El Otro Rostro de la Vida... Cap. 4º

Y después de una larga noche las cosas parecen cambiar para Jahíro… pero después de mucho aún comprende que el destino y la vida están empecinados en darle la espada una vez más sin consideración alguna… en… El Otro Rostro de la Vida… Una existencia desde una perspectiva diferente

Chicos! aquí les dejó el 4to capítulo de esta serie... ojala sea de su agrado...

A todos aquellos que se han tomado un tiempo pra comentar 1000 Gracias, no tienen idea de cuanto aprecio sus palabras...

Saludos...

Lando S.M

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...

Capitulo 4º

No supe cuanto tiempo me quede tirado sobre el gélido piso del vestíbulo, después de haber cerrado la puerta a mis espaldas, con las manos tirando de mis rizados cabellos, ni desde que momento mi cuerpo se sintió completamente entumido debido al frío y  ni mucho menos el porque me había levantado, hace ya mucho que no tenia ningún motivo para hacerlo.

A mí alrededor todo era un caos y un desastre total.  Realmente yo era el caos, eso era innegable, no estaba en duda. Todos lo sabían y aun en contra de mi terca yo también lo tenía en cuenta.

Caminé tambaleándome, de un lado a otro, entre el dédalo de muebles que no eran más que negras sobras en una oscuridad mucho más tenebrosa. Subí los peldaños uno a uno, con el dolor del remordimiento a cuestas, sin prisa alguna, sin nada que me apurara; deseoso de que el tiempo pasara sin siquiera percatarme de la más mínima manera de su lento transcurso. Ya nada me importaba y ni me importara.

Anduve apaciblemente hasta que por fin llegue a mi solitaria habitación. Abrí la puerta, tras el chirrido de los goznes entré y me tiré sobre la cama, los resortes protestaron momentáneamente haciendo eco en la soledad de mi alcoba. Después el silencio absoluto se hizo; solo mi respiración y los latidos de mi corazón, resonaban a  mis alrededores tenuemente.

Abracé mi almohada con excesiva fuerza, pegándola a mi cuerpo. Si existía algo de lo que no tenia duda en esta vida, por pequeño que pudiera parecer, era que necesitaba, deseaba y anhelaba ser amado de todas la formas humanas posibles. Necesitaba una pequeña muestra de cariño, de amor, una frugal caricia, un simple y espontáneo beso.

Di la vuelta enredándome en el edredón. No tenia sueño. El dolor y el cansancio que inminentemente sentía, parecían no menguar en ningún momento, eran persistentes en abundancia, y hacían acto de presencia  a cada momento, ahuyentando el poco sueño que mi cuerpo sentía, me era sumamente difícil de ignorarles.

Cerré los ojos pero nada paso, solo un rostro que no quería borrarse por que estaba marcado al rojo vivo en mis recuerdos. A los pocos minutos volvía abrirlos y solo para ver más oscuridad, más dolor, más soledad y  mucho más sufrimiento…

En un intento de indiferencia tomé un deshojado libro que mamá me había prestado hace algunos días; aquel que hablaba sobre un apuesto joven, que perpetuaba su belleza mientras un retrato suyo se avejentaba en su lugar.

Me había sentido sumamente identificado con aquel joven y no por que me le pareciera, todo lo contrario era su polo opuesto, así que deseaba de corazón ser como él era: libre, audaz, un caso perdido desde que enfoque lo vieras, aunque en este punto no había mucha discrepancia; así  que tomé entre mis dedos la última hoja que había leído a conciencia, hasta que agarré el hilo de la trama.

Me sumí, momentáneamente en la lectura dejándome llevar por el arte de las letras, que de alguna forma extraña, me hacía olvidar mi realidad; no importaba cuanto tiempo fuera; lo más importante era que, por lo menos, unos cuantos minutos podía olvidar todo lo que mi corazón sentía…

Llevaba a lo mucho unas siete hojas cuando por fin el sueño cobro fuerza. Cerraba los ojos súbitamente, después los volvía abrir. Comenzaba a ver borroso.

