El Otro Rostro de la Vida... Cap. 13º

Cuando todo parece no tener solución y cuando todo cuanto pasa y el destino se empeña en tergiversar, al fin y contra todo pronóstico la luz de la esperanza comienza a brillar tenuemente en la vida de Jahíro, sin imaginar que para mantener encendida la llama aún queda un largo camino que recorrer...

Bueno chicos como siempre inmensamente agradecido por sus maravillosos comentarios, en verdad que los llevo en el alma….

Y como siempre… aquí está el capítulo 13º… sólo que esta vez les traigo una pequeña noticia… francamente no sé si sean buena o mala… pero a partir de este capítulo estaré publicando todos los días miércoles solamente… el motivo de ello más adelante lo sabrán…

Lando S. M

Saludos…

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente…

Capitulo 13º

Era una tarde de un tibio viernes, Azucena ya había terminado cada uno de los labores que ella misma se había asignado aquel día: la cocina estaba impregnada por un delicioso olor a comida, no  como la que preparaba Margarita pero no por ellos dejaba de ser un manjar suculento que devoraba con ganas; las habitaciones, en especial la mía, estaban aseadas, la ropa planchada y guardada en la profundidades de mi closet; así  que ya comenzaba a preparar sus efectos personales en su enorme bolsa de mano que traía; lista para salir rumbo a su casa que se encontraba a unos cuantos kilómetros de ahí, en un poblado del que no recordaba el nombre, pero del que tenía conocimiento que era un cautivador lugar, gracias al derroche de información que Azu, me  dijo una de las tantas tardes que estaba en casa.

-Bueno mi querido Jahiro- dijo colocándose su enorme bolso, en el hombro donde cabía cuanta cosa metía en él.- Por el día de hoy ha sido suficiente, así que nos vemos hasta el lunes próximo.

-Si eso creo- dije levantándome de  un salto del sillón.-

-¿Sólo una preguntas más antes de irme?-inquirió con el rostro contraído, por temor a que me pudiese molestar por tal  petición.

Puse los ojos en blanco:

-Contigo no hay de otra…- dije mientras imaginaba que ocurrencia le  iba a surgir de pronto.

-¿En verdad no te sientes mal, al estar solo?- dijo rápidamente, y antes de que pudiese responder se apuro en continuar.- Bueno digo por que si así es… como ya te lo había dicho mi casa es humilde pero siempre hay una espacio para alguien tan bueno como tú, mi esposo te recibirá con agrado y mis nenes de igual manera.

Enmudecía al instante, al mirarla a los ojos y ver en ellos una amistad sincera que tan malos recuerdos me traía y que me hacía añorar el pasado de la peor manera que había.

No dude en sus palabras un instante siquiera y es que cada una de ellas salían de su corazón que ni siquiera podía saber, ni imaginar que tipo de persona podía llegar a ser yo. Lo que me dolía inmensamente;  por que ella era una humilde y sencilla joven de la que cualquier hombre se podía enamorar, hasta yo sino fuese… como yo  era y también de no ser por que ella ya estaba casada y con dos pequeños bebés…  Su mirada candida y sincera me recordó a  cada instante a mi mejor amiga… Cathy, que estaba lejos de donde yo estaba preguntándose el por que de mi ausencia.

-No Azu… mil gracias por tu ofrecimiento  pero no quiero dar molestias, en verdad. Aparte ya sabes necesito estar solo, necesito pensar y decidir tantas cosas…- dije si más, despejando cada uno de aquellos desapacibles pensamiento que rodaban de vez en cuando mi cabeza y que abrumaban sin piedad a mi corazón que parecía ya no soportar por mucho tiempo más.

-Mmm…- murmuro por lo bajo y antes de que pudiese sentirse ofendida me apure en decir:

-Pero te prometo que antes de irme te haré una visita, ¿qué te parece?-

A la simple mención de mi repentina propuesta el rostro se le crispo de la alegría y comenzó a bailotear con una alegría contenida.

-Pues me parece perfecto Jahiro, así que ya está dicho, en cuanto decidas irte de aquí, te esperare en casa. ¡Ah! Me da tanto  gusto, le he hablado tanto a mi esposo y a mis hijos de ti… y al fin se les va hacer conocerte…

Y sin decir palabras más me planto un enorme beso en la mejilla, me estrecho entre sus delgados brazos  y salio por la puerta principal dejando un rastro de su singular alegría impregnado por doquier.

En cuanto salio y cerró la puerta principal, me deje caer sobre el sillón y sin esperar más cerré los ojos e intente dormir por un rato. Pero después de un infructuoso y vano esfuerzo de así hacerlo, me dirigí a mi habitación dispuesto a tirarme sobre mi casa y seguir la batalla que no pensaba dar por perdida de ninguna manera y mucho menos así, como así.

En cuanto llegue me acerque a la ventana y tiré de la cortina,  deseaba tanto mirar el sol que se ponía y el escarceo del agua; y es que el simple hecho de mirar aquel paisaje, de imaginar la calidez del agua y casi sentirla adulando mi piel, de percibir el suave vaivén de las olas me relajaba al instante y más tarde que temprano el sueño me vencería.

