El Otro Rostro de la Vida... Cap. 8º

Y justo cuando todo parecía irse a la borda las cosas sin más cambiaron radicalmente, el tiempo había decidido algo que Jahíro no había podido ni había querido hacer y cuando todo parecer marchar mejor que nunca el pasado vuelve en… El Otro Rostro de la Vida... Una existencia desde una perspectiva

Bueno aquí les traigo el capítulo número 8 ocho disfrutenlo...

Lando S. M

Saludos...

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...

Capítulo 8º

El frío aire de aquella noche golpeo mi rostro con fuerza, mientras yacía, recargado sobre el viejo barandal de aquel inutilizado puente peatonal; miraba sin realmente ver cómo, bajo mis pies, pasaban corriendo un par carros que después se perdían a unas cuantas curvas que conformaban aquel desierto tramo de la carretera. Desde hace mucho tiempo, cuando mi corazón se sentía abrumado, como ahora estaba, disfrutaba mirar desde lo alto como corrían los automóviles sobre el asfalto que no era más que una pequeña parte de aquel manto oscuro que cubría por doquier, así como del aire golpear mi rostro y mi cuerpo…

Llevaba poco más de un cuarto de hora ahí plantado, sin siquiera moverme un centímetro siquiera, esperando algo y alguien que deseaba que no llegara, nunca en la vida, pero de una manera totalmente inconciente sabía que mí suerte no era tan buena y favorable cómo yo lo deseaba, así que ya estaba listo para esperar lo peor…

Sólo tuvieron que transcurrir unos cuantos minutos más, cuando de pronto oí como unos pasos se acercaban lentamente a mis espaldas. Intente controlarme, pero mi corazón se disparó a mil, sin el menor aviso, haciendo correr sangre por mis venas sin orden, ni concierto. Cómo pude guarde el aplomo y no me moví un ápice siquiera… deje que se acercara, que hablara, que dijera lo que tenía que decir y que se marchara… que no hiciera más grande esta situación que se había salido de nuestras manos.  Y no me diera motivos para sentirme más culpable.

Pero las cosas no iban a ser tan sencillas como pude haberlo creído; por el rabillo de mi ojo, me percate de cómo Armando, se acercaba, cabizbajo, confundido, hasta que se coloco a unos cuantos centímetros de donde me encontraba, recargando su cuerpo sobre el barandal, mirándome con duda, con temor y un sin fin de sentimientos que ya no sabía que eran pero que estaban ahí y que no podía pasar por alto… Quería volverme hacia él y hablarle, confesarle lo que sentía, que lo amaba como jamás en la vida había amado a alguien, pero no pude, el miedo, la culpa y demás gobernaron mi cuerpo, me mantuvieron ahí adherido al frío barandal.

Tuvieron que transcurrir otra tanda de minutos para que al fin hablara. Y antes de que lo hiciera, suspiro profundamente, necesitaba armarse de valor, lo sabía, lo veía…

-Se que mi llamada te desconcertó de sobremanera…- Inició, clavando su mirada a lo lejos, en la curva donde se perdía la carretera, a bajo un automóvil paso zumbando, después se perdió en las penumbras de la noche.- Pero realmente necesitaba saber que estas bien… que nada de lo que paso la otra noche pudo afectarte, necesitaba saber algo de  ti, lo que fuera… La duda me estaba matando y no tienes idea de cuanto…

¡Cómo podía decir eso!, ¡cómo podía creer que a mí el dolor no lo estaba haciendo!… Pensé muy en el fondo sin siquiera inmutarme, sin mostrar seña alguna de que me molestaban sus palabras…

-Puedo imaginar, como te sientes, cuan grande es la culpa que ahora cargas… Cathy es tu mejor amiga, lo he visto y ahora todo ha cambiado… No te imaginas cuanto me duele esta situación, no te imaginas cuanto siento que esto haya pasado, de haberlo  permitido… estaba en mis manos detenerlo a tiempo… ¡pero no lo hice! Soy un imbécil el mayor de todos- casi gritó con una enorme frustración, con coraje, con un rabia que jamás en la vida había visto en una persona- En verdad lo siento tanto… me duele en el fondo del alma que esta situación este como está ahora… Soy el culpable, lo reconozco y por lo tanto te pido perdón- imploró, tranquilamente, pero con una tranquilidad simulada, falsa, que tanto el como yo sabíamos que no sentía para nada…

Intente hablar consolarle, pero no pude, sinceramente no quise hacerlo, no debía, cualquier movimiento mal ejecutado traería mucho más malas consecuencia así que no debía hablar y permanecí así, quieto, sin amago alguno de hablar de excusarme, de librarlo de la culpa de la que ambos éramos coparticipes y no solamente él…

Guardó silencio, toda una eternidad, mientras el aire continuaba soplando quedamente, adulando nuestros rostros, por algunos momentos dude en seguir en aquella postura pero para mi sorpresa lo hice, sorprendentemente bien.

