El Otro Rostro de la Vida... Cap. 3º
Y de nueva cuenta en la vida de Jahíro el destino se empecina en someterlo a duras pruebas las cosas parecen estar cambiando pero su corazón grita que es jugar con fuego y que puede quemarse en El Otro Rostro de la Vida Una existencia desde una perspectiva diferente
Bueno chiscos pues les pase a dejar el 3er Capítulo de esta historia... Que lo disfruten...
Saludos...
Lando S. M
El Otro Rostro de la Vida
Una existencia desde una perspectiva diferente...
Capitulo 3º
Había transcurrido una semana desde la partida de Cathy y la tranquilidad que reinaba en mi vida era incalculable. La extrañaba más que a nadie, pero las circunstancias ameritaban tal alejamiento y yo, pese a todo, estaba dispuesto a lidiar con su ausencia; al menos hasta que mi corazón dejase de sentirse culpable y olvidara todos aquellos sentimientos que no podía, ni debía sentir.
No había visto a Armando en toda la semana y no gracias a mi tan “maravillosa” suerte, sino por lo que creí que era mi tan escasa fuerza de voluntad. El lunes que le precedió a la partida de Cathy había optado por llegar más tarde que de costumbre para no toparme en ningún momento con él. El sacrificio que esto implicaba, era el mayor hecho en mi tan corta vida; pero los frutos que estaba dando eran satisfactorios, al menos, para calmar a mi conciencia; porque en cuanto mi corazón, era un caso perdido.
Mi vida había mejorado en muchos aspectos: ahora podía andar por ahí, sin sentirme culpable a cada momento, podía sonreír verdaderamente, podía dormir apaciblemente sin pesadillas que azotaran mis escasas rachas de sueño. Ahora podía ser lo que realmente era y no ese falso “Yo” que había creado. La soledad era dura. Me costaba adaptarme, pero pronto terminaría acostumbrándome; en algún momento tenia que quedarme solo, así que ahora era el momento de probarme si lo resistiría….
Era sábado por la mañana cuando el atronador rugido de la aspiradora me despertó.
“¡Margarita…!” refunfuñe, deseando dormir un poco más. Tomé una almohada y la oprimí con fuerza contra mi rostro, pero aún así el sonido era ensordecedor.
Respiré profundamente. Acto seguido: salté de la cama. Me tambaleé, después recupere el equilibrio perdido. Me acerqué a la ventana, tomé las cortinas y las corrí. La luz tenue del sol de otoño inundó mi habitación, de lado a lado, sin dejar lugar alguno sin tocar. Sentí los tibios rayos del sol adulando mi piel. Mire el cielo azul que se miraba tras el ventanal. Era un día hermoso.
Seguí así, perdido, en el dulce encanto de ese edén. Parecía hipnotizado, hasta que unos llamados a la puerta me trajeron a mi mundo.
-¡Ya voy!- grite pateando, mis zapatos debajo de la cama.- ¡Ya voy!
-Buenos días, Jahíro- saludó amablemente Margarita, la señora de la limpieza, con su rostro arrugado y amable, tras la puerta, con su mandil blanco y guantes de látex.- Espero no haberte despertado.
-No te preocupes. Tenia planeado levantarme temprano, tengo que estudiar- la disculpé.
-Creí habías acompañado a Maite en su viaje…- se justificó - hasta hace unos momento que acaba de hablar. En verdad lo siento mucho-continuó.
-¡No! Para nada- la interrumpí mientras la dejaba entrar para que inspeccionara los daños en mi habitación.- Se fue desde temprano. Ni siquiera la oí. Y al parecer llega hasta el lunes y yo todavía tengo una larga semana de clases. Aunque hubiese querido, no podía acompañarla, no ando muy bien en la escuela como para descuidarla.
- Me parece muy bien, hijo. Tu madre hace mucho por ti- reconoció sonriente- Bueno sólo me falta tu cuarto, para terminar por hoy.- continuó- El desayuno está listo y la comida en el frigorífico.
-Gracias- murmuré sin ánimo alguno, al tiempo que tomaba mi ropa y zapatos de una silla; después me dirigí al baño.
