El Otro Rostro de la Vida... Cap. 1º

En la vida de Jahíro todo parece marcha viento en popa… sin imaginar que después de una ardua batalla contra sus propios sentimientos, se hallara entre la espada y la pared enfrentando por un lado una amistad pura y sincera y por el otro un loco y frenético amor, que ha despertado en su corazón...

Antes que todo me gustaría presentarme… mi nombre es Orlando Sotomayor… pero bueno todo el mundo me llama Lando… hace algún tiempo un buen amigo mío me había recomendado este maravilloso foro para publicar una historia que estaba escribiendo hace tiempo… pero por diversas circunstancias no había podido… pero creo que ya ha llegado la ocasión de así hacerlo…

P. D

Ya con anterioridad  esta historia había sido publicada…  ojala que a todos aquellos que la conocen la disfruten de nueva cuenta y a los que no, deseo de todo corazón que sea de su total agrado…

Atte.

Lando S. M

PREFACIO

En la vida todo tiene su debido momento y el mío ya había arribado a un puerto en donde comenzaba a desembarcar: la hora de enfrentar mis peores temores no parecía lejana desde donde le veía.

La batalla interna contra mis demonios  había alcanzado límites insospechados y ahora debía pagar las consecuencias a un precio muy alto.

Mire fijamente a Cathy, con la culpa  y el remordimiento, que parecían no cesar en  ningún momento, brotando a raudales de mis ojos. Mi corazón latía enfebrecido, de una manera enardecida que percibía, con suma precisión, el correr mi sangre bajo mi piel perlada por un fino sudor.

Permanecí así, como una fría estatua, sin mostrar amago alguno de que deseaba revelar la verdad. Sostenía, con suma dificultad, mi mirada, mientras el hosco silencio de la muerte se cernía sobre nosotros, amenazador e intimidante.

Esto dolía, dolía demasiado, mucho más aun que al principio, mucho más ahora que todo se había salido de mi control, de que se había escapado de mis manos en contra de mi voluntad sin siquiera darme cuenta.

Intente hablar pero mi boca no respondió a ninguna señal de mi cerebro y de mi corazón, parecía que mi cuerpo intuía la magnitud de los hechos y se revelo, protesto, diciéndome que guardara silencio, que saliera corriendo y que jamás volviera a mirarle, que yo no merecía la compasión ni el perdón de mi mejor amiga y de nadie mas. Pero esto ya había sido suficiente. Engañaba a cuantos me rodeaban y lo peor era que me engañaba a mi mismo.

Me acerque a ella con pasos fuertes, con la firme determinación de acabar con la mentira en lo que se había convertido mi vida.

Ya no había vuelta atrás, no ahora que había decidido hablar con la verdad...

CAPITULO 1º

Es bien sabido que toda buena historia comienza por el principio; por los inicios de todo, por el momento en el que surgieron los odios, los rencores, el desprecio, la traición y el amor… ahí, justo en ese momento, donde nuestra vida vira en sentido contrario en busca de un nuevo  cause que la lleve al lugar mas recóndito de la tierra, a la promesa de la vida eterna, ahí en donde perdemos completamente el control de nuestra existencia y de todo los que nos rodea, es donde todo comienza.

¿Pero por dónde comenzar, cuando ni  siquiera atinas acertadamente en decir donde empezaron  las cosas?; cuando ignoras por completo  el  cómo y el porqué llegaron tan lejos; cuando no sabes a cabalidad como se dieron, o mejor aun  el por que permitiste que sacudieran tu vida tan impetuosamente, cuando tenias en cuenta que habías prometido que jamás volvería a pasar; cuando la realidad se mezcla con la fantasía en un siniestro y cruel sueño del que duele, hasta el alma, despertar;  cuando el principio de todo es tan  distante, tan lejano, tan ajeno a nuestros pesares, a nuestros remordimientos, a nuestros sentimientos que enfebrecen nuestro corazón y que no nos dejan en paz.