Preparado el escenario me arroje a la cama tomé una almohada y la estreche con mi cuerpo. Desde hace días una imperante necesidad de sentirme amado, de que mi piel vibrara, de que mi ser entero se estremeciera por el roce de una mano se venía apoderando de mí a cada noche, al resguardo de las silenciosas sombras que todo callan como fieles cómplices de los secretos que se les confiere; ganas que controlaba con mis propias manos que recorrían mi cuerpo de pies a cabeza, imaginado que eran aquellas palmas que tan bien conocían mi anatomía, que conocían cada rincón de mi cuerpo y de mi propia alma. Así que aquella noche no iba  a ser la excepción por lo de un tirón me despoje de mi camisa y la arroje contra el piso, mis sandalias salieron volando al otro lado de la habitación, mi pantalón aguardo su turno para hacerles compañía. Mis dedos iniciaron su andanza, comenzando por mis labios que imploran los de él… los de Armando…, listo se dirigieron a mi cuello con delicadeza, como temerosos a causar algún daño en él, se posaron sobre mi vena y esperaron un largo rato ahí, para sentir como la sangre comenzaba a correr rápidamente, en una carrera que ya era inevitable y que culminaría como ya bien sabía… y así siguieron por cada parte que imploraba que fuera atendida de la mejor manera… mis pectorales, mis brazos, mi abdomen hasta que por fin llegaron a mí miembro que ya crecía desmesurado e indiscreto, bajo la tela de mi pantalón pero justo cuando era mi mano adentro al rincón más secreto de mi cuerpo, lejos el timbre sonó fuertemente deteniendo en seco el silencioso movimiento que mi mano ejecutaba….

¡Ah! ¡De seguro  es Azucena que algo se le olvido en la cocina!

Dije para mis adentros odiando que lo hiciera continuamente. Y mucha más aún en aquellas ocasiones que interrumpía mis viejos rituales, con los cuales mi cuerpo se calmaba por algunos momentos.

Sin más, de un salto me paré de la cama, salí de mi habitación y me dirigí a la salida. Cuando llegue a la sala intente buscar el motivo de su regreso pero a la vista no encontré absolutamente nada, así que resignado encamine  mis pasos a la puerta.

Y antes de que tocara de nueva cuenta abrí de un golpe  y sin más me quede congelado. Cuando al fin me recupere de la impresión murmure con coraje y con la sorpresa en cada una de mis palabras.

-¡¿Qué estás haciendo, tú… aquí?!....

Intente hablar, decir algo o por lo menos maldecirlo, pero no pude, hubo algo que me lo impidió, ¿la sorpresa de verlo?, ¿el coraje de que estuviera ahí o la alegría de volver a verle?…, no lo supe a cabalidad, lo único que mi cuerpo sentía era esa maldita impotencia que no lo dejaba moverse un centímetro siquiera.

Le mire fijamente, si parpadear una sola vez, y es que cómo se atrevía a volver, no había entendido que ya no quería verlo, ya no  quería saber nada de él, ni de nadie que me recordara ese pasado que ya había decidido y que estaba dispuesto a olvidar.

Cuando intente decir algo fui  interrumpido bruscamente por el teléfono que sonó fuertemente a mis espaldas. Le dirigí una mirada de desprecio y después volví a lo que realmente me importaba, pero el teléfono sonaba sin parar, cuando al fin lo dejo de hacer, se activo la grabadora y al instante escuche una conocida voz:

-Jahiro sé que estás ahí así que contesta- dijo mamá al otro lado de la bocina y guardo silencio para que así lo hiciera- ¡Jahiro!, ¡Jahiro!... contesta por lo que más quieras.- continuo, pero decidí ignorarla, sabía el motivo de su llamada por lo cual sobraba todas las explicaciones que ella me pudiese dar.- Sé que estás molesto y no es para menos… en verdad intente no decir nada pero su insistencia termino por convencerme… cariño lo siento tanto… espero que lo comprendas…- termino por decir  lamentándose verdaderamente por su actuar.

-Debí suponer que si intentabas averiguar mi paradero, lo lograrías…- murmure quedamente mientras miraba a Armando que parecía de piedra al otro lado de la puerta.- Por momentos olvide tus irresistibles encantos….

Armando se limito a sonreír como siempre lo hacía, haciéndome recordar ese pasado que quería olvidar, derrumbando mis débiles barreras que había erigido en mi entorno.

Después de ello, no hubo respuestas, no hubo palabra alguna, sólo constantes miradas que llevaban en ella dudas, miedos, temores, promesas y sentimientos todo… nada.  Un silencio se asentó en aquel lugar, mientras a lo lejos el suave murmullo de las olas susurraba  apaciblemente como si supiera lo que pasaba, lo que estaba ocurriendo en esos momentos, y para así  tratar de mitigar ese dolor, ese inmenso dolor que había causado mi partida y que hacía incierto mi regreso.