Entre al cuarto tapizado de azulejos blancos, desnudé mi cuerpo, me coloque bajo la regadera y abrí la llave de paso. Al instante el agua fría me despertó. Dejé que el líquido recorriera mi cuerpo, de la misma forma que mis sueños corrían por el cielo de lo imposible. Tomé una generosa cantidad de jabón y asee mi cuerpo con detenimiento. Listo, me aparte de la regadera y deje que los últimos vestigios de agua terminaran su andanza por mi intimidad. Tome la primera toalla que encontré por ahí y seque mi cuerpo con extrema lentitud, no había algo más importante que hacer de momento.
Me vestí de de manera sencillamente: unos jeans deslavados de mezclilla, una camisa negra deportiva y unos viejos tenis.
Tomé un poco de fijador y lo apliqué en mis cabellos. Mis rizos no tardaron en tomar una forma pronunciada, los sacudí y dejé que se amoldaran solos. Tratar de acomodarlos a mi gusto era una batalla perdida.
Salí del baño y mire mi habitación; Margarita ya había terminado su labor; dentro todo lucía impecable.
Cerré la puerta y me dirigí al comedor.
Serví un poco de fruta con miel y un vaso de jugo de naranja. Me senté en la mesa de la cocina, y comencé el ataque contra el tazón de fruta. Mastique cada trozo degustando a fondo el dulce sabor de la miel.
Cuando más concentrado estaba, Margarita irrumpió en la cocina; me deseo un buen provecho, me dejo unas cuantas indicaciones a seguir, me reprendió por el desorden en mi cuarto; mientras se despojaba del mandil blanco y lo colocaba en el perchero, después se despidió deseándome un agradable fin de semana.
-Bueno, pues todo está listo. Te portas bien, hijo. Y cualquier cosa que se te ofrezca tienes mi número de teléfono.- continuo desarrugándose la ropa.
-Gracias Margarita, pero con la comida que dejaste es más que suficiente, no te preocupes y mañana no creo estar en casa, tengo que salir a comprar unas cosas y pienso demorarme todo el día. Nos vemos el lunes.- le dije pasando mi bocado rápidamente, agradecido por su interés y cariño.
-De acuerdo hijo. Entonces hasta el lunes.- dijo dirigiendo sus pasos a la salida.
-Hasta el lunes- murmuré escuetamente. Mirando cómo se alejaba, hasta quedarme en compañía de mi buena amiga… la soledad.
Tarde un largo rato hasta que todo rastro de fruta desapareció del plato. Bebí el último sorbo de jugo rápidamente. Coloque los platos sucios en el fregadero y me dirigí a la sala.
Encendí el televisor y busqué algún canal que me mantuviera ocupado unas horas pero no hallé nada interesante. Odié la programación irremediablemente; apague el aparato y me quede unos instantes sopesando que podía hacer.
“¿Estudiar?” Me pregunté.
¡No!... hoy no, no en estos momentos. Respondí de inmediato. Quería disfrutar, por lo menos, medio día lejos de los libros; ya que últimamente pasaba demasiado tiempo junto a ellos, lo que realmente me preocupaba. Así que no quería verlos unas cuantas horas, ya por la tarde continuaría con mis lecciones.
Hubiese podido salir a dar una vuelta al parque que estaba a unas cuantas cuadras, pero rechacé la idea de inmediato. Quería estar solo, y el parque no era un muy buen lugar para ello, al menos no en un fin de semana.
Derrotado decidí subir a mi habitación. Arrojé el control remoto sobre el mullido sillón y me levante torpemente.
Al llegar a mi cuarto miré mi computadora sobre el escritorio; me sentí tentado en encenderla, pero pensé que no era buena idea. Podría encontrarme a Cathy en línea y bueno lo demás era historia.
Melancólico me arrojé sobre la cama. Del pequeño buró a mi lado, tomé el control del estéreo y dejé que la música invadiera mi habitación.
Fire and Ice de Within Temptation .
Tomé una de mis almohadas y la abracé fuertemente. Seguí la canción haciendo coro, en el estribillo que ya me sabia de memoria. Hasta que por fin termino.