-Realmente no lo sé, no sé que paso, no sé lo que quiero y deseo, no sé nada y eso si es sumamente frustrante…- Continuo ante mi renuencia en hablar… y es que intentaba creer en  cada una de sus palabras pero no podía, mejor dicho no debía hacerlo…- Sé que te arrepientes, de eso no hay duda. Sé que lo que paso no fue cualquier cosa. ¡Tú y yo!… jamás debió pasar; y lo comprendo si nunca más me deseas volver a verme, no protestare una palabra siquiera, si me pides que me marche y  que nunca más me vuelva a atravesar en tu camino, si me pides que deje a Cathy y me marche para nunca volver, así lo haré, no protestaré, no pediré una explicación, ni muchos menos…

Mire por el rabillo del ojo cómo la ira y la frustración se reflejaban en cada uno de sus gestos, en cada una de sus facciones, cómo invadían su sangre que ya comenzaba a golpear frenéticamente en sus venas; pero aun así guarde silencio, no hable, no dije nada, era una fría estatua, era un ser inanimado de piedra, plantado ahí a una considerable altura del piso… Los minutos eran una eternidad ahí arriba… parecían no pasar, los segundos se hicieron interminables horas…

Y sin esperar más encamino sus pasos lejos de donde me encontraba…mi absurda e infantil actitud no le eran de gran ayuda…

Observe detalladamente como emprendía su andar con las manos en las bolsas de sus pantalones, y la cabeza gacha, con la culpa y el remordimiento haciendo mella como lo estaban haciendo conmigo… Camino si ya importarle nada y sin saber siquiera a donde dirigirse…

Y antes de que se perdiera en la oscuridad  mis labios se despegaron y al fin pronunciaron palabra… Algo, miedo tal vez, me hizo reaccionar…

-Y tú, ¿te arrepientes?...- murmure sin animo alguno deseoso que no me escuchara, que no me oyera y siguiera con su camino antes de que las cosas se me salieran de mi control, mucho peor aun de cómo estaban ahora…

Se detuvo  al instante que mi voz fluyo por mis labios, sin darme la cara, suspiro largamente y llevo sus manos a su cabeza que al instante tiraron de su cabello… Lentamente giró sobre sus talones, y mostró su rostro, un rostro que ha vivido un calvario en carne propia, no podía describirlo, no podía decir que sentimiento era el que más destacaba por que ahí estaban todos presentes, latentes, ninguno pasaba por alto, ninguno era más, ninguno era menos…  Cada surco, cada arruga eran vivo signo de su dolor, de su sufrimiento…

Y yo que, ingenuamente, alguna vez llegue a creer que nada se comparaba con el mío…

-¡No!, ¡no me arrepiento!- grito  sin más, deseoso de librarse de cada uno de los sentimientos que le atormentaban, de todo aquello que sentía y que no podía explicar y que amenazaban con hacer estallar su corazón…-Eso, eso es realmente  lo peor de todo, que no me arrepiento… Sí, sufro por ello y por  que posiblemente jamás lo llegue haber… y por que deseó, anhelo como no tienes la más remota idea que se repita una, otra y otra vez, y no cualquier persona, sino contigo y nadie más…

No se que paso esa noche, no se que fue lo falló o lo que cambió, lo ignoró completamente, de eso no cabe la menor duda. Pero las cosas ya están hechas y no hay vuelta atrás…

Y ahí me quede congelado, sorprendido, realmente aturdido, mirándole a los ojos, tratando de descubrir una mentira, una duda pero no hubo nada, ¡nada! ¡Nada!… solamente una verdad para confirmar… y nada más.

Titubeé unos segundos, ahora si quería hablar, preguntar un sin fin de dudas e inquietudes, pero mucho antes de poder hacerlo, comprendí un sin fin de cosas que jamás creería sino lo hubiese escuchado de sus labios. No había arrepentimiento, ni nada que le pareciere… había una remota posibilidad que hace mucho creí imposible… una posibilidad que sin duda alguna todo cambiaría… Levante la vista y la pose sobre sus ojos verdes… y ahí estaba todo, la duda no tenía lugar: me amaba, como yo a él.