Sin más y con una poderosa duda Armando elevo su mano sobre mi rostro y la poso sobre mi mejilla, tiernamente, como siempre lo había hecho, transmitiendo esa tan conocida calidez que solo él despedía con su cuerpo. Intente rechazarlo, intente apartarme de él y en verdad poner  un alto a esa situación que no quería que se repitiera por que ya había sufrido mucho, pero fue inevitable, mi cabeza me decía una cosa y mi corazón otra, abismalmente diferentes.

Al simple contacto mi cuerpo reacciono con todas aquellas ganas contenidas desde hace tiempo, intente disimularlo pero yo no había nacido para eso y mi intento fracaso.

-¿Por qué lo hiciste?...- dijo Armando, mientras su mano subía y bajaba de mi mejilla, sintiendo como  mi tersa piel hacia roce con su palma, causando una placentera fricción.- ¿Te fuiste y sin decir nada?, ¿Te alejaste sin dar la más mínima explicación?...

Sopese sus preguntas, admire su rostro donde se reflejaban un sin fin de sentimientos, de los cuales, mucho no podía descifrar completamente, como a mí me hubiese gustado, pero que ahí estaban presentes, latentes.

-Por que tú lo hiciste de la misma manera, por que tu indiferencia y tu ausencia en mi vida me causaron el mayor de los daños. –respondí mientras el llanto amenazaba con derramarse de mis ojos en cualquier instante.- Y después de lo que  paso con Daniel, bueno era más que obvio que no querías saber nada más de mí…. Y después, después ya no lo soporte como creí que podía hacerlo, y al no encontrar alguna solución decidí que el poner tierra de por medio  era la mejor.

Guardó silencio y continuó mirándome con aquellos bellos ojos verdes que tanto amaba, con un amor infinito que jamás vería en otra mirada que no fuera la de él; con todo lo que mi corazón deseaba saber en cada mirada.

Y sin darme tiempo de reaccionar me llevo bruscamente a sus labios y de inmediato su lengua busco la mía. Intente alejarme, separarme pero ya era inevitable, ya no tenía la fuerza necesaria para hacerlo, ya no podía ni quería hacerlo de ninguna manera y después de un largo rato al fin mis labios respondieron a su pasional caricia, haciéndome olvidar  a Daniel al instante, de la mejor manera que se puede olvidar a una persona: con una mucho mejor, con una que le superaba en creces, en demasía.

Sin pensarlo un segundo más mis brazos lo rodearon con una fuerza sorprendente, con el único afán de retenerlo, de no dejarlo ir a ningún lugar por que algo ya era indudable, él me pertenecía de la misma forma que yo a él, ya nos pertenecíamos el uno al otro y ya no iba haber poder humano que cambiara las cosas… de eso ya no nos quedaba la menor duda, por que después de todo lo vivido, después de la culpa, del remordimiento y del cargo de conciencia, nuestro amor se fortalecía a cada instante aunque estuviésemos separados cómo lo habíamos estado; lo nuestro ya nada ni nadie podía frenarlo… solamente la muerta, que por momento no nos preocupa de ninguna manera, la veíamos lejana, distante, a años luz de nuestras vida, por lo que sólo disfrutamos del momento lo más que pudimos.

Mi cuerpo al igual que el de Armando comenzó a reaccionar deliberadamente; todo aquel deseo contenido salía a flote y comenzaba a recuperarse del rezago que tenía, quería ponerse a la par de la situación.

Nos adentramos a la casa entre besos y caricias, como si en ese mismo instante se fuera acabar el mundo y no nos quedara más tiempo para expresar lo que cada uno sentía.

Topamos con la pared de la sala y ahí duramos una largo tiempo besándonos intensamente, sintiendo que le vida se iba a cada movimiento que nuestro labios se daban. Por momentos recuperábamos el aíre perdido y después volvíamos la ataque como ni no nos hubiésemos detenido un instante siquiera.

Quería que cada una de mis caricias fuese tan explicita como se pudiera, que expresara todos y cada uno de los sentimientos que sentía aflorar en mi interior por el solo hecho de que fuera Armando el que estaba ahí a mi lado, brindándome uno de los más grandes placeres que la vida le ha regalado al hombre. Mis caricias eran sumamente intensas que por momentos creí lastimar a mí ser amado, pero sin ninguna protesta de su parte, sin ninguna queja continué con ellas y con mucha más  vehemencia, con más pasión y desenfreno, nada era suficiente como para expresar lo que sentía en esos momentos, nada lo iba hacer…