Seguí en mi mente las siguientes canciones hasta que un pesado sueño me venció y me quedé irremediablemente dormido. En mis desvaíros viajé al lugar donde soñaba como tan a menudo lo suelo hacer, cumplimiento los más profundos deseos guardados en mi corazón, en un mundo donde nada era imposible, donde podía ser aquel Jahíro libre que nadie conoce….
Me hallaba tan perdido en un mundo irreal que tardé un largo tiempo en oír los constantes timbrazos que llamaban a la puerta.
Abrí los ojos y lo primero que vi fue el reloj que colgaba de la pared. Me había quedado dormido más de tres horas…
¡¡¡Tres horas!!! Casi grité y me levante rápidamente. Me acerqué a espejo y mire mi deplorable estado. Me desperecé, estirando los brazos. Hecho esto salí como un bólido, salté las escaleras de tres en tres hasta que aterricé cerca de la puerta. Desarrugué mi ropa y abrí la puerta…
-Lo siento mucho… no había oído que hablaban, estaba un poco…- me disculpe, cortando mi dialogo al alzar la vista.
-Por un momento creí que no estabas en casa- se lamentó el joven tras la puerta, con su impecable sonrisa de ángel esboza, sin el más mínimo recato, en su bello rostro, enmarcado por la apacible tarde que se miraba tras su escultural cuerpo de dios griego.- Ya pensaba irme.
-Ar-man-do- tartamudeé su nombre sin disimular el gran asombro que me causaba al verle allí parado.- Qué… qué sorpresa verte por… acá.-Continué, sin siquiera mover un músculo; ahora sí, tratando de controlar mi inminente nerviosismo.
-¡Qué va! la sorpresa es mía, años que no te veo. Te he buscado en la escuela pero en toda la semana has brillado por tu ausencia.- me dijo sonriendo.- Llegué a la conclusión de que estás un poco abrumado por el inminente fin de cursos, exámenes, trabajos finales y demás.
-Si eso parece… Últimamente he estado muy ocupado… así que, en cuanto terminan mis clases, me vengo derechito a casa. Tengo mucho que estudiar, y bueno el resto ya lo sabes.- corroboré de inmediato sus inciertas suposiciones.
-Ahora entiendo. ¿Siguen los problemas con Jorge?- preguntó, deseoso de poder ayudar en algo.
-¡No! para nada. Pero tampoco quiero darle algún motivo para que haya alguno- contesté cortante, esquivando sus ojos verdes, mirando su deslumbrante automóvil, estacionado al otro lado de la acera. No quería que viera en los míos mis mentiras.
-Mmm- murmuró por lo bajo, percibiendo mi extraña actitud ante su presencia.
Una vez más había fallado. Estaba en evidencia. Lo había notado.- ¿Estás ocupado…?- inquirió, dubitativo, tratando de mirar hacia adentro, en un doble sentido que capté al instante.
Suspire profundamente.
-Sí…no, ¡no! ¡Para nada! Pero pasa, pasa por favor.- le dije rompiendo todas mis promesas en unas cuantas estúpidas palabras que habían salido desde el corazón.
Sin más se adentró sonriente de no ser inoportuno, como lo había hecho sentir- Disculpa la descortesía. Creí que solo ibas de paso.
-¡No! El que debe la disculpa soy yo. Debí hablarte antes de venir, sólo que hubo un pequeño problema no tengo el número de tu móvil. En verdad si quieres puedo venir otro día- se excusó, un tanto apenado ante mi poco tacto.- No hay ningún problema. Te entiendo.
-¿Cómo crees? No, no es para tanto. Sólo que… me sorprende verte aquí. Bueno tú y yo… jamás hemos tenido una…
-…una amistad- me cortó sin más, deteniéndose a la mitad del vestíbulo, a la espera de que le indicara a dónde debía continuar.
- A la derecha- le guié.
Cruzó la entrada de la sala. Le seguí los pasos admirando su ancha espalda, sus contorneadas piernas que se oprimían contra el pantalón de mezclilla que parecía complacido de sentir tu tibia piel.
