El Otro Rostro de la Vida... Cap. 6º

Y después de mucho y contra todo pronostico el sueño más grande de Jahíro se ve al fin realizando, superando en creces sus expectativas, sin imaginar, ni pensar en las terribles consecuencias que esto puede traer en… El Otro Rostro de la Vida... Una existencia desde una perspectiva diferente...

A todos aquellos lectores que han seguido esta historia y que se han tomado un poco de su valioso tiempo para comentar muchas gracias… no saben cuanto aprecio sus comentarios… y bueno pues aquí les dejo el capítulo 6…o como siempre ojala se de su agrado..

Lando S. M

El Otro Rostro de la vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...

Capitulo 6º

Sin darme cuenta ya habían transcurrido tres largos y, casi, interminables días después de haber presentado el peor de los exámenes que pude haber tenido en todo el semestre. La tortura había durado poco más de dos horas; los ejercicios que contenía el examen eran  un tanto complicados pero como pude los resolví. Pero pese a todo, aun no podía recuperarme de la enorme sorpresa que me había llevado el miércoles pasado, cuando Armando apareció en el quicio de la puerta. Aunque sólo se había limitado en guiarme en los procedimientos, haciéndome señas cuando el profesor nos daba la espalda o no nos miraba, tratando de ser los más discreto que se puede ser, para indicarme si es que estaba haciendo algo mal o si ya me había equivocado, como comúnmente lo hago; pese a ello me sentía inmensamente agradecido con Armando por el  gesto tan noble y generoso que había tenido conmigo, y es que gracias a él pude corregir unos cuantos errores que me hubiesen costado la vida, hablando literalmente, y que de no ser por él hubiese estado perdido; así que ahora tenia una enorme deuda que saldar.

Hoy viernes iríamos a recoger nuestros resultados así que debía apurarme.

Me había levantado temprano y ya estaba aseado. Sólo me faltaba ordenar mi habitación. En un santiamén recogí la ropa sucia y la coloque en el cesto, ordené zapatos y la ropa del closet. Acomodé libros y hojas sueltas en el viejo librero. Limpié el escritorio y acomodé los cables de la computadora.

Hoy Margarita no hacia acto de presencia, era su día de descanso y a lo que pude juzgar, haciendo el trabajo yo, no dude que lo tenía más que merecido. Terminado todo, tomé un disco del estuche donde estaban guardados. Lo coloqué en la charola y subí el volumen, calculando que la música llegara hasta el comedor.

Adelante unas cuantas pistas hasta que llegue a la deseada; Angels de Within Temptation.

Listo baje a desayunar, mientras cantaba alegremente. Hoy volvería a ver a Armando, algo que en indudablemente se estaba convirtiendo en más que una necesidad…

Deje que la solista cantara como tan magistralmente lo sabe hacer.

… I see the angels

I’ll lead them to your door

There’s no escape now

No mercy no more

No remorse cause I still remember

The smile when you tore me apart.

Baje las escaleras saltando, mientras le hacia coro.

… You took my heart

Deceived me right from the start

You showed me dreams

I wished they would turn into real

You broke the promise and made me realize

It was all just a lie.

…Could have been forever

Now we have reached the end.

Cruce el pasillo de la sala, presuroso hasta que llegue al comedor, de donde provenía un delicioso olor a comida.

Mamá ya estaba sentada a la cabeza de la mesa desayunando, mejor dicho casi terminando de desayunar, me dirigía a ella y le salude dándole un beso en la mejilla.

-¿Pasa algo?- pregunte al mirarla con un gesto de rotunda sorpresa en su rostro.

-Lo mismo debería preguntarte yo. Te noto… ¿diferente? ¡No!, diferente no, definitivamente. Te noto alegre… feliz se podría decir. ¿Sucede algo de lo  que yo aun no me halla enterado?- dijo inquisitiva, sin despegar la vista de mí, mientras me sentaba a su lado.

-No, en lo absoluto. Figuraciones tuyas Maite…- me apure en mentir- Es demasiado notorio que te hace falta descansar un poco.-me defendí de inmediato, tratando de evadirla, lo más sutilmente que pude.-Deberías tomarte unas vacaciones.- le recomendé, pero fue inútil, su  mirada suspicaz no había desaparecido.- Quizá sea por que hoy me entregan los resultados del examen que presente el miércoles.- argumente, mucho antes de que hallara el quid de la cuestión.

-Sí ha de ser eso…- dijo, no muy convencida tomando el tenedor y llevando el ultimo trozo de fruta a su boca. ¡Claro que no estaba convencida! Era un estúpido si suponía que se había creído todas y cada una de mis palabras. Era mucho más que obvio que no lo había hecho, me conocía de sobra; pero por algo se abstuvo en seguir con el tema.