Armando sonrío sin más, gustoso al fin de que llegase comprender lo que su corazón sentía y al instante sin esperar un segundo más levanto su mano… le mire por unos instantes aun dudoso… Y, después, sin pensarlo un segundo más, hice lo mismo que él, y tomó entre sus dedos mi mano para guiarme en su camino, aun lugar del que por ahora ya no me arrepentiría, a un lugar que ambos deseábamos, inevitablemente hacia el fin del mundo…


Por más que deseé recordarlo, no pude precisar de qué manera fue en la que llegue a la casa de Armando  aquel día… Únicamente puedo recodar que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba ahí, a la mitad de vestíbulo, sin nadie más que nosotros en aquella inmensa casa. No había nadie, ni alma en pena que vagara por ahí, solamente estábamos nosotros dos… nos hallábamos a oscuras, escasamente iluminados con la tenue luz que alcanzaba a entrar de las farolas de la acera. Nadie hablaba, nadie decía nada. Se colocó frente a mí y pese a la oscuridad pude verle con claridad, con suma nitidez como si las penumbras no existieran, sus ojos verdes centelleaban como dos esmeraldas… Mi corazón latía febrilmente, con prisa, parecía latir al redoble de los tambores. Tomó mi barbilla con su dedo índice y alzó mi rostro para poder verme… su mirada profunda y enigmática se clavo en la mía y sin esperar más me beso intensamente, como jamás en la vida alguien lo había hecho y al instante pude recordar aquel sueño que hace mucho me había perturbado enormemente. En respuesta, le seguí en aquel juego que tanto adoraba, mis manos rodearon si cuello, mientras mi pierna rozaba sutilmente su acogedor bulto que ya mostraba débiles señas de vida… Continuamos con aquel juego quien sabe cuanto tiempo hasta que nuestros pulmones imploraron un poco de aire, me aleje de sin soltar su mano. Recargue mi cabeza sobre su pecho y el llevo su mano sobre mi cabello con el cual tanto le gustaba jugar... Escuche por mucho tiempo el latir de su corazón que  a diferencia del mío latía más pausada y lentamente, sin nada que le preocupara como a mí…

Sin decir palabra alguna deshizo el abrazo y me dirigió rumbo a su alcoba, subimos los peldaños de las escales con sumo cuidado, sin soltarnos un instante siquiera, así hasta que llegamos a su habitación. Nos adentramos en aquel lugar sin más. Mientras el cerraba la puerta a mis espaldas, me coloque a la mitad del  cuarto y miré a detalle cada rincón de aquel lugar, con la única finalidad de guardármelos en lo más profundo de mi corazón… Y de pronto recordé lo último que había sucedido en esta habitación… el recuerdo me robo una sonrisa que se escapo débilmente, sin que él se diera cuenta.

Sin previo aviso de algún lugar comenzó a reproducirse una bella melodía que me estremeció hasta los huesos: All I Need de Within Tempation.

De pronto sentí como Armando se acercaba a mí, hasta que por fin sentí su cuerpo incandescente a mis espaldas, su rostro se amoldo a la perfección sobre mi hombro a un costado de mi oreja, su boca busca la calidez de mí cuello hasta que la encontró. Eché la cabeza hacia a tras para darle mayor campo de acción y así lo hizo, mientras tomaba mis manos entre las suyas y le dedicaba un poco de acción a mi miembro que ya hacia acto de presencia sobre mi ropa. Curve mi espalda para que mi trasero se colocara sobre aquella columna de hierro que hace poco había conocido. El contacto era nulo con la ropa puesta, pero la sensación que se lograba transmitir era inigualable. Y así seguimos hasta que mí boca se encontró con la suya y su manos desabotonaron mi pantalón que cayó al piso cubierto por una alfombra, al instante sus manos se deslizaron sobre mi ajustado bóxer y tomó entre sus manos mi miembro que aun estaba semiinconsciente hasta que lo hizo alcanzar su mayor amplitud…

Hecha su tarea me hizo girar para hacerme quedar frente a él… Su pie piso mi pantalón y al instante comprendí su siguiente movimiento. Levante unos cuantos centímetros mis piernas hasta que quedaron libres… Tomó los bordes de mi camisa y de un solo tirón me despojo de ella y la arrojo al piso.

Completamente desnudo, le miré atónito, mientras en seguía ahí con toda su ropa  puesta, privándome de su escultural cuerpo que tanto éxtasis me provocaba. Intente desnudarlo pero no me lo permitió, mientras en su rostro se dibujaba aquello aturdidora sonrisa. ¡Quería enloquecerme!