¿Por dónde empezar? Era una preguntaba que me atormentaba continuamente, sin descanso, sin tregua, día a día, sin la mas mínima piedad, sin la más minúscula compasión posible.

Hoy aun no lo se, lo ignoro y tal vez lo siga haciendo.

Pero eso ya no importa cuando todo, absolutamente todo a terminado definitivamente, cuando al fin el telón ha caído y la peor obra jamás representada en la tierra ha terminado, cuando pronto el abrazo compasivo de la muerte me llevara entre sus raquíticos brazos y me apartara de este mundo cruel, de este infierno, en donde pague muchas culpas de las cuales no fui responsable, a la espera de una disculpa por haber cruzado este mísero calvario.

Pero antes de partir me parece justo recordar, quizá no como sucedieron realmente las cosas, pero si como las percibí en gran medida, como las sentí sobre mi piel, como las viví a cada minuto, a cada segundo de mi vida… pese al remordimiento, al dolor, a la culpa, a la vergüenza.

Ésta, esta es mi historia.

Mi vida pasada, una vida que odie y aborrecí por mucho, muchísimo tiempo, se forma de imágenes pasadas, de recuerdos imprecisos, de tontas añoranzas y de sueños infantiles. Las imágenes pasan frente a mí, borrosas, llenas de llanto y dolor, en intervalos sombríos e imprecisos, como la grabación de un burdo  video casero.

Lo único que puedo recordar, con suma precisión, es aquel sentimiento que nació y creció en mí sin reparo, sin un alto que frenara su incierta existencia, sin nada que le detuviera, sin nada que me recordara que el amar duele, que duele demasiado y que yo no había nacido para ello, que no hay que subestimar al dolor por pequeño e insignifícate que éste  pudiera parecer y que yo era débil, mucho mas que lo otros.

Eso es lo único que recuerdo,  eso  es lo único de lo que me pude percatar a destiempo; quizá no de la forma que hubiese querido, pero que le tuve en cuenta desde ahí, en donde mi vida había tomado un sendero desconocido, inconcientemente, y también, tal vez, porque su mera existencia me resultara extraña, ajena  a mi y al futuro que me había planteado desde tiempo atrás. Lo demás no importa, no ahora que el final esta tan cerca, no ahora que la muerte cruza sigilosa en umbral de mi alcoba…

Era una tarde de verano, hacia calor, el sol comenzaba  a ocultarse tras las montañas lenta y apaciblemente, en un movimiento silencioso, callado, en un ritual tan viejo como la tierra misma.

Las ventanas de la sala estaban abiertas de par en par, en busca de la escasa brisa que soplaba en las afueras. El poco airecillo que lograba colarse invicto por los ventanales agitaba las blancas cortinas que revoloteaban a nuestras espaldas, en un débil llamado que imploraba nuestra atención.

-¡Me rindo!- grite, extenuado, llevándome las manos a la cabeza que parecía que pronto me explotaría- ¡No puedo mas Cathy!, ya no doy una más, no hoy…

-Vamos Jahíro, no es posible que así de fácil te des por vencido- me dijo tomando una libreta del escritorio donde nos apoyábamos- No lo puedo creer, no de ti. Y mucho menos ahora que estamos concluyendo nuestro primer semestre, en el instituto.

-¡OH!  lo se pero las mate no son mi fuerte, no sabia que esto seria tan difícil- le respondí  apoyando la cabeza sobre el escritorio, en un vano intento de demostrar que estaba exhausto y que no continuaría si antes haber tomado un merecido receso.

Catherine era mí mejor y única amiga, y de la misma forma que ella lo era para mí, yo lo era para ella. Nuestra amistad  había nacido desde muy pequeños, cuando solo éramos unos niños y había perdurado por mucho tiempo, al grado que ambos nos considerábamos los hermanos que ninguno de los dos tuvimos.