De pronto y para mi rotunda sorpresa me tomó entre sus brazos y me llevo a la mesa del comedor, donde me poso con gentileza y me miró dubitativo a lo que seguía en aquel instante. Respondí su mirada con una llena de pasión de deseo, de una lujuria que parecía que nunca iba a ser saciada, de ninguna manera. Y sin más movimientos de su parte, tire de su camisa con una fuerza impresionante, sin más los botones que la abrochaban salieron disparados por todos lados, después la arroje sobre el piso. Un espectáculo quedo ante mis ojos: su escultural cuerpo se abrió paso entre las penumbras y la escasa luz para dejar a la vista unos pectorales de piedra y un marcado abdomen con un pequeño sendero de vellitos que llevaban aun lugar donde ya quería y deseaba estar por sobre todas las cosas. Pero ante de emprender ese viaje me abalance sobre su cuello y comencé por ahí un certero ataque, que sin lugar a dudas me llevaría a un buen lugar. Deslice mi lengua sobre la base de su cuello y la hundí por unos momentos sobre su garganta, después tomó uno a uno de sus oscuros pezones para mordisquearlos y saborearlos a profundidad, para sentir ese dulce y embriagador sabor en mis labios, en mi lengua para guardarlo en mi memoria y recordarlo a cada instante, a cada minuto que él no estuviera a mi lado, para anhelarlo menos, para imaginar lo que me esperaría cuando él regresara, para que me recordara que algo había pasado entre nosotros dos y no una vez sino tantas como la vida nos lo permitiera.

De su boca sólo escapaban guturales gemidos que me incitaban a seguir, a continuar con mi ardua labor que parecía estar dando los frutos necesarios. Y antes de que mi boca llegase a tocar la cuadricula de su abdomen me detuvo bruscamente y en una mirada me indico que era su turno de retribuir esas gratas sensaciones que le daba y sin perder un minuto siquiera en más explicaciones, en palabras que sobraban se dirigió a mi pecho, donde sus  blancos dientes mordieron con una fuerza moderada cada parte de mi piel, después su lengua les brindaba una suave caricia que mitigaba el escaso dolor  que le había hecho pasar, permaneció por unos momentos hasta que por fin llego a mi abdomen que ante la caricia se estremeció como nunca antes lo había hecho en mi vida. Mire como sus movimientos eran más erráticos, más temerosos, mucho más torpes, hasta que por fin sus manos cayeron sobre el borde mi pantalón, donde mi miembro ya se marcaba semiinconsciente. Me volvió a verme para esperar aprobación de su siguiente movimiento, pero solo atine en cerrar mis ojos y en dejarme llevar por el momento.

Sin más respuesta de mi parte siguió con lo que ya había comenzado y que de ninguna manera iba a dejar a medias él al igual que yo odiaba las medias tintas.  Sus manos me despojaron de mi pantalón que cayó bajo la mesa donde todo lo que tanto había añorado en estos últimos días estaba pasando.

Deje que siguiera con lo que tenía pensado y así continuo. Miró por momentos mi cuerpo solo cubierto por un minúsculo bóxer negro donde se erigía mi miembro bajo la tela de mi ropa interior. Y sin más señal que su movimientos su mano se adentro a mi intimidad y la libero. Por algunos momentos la contemplo entre la tenue luz para después acercarla a su boca, a sus labios que ya temblaban por probar, por saborear ese duro pedazo de carne que parecía de roca y catar a profundidad la miel que de él emanaba.

Y sin dudarlo un segundo más lo llevo a la calidez de su boca. El contacto de mi miembro con su húmeda lengua me hizo que me contrajera y lanzara un ahogado gemido que hasta mí mismo me excito. Deje que siguiera con sus topes movimientos hasta que lo juzgara pertinente, paso un largo mientras jugaba con mi miembro, en momentos sentía que en cualquier momento explotaría sin más, pero la sola idea de que él no lo hiciera junto a mí, me detenía y esa placentera contracción que se asentaba en la base de mi miembro se detenía a la espera de que llegara el momento indicado para ello.

Después de un largo rato su boca se alejo de mí miembro que estaba cubierto por una acusa capa de saliva que lo hacía brillar. Mire por unos momentos es espectáculo y la verdad la escena era sumamente excitante, que paralizaría a unos cuantos… Espere a que Armando ejecutara algún otro movimiento, y cuando así lo hizo me dejo aturdido, al instante. Sin decir palabra alguna se despojo de su pantalón que ya en esos momentos sobraba en demasía y lo dejó a un lado. Su miembro se erguía fuerte y firme tal y como lo recordaba, como una férrea columna de hierro, que no se permitía titubeo alguno sobre el derroche de virilidad que hacía ahí en medio de ese esculpido cuerpo de cobre.  Sin pensarlo la tomé entre mis manos para sentir ese inmenso calor que despedía, esa enorme sensación de dominio y potestad que tenía en cada tramo de esa morena piel que le cubría. Intente descubrirla de la tela que no permitía ver más allá de lo que deseaba pero Armando no me lo permitió, detuvo mi mano en ese justo momento y me indico que deseaba otra cosa que su cuerpo le imploraba algo más y que en sus ojos estaba la respuesta y ahí en esas brillantes esmeraldas estaba todo lo que necesitaba saber, que no dejaba duda alguna…