Me tomó por la cintura y me acercó a él, sus manos se posaron sobre mi espalda  ascendieron y descendieron sobre ésta una y otra vez, deseaba sentir en sus anchas manos la tersura de mi piel, la calidez que cada tramo de ella le brindaba, hasta que se posaron sobre mis glúteos que estrujaron hasta el cansancio, sin más por el momento su ancha mano  derecha pesco fuertemente mi pierna y la alzó a la altura de su cintura; al instante si equilibrio se vio perturbado y sin el menor aviso caímos sobre la cama. Ambos sonreímos, después nuestras miradas se encontraron y el fuego del momento se avivo intensamente, fiel muestra de que, al menos, de momento, no iba a extinguirse…

Compusimos nuestros rostros… y su mano cayó sobre mi mejilla que tomó y  acarició, con ternura, moví unos centímetros la cabeza hasta que sus dedos rozaron mis labios… que delinearon ni tardos, ni perezosos, hasta que mi lengua salió al ataque y se deslizo por estos una y otra vez, hasta el cansancio. Cuando al fin mi parte había terminado, sus manos atacaron los costados de mi abdomen, el lugar más sensible de mi cuerpo, hasta que su rostro se colocó sobre mi pecho donde su tibia lengua hizo un grácil recorrido, dejando una pequeña marca de su paso por aquel lugar.

Y después de muchos intentos al fin controle la situación, lo hice girar hasta que mi cuerpo se poso sobre el suyo. Sin esperar un segundo más comencé el ataque… Le despoje de su ropa que estorbaba y nos privaba de un bello espectáculo de que ya quería gozar, por que  ya mi cuerpo lo imploraba a gritos, a voz en cuello y que no podía, ni quería esperar un minuto más… Arroje su ropa a quien sabe diablos donde hasta que por fin aquel mágico espectáculo quedo frente a mí, como la mayor la revelaciones  que jamás haya visto, en la vida. Era una estatua de bronce reluciente…

Al instante me arroje a su boca que me recibió complacida de tener ahí a su merced, baje por su cuello hasta que me pose sobre sus duros y erectos pezones que parecían satisfechos del trato que les daba, lo que no era para menos, así seguí hasta el mismo instinto me dirigió al su duro abdomen de piedra, en donde cada línea que ahí se marcaba con su exactitud recibió un trato exclusivo. Y así seguí hasta que mi mano tomo aquella hermosa columna que se erguí como una fiera torre de marfil, sin esperar más mi mano la deslizo hasta la profundidad de mi garganta, a aquel acto le hicieron compañía una serie de interminables gemidos que escapan de su boca sin pena alguna.

Cate el dulce sabor de su cuerpo que emanaba aquella parte de él, la mejor parte que tenía… Era un sabor dulce, amargo, salado… todos en una deliciosa combinación que no se comparaba con nada en el mundo y que dude rotundamente que jamás en la vida iba a encontrar….

Y de la misma manera en que me hice de la situación él también lo hizo. De pronto me mire ahí tirado boca abajo sobre la cama, mientras su lengua subía y baja sobre mi espalda hasta llegar al nacimiento de mi cadera que titiritaba al  imaginar que le esperaba en aquellos momentos. Pero el solo hecho de volver a recordar aquella extraordinaria sensación un extraño y placentero ardor encendió los ánimos de mi cuerpo que comenzó a clamar que siguiera, por que ya deseaba que lo volviera hacer, una, otra y otra vez… sin descanso, sin tregua alguna. Hace mucho tiempo había gozado de todas estas sensaciones, pero la diferencia que entre ambas había era enorme, abismal, que después de vivirlas al lado de Armando, las otras vividas con aquella persona que ya había decidido olvidar ya habían quedado a tras, como un mal recuerdo…

Una de sus manos se deslizo hasta mis glúteos, silenciosamente, a sabiendas que su discreción era su arma letal en aquellos momentos. Se extendió en toda su amplitud e inició lo que tenía preparado, uno de sus dedos se inmiscuyo acertadamente en la hendidura de mi trasero, que al momento intento poner oposición pero que al otro cedió sin más.

Su ágil extremidad sopeso a magnitud el campo de batalla y continuaron con su inmiscución, abriéndose paso en aquel calido lugar, que aunque ya conocía, no dudaba que alguna grata sorpresa le tenía preparada. Listo el lugar de la refriega continuo con lo que seguía, con lo que ya deseaba y lo que ya no podía esperar un minuto más…

Pese a mi total ensimismamiento me percate  como  sus manos elevaron mi cadera a una altura considerable con la única y deliberada intención de que el lugar más recóndito que tenía quedara al descubierto, a la merced de sus caricias, de sus mimos y de sus buenos tratos. Colocó su miembro en la entrada de mi ser, a la espera de la seña que continuara, un leve meneo de caderas le hizo entender que estaba listo, o al menos en parte y el ataque continuo. Entro lenta y apaciblemente sintiendo como cada centímetro de sus carnes se abrí paso en mi interior, hasta que por fin mi ser entero devoró aquella férrea columna que despedía fuego vivo en cada uno de sus movimientos, y de la que no quedo nada…

