumamente alegre con una altanera sonrisa en su agraciado rostro y un brillo especial en sus ojos felinos.

-Me da mucho gusto volver a verte, Jahíro, cuanto tiempo sin saber de ti.- dijo quitado de la pena, evadiendo mi pregunta y en un intento de que Maite no se percatara de mi brusca reacción, como él ya bien lo había hecho. Pero ya era demasiado tarde, mamá me mirada desconcertada mientras servia una taza de chocolate caliente fingiendo no haber oído absolutamente nada.

-El gusto es nuestro, Cariño. Quien lo diría, después de una larga estancia al fin estas de vuelta con nosotros; eso realmente me alegra, por Jahiro claro, eran tan buenos amigos- comentó mamá mientras le acercaba a Daniel la taza que acababa de servir, con una pulcra servilleta blanca, bajo el plato.-

-Gracias…- murmuró, dirigiéndome una mirada, tratando de sopesar cuanto duraría mí aplomo, que parecía que no lo iba a hacer por mucho tiempo.- A mi también me alegra volver a verlos… señora. En cuanto volvía a Villa Florencia lo primero que hice es venir, sólo que ya van dos ocasiones en la que he venido pero no he encontrado a nadie hasta llegue a pensar que ya no vivían, en la ciudad.

-Que va cariño yo de aquí ni muerta me muevo, lo que pasa es que desde hace algún tiempo estuve de viaje y bueno Jahíro al parecer ha aprovechado mi ausencia, para no estar en casa, ¿no es así, mi alma?...- inquirió mamá tratando de romper la tensión, del momento. Al ver su intento fallar se limitó a sentarse sobre el sillón a su espalda, sin despegar los labios.

No respondí y seguí con la mirada sobre Daniel, que parecía no inmutarse un ápice siquiera. Maite pasó por alto mi descortés actitud y sirvió dos tazas más de chocolate, que dejó sobre la mesa del centro.

-Nos puedes dejar solos, mamá-pedí a Maite, que sin más explicación se levanto de su asiento.

-¡Claro! Sé que tienen mucho de que platicar….- dijo sobriamente, tratando de alejar cuantos mal pensamientos acudían a su cabeza, de todo lo que podía pasar en cuanto ella se fuera- Daniel, en verdad fue un gusto volver a verte, me daría mucha alegría si un día de estos aceptas una invitación a comer, tu regreso amerita una pequeña celebración- ofreció Maite, por cortesía y es que algo le indico que no había sido buena idea.

-El gusto fue mío. Y cuando usted disponga señora, yo estaré puntual aquí.- dijo Daniel levantándose de su asiento de un salto y una radiante sonrisa que me traía tantos recuerdos se esbozo en su rostro.

-¡Esa es la actitud cariño!- celebró mamá-  En cuanto tenga un tiempo te lo haré saber.  ¿Estás de acuerdo?

-Esperaré con gusto  su invitación- confirmó Daniel, mirándome, tratando de percibir algún gesto, o lo que fuera que delatara lo que realmente estaba sintiendo, pero mi rostro era inexpresivo, vacío, sin ninguna emoción visible, o al menos físicamente no lo eran.

-Me retiro, Jahiro.- dijo mamá mientras se acercaba a mí. Se colocó a un lado mío, tomó mi mejilla y murmuró en voz baja- Hablen con calma… estoy arriba así que cualquier cosa que se les ofrezca no dudes en llamarme- dejando más que claro que sabía o al menos sospechaba que algo no andaba bien, como debía serlo.

-Gracias- dije sin más, con las ansias contenidas de que nos dejaran solos y es que había tanto por preguntar, tantas inquietudes, tantas cosas que aclarar que ya no podía esperar un minuto más.

Esperé a que Maite subiera las escaleras y cerrara la puerta de su habitación. Hasta que al fin lo hizo; suspiré largamente, tratando de que, en aquella, inhalada de aíre que entraba a mis pulmones, fuera incluida un poco de fuerza para armarme de valor.

Miré fijamente a Daniel, con todos aquellos sentimientos contenidos en mi interior. Era tal cual le recordaba, nada en él había cambiado. Nada era diferente, el tiempo parecía no haberle cobrado factura… aun de momento claro. Su esculpido cuerpo era tal cual, protuberante, lleno de duros y firmes músculos que oprimían la tela de su camisa sin recato; su piel morena seguí irradiando aquel brillo de cobre que le caracterizaba y que era tan atrayente en él; su cabello de caoba seguía igual de rebelde como desde hace años; y su rostro, continuaba  con aquella cautivadora belleza, refinada por sus felinos y cambiantes ojos de miel, que te cautivaban al instante con una sola mirada que te dirigiese.