Me baje de la mesa para cumplir sus deseos que para mi eran ordenes incuestionables y es que así era el era mi  dueño y yo el de él… Me coloque a sus espaldas, acerque mi cuerpo al suyo que por unos instantes tembló al saber lo que le esperaba. Coloque mi rostro entre su hombro. Recargo  su cabeza junto a la mía y la echó hacia tras. Su cuello quedo a mi merced y comencé a succionar hasta dejar marcas rojas en él. Mis manos se colocaron en su hinchado falo que erigía apuntando a su abdomen, con una fiereza impresionante. Lo tomé entre mis manos y comencé un sube y baja, lentamente con el único deseo que sintiera, por medio de mis manos, ese amor inmenso que sentía por él. Mientras mi miembro se amoldaba a sus redondeos glúteos que por momentos parecía dudar, y  por otros estaban dispuestos a ceder a ese deseo que tanto habían guardado. Sin esperar permiso mi miembro se fue adentrando ese lugar mientras mi manos seguían son ese sube y baja que no paraba, ni un instante siquiera. Armando murmuraba palabras ininteligibles, para luego convertirse en suaves gemidos que tensaban más aun mi miembro. Su cuerpo cedió lo más que pudo a la peticiones de mi falo que ya estaba más que inmiscuido en su ser hasta que llego a un punto donde las resistencias se activaron y no me dejaron ir más allá, a donde, tanto él como yo deseábamos.

Y fue ahí donde puse el mayor cuidado que pude, lo último que deseaba era lastimarlo, así que seguí lentamente, con mucho cuidado, atento a cualquier signo o seña que él hiciera para que detuviera, pero de su parte no hubo nada, sólo una constante conformidad de que siguiera hasta las últimas consecuencias, hasta el final de esto… y así fue… hasta que sin darme cuenta mi miembro había invadido su interior a profundidad; mi falo estabas en lo más hondo de sus entrañas, en el interior de su ser… donde tuvo un recibimiento placentero, sumamente calido. Y de nueva cuenta esa enorme contracción comenzó hacer mella, con fuerza pero como pude le retuve, para iniciar una movimiento en círculos, después de adentro hacia a fuera, mientras sentía en mí miembro un placentera fricción que comenzaba hacer un sensacional trabajo que no tardaría en dar una cuantas consecuencias.

Nuestras respiraciones se oían por todo la casa como una armoniosa melodía que estaba al compás de nuestros movimientos, en ese vaivén que nuestros cuerpos se habían adentrado hasta el cansancio, el que lo propiciábamos ambos pero que era uno solo, como lo eran nuestro cuerpos fundidos en uno;  nuestros gemidos ahogados se sobreponían al murmullo de las olas que estaban a unos cuantos metros de nosotros. Tres gotas de sudor resbalaron de mi frente y fueron a caer sobre la espalda de Armando para luego perderse en su  musculoso cuerpo que no paraba de moverse un instante siquiera.           Inconcientemente mi mano volvió a su miembro y lo tomo con fuerza y se unió al juego de movimientos que nuestro cuerpos eran participes…

Hasta que por fin lo inevitable llego: una fuerte contracción en el cuerpo de Armando, arrojo una cantidad considerable de un líquido espeso  que cayó en mi mano, derramándose por doquier como el magma de un volcán y es que quemaba como tal… Al simple contacto un largo escalofrió azoto mi cuerpo y que culmino  en la punta de  mi miembro  que en ese momento estaba en lo más profundo del cuerpo de Armando… y sin retrasar más ese momento le acompañe en ese placentero éxtasis que me robo todas las fuerzas que mi cuerpo tenía. Lance una cantidad mucho más extensa que la que retenía en mis manos. Después proferí un  largo y casi interminable gemido que reverbero por largo rato en el silencio de la casa. Sin fuerza me recargue sobre su espalda mientras mi miembro perdía en su interior esa fuerza que hace solo unos momentos tenía.

-Vaya… sensación…- murmuro entrecortadamente Armando, mientras escondía una dulce sonrisa que no pase por alto…. un instante siquiera.

Sin más que hacer, nos dejamos desparramar sobre los sillones de sala, a la espera de que el sol saliera tras las montañas como claro  signo de que la esperanza había vuelto a brillar en mi vida... Pero antes de que el astro rey hiciera su magistral aparición me recargue sobre el hombro de Armando y caí en sueño profundo, abismal… arrullado por sutil latido de su corazón que danzaba al mismo paso que el mío…


Los primeros rayos del sol me despertaron aquella mañana. Por unos momentos permanecí con los ojos cerrados, temeroso a que lo que la noche anterior había pasado no fuese verdad… y de momento un maldito miedo se apodero de mí. Intente alejarlo pero ya se había apoderado de mí sin remedio… Y sin más abrí los ojos… la luz del día golpeo sin más y entrecerré los parpados otra vez,  para luego abrirlos lentamente…

Al principio me costo adaptarme a la hiriente luz del sol, pero conforme mi ojos se acoplaban al despliegue de luz, comencé a mirar formas y contornos… para después mirar el espectáculo más placentero que jamás había visto.