-Toma asiento.- le indique lo más tranquilo y amable que pude. Cualquier error que cometiera, él lo percibiría: era perspicaz. No debía ni podía echarme de cabeza.- ¿Quieres algo de tomar?- le pregunte, deseoso de que me diera unos minutos para liberarme de la tensión, mientras se sentaba en uno de los sillones.
-No Jahíro, muchas gracias- respondió de inmediato, aun apenado por la situación.
-Que no te dé pena. Pide lo que sea.- repuse rápidamente, mirándole a los ojos, dificultosamente, en un intento de inyectarle la confianza que le había hecho perder con mi esquiva actitud.
-Regálame un vaso de agua, sino es mucha molestia- pidió, amablemente.
-Claro. Te lo traigo en un instante.- dicho esto salí rápidamente de la sala. Corrí por el pasillo que lleva a la cocina. Al llegar me recargue contra la pared sintiendo arder la sangre por cada una de mis venas y las piernas faltas de fuerza.
Respiré para recuperar todo el aplomo posible.
¡¿Armando?!¡¿En mí casa?! ¡No!
No… no podía ser posible. ¿Esto era un sueño? Sí eso debía ser, un sueño…
Cerré los ojos con la esperanza de despertar sobre mi cama. Pero no. Era la vida real, tal cual, sin sueños, sin pesadillas, solamente la realidad…
Esto era una mala jugada de la vida, una pésima jugada.
¿Que había hecho para merecer esto?
Había algo que arreglar pero no era el momento.
Abrí la puerta del refrigerador de un tirón y saqué un pequeño garrafón de agua, tomé un vaso de la alacena y vertí en él, el frío liquido. Tapé la botella, cerré las puertas, tomé una servilleta de papel y me dirigí a la sala.
Entré fingiendo una alegría que sentía a medias.
- Toma- dije estirando el vaso con agua a Armando que ya parecía más tranquilo. Ambos fingíamos, aunque radicaba una gran diferencia, entre el motivo por el que lo hacíamos.
-¿Estás…?-
-Solo- conteste intempestivamente, antes de que terminara de formular la pregunta, mientras me sentaba frente a él.
-Creí que estabas con… alguien más. Está un coche afuera…- señalo por la ventana que colinda a la acera.
-No para nada. El automóvil es del trabajo de Maite…. Cuando sale de viaje prefiere dejarlo. Se siente más cómoda manejando el suyo.- Aclaré, sintiendo como la tensión del momento se desvanecía paulatinamente, al sentirlo cerca… al poder admirar detenidamente sus facciones y sus bellos ojos verdes, que parecían abrumar a cualquiera.
-Ahora entiendo. Entonces Maite está de viaje- Afirmo.
-Eso me hace creer- añadí, tratando de que los últimos vestigios de tensión se disiparan de una vez por todas. Armando se limitó a sonreír. Después llevó el vaso de agua a sus apetecibles labios para beber un largo sorbo de agua.
-¿Estabas ocupado?- siguió preguntando, tratando de asegurarse de que no hubiese llegado en mal momento.
- No, para nada. Estaba a punto de comenzar a estudiar- contesté, ocultando que me había despertado.
-¿Y qué estudias?- Preguntó.
Me limite a poner los ojos en blanco ante su desatinada curiosidad. –Ahora entiendo.- Dijo para si mismo. Y sin más ambos sonreiremos como dos niños. - ¿Tonto? ¿No?
- Sólo un poco, no mucho en verdad- le confirmé.
-Si quieres puedo ayudarte.- se ofreció amablemente, tratando de enmendar su intromisión.
Lo miré atentamente, quería descubrir sus verdaderas intenciones, pero sólo me encontré una gran confusión y nada más.
- Por supuesto, sólo deja bajo mi mochila y empezamos.- Indiqué, tratando de ocultar mi alegría, mi asombro, mi sorpresa y todo aquello que él me hacia sentir cada que estaba cerca de mi.
Corrí a la planta alta rápidamente. Entré a mi habitación, tomé mi mochila, y la computadora del escritorio. Antes de salir mire el reflejo que me devolvía el espejo. Lo observe unos cuantos segundos.