El silencio era infernal, de muerte y para mi sorpresa fue roto por él.

-En verdad no te imaginas cuanta falta me has hecho en este año- murmuró sin despegar su mirada de la mía.

Esperé a que continuara pero no fue así calló, para que cada una de sus palabras hiciera efecto en mí ser, pero el tiro le salio por la culata, no me inmutaron para nada, todo lo contrario actuaron como estimulante para que dijera lo que tenía que decir.

-¿Cuándo volviste?- pregunte sin más, con descortesía, tratando de ser lo más brusco que se podía, quería que se diera cuenta de cuanto daño había hecho, de cuanto dolor había causado en antaño.

-Hace sólo tres días- respondió de inmediato.

Guarde silencio sin despegar la mirada de la suya. Y es que no entendía a que había vuelto y ni en que momento lo había hecho. Ya no lo necesitaba, como alguna vez pude haberlo llegado a necesitar, de eso estaba más que seguro.

-Intente buscarte, pero como ya escuchaste, no había tenido suerte, hoy también así llegue a creerlo, pero justo cuando estaba a punto de irme me percate de que tu mamá llegó; así que decidí esperarte, necesitaba verte….

-Me da gusto tu perseverancia, pero ya me tiene sin cuidado.- arremetí contra su falsas excusas.

-Debí suponerlo desde el principio… estás molesto, ¿no es así?...- inquirió mientras sonreía, como siempre lo hacía: altaneramente.

-¡No has cambiado Daniel!-  dije mientras ponía los ojos en blanco y veía que definitivamente  el tiempo no lo había cambiado en absolutamente nada.- Tu ego esta por las nubes.

Sonrío molesto por mi comentario, odiaba que reprimiera su egoísmo muy propio de él, pero no se inmuto más como deseba que lo hiciera, supo contenerse.

-¡Si! definitivamente estás molesto- confirmó con ironía para si mismo. Cruzando los brazos contra su pecho.

Su estúpida afirmación sin sentido me hizo salir de mis cabales y al fin, después de tanto contenerme estalle, con aquella furia contenida que hace mucho había reprimido y de la cual aún quedaban un poco de rastro, lo suficiente como para por lo menos desquitar una pequeña parte de aquello que algún día me hizo sentir.

-¡Y que esperabas Daniel!... Que estuviera feliz de la  vida por el sólo hecho de saber que has vuelto, de que estabas de regreso… ¡para nada! Te equivocas una vez más como siempre lo haces, ¡erraste!…

Yo a diferencia de ti por supuesto que si he cambiado, las cosas no son como algún día tu las dejaste… a mi el tiempo si me cambio, para bien o para mal eso ya no es de tu incumbencia…

-Necesitas escucharme, antes de cualquier sentencia de tu parte, dame una oportunidad, no te pido más.- suplicó, con una falsa tristeza que ambos sabíamos que no sentía, en lo más mínimo.

-Pides una oportunidad cuando fuiste tú el que huyó de lo que el destino le deparó, de lo que la vida le dio y aun así esperas que este contento por tu regreso y te brinde una oportunidad.

¡No!, definitivamente, no Daniel. Tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste, la tiraste a la basura, de la peor manera posible, sin la más mínima consideración.

Fue una vida de promesas, de sueños que me prometiste cumplir a como diera lugar y a la primera de los problemas me dejaste sin la más mínima compasión, sin la más mínima explicación. ¡Te fuiste sin decirme nada!, ¡sin palabra alguna! Cuando te busque, por que te necesitaba… ¡ya no estabas!

Trate de comunicarme contigo y lo único que me encontré fue con negativas, con absurdas excusas que ni la mitad de ellas tú te las creías.  ¡Y aún así pides una oportunidad!, eres más imbécil de lo que supuse si crees que puedo darte una oportunidad, o me subestimas en demasía si crees que puedes llegar a convencerme, como antes lo hacías.

-¡Escúchame!  Jahiro, para todo hay una explicación… y mi situación no es la excepción- me interrumpió pero de inmediato continué.

  • Y que explicación piensas darme, las misma que aquella vez. No va a funcionar, te lo digo desde un principio, no albergues ridículas ilusiones.

Cuando tus padres se percataron de que entre nosotros dos había algo más que una simple amistad de jóvenes ingenuos que aún  no saben, ni imaginan que es lo que quieren en la vida te ofrecía hablar con ellos y con Maite de igual manera, para aclarar las cosas, para arreglar y plantear esta situación de la mejor manera posible, y no lo quisiste así, y ni por que ya sabías que era imposible cambiar lo que eras, ni por que ya sabias que habías nacido así y que no iba poder humano que lo cambiara; tu absurdo orgullo sobrepaso ese amor que decías sentir por mí…

No hay excusa y ni la va haber, al menos no para ti que te quede claro.