-Y ya que sacaste a colación el tema de las vacaciones, te tenía que decir que…-

-¿No?... ¿Nos vamos a ir de vacaciones?- le interrumpí antes de que terminara,  saltando y bailoteando de la emoción.

-Mmm no tanto así- respondió.

-¿No tanto así?-murmure desilusionado sin entender gran cosa.

-Sí. ¿No acabas de decir que merezco unas vacaciones?-

-¡Claro! Últimamente trabajas mucho y bueno eso no me agrada del todo.-respondí, mirándola, mientras ocultaba una sonrisa burlona.

-Bueno en base a eso, Yo me tomare muy merecido descanso que tanto me has recomendado.- argumento, dándome a entender que el viaje era individual y no de familia como lo había supuesto.

-¡¿Sola?!-le interrogue.

-Por su puesto… ¡Sola! ¿Con quién pensabas que iba a ir?- aclaró, sin más. Me quede sorprendido ante su diestra jugada.- Prácticamente es un viaje de trabajo, es una ciudad que esta cerca de la playa y bueno me tomare unos cuantos días por allá.-

Suspire, profundamente:

-¿Es inevitable?… -

  • Si así es: inevitable, si lo quieres ver así. Sólo son un par de días y nada más, no me voy para toda la vida, Corazón.- dijo levantándose de su asiento.

  • ¿Y cuándo te vas?-

-Hoy, por la tarde.- confirmó ligeramente, frunciendo el entrecejo, esperando mi reacción.

-¡¿Hoy?!- casi grite, a la vez que Maite saltaba.

-Bueno no precisamente… por la tarde… salgo un poco antes, cuando termine unos cuantos asuntos pendientes que tengo en la oficina- respondió sonriente, un tanto divertida de mis reacciones-  Pienso pasar a San Marcos por unos accesorios que me hacen falta y como es viernes la autopista va a estar atestada, así que quiero apurarme.

Puse los ojos en blanco.

-Solo otra semana más- reproche para mis adentros.

-No lo veas así. Si no mal recuerdo me ha comentado Margarita, que un amigo tuyo te ha estado haciendo compañía, últimamente.- dijo quitada de la pena, sin despegar sus escrutadores ojos negros de los míos. Sus palabras me perturbaron, pero trate de controlarme lo más que pude, para no delatarme.-Sólo que no doy con quien pueda ser y eso que tienes tan pocos amigos… ¿imagínate si fueran más? No, no, no…

-Es un compañero de la escuela, que me ha ayudado a estudiar, no lo conoces.- mentí tratando de no darle mucha importancia al asunto.- Por lo que dudo que estos días este aquí.

-No me habías comentado nada, Jahíro.- dijo.-Presiento que me…

-¡No! no lo creí importante mamá- le interrumpí antes de que otra cosa sucediera.

-Bueno…- medito- pues me retiro, voy un poco retrasada.- dijo mirando su reloj de pulsera, conciente de que las cosas aun no habían terminado- Bueno ya esta todo listo: Margarita ya está avisada y quedamos como siempre, te prepara el desayuno, la comida y pues la cena ya esta en tus manos.

-Pues si no hay de otra.- dije escuetamente.

-¿Sabes? Hay ocasiones que me gustaría darte un par de nalgadas.- dijo Maite, acercándose a mí, para darme un tierno abrazo y un suave beso en la mejilla.- Pero te quiero tanto que me contengo.-concluyo, posando su mano sobre mi mejilla, para borrar la mancha de labial.

-Pero yo te quiero aun más, nunca lo dudes.- dije con todo el corazón.

-Te portas mal cariño…- dicho esto salio rumbo al vestíbulo.

¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Margarita, Margarita. Casi grite.

Ahora si, mamá, ya estaba al corriente.

Sopesando las cosas llegue a la conclusión de que no había sido toda la culpa de Margarita, yo había puesto a Maite al corriente de alguna manera, con mis actitudes. Me había delatado yo mismo, de eso no había duda. Era un ruin traicionero.

Seguía ensimismado en mis tribulaciones que no oí cuando Maite me hablaba desde el fondo del vestíbulo.

-¡Jahíro! ¡Hijo!- gritaba.- ¡Jahíro!

-Ya voy, ya voy.- respondí- De seguro se te olvidaron las llaves, tu cartera o por que no hasta la cabeza.

Salí al vestíbulo. Y sin darme tiempo para nada, hablo:

-Mi amor te buscan.- para después dirigirme una mirada suspicaz.

-¿Ya listo, Jahíro?- pregunto Armando recargado en el marco de la puerta luciendo siempre tan… tan… hermoso.

-¡Hola! Armando- murmure fingiendo a duras penas una tranquilidad, que no sentía en lo más mínimo, y una falsa sorpresa, temeroso a que Maite se percatara más de la cuenta

-¿Van a salir?- inquirió mamá un tanto indiscreta, mirándonos a ambos.

