El Otro Rostro de la Vida... Cap. 12º

Y después de haber cometido el pero error de su vida a Jahíro las cosas comienzan a salirse de su control y cuando menos lo espera una verdad que ha tratado de ocultar sale a luz… la cual pese a todo tiene que enfrentar en… El Otro Rostro de la Vida… Una existencia desde una perspectiva diferente

Chicos ya no se de que manera agradecer sus comentarios, definitivamente estoy sumamente agradecido por ser parte de esta loca aventura…

Lando S.M

Saludos…

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente…

Capitulo 12º

El frío aíre de la mañana me hizo despertar justo antes de que el sol se asomara por la ventana. Abrí los ojos de golpe y al instante me tope con una ancha y marcada espalda que estaba frente a mí, intente tocarla, deslizar mis dedos de arriba a bajo pero en cuanto recordé donde me hallaba y quien era el que estaba frente a mí  me detuve y me quede en el intento. Mire mis manos por un instante y después la coloque sobre el colchón. Hice memoria y recordé los últimos detalles de la noche pasada y lo que acudió a mi memoria no fue nada grato, golpeé mi frente; a mi lado Daniel se movió sorprendido por el golpe pero al instante volvió a quedarse dormido. Miré como se acomoda sobre la cama y tiraba de la sabana blanca para cubrir su cuerpo. Cuando al fin volvió a caer en su sueño me levante cuidadosamente tomé mis cosas y me dirigí al baño. Dentro me recargue sobre el lavamanos. El reflejo que me devolvió el espejo me causo repugnancia y rápidamente me aparte de él.

Sin esperar un segundo más me coloque bajo la regadera y abrí la llave del agua fría, deseoso que me hiciera reaccionar. Temblé por unos momentos pero poco a poco mi cuerpo cedió a la temperatura de aquel líquido. Tomé porción de jabón y restregué mi cuerpo con fuerza, con coraje y rabia, deseoso de que olor que mi cuerpo despedía desaparecía,  ese aroma que traía impregnado me causaba unas nausea horribles que a dura penas podía controlar y cuando al fin, a mi parecer, todo rastro de aquel efluvio desaprecio tomé una toalla y seque,  sin el más mínimo cuidado mi cuerpo, me puse la ropa rápidamente y salí al otro lado de la habitación donde ya se oían sonidos.

Camine unos cuantos pasos hasta que llegue de nueva cuenta al cuarto. Daniel, ya estaba despierto y miraba la tele. Me detuve por un rato en el marco de la puerta hasta que se percato de mi presencia. Cuando así lo hizo se sentó y sonrió, triunfante de lo que en la noche anterior había pasado.

-¿Listo Nene, para una larga mañana?- dijo echando las manos hacía a tras y dejándose caer sobre la almohadas.

Compuse una mueca de fastidio que no me preocupe en disimular un instante siquiera, antes sus insulsas palabras.

-Me tengo que ir, Daniel, no llegue a dormir a casa y me supongo que Maite ha de estar preocupada, no le avise donde iba a pasar la noche y me sorprende que no me haya   marcado ya.

-Tan  temprano, pero si apenas van a ser la ochos de la mañana… quédate un rato más- dijo sufridamente, como si realmente le doliera mi partida.

Sin darle la mayor importancia le di la espalda y  encamine mis pasos a la salida.

  • ¿Jahiro, no vamos a ver hoy por la noche?- inquirió a sabiendas de que la batalla por quedarme un rato más ya estaba perdida.

Me detuve para sopesar la propuesta.

-No lo sé, no tengo la menor idea- dicho esto salí del la habitación mientras en el rostro de Daniel se dibujaba una sonrisa de suficiencia al saber que de ahora en adelante ya no podía negarme, ya había caído de nuevamente en sus redes de donde me iba a ser imposible salir…


Mi relación con Armando se había ido a la borda hecho que trate de afrontar con la mayor fortaleza pero había ocasiones que el dolor que sentía era tan gran e inmenso que me derrotaba pese a  todas mis fuerza que ponía en no dejarme vencer, pero ya era algo inevitable…

La relación   con Daniel no era ni la mitad de lo que un día fue la de con Armando. La diferencia que había entre ambos era abismal, era totalmente polos opuestos. Desde el principio me percate de ello y conforme transcurrieron los día, cada vez esa afirmación se iba haciendo más patente, lo que me hacía añorar enormemente a Armando; en nada se comparaban y dude que algún día Daniel llegase a superarlo ya que era imposible de hacer, de eso no había duda. Armando era el mejor de los hombres, era único e incomparable, todo un caballero que siempre buscaba mi bienestar antes que  el de  él  mismo, atento, cariñoso y un excelente amante que sin lugar a dudas jamás iba a encontrar en ningún lugar; mientras que Daniel, como bien se lo dije una vez era el mayor de los imbéciles sin remedio.