“Estúpido” murmuré y salí de mi cuarto.
Llegué a la sala en un tiempo récord. Coloqué mi viejo morral en uno de los sillones y mi Lap en la mesa del centro.
-¡Listo!-
-Empecemos- expresó, feliz que pudiera ayudar en algo.
Saqué mis cuadernos de las profundidades de mi mochila, busqué la indicada: “Matemáticas”, la hojeé en busca de mi último tema de estudio hasta que lo encontré. Busqué una hoja de ejercicios entre el reguero de papeles pero no la hallé por ningún lado. Hasta que la mano de Armando me entrego la hoja.
- Gracias- balbuceé apenado, con las mejillas sonrojadas.
-De nada. Pero adelante sólo pregunta y yo respondo.- indicó risueño.
Puse los ojos en blanco y comencé. Traté de resolver unos cuantos ejercicios pero de vez en cuanto solía atorarme en el procedimiento: confundía números, cambiaba signos, añadía pasos, quitaba y demás. Un digno trabajo de alguien que, irrevocablemente, odiaba las matemáticas; empeorado aun más al tener a una persona que te confunde con su sola presencia.
Armando aguantó con paciencia cada uno de mis errores, una y otra vez. Me preguntaba de donde sacaba tanta paciencia; si yo estuviera en sus zapatos ya hubiese renunciado a todo intento de hacerme entrar las matemáticas, inclusive a la fuerza.
Después de mucho pude resolver unos cuantos ejercicios. Armando se limitaba a mirar como me deslizaba por la hoja hasta que se cansó y tomó mi computadora y la coloco en sus piernas.
- ¿Puedo?- me consultó señalando con su dedo la maquina.
-Adelante- Afirme, sin más. Después seguí con lo mío.
De vez en cuando interrumpía mis deberes para mirar de soslayo la hermosa figura de Armando. Tratando de guardarme a profundidad cada uno de sus rasgos. Sino podía ser para mí, que, por lo menos, mis recuerdos le hicieran justicia, cuando le recordara.
De pronto, una conocida melodía comenzó a reproducirse desde mi portátil.
-Vaya, ¡Nemo!- prorrumpió asombrado
- ¿Te gusta Nightwish? – pregunte más sorprendido de que conociera y le agradara el grupo.
-Por supuesto. No soy un fiel fan de ellos, pero me agrada como tocan- respondió sin siquiera despegar la vista de la pantalla. Parecía hipnotizado.
-¡Aquarius, de Within Temptation !- continúo asombrado.
- Sí-
-Toda una caja de sorpresas tu computadora.- afirmó, posando sus ojos verdes en los míos que admiraban su grado de asombro. Se me antojaba un tierno niño al que le han regalado una caja llena de deliciosos dulces.
-No puede ser…- casi expresó a gritos, después dejo que la siguiente canción se reprodujera sin interrupción. Dejé que la bella melodía me llegara hasta el alma, sintiendo los acordes estremecer cada una de las fibras de mi ser, sin piedad.
Unos minutos después, hasta que la canción finalizó, murmuró en voz baja el nombre de la melodía, que me lo sabia de memoria, en un sutil murmullo… que derrumbo todas y cada unas de las barreras que había erigido frente a mi…
- Save my life-
-Xandria.- completé, ante el gran asombro que me causaba que a él, le agradara mi grupo favorito y, mucho más aun, mi canción preferida.
-Vaya jamás creí que te gustara este tipo de música. Te tengo en un concepto erróneo.- aceptó, cerrando la computadora y colocándola en la mesa.- Lo que le pasa a uno por dejarse llevar por las apariencias, ¿no crees?
Me limité a sonreír y a seguir con mis ejercicios. No podía dejarme llevar por la situación. Esto era una casualidad, una de muchas que pronto encontraría. No podía, no debía dejarme llevar por lo que sintiera, ¡No! ¡No! ¡No!, me lo repetí hasta el cansancio. ¿Qué había sido de mis promesas? ¿Se iban a ir ala basura así como así?