Y por más que quieras hacerme creer que no las cosas no fueron como realmente son, pierdes tu tiempo, y te engañas a ti mismo de la peor manera.

-No puedes juzgarme así… ¡no tienes ningún derecho en hacerlo de esa manera!, no cuando no conoces a exactitud la situación, Jahiro- me dijo conteniendo una ira enorme que denotaba su rostro; y es que creía que de alguna manera que cuando él regresara todo iba a seguir igual a como lo dejo, que aquel Jahiro que hace mucho tiempo trato seguía tal cual como lo había conocido; lo que nunca llego a imaginar, ni siquiera en sueños es que las cosas habían cambiado, sin tomarle en la más mínima cuenta… que todo lo que un día abandono a la merced del tiempo que nunca perdona ya no era suyo… que mi corazón desde hace mucho tiempo le pertenecía a otra persona… inmensa y abismalmente diferente a él, a la que nunca cambiaria por nada del mundo y a la que ahora amaba por sobre todos y todas las cosas…

Indignado se acerco a mí, clavó su felina mirada sobre la mía, con fiereza, con el espíritu de su carácter en ella.

-Te juro por mi vida que te voy a demostrar que no fue mi culpa, que nada de lo que dices tiene fundamento y que el único culpable aquí es el maldito destino que nos hizo pasar una mala jugada en la que los dos perdimos demasiado.

Por un momento mi mirada flaqueo ante tal intensidad, pero como pude la sostuve y le mire mucho más desafiante que como él lo estaba haciendo.

-Y auque así llegara a ser, suponiendo que la razón estuviera de tu parte, imaginando que todo lo que me has dicho sea verdad… ya te lo dije: ya nada va a cambiar, ya no hay solución a lo que ya pasó. Soy diferente a aquel Jahiro que se enamoró perdidamente de ti, ya de él no queda nada, ni rastros de su existencia…

Hoy alguien, mucho mejor que tú ha llegado a ocupar tu lugar. Una persona mil veces diferente a ti.- dije con calma, mientras sentía su respiración contenida restregarse contra mi rostro que esta a unos cuantos centímetros del de él. La sorpresa le arrancó un gesto que no pudo disimular en lo más mínimo, su cara se encendió, como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento. Pero de alguna forma se contuvo como pudo y guardó la compostura.

Sin más sonrió altaneramente, tratando de disimular todo lo que sentía.

-Eso esta por verse Jahiro. ¡Dúdalo!, date esa oportunidad, concédete el beneficio de la duda  y veras que el que ha errado aquí eres tú y no yo- soltó con tono amenazador. Después se alejó con paso fuertes, hacía la salida.

Deje que se marchara pero antes de que saliera volví a hablar azuzado por todo aquello que viví a su lado, por qué algún día le quise inmensamente.

-Hace mucho te amé, como jamás hasta ese momento lo había hecho. Pero te fuiste sin dar una explicación, sin darme un motivo lógico por el que lo estabas haciendo. De la noche a la mañana desapareciste, saliste de mí vida, sin el menor consuelo de que algún día fueses a regresar. Ese dolor fue inmenso como no tienes idea, pero como pude lo combatí, salí a flote de eso y hoy estoy aquí.

Hay cosas que ni en tiempo perdona, y ésta es una de ella. Ya no está en mis manos esta situación Daniel- dije mientras se detenía a la mitad de la sala de estar bajo el marco de la puerta. Se detuvo sin darme la cara, escuchando lo que tenía que decirle- Y aunque todo fuera verdad y que tú no tuvieras culpa en esto que pasó, ya no ha y vuelta de hoja, el pasado es eso pasado, aunque duela hasta el alma. Aunque quiera ya no puedo, ni debo hacerlo…

Sin más que decir salio de la casa, jurando por su vida que las cosas iban a cambiar a cualquier precio que fuera…

Cerró la puerta, de un portazo, que hizo vibrar los cristales de la ventanas, oí como las llantas de aquel automóvil descapotable que estaba estacionado en la  acera de en frente, rechinaban siniestramente hasta que aquel ensordecedor sonido se perdió en la lejanías.

Después me derrumbé sobre el sillón, mis piernas ya no pudieron sostener mi cuerpo y caí rendido, como si una tonelada de plomo me hubiese caído encima y ya no pudiese maniobrar libremente. Me recargue sobre el respaldo, cerré los ojos y mis mano masajearon mis sienes, con fuerza.