Al principio intente mantener al margen al mundo entero de la relación que sostenía con Daniel pero las cosas no estaban para ocultarse y mucho menos cuando Cathy se percato de ello. Por su enorme insistencia salimos en plan de amigos Catherine, Armando, Daniel y yo un par de ocasiones, en las que intente no dejar ver nada de lo nuestro frente a Armando que no me quitaba la mirada de encima, ni un instante siquiera, hecho que no paso por alto Daniel, pero el cual se guardo y calló como debí hacerlo. Yo sabía que esto no iba a durar mucho así, tenía en cuenta  en cualquier momento las cosas iban a salir a la luz de peor modo así que sólo me limite a prepararme para ello y no sorprenderme de ninguna manera, de su repentina aparición.

Cuando el timbre sonó aquella noche me levante rápidamente y me puse mis pantalones que estaban sobre el frío piso. Sin más me dirigí a la puerta.

-¡Ya voy!, ¡ya voy!- grite mientras el timbre no paraba de sonar fuertemente.

Abrí la puerta  ya ahí, tras ella, estaba Armando. La sorpresa me paralizo al instante, que me dejo mudo sin siquiera poder hablar.

-Creí no encontrarte… llevo días que he intentado comunicarme contigo pero la llamada se va directo al buzón- dijo recargando su musculosos brazos contra el marco de la puerta.- pero sólo quería saber una par de cosas, que me han tenido muy inquieto últimamente.

Pase saliva con dificultad, tratando de ocultar mis temores, pero cada uno de ellos ya se reflejaban en mi rostro y es que era inevitable no dejarlos ver.

Armando se percato de la situación pero paso por alto mi desconcertante nerviosismo y continúo con lo que lo había hecho venir a mi casa.

-Sólo necesito saber si es verdad lo que Cathy me ha dicho… ¿regresaste con Daniel pese a todo?...

Intente darle repuesta a su duda pero a mis espaldas  me llamaron.

-Jahiro ¿quién era?- pregunto Daniel, saliendo de la sala con sólo su pantalón cubriendo su musculosos cuerpo.

-Vaya creo que mi duda ha sido resuelta- murmuro Armando con un odio contenido en cada palabra que sólo yo pude escuchar, mientras su mirada se cruzaba con la de Daniel, por unos instantes. Después sin más se retiro sin siquiera disimular la rabia que le había ocasionado la repentina aparición de Daniel.

-Parecía molesto- comento Daniel, con el afán de percibir la más mínima reacción en mí, pero supe disimular.

-Si eso parece.- comente mientras sentía su mirada clavada en mi cuerpo tratando de escrutar a mi corazón.


Después de aquel día la situación llego a un punto crítico que no llegue a tolerar y dude rotundamente que llegara hacerlo por mucho tiempo más. Al fin  toda esperanza de reconciliación con Armando había muerto, como el amor que el sentía por mi, de eso no tenia la menor duda.

Todo aquello que pase cuando Armando había decidido cambiar las cosas a favor de Cathy, que no tenía culpa alguna en esto que pasaba, no era nada comparado con lo que ahora estaba pasando. Aquí la situación había cambiado repentinamente lo peor de todo es que yo salía perdiendo como siempre pasaba; solo que ahora, era a la persona que más había amado en la vida la que se escapaba de mis manos y contra eso si no podía luchar… Muchas veces me había planteado esta remota posibilidad como una verdad lejana  y no como ahora estaba realmente pasando, como algo cercano que tenía que sufrir en carne propia; sintiendo una inmenso dolor en el corazón que a cada tic tac de reloj sentí como iba perdiendo fortaleza, como se iba sumiendo en un profundo abismo… de negras sombras y de una inmensa soledad… una fiel muestra del pago que más adelante me esperaba y es que esto era solo el comienzo, el inicio de todo… aún había más sufrimiento, más dolor, más culpa en lo que me restaba del camino algo que no iba poder cambiar aunque así lo quisiera.