Ella, Cathy como yo la llamaba, a su edad (16 años) era una bella joven: esbelta, coqueta, su cabello del color del caramelo caí sobre su espalda en una cascada de liso pelo;  sus ojos color miel destellaban en un terso y agraciado rostro. Alegre, entusiasta demostraba, sin lugar a duda y a cada instante ser mi polo opuesto, en muchos y amplios sentidos; lo que explicaba nuestra extraña y desigual afinación.

Yo a diferencia de ella era un poco más alto, llevándole unos cuantos centímetros; mis cabellos rizados se enroscaban  como fieras serpientes sobre mi cabeza; mis ojos de un negro intenso hacían un contraste con mi piel pálida como el de dos carbones sobre la blanca nieve. En cuanto a mi carácter, bueno ese era todo un caso: solía hablar poco, sólo para lo indispensable, y no por temor a lo que pudiera entrar por mi boca, sino todo lo contrario, por el simple miedo de lo que podía decir. Me considera, hasta cierto punto, del todo sincero y la mayoría de veces no media a precisión mis palabras y muchas veces hería sin darme cuenta.

Aquella tarde me había reunido con Cathy en un vano intento de llevar acabo unas clases  de regularización en la materia de matemáticas que, en los últimos meses, me había dado un sinfín de dolores de cabeza.

Llevábamos  reunidos más de tres horas y todos los pobres esfuerzos por parte de ella  parecían no estar dando fruto alguno.

-No te preocupes, unos cuantos ejercicios más y  pronto tendrás la noción de lo que haces- me consoló dándome leves palmadas en la espalda, seña de su incalculable apoyo, algo que indudablemente no merecía.

-No pierdas tu tiempo, soy un caso perdido, Revilla me mandara a extraordinario, y contra eso no puedes haces nada, y en verdad que no les culpo, soy un desastre completo- le murmuré aun con la cabeza sobre el escritorio.

Revilla era nuestro maestro del curso de matemáticas; un ser, ruin y despreciable, que me odio desde el primer día que asistí a su clase. Declarándome su rotundo odio en una mirada envenenada cuando pedí permiso para entrar al aula, con diez minutos de retraso.

-¿Qué va? No. No te preocupes. Si demuestras tu interés por la materia estoy casi segura que te dispensara al fin de curso. He oído que suele hacerlo cuando has asistido a sus clases, cuando cumples con lo deberes y muestras ese interés que muy pocos tienen en su materia.-

-No quiero hacerme ilusiones,- dije levantando la cabeza para mirarla a lo ojos, que de alguna forma me inyectaban esa confianza que había perdido a la larga - ¡para nada!, así que es mejor que me ponga a estudiar no quiero terminar  mal este primer periodo.

-¡Esa es la actitud Jahíro!- Grito Cathy, saltando de su asiento con el optimismo que le caracterizaba- Vas a ver que pronto será todo un experto en los números, ¿no?

-Me conformo con pasar la materia este semestre y nada más- le dije con sarcasmo y poniendo los ojos en blanco.

Antes de seguir en nuestra clases privadas, disfrutamos un pequeño receso y platicamos unas cuantas cosas sin la más importancia, temas triviales, hasta que volvimos al ataque. Realice uno cuantos ejercicios, una, otra y otra vez, siguiendo los sabios pasos que Cathy me indicaba; después de una larga tarde llegue a resolver unos cuantos más sin ayuda y así hasta ya entrada la noche. Mientras en las afueras las sombras se cernían a los alrededores, en un manto oscuro, que de vez en cuando era roto por los faroles de las aceras.

Antes de que el reloj de pie marcara las ocho de la noche, mamá entro a la sala entre el alborozo de Benee, nuestro pequeño y esponjoso perro. Los ladridos inundaron la  habitación, hasta que el cachorro se percato de la presencia de Cathy corrió hacia ella y se atiranto en su regazo. Benee adoraba a Cathy y ella a él.

-Hija, no creí alcanzarte cuando llegara- grito mamá desde la puerta- Espero que Jahíro te haya ofrecido algo de beber, ya sabes lo descortés que es.