¡Hoy! Después de tanto tiempo, Daniel, volvía. Pensé.

En verdad no podía creer el grado de mala suerte que podía llegar a tener, en verdad que no podía creerlo y de ninguna manera no lo iba hacer así; pero después  de mucho al fin me resigne, como siempre lo venía haciendo, en todo cuanto  me tenía reservado la vida.

Lo peor de todo no fue su regreso, no fue su llegada de nueva cuenta a mí vida, nada de ello importaba, lo que realmente me preocupaba era que iba a hacer de ahora en adelante, que tenía que hacer;  ya no estaba sólo Cathy de por medio, sino también Daniel, y aunque yo ya no sintiese nada por él, de alguna manera tenía que hacérselo hacer y notar, de una forma u otra tenía que darse cuenta que ya no lo amaba, que ahora era Armando quien era el dueño de mí corazón y no él; y era ahí donde el problema surgía ¿de qué manera hacerlo?...

Cerré los ojos  y tiré de mis cabellos deseoso de que mi cabeza reaccionaba, pero a tiempo me di cuenta de que esa no era la forma indicada de hacerlo. Así que disminuí la presión que ejercía sobre ellos, esperando que ahora sí las ideas fluyeran sin obstrucción alguna. Pero nada llegaba, nada pasaba. Iba a intentar de nueva cuenta si la fuerza bien empleada daba resultado pero  antes de llevar a cabo mis métodos coactivos, escuche como de las escaleras descendía mamá.

Esperé un largo tiempo hasta que por fin habló:

-¿Ya se fue Daniel? Cariño- preguntó.

Suspire profundamente y me levante para responderle.

-Si, ya tiene un rato mamá.- dije abriendo los ojos para verle mejor. Estaba recargada contra la pared de la sala mirándome tiernamente, fingiendo que nada de lo que había dicho aquella noche, lo había escuchado, lo que de alguna manera era imposible, pero siempre tan condescendiente que me hizo quererla mucho más de lo que ya no hacía.

-Por un momento creí que se quedaría merendar- dijo Maite.

-Yo de igual manera, pero tenía compromisos que atender, gente a quién visitar, así que no pudo, ya será para otra ocasión Maite- mentí descaradamente, a sabiendas de que ambos sabíamos lo que realmente había pasado, pero por temor a hablar ocultábamos la verdad.

-Así parece Cariño, ya será para la otra- confirmó encogiendo los hombros, mientras sonreía tratando de despejar el amargo momento que acababa de pasar. Me contagió su alegría al instante que me hizo levantar de un salto de mi asiento para dirigirme a ella y besarle en la frente.

-Te extrañe tanto, mamá- murmure quedamente, descubriendo que sus ausencias prolongadas me afectaban más de lo que realmente creía.

-Y yo a ti mi amor- respondió, alegre de estar de vuelta.- Pero ya estoy aquí de nuevo, así que aprovéchame que me voy…- dijo con aquella picara alegría que tanto le envidiaba mientras le ponía los ojos en blanco.

¿Tienes hambre cariño?- preguntó como si nada hubiese pasado aquella noche, como si nadie hubiese regresado del pasado.

-No, definitivamente no- respondí- pero si gustas te puedo acompañar.- le ofrecí.

-No, no, no. Ningún pero que valga, hoy cenaras conmigo, hace mucho que no lo hacemos. Y hoy que podemos, no aceptare un no por respuesta así que vamos que mi estomago clama un poco de comida- dijo si más,  tomándome y guiándome a la cocina.

Tardamos una medía hora en preparar algo decente para cenar, y es que por las noches yo era quien se encargaba de tal situación pero el día de hoy no tenía contemplado cenar en casa así que en la cocina no había absolutamente nada. Preparamos una comida sencilla: un par de sincronizadas y jugo de naranja. Listos nos dirigimos al comedor, Maite con un plato repleto de comida y yo con una jarra de cristal y un par de vasos, cubiertos y platos en las manos. Me demoré unos instantes en la cocina buscando quien sabe que diablos. Cuando volví mamá ya estaba sentada a la espera de que la hiciera compañía. Me senté a su lado derecho, colocó un plato y un par de  cubiertos al instante; mientras repartía unas cuantas piezas de comida, recorrí el comedor lentamente.

“Hace mucho que no como en casa” Pensé para mis adentros mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en mi rostro, que de inmediato trate de disimular, por temor a que Maite se percatara.