Después de un largo rato, con el alma en el infinito y los cuerpos llenos de una brillante y fina capa de sudor estallamos juntos, en dos fuertes y abundantes descargas, la mía fue a parar sobre la sabanas que estaban hechas jirones y la de él inundo mi interior y sentí con suma precisión  como aquel espeso y ardiente liquido invadía  cada tramo de mis entrañas, como fiel muestra de su paso por mi cuerpo…


Y así sin más,  la vida cambio drásticamente, sin el menor aviso…

En un abrir y cerrar de ojos mis sueños de antaño se vieron realizados; lo más mágico que pude haber deseado en la vida al fin llegaba, sin siquiera aun creerlo. Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados que volcó todo cuando había erigido frente a mí, para dejar puesto los cimientos de lo que, ahora en adelante, era y seria mi vida. El panorama era una total utopía, pero desde el primer instante que pude ver lo que me podía deparar el destino quede prendado, sin remedio, de todo cuanto se me ofrecía y sin más le acepte… Mi corazón así lo quería y lo deseaba, no había otro opción para él, realmente así deseé que fuera, que no hubiera más oportunidades para que más adelante no pudiese arrepentirme de no haberlas tomado.

Y lo que en antaño, en un tiempo pasado que parecía sumamente lejano  fue una amistad nacida de la nada absoluto se convirtió en una amor que traspasaba fronteras, que había roto las barreras de lo imposible para dar paso a algo de lo  que jamás en la vida me quería separar, algo que quería que fuera mío y sólo mío y de nadie más, por el resto de mi tan mísera vida…

Y cómo desde aquel día que Armando se acerco a mí para brindarme su ayuda para así librar una materia que venía complicándome la vida, de igual manera ahora estaba a mí lado, brindándome su amistad, su cariño pero sobre todo, su amor, su inmenso amor que sin lugar a dudas había sido lo que más deseaba en toda la vida…

Pasábamos gran parte del día, juntos ya fuera en mi casa o en cualquier lugar donde no nos pudiesen mirar suspicaces, con miradas inquisidoras tratando de descubrir algo que deseábamos que nadie más que nosotros supiéramos y de igual manera las noches de luna e inclusive aquellas donde no siquiera se asomaba un instante siquiera para ser cómplice del ritual con el cual adulábamos nuestros cuerpos sin descanso;  en muchas ocasiones me llegue a preguntar como le haría Armando para salir ya muy entrada la madrugada sin que sus padres se dieran cuenta y regresar sin que esto se dieran la más mínima idea de que su adorado hijo llevaba poco más de un mes sin siquiera dormir un instante en su confortable cama…

En cuanto a la culpa, el remordimiento, el sentimiento de vergüenza, habían cesado de momento, lo que no implicaba de ninguna manera que hubiesen desaparecido; y es que en las pocas ocasiones que me llegaba a  encontrar solo y tenía algunos minutos para mirar en perspectiva volvían sin más, como si nunca en la vida se hubiesen desaparecido, como si jamás hubiesen cesado un instante; lo peor de todo era que volvían más fuertes, mucho más persistentes que antes y que dejaban más que claro que mientras yo supiera que estaba haciendo daño a personas que me amaban, así iba seguir siendo, nada iba cambiar si de yo de alguna manera tampoco lo hacía…

Sí, de alguna manera el constante dolor que me hacían sentir había menguado, pero yo sabía, sin lugar a dudas que en cualquier momento iban a regresar como en cualquier momento lo haría Cathy…


Aquella fría tarde de invierno había pasado todo el día al lado de Armando, desde muy entrado el amanecer hasta… hasta que mamá regresara… Pensé inconcientemente mientras escondía una sonrisa burlona.

Las últimas semana de aquel mágico e irreal otoño así habían sido: nos veíamos día y noche y es que ya no había poder humano, ya no había nada ni nadie que nos pudiese separarnos, al menos no completamente, por que si de alguna forma así llegase a pasar, cada uno llevaría tatuado en su piel y en su alma, todos y cada uno de aquellos momentos que pasamos juntos. Y es que de un forma inexplicable tanto el uno para el otro ya se había convertido en más que una necesidad el estar cerca, éramos adictos a una droga que no nos llevaría a nada bueno pero que ahí estábamos; una necesidad que debía y tenía que ser saciada de cualquier forma que fuese posible, no importaba cómo, por que ahora ambos sabíamos o al menos creíamos ingenuamente, como lo hacen todos los locos enamorados que aman como nosotros, que, después de todo, el fin justificaba los medios por drásticos o crueles que estos llegasen a ser…  ¡Si! éramos dos locos iracundos que han perdido todo sentido de la realidad…

Al resguardo de su lujoso automóvil mirábamos,  hipnotizados, totalmente perdidos, la belleza que nos ofrecía amablemente aquel hermoso cielo de endrino, tachonado por brillantes estrellas que parpadeaban como si fueran pequeños ojos que nos observaban desde lo alto, siendo nuestros únicos cómplices en aquella… singular aventura que ambos habíamos emprendido y de la que no sabíamos cuanto podía llegar a durar y ni la forma en la que iba a acabar.