Armando me miraba sin perder detalle alguno de cada uno de mis movimientos, yacía sobre su pecho que se expandía y se contraía imperceptiblemente y no quitaba la mirada ni un instante siquiera de mi rostro.

-Vaya… te despertaste, por un momento creí que no lo harías- murmuro a mi oído, dejando que su aliento rozara mi oreja, para luego seguir sobre mi cuello.

Sonreía con una alegría que de ninguna manera podía ser fingida. Me levante para mirarlo… más a detalle. Por instantes me quedaba aturdido con su belleza, en otro con el impactante color de sus ojos y otras más con su escultura cuerpo que parecía de bronce. La única verdad posible es que me hacía perder la cabeza, sin duda alguna…

-Un día creí que jamás volvería a pasar esto…- dijo Armando, sin mirarme; sus ojos verdes se posaron en el mar que se veía por el alto ventanal de la sala.

-Yo también. Creí que había sido un sueño, el mejor de todos y que jamás volvería a ocurrir.-confesé sin pena- Pero hoy me doy cuenta que me equivoque de nueva cuenta, como siempre lo hago…

Armando sonrió, contagiándome su buen ánimo.

-¿Qué?- inquirí rápidamente, deseoso de saber el por qué de su alegría.

-No, nada de lo que te debas preocupar, solo que me da gusto estar contigo, sólo eso…- respondió posando su mirada en la mía.

-¿Sólo eso?- volví al ataque.

-Claro… ¿qué? ¿No es suficiente?- contraataco.

-Si pero… va olvídalo- dije.

-¡No!, ahora me dices…- me amenazó sonriendo sabiendo que sus métodos de persuasión, no podían ser combatidos de ninguna manera.

-Bueno… es que para mí no es suficiente…- confesé seriamente.

Armando arqueo las cejas dubitativo.

  • ¡Ah! ¿No?...  entonces ¿qué propones?-

Le mire por unos momentos, después un gesto indecente se dibujo en mi rostro:

-Esto…- respondía mientras mi boca se dirigí a su miembro que no tardo ni un instante en responder a mis caricias…


Los días que pase en la casa solo, habían sido de los más eternos en mi vida, pero ahora en compañía de Armando las cosas habían cambiado radicalmente, algo que percibí  de inmediato y que no lamente ni un instante siquiera.

Azucena recibió amablemente a Armando, atendiéndolo de la misma forma que lo venía haciendo conmigo, desde mi estancia aquí. Una inusitada amistad nació entre ellos dos, como si se conocieran de toda la vida. Sus bromas y sus juegos infantiles inundaron la casa sin remedio y una feliz alegría se apodero de aquel lugar, el cual añoraba que fuera por toda la vida mi hogar…

Dos días después de la llegada de Armando, hable con Maite, por que él intervino en su favor y me aseguro que había sido él, el que había insistido hasta el cansancio en que mamá le revelara mi paradero. Por lo que perdone a Maite y le agradecí que hubiese cambiado mi vida de esa manera y que me hubiese hecho ver que no todo estaba perdido y que aún existía una posibilidad de que las cosas cambiaran a nuestro favor, posibilidad que estaba en mis manos y de nadie más y que por lo tanto era mi decisión de que tomaran buen rumbo hacía el mejor de los senderos que se me ofrecían.

Armando y yo habíamos hablado del asunto unas cuantas veces, por las noches antes de tirarnos en la cama para dormir. Por lo que ambos acordamos en arreglar las cosas de la mejor manera, el con Cathy y yo con Daniel, a nuestro regreso a Villa Florencia. Y es que ya no podíamos permitirnos estar separados, al menos no después de todo lo vivido, después de darnos cuenta que ninguno de los dos podía vivir sin el otro, que no dañábamos de la peor manera si estábamos lejos, separados como lo estuvimos en estos últimos días en el que vivimos un tormento, en un infierno que no sabíamos y que no queríamos soportar de ninguna manera.

La situación que nos planteábamos sabíamos que no iba  a ser tan fácil como lo que aparentaba, pero que si la dejábamos pasar así como así, iba a llegar a un punto donde todos saldríamos lastimados y heridos, odiándonos unos a otros de la peor manera. Algo que los dos quisimos evitar a toda costa.

Después de aquel día donde aclaramos todos y cada uno de los malos entendidos, así como planeamos nuestro actuar al regreso a casa, no se volvió hablar del tema, ni un instante siquiera… Nos limitamos a disfrutar y gozar de aquel momento que le habíamos robado a la vida y del cual sabíamos que nos quedaba poco tiempo, y que si no lo aprovechábamos nos lamentaríamos toda la vida.

Uno de los tantos días que nos perdimos de la realidad deje a Armando solo en la habitación, mientras tomaba una ducha. A mí regreso no lo encontré por ningún lugar. Lo busque desesperadamente por toda la casa, y es que aquel miedo que tanto odiaba se estaba apoderando de mí, nuevamente. Y es que muy en fondo existía un temor de  despertar y mirar que todo había sido un sueño, solo eso sueño y nada más… así que me apuré. Grite su nombre tres ocasiones, pero no hubo respuesta, busque en la sala, en la cocina, en toda la casa y nada… ni rastro de su paso por ahí. Me dirigí a la sala donde me deje caer sobre el sillón, que protesto ante mi peso.