En mi recorrido mi vista cayó sobre un montón de periódicos que estaban al otro lado de la mesa. Me levante de la silla y me dirigí a él. De igual manera hace mucho que no me tomaba la molestia en leer un poco de información, pudo haber pasado de todo y yo sin darme siquiera cuenta. Así que tomé el primer ejemplar, el del día de hoy y lo lleve hasta mi lugar para hojearlo detenidamente, mire sin darle mucha importancia a las principales noticias que acaparaban los titulares.

Hasta que por fin una capto mi atención, en lo alto un enorme titular llenaba la página, y bajo este una foto enorme de alguien a quien conocía de sobra.

En la nota rezaba lo siguiente:

Literatura Contemporánea

Catherine Madrigal, la nueva revelación de la literatura juvenil.

La noche pasada, Catherine Madrigal, la nueva joven que enarbola el estandarte de la inspiración, logró sobresalir en la penúltima etapa del concurso de literatura juvenil, que se está llevando acabo en la maravillosa ciudad de Montreal, Canadá; tras una ardua competencia donde se disputa algo más que un título y la publicación especial de una novela de su autoría.

Ésta nueva revelación ha causado sensación y furor, en los círculos de la nueva literatura  moderna que, hoy día, está en manos de nuestro jóvenes. Su trabajo ha destacado por el de sobre todos aquellos concursantes que la han acompañado en esta competencia y es que su frescura y sencillez con la que plasma cada párrafo  de sus historias es sensacional, sumamente cautivador que atrae y te embauca al momento y te transporta a mágicos mundos de donde pocas veces puedes escapar…

Y hoy a quien le deseamos el mayor de los éxitos, que sin lugar a dudas pronto obtendrá.

J.G

Cerré de golpe el periódico y lo arroje contra la mesa. Maite se percato de inmediato de mi reacción y buscó el por qué de ella. Tomó el periódico entre sus manos pasó rápidamente, las hojas hasta que encontró aquella que había leído hace solo unos instantes. Leyó rápidamente la nota. Conforme sus ojos se deslizaban por las líneas del texto, en su rostro se dibujaba una alegría que en la mía no aparecía ni un asomo siquiera. Hasta que por fin terminó, sin más salto de su asiento alegremente, bailoteando como nunca. La alegría que ella sentía no era para menos, si en mí hubiese aparecido hubiese sido mucho más inmensa, pero no era el caso.

-¿Cariño sabes lo que eso significa?- preguntó mientras se acercaba a mi y se colocaba a mi lado. Me límite a sonreír, fingiendo algo que no sentía en lo más mínimo.

-Pronto, mi vida, muy pronto Cathy estará con nosotros, ¿no te alegra eso?- dijo sin más, tomando mí cabeza para acercarla a su cuerpo, mientras yo dirigía la vista a la ventana donde se perdió, por largo rato.

“Pronto estará con nosotros… con nosotros…” repetí sin sentido, a sabiendas que su regreso era ya algo que de lo que no podía huir, algo que sabía que pronto pasaría pero que había preferido ignorar, algo total y rotundamente inevitable…


Aquella tarde Maite se preparaba para salir de viaje de trabajo, su estancia esta vez seria de dos días o tres a los mucho, aun poblado que estaba a una cuantas horas de Villa Florencia,  así que había decidido aprovecharlos a lo máximo, en compañía de mi más adorado sueño.

De momento Armando no estaba al corriente del regreso del Daniel, era algo que me lo había reservado para una ocasión  como ésta, y es que necesitaríamos un largo tiempo para aclarar unos cuantos puntos que me gustarían que quedaran en claro, tiempo que no gozábamos mientras Maite estuviera en Villa Florencia.

Así que por esta ocasión no dormiría dos noches en casa, por lo cual mi maleta con mis cambios de ropa necesarios ya se encontraba preparada bajo la cama, a la espera de que partiéramos en cualquier momento. El lugar aun no lo sabía pero daba lo mismo a donde fuéramos, hay ocasiones que detalles como ellos salen sobrando en demasía y que se vuelven trivialidades, minimiedades…

Mamá se despidió pasadas las ocho de a noche. Dejándome las ya conocidas indicaciones. Ya previamente había hablado con Margarita, para que hacer de su conocimiento que no estaría en casa, por dos días, mintiéndole que mamá sabia de tal situación, esperando y otra vez confiando en que la suerte  estuviera de mi lado y las cosas no se me salieran de las manos.

Un cuarto de hora después de que mamá salio de casa, tocaron al timbre. Rápidamente abrí para no hacer esperar a Armando. Cuando abrí la puerta ahí estaba, mi más deseado sueño de otoño, tal y como lo recordaba, llevábamos unas cuantas horas sin vernos, pero para mi había sido una eternidad. Sin esperar más me arroje a sus brazos y le bese como pocas veces lo había hecho.