Nos hallábamos parados a la mitad de un intransitado paraje, a sólo unos cuantos minutos de Villa Florencia; un hermoso lugar, lleno de gigantescos  árboles que, por ahora, estaban desnudos, con la intimidad de sus retorcidas ramas a la merced del frío aire que soplaba por doquier y un amplio y empedrado sendero que zigzagueaba unos cuantos metros y después se perdía entre la sinuosas curvas que se formaban más adelante.  De vez en cuando algún auto pasaba a nuestros costados, pero lo cristales de humo le impedía ver quien estaba en el interior del vehiculo así que seguían su camino, de largo.

Mi cabeza reposaba placidamente sobre el duro pecho de Armando que se ensanchaba y se reducía paulatinamente a cada halito que entraba a sus pulmones; su mano izquierda había tomado la mía y jugaba con ella, mientras la otra se hundía en mi rizado cabello, sus dedos se enredaban entre mechones de cabello, se soltaban y volvían al ataque.

Hoy, habíamos pasado gran parte de la tarde así, mirando, sin siquiera realmente ver el esplendido paisaje que se dibujaba frente a nosotros; sin siquiera pronunciar palabra alguna y es que desde hace algún tiempo ambos nos habíamos percatado que no necesitábamos de ellas, eran rotundamente imprescindibles, la sola presencia del otro bastaba, el sólo hecho de sentirnos cerca, de estar piel a piel, eso era realmente suficiente, no necesitábamos más. O al menos a nosotros no… por que cuando el amor existe, cuando realmente anida en un corazón, como lo hace en los nuestros todo lo demás sobra y lo que más cuenta son los hechos, las acciones… la palabras están de más, como todo lo que nos rodeaba, por que a ellas el viento se las lleva fácilmente, como si fuesen las hojas que el otoño le arrebata a lo frondosos árboles, y para jamás en la vida volverles a escuchar como quisiéramos, al contrario de los actos que sin lugar a dudas nos demuestran cuan inmenso es el amor, cuan grande y fuerte puede llegar a ser, por que a ellos les podemos recordar, volver a sentirlos una y otra ve hasta el cansancio, por que son los que nos hacen saber que hemos vivido, que hemos amado inmensamente…

¿Ignorantes conformistas? Podrían llegar a preguntarse. Tal vez; no lo sabíamos a precisión, o al menos no nos importaba como debiese ser. O sólo simplemente por que era algo que se nos olvidaba  y pasábamos por alto, por el simple hecho de que, de momento, nos teníamos; ya después, cuando ya hubiese pasado un tiempo prudente y nuestros inquietos corazones nos exiguiensen exteriorizar ese amor que sentíamos probablemente las cosas cambiarían, de momento estábamos bien, mucho más que bien, eso era indudable… lo demás sobraba, era punto y aparte: otra historia que después nos tocaría vivir, por ahora solamente nos queda disfrutar el momento y nada más…

En un sin fin de ocasiones que llegue a mirar a alguna pareja que parecía que jamás en la vida se podía separar, le juzgue severamente; pero ahora que lo vivo en  carne propia, ahora que las cosas han cambiado definitivamente y que soy yo el que está en su lugar, comprendo tardamente que  es algo incontrolable, algo de lo que no se puede escapar porque de una manera va incluido en el  paquete que había aceptado sin condición alguna. Y no sólo era eso, había más… mucho más de lo que jamás en la vida creí… no me cansaba de verle, de besarle, de tocarle y de pasar cada uno de los momentos de mi vida junto a él. Realmente era sorprendente hasta que grado se podía llegar, pero al estar en esa situación, en el otro lado del campo de batalla se llega a comprender, tardamente, pero al final de cuentas así lo hice.

Tuvo que transcurrir un largo rato para que su mano que jugaba con mi cabello se detuviera y se colocara sobre mi hombro donde comenzó a dibujar círculos sobre la tela de mi camisa. Después, en un movimiento silencioso, colocó su barbilla sobre mi cabeza, donde dejó escapar un largo suspiro que parecía que había contenido desde hace rato. Aspire su embriagador aliento, hasta que su fragancia se perdió completamente.

  • ¿Qué piensas?- preguntó, rompiendo el silencio y haciéndome salir de mi profundo ensimismamiento.