Faltaban algunos párrafos para que el capitulo que leía concluyera así que seguí la lectura para finalizarlo y no dejar nada a medias. Odiaba las medias tintas. Hasta que le di fin al capitulo. Cerré el libro y lo arrojé al pequeño buró a mi lado

Apague la luz, y sin levantar las mantas y sin desvestirme siquiera  me tire a dormir. Cerré los ojos e intente conciliar el sueño.

En mi profunda concentración oí, a lo lejos en un sutil susurro, un coche que acercaba, seguido del sonido del motor que irrumpía el suave y tierno silencio de la apacible madrugada.  Abrí los ojos y  pose la vista sobre la ventana esperando que lo faros iluminara por unos segundos mi ventana. Pero nada de lo que esperaba paso.

El automóvil aun se acercaba lentamente, a vuelta de ruede pude deducir; hasta que por fin el coche se detuve cerca de mi casa donde se detuvo, apago el motor y el ventilador  comenzó su trabajo.

Quise no darle importancia al asunto, pero una inquietud perturbo mi momentánea calma… ¿Quién podía ser a estas horas?

Intente continuar con mi sueño interrumpido pero, sin saber cómo, pude escuchar  que la puerta del auto se abría lentamente y después se cerraba de un golpe sordo que reverbero en la oscura madrugada, hasta que por fin el eco se perdió en las lejanías, arrastrado por el ligero viento que soplaba con calma. Acto seguido unos sutiles pasos andaban por el verde césped del jardín, después por  la grava que crujía bajo su peso, hasta que por fin llego al porche mi casa. Sin siquiera saber el porque, sentí un miedo injustificado apoderándose de mi cuerpo; alguien había llegado.

¿Mamá?, me pregunte dubitativo, un tanto temeroso. No, Maite no podía ser, tenia programado su regreso para el  lunes por la tarde así que ella no era. No podía ser.

Hundí la cara en la almohada, cuando en la planta baja se oyó como la puerta de la entrada se abría chirriando débilmente, protestando por las altas horas que eran. Los pasos le siguieron y al igual que al principio eran afables, tranquilos, pero aun, así de esta manera, no lograron despegar el gran miedo que sentía.

Intente encender la luz de la lámpara que estaba a mi lado, pero el interruptor se encontraba demasiado lejos y me quede en el intento.

Quien quiera que fuera ya subía las escaleras, de la misma forma que yo lo había hecho hace  tan solo unas horas: contando, a paciencia, cada peldaño que subía, sopesando no despertar a nadie. Trate de cubrirme el rostro con las sabanas, pero ¡Oh! sorpresa: estaba sobre ellas.

Recosté la cabeza sobre la almohada e intente fingir que dormía; aunque a decir verdad, de nada me serviría, quien fuera y para lo que fuera no se detendría al verme dormido, todo lo contrario aprovecharía mi vulnerable condición.

“¿Qué más podía hacer?” Me pregunte dubitativo.  Poco tiempo después que cerré los ojos el picaporte giró  y chasqueó momentáneamente.

En mi interior mi corazón comenzó a latir incesante, frenético, en un constante repique, en un acelerado tañido como los redobles de un tambor, con el miedo apoderándose de cada tramo de mi cuerpo y con la sangre corriendo sin orden por mis venas.

Después calma… tranquilad… paz…. Y antes de cualquier cosa pasara el silencio fue roto…

-Jahíro…- murmuro un dulce voz que desvaneció todo miedo en mi interior.

Ante la sorpresa mis ojos se abrieron de golpe. Y ahí estaba él… Armando… en carne y hueso, tal y como lo recordaba: perfecto a más no poder.

Me miró y lo mire, toda una eternidad tal vez, inclusive más estoy completamente seguro.