-¡Woooo!, vaya recibimiento tan efusivo- dijo sorprendido, mientras cerraba la puerta a sus espaldas.- Pocos de estos, había recibido…- continuó dibujando una sonrisa. Por mi parte me limite a seguir con mi trabajo, pero de inmediato me detuve. No había tiempo que perder…

-Mejor nos vamos, ¿no te parece bien?- inquirí, separándome unos centímetros de él.

-¡Me parece perfecto!- respondió efusivamente.- Hay tanto que hacer…- murmuró por lo bajo, maliciosamente…

Sonreía ante sus ocurrencias

-Y de que hablar…- complete, mientras en su rostro se dibujaba un gesto de no saber de que hablaba, en lo absoluto. Sin darle tiempo de más, le empuje a la salida, abrí la puerta, y sin esperar un minuto más salimos a disfrutar un día de la compañía tanto del uno como del otro, por que ninguno de los dos sabíamos cuando esto iba a acabar…

Nuestro destino final fue un parque, que se hallaba en una reserva ecológica, una extraordinaria combinación de deportes extremos y un paisaje de ensueño, anclado en la hendidura de tres grandes empinadas laderas que terminaban en un terreno boscoso, repleto de enormes árboles, lugar localizado en el poblado de Landa verde. Rentamos una pequeña cabaña para dos personas, en lo más profundo de aquel lugar, con la deliberada intención de que nadie nos molestara de momento.

La noche previa a nuestra partida de aquel lugar, al fin decidí hablar con él y que pasara lo que tuviera que pasar y que fuera lo que la vida quisiera…

Armando acababa de salir de bañarse cuando comencé el ataque. Cubría su cuerpo de tentación con nada más que una toalla blanca que traía amarrada a la cintura, dejando al descubierto su pecho de piedra y su marcado abdomen, todo un espectáculo que pese a conocerlo a profundidad aun me perturbaba en demasía.

-Armando…. Necesitamos hablar, es importante- murmure sin darle más vueltas al asunto.

-Adelante te escucho- dijo recargándose sobre un tocador que estaba en la habitación de la cabaña.

Pasé saliva con dificultad, suspire largamente y al fin dije lo que tenía que decir….

Lo que creí que podía empezar y terminar mal, se volvió una amena platica. Armando reacciono de la mejor manera, algo que no me lo podía creer, y es que francamente esperaba otro tipo de reacción y no la mostrada por él, en aquel momento.

Le conté todos y cada uno de los detalles de toda la historia vivida al lado de Daniel, algo que jamás se lo había contado, o al menos no como así, como realmente habían pasado las cosas, ni la forma en las que estas se habían dado. Escuchó atento todo lo que tenía que decir y cada una de las cosas que de mi boca salían. Hasta que por fin termine.

El silencio se asentó sobre la habitación como un incierto presagio de lo que pronto venia. Le mire fijamente, esperando su reacción o lo que fuera ya no importaba qué…

Se acercó a mí lentamente, casi contado cada uno de uno de los pasos que sus firme piernas articulaban, hasta que se colocó frente a mí. Tomó mi barbilla y levanto mi rostro para poder mirarme y al fin habló:

-Y a ti, ¿aun te importa, Daniel?...- preguntó, frunciendo el entrecejo, con el miedo de la respuesta grabado en su rostro- ¿Existe aún un sentimiento, que pueda separarte de mí?, ¿algún motivo que pueda alejarte de mi lado?, ¿alguna  duda que te haga ir junto a él?

Le mire con detalle, lo que respondiera cambiaría de alguna forma toda situación planteada así que debía sopesar mi respuesta, de la mejor manera posible. Miré las perspectivas planteadas, hasta que por fin opté por la mejor, o la que yo creí que era la mejor, lo demás no importaba.

-Nada de lo que un día llegue a sentir por él, está ya en mi corazón, ni dudas, ni motivos, ni sentimientos…- respondí tratando de que mi mirada expresara lo que sentía, lo que realmente mi corazón me dictaba y no esos falso miedos que aun estaba ahí, presentes haciendo mella cada que tenían la oportunidad para así hacerlo.- Ahora eres tú, a quien yo amo, a quien yo quiero y por quien daría todo cuanto tengo… ahora y hasta que el destino diga mi vida eres tú…

-¿Nada?- inquirió nuevamente, tratando de reafirmar lo expresado.

-En lo absoluto: nada- respondí.