Guarde silencio, una eternidad tal vez. Hasta que sentí los ojos verdes de Armando clavos en mi, tratando de escrutar, a profundidad, mi alma, mi ser, mi corazón.
Levante la vista y lo mire fijamente, tratando de no flaquear, de no revelar más de la cuenta, de callar a mi corazón que parecía gritar sonoramente lo que sentía.
-¿Pasa algo?- inquirí, tratando de no esquivar su mirada.
-No. Nada. Simplemente que, como te dije, nos conocemos muy poco. Bueno y eso realmente me inquieta.- me respondió, tratando de ser lo más claro y preciso que se podía ser en estos casos.
-Te resulto inquietante- deduje irónicamente, ante sus palabras que me desarmaron del todo.
- Si. Bueno realmente no tanto así. Creo que hay tanto por conocer y tan poco el tiempo que disponemos.- argumentó cuidando cada una de sus palabras.- Me debatí mucho en si venía o no. Me gustaría proponerte que… bueno que tú yo fuéramos amigos.- soltó al fin el propósito de su visita- Claro si a ti te parece; y que nuestra amistad no sea un compromiso dado por que coincidimos en una persona.
Medité cada una de sus palabras, buscando mi mayor deseo grabado en ellas, pero no había nada de lo que yo anhelaba; sólo una amistad sincera, sólo un pacto de amigos…
-¡Por supuesto! ¡Amigos…!- celebré falsamente, extendiéndole mi mano para cerrar un trato que deseaba y que a la vez odiaba.
Tomó mi mano entre la suya. Al contacto sentí la fuerte descarga de algún sentimiento que no podía controlar, recorriéndome de pies a cabeza.
-Te va a parecer absurdo, pero quizás, pienses que tengo muchos amigos. Pero no es así, son pocos los que están en esa categoría y mucho menos aun, en los que puedo confiar.- expuso, mirando indefinidamente, tratando de ocultar la pena que esto le causaba.- Espero contar contigo…
Sonreí ante su leal sinceridad.
-Para lo que necesites. No lo dudes.- repuse, sin siquiera imaginar el compromiso que esto implicaba.
Guardamos silencio. La incomodidad que ambos sentíamos no era para menos. Deseaba salir corriendo y no volver nunca más, deseaba perderme en las lejanías y no saber de nada, ni nadie.
- Así que como oficialmente ya somos amigos me gustaría preguntarte algo muy personal.- propuso tratando de romper el hielo, sin temor alguno.
-Adelante, lo que gustes saber.- dije maldiciendo para mis adentros, por estar permitiendo que las cosas estuvieran llegando hasta donde más había temido.
-A mi parecer no creo que sea algo sumamente personal así que ahí te va. La relación que entre tú y Cathy se ha dado, es un tanto extraña, y no es que me dé celos ni nada parecido, confió plenamente en ella, en ambos realmente. Pero aún así tengo cierta inquietud: ¿Cuál es el motivo por que se han acoplado tan perfectamente como lo han hecho?
Levanté la viste del cuaderno donde escribía y le miré suspicaz, examinando a profundidad sus palabras.
-Creí que lo sabías- respondí incrédulo ante lo reservada que se mostraba mi fiel amiga en cuanto a mi vida personal.- Vaya, Cathy realmente me sorprende. Siempre tan… prudente.
-Eso parece. Me pidió que no insistiera, después de habérselo preguntado algunas veces- continuó, mientras jugaba con un lápiz entre sus dedos.- Respete su decisión de guardárselo para si, pero mi curiosidad lejos de ser saciada, se vio avivada aun más.
-¿Curiosidad?- pregunte, arqueando las cejas. Y así era, sus ojos verdes denotaban una insaciable curiosidad que estaba muy lejos de ser calmada.
-Sinceramente no curiosidad. Sino interés.- se apuro a responder de inmediato, tratando de reparar el poco tacto que había tenido.- Eres su mejor amigo, su confidente, casi su hermano. Y realmente se tan poco de ti que prácticamente estoy en ceros contigo. Se tu nombre por que Cathy te menciona muy a menudo, pero de ahí en fuera eres un libro cerrado para todos, casi puedo asegurar que hasta para Cathy.
