El Otro Rostro de la Vida... Cap. 14º

Y cuando todo parece marchar mejor que nunca un pequeño secreto sale a la luz… un pequeño secreto que cambiara radicalmente el rumbo de la vida de Daniel… Cathy… Armando… y por supuesto de Jahíro… algo contra lo que no se puede luchar algo que nos hará dar cuenta que se ha vivido en una mentira....

Bueno chicos como ya se los había comentado con anterioridad ahora  solamente estaré publicando los días miércoles… y como ya se pudieron percatar estamos en los últimos capítulos a tan solo 3 capítulos de la recta final… así que aquí está el 14º Capítulo…

Lando S. M

Saludos...

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...

Capitulo 14º

Pasaba de la medía noche cuando nos adentramos al corazón de Villa Florencia después de un largo y tedioso viaje que por fin terminaba; ya nadie estaba despierto a esa hora, todas las casas se hallaban sumidas en un sueño profundo y abismal como la misma noche, perdidos cada uno de sus habitantes en sus propias fantasías de opio como la que yo estaba viviendo justo en ese momento que por una u otra cosa no creía del todo aún…; las aceras estaba solitarias sin un transeúnte que las transitara con pasos sigilosos, los prados desiertos con sus flores danzando de un lado a otro, mecidas por la cadencia del adagio y el cálido aire de la medianoche vagaba silenciosamente por doquier como un etéreo fantasma, hasta que se unía con la soledad reinante, para transformarse en una atmósfera de tranquilidad y paz que se sentía y se respiraba por doquier, como un exquisito y embriagador efluvio …

Permanecí así quieto y mudo, mientras miraba pasar a mi lado metros y metros de construcciones sin orden ni concierto, hasta que Armando coloco su tibia mano sobre mi pierna para devolverme a la realidad.

Volví mi rostro al suyo, para encontrarme con esa benevolente sonrisa que tanto amaba y adoraba; respondí su gesto de ánimo con una falsa imitación de la suya y es que la sola idea de imaginar que en cuestión de minutos me encontraría con nada menos que con Maite después de mucho, muchísimo tiempo que no la veía, me provocaba un largo estremecimiento que me recorría de pies a cabeza y no por el miedo que me pudiese provocar al estar frente a ella, sino que ahora sí tendríamos una larga y extensa plática, plática que había postergado de todas las formas posibles y que  ahora  ya no podía evadir de ninguna manera  si es que la había o existía siquiera.

Armando redujo la velocidad a unos cuantos metros de mi casa, y siguió el camino a vuelta de rueda. De lejos miré mi casa, era tal cual la recordaba, el tiempo en Villa Florencia parecía no haber pasado un instante siquiera, nada en ella había cambiado, al menos no físicamente.

Pase saliva con dificultad, imaginando lo que me esperaba. Sabía de ante mano que a estas altas horas de la noche Maite ya estaría acostada y dormida, algo que no sería impedimento para que al percatarse de mi llegada bajara y exigiera que aclaráramos  todo aquello que teníamos pendiente. Lo que comprendía de alguna manera, pero no aceptaba del todo, y es ¿quién así lo iba hacer?

Armando se percató  y lanzó una efímera carcajada que  reverberó en el interior del auto, como una armoniosa melodía.

-¿Asustado?- inquirió tratando de ocultar  una sonrisa en su bello rostro.

Volví mis ojos a los suyos:

-¿Lo parezco?- le respondí con una pregunta, mientras él meneaba la cabeza de una lado a otro, conteniendo las ganas de volver  a reír en ese momento.

-No es por nada personal claro y te mentiría si te dijera que no, pero sí, un poco, nada de preocuparse- contestó y después detuvo el automóvil a unas cuantas casas de la mía.- No pasa nada Jahíro… bueno sólo que Maite… esté hecha una furia por que no le hayas avisado de tu regreso y también molesta por la actitud infantil que tomaste cuando llegue a la casa en la playa; algo en lo que la apoyo indudablemente; ah y casi lo olvidaba el que yo haya tenido que intervenir para que al fin contestaras el teléfono y bueno los demás ya lo sabes… ¿no?- dijo con una rostro tranquilo, que denotaba que en cualquier momento se soltaría a reír.

Y sin decir nada solté un fuerte golpe de contra su pierna…

-¡Oye!- se quejo, para después llevar su mano, sobre su musculosa pierna.

-No ves que me muero de los nervios y tú sometiéndome a más presión- dije con un falso coraje- Así  que sino estaba para arrepentirme ahora si lo hago.

-¡Que va! Jahiro, ya estamos de vuelta aquí y obvio que yo no lo permitiría. Quedamos en un trato que tú y yo debemos respetar, ¿no es así?- preguntó con una mirada inquisitiva que me doblego al instante.

-Si lo sé, pero no es lo mismo decir las cosas que llevar a la práctica como yo estoy a punto de hacerlo, eso si que es complicado- murmuré mientras me dejaba caer sobre el asiento del auto con resignación.

-Si tal vez…, pero que mejor que hacerle frente a la situación antes de que la situación te haga frente a ti, ¿no? Es más dudo mucho que Maite tomé alguna actitud negativa en contra tuya… estoy seguro que te recibirá con los brazos abiertos y con ese inmenso amor que te tiene, de eso no hay duda, te ama tanto como yo lo hago.

Ladeé la cabeza sobre el asiento mientras él se acomodaba; y es que la necesidad de contemplarlo, de verlo a cada instante se hacía más fuerte a cada día que pasaba, es más ya era mi adicción sin la cual ya no podía y  no quería vivir.

-Bueno aunque si yo fuera ella no descartaría un par de nalgadas, indudablemente, y es que hubo días que no supo nada de ti…- dijo, mientras esboza una sonrisa traviesa en su rostro.