-¡Nooo! Solo vamos a recoger los resultados de los exámenes.- me apure en responder antes de que su atolondrada cabeza se formulara locas ideas.

-¿Es tu compañero del que tanto me ha hablado Margarita?-

-Sí-

-¿Jahíro, no que no lo conocía?-

-Maite, literalmente no lo conoces, sólo lo has visto unas cuantas  veces y nada más.- respondí, con las mejillas encendidas, antes de que metiese la pata.

¡¿Hasta dónde iba a llegar esto?! Grite para mis adentros.

-Pero si esa es tu preocupación lo resolveremos- dije, mirando de soslayo a Armando que sonreía divertido, en un vano intento de remediar la situación.- Maite te presento a Armando, compañero de la escuela, novio de Cathy y amigo mío.

-Mucho gusto guapo, soy María Teresa Vallejo.- se presento mamá.- Pero puedes llamarme Maite-  le recomendó a  mi joven amigo que parecía encantado con mi adorada madre.

-Mucho gusto Maite, Armando Landeros. - dijo extendiéndole su ancha y tosca mano.

-¿Contenta?-

-No del todo, corazón, no del todo, aun quedan unas cuantas dudas, por resolver…- murmuro guiñándome un ojo, uniendo las piezas del rompecabezas en su atolondrada cabeza.- Cariño te quedas en tu casa, me dio gusto conocerte y espero que más adelante tengamos la oportunidad de tratarnos un poco más- dijo mamá dirigiéndose a mi apuesto amigo, para después salir por el quicio de la puerta.

Nadie hablo hasta que el automóvil de Maite se perdió en la tranquila calle.

-Simpática tu mamá- aduló Armando sonriendo dulcemente.

-Un poco más de la cuenta, pero aun así se le quiere.- murmure, escondiendo mi mirada.

Después de comer un ya almuerzo frugal, y una pequeña discusión sobre quien manejaría, que obviamente ganó Armando, partimos al instituto de buena gana.

-¿Nervioso?- pregunto Armando, apagando el automóvil, en el solitario estacionamiento de la escuela.

-Un poco.-murmure, sintiendo como las manos me sudaban.

-No pasa nada- me consoló.

-No, lo sé: no pasa nada… solo que no pase, ¿no?- ironicé, esbozando una amplia sonrisa en mi rostro, mientras el ponía los ojos en blanco.

Bajamos del automóvil y comenzamos a andar por el campus. Llegamos al salón de clases. Mis demás compañeros, al igual que yo estaban que se morían de los nervios; tenían una expresión ausente, desquiciada, digna de quien no ha dormido tres  noches consecutivas.

El único que lucia radiante era Amando, estaba seguro de si mismo, sin temor a nada, ¿y quien no lo iba a estar  a sabiendas de que el profesor era su tío? Inminentemente yo lo estaría. Sonreía a cada momento en un vano intento inyectarme un poco de confianza; pero era en balde, me turbaba más, me descontrolaba a tal punto, que estuve al borde de un ataque nervioso.

No tuvimos que esperar mucho, a los pocos minutos que entramos al aula el profesor lo hizo, con una risita cínica y altanera.

Absolutamente todos nos pegamos al asiento, atentos a que lo viniera.

El profesor comento que era pocos lo que habían aprobado el examen; que había sido una total perdida de tiempo el haber revisado un centenar de hojas sin el más mínimo sentido; todo un discurso digno de bajar el autoestima a cualquiera hasta lo suelos.

Repartió los exámenes comenzando por los puntajes más altos e indudablemente entre ellos se encontraba Armando.

-Felicidades señor Landeros, no esperaba más de usted.- dijo el profesor extendiéndole su juego de hojas.

-Gracias.-murmuro, apenado por la situación. Aunque era pocos los que sabían del parentesco que había entre ellos dos, era más que suficiente para provocar la envidia, entre el grupo, algo que realmente no le gustaba.

Siguió repartiendo otros pocos exámenes hasta que entre sus gordas manos quedo solo uno.

-Pues jóvenes ahora sí, el último de los aprobados- dijo el profesor, sin siquiera mirarme. Era más obvio que había buscado la manera de haber encontrado algún error en mi examen, un símbolo, un número, así que  iba a tener una excusa para reprobarme y cual fuese era indudable que seria irrefutable. Sí, lo había hecho, estaba reprobado, no había la más mínima y remota duda.

-Vallejo, Jahíro Vallejo.- dijo sin ánimo alguno, con una falsa alegría que no sentía en lo más mínimo.- Supero mis expectativas señor Vallejo. Lo logro… un seis- murmuro destilando veneno.