Sopese su pregunta quien sabe cuanto tiempo y para sólo para responder un simple:

-Nada…- Guarde silencio otro largo rato más y después volví a hablar- Nada de importancia-.

Y sin siquiera verlo pude imaginar, como aquella sonrisa que tanto adoraba se dibujaba en su rostro.

-¿Piensas en Maite? ¿No es así?- Volvió a inquirir, incrédulo ante mi respuesta.

Sin más me enderece y me recargue sobre la puerta, para poder mirarle claramente.

-En parte…-

-¡¿En parte?!- preguntó con el entrecejo fruncido.

-Si ya sabes…- murmure dudoso, después continué- Aunque este haciendo esto, sé que no está bien o que significa que va a llegar a serlo. Tú y yo sabemos que no es lo correcto y por mucho que sea el amor que sintamos, nada justifica lo que estamos haciendo, nada lo hace y dudo que llegue haber algo que así lo haga… En verdad es algo que no sé, no puedo y ni quiero explicar.

Hay algo que no me permite ser completamente feliz, como realmente lo deseo; aun hay un sin fin de motivos para dar marcha a tras; dudas que no se han despejado como me gustaría y que aun me hacen sopesar las cosas  a cada instante. Necesito un razón… la más grande de todas para poder continuar y seguir en esto- Seguí, desviado mi mirada de sus  ojos verdes que estaban clavados en mí y la pose en un punto muerto, sobre su hombro.

Y sin siquiera darme tiempo de más tomó bruscamente mi brazo y me acerco a él, hasta que nuestros cuerpos volvieron a estar cerca.

Le mire sorprendido, pidiendo una simple explicación pero antes de que pudiese hablar posó sus labios en los míos y me beso arrebatadoramente, en su afán de hacerme olvidar cada uno de los sentimientos que comenzaban a anidar en mi corazón. Intente alejarme, de separarme unos cuantos centímetros para suplicarle que parara, que se detuviera pero pudo más aquel deseo que ya me controlaba sin remedio, hasta que mi escasa fuerza de voluntad cedió una vez más.

Su calida lengua profano a profundidad mi boca, la mía le imito, pero no podía comparar el trabajo que realizaba la de Armando, así que dejó que le guiara hasta donde quisiera y de la forma que fuera.

Después paró, tomó mi rostro entre sus manos y lo alejo unos cuantos centímetros, clavo su inquisidora mirada en la mía y murmuro quedamente:

-Y ahora si: ¿ya se despejo cuanta duda?, ¿ya se extinguieron lo motivos?, ¿ya puedes ser feliz?, ¿ya hay un motivo inmensamente grande para seguir en esto?-

Sonreí tímidamente, ya no había nada de aquello que me atormentaba, bueno al menos en el momento así era.

-No sé por que… pero aun no…- murmure, entrecortadamente, deseoso que continuara con su ardua labor de convencimiento y que jamás en la vida se detuviera; y es que cuanto amaba que empleara en mí sus sutiles métodos de persuasión.

Y sin esperar un segundo más continúo con su certero ataque, mientras sus manos se deslizaban sobre mi cuerpo que ya comenzaba a reaccionar antes sus letales movimientos. Se posaron sobre mis piernas donde ascendieron en dirección a mi entrepierna que ya era de roca, estremeciendo cada centímetro de mi piel… después subieron  sobre mi torso donde se colaron bajo mi ropa. Inclinó su rostro sobre mi cuello que mordió queda y delicadamente hasta que subió a mi oreja donde murmuro un sin fin de palabras ininteligibles, y una docena de gemidos que elevaron la temperatura de mi cuerpo a mil.

-¿Y ahora?- volvió a inquirir de nueva cuenta.

Pero como comúnmente lo venía haciendo en los últimos meses ya no pude responder, mi boca no dijo palabra alguna, había perdido la batalla una vez más, mi cuerpo había cedido sin posición alguna y había obtenido al fin aquel absurdo motivo que tanto había pedido. Realmente sólo me había limitado a  descubrirlo y es que desde hace mucho ya lo tenía, únicamente que no lo quería verlo… lo peor de todo era que su descubrimiento había sido aun precio demasiado alto…

Los motivos desaparecieron, las dudas se esfumaron sin dejar rastro alguno y así hasta que me sumí más en aquel estado del que, indudablemente, ya no podía, ni quería escapar…


Justo cuando emprendimos el camino de regreso, en las profundidades de las bolsas de mis pantalones mi móvil comenzó a sonar fuertemente. Rápidamente introduje mi mano y extraje el bendito aparato. Mire la pantalla y reconocí el número al instante. Desbloqueé el teclado y leí en mensaje de texto:

Mi amor,  acabo de llevar, surgieron algunos inconvenientes de regreso, pero ya esto aquí. Espero verte para merendar juntos.