Los ojos se me llenaron de llanto, pero como buenamente pude lo contuve. Para después mirar por la ventana y ver que Armando caminaba rumbo al mar. Levante de un salto y me dirigí a la salida y sin más emprendí una carrera a su lado, con el temor de que fuera alguna retorcida ilusión de mi alocada cabeza, pero no, no era sí, al momento que llegue a su lado volvió a verme, para esbozar una sonrisa en su rostro. Me invito a mirar el mar azul, aquella tarde sentados en la arena, bajo los rayos del sol que quemaban nuestra piel, con pericia.

No dejamos caer sobre al arena, mientras las olas iban y venían en un movimiento cadencioso. Lejos una par de palmeras se mecían como bailando, acompañándonos en aquel lugar con su sutil danza que armonizaba el lugar.

Recargue mi cuerpo junto al suyo y así por el resto del día permanecimos absortos ante tan maravillosa belleza que nos robaba los sentidos sin opción alguna. Justo cuando el sol estaba en su senil, Armando se levanto, se acerco a la orilla del mar y comenzó a jugar con el agua que llegaba hasta sus pies, mientras gotas de aquel líquido salino botaban por doquier produciendo un arco iris. Mire la escena por un largo rato, deseoso que el tiempo detuviera y nos diera más oportunidades de gozar momentos como aquellos.  Pero mi petición no podía ser atendida, rápidamente lo comprendí, así que me arme de valor y le hice compañía a Armando que seguía jugando con el agua…

Corrimos, por la orilla una infinidad de veces hasta que quedamos totalmente empapados, éramos como dos niños que disfrutan de la vida, sin preocupación alguna, sin miedo, sin temores, solo con el único fin de alcanzar una felicidad que mucho no tiene la oportunidad de lograrla.

Y así hasta que el cansancio cobro fuerza en mi cuerpo; sin más de deje caer sobre la húmeda arena y seguí mirando a Armando que no parecía sentir ni un ápice de lo que yo estaba sintiendo. Después de un largo rato se adentro a las profundidades de aquel inmenso mar, hasta que se perdió por un largo rato, para aparecer a unos cuantos metros de donde se había sumergido, y así hasta que volvió al lugar donde estaba. El agua le llegaba escasamente a su abdomen donde el agua chocaba como si fuera una dura piedra que intentaba romper.

Volvió su mirada a  la mía, me indico que me acercara… dude unos momentos en hacerlo, pero como siempre salio ganando. Camine sintiendo la arena en mis pies hasta que mi piel fue adulada por el agua salada. Un minuto después llegue a su lado. Y así juntos los dos nos adentramos a la aguas azules de aquel inmenso mar que era cómplice de nuestro inmenso amor.

Permanecimos en el mar un largo rato, el cansancio que mi cuerpo sentía se había desaparecido como por arte de magia, cosa que sucedía cuando Armando estaba a mi lado.

Hasta que por fin ya no pude más. Salí del agua con tranquilidad dejando a tras a Armando que se reía de mi poca resistencia. Puse lo ojos en blanco y me aleje del lugar; sin más que hacer y derrotado me senté sin prisa alguna.

Al ver que Armando pasaría otro largo rato ahí adentro me recosté e intente dormir un rato, con los rayos de sol sobre mi cuerpo, pero justo cuando comenzaba a adentrarme a aquel bello sueño oí como unos pasos se acercaba a mí, hasta que él se poso a mi lado, para hacerme compañía, espere a que dijera algo, a que hablara pero no fue necesario. Estiro su mano para pedir la mía. La tomó con fuerza, con una firmeza que nunca iba a flaquear.

De pronto sentía sus labios sobre los míos. Respondía su caricia, sin abrir los ojos, sin dudar un segundo, deseoso de que las cosas llegaran hasta las últimas consecuencias, frente a aquel inmenso mar que a partir de ahora sería fiel cómplice de aquella muestra del inmenso amor que nos unía a los dos por el resto de nuestras vidas….


La felicidad que Armando y yo experimentábamos, no podía compararse con nada en este mundo… y es que jamás nadie había sido tan feliz como nosotros lo estábamos siendo.

Eran las ochos de la noche de aquel viernes cuando encendí el reproductor de música y puse a mi grupo favorito… Sinead de Within Temptation ; otro de los sencillos que esta banda habían lanzado en días pasados. Eleve el volumen moderadamente. Y sin más me deje caer sobre la cama.

Hoy había sido un día muy agitado, habíamos visitado a Azucena en su casa, ya que desde hace mucho nos había hecho la invitación la cual no podíamos rechazar. Pasamos gran parte del día en su humilde y acogedora casa, donde tanto su esposo Luís como sus hijos, Alfredo y Edgar, nos recibieron con un gran aprecio, que no merecíamos.

Después de una deliciosa comida producto de las manos de Azucena, nos llevaron a la plaza principal de su pintoresco pueblo, que recorrimos de cabo a rabo. Cenamos en una pequeña fonda de aquel lugar un delicioso platillo típico de la región, hasta que quedamos satisfechos y apunto de reventar; para después  despedirnos de aquella hermosa familia, sin antes avisarle a Azucena que el domingo por la noche saldríamos de la casa para regresar a Villa Florencia.

La noticia le entristeció en demasía   pero después se alegro al darse cuenta que todo aquello que un día me hizo exiliarme ahí pronto, muy pronto encontraría la mejor solución, posible.

La sola idea de pensar en que pronto afrontaríamos algo desconocido me erizaba los vellos de la nuca y un largo y casi interminable escalofrió me recorría de pies a cabeza. Coreé la canción un par de veces, tratando de disimular mi miedo y sin darme cuenta que Armando me miraba desde la puerta…

-No tienes ni la más remota idea de cuanto extrañaba ese grupo…- comentó mientras dirigía sus pasos a donde yo estaba.

-Debí suponerlo… ya eres un fan de ellos, ¿no?-  pregunte divertido de que compartiéramos gustos tan similares.

-Así parece- respondió, para luego posarse a mi lado.

-Me alegra- dije en voz baja.

-¿Estas feliz?- inquirió de repente sorprendiéndome.

Medite su pregunta, unos momentos, sopesando si así era. Mire en retrospectiva, y vi todo lo acontecido… volví mi ojos a los suyos que ya esperaban una respuesta.

-¿No lo parece?- solté, mientras imitaba mis ojos en blanco.

-¡No!, necesito saber si hago bien mi trabajo-  se apuró en decir.

Sonreí, antes sus infantiles ocurrencias… Meneé la cabeza de un alado a otro; en verdad que lo amaba como a nadie… algo que era imposible de no hacer.

-¿Y?- retomo el ataque.

-¡Si!, soy feliz, inmensamente feliz…- respondí, para luego arrojarme a sus brazos que ya me esperaban, listo para otra muestra de aquel loco y febril amor que se había apoderado de nosotros y que no pensaba dejarnos ni un instante siquiera….


La última tarde que pasábamos en la casa en la playa comenzaba a menguar apaciblemente; el sol se ocultaba tímido y silencioso tras dos enormes montañas, mientras a la vez, la luna ya se asomaba en lo alto de aquel cielo de endrino; lejos el sutil sonido de las olas se propagaba como un suave murmullo. Miraba  embotado aquel bello paisaje que parecía de ensueño; y al igual que al principio podía perderme largas horas mirando la belleza del lugar  sin siquiera sentir el tiempo pasar. El olor de agua salada y salitre profanaba mi ser, inyectándome una enorme fortaleza que parecía que jamás en la vida me iba a abandonar.

Iba por el séptimo de aquellos viajes en los que perdía el sentido de la realidad, cuando de pronto sentí en calido cuerpo de Armando acercándose lentamente al mío. Sus anchos brazos rodearon mi cuerpo  mientras su barbilla se posaba sobre mi hombro y me acompaño por largo rato en aquel sublime viaje.

Cuando al fin los últimos rayos del sol al fin se perdieron y la magia de la tarde sucumbió a la de aquella misteriosa noche, habló para devolverme a la realidad…

-La hora ha llegado…-murmuro mientras su labios buscaban la piel de mi cuello.

Suspire largamente, sopesando lo que aquello significaba y mire la perspectiva de la vida desde aquel rostro el cual pronto afrontaría lo que pronto vendría, la idea no era mal en sí, pero sí lo era lo que nos tocaba enfrentar, lo que sin lugar a dudas íbamos a afrontar, en verdad que sí lo era

Deshice el abrazo rápidamente, necesitaba que la fuerza que me movería más adelante estuviera y fuera reforzada, de cualquier manera posible. Y ahí estaba él, para así hacerlo.

Volvió sus ojos verdes a los míos que dubitativos le miraban…

-¿Tú y yo?- pregunte con la duda en mis ojos, con el mayor de los temores que en la vida se pudiera tener en ellos, en cada  una de mis miradas.

-Tú y yo- confirmó sin más, con la fortaleza, para que mis temores se despejarán y no dejaran lugar a la duda y a la incertidumbre, que estaban más que dispuestas a germinar de nueva cuenta en mi interior.

-¿Por sobre todas las cosas?- Inquirí.

-Por sobre todas las cosas- respondió, nuevamente.

-¿Hasta las últimas consecuencias?-

-Hasta las últimas consecuencias-

-¿Hasta el final?-

Dudó unos instantes… su silencio fue una eternidad de principio a fin, después afirmo:

-Hasta el final- y sin más me tomo de la mano para caminar juntos por aquel sendero que la vida y el destino nos tenían reservado, listos para enfrentar lo que viniera…

Continuara…

¡ÚLTIMOS CAPÍTULOS!...