Ignoré su estúpida ironía. Me mordí la lengua fuertemente para no gritar, sintiendo como las lágrimas inundaban mis ojos. Me sentía, aturdido, feliz y todo lo que se pudiese sentir, en aquel momento cuando ese seis representaba  más que un diez para mí.

¡Había aprobado!…. Y no sólo gracias a mí, mi triunfo se lo debía a Armando que me miraba feliz, desde su asiento.

Después de la efusiva entrega de exámenes los alumnos que afortunadamente habíamos, aprobando dicho examen salimos a la orden del maestro, que se quedo con el resto del grupo que parecían más mortificados que de costumbre, algunos lloraban, otros más sonreían nerviosamente.

-¡Pasé! ¡Pasé! ¡Pasé!- grite feliz al salir del salón, dando brincos de emoción, mientras los demás caminaban hacia la planta baja. El éxtasis del momento corría por mis venas.- No puedo creerlo, en verdad que no puedo. Había dado por hecho que no lo iba hacer.

Armando me miraba, callado, alegre y a la vez sorprendido. No había dicho palabra alguna.

… Y sin saber como y  ni el por que, impulsado por el momento y por la emoción me arrojé a sus brazos, rodeando su ancho torso como si la vida se me fuese de las manos, en aquel mismo instante. Permanecimos así unidos, unos cuantos segundos, todo una eternidad: él, sorprendido por mi reacción y yo aturdido de sentirlo a mi lado, piel a piel, pegado a mi cuerpo, cerca de mi corazón que latía frenético…

Y de la misma forma que me había arrojado a sus anchos brazos me separe bruscamente, esperando cualquier reacción de su parte: la exigencia de una explicación, un certero golpe, un reclamo e inclusiva la remota y absurda suplica de que no me alejara de él, que estuviera cerca, que no me apartara… ¡Algo! cualquier cosa, ¡lo que fuera! no importaba qué… ni cuan doloroso o mágico me pudiese resultar. Pero nada de lo que temía paso; solo una mirada sorprendida, solo unos escrutadores ojos verdes penetrando lo más profundo de mi ser y mi alma, solo mi alocado corazón danzando aceleradamente… solo un insufrible silencio de muerte…

Y antes de que las cosas terminaran mucho peor de lo que ya estaban, con las mejillas sonrojadas, tratando de enmendar la situación murmure:

-Perdón… disculpa… en verdad que lo siento… mucho, no… no fue mí intención… en verdad… fue la emoción del momento y… nada más… no quiero que vayas a pensar mal… en verdad disculpa.- murmure con tropiezos.

Y volví a esperar cualquier cosa, lo que fuese, pero al igual que al principio nada, absolutamente nada pasó. Ahora sólo el murmullo de las hojarascas de los árboles revoloteando por doquier.

Gire sobre mis talones y emprendí la huida. Me moría de pena, al final mi verdadero yo había dado la cara. Que cierto era que la verdad siempre sale a luz;  la mí ya había salido a flote.

¿Cómo pude llegar a creer que lo sentía jamás lo iba  a saber? Que imbécil, que idiota había sido. ¿Cómo pude confiar en mi mismo?, ¿Cómo era posible que lo hubiese hecho? ¿Hasta donde había llegado?

¡¡¡Idiota, idiota, idiota, mi, mil veces idiota!!! Me dije.

Cómo pude salí del instituto, chocando con los transeúntes que andaban por la acera, camine cientos de metros hasta que me  refugie bajo un viejo árbol, desnudo por el otoño, sin nada más que la intimidad de sus brazos. Pase ahí unas cuantas horas, sopesando la magnitud de mis actitudes, hasta que a mi lado se poso tranquila y silenciosamente alguien más.

-No estoy molesto- murmuro Armando después de un largo rato, mirando el cielo azul que se explayaba sobre nosotros, tan impecable, tan nítido como siempre. Una parvada de aves nos sobrevoló, en dirección al sur. El invierno ya estaba cerca.- No te niego que dejaste desconcertado, pero nada más. Nada de preocuparse.

-¿No debo de preocuparme?- pregunté.

-En lo absoluto-respondió.

-¿Nada?- interrogue incrédulo. ¡Cuanto daría por saber qué es lo que estaba pensado, qué creía de mí, en que cruel concepto me tenía! Quería saber por que mentía, porque fingía no importarle en lo absoluto.

-Nada- corroboro.

Analicé sus palabras y sin saber como me tranquilice. Cuan fácil me era creerle, confiar en sus palabras, en su hermosa mirada, en sus labios aduladores, en todo él, ¡Que fácil era!

-Sólo fue una reacción normal, ante lo que sentías. No es para menos. Imagínate, escuche que Jorge no  dio una segunda oportunidad a nadie. Solo un ataque más del festejo.

Sonreí.

-Oye y hablando de celebraciones, tenemos que festejar esto, ¿no?- propuso con esa sonrisa en su rostro que desvanecía, todo afán de ir en su contra.