Sentía que cualquier momento iba a estallar, que iba a explotar, pero como buenamente pude no sucedió así, pero muy en el fondo la bomba de tiempo se reservo el momento indicado para así hacerlo, momento que pasaría en cualquier instante…

Maite siguió mirando mi situación desde el otro lado de la escenario y es que era así como se lo había pedido que lo hiciera, pero al igual que yo estaba llegando a un punto donde ya no iba a poder quedarse callada como lo estaba haciendo… yo era la razón de su vida, yo era su hijo, el único que tenía y al cual adoraba en demasía, así que no iba a permitir verme sufrir como yo lo estaba haciendo, por lo cual en cualquier momento también ella explotaría, lo único era que no sabía cuando, ni de que manera y a que grado las cosas iban a llegar lo que si realmente me preocupaba y que era lo único que me mantenía de pie.

Aquel día salí de casa desde temprano y me fui por un largo rato de Villa Florencia, a un lugar que no me trajera más recuerdos de los que pudiese soportar así que mis pasos me llevaron a un verde jardín de San Marcos, donde pase toda la mañana mirando como un parvada de patos nadaban en un estanque de aguas sucias. Mire a detalle como meneaban la cola de un lado a otro sin cansancio, mientras se deslizaban al otro lado del estanque donde los esperaban demás congéneres para partir directo a su guarida por que la noche pronto caería.

Me levante como pude, sin sentir el más mínimo cansancio por el haber estado sentado gran parte del día. Mire a los alrededores y ya nadie había en el jardín solo un pareja que salía de entre los arbustos que crecían en la orilla y un par de barrenderos que agitaban sus escobajas rápidamente, tratando de dejar el lugar impecable para la mañana siguiente.

Sin más que hacer me dirigí tranquilamente al estacionamiento, donde ya no había coche alguno, solamente el de Maite donde los últimos rayos del sol se reflejaban como un rubí. Listo me apeé al auto y sin esperar a nadie más regrese a casa.

Tarde una hora en regresar a Villa Florencia cuando al fin así lo hice, me detuve frente a casa, donde las luces del interior brillaban tenuemente, mamá ya había llegado. Por unos momentos dude en entrar, pero después imagine que de alguna manera ya había oído el motor de su automóvil, por lo que irme era asumir el riesgo de que me estuviese esperando a mi regreso para exigir una minúscula explicación de mi actuar, situación que deseaba que no pasara, así sin  más me recargue con coraje contra el asiento esperando quien sabe que diablos, por momentos me perdí en mis pensamientos pero rápidamente salí de ellos, mire mis ojos negros por el espejo y sin más unas cuantas lágrimas comenzaron a inundarlos sin razón; en estos últimos días que no había visto ni por un instante a Armando una cruel sensibilidad se había apoderado de mí, sin remedio alguno.

De pronto  mamá se asomo por la ventana que daba a la acera. Miré como corría la cortina para asegurarse de que hubiese sido yo el que había llegado y no una visita inesperada. Al instante que sus ojos se posaron sobre su automóvil, gire el rostro al otro lado, para que no viera mi patético rostro. Sin darle tiempo de nada restañe las lágrimas con fuerza y así salí del interior del auto. El frío airecillo hizo su trabajo y seco  mi rostro completamente, lo único que no logro fue desvanecer ese mohín de melancolía y tristeza que ya parecía estar tatuado en mí. Entre a la casa y me  apure en subir pero antes de emprender la carrera a mi habitación, Maite se asomo al pasillo. Arroje las llaves contra la charola que estaba en la mesa, encamine mis pasos a ella, estando a unos cuantos palmos, murmure un débil: ¡Hola, mamá he llegado!; que apuesto que solo yo escuche y le plante un tenue beso y sin esperar palabra alguna me dirigí a mi cuarto, pero justo antes de que pisara el segundo peldaño mamá hablo apaciblemente, pero con tono determinante que al sólo oírla me detuve secamente.

-Jahiro, esta situación no puede seguir así por más tiempo.- dijo mientras yo recargaba el cuerpo sobre el barandal de las escaleras.

Me quede quieto y dispuesto a oír lo que me tuviera que decir y después subirme a las escaleras como ya venía haciéndolo, pero estaba vez  el tiro me saldría por la culata, sin remedio. Intente seguir mi camino pero Maite continuo.

-¡Basta! Jahiro, no puedes seguir así, no vez el daño que te estas asiendo, mírate y ve en lo que te has convertido no eres ni la mitad de lo que un día fuiste… ¿dónde esta mi hijo alegre y entusiasta que siempre conocía?, ¿Qué ha paso con él? ¿dónde está ese Jahiro que un día tanto me amaba?  ¿Dónde Jahiro?...