-Perfecto…- murmuró triunfante y sin más palabras se puso en cuclillas, para poder rozar mis labios, con los suyos que ya ansiosos lo esperaban. Después de una ardua batalla me inclinó sobre la cama para comenzar su más certero ataque que me tenía reservado para aquel día y, mientras la toalla que cubría su cuerpo caía al piso, para también así, de una vez por todas confirmar  cada una mis palabras que aquella noche había dicho…

El regreso a casa no fue la mejor parte de aquel viaje, pero al final de cuentas termine por aceptar que así debía ser y es que no había otra opción posible a mi alcance, al menos no una coherente como debía serlo.

Maite no se percato en lo más mínimo de mi ausencia aquellos días, o al menos así lo creí de momento y bueno  es que eso era lo que mejor que convenía.


El regreso de Maite y el de Daniel habían venido a complicar un tanto las cosas, en todo lo referente a mi vida clandestina que llevaba al lado de Armando, pero como mejor pude les hice frente, de la mejor manera que encontré a mi alcance.

Las salidas en compañía  de Armando ahora tenían que ser más disimuladas, tenía que cuidar de que Maite no se percatara de mis constantes y silenciosas huidas, así que ahora todo era con mayor precaución, me recogía a unas cuantas de mi casa, las horas de visita, se habían reducido a poco menos de la mitad y la hora de regreso de igual manera.

Hubo algunas ocasiones que me veía en situaciones complicadas, cuando Maite estuvo  apunto de caerme en mis constantes mentiras, pero por una u otra cosa lograba salir airoso de la situación, pero no sin antes hacer conciencia que no siempre la suerte estaría de mi lado y que, confiar en ella como ya lo venía haciendo últimamente pese a sus constates golpes bajos que me había acertado, era jugar con fuego, del cual sino me cuidada podía quemarme.

A Daniel, lo había visto unas cuantas ocasiones, situación que ya se iba a volver cotidiana, lo sabía, pero siempre trataba de evadirlo de la mejor manera posible; pese a todo no quería herirlo de ninguna manera, algo que había decidido después de pensar con la cabeza fría como  bien lo había hecho. Nos habíamos visto dos o tres ocasiones sino mal recuerdo, una en el centro comercial de San Marcos y una más en el un pequeño parque a unas cuantas cuadras de mi casa, en ambas nuestras miradas se cruzaron, sin más hasta que nos alejábamos el uno del otro. Afortunadamente en ninguna me había visto en compañía de Armando, situación que agradecí de sobremanera y es que el sólo hecho de que así fuera era que el supusiera y no erróneamente que algún vínculo me unía con mi fiel acompañante, algo que indudablemente no me convenía que supiera de ninguna manera, al menos no de momento  ya que la situación entre nosotros dos aún se encontraba en un limbo, del cual pronto saldría, si ello era para bien o para mal, aún no lo sabía a precisión…

Pero pese a todo la situación aun no se había complicado como yo lo venía  esperado, pero llegue a un punto donde me di cuenta que no toda la vida iba a ser de esa manera, así que me lo metí en la cabeza, para poner definitivamente los pies sobre la tierra y así evitar el duro golpe de la caída…

Todo siguió en calma hasta que por fin las nuevas noticias trajeron la desgracia que pronto azotaría mi vida de la peor manera: Cathy, había salido victoriosa de aquel tan mencionado concurso, lo que fue titulares de los periódicos por días enteros. Su historia había cautivado a miles de personas y como tal merecía el premio ofrecido. La noticia se regó como pólvora, y corrió por doquier. Y de la misma manera que los preparativos de su partida no se hicieron esperar, lo mismo ocurrió con los de regreso. Pero esta vez a diferencia de la pasada, mi renuencia en participar fue inamovible. No me sentí bien haciéndolo, así que evite todo malestar antes de que las cosas realmente se pusieran peor a como me lo podía imaginar….

Su regreso, estaba programado para una semana después del final de su concurso, así que lleve la cuenta exacta desde aquel día, hasta que por fin el día que menos deseaba que llegara al fin arribo a mí vida…

Maite ya se encontraba arregla, lista para hacer acto de presencia en la casa de los Madrigal, donde se llevaría a cabo un pequeña celebración en honor de mi mejor amiga, así que aquella mañana insistía en que no podía faltar.

-Es mi última palabra, mamá, no pienso ir así que por lo que más quieras, no insistas- dije por enésima vez aquel día, harto ya de esa situación.

-No entiendo, tú actitud Jahiro, realmente me desconcierta y eso me preocupa- dijo mirándome a los ojos e inmediatamente que su mirada se posó en la mía que la desvíe a un punto muerto.

-A mi no y es por ello que te pido que no insistas, por favor, mamá…- murmuré.

-¿Es tu última palabra?- inquirió, rendida a sabiendas de que no me haría cambiar de opinión.