-¿Qué propones?- inquirí, un tanto quitado de la pena, al mirar sus ojos que me decían que nada de lo que temía había pasado. Pensó unos cuantos minutos, después, su rostro se ilumino maliciosamente, demostrando que algo malo tramaba.- ¿Y?

-¡Sorpresa!-

-¿Sorpresa?- le miré dudoso de lo que pudiera haber planeado.

-Sí, así que vamos- respondió, levantándose de un brinco, sin darme tiempo de saber más o de protestar.

Subimos a su lujoso automóvil y salimos rumbo a San Marcos, pero mucho antes de llegar tomó la desviación a una ciudad que no se encontraba, demasiado, cerca que digamos, de Villa Florencia. No pregunte absolutamente nada, por que nada de lo que yo preguntase me era respondido, al menos no como yo quería.

De entre sus bolsillos tomo una pequeña memoria USB y la conecto al estéreo de su automóvil. De inmediato una melodía comenzó a reproducirse sin parar, alguna vez la había oído, pero ya no recordaba el nombre. Al parecer a Armando no le agradaba del todo por que de inmediato la cambio… una, dos, tres, cuatro pistas se salto hasta que llego a la desea; Raverheart de Xandria

Tuvieron que transcurrir unas diez canciones hasta que llegamos a los linderos de la ciudad de Valle Escondido. Pasaban de las seis de tarde así que por doquier se miraba movimiento, los transeúntes caminaban por las aceras, presurosos, como un nido de hormigas alborotadas, por todos lados resonaban los claxon y el constante abejorreo de la gente; el bullicio era enorme: una gran urbe se abría paso ante nosotros.

Nos adentramos al centro de la ciudad, mientras el sol se ponía en el horizonte para dar paso a un inminente crepúsculo; hasta que llegamos  a un estacionamiento a unas cuantas cuadras de la plaza principal.

Nos detuvimos en el segundo piso. Listo  bajamos.

-¿Y?- murmure mirándolo recargado desde el automóvil.

-Ya te dije es sorpresa. Tú solo sígueme, que yo tengo controlada la situación.- dicho esto se encamino cuesta arriba. Le miré y sopesé la situación, después le seguí.

Cuando salimos del estacionamiento, las farolas de las aceras ya estaban encendidas. Caminamos unas cuadras, alejándonos del centro, rumbo al norte. Me sentía inquieto y dudoso, ¿pero que más podía hacer?, ya estaba ahí, algo que ya era más  que inevitable.

Anduvimos por un dédalo de calles y antes de que mi paciencia se acabara, no detuvimos en un negocio, iluminado con luces fluorescentes, de donde provenía música a todo lo que daba. En lo alto rezaba: Night Fever.

-¿Fiebre Nocturna?- traduje con cierto recelo.-

-Sí, es un antro.- respondió.

-Un antro…- repetí un poco decepcionado.

-Sí, pero no es un antro como cualquiera- corroboro,  señalando a mis espaldas. Detrás de mí una pareja caminaba tomados de la mano. Mire sorprendido.  La pareja no era como lo había pensado; eran dos hombres, detrás de ellos otra pareja igual y, un poco más lejos, una más pero ahora eran dos mujeres, altas, robustas. Un antro Gay…

Volví la vista a Armando, un tanto molesto, pero al encontrarme con sus ojos verdes todo la molestia se esfumo al instante. Sonreía como un niño, al que se le ha descubierto en una de sus infantiles jugarretas.

-No, no y no- dije lo más firme que pude. Pero era inevitable en cualquier momento iba a flaquear. Me conocía de sobra y no dudaba que así lo iba hacer.

-Jahíro vamos, ya estamos aquí, no vinimos hasta Valle Escondido  para nada ¿verdad?- protesto como sólo él  lo sabe hacer, mirándome tiernamente, utilizando sus hechizantes y  aduladores encantos, conocedor de que eran irresistibles.

-No y no- repetí bajando la mirada, no debía convencerme. Pero el magnetismo que tenían sus ojos me hizo levantarla, para seguir la lucha.

-Jahíro, no seas tan apachurrado- murmuro como un niño.

-No Armando. No son de mi total agrado estos lugares.- dije.

-Hazlo por mí, siempre he sentido cierta curiosidad por conocer un lugar así- imploró con una sonrisa traviesa que dejaba al descubierto sus dientes blancos.- Y que mejor si es contigo, nadie se me atreverá en acércaseme.- agregó.

Le miré, su aspecto era mucho más encantador. No había palabras para describirlo.  Se me antojo un niño deseoso de conocer el país de las maravillas. Su mirada se clavo en la mía por algunos minutos hasta que todos mis esfuerzos cayeron derrotados. Era débil, no tenía la más mínima fuerza de voluntad. Cuanto odiaba eso.