Un beso.

Maite

Respondí el mensaje con un simple… de acuerdo mamá, voy para allá .

-¿Y?- inquirió mi hermoso piloto.

-Maite, acaba de llegar y quiere verme para cenar juntos- respondí mientras posaba su mano sobre mi pierna que estrujaba suavemente. Volvió para mirarme y regalarme una de sus adoradas sonrisas.

No tardamos en mucho en llegar a Villa Florencia, era ya noche cuando así lo hicimos, así que los pocos semáforos ya no funcionaban y pudimos ahorrar más tiempo.

Armando disminuyo velocidad a unos cuantos metros de mi casa, hasta que por fin se detuvo en la entrada. Al instante pude ver el automóvil de mamá estacionado, junto al otro y las luces de la casa encendidas iluminado tenuemente el interior.

-¿Crees que pueda pasar a cenar?- pregunto Armando, como un niño. Volví la vista a él y sonreí con una sombra de tristeza en mí rostro.

Suspire profundamente, para armarme de valor.

-Por hoy no lo creo posible, Armando. En verdad necesitamos resolver esta situación antes de plantearle cualquier cosa a Maite, es muy suspicaz y no dudo, ni por un instante que pueda darse cuenta de algo. En verdad lo siento mucho…- dije en voz baja.

Armando guardo silencio, poso su mirada en un lujoso automóvil descapotable, estacionado al otro lado de la acera del que no me había percatado.

Después hablo, posando su gentil mirada en mi rostro:

-No te preocupes, te entiendo.- Soltó, sin mostrar amago alguno de molestia o algo que se la pareciere. Su mano acaricio mi mejilla, después tomó mi rostro y me acerco a sus labios, los posó sobre los míos y me besó suavemente.

-No vemos mañana, ¿te parece?- inquirió poniendo sana distancia entre nosotros dos.

-Me parece muy bien- dije, mientras encendía el motor del auto. Sin más tire de la puerta y salí al frío de la noche. Y antes de que hubiese cerrado, Armando, coloco su brazo sobre el asiento del copiloto y habló para mi sorpresa:

-Te amo-

Me quede ahí plantado, fascinado con su bella sonrisa que se dibujaba e su rostro.

-No tanto como lo hago yo- fue lo único que atine a decir. Acto seguido, cerré la puerta, mientras él movía la cabeza de un lado a otro, con su amplia sonrisa en su rostro que dejaba al descubierto sus dientes blancos.

Espere hasta que se perdió en la calle. Después seguí mi camino, sin antes dirigirle una mirada al llamativo automóvil que había visto hace unos instantes. Sin más, me dirigí a casa, oyendo como la grava crujía bajo mis pies.

Abrí la puerta, y me adentre a la calidez del interior, arroje el juego de llaves a una pequeña charola que estaba a mi lado, sobre una vieja mesa. Me quite la chamarra y la colgué en el perchero. Cuando me dirigía a la sala, Maite salio de la cocina, con una pequeña charola en las manos donde reposaban una jarra de porcelana con algo caliente, por que despedía una cantidad considerable de vapor y una par de tazas que le hacían juego.

-¡Mi amor, me alegra que hayas llegado temprano!- gritó mamá a mitad de vestíbulo. Colocó la charola sobre la mesa y se acerco a mí, para estrecharme entre sus brazos.- ¡No sabes cuanto te extraño mi vida!-se lamento, mientras me besaba sin parar en una mejilla y en la otra- Pero la verdad surgieron un sin fin de cosas; no me lo  vas  a creer, pero compre una pequeña casa a la orilla del mar. Como lo oyes, ¡una casa a la orilla del mar!, la verdad fue inevitable, era una oferta tentadora y bueno el lugar es de ensueño: palmeras, olas, arena, la puesta del sol desde la habitación principal, Cariño, fue inevitable, pero en cuanto conozcas el lugar puedo jurar que te vas a enamorar de él, como yo lo hice… No, no, no fue una ganga.- La mire con una ternura infinita, mientras continuaba hablando sin parar un instante si quiera. Hasta que pose la vista sobre la charola.- O casi lo olvidaba mi alma, tenemos visitas. Esto tampoco lo vas a creer, pero vas a ver que te van alegrar el día- continuó tomando mí mano para que le siguiera, con la otra, sostuvo la charola magistralmente.- Ven pasa te esperan…

Camine siguiendo sus pasos hasta que llegue al marco de la puerta de la sala de estar…, y mucho antes de entrar la sorpresa me golpeo repentinamente.

-¡¿Tú?!...

Continuara...