Su buen ánimo me contagio al instante y le acompañe con una sonrisa que trató de despejar los nervios que estaban a flor de piel en aquel mismo momento; sin decir más piso el acelerador, para no retrasar más un segundo siquiera lo inevitable. Así que en una abrir y cerrar de ojos llegamos a casa, donde todo era oscuridad y tranquilidad.  Armando detuvo el auto frente a la entrada, apagó el motor y se recargo sobre el asiento:

-¿Listo?- inquirió tomando mi mano entre la suya, para que sus dedos se amoldaran a los míos a la perfección.

-¡No!, definitivamente aun… no, pero no hay de otra, así que a enfrentar lo que venga…- dije con firmeza, después salí del interior del coche a una calida noche que me recibió con ternura, como si desde hace mucho me estuviese esperando, para resguardarme entre sus brazos y protegerme de una manera u otra contra todo y contra todos.

Armando imitó mis movimientos y poco después de que estuve fuera, él también lo hizo. Rodeó el carro y se colocó en el portaequipajes. Introdujo la llave y sacó del interior mis pesadas maletas, tomó una y dejó que yo agarrara la otra. Cerró de un golpe la cajuela.

Coloque la mirada sobre la casa sopesando lo que pronto en ella iba a pasar… sabía sin lugar a dudas que no sería algo del todo malo, pero si algo incomodo, por que realmente no es nada fácil hablar con una madre y abrirle tu corazón como jamás lo habías hecho con nadie, mucho más aun si el asunto a tratar es algo de esta naturaleza, o al menos así para mí lo era…

Aun había muchas dudas que aclarar y muchas inquietudes que aplacar, pero si de algo estaba seguro era que: a partir de hoy todo, absolutamente todo iba a cambiar, en demasía como jamás algo lo había hecho en mi vida…

Tomé la otra maleta que sostenía Armando, para dirigirme a casa pero antes de que me hiciera entrega me tomó de la mano y me acerco a él, a su cuerpo que ardía en deseo, a sus labios que imploraban una pequeña despedida, como ya lo estaban haciendo los míos y, sin más, nuestras bocas se unieron en aquel instante, bajo la inquisitiva mirada de la luna que al igual que el sol ya era cómplice eterno de nuestras vidas.

Solté las maletas que hicieron un golpe sordo sobre el adoquín y deje que él marcara el paso de aquella caricia hasta que por fin acabo.  Nos separamos lentamente hasta que nuestras miradas se cruzaron fugazmente, como un relámpago…

-Hasta el final- me recordó en un tenue y casi imperceptible murmullo que soltó cerca de mi oreja. Y sin más que decir se alejo y se subió a su auto, encendió el motor y se perdió en las penumbras de aquella hermosa noche.

“Hasta el final” confirme de la misma manera para mis adentros, después tomé mis dos maletas listo para enfrentar lo que viniera.

Me acerque a la puerta  introduje la llave, y giré el picaporte, después de un breve chasquido empuje la puerta. Rápidamente  mi mano se deslizo a buscar el interruptor, después de que lo encontré la luz se hizo, al instante

Cerré los ojos un momento, hasta que por fin se fueron acoplando al destello de la araña que colgaba del techo. Dentro nada había cambiado, todo era igual, tal y como mi mente lo evocaba.

De un ligero empujón cerré la puerta a mis espaldas. Caminé unos cuantos pasos hasta que llegue a la sala, coloque mis efectos sobre un sillón. Mire a detalle mi hogar, mi adorado hogar que tantos recuerdos me traía y al cual había extrañado inmensamente. Por algunos momentos me perdí en tanto y tantos años que ahí había pasado, hasta que unos breves ruidos que provenían de la planta alta me devolvieron a la realidad de un golpe.

Volví al techo imaginando quien podía estar provocando tal ruido, al imaginarlo en mi rostro se dibujo una fugaz sonrisa y una alegría inusitada invadió mi corazón. Y sin esperar un segundo más salí disparado en su búsqueda. Cruce la sala y el vestíbulo como un rayo hasta que llegue al pie de las escaleras, donde ya estaba Maite con un gesto de felicidad en su rostro que no pudo disimular un poco siquiera, si es que así lo hubiese querido.

Nos miramos un momento fijamente, tratando de creer que todo era tal cual y no un producto de algún demente sueño de ambos. Nadie hizo nada y ahí estuvimos por unos instantes sopesando los estragos del tiempo en cada uno.

Y después, sin darme tiempo de reaccionar, Maite bajó los peldaños con prisa y sin esperar más se arrojó a mí, para estrecharme entre sus frágiles brazos que estaban ansiosos de sentirme cerca, por un largo tiempo, en compensación de todo aquel que permanecí lejos de su lado…

Respondí su efusiva muestra de afecto de las misma manera e inclusive mucho más vehemente que la de ella. Permanecimos así por mucho  rato, sin mostrar amago alguno de que en algún momento nos separaríamos, y es que en ese abrazo tanto el uno como el otro demostrábamos ese enorme e inmenso amor de madre e hijo que sentíamos y que ya nada ni nadie haría flaquear de ninguna manera posible.

Después de mucho, al fin deshicimos aquella férrea muestra de afecto; Maite tomó mi rostro entre sus delgadas manos y con lágrimas en los ojos murmuro:

-No tienes idea de cuanto  me alegra que hayas vuelto… mi amor… te extrañe mucho, muchísimo cariño…

Le mire fijamente a los ojos y vi en ellos una verdad que no necesitaba confirmar, un amor inmenso que se veía reflejado en cada acto que ella ejecutaba, en cada palabra, en cada caricia: un inmenso amor que ya no necesitaba que las palabras le reforzaran, por que aquí en estos momentos lo que contaban eran los hechos, lo otro estaba de más… sobraba.