-Bueno pues vamos-dije resignado, mirando como su bello rostro se tornaba mucho más inquietante cuando el mohín de la felicidad le surcaba.- Pero solo un rato.- sentencie antes de dar el sí definitivo.

-¡Claro!- aceptó- Pero pasa, por favor- indicó triunfante.

Camine unos cuantos pasos hasta que estuvimos en la puerta. El mastodontíco cadenero nos miro receloso por algunos minutos. Quizá no cumplíamos los requisitos para poder entrar al lugar (éramos menores de edad). Pero después de un largo escrutinio nos cedió el paso.

No había ni la más pequeña e insignificante duda: Armando me hacia perder la cabeza.

Recorrimos un largo y oscuro pasillo, escasamente iluminado, hasta que llegamos al corazón del lugar, de donde provenía la música que llegaba hasta las afueras, en donde el humo del cigarro flotaba solitario; en una esquina relativamente pequeña se congregaba un tumulto de gente entorno a  la barra.

De inmediato que pisamos el lugar un alto y moreno mesero, con solo un pantalón negro cubriendo su hercúleo cuerpo se acerco a nosotros, y, amablemente, nos ofreció una mesa. Aceptamos  sin miramientos y nos guió hasta el lugar. Nos condujo a una mesa cerca de la pista de baile y nos ofreció algo de beber. Rechacé el ofrecimiento sin siquiera pensarlo, pero Armando ordeno por mí, pese a mis protestas. Después el apuesto mesero se perdió entre el gentío.

Faltaban unos cuantos minutos para que el espectáculo que se ofrecía esta noche comenzara y el lugar ya se hallaba atestado. Por doquier se miraban parejas de hombres y mujeres besándose sin pena alguna bajo las tenues luces fluorescentes, aquí uno podía ser libre, algunos más ya se encontraban en un plan mucho más avanzado. Todos hablaban y sonreían. Amigos o parejas, estaban dentro. Armando miraba e lugar de arriba a bajo, sin perder detalle alguno. Hasta que nuestras miradas se cruzaron entre barullo de luces.

-¿Y?- pregunté.

  • ¡Genial! ¿no?- respondió sin más esbozando una candida sonrisa.

Puse los ojos en blanco y seguí con mi escrutinio. En mi búsqueda me encontré con unos cuantos pares de ojos que parecían concentrados en mí pero decidí no darles importancia.

Poco antes de que las luces se extinguieran el fornido mesero se acerco a nosotros y nos dejo sobre la mesa una botella de un vodka del que ya no recordaba el nombre, un par de vasos de cristal, y una charola  con una buena ducha de hielos. Armando ni tardo ni perezoso se apuro en servir un generoso trago, para él y para mí.

-Por que aprobamos matemáticas- me invito a brindar, después llevo su vaso a sus labios.

  • Por que aprobamos matemáticas- le imite y bebí un pequeño sorbo.

Al momento, las luces se apagaron dejando todo a oscuras. Por doquier se oían gritos y chiflidos. Sobre la tarima se colocaron las brillantes luces y el espectáculo inicio…

La música comenzó, con los acordes de la guitarra… mientras todos aplaudían sonoramente.

I love rock n' roll de Joan Jett.

En el amplio escenario 5 hombres de cuerpos y rostros impecables, todos unos modelos, hicieron acto de presencia sonriendo amablemente a la concurrencia, divertidos de hacérnosla pasar bien; todos iban cubiertos por negros pantalones y camisas al tono, resaltando sus bellas facciones.

El número comenzó con pasos lentos al compás de la música, sin que ninguno fuese por delante ni por atrás, sumamente coordinados. Movían magistralmente la cintura, en un vaivén provocativo, dejando absolutamente nada a la imaginación, mientras el gentío gritaba estruendosamente. Algunos más hacían coro a la muy conocida canción…

… I love rock n' roll

So put another dime in the jukebox, baby

I love rock n' roll

So come an' take your time an' dance with me.

Miraba a Armando que aplaudía divertido del espectáculo, que se representaba frente a él, sin el más mínimo gesto de desde.

Después de una amplia muestra de sus candentes movimientos  uno a uno, los bailarines comenzó a despojarse de su ropa provocativamente, arrojándola al público, cayendo una prenda sobre nuestra mesa; dejando al descubierto sus trabajados pectorales, sus abdomen de hierro, sus anchos brazos y su férreas piernas, quedando en nada más que una minúscula trusa que a duras penas cubría la enorme magnitud de sus dulces encantos. Sus cuerpos, bajo los rayos de las luces de colores,  resultaban exquisitos, incitantes, realmente apetecibles, las protuberancias de sus músculos dibujaban sombras sobre su piel que brillaba delicadamente, a cada uno de sus candentes movimientos.