-Antes que nada te aconsejo que te quedes con la primera impresión. Evítate disgustos desagradables… es lo mejor. Lo que viene después es algo… complicado. Digámoslo de ese modo.- le sugerí, mirándole a los ojos fijamente tratándole de decir que no continuara, que no siguiera, que se detuviera antes de que hablara de más.
-No. No creo que sea así. – se apuró en continuar sus insistentes suplicas- y si así parece, estoy seguro de que con tu ayuda lograre entenderlo, sin problema ¿No?
-Tal vez. No lo sé.- Reconocí, sopesando lo oportuno que seria confesarle la verdad.
-¡Pues ya está! ¡Soy todo oídos!- soltó seguro de si mismo y de sus súplicas que, de alguna forma, no podían ser negadas.
Lo miré divertido, disfrutando de aquella bella sonrisa, pero a la vez deseoso de que la verdad lo alejara, que pusiera tierra de por medio, de una vez por todas antes de que las cosas terminaran mal.
-Realmente no es nada difícil. Es una situación incomoda como todo pero…-comencé a decir dubitativo, mirándole atentamente, a sus ojos que esperaban expectantes a cada una de las palabras que mis labios pronunciaban.-… desde hace mucho he aprendido a vivir con ello de la forma más natural que he podido, aunque hay veces que no es fácil, como lo aparento…. Soy Gay.- reconocí atento a lo que su bello rostro denotara, mientras un silencio incomodo se asentaba en la sala, en donde solo se percibían los latidos incesantes de mi corazón.
Deje que pasaran algunos minutos, para que pudiera asimilar mis palabras y comprendiera el error que suponía nuestra recién nacida amistad.
-Ah, es eso…, ahora entiendo- murmuro con la pena inundando sus mejillas, al darse cuenta de cuan íntimo era lo que había deseado saber.- Jamás creí que tú, bueno… que tú…
-…fuese Gay- terminé su frase.- No eres el primero y creo que tampoco serás el ultimo.- incomodo ante la situación, me estire y tomé la computadora. La abrí y hurgue entre el desastre que tenia.- Mi situación implica muchas cosas y bueno es lo que realmente le da valor a la amistad que tengo con Cathy…. Aunque si a ti te molesta puedes irte no me sentiré mal…- comente para disminuir la tensión.
-¿Cómo crees? No te voy a negar que me desconcertaste un poco, pero de ahí a que termine una amistad por algo tan trivial, para nada.
Traté de creer en cada de sus palabras pero era difícil, muy difícil. Guardé silencio, sintiendo sus ojos clavados en mi rostro. Su actitud no podía ser esa. ¿Qué debía y que iba hacer?
- ¿Y tienes pareja?- preguntó para mi asombro, rompiendo el frío silencio- ¿Novio? ¿Amigo con derechos? o algo así.
Aparté la vista de la computadora y lo miré fijamente.
-No- respondí, fingiendo una jovial sonrisa, “¿hasta dónde llegarían las cosas? ¿Dónde iba a terminar esto?”
-¿Has tenido a alguien?- continuó con su interrogatorio.
-Sí- respondí serenamente, mientras un torrente de recuerdos pasados se aglomeraban en mi mente.
-¿Uno? ¿Dos? ¿Tres?-
-Uno…-
-¿A qué edad te diste cuenta que eras Gay?-
-Desde pequeño, pero no hace mucho que logré aceptarlo y aceptarme. Es difícil vivir siendo como eres, pero es aun mucho más difícil vivir siendo lo que no eres.
- Entiendo…- murmuro, sopesando cuán dificultoso puede ser una vida así.- ¿Y sólo lo sabe Cathy y Maite?- continúo.
Si y no.- respondí ante el asombro de cuan fácil me era responderle cada una de sus preguntas, sin siquiera titubear al abrir mi corazón.- En el caso de Cathy es algo especial: lo sabe a medias, nunca se lo he aceptado, pero tampoco se lo he negado. Hay ocasiones que lo que más sobra son las palabras y bueno esta es una. Y Maite… realmente no lo sé, lo ignoro y a decir verdad de momento prefiero que las cosas sigan así. Quizás más adelante se de la oportunidad.