Volví el rostro al de ella, a uno que no conocía uno que no era el que yo recordaba, uno que no conocía pero que sufría conmigo, que padecía lo que yo estaba padeciendo, quizá no de la misma manera pero si de otra forma totalmente distinta pero que al final de cuentas era dolor, sufrimiento…

Sin más sus ojos se inundaron de llanto y volvió al ataque…

-Por última vez te lo vuelvo a preguntar… ¿hay algo que me quieras contar?, ¿Qué te hace te hace sufrir de esa manera?, Jahiro mi amor… ¿pasa algo?...- dijo y después guardo silencio mientras dos pequeñas lagrimas caían de sus ojos y resbalaban por sus tersa mejillas.

Y en ese mismo instante ya no pude más y sin el menor aviso explote, por que no era posible que las cosas siguieran así, y es que en aquel mismo instante un centenar de preguntas me golpearon repentinamente   y me hicieron volver a la realidad: ¿hasta cuando iba seguir así?, ¿toda la vida?... no, no era posible y al fin mi corazón se libero sin pena, sin miedo, con la única finalidad de ya no sentirse presionado de ninguna manera posibles y es que ya no podía seguir haciéndolo así…

-¡Pasa!, ¡pasa todo, mamá!, ¡Todo! - grite sin más, con el llanto traicionándome, sintiendo que en cada grito que mi boca daba parte de la culpa se iba como para nunca en la vida volver- ¡ya no soporto esta situación! a cada minuto que pasa siento que ya no puedo resistirlo. Siento que me muero por dentro  a cada instante. Siento que esto ya no es vida, ya no es nada… a cada minuto me siento más culpable, a cada hora el remordimiento carcome mis entrañas, devora mis calma y mi tranquilidad… no me deja vivir ni un minuto siquiera en paz, feliz como un día llegue a serlo… Y ahora esto, este maldito dolor que ha aparecido… esta necesidad que no  se calma con nada, esta maldita sensación de decepción que siento… ya no puedo, me muero mamá… ya no puedo más…

¡Me enamore!, como jamás lo había hecho en la vida… ¡Me enamore perdidamente de una ser maravilloso!, ¡de la mejor persona que he conocido esta vida! ¡Me enamore equivocadamente! ¡Mi estúpido corazón se fijo en una persona equivoca el muy imbécil! ¡En una persona que no me pertenece! ¡En una persona que no es y ni será mía!, ¡nunca!, ¡aunque así lo quiera!, ¡aunque así lo deseé!, ¡Me enamore de él!… del novio de mi mejor amiga… ¡de Armando!… mamá.

Eso, eso pasa: Traicione una amistad sincera, la mejor de todas…; me metí con él… y no una vez, sino muchas, nos hemos visto por largo tiempo y ahora todo ha acabado… mi mundo se está viniendo a bajo… me estoy hundiendo en un pantano del que no puedo salir…-calle por unos momentos, sintiendo como mi  corazón latí velozmente, como la sangre corría con premura por mis venas, como sentía que el alma se salía de mí cuerpo, sin remedio y sin esperar más levante la vista para ver los ojos de Maite y ver en ello algo, lo que fuera… consuelo, desamor… odio… decepción… lo que fuera, lo que su corazón sintiera, ¡algo!... pero no vi nada en ello; en esa mirada que tanto se parecía  a la mía, solo había un llanto que sabía que venía de su corazón, del corazón de una madre que sufre con su hijo, sufre por su hijo… Y sin que dijera palabra alguna continué:

-¡Dímelo!… ¡dime que soy un imbécil!… el mayor de todos… ¡dime que me he equivocado!… ¡dime que hice de nueva cuenta las cosas mal!… ¡dímelo!, repróchamelo, ¡cúlpame!, ¡ódiame! Hazlo tú que puedes… ¡hazlo tu que lo puedes sentir!…  por que ni yo para eso tengo valor…  ¡hazlo de una vez y que todo acabe!... ¡hazlo! Por lo que más quieras…

Y al fin las fuerzas me abandonaron ahí, justo en ese momento cuando más las necesitaba, cuando más les necesitaba… estaba a punto de enfrentar una parte de esta verdad que tanto daño había hecho. Y ahora se iban… ¿por que lo hacían?, ¿por qué a mí?, ¿por qué me odiaban?, ¿tanto era el daño que había causado que merecía eso y más?, necesitaba saberlo… necesitaba tenerlo en cuenta para no reprocharlo, para no echárselos en cara…

Intente moverme, pararme y salir huyendo, por que solo así resolvía