De pronto, uno de ellos, tal vez el líder, bajo de la pasarela y sus compañeros le siguieron como rebaño de ovejas, mezclándose con la gente que gritaba feliz de su osadía.

Uno de ellos se dirigía hacia mí lentamente, marcando el paso al ritmo de la canción, meneando su prominente trasero de una lado a otro, alzando sus manos y deteniéndose de vez en cuanto para que los presentes se agasajaran con su muy dotado cuerpo, que era mucho más que la representación de la tentación misma.

A unos  cuantos pasos antes de llegar a mí, se desvío, para que un hombre ya entrado en años le colocara un par de billetes en los hilos de su trusa. Después continúo con su trayecto pero ahora no se dirigía a mí, sino a Armando que reía de lo lindo.

El apuesto bailarín se detuvo frente a él y le sonrío. Sin la más mínima renuencia por parte de Armando, el modelo continuo con su espectáculo, arqueando sus piernas para que las de su espectador, que estaba sentado entraran por las de él; esto para estar un poco más cerca. Listo comenzó con el espectáculo.

El bailarín alzo las manos para que mi joven amigo se deleitara con sus amables atributos que parecían de roca a simple vista, mientras el resto del cuerpo lo movía incitantemente.

A nuestros lados la gente gritaba sonoramente, emocionada, unos aplaudían y otros más continuábamos, incluyéndome, coreando la canción…

… I love rock n' roll

So put another dime in the jukebox, baby.

I love rock n' roll.

So come an' take your time an' dance with me.

I love rock n' roll

So put another dime in the jukebox, baby

I love rock n' roll

So come an' take your time an' dance with me.

El guapo bailarín tomo las manos de Armando y las coloco sobre sus duros pectorales, después se deslizaron a lo largo y ancho de su abdomen, mientras seguía con su danza hecha ya más que una arte. El espectáculo que ambos ofrecían era sumamente encantador. Ver a dos esculturales hombres elevo mi imaginación a mil, más aun cuando uno de ellos era el ser que más deseaba sobre la tierra.

La música seguía a todo lo que daba y todos gritábamos frenéticamente. El modelo le dio la espalda para ofrecerle ampliamente su redondeado y jugoso trasero. Armando, valientemente tomó sus protuberantes glúteos, con la insinuante tanga entre ellos. Sus anchas manos recorrieron su cuerpo hasta que se posaron en su cintura, la que agarro fuertemente e imito el tradicional sube y baja, mirándome de soslayo, para dirigirme una sonrisa de complacencia y un fugaz guiño.

Respondí su mohín con mi usual gesto: le puse los ojos en blanco y continué gritando y aplaudiendo, como un loco.

A los pocos minutos el espectáculo término con una elabora coreografía sobre la pasarela. Exhausto por el frenesí del momento  me serví un vaso más, Armando pidió otro igual al mío. Después de que ambos recuperamos el aliento, nos dirigimos a la pista, para bailar un rato. Nos mezclamos entre el gentío que nos hizo compañía por el resto de la noche. Había ocasiones que bailamos con hombres o mujeres sin siquiera haberlos conocido previamente, pero que importaba  estábamos ahí para disfrutar y así debía ser, ni más ni menos. Cuando al fin sentí los pies sumamente cansados me acerque a mi mesa y me desparrame sobre la silla. Mire un largo rato como Armando seguía entre el revuelo de gente de una lado a otro, sin siquiera mostrarla más mínima muestra de cansancio; le envidie su energía que parecía no agostarse ni un minuto.

Miré el reloj de mi celular y ya pasaban más de las dos de la madrugada. Cansado y deseoso de ya irme me acerque a la pista y trate de buscarlo, pero en mi intento me tomaron de la mano y me llevaron al centro del lugar para seguir bailando. Un tanto confundido seguí ahí para así aprovechar y buscar a Armando entre las personas que sudaban a cantaros. Pero no  lo encontré, traté de salirme varias veces del lugar pero no me lo permitían: me regresaban una y otra vez. Hasta que por fin lo logre y pude salir de la maraña de gente.

Rodee el lugar hasta que llegue a mi lugar, en donde ya estaba Armando, con el rostro y la ropa empapada de sudor. Se veía tan sexy así como estaba, resaltando por la luz que irradiaban sus ojos verdes.

Sonreía al verle.

-¿Ya listo para irnos?- pregunté casi gritando para que mi voz se sobrepusiera a la   música.

-¡Claro cuando gustes!- respondió alegremente, tambaleándose de un lado a otro. El alcohol comenzaba hacer efecto.

¡No podía ser cierto, no a mí…! Me lamente.

Como pudimos salimos del lugar.