-La última Maite, no hay más- derrota  ante mi respuesta salió de mi habitación, sopesando las cosas y terminando de embonar las piezas de aquel rompecabezas. Lo que más temía en la vida había sucedido.

Después de unos minutos, a lo lejos oí como su automóvil arrancaba hasta que por fin se perdió en las lejanías…

Me acerque a la ventana y mire la solitaria calle, mientras sopesaba cuan oportuno era  mi ausencia en aquella fiesta. Resignado termine por aceptar que por ésta vez no había escogido la mejor opción…


Todas aquellas personas que estimaban y querían a Cathy se hallaban congregadas en el pequeño jardín de su casa: papás, maestros, amigos, compañeros, vecinos y por supuesto Armando, su adorado novio, estaba ahí haciendo acto de presencia. Todos esperaban su llegaba que estaba programaba para  pasado el medio día.

Eran doce y cuarto, cuando mamá arribo a aquel lugar, muerta de la pena, sin siquiera saber que decir o que inventar cuando todo mundo le preguntaba por mí.

Frida y Rodolfo se acercaron a Maite y le ofrecieron  amablemente una copa. Mamá acepto, esperando que no preguntaran por mí, pero tarde se dio cuenta que mi ausencia no iba a pasar tan desapercibida, como ingenuamente llego a creerlo. Después de evadir a los papás de Cathy se alejó del gentío y fue a recargarse al poste de uno de los toldos que estaban plantados en el jardín a la espera de lo que lo inevitable llegara…

Era la media cuando todos estallaron en sonoros aplausos que inundaron el lugar mágicamente, mamá se enderezo para mirar más detalladamente lo que sucedía en aquel momento. Cathy entraba triunfante por la puerta principal, con aquella radiante sonrisa que le caracterizaba. El tenue sol de aquel día hacía destellar su cabello color miel y sus ojos claros. Sin darle tiempo de más todos se abalanzaron contra ellas, para estrecharla entre sus brazos y felicitarla por su gran triunfo que indudablemente se merecía, a su alrededor formaron un coro a la espera de su turno. Sus papás, así como Armando y Maite, esperaron tranquilamente  hasta el final.

Cuando todos habían ya expresado su enorme afecto Frida la tomó entre sus brazos y la estrecho fuertemente, con el llanto contenido, su padre Rodolfo, tomó sus rostro y le beso en la frente, mirándola con orgullo, mientras su ancha mano se deslizaba por su liso cabello que había crecido unos cuantos centímetros. Armando siguió en aquella larga fila que a cada minuto que pasaba se acercaba más y más a Maite, que esperaba inquieta a que su ingenio fuese puesto a prueba, en cualquier momento. Cuando al fin llego su turno Cathy prorrumpió sonoramente:

-¡Maite!, me da tanto gusto volver a verte-

-Cariño, a mi también, no tienes idea de cuanto- murmuro mamá sin decir más y la llevo entre sus brazos. Cathy la abrazo fuertemente como si fuera su segunda madre; hasta que por fin lo inevitable llegó.

-¿Y Jahiro, Maite? - preguntó mi mejor amiga separándose de mamá a la espera de respuesta.- ¿Dónde está?, no lo veo por ningún lado...

Mamá  guardo silencio, mientras todo mundo le miraba a la espera de aquella respuesta que había evadido magistralmente en  toda la recepción. Pasó saliva con dificultad, sólo esperaba que Cathy creyera todas y cada una de sus palabras que había pensado hace sólo unos instantes. Y justo cuando se había armado de valor y había decidido hablar  ha de decir algo, interrumpí.

-Aquí estoy Cathy- dije con tono elevado, para que mi voz se sobrepusiera al bullicioso sonido que clamaba en el jardín, al instante todos se volvieron a verme.

-¡Jahiro!...- grito mi mejor amiga, dándole la espalda a Maite, que me miraba desconcertada, con mirada amenazante que exigía una explicación.

Y sin más  Cathy corrió hacia mí, al  estar a unos cuantos centímetros extendió los brazos y me abrazo fuertemente, fiel muestra de que me había extrañado como nunca en la vida. Con una enorme culpa que a duras penas podía soportar, le abrace, sintiendo como mis brazos temblaban. Después alce la vista para posarla sobre Armando que me miraba desconcertado por mi repentina aparición, su mirada era un interrogante pero después comprendió mis motivos y sin más se volvió un recordatorio, que me decía hasta el cansancio que no olvidara por nada del mundo mi fiel promesa de que guardaría, hasta que llegara el momento indicado, nuestro pequeño secreto…

Continuara…