-He vuelto Maite… listo para afrontar la verdad, hasta las últimas consecuencias- le murmuré cerca del oído, con la seguridad de que pronto las cosas iban a cambiar de una u otra manera…

Aquella noche de mi regreso Maite y yo tuvimos una larga y muy extensa plática que fue como la de dos viejos amigos que se conocen desde hace mucho tiempo, de toda la vida se podría decir, en donde le aclaré un sin fin de dudas de muchas que tenía y donde le conté todo lo acontecido en la casa en la playa y un sin fin de situaciones que tenía que saber o por lo menos estar al tanto, para que ninguna de ellas le tomara desprevenida y es que preferí que las oyera de mi boca y no de alguna que intentara sembrar intriga y discordia entre nosotros dos. Aceptó todo de buena gana y con la mejor de las disposiciones, hecho que le agradecí de todo corazón y que hizo que le quisiera mucho más de lo que ya lo hacia; aunque claro el hecho que las aceptara o las llegara a tolerar, no implicaba que estuviera del todo conforme o en acuerdo con ellas, pero como pudo aceptó sin poner ningún pero a nada, pero no sin antes hacerme unas cuantas advertencias que debía tener muy en cuenta antes de hacer lo que tenía que hacer; ya que nada de lo que tenía planeado era así tan fácil como se podía llegar a ver a simple vista, un grave error del cual nos percatamos cuando ya es demasiado tarde y que procuró evitarme a toda costa.

Después de mi regreso deje que transcurriera una larga y casi interminable semana a la espera de que el momento indicado para dar el siguiente paso en este juego de muerte que por momentos llegaba a creer que podía salirse de mi control sino ponía los más mínimos cuidados que ello implicaba.

En esa semana posterior a mi regreso intente de todas la formas posibles que nadie se percatara de mi regreso a Villa Florencia; la verdad no deseaba dar ninguna explicación a nadie, sobre nada en absoluto. Pero muy en el fondo sabía, sin lugar a dudas, que mi retorno no permanecería oculto por mucho tiempo como yo lo desea y que en cualquier momento todo se sabría y de no ser así,  lo que tenía planeado a corto plazo ameritaba que saliera de casa lo que  implicaba  a que unos cuantos me vieran y la bomba explotara antes del tiempo que tenía planeado. Por lo que a cada día que pasaba tenía un sin fin de precauciones, para no ser visto.

En el tiempo que estuve en casa pude percatarme de la enorme insistencia que Daniel y  Cathy tenían en cuanto a saber algo de mí. Mi mejor amiga  aún llamaba por lo menos una vez al día a Maite tratando de persuadirla de darle mi dirección, pero mamá pese a todo seguía inamovible en su posición. En dos ocasiones conteste pero antes de poder decir palabra alguna, la voz de Cathy me hacía detenerme y colgar al instante, hecho que me demostraba sin lugar a dudas que la verdad a cada día que pasaba se acercaba más y más, sin remedio alguno y que sino controlaba las cosas, todo saldría  frote y dañaría a más personas de las que ya tenía contemplada en mi larga lista.

La  noche pasaba había sido lo mismo, mientras cenábamos el teléfono de la sala sonó, Maite se apuró en contestar, poco tiempo después volvió con la buena nueva de que era mi mejor amiga que seguía insistiendo por mí. Así que aquella calurosa noche mamá me dio la última advertencia del día, haciendo cierto énfasis que el día de hoy Cathy había llamado de nueva cuenta. Después de esto, me dirigí a mi habitación para meditar, a profundidad todas y cada una de las perspectivas que tenía frente a mí; hecho que deje a un lado, al recordar la enorme promesa que le había hecho a Armando: la de afrontar las cosas como vinieran y no poner altos, ni obstáculos a la verdad, por que entre más tardara en enfrentarla, el dolor sería mucho, pero mucho más inmenso de lo que ya lo era, cuando ésta saliera a flote y no por nuestra boca sino por alguien más.

Me arrojé al buró que estaba a un lado de mi cama de donde tomé mi móvil que se estaba cargando, rápidamente busqué en el directorio el número de Armando, lo encontré al instante.

Miré por un largo rato la pantalla de mi teléfono sopesando la situación y después de darle muchas vueltas al asunto  al fin presione la tecla de llamar, al instante  coloque la bocina a mi oído y sin más esperé a que el tono de entrada comenzara a pitar.

Sonó dos veces, después una dulce voz contesto al otro lado:

-¡Hola!, desde hace días esperaba tu llamada - murmuró Armando.

Tarde unos segundos en responder, pero después de ver que ya no podía dar marcha a tras conteste:

-Si lo sé- me justifique al instante-La verdad, la situación con Maite no fue del todo fácil- mentí, mientras así girar el cable del cargador entre mis dedos- Pero ya todo ha vuelto a la normalidad. No hay de que preocuparse, de momento claro.

-¡Perfecto!- prorrumpió alegre, a sabiendas que el primer obstáculo que teníamos que librar ya había quedado a tras.

Suspire profundamente, para armarme de valor y pedir lo que faltaba, algo que no quería hacer, pero que si quería que las cosas salieran por buen rumbo no había otra opción.

-Pues tu entereza  y tu valor estarán a prueba a partir de ahora - dije mientras inconcientemente, mi mirada se iba a posar sobre un pequeño portarretratos donde estaba una foto de Cathy yo, abrazados, como dos hermanos que nunca imaginaron que alguien los iba a separar tarde o temprano.-Cathy tiene que saber la verdad…

Y sin darle tiempo de más colgué, arroje el teléfono cobre la cama y me deje caer a su lado. Cerré los ojos y miré tras ellos un poco de lo mucho que podía pasar de ahora en adelante, lo poco que llegue a mirar me perturbo al instante y sin esperar más abrí los ojos y contemple el blanco  techo. Me perdí en la luz nácar que éste despedía, sintiéndome un loco que mire las paredes de su prisión.

Acto seguido: me levante de un salto y me  coloque frente a la fotografía, la tomé entre mis manos y la admire por una eternidad, y vi en ella, una viva prueba de una amistad que había terminado de la peor manera, vi en ella un torrente de bellos recuerdos que dolían hasta el alma, vi en ella mi traición, mi deslealtad, mi falta de voluntad para hacer frente a algo que pude evitar a toda costa… Sin más dos lágrimas resbalaron por mis mejillas, sintiéndolas arder como gotas de ácido… y sin dar tiempo de nada arroje el portarretratos al bote de la basura… a sabiendas de que todo lo que había hecho no era mi culpa, al menos no completamente…

En la planta baja el timbre comenzó a sonar con fuerza. Volví la vista a la ventana y me acerque a ella… mire por el alto ventanal algún indicio de quien podía ser, pero la calle estaba solitaria, sin alma en pena que vagara por la acera…Sin otra opción me apure en limpiar mi rostro. Listo emprendí la bajada.

Baje las escaleras saltando peldaño tras peldaño hasta que de un salto me coloque en la puerta y antes de que volvieran a tocar abrí, tras ella la altanera figura de Daniel se perfilo.

Sin esperar invitación alguna se adentro al interior de la casa hasta que se coloco frente a mí.

Le mire fijamente sin pestañear una sola vez. No dije palabra alguna hasta que el al fin rompió el silencio que se había apoderado del lugar.

-Me alegra que hayas regresado con bien de tu luna de miel con Armando…- dijo destilando veneno, sin despegar sus ojos felinos de los míos- Pero ha llegado el momento de que nos quitemos las caretas y hablemos con la verdad… Jahiro…


Lejos de donde nos encontrábamos, frente a una bella casa que sobresalía entre las penumbras de la noche, un lujoso automóvil de detuvo. Pitó dos ocasiones. Después las cortinas de las ventanas de la pared que colinda con la acera de la casa se corrieron, tras ellas una hermosa joven se asomó, sin más dejó caer éstas y se apresuró en salir. Apuró sus pasos hasta que se colocó al lado del automóvil que no  había apagado el motor, sin esperar más se adentro al interior del lujoso auto.

-¡Hola! Armando- saludó Cathy al piloto que no despegaba la mirada del adoquín.- No tienes idea de cuanto me sorprendió tu llamada y antes terminar intento darle un beso, pero Armando esquivo bruscamente su vano  intento.

Cathy lo miró sorprendida, pero mucho más que sorprendida desconcertada y aturdida por su brusca reacción, algo que nunca entre ellos dos había pasado… y que indudablemente era un mal pronóstico de que algo andaba mal.

-¿Sucede algo?... Armando- inquirió Catherine.

Armando se acomodó sobre su asiento para mirarla fijamente y no  flaquear en lo que estaba y pretendía hacer. Suspiro para armarse de un poco del valor que necesitaba, en aquellos momentos y es que sin saber como o por que lo habían abandonado y tarde comprendió y sintió lo que yo hace algún tiempo había pasado; y en verdad que no era nada fácil, pero de una u otra forma tenía que hacerlo, ya no había marcha a tras.

-Necesitamos hablar Cathy, hay tantas cosas que contar…- soltó sin más preámbulos, mientras mi mejor amiga, contraía el rostro en un gesto de sorpresa que no intento disimular, confirmando su peores temores, mientras su corazón latía aceleradamente, en una danzaba siniestramente….


Estaba tirado en mi cama sobre el mullido edredón; me hallaba en un estado intermedio, estaba dormido, pero mi cuerpo aún estaba alerta a lo que acontecía en las afueras listo para lo que viniera, así que en cuanto el timbre resonó por la casa me levante de un salto. Me desperece al instante y me previne para lo peor, o al menos a una parte de todo ello…  por que indudablemente, si Armando había hecho su parte de plan, lo que venía después no era algo tan bueno…

Rápidamente miré mi móvil en busca de un indicio que me dijera qué es lo que estaba pasando, pero ni una llamada, ni un mensaje… nada….

En un instante, en la planta baja se escuchó como mamá abría la puerta y recibía a la inesperada visita… No paso mucho tiempo para que después me llamara a voz en cuello.

¡Jahíro!, ¡cariño!, ¡Jahíro!

Sin retrasar más ese momento me apresure a bajar, con el corazón acelerado a mil. Cada latido retumbaba en mis oídos como redobles de un tambor. Cuando llegue a la sala Maite sostenía una encorvada figura entre sus manos que sollozaba con una fuerza estruendosa que se sobreponía a cualquier sonido, como el gemido de algún animal herido, que a duras penas se sobrepone a ese dolor tan inmenso que abrasa su pecho, con fuerza.

Me detuve secamente bajo el marco de la puerta, mientras miraba paralizado la escena que se dibujaba ante mis ojos. Temblé de pies a cabeza sintiendo como el alma se me escapa del cuerpo e iba a parar a quien sabe diablos donde, para dejarme ahí, sin más  a la imperiosa merced de mi suerte que sabía que no era tan buena como hubiese querido que fuera.

Cuando mamá se percato de mi presencia sus ojos tan parecidos a los míos se clavaron en mi rostro y escrutaron a profundidad mi alma y mi ser entero.

Solo tuvieron que pasar unos cuantos segundos para que la persona que yacía en los brazos de Maite se percatara de mi presencia, al hacerlo levanto el rostro, húmedo por el llanto que brotaba de sus ojos claros que denotaban una inmensa tristeza que sobrepasaba cualquiera que hubiese vivido en toda su vida. Al momento me quede congelado, más de lo que ya lo estaba.

-Catherine…- fue lo único que alcance a pronunciar pero mucho antes de que dijera algo más se arrojó a mis brazos y busco el poco calor que estos le podían dar, para después romperse a llorar de nueva cuenta con nuevos bríos.

-Me dejó… Jahíro, me dejó… Armando… ya no me ama…- murmuró Catherine con la voz hecha un nudo en la garganta, con el dolor de la pérdida en cada una de las palabras que con un esfuerzo sobrehumano su boca lograba pronunciar- Jahíro, me muero, no puedo más… Lo perdí para siempre… Ama a alguien a otra, otra mujer me lo robo…

Lo perdí, lo perdí…Jahíro…

Recargo su cabeza sobre mi pecho, cerca de mi corazón que ya latía a su ritmo. Mis manos indecisas a tocarla estaban a su lado sopesando cuan oportuno sería mi siguiente movimiento, pero antes de que se percatara de todo deje caer mis palmas sobre su delicada espalda, donde subían y bajan sin descanso, sintiendo como cada espasmo de dolor arremetía contra su frágil cuerpo de niña. Su dolor era mi dolor, tan inmenso que sentí un punzada en mi corazón y es que pese a todo aún la amaba más que nunca.

Maite me dirigió una mirada inquisidora tratando de descubrir lo que había pasado, pero todo ello estaba de más, y respondí su gesto con uno que decía que esto sólo era el principio del fin…


Tres semanas habían transcurrido después de que Armando dejó  a Catherine, quien después de mucho había sobrevivido a tal largo y extenso calvario. Pero no por ello implicaba que lo estuviera olvidándolo a él o mejor aún el motivo por el que la había dejado sin la más mínima explicación de su proceder.

Razón por la que  decidí, una de las tantas  calurosa tardes de aquel mes, por fin acabar con la mentira que había venido sosteniendo desde hace mucho tiempo y es que ya era tiempo de así hacerlo, todo lo que teníamos que hacer Armando y yo, ya estaba hecho y que mejor momento que éste para que al fin todo acabara, quizá no de la mejor manera que yo hubiese deseado pero de momento ya no había otra opción.

Lo que paso después de que Armando dejó a Cathy fue relativamente sencillo, que no me percate de ninguna manera como había pasado y es que unas cuantas veces llegue sopesar que sería algo difícil de lo que en cualquier momento iba a flaquear, pero al final de cuentas las cosas habían sido distintas a como lo esperaba, lo que agradecí inmensamente ya que no complicaban demasiado la situación que ya de por si lo era.

Así que como me lo propuse no conteste ninguna llamada de Armando, no respondí ni uno de sus mensajes, me aparte de él sin motivo, me aleje de su lado sin razón; no di ninguna explicación de nada, ni argumente ningún motivo por el que lo estaba haciendo, estaba de más que lo hiciera por que en cualquier momento las cosas se aclararían, la verdad saldría a la luz y todo habría terminado de la mejor manera posible, si a eso se le podía llamar así…

La segunda parte de mi plan maestro entraba en acción… la primera desde hace mucho tiempo ya había estado en marcha y ya era hora de dar el golpe final….

Todo lo que hacia era desconcertante, tanto para mí, como para Armando, pero como en todo era un riesgo que tenía que correr si es que de alguna manera quería librarme de esta enorme carga que pesaba sobre mis hombros, por lo que no puse pero alguno a ello y afronte, lo que tenía que hacer sin decir protesta alguna…

El alto espejo devolvió mi reflejo, alto, delgado, mis rizados cabellos caían sobre mis sienes con gracia, mis ojos de un negro intenso centelleaban bajo la tenue luz del foco.

Mi apariencia no delataba ni lo más mínimo que era… nada en mi lo hacia y eso si era una enorme decepción… no había duda de ello… Cuanto hubiese querido que no fuera así… cuanto estaba dispuesto a que no fuera de esa forma y es que realmente hubiese sido útil por que así nadie se acercaría a mi, a nadie dañaría… a nadie le causaría ningún daño como sé que estoy a punto de hacerlo…

Permanecí así, por largo tiempo, embelesado en mi propio reflejo, en mi propia alma que el espejo me devolvía, mi verdadero yo. No supe cuanto tiempo permanecía así, hasta que el timbre de mi móvil pitó y me sacó de mi profundo ensimismamiento.

Me arroje a mi revuelta cama y lo tomé entre mis manos, deslice mi dedo sobre el botón de bloqueo y me apure en mirar el mensaje de texto.

“Estoy afuera de tú casa, necesitamos hablar”

Leí en la pantalla, sin dar tiempo de nada lo arroje a buró, mientras suspiraba profundamente tratando de armarme de valor. Preparado baje, antes de salir eche un vistazo a la puerta del baño donde se oía el caer de el agua precipitadamente. Sin darle mayor importancia me dirigí a la planta baja.

“No tengas miedo, no hay forma de que cambies el curso de algo que ya es inevitable… Ir contra ello es ir contra la corriente”

Recordé mientras bajaba lentamente las escaleras, como si fuera en una procesión fúnebre, caminando rumbo al cementerio del olvido.

Ya en tierra firme abrí la puerta. Recargado sobre un pilar Armando esperaba impaciente. Por unos efímeros segundos, nuestras miradas se cruzaron pero sin más me di la vuelta sin pronunciar palabra alguna, al instante sentí como Armando se percataba de mi indiferente actitud  y sin invitación alguna me siguió el paso hasta la sala.

Ya en el interior del lugar, me deslice entre el dédalo de muebles hasta que me coloque frente al alto ventanal que daba al jardín, dándole la espalda a Armando que no disimulaba su descontento por nada del mundo; y es que deseaba que yo lo percibiera y lo viera, para que le diera el remedio necesario contra ello.

No volví la vista a mis espaldas un instante siquiera, quería que él iniciara la plática, que fuera él el que hablara primero y que dijera lo que tenía que decir, por que estaba seguro que si lo hacía yo primero esto no iba terminar muy bien que digamos así que espere a que él diera el primer paso.

Armando sopesando la situación  comprendió algo de lo mucho que iba a pasar esa noche así que dio el paso que yo no había querido dar.

-Desde hace días me he tratado de comunicar contigo y no contestas el teléfono, te he mandado mensajes de texto y ninguno a tenido respuesta… ¿pasa algo?, Jahíro...- preguntó inquieto, con cierto temor en la voz a que mi respuesta fuera la peor. Pero no dije nada, no hable ni una palabra, sólo suspiré profundamente tratando de que el momento adecuado llegara.-Jahíro, en verdad tu actitud en estos días me ha tenido desconcertado… y necesito saber que pasa, necesito saber que problema hay o que paso… Hace mucho que no nos vemos, hace mucho que no platicamos y eso realmente me preocupa.

Nada de lo que decía me inmutaba, su miedo infundado no lograba mover ninguna fibra de mi ser, sentí como si nada pasara, es más estaba seguro que nada pasaba, no había de que preocuparse.     Su voz ya no era como creí que una vez fue, su presencia ya no me perturbaba, todo había quedado en el pasado de donde estaba seguro que nunca saldría, ni para bien o para mal.

Espere un largo tiempo para que perdiera la poca paciencia que tenía, la que pronto se acabaría si seguía como lo estaba haciendo hasta ahora.

-Jahíro, por favor… ¿pasa algo?... necesito saberlo, necesito que me lo digas y acabes con este absurdo juego que esta sacándome de mis casillas…- dijo arrastrando la palabras con coraje. Y sin motivo seguí mirando el verde jardín donde las penumbras comenzaban a cobrar terreno y  las luciérnagas a sobrevolar.

En mi falso ensimismamiento escuche como su respiración se hacía mas entrecortada y como su corazón se aceleraba a cada segundo que pasaba. Espere paciente, en cualquier momento, en cualquier momento… y antes de que pudiese hacer algo sentí como su tosca mano tomaba mi brazo y me hacía girar para quedar frente a su rostro, donde estaban sus desconcertantes ojos verdes, centellando como dos pulidas esmeraldas. No me inmute ante su brusco movimiento sólo seguí ahí  impaciente, tranquilo, como si nada hubiese pasado o como si nada estuviese pasando.

-Tú más que nadie en este mundo sabe que odio este tipo de jueguitos… dime-que-pasa- murmuró con los dientes apretados, si despegar su encendida mirada de la mía.

Calve mis ojos negros en los suyos, tratando de que su furia siguiera en aumento, quería que perdiera el control, de esa manera lo que tenía que decir no dolería tanto como podía llegar hacerlo. Pero antes de que fuera en aumento, tomó mi rostro entre sus manos y recargo mi cuerpo con fuerza contra el cristal del ventanal que al contacto vibro.

-Jahíro estoy hablando enserio… sabes más que nadie que odio estas situaciones, más si ignoro el por que de ellas; dime que esta pasando, que hice mal, o que deje de hacer. Dime por que ya no puedo un minuto más, ya no soporto seguir así otro día; Catherine ya quedo en el pasado, ya no hay nada que se interponga en nuestro camino, dímelo por lo que más quieras y juntos, los dos enfrentaremos esto que viene… pero habla… dime lo que deseo escuchar y acabemos con todo esto que no sé como empezó…

Presiono sus dedos sobre mis mejillas para que mi mirada no se apartara de la de él. Ante mi nula respuesta suspiro largamente, para después sentir como  su embriagador aliento se restregaba contra mi rostro. Intente separarme pero mis intentos eran en vano, no podía moverme un centímetro siquiera. Después su frente se acomodo a la mía, para recargarla ahí. Cerró los ojos.

-Jahíro por lo que más quieras dime que pasa…- murmuró impaciente, deseoso en que calmara sus inquietudes. Pero ante mi nula respuesta comenzó a hablar entre murmullos entrecortados.- Dime que aún me amas…., dime que me sigues queriendo como el primer día que me conociste…, dime que nada ha cambiado… Jahíro… por lo que más quieras en este mundo habla y no me dejes con esta duda que me esta matando por dentro…

Dime que no es miedo lo que nos separa, no me digas que es duda lo que ha  abierto este abismo entre nosotros, ya hemos enfrentado lo peor, ya nada falta para llegar al final… ¡Jahíro!- pronunció mi nombre con fuerza mientras presionaba su cabeza contra la mía sobre el cristal de la ventana. – No me digas que es miedo… no me digas que la culpa y el arrepentimiento han vuelto… otra vez porque de ser así…

Y antes de que pudiera continuar con su larga lista solté una descarada carcajada que al instante inundo el lugar, hasta que se transformo en un siniestro eco que reverberó por doquier, después de que desapareció continué:

-¿Arrepentimiento?, ¿culpa?, ¿yo?....- inquirí con ironía, mientras me miraba sorprendido de mi repentina reacción y de mis palabras:- El arrepentimiento no  fue hecho para mí; eso es cosa de débiles, de los que no pueden con la culpa haciendo mella en su conciencia; yo, yo soy de los viven el momento y  que afrontan las consecuencias de sus actos y buscan la mejor solución a las cosas; prefiero decir mil veces lo hice y viví la vida por un momento y tan intensamente como pude, que el haberme quedado con la duda y la incertidumbre de que hubiese pasado…- dije sin detenerme a mirar los gestos que su rostro denotaran, la hora de hablar con la verdad había llegado y sino decía lo que tenía que decir en esos momentos estaba seguro que jamás lo haría así que continué con lo que ya había empezado por que no había otra forma de acabar con ello, arroje la máscara que había cubierto mi rostro y mostré mi verdadero yo, el verdadero Jahíro que nadie conoce y que los pocos que han tenido la desdicha lo odian irrevocablemente.

Tú, tú tuviste la mala suerte de conocer a un Jahíro inmensamente distinto al que realmente se esconde detrás de esta máscara, de este maldito rostro que no es el suyo, sino uno falso, que no es ni la mitad del que verdaderamente es, uno que te atrapó en sus redes, en las cuales caíste rendido, sin opción alguna.

-Me engañaste… cuando te pregunte que si algo pasaba, que si estaba sucediendo lo que fuera- murmuró con un nudo el garganta que a duras penas disimulaba, y es que todo era tan desconcertante, tan confuso que no entendía mucho de lo que estaba pasando.

Ignore sus absurdas palabras y continué con lo mío… con todo aquello que había guardado por mucho tiempo y que ahora había decidido confesar pese al daño que pudiese causar:

-¿Y es que cómo pudiste creer que yo me iba a enamorar de una persona como tú?, ¿qué fue lo que te hizo creer que podía amar a alguien que deja a una persona que le ama sinceramente, por una maldita noche de sexo, de pasión, de copas? Nada te justifica, al menos no ante mis ojos… ¿qué paso por tu cabeza cuando te murmuraba todo lo que te decía?, ¿realmente creías todo lo que hablaba?, uno miente cuando habla y yo no soy la excepción en esta vida, la mitad de lo que dije no es algo que viniera del corazón precisamente; ¿en verdad creíste cada mentira que salía de mi boca?, por que de ser así déjame decirte que eres una ingenuo, el mayor de todos, creí que sabías a donde se dirigía todo esto, a dónde iba a parar esta situación… Pensé y ahora sé que de manera equivocaba confundiste una simple diversión por algo más…

-Me metiste… cuando me respondiste que  de ninguna manera, que seguías siendo la misma persona de siempre.- continuo con él con el único afán de que no siguiera de que me callara, que me detuviera por que el dolor que mis palabras estaban causando dolía hasta el alma, hasta los mismos huesos, pero no me importo en los más mínimo y seguí sin piedad, sin la más mínima piedad…

-¡¿Y qué pensabas?!... ¡¿Creíste que viviríamos felices por siempre?! Eso… no… ¡existe! al menos no para alguien como nosotros. Eres mucho más ingenuo de lo que creía, pensé que sabias lo que querías, lo que buscabas en mí…- guarde silencio para que procesara cada una de mis palabras, para que hallara el verdadero significado en cada una de ellas y lo que representaban. En el interior de la sala otra vez se asentaba aquel infernal silencio de muerte, aquel maldito silencio que devoraba cuanto sonido provenía de las afueras, hasta enmudecer alrededor.

-Me traicionaste… desde el momento que todo comenzó, desde de la primera vez que supiste que podía sentir  algo por ti, desde que te percataste que mi corazón podía responder ese amor inmenso que decías tenerme por sobre todas las cosas… - siguió haciendo oídos sordos a lo que mi boca decía sin parar. Hasta que por fin llevo sus manos sobre su rostro que se humedecía por el llanto que brotaba de sus ojos verdes… Su fragilidad, su falta de valor encendió una ira desconcertante…

-¡Mírame!, ¡Querías la verdad pues aquí la tienes!- grite para volviera su rostro al mío, para me contemplara, para que sus ojos me vieran.

Y seguimos ahí parados, sin despegar la mirada, a partir de ese momento ninguno de los dos flaqueo un instante siquiera, ambos buscábamos respuestas, ambos buscábamos algo que no sabíamos que era a precisión pero que en esos momentos nos hacía falta de la peor manera, haciéndonos sentir vacíos… solos… desprotegidos…

Y antes de que cualquier cosa pasara  termine con aquella estúpida escena que ya rayaba en lo absurdo y patético, con la verdad del todo, con el quid de la cuestión, que pondría fin a esta situación:

-Nada de lo que dije existió… nada de lo que paso importa… todo fue un juego…, que hoy por el bien de todos termina… No te amó… y nunca lo hice…-en su rostro se dibujo un mohín de incredulidad, de escepticismo de todos los sentimiento que en aquellos momentos uno puede tener al mismo tiempo, pero sobre todos, uno de ellos sobresalía en demasía, se sobreponía a todos aquellos que estaban ahí grabados al rojo vivo con el acero de la verdad, un gesto de dolor, de un inmenso dolor que duele hasta el alma, hasta el corazón mismo y que no cesa de ninguna  manera posible, un inmenso dolor que nada calma, ni mitiga, un dolor que carcomía sus fuerzas y mermaba su entereza de pies a cabeza… Un dolor que ya no era mío, sino solamente de él y de nadie más- Sólo quería ver hasta donde eras capaz de llegar, hasta donde tu estúpido egoísmo te cegaba y te hacia cometer estupidez, tras estupidez… Y al ver que no eras digno del amor de Catherine que mejor que pedirte que la dejaras.

Y ahora te exijo que nunca más en lo que resta de tu mísera vida le busques, no implores su perdón por que yo mismo me encargo de que se entere de todo lo que paso, del verdadero motivo por el que te alejaste de ella, del por que la dejaste sin la más mínima explicación… Y créeme que cuando se entere de ello nos odiara de la peor manera; pero aquí yo tengo las de salir ileso, en esta situación por que le haré entender que le demostré que no vales la pena y que nunca lo valiste como alguna vez ingenuamente llego a creerlo, que eres un ruin cobarde que se refugio en los brazos de su mejor amigo y que se dejo embaucar fácilmente por un hombre…-

Callé hasta que por fin ya no  pudo un segundo más y se derrumbo sobre el sofá mientras le miraba intensamente adivinando sus furiosos pensamientos que tenía hacia a mí y por mí, todos eran desagradables, como yo lo estaba siendo en esos momentos. En cada arruga, en cada gesto, en  cada uno de ellos había sufrimiento, había dolor, había todo, hasta lo indescriptible…

No despegue la mirada de su cuerpo, deseaba que me mirara, que buscara en mis ojos la verdad, que buscara esa quietud que calmara sus dudas sobre todo lo dicho, esos temores que de pronto habían nacido en él y que yo había alentado, quería que viera el trasfondo de la situación, que lo supiera a cabalidad, que no cupiera duda alguna de todo lo dicho en aquella noche que lo hiciera creer algo que no era y jamás lo sería; pero él ya no podía hacerlo y ni quería hacerlo, estaba derrotado como jamás creí que lo iba a estar: destruido por dentro y por fuera, de pies  a cabeza; ya nada quedaba de ese Armando que un día conocí y que creyó que le amaba locamente.

-La verdad es dura… de eso todo el mundo está seguro, pero es mucho mejor que la nefasta mentira.- murmuré para que me mirara, pero no funciono, siguió ahí sin mostrar amago alguno de su siguiente movimiento.- Hace mucho más daño, más aún sino se habla a tiempo y con él corazón en la mano.

Permanecí largo tiempo así sin decir nada, mirando  como sufría a cada instante  que el dolor arremetía contra él, de cómo mermaba su fuerza y lo hacía derrumbarse sin opción alguna. Hasta que por fin se levanto, después de una eternidad, y clavó sus melancólicos ojos verdes en los míos. En ellos buscaba que me retractara, que desmintiera lo dicho, que dijera que no era verdad, pero en ellos no encontró nada de los que buscaba y al fin comprendió que jamás hallaría eso que tanto anhelaba; exigían que me retractara, que ya no siguiera con eso… Pero todo era cierto, no había duda alguna y si no lo creía justo en estos momentos el dolor después sería mucho más inmenso, más fuerte que cualquier otro. No había otra opción a su alcance y dudó rotundamente que la hubiera más adelante.

Limpió todo rastro de llanto de sus mejillas con fuerza, con una ira contenida que no supe como la mantuvo a raya.

-No puedo creerlo… no de ti Jahiro… ¿cómo pudiste hacerme esto?, ¿de qué manera lo hiciste? por que aun no lo comprendo y dudo que llegue hacerlo…- murmuró con desprecio, arrastrando cada una de sus palabras-  ¡A mí!… ¡Yo! que todo el tiempo estuve ahí cuando más me necesitabas, yo que hubiese dado todo lo que tengo por ti sin dudarlo un segundo siquiera… mi vida inclusive y mira como me pagas… ¡Mira lo que has hecho!: ¡tiras a la basura tanto tiempo!, ¡sacrifique todo por ti!, ¡renuncie a Cathy por estar a tu lado!, ¡renuncie  a un amor sincero!, ¡acepte sin miramientos algo que no era y que por ti estuve dispuesto a  cambiar! ¡Dame un motivo!… ¡una razón, la que sea!, pero que calme este maldito dolor que siento…  ¡Habla! ¡Defiéndete! y te juro por este amor que siento y que ya no vale nada… me quitó de en medio, me hago aun lado, para que seas feliz…

Sopese su pregunta, pero ya no tenía, ni debía contestarla, ya no había que decir si todo estaba más que claro… No había nada que justificará todo lo sucedido… ya no lo había… y con mi silencio confirme todas y cada una de mis palabras…

-¡¿Cómo pudiste?!…  Te ame como jamás en la vida había amado a nadie y mira como me pagas… eres… eres la peor persona que he conocido en  toda mi vida.- dijo con un dolor inmenso que no se comparaba con nada en este mundo y que se veía en su rostro, en sus ojos enrojecidos, en su voz en todo él.

Escuché sus palabras y deje que cada una de ellas hiciera su efecto en mi interior, para que  después  hablar:

-Tú y yo, somos abismalmente diferentes, y que yo haya hecho lo que hice, no implica que sea peor persona, mucho menos aún comparado contigo, por que ¿quién eres tú para reclamarme en algo que los dos tuvimos culpa -después callé para esperar su reacción; la que fuera, en esos momentos dude en demasía cual podía llegar a  ser la correcta, pero la que tomará la entendería en gran medida. Pero sólo se limitó a mirarme con desprecio, con un odio contenido que a duras penas podía controlar y con una enorme decepción gravada en ellos, que parecía difícil, muy, pero muy difícil de borrar, si es que por algún motivo así yo lo hubiese deseado.

Y sin esperar más en aquel lugar y después de saber la verdad a cabalidad, emprendió su camino directo a la salida, sin decir palabra alguna, por que aquella noche todo lo que se tenía que decir ya estaba dicho y todo lo que pudiésemos hablar de ahora en adelante estaba de más… Ya no había explicaciones, ya no había excusas, ya no había nada que pudiera remediar la situación, todo se había directo a la basura de donde iba a ser muy difícil de recuperar…

Miré como caminaba sin ánimo, sin fuerza ya que le impulsara para dar el siguiente paso, pero como pudo se colocó frente a la puerta donde se detuvo por unos momentos esperando que yo le implorara y le rogara que volviera, que se detuviera, que no se fuera… pero de mi boca no salió palabra alguna, ni mi cuerpo  se movió un centímetro siquiera, no hubo nada que decir, ni siquiera un vano intento por retenerlo … Y  ya sin nada que lo atara más ahí tomo el picaporte, lo hizo girar, tiró de la puerta y salio al cobijo de la noche.

Contemplé por unos instantes el cristal de la puerta hasta que su silueta se borró completamente; después aquel conocido silencio de muerte inundó el lugar por un largo rato hasta que fue roto por una altanera voz que me hizo volverme de donde provenía:

-Me alegra que haya entendido a cabalidad la situación y se haya marchado sin poner pero alguno-

Clave la vista sobre una alta y musculosa figura que sobre salía en los peldaños de las escaleras para después hablar:

-A mi también…- dije con voz baja- No tienes idea de cuanto… Daniel.

Continuara

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