-Si Maite, no te preocupes.- respondió despreocupada, Cathy, mientras acaricia el cuerpo peludo de Benee- Aunque después de media hora se lo recordé- concluyo sonriendo abiertamente.

-¡Oye! No es verdad- me defendí antes de que llovieran los ataques de mamá.

-Debí suponerlo, hija-  y ambas sonrieron contagiándome su buen ánimo.

Después de la interrupción de mamá, quien se apuro en la cocina, seguimos en nuestra ardua lucha. Y antes de que pudiera terminar con éxito un complicado ejercicio el exquisito olor de comida caliente nos llamo a cenar. Recogimos el altero de libros, las plumas y demás en un santiamén, nos dirijamos al baño a lavarnos las manos y nos sentamos en la mesa. Comimos en una agradable charla, llena de bromas y una que otra experiencia de mi madre. Sonreímos y bromeamos muchas veces; era una cena típica,  ya que no había día en que Cathy no cenara en casa, o yo comiera en la de ella. Vivíamos en un mundo donde los problemas nos parecían ajenos, que solo existían en una vida que nosotros no vivíamos.

Cuando al fin terminamos de cenar me apure a limpiar la mesa para después llevar a Cathy a su casa.

Salimos de casa después de que  Maite se despidió de Cathy y sin antes pedirle que me cuidara, lo que realmente no me causo gracia alguna.

En lo alto la luna brillaba impecable, su suave luz iluminaba las calles adoquinadas y a los escasos caminantes que andaban por las aceras.

Recorrimos nuestro camino charlando sobre nuestras aventuras pasadas, de nuestros infantiles juegos y cada uno de los momentos que habíamos pasado juntos hasta entonces. Una platica que evite desde que inicio hasta que termino, por que el pasado duele, muchos más aun cuando lleva bellos momentos que hacen que el dolor aumente considerablemente, por que lo que antes fueron jardines a ahora son solo desoladores desiertos.

De pronto, en la esquina más próxima la luz blanca de los faros  de un lujoso automóvil brillo entre las penumbras.

Un carro negro, de pintura impecable se detuve frente a nosotros; mientras la ventana de la puerta del copiloto se bajaba lentamente, para dar paso a la figura de un apuesto joven que inminentemente manejaba tan lujoso automóvil. De inmediato conocí al atractivo muchacho: era Armando, el novio de  Cathy.

Armando era un simpático y sencillo joven, apuesto, sumamente atractivo. Su sonrisa hacia un juego mágico con sus perfectas y delicadas facciones de ángel. Sus delgados labios rojos se curvaron en un sutil gesto y  esbozaron una amable sonrisa que transmitía una calidez inusitada y sus ojos verde mar, que parecían penetrar hasta lo más hondo del alma, como si pudieran leer cada uno de los pensamientos que cruzaban por la cabeza de uno, como un libro abierto, nos miraron gentilmente, con la nobleza de su corazón ahí grabada al rojo vivo.

Sin esperar más se bajo del automóvil y se acerco a saludarnos, dejando un dulce rastro de su cítrico aroma a su alrededor. Que ni tardo ni perezoso me apure a inhalar.

-Mi amor…- murmuró en voz baja para Cathy, a la vez que la tomaba de la cintura y la acercaba a su ejercitado cuerpo. Después de un largo y apasionado beso, que inclusive a mi me robo la respiración, se acerco a mi y me estrecho la mano, dejándome una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo, de pies a cabeza.

-Jahíro me alegra verte- me dijo, con una destellante sonrisa en su rostro.- Espero que vayan bien los números-comento, en un intento de hacer platica- algo así me dijo Cathy, espero no estar revelando un secreto, ¿o si?

-¡No! Para nada…, en el salón para nadie es un secreto que las matemáticas y yo no somos muy  buenos amigos- le respondí de inmediato, con el corazón acelerado- muchos menos con Revilla que parece traerme de encargo.

-Si me lo imagino- contesto con gesto de desden- aunque debí de suponerlo, nadie que haya conocido yo, logra congeniar con Jorge.

-Es un pesado de lo peor. Me odia y aun no conozco el motivo; y dudo que pueda ser que no me guste su materia que imparte, ya que hay muchos que no dan una en ella y no son y tan aborrecidos por él, como lo soy yo.- respire al recordar sus rostro surcado por un mohín permanente de hastío- ¡Eso no es justo! Si pudiera decirle sus verdades realmente lo haría.

-¡Jahíro! No seas así, limítate a hablar del Revilla- sentencio Cathy  con las mejillas sonrojadas, por algún motivo que desconocía. A su lado Armando sonreía de lo lindo, ahogando sus tiernas carcajadas.

-Cathy, ¡lo odio!, no puede haber en el mundo un ser mas nefasto que Jorge…- me defendí rápidamente, haciendo mas énfasis en la palabra “odio”.

-¡Basta! Jahíro- me interrumpió mi amiga muerta de la vergüenza.

-Oye que a ti te vaya del todo bien no significa que tengas que reprimir mis sentimientos- le dije mirándola a los ojos- eso no me parece justo, eh.

-Lo que no me parece justo es que este hablando del tío de Armando-  me corto antes de que pudiera continuar.

-¡¿Tu tío?! ¡¿Jorge?!- pregunte incrédulo, como si un balde de agua fría me cayera de pies a cabeza. Y antes de que pudiera articular palabra alguna, mi rostro se tiño de un rojo cereza y desee que la tierra me tragara, en ese mismo instante.- Oh lo siento, no sabia… disculpa no creí que el… bueno que era algo tuyo- balbuce torpemente, en un intento de reparar las cosas, pero ya era demasiado tarde, había hablado más de la cuenta, como muy constantemente solía hacerlo.

“Maldita boca” maldije para mis adentros.

-Debí suponerlo, muy pocos saben que somos parientes- me dijo sin darle la menor importancia al asunto-, bueno y pues desde este momento te encuentras entre ellos.

-Así parece- fue lo único que atine a decir, aun con la vergüenza inundando mis mejillas de un calido flujo de sangre que parecía que jamás iba a desaparecer.

-Me calle unos cuantos segundos donde solo oí, las carcajadas ahogadas de Armando y Cathy, regodeándose de mi pena.

Bueno lo acepto la había regado, demasiado tal vez,  aunque a  decir verdad no era del todo  mi culpa, ya que quien se podía imaginar que un joven tan apuesto, popular y encantador como lo era Armando pudiera tener el más mínimo parentesco con el peor de los maestro del instituto. Obviamente yo no lo podía saber, vaya ni siquiera suponer, eso era mas que claro. ¿No?

-Jahíro no te preocupes- dijo Armando, acercándose a mi levemente, hasta quedar a un metro de distancia, con una mirada sincera, penetrante que hizo que me sintiera del todo bien- No eres el primero y debo suponer que no vas  a ser el ultimo que odie a Jorge. Es algo a lo que me he acostumbrado a la larga, ya que al parecer no eres el único que  le aborrece. No te aflijas- concluyo.

Suspire largo y tendido en un intento de recuperar el aplomo,  mientras recorrí el rostro perfecto de Armando en busca de algún indicio que delatara que solo fingía no importarle mis estúpidos comentarios sobre su tan aborrecible tío solo por que era el mejor y único amigo de su novia, pero no halle nada de lo que esperaba, solo una armonioso y perfecta belleza que dejaba aturdido al instante y un gesto de indiferencia total.

-Ahora ya lo sabes: a respetar a mi tío. Más te vale eh…- dijo Cathy mientras se acercaba a Armando y lo tomada de su ancho brazo y recargaba su cabeza sobre el.

Puse los ojos en blanco ante sus tontas palabras. Después me apure a mirar la hora en mi móvil.

-Vaya que es tarde, las diez de la noche- dije tratando de evitar más comentarios sobre lo ocurrido.

-Si así es- me siguió Cathy, aun  recargada sobre el brazo de su apuesto novio- Debemos irnos, mi papá me espera en casa desde hace rato.

-Adelante- le respondió Armando  estirándole la mano para guiarla en su camino al automóvil.

-Bueno Jahíro por hoy ha sido todo. Me alegra  ver que has progresado mucho en estos días, estoy completamente segura que todo saldrá bien- dicho estos se arrojo a mis brazos, en un abrazo calido, amistoso, en una muestra del gran afecto que nos unía y de la maravillosa amistad que juramos que perduraría hasta nuestros últimos días.

-Lo sé, lo sé, Loca. Mejor maestra no pude haber encontrado y bueno confió en  tus palabras- le respondí mientras desbarataba el abrazo. Después bese su aterciopelaba frente y la impulse para que se uniera a su novio que nos miraba sin el menor atisbo de celos.

Cathy camino hasta Armando que la esperaba cerca de su automóvil, la tomó de la mano y la guió a la puerta del copiloto. Al llegar tiró de ella, y la hizo entrar caballerosamente, después la cerró y caminó a al otro lado. Antes de que se subiera se despidió amablemente:

-Jahíro nos vemos- dijo agitando su mano con la que  sostenía su juegos de llaves- me dio gusto volver a verte- y sonrió, con aquella arrebatadora sonrisa que le caracterizaba.

Me limite a asentir con la cabeza que el gusto era reciproco…

Después entro al interior del automóvil y arranco en medio de la noche. Seguí el carro, con la mirada, por la larga calle hasta que se perdió entre las sombras de la noche, a unas cuantas cuadradas. Cuando al fin se hubo desaparecido gire y comencé mi regreso a casa.

Camine a casa debatiendo muchas de mis locas ideas, un sin fin de enmarañados pensamientos que desde hace tiempo me atormentaban y que me habían jurado no dejarme en paz, ni un momento siquiera; hasta que llegue al quicio de la puerta. Mire por unos momentos mi pequeña casa, con las ventanas tenuemente iluminadas, y después de inhalar un poco de aire entre.

Mamá se encontraba sumida en la lectura de un viejo libro sobre la historia de un joven llamado Dorían y un retrato suyo; intente no interrumpirla pero  cuando sintió mi presencia me miro de soslayo y me  sonrió tiernamente, con una bella sonrisa que me relajaba al instante.

-Te ves agotado, Jahíro, es mejor que subas  adormir y descanses un poco. Te hace falta- me indicó  a media voz, y con sus ojos escrutadores recorriéndome de pies a cabeza. La facha que traía no debía ser para menos- Por hoy me encargare de Benee-indicó.

-Gracias mamá- le agradecí sin animo alguno; me acerque a ella y le bese en la mejilla- Hasta mañana-  murmure casi para mis adentros.

-Que descanses- me dijo alborotándome el cabello con su calida mano que transmitía una tranquilidad relajante.

Camine rumbo a las escaleras, sintiendo como mamá clavaba la mira sobre mi espalda, escrutando a fondo mi corazón que algo ocultaba, hasta que me perdí entre los pasillos.

Subí cada uno de los peldaños como un autómata, guiado por mis instintos y mi cuerpo y por las ganas de hallarme en mi habitación. Hoy había sido un día largo, demasiado a mi parecer, pero bueno así tenia que ser indudablemente y era algo contra lo que no podía luchar.

Entre a mi alcoba, tome mi toalla y mi pijama del closet y me dirigí al baño.

Llene la tina del baño a la mitad, con agua fría y me zambullí en el delicioso liquido por una larga hora.

Listo y aseado mire el espejo del baño. No era lo que esperaba ver  pero me complació ver que tampoco era lo que menos deseaba.

Regrese a mi alcoba, apague la luz, me tire sobre mi cama y tomé del pequeño buró mi  reproductor, me coloque los audífonos y me deje llevar por las melodías que se reproducían sin parar.

Bye, bye beautiful…

Desparramado sobre mí lecho comencé a tararear la melodía, siguiendo el ameno ritmo de la  canción.

Someday I’ll learn to love this past.

Still fresh…

How blind you be? Don’t you see?

How blind you be? Don’t you see?

How blind you be? Don’t you see?

That we can´t… our destiny.

De pronto un recuerdo vino a mi memoria, una vez más. Y por mas que intente no pude repudiarlo como hubiese querido. Era débil y yo lo sabía…

Armando… Su rostro se perfilo en mis ojos, como si fuera de verdad y no solo una cruel fantasía de la que era juguete. Sus tiernos labios de ángel pronunciaban mi nombre quedamente, en un suave susurro, en un llamado que yo solo me había creado, en una verdad que me causaba a asco. Era el novio de mi mejor amiga como hacerle eso. No podía hacerlo, no cuando yo la quería tanto, si  a eso se le podía llamar cariño. Pero era algo  que no podía controlar, algo contra lo que me resultaba imposible luchar.

¿Cómo terminar algo que ni siquiera aun había empezado?

¡Sí! lo reconozco… Armando era el hombre que cualquier chica podía desear: guapo, caballeroso, inteligente, amable y lleno de un sinfín de virtudes que no conocía y que no conocería nunca, pero no era mío y jamás lo seria. Me alegraba grandemente que Cathy se hallara a su lado; era una buena elección, la mejor de todas que le había conocido, hasta ahora, y no sólo por que conducía un despampanante automóvil ultimo modelo o por que gozaba de una economía nada despreciable, sino que se le veía feliz y realmente con eso me bastaba, era una buena chica y merecía lo mejor, de lo mejor y bueno era más que obvio que Armando entraba dentro de esa categoría, sin lugar a dudas.

¡Claro que entraba!, como podía dudarlo cuando Cathy era tan feliz y cuando Armando  poseía una larga e interminable lista de virtudes,  era guapo,  ¡sí! sumamente guapo, tal vez el mejor de la escuela, si eso; era inteligente, el mejor de la clase, según había oído decir, y no solo eso era el mejor jugador de football sino también de tenis, era uno de los chicos más codiciados del instituto y de algunos otros lugares que solíamos frecuentar.

Sí era una buena elección le había reconocido a Cathy, cuando me lo pregunto de corazón. No lo dejes pasar, le había dicho, tómalo  ahora que puede ser tuyo, no lo dejes ir. Pero el universo y la vida habían conspirado contra mí y ahora pagaba por ello, las cosas se habían vuelto en mi contra y ahora me declaraban la guerra.

¡Armando! ¡Armando! ¡Armando! Casi grite… pero no, era el novio de mi mejor amiga, como hacerle algo así, como traicionarla, como herirla, como destrozar su corazón con la verdad. Muchos dicen que lo mejor es  hablar con la verdad, con sinceridad y  el corazón en la mano, pero mi caso no era ese, no podía serlo, no cuando me había fijado en la persona equivocada.

¡No!, ¡no podía!, ¡no podía!…, me lo repetí tratando de hallar un consuelo, por pequeño e insignifícate que pudiera ser.

“Te gustaba y demasiado, no hay duda” me murmuro mi corazón, a media voz, imperceptiblemente, tan tenuemente que apenas pude oírle.

Lleve mi almohada  a mi rostro, aspire el olor que emanaba, el fresco aroma de mi shampoo arremetió contra mi nariz. Deje que mi cuerpo se relajara. Las cosas no podían cambiarse de un momento a otro, muchos menos las de esta magnitud.

Cerré fuertemente los ojos, en un intento  de buscar la solución a mis problemas, el consuelo que necesitaba mi alma, el sosiego que imploraba  mi abrumado corazón, la tranquilidad que en antaño había gozado y que ahora  me había sido robada, o solo simplemente el principio de todo…