Guardé silencio, mientras Armando me miraba a los ojos tratando de develar lo que realmente sentía, y no lo que tratara de aparentar.
Sonreí con nerviosismo. Su mirada era como una llamarada que prendía todo mi cuerpo, la vehemencia de cada ojeada, la sencillez de cada gesto que su rostro expresaba hacían latir a mi corazón a mil, una, otra y otra vez. Dirigí mis ojos a un punto muerto no resistía verle. Me perturbaba.
- ¿Has estado con un hombre? Me refiero a bueno tú sabes…- Siguió después de mucho y cada vez más seguro de que no me negaría a responderle.
-Siguiente pregunta- dije tratando de controlar mi sonrisa ante su ingenuo interés.
- Tomaré tu silencio como un sí. El que calla otorga, que no se te olvide- resalto- Así que como tu silencio fue un sí: ¿a los cuántos años fue tu primera vez?-
-Siguiente pregunta-
-¡Vamos Jahíro! La peor parte ya ha pasado y ahora resulta que lo que menos importa es lo que más a vas a ocultar.- comentó, mientras se recargaba en el mullido sillón, con los brazos tras la cabeza.- No entiendo por que tantos complejos. ¿No me tienes confianza?- lanzó su pregunta.
-No, no es eso. Mejor otro día. En otro momento. Por hoy a sido suficiente. Tanta información en un día, no es bueno, mucho menos de este tipo.- dije con la esperanza de que más adelante pudiese librarme de la situación de cualquier forma.
-Me parece perfecto. Creo que es un poco tarde y, bueno, te dejare descansar. Pero ni creas que mi interrogatorio ha terminado. Hay mucho que preguntar y mucho por responderme.- amenazó con su tan peculiar dulce sonrisa en su rostro. Después se levantó de un salto.
-Te prometo que responderé cada una de tus inquietudes, lo que no te aseguro es… responder con la verdad.- murmuré siguiéndole, sin despegar mis ojos de los suyos que me tenían embotados.
-Ya veremos. No estés tan seguro- farfullo. Dicho esto se encamino a la salida, mientras seguía cada uno de sus pasos como una sombra. Justo ante de llegar a la puerta se detuvo, se giró sobre sus talones y me ofreció su ancha mano.
-Ahora somos amigos- me recordó.- Espero que los mejores.
-Amigos… murmuré escuetamente, sopesando el poco significado que la palabra tenía para mí.
-¿Tienes planes para mañana? ¿Alguna fiesta? ¿Alguna reunión?- pregunto deseoso que respondiera un “no”.
-Sí. Tengo planeado ir a San Marcos, me hacen falta unas cosas, no creo regresar temprano, pienso pasarme todo el día por allá.- Respondí con la mayor fuerza de voluntad que me fue posible. Debía alejarme, debía cumplir mis promesas… era el novio de mi mejor amiga… no podía, ni debía dañar a nadie.
-Lastima, pensé que podíamos salir. No se ir algún antro, tomar algunas cervezas… Pero no importa ya se dará el momento.- se lamentó profundamente.
-Sí, ya será para la otra- le consolé deseoso de que jamás llegara ese día. Sin más abrió la puerta y salió a la soledad del crepúsculo. Desde el quicio de la puerta miré como se alejaba entre las sombras, hasta que llego al costado de su automóvil. Antes de apearse en el carro, me dirigió una cálida sonrisa que me estremeció hasta el alma, después encendió el motor y se perdió entre las tinieblas, bajo la tenue luz de la luna del triste otoño…
Azoté la puerta y me deje derrumbar.
Mi corazón era un hervidero de un sinfín de malditos sentimientos. La momentánea felicidad que sentía se desvaneció repentinamente y solo dejo un profundo sentimiento de culpa, de remordimiento, de frustración, de dolor, de pérdida, de oído, contra la vida, contra mí, contra todos… Era una idiota y nada más…
Cerré los ojos, deseoso de morir, de jamás despertar en esta mísera vida, mientras dos pequeñas lágrimas resbalaban por mis mejillas.
Continuara....