La sorpresa me había petrificado de pies a cabeza, me sentí atado a la cama. Intente hablar, preguntar unas cuantas inquietudes pero ni una solo palabra pude proliferar; la lengua se me adhirió al paladar y me quede ahí mirándolo, como el más imbécil, de los imbéciles. Sentí el cuerpo desfallecido, sin fuerza alguna.

Pase saliva con dificultad.

Entre la penumbra destelló su bella sonrisa de marfil, que opacaba la mismísima luna que brillaba en las afueras. Acto seguido: camino hacia mí, se sentó tranquilamente en el borde la cama, a un lado mío, tan cerca que pude percibir la calidez que su cuerpo irradiaba, el aroma que desprendía, el deseo que inspiraba y la inevitable tentación que el me causaba con su solo presencia…. Era la viva despreocupación en persona, con esa sonrisa inquieta, cincelaba en su rostro que me robaba la respiración y cada uno de mis suspiros.

Miré sus ojos verdes en busca de respuestas, pero mucho antes de que hallara alguna que me aclarara todo, una vez más me vi embotado por su bella mirada, y es que era inevitable, me aturdía como nada, me perturbaba, de la manera  más absurda e incoherente que pudiese existir; era extraño, algo… ¡mágico! Que solo él y nadie más me hacia sentir.

Ante mi desatinado movimiento esbozó un gentil gesto de burla, ahogando sus efímeras carcajadas, que se dibujaban a la perfección en cada uno de sus gestos. Intente sentarme sobre la cama, para mirarle más de cerca, para ver que no era una ilusión, un producto de mi aturdida cabeza pero antes de ejecutar cualquier movimiento posó su mano sobre mi pecho y me indicó que me quedara como estaba.

Admiré y sentí con suma precisión su ancha mano sobre mi cuerpo; miré su largos y gordezuelos dedos, su blancas uñas, su musculoso brazo con algunas insinuantes y exquisitas venas que resaltaban como tersas cuerdas bajo su piel bronceada, su   marcado pecho cubierto por una ligera camisa negra que realzaba sus atributos, toda una irresistible tentación.  Hasta que llegue a la altura de su cara, donde aun seguía dibujada su dulce sonrisa, que parecía jamás en la vida desaparecer.

Intente hablar pero mucho antes de que mis labios se despegaran un centímetro siquiera, como si de alguna forma pudiera leer mi mente y supiera lo que iba hacer, llevo su dedo índice sobre mi boca, en señal de que guardara silencio….

“En algunas ocasiones lo que más sobran son las palabras y esta es una de ellas” recordé fugazmente, después sonreí ante lo irónico que estaba resultando la situación.

Su tibia mano transmitía una calidez que me recorrió de pies a cabeza. Encendiéndome como un morcella. Mi cuerpo comenzó a reaccionar sin el más mínimo recato, sin importarle que el estuviera frente a mi y se diera total y perfecta cuenta de lo que pasaba. Él sonrío sutilmente, un tanto triunfante de la forma tan infantil que mi cuerpo reaccionaba a un simple roce del de él.

Seguimos sosteniendo nuestras miradas toda una eternidad, hasta que nuestros rostros  y  cuerpos se acercaron el uno al otro, deseosos de calmar una sed que nos carcomía desde hace mucho, demasiado tiempo, anhelantes de realizar un sueño, el más imposible de todos los que teníamos,  de ver realizado el mayor deseo guardado en algún lugar de nuestra alma… hasta que por fin las barreras fueron rotas, los muros cayeron… y ya nada, ni nadie de lo que antes no separaba dejo de tener la más mínima importancia, para dar paso a algo que inminentemente cambiaria nuestras vidas de una u otra forma. El remordimiento, el dolor, la pena, la confusión quedo a un  lado, dejo de importarme, quería vivir el momento y nada más. El arrepentimiento tenía, podía y debía  que esperar.

Al diablo con todo decidí, cuando sus labios rozaron los míos que ya ansiosos los esperaban, cuando su calido aliento se mezclo con el mío. Lleve mi mano sobre su cuello, deslice mis dedos sobre sus cabellos, un tanto temeroso de que todo acabara, de que huyera, de que saliera corriendo para jamás en la vida volver y hacerme ver que vivía una vida que no cumple el más mínimo antojo.

De la manera más sutil que pude lo acerque a mí, para que pudiera sentir y comprender a precisión, el grado de necesidad en la que se encontraba todo mi ser por él, el ser que más he amado en esta vida. Mi Cuerpo se adhirió al de suyo con suma precisión, como si ambos estuvieran hechos el uno para el otro. Después de una pequeña y apetecible muestra, la fricción que nuestros cuerpos se proporcionaron el uno al otro, se acrecentó aun más… a cada roce, a cada caricia.

Sus labios se alejaron de los míos; intente retenerlos, tomando uno de ellos con mis dientes suavemente, pero fue inevitable, se deslizaron por mi mejilla que no paso por alto su absoluta perfección, resbalaron por la piel de mi cuello sopesando su suavidad a profundidad. Exhaló unas cuantas bocanadas de aire para recobrar el aliento, haciéndome estremecer hasta el tuétano de los huesos, erizándome los vellos de la nuca a cada halito que su boca expulsaba. Y antes de que todo pudiese terminar drásticamente, de que el arrepentimiento cobrara fuerza en él o en mí, lo abrace fuerte y desesperadamente; rodeé su cálido cuerpo que ya empezaba a reaccionar ante mis muestras de afecto y lo lleve a mi lado, sobre la cama, donde se poso gentilmente sin poner la más mínima oposición. Y sin darle tiempo siquiera para que reaccionara estreche mi boca contra la suya, impregnada de todo y cada uno de los sentimientos que anidaban en mi y que ahora brotaban después de mucho tiempo de haber sido  reprimidos; lo bese con locura, con pasión y con algo más, con algo que tanto había odiado, que había maldecido en antaño, con algo que tanto había tratado de ocultar de todas las formas que me fue posible: mis labios se posaron sobre los suyos con amor… el más puro y sincero amor…

Respondió mi desenfrenada caricia con una más vehemente, más frenética, mucho más desmesurada que me aturdió al momento, que me elevo al mismísimo cielo, que me robo el aliento y que aturdió por completo mis sentidos.

Tomé su rostro entre mis manos y lo aparte unos cuantos centímetros.

Aire. Necesita un poco de aire.

Respiré profundamente, mucho antes de retomar lo que había empezado; le miré detenidamente, tan minuciosamente que sopesé la perfección de su rostro, la maravilla de sus facciones: sus ojos verdes, su tersa y bronceada piel, sus labios que no era más que una  invitación a ser devorados sin el más mínimo pudor.

Sonrió como un niño, divertido de mi actitud, de mis absurdos actos.

Y antes de que cualquier  cosa  pudiese pasar, antes de que pudiera creer a cabalidad que lo vivía era lo más mágico y maravilloso que me había pasado en esta vida, desperté de un maravilloso sueño… desperté a una cruel realidad, a una vida que odiaba de todas las formas posibles, a una realidad que muchas veces he llegado a creer que no es la mía; en las sombras de mi habitación, al cobijo de mi soledad, al amparo de un amor que no era correspondido como más lo deseaba.

Un sueño…. nada más y nada menos que un sueño había tenido. El mejor y, a la misma vez, el peor de todos; el que me mostraba con suma precisión lo que jamás iba a ser ni a  pasar, entre Armando y yo, por mucho que lo deseara, por mucho que lo amara y lo necesitara  a mi lado. Entre él y yo había una abismal diferencia que ni el tiempo, que nada ni nadie  podía salvar, ni acortar.

Era inevitable, él debía estar al lado de mi mejor amiga, Cathy, y yo estaba  destinado a vagar sin rumbo fijo, sin un sendero que seguir, sin nadie que me acompañara.

Solo…

Todo volvía a la normalidad, tal cual eran las cosas: todo volvía ser  un caos y una confusión total.

El resto de la madrugada no pegue  los ojos ni un instante. Sopesaba todas las posibilidades que tenia a mi alcance pero ninguna superaba mis expectativas. Nada lo hacia, ni o haría de ninguna forma, eso estaba más que claro. Odiaba a la vida, odiaba a todos, pero había algo mucho peor que todo aquello: el infinito desprecio, la mísera repugnancia que yo mismo me inspiraba. Cuando daría por que las cosas fueran distintas, diferentes. Me sentía de lo peor. El ser más nefasto que jamás haya conocido en la tierra. Algo que no podía ni iba a cambiar de ninguna forma posible.

La alarma sonó cuando el sol comenzaba a salir el lejano horizonte y el cielo se teñía de colores rojos, naranjas y rosados desvaídos, decididos a no inyectarme un poco de ánimo por un día más. Era otoño.

Tomé mi móvil y lo apague.  Me levante y comencé un nuevo día albergando la ingenua esperanza de que las cosas iban cambiar de una u otra forma, para bien o para mal; algo había comprendido… ya nada me importaba.

Hoy tenía planes de ir a San Marcos, uno pequeño y concurrido pueblo, a unos cuantos kilómetros de donde vivía; que contaba con un sinfín de tiendas de diversos productos, que de algo me servirían. Necesitaba distraerme por un rato y así aprovecharía la ocasión para comprar unas cuantas cosas que necesitaba. Así que me apure en ordenar mi alcoba. Al finalizar comprendí que había hecho todo lo humanamente posible, así que me rendí.

Lista mi habitación baje a la cocina para desayunar un poco de cereal con leche. Miraba, sin realmente ver, el jardín, masticando el cereal  tostado, lentamente; mientras pensaba la manera menos llamativa de cómo alejarme de Cathy; era mi mejor amiga, así que no podía dejar de frecuentarla así como así. Necesitaba una enorme excusa para hacerlo, sin que nadie lo notara. Pero sinceramente era algo imposible; dos inseparables amigos que se han querido toda una vida, apartados sin motivo alguno, no sonaba del todo lógico que digamos; así que debía buscar una forma, lo más pronto posible. Ahora el “pero” de la situación era mi nuevo amigo… Armando; ahora era ahí donde estaba el quid de la cuestión: eran ya dos personas que tenía que alejar y no una.

“Estúpido” me dije maldiciendo para mis adentros el enorme grado de mis tonterías, ¡¿hasta dónde había permitido que llegaran las cosas y de qué forma?! Me levante  de la mesa, arroje el plato al fregadero y salí de la cocina.  Algo debía hacer, algo, algo… El problema era ¿qué?

Subí a la planta alta brincado de dos en dos lo escalones, hasta que llegue a mi cuarto. Tomé mi toalla del closet, encendí el estéreo y subía todo el volumen. Y al momento la música inundo la casa…

You believe but what you see

You receive but what you give

Caress the one, the Never-Fading

Rain in your heart - the tears of snow-white sorrow

Caress the one, the hiding amaranth

In a land of the daybreak

Amaranthde Nightwish…

Abrí las ventanas para que la música saliera a la acera. Deje la puerta abierta de mi habitación y me dirigí al baño. Tarde un largo rato y después de mucho me encontré listo.

Antes de salir cerré puertas y ventanas. Recorrí la casa dos ocasiones, para asegurarme que todo estaba en orden. Cuando todo estuvo listo. Subí por mi móvil y dinero a mi habitación.

No tenia muchos ánimos de salir pero debía a hacerlo, tenia que mantener ocupada  mi mente de cualquier forma; cual fuese era la mejor que encerrarme en mi tan complejo mundo donde nada parecía tener pies ni cabeza; así que entre al baño para cepillarme los dientes. Listo baje las escaleras. Tomé las llaves de una charola que estaba sobre una mesa. Me apure en salir. Cerré la puerta de la casa con llave y  al dar la vuelta mi mundo se vino abajo…

Me quede plantado en el porche inconcientemente, con la sorpresa grabada en cada una de mis facciones. Recargado sobre su despampanante automóvil, estaba Armando, sonriendo con los tenues rayos del sol iluminando su rostro de ángel.

Pasé saliva con dificultad.

“La vida sigue con sus malas jugadas” Pensé.

No había duda: conspiraba contra mí;  me odiaba de la misma forma que yo lo hacia.

E inminentemente esto no era más que una clara y rotunda declaración de guerra.

Camine por el estrecho caminillo de grava hasta que estuve a unos cuantos pasos de Armando.

-¡Hola!- saludo lo más quitado de la pena, mientras su rostro se contraía en ese hermoso mohín que tanto adoraba y dejaba al descubierto sus blancos dientes.

-Hola- conteste tenuemente sin siquiera disimular la nueva sorpresa que me causaba su inesperada presencia.

  • Cómo comentaste que ibas a  San Marcos, me pareció buena idea acompañarte, no vaya ser que te roben y después ¿qué hacemos sin ti?- dijo mirándome fijamente, clavando sus ojos verdes en los míos como un buen seguro método de persuasión.- ¿Espero que no haya ningún problema?

Guarde silencio.

No había ninguna, ni la más mínima y remota duda: la vida me odiaba y yo de igual forma, e inclusive mucho más puedo asegurar.

Por mi cabeza pasaron muchas preguntas, muchas inquietudes. Esto no era, no podía ser posible; ¿por qué a mi? ¿Por qué él y no cualquier otro? ¿Qué estaba pagando? ¿Por qué el destino y la vida se empeñaban a fastidiarme cada que podían? ¿Qué les había hecho? Y si la respuesta era que estaba pagaba el desorbitante precio por ser como soy, era rotundamente innegable que me salían debiendo.

-Por supuesto que no hay ningún problema. Si hoy estaba por no regresar por ti estaré de vuelta, lo que definitivamente no te agradecerá Maite- dije esbozando una sonrisa mitad alegría, mitad fingida; ¿de que forma iba cumplir mis promesas con esta absurdas jugadas?

El sonrió apartándose de su coche, sin siquiera despegar su mirada de la mía, tratando de descubrir mi verdadero sentir. Y antes de que descubriera algo pregunte:

  • ¿Manejas o manejo?- señale su lujoso automóvil y el de mamá que estaba estacionado en el jardín de la casa.

-Me parece justo que como soy el colado lo haga yo a modo de recompensa, ¿no crees?- respondió lanzando otra pregunta.

-Dudo que importe lo que diga, con lo poco que te conozco no creo que me dejes manejar- murmure dirigiendo a la puerta del copiloto, mientras el sonreía triunfante.

-¿Así que sí me conoces?- inquirió recargando su cuerpo sobre la puerta del piloto despreocupadamente.

-Solo lo suficiente como para predecir algunas de tus actitudes más habituales. No te preocupes, nada de más. Ya sabes, como buen amigo debo ser un tanto discreto con lo que se me cuenta, no puedo andar pregonando nada de lo que se me confía- aclare mirándolo detenidamente sobre el toldo del automóvil. Y antes de que siguiera con un interrogatorio tirCe de la manija, abrí la puerta y entre, mientras él  meneaba la cabeza de un lado a otro con ironía.

Sin esperar más subió al auto, puso los seguros y encendió el auto.

-¿Listo?- pregunto posando sus manos sobre el volante.

-Cuando quieras- murmure sin mirarlo. Dicho esto piso el acelerador y salimos lentamente, a un lugar del que indudablemente pronto me arrepentiría, como muy continuamente lo hacia…

Continuara...