Iba atento a cada uno de los pasos que daba Armando, ya que continuamente encontraba con algo con lo que tropezarse o  alguien con quien chocar. Recorrimos el mismo pasillo oscuro y solitario de la entrada hasta que llegamos ahí. Afuera solo estaban unas cuantas parejas por entrar. Pedí permiso para pasar.

Ya alejados del lugar le tomé del brazo  y lo coloqué sobre mi cuello para guiarlo por la calle. Anduvimos por el mismo camino que pasamos por la tarde hasta que llegamos al estacionamiento. Descendimos lentamente por las escaleras y arribamos  al automóvil.

Le pedí las llaves  a Armando y amablemente me las entrego. Abrí la puerta del copiloto y como bien pude lo hice entrar. Por unos momentos creí que iba a protestar pero entro dócilmente. Colocó la cabeza sobre el asiento, cerró los ojos y comenzó a dormir.

Manejé tranquilamente a Villa Florencia, mirando de vez en cuando el bello rostro de Armando, tenuemente iluminado por las luces del tablero. Dormía tan placidamente que por unos momentos me contagio su sueño. Sentí unas ganas enormes de rozar sus labios, de sentirlo cerca, de catar el dulce y exquisito sabor de sus labios… Pero me contuvo como pude. Pise el acelerador y tome la desviación a casa.

A unos cuantos metros antes de llegar, Armando abrió lo ojos me miró y sonrió.  Respondí su gesto con una sonrisa no tan hermosa como la de él, pero hice lo humanamente posible por compararle.

En unos cuantos minutos llegamos a su casa, donde no había seña alguna de vida. Al parecer no había nadie.

Estacioné el automóvil en la cochera, apagué el motor y me dirigí a abrir la puerta del copiloto. Armando salio aun tambaleándose pero con un poco más de sentido que hace una hora. Caminó rumbo a su habitación y le seguí temeroso a que pudiese caer. Cruzamos la sala y el vestíbulo,  que estaban sumamente oscuros, hasta que llegamos a pie de las escaleras, trató de subir pero al tercer peldaño resbalo.

Subí rápidamente y le ayude a incorporarse. Y al igual que a las afueras del antro, tomé su brazo  lo coloqué sobre mi cuello y lo guíe a su habitación, disfrutando a cada momento el roce de nuestras pieles.

Después de toda una odisea llegamos al último peldaño.

La planta alta a diferencia de la planta baja estaba iluminada por  los rayos de la luna que entraban invictos por los altos ventanales que daban al enorme jardín trasero, lleno de árboles y una enorme alberca donde la luna se reflejaba, regodeándose de su belleza,  llenado de su luz nácar la amplia estancia.

-Al fondo- murmuro Armando.

Al final del  largo pasillo estaba una enorme puerta de madera. Caminamos bamboleándonos hasta ahí, como un par de ebrios. Al llegar coloque mi mano sobre el picaporte; giré, el pestillo chasqueo momentáneamente; después empuje. La puerta cedió sin poner oposición alguna.

Su habitación, era un cuarto enorme con un gran ventanal que nacía desde el suelo alfombrado y terminaba hasta el techo, desde donde se podía admirar una gran parte del jardín y desde donde la luna nos miraba jovialmente.

Entramos sin decir palabra alguna. Nos acercamos a la cama.

Lo que acontecido después, sucedió en unos cuantos segundos.  Al estar cerca de la enorme cama tropezamos con una par de zapatos; nuestro equilibrio se vio perturbado, traté de recuperarlo, pero me fue inevitable. Su mano sobre mi cuello me atrajo junto a él y caímos sobre la cama que protesto ante nuestro peso….

Quedamos rostro a rostro, cuerpo a cuerpo…

Armando abrió los ojos repentinamente. Intente levantarme, pero solo logré sostenerme con mis brazos, a unos cuantos centímetros de su rostro, a unos cuantos centímetros de sus labios;  una extraña fuerza me mantuvo ahí, clavado, hipnotizado en sus ojos que me miraban inquietos, dudosos, un tanto sorprendidos…, a la vez que sentía la enorme  perfección de su cuerpo bajo el mío, que no pasaba por alto ni el más mínimo detalle que contuviera.

Mi corazón se disparó a mil, la sangre a corrió por mis venas y mi entrepierna comenzó a reaccionar indiscretamente.

-Debo irme…- murmure con la voz entrecortada.

Pero no hubo miradas, no hubo inciertas palabras, ni torpes respuestas. No hubo cosa alguna…

No hubo nada…

Sólo nuestras acompasadas respiraciones; sólo un enorme e ininterrumpido silencio y la vehemencia de nuestra  calida sangre fluyendo a lo largo y ancho de nuestras venas; sólo las ganas de extinguir la llama de algo que se había encendido hace mucho y que se alimentada de una esperanza que parecía no morir; sólo la enorme necesidad de calmar y de saciar un deseo guardo en lo más profundo de nuestros corazones…

Continuara...