El Otro Rostro de la Vida... Cap. 5º
Las cosas en la vida de Jahíro parecen cambiar, sin siquiera darse cuenta y cunado menos se los espera una nueva sorpresa toca a su vida y sin pesarlo ni imaginarlo las cosas parecen estar a su favor olvidando por completo de una promesa que se había hecho a sí mismo en El Otro Rostro de la Vida
A todos aquellos seguidores de este peque;o relato una inmesa disculpa... no había podido publicar... pero bueno aqui esta el Capítulo 5, ojala sea de su agrado...
saudos
LANDO S. M
El Otro Rostro de la Vida
Una existencia desde una perspectiva diferente...
Capitulo 5º
San Marcos es un, muy conocido, pueblo turístico que se encuentra a unos 30kilometros de Villa Florencia, el pueblo donde vivo, situado en el centro del país; una mágica combinación de un pueblo rural y un lugar de ensueño, famoso por sus cristalinas aguas termales, por su sin fin de balnearios y su limpio río que corre cuesta abajo en los linderos del poblado, rodeado por frondosos árboles verdes.
Tanto con mamá, como con Cathy y sus padres había visitado el pueblo de San Marcos continuamente. Nuestro pequeño pueblo carecía de muchas cosas de las que este contaba. Era una costumbre visitar una pequeña plaza comercial con la que contaba, donde se congregaban muchas de nuestras distracciones: un pequeño cine con 4 escasas salas, tiendas enteras dedicadas al mundo de la música, pequeñas boutiques repletas de un sinfín de ropa, departamentos de artículos deportivos, centros de revelado, negocios de videos juegos, tiendas de las franquicias más conocidas de comida, tiendas de helados y demás; asistíamos continuamente para hacer compras, para Cathy o para mi, entre otras cosas más. Nuestra escasa vida social transcurría en el centro de esa ciudad, el que ya conocíamos de pies a cabeza.
Todo el camino de ida permanecía callado, serio, con la vista fija al frente, mirando de soslayo las enormes hectáreas de árboles desnudos por el otoño, que no eran más que una borrosa línea que corría sin orden a mis costados. No podía creer, en lo absoluto, el grado de mala suerte que tenía, en verdad que no la podía creer.
¿De qué forma podía olvidar a Armado si siempre estaba ahí cuando más ganas tenía de hacerlo, cuando había decidido, por mi propio bien, dejarlo a tras y darme una nueva oportunidad de poder ser feliz aunque fuera un corto tiempo y nada más?
De pronto, inconcientemente, a modo de respuesta, vinieron las palabras de alguien, a quien había decidido olvidar, hace mucho tiempo, como si aun lo tuviera aquí a mi lado, cerca de mí.
“Nada, absolutamente nada en esta vida, por absurdo e insignificante que sea, sucede por casualidad… todo esta encaminado a un solo fin, por malo o bueno que sea, por maravilloso o trágico que parezca.
La casualidad no existe
Las cosas suceden por algo, solo hay que esperar su efecto y nada más…”
-¿Pasa algo?- pregunto Armando sin despegar la vista de enfrente. Un tanto inquieto ante mi “absurda” actitud.
-No, nada. No te preocupes. Ya sabes: yo y mis tontas actitudes.- respondí, mirando que ya cruzábamos el laberinto de calles de San Marcos y que nos dirigíamos al estacionamiento de la plaza. El camino fue más largo que de costumbre.
No tardamos mucho en encontrar un buen lugar, a unos cuantos pasos de la entrada y ahí nos detuvimos.
-¿Sabes: hay veces que creo que te desagrado un poco, que te caigo mal o que no te agrado como amigo? Te noto extraño, incomodo, como si no te agradara estar conmigo.-dijo antes de bajar, recargando la cabeza en el asiento, mirando el aterciopelado techo del automóvil.
Su comentario me pillo de sorpresa y me quede inmóvil, sin saber que hacer o que decir, en mí defensa, pero sus palabras que salían de su corazón, un corazón dolido, me estremecieron.
- ¿Ves? Tenía razón. - murmuro lamentándose y haciéndome sufrir por mi actitud.
-En tal caso no debería preocuparte; el del problema soy yo y no tú. No te deberías agobiar por tal cosa, eso déjalo para mí, aquí el que tiene una actitud extraña soy yo. ¿No crees? Así que por el momento a disfrutar, que la tarde aun es joven- fue lo único que atine a decir. Dicho esto baje sin darle el mayor tiempo a que planteara más preguntas.
Cerré la puerta y comencé a caminar mientras escuchaba como el carro pitaba por la alarma esporádicamente. Segundos después, Armando, me alcanzo con el rostro contrariado.
-Hombre no te preocupes, no pasa nada, eres un chico agradable, buena persona, sencillo y lo más importante eres el novio de mi mejor amiga. Poco a poco me iras conociendo y te darás cuenta de cuan extraño puedo resultar.-le anime mientras subíamos unos cuantos escalones para llegar al vestíbulo del centro comercial; su mala cara me hacia sentir pésimo, el más cruel e inhumano chico del mundo. Ahora tenía una batalla más pérdida y algo más de lo que no tardaría en arrepentirme.
-¿Todo un extraterrestre?- indago irónicamente con el esbozo de una sonrisa en su bello rostro.
-Todo un extraterrestre- confirme, contagiado por su elocuente alegría que no podía disimular en lo más mínimo.- Adelante- dije indicando la entrada de cristal.
Predispuesto a que el arrepentimiento hiciera acto de presencia por la noche, me deje llevar por lo que estaba viviendo…
La plaza comercial se encontraba un tanto desierta pese a ser fin de semana; era poca la gente que deambulaba por los pasillo y mucho menos aun la que estaban en la tiendas o mirando los escaparates repletos de parafernalia y media. El bullicio era tenue, sutil, como el balido de las ovejas.
Nos detuvimos a mirar unos cuantos aparadores de ropa y películas, pero nada compramos. También entramos a un negocio de productos esotéricos, con un olor penetrante a inciensos; después recorrimos las primeras tiendas hasta que llegamos a la entrada del cine. En las altas paredes colgaban los cartelones de los más nuevos estrenos que se encontraban disponibles. Miré cada uno, y uno que otro capto mi atención no como me hubiese gustado, pero al fin ahí estaba y bueno tenía que aprovechar la ocasión.
Comente la idea de ver una película argumentando que aun era muy temprano para comer. Armando acepto si poner pero alguno, lo que realmente me gusto. Dejo que yo decidiera la película que veríamos y así lo hice, deseando no regarla con mi elección.
Compramos los boletos en la taquilla que estaba a unos cuantos pasos, mientras el aroma a mantequilla derretida llego a mi en un suave efluvio; acto seguido, nos abastecimos de palomitas, dulces y refrescos para amenizar la estancia dentro del lugar. Faltando unos cuantos minutos nos dirigimos a la sala correspondiente como los mejores… amigos… y nada más.
Nos sentamos en los últimos asientos, a modo de gradas, mientras las luces se apagaban. Era poca la concurrencia; lo que realmente me inquieto; ahora solo esperaba no cometer alguna estupidez, la más grande que pudiese cometer hoy…
Después de haber transmitidos los cortos de los próximos estrenos, la primera escena se materializo en pantalla.
De vez en cuanto apartaba la vista de la pantalla gigante y la posaba sobre la oscura figura de Armando, que al igual que yo estaba inmóvil atento a lo que pasara. En la oscuridad, al cobijo de las sombras resultaba mucho más inquietante, más tentativo que nunca, pese a la penumbra podía distinguir perfectamente cada uno de sus rasgos y que decir de sus bellos ojos verdes que parecían irradiar alguna extraña luz ahí dentro.
Conteniendo todos mis deseos cruce los brazos y volví la vista a la pantalla, para así no cometer la mayor estupidez posible.
Muy a pesar de todo me deje llevar por la trama que me mantuvo pegado al asiento, hasta que por fin los agradecimientos y demás corrían por la pantalla cuesta a bajo.
Aun impactados por el sorprendente final nos dispusimos a salir; metí la basura de las golosinas en el recipiente de las palomitas para después encaminar nuestros pasos cuesta abajo.
El ambiente en la plaza después de dos y media horas no había cambiado en lo más mínimo, ahora había menos gentes lo que realmente agradecía. Me agobiaban demasiadas personas congregadas en un mismo lugar, más aun si todas hablaban gritaban o susurraban al mismo tiempo, sin darse tiempo siquiera en contestarse.
Caminamos entre el tenue bullicio hasta que llegamos a una pequeña fuente, en forma de una campesina con un cántaro en los hombros de donde escurría agua, salpicando pequeñas gotas del liquido por doquier.
- ¿Comemos? – le pregunte a Armando que miraba absorto al otro lado de la plaza, con las manos en los bolsillos.
-Cómo gustes - respondió a mi pregunta tratando de ser benevolente.- El que invita paga- continuo conteniendo una sonrisa de oreja a oreja.
Puse los ojos en blanco y le indique que me siguiera.
Anduvimos unos cuantos pasos hasta que nos encontramos ante los negocios de comida.
-Ya que voy a ser el que paga te dejo que escojas, ¿te parece?- comente.
-Me parece perfecto- dijo mirando de unos en uno los negocios, meneando la cabeza. Después de unos minutos escogió. Optó por un restauran de comida rápida.
-¡Práctico!- reconocí, encaminándome hacia el lugar.
-Solo un poco- aceptó abriendo la puerta del negocio.
Dentro. Al igual que afuera había poca gente: un feliz matrimonio, una pareja, otro par de amigos como Armando y yo y nada más. Pedimos nuestra orden tras haber deliberado de un amplio y apetecible menú.
Nos sentamos en una mesa retirada de la gente y del televisor que hablaba sin parar, sin nadie que le tomara en cuenta, típico de estos lugares.
-¿Sabes? tengo una pequeña duda respecto a…-intento decir pero antes de que pudiera continuar lo interrumpí.
-¡No! ¡No! Nada de preguntas comprometedoras, bastante con las de la ultima vez-dije sin darle tiempo de nada.
-Espera…-dijo sonriendo- Aun no termino. No te predispongas a nada. Eso es para después.-puse los ojos en blanco. Era inevitable negarle algo, no había duda.-Se trata de Jorge, mi tío.-aclaró, después continuó- ¿Por qué te odia tanto? Hace días le hice un pequeño comentario sobre ti y bueno realmente comprobé que no congenian del todo. Creía que se debía a algo pero no puedo comprender que pueda ser.
- No te aflijas estamos en las mismas. Ni yo tengo la más remota idea. Quizá se deba a que cada año tiene que agarrarse a su puerquito y bueno esta vez me toco a mi- supuse mientras el tomaba muy enserio mi tonta hipótesis.
-Tal vez.-optó- Pero esperemos que no sea así- murmuró por lo bajo un tanto apenado por la tonta actitud de su familiar.- ¿Y qué tal vas con él? Me supongo que bien, ¿no?
- Pues supones mal, muy mal, estas demasiado lejos, a años luz de la realidad. Desde el tercer día de clases me hizo sabedor de que tenía que presentar el examen final de su materia.- le corregí- Así que ahora tú dime ¿que tan mal puedo andar?
-No te preocupes. No pasa de que… repruebes- reconoció muy seriamente y el alma se me vino a los pies imaginándome el panorama que me esperaba; mientras Armando estaba muerto de la risa- No te creas, era una pequeña broma.-añadió ante mi cara de real angustia.
-¿Una broma? Casi me matas del susto- dije furioso. Y antes de que ambos pudiéramos decir algo, no indicaron que nuestra orden estaba lista. Un tanto furioso y un tanto divertido me levante, tome la charola del mostrador y volví a la mesa.
-No te enojes- me sugirió Armando, con una cara que no pude más que sonreír. Al verme derrotado continuo- ¿Y para cuando tienes tu examen? Claro si se puede saber. Porque contigo uno no tiene idea que se te puede preguntar.
-El miércoles de la primera semana de exámenes- dije sin darle importancia a su ultimo comentario, y es que no encontraba la forma de mostrarme enojado, a los pocos minutos o con una simple sonrisa se desvanecía todo afán de demostrarlo- Así que como ves me queda poco más de una semana para estudiar.- calculé imaginándome ahí sentado delante de ingeniero Jorge, tan aborrecible como siempre.
Comimos nuestra orden: un par de hamburguesas, papas a la francesa entre otras cosas más, en una amena plática sobre diversos temas, nuestros gustos, nuestros pasatiempos, nuestros miedos. Que fácil me resultaba sostener una platica con Armando, era la cosas más sencilla pude haber encontrado. El remordimiento y la culpa se me habían olvidado. ¿De qué forma? No lo sabía. Decidí ignorarlo; no era tiempo, ni el momento para preocuparme en tontas trivialidades.
Hablamos, criticamos de todo lo que pudimos; de nuestras complicadas y, a su vez, fáciles vidas, de nuestras tan añoradas y pasadas infancias, de nuestros irrisorios sueños, de nuestros mayores anhelos.
Él deseaba ser el mejor abogado del país, quería defender a los inocentes y a los desprotegidos; desde muy pequeño había sentido esa imperante necesidad de proteger a la gente indefensa. En cuanto a mi era un tanto opuesto, casi decepcionante, a lo que se podía esperar en un chico de mi edad: yo era… un barco a la deriva, sin ancla que me varara a un puerto seguro, a la peculiar merced del viento y… nada más. Ambos éramos tan distintos, tan diferentes… francamente éramos lo que se puede llamar… ¿dos polos opuestos?; sí, efectivamente, eso éramos: dos seres desiguales, ajenos a las necesidades, a los ideales, al fin que teníamos que cumplir el uno del otro, dos distintos rostros de la vida, unidos por el destino…
Todo parecía marchar viento en popa hasta que se toco el tema que menos deseaba mencionar y al que tanto había rehuido desde la tarde:
-¿Y alguna ves te has enamorado?- pregunto mientras jugaba con el popote de su refresco, mirándome suspicaz- ¿Por qué me supongo que lo has hecho? ¿No?
-Ahí vamos de nueva cuenta- refunfuñe cruzando los brazos.- Habíamos quedado en que…-
-Si lo sé, pero recuerda: prometiste responder cada una de mis inquietudes, lo que no me aseguraste es responderme con la verdad.- recordó lo que había dicho la noche pasada-; pero aun así y de cualquier forma estoy dispuesto a oír mentiras; de alguna forma inconciente es lo que todo mundo hacemos, algo podré deducir de eso.- continuo resignado, agachando la cabeza, escondiendo una sonrisa.
-Te responderé. Pero solo esa pregunta y nada más, de acuerdo- sentencie para asegurarme de que no llegara a más. Meneo la cabeza con desaprobación, algo tenia planeado.- Si y no.- respondí lanzado un largo suspiro.
-¿Si y no?- medito, bajando la vista a su vaso de refresco, tratando de descifrar mis palabras.-Buena respuesta.-observo- ¿Te has percatado que muy a menudo esa es tu respuesta: Si y no?… muy preciso.- murmuro con ironía.
Puse lo ojos en blanco meneando la cabeza.
-Pero continua por favor- concluyo, antes de que pudiera protestar.
-No fue hace mucho cuando paso, cosa de meses- trate de aclarar-, y bueno en ese tiempo me encontraba en un proceso de desarrollo y aceptación, y como la vez pasada te dije: me costoso demasiado afrontarlo; y bueno en esa parte fui presa de confundir el deseo con el amor; creía que eran algo así como… “sinónimos” por así decirlo; una parte de mi necesitaba que fuera amada y otra deseaba, de la misma forma que la primera, asegurarse de que me estaba llevando por el camino correcto. Pero afortunadamente me di cuenta que entre los dos había una enorme y abismal línea, una muy amplia y que al final de cuentas uno puede existir sin depender en lo absoluto del otro y que también se pueden complementar de alguna u otra forma y que cuando lo hacen es algo realmente maravilloso.
Pero las cosas cambian con el tiempo y yo, yo no fui la excepción.
Tal vez estuve equivocado, tal vez acerté, realmente ya no importa, pertenece al pasado, y el pasado es eso: pasado; así que ya he dado vuelta a esa hoja y ahora solo miro de frente que la vida sigue y que es muy corta.
Medito mis palabras a profundidad. Guardo silencio mientras llevaba el popote a sus labios. Bebió un largo sorbo y continúo:
-¿Y como se llamaba? ¿Qué es de él? ¿Lo conozco?- pregunto.
-No más preguntas- dije mirándole a los ojos.
Ya no debía hablar más, ya no podía, pero me fue imposible, y otra vez caí rendido ante sus adulantes métodos de persuasión…
-Primera pregunta: Daniel. Segunda: No lo sé, lo ignoro. Y tercera: No lo conoces hace tiempo que ya no vive en el pueblo- balbuce torpemente mientras los recuerdos acudían a mi mente y mientras el volvía a sonreír invicto.
-¿Lo ignoras?- murmuro enarcando las cejas, un tanto incrédulo.
-Sí, hace un año que se fue de Villa Florencia, sin dejar rastro alguno… huyo de lo que la vida le deparo ahí. Y bueno no se supo y no supe más de él.- respondí, Armando guardo silencio, mi tono de voz le indico que lo último era un tema intocable.
-¿Y el presente…? ¿Y el futuro…?- pregunto sin despegar su mirada de la mía, que parecía una tanto inquieta ante mis palabras.
-¿Qué paso con ellos?- dije suponiendo hacia donde iba el asunto.
-¿Qué piensas hacer? ¿De qué forma te gustaría vivir la vida?-
-El futuro…-dije irónicamente, enarcando la cejas- El futuro, por si no lo sabes es incierto, impredecible, cambia constantemente, a cada acto, a cada decisión que se toma, es voluble, cambiante, nada esta definido y de ninguna forma esta escrito…- argumente, sin darle mayor importancia.
-¿Y el presente?- retomo, febrilmente. No dejaba escapar ninguna oportunidad que se le presentara.
Volví a suspirar después hable:
-El presente hay que vivirlo, sin miedo, sin rencores, porque no sabes cuando y ni de que modo todo puede acabar- respondí tratando de evadir la esencia de la pregunta; pero algo muy en el fondo me decía que no había servido de nada.
Armando me miro, trate de no flaquear, pero me resultaba imposible.
-¿Y?-
-¿Qué?- pregunte, comprobando que había fallado.
-¿Piensas enamorarte? ó ¿Estás enamorado de alguien?- inquirió directamente, al grano, a sabiendas que yo no hablaría respecto a ese tema, si el no lo preguntaba, tocando unas cuantas fibras de mi ser.
-Voy al baño- me excusé levantándome del asiento temeroso a que hablara más de lo que ya lo estaba haciendo.
-¿Y me vas a dejar así?-
-¿Así cómo?-
-Con la duda- aclaro mirándome desde su asiento. Preguntas, solo preguntas. ¿Qué no podía hacer algo más?
-La curiosidad mato al gato- le recordé.
-Yo no soy el gato- se defendió.
- Y yo no soy nadie para resolver tus inquietudes- dije, con tono firme tratando de darle entender que por hoy la platica nuevamente había terminado. Gire sobre mis talones y me dirigí al baño.
Al regresar la cuenta ya estaba liquida. Proteste pero de nada sirvió, ignoro olímpicamente todas mis quejas y me dejo hablando como un vil loco, mientras miraba el cartel de una promoción de teléfonos móviles.
No muy resignado acepte.
Arribamos al estacionamiento por distinto lugar por el que habíamos llegado. Desactivo la alarma y nos subimos tranquilamente, mientras el sol se ocultaba a nuestras espaldas silenciosamente.
Baje la ventanilla para sentir el aire fresco del crepúsculo, golpear mi piel. Y sin el menor anuncio el automóvil comenzó a andar dejando atrás el centro comercial.
-¿Te gusta?- pregunto Armando, virando a la izquierda.
Mucho antes de preguntar qué me gustaba, el estéreo reprodujo una canción que me era muy familiar.
Oía la pieza a conciencia.
-Claro. Eversleeping de Xandria ¿Imagínate sino?- murmure.
-Me lo supuse, seria un enorme pecado sino. Nadie que conozca a Xandria puede pasar por alto esta rola- dijo sonriendo. ¿Y es que no podía borrar esa bella sonrisa de su rostro? ¡No!, era la respuesta inmediata, que era lo mejor. No me imagina a un Armando sin esa tan peculiar sonrisa.
De regreso a casa ninguno de los dos hablo más del tema. Ambos preferimos salirnos por la tangente de la forma más absurda que encontramos; aunque había algo más que claro, ambos lo hicimos por motivos diferentes; él por temor a que llegara a molestarme ante tanta insistencia y yo por temor a que hablara de más y le confesara todo lo que sentía. Lo que realmente me inquietaba era su grado de curiosidad, no llegaba a entender su inquietud en algo como lo es mi monótona y tediosa vida. ¿Por qué tanto interés?
Retomamos la plática inconclusa de la comida, bueno, la parte antes del minucioso interrogatorio sobre mi vida amorosa. Después nos limitamos a platicar sobre la película, sobre las cosas que habíamos visto y nos habían agradado y de más. Ahora, al contrario que al principio, el trayecto de regreso a casa fue demasiado corto para mi desgracia.
Ya comenzaba a oscurecer cuando su lujoso automóvil se detuvo frente a mi solitaria casa. La acera estaba prácticamente solitaria sin alma en pena que vagara, escasamente iluminada por los faroles de la calle.
Antes de bajar nuestras miradas se encontraron por casi unos eternos segundos y antes de que me arrojara a sus brazos habló desviando la vista al frente:
-Gracia por aceptar que te acompañara- dijo agradecido- Últimamente me he sentido algo agobiado, y en verdad que necesitaba distraerme y vaya que ya me hacia falta salir un poco.- se justifico sin apartar la vista del volante.
-No hay problema, ya sabes que para eso estamos los… amigos.- dije pronunciando la ultima palabra con un poco de dolor impregnado en cada una de las letras que la conformaba- Y todo lo contrario, gracias a ti por hacerme compañía. Sin Cathy me he sentido solo e igual que tu necesitaba un poco de compañía. En verdad gracias.-
Terminando de hablar coloque la mano en la manija, tiré de ella y empujé la puerta, pero antes de salir Armando murmuro un par de palabras que me pegaron al asiento:
-Y disculpa por tanta insistencia, en verdad no pretendía molestarte de ninguna forma.- se disculpo de corazón, para mi sorpresa, ahora sí, mirándome tranquilo, sereno, inmutable a los ojos.- Pero en verdad que me resultas un tanto inquietante…-concluyo sin más, dirigiéndome, una vez más aquel día, esa encantadora sonrisa.
-No hay ningún problema- le disculpe rápidamente, un tanto aturdido por sus palabras. Me encantaba e indudablemente desde hace mucho estaba más que perdonado.
Listo, estrechamos nuestras palmas y ambos nos despedimos con una sonrisa, difícil, muy difícil de disimular, en el rostro. Después baje, cerré la puerta y espere hasta que se perdió en las sombras de la noche.
“Un tanto inquietante…” Me dije para mis adentros, ocultando un gesto de felicidad.
El resto de la semana, posterior al viaje a San Marcos, transcurrió con excesiva lentitud, lo que una parte de mi corazón agradecía de alguna forma, la otra parte maldecía indudablemente; ya que de alguna extraña forma, que no llegue a comprender del todo, la relación con Armando cambio radicalmente, de una forma tan drástica que aun me asombra.
En una abrir y cerrar de ojos nos habíamos convertimos en los mejores amigos; quizá él me viera de otra forma muy distinta a la que yo esperaba, pero como todo ya no me importo, estaba dispuesto a aceptar las cosas como vinieran, y ya no renegaría por nada. Y de esta forma mi propósito de alejarme de él quedo en el pasado… olvidado, lo que no llegue a lamentar de momento y de ninguna forma.
Armando me recogía por las mañanas para ir juntos a la escuela y de regreso me traía de vuelta. Pasaba gran parte de la tarde en mi casa ayudándome a estudiar, lo que realmente le agradecía de corazón. Los avances eran pocos, pero por los menos me defendería en el examen y lo que implicaba que ya existí la mínima posibilidad de aprobar con un raquítico seis.
La fecha del fin de cursos se acerco inexorablemente y con ella las dos semanas de exámenes finales que se nos programaban cada fin de curso, semanas que muchos odiábamos irrevocablemente. En el instituto no hubo mucho revuelo, todo lo contrario los niveles de asistencia de alumnos disminuyo, muchos, solamente, hacíamos acto de presencia para entregar tareas, trabajos finales y en ocasiones recoger calificaciones que muchas veces no era las mejores.
Y yo a cada día que transcurría, era un manojo de nervios hasta que por fin el día del examen con Ingeniero Jorge, llegó.
El examen fue programado a primera hora, así que hice un esfuerzo sobrehumano para llegar temprano. Después de todo una odisea llegue antes de lo acostumbrado; aun nadie había llegado así que me senté en la antepenúltima fila, lo ultimo que deseaba era sentirme intimidado por el ingeniero; lo que más necesita, para realizar un examen “impecable”, era la más absoluta concentración posible.
Al paso de los minutos el salón se fue llenando poco a poco, por mis escandalosos compañeros de clase, miré a mis costados y el aula ya se encontró casi llena, salvo unas cuantas butacas vacías, ya que eran muy pocos los que aprobaban la materia.
Faltando unos cuantos minutos para la hora del examen cuando el profesor entro con su rostro de hastío, malhumorado. Coloco su portafolio en el escritorio, paso lista con su voz monótona y cansada, dio indicaciones y repartió los exámenes, mirándome inquisitivamente, tratando de intimidarme de una forma siniestra. Pero antes de que lo lograra aparte la mirada, y me concentre en mi examen.
A los pocos minutos tocaron la puerta y todos, al compás, levantamos la vista.
La puerta se abrió unos cuantos centímetros y en el quicio aparecido un bello rostro.
-Disculpe Ingeniero- dijo un joven que parecía exaltado.
-Si ¿Qué se le ofrece?- pregunto dubitativo.
-¿Puedo pasar? Voy a presentar examen-respondió el alumno para sorpresa de todos.
-¡Armando!- dijo el profesor una tanto sorprendido-, sino mal recuerdo el examen con tu grupo estaba programado….- murmuro tomando una par de hojas del escritorio- para el próximo jueves.- confirmo el con el rostro contrariado.
-Si así es. Pero pedí un cambio de fechas, debido a un compromiso que tengo que cumplir- argumento Armando para mi asombro- Traigo una orden firmada por el coordinador del área si gusta verla- dijo mi apuesto amigo extendiendo una hoja al profesor.
-No, no es necesario.- pase, y tome asiento indico, entregándole una examen que tomo del escritorio.
-Gracias- agradeció el joven mirándome desde en frente y al instante comprendí el plan que traía entre manos y realmente me sorprendió. Miró por unos segundos el juego de hojas y encamino sus pasos a mi lugar. Baje la vista para no levantar la más mínima sospecha en el profesor.
Se sentó a un lado mío, en una butaca que estaba desocupada. Busco sus plumas y lápices en el fondo de su mochila, al encontrarlas, la arrojo bajo la butaca, volvió a verme con esa hermosa sonrisa que no podía borrar de mi memoria…
-¡Que comience el examen!- apremio el profesor desde en frente mirándonos receloso.
-Suerte…- me deseo, Armando, a media voz, a sabiendas que, indudablemente, la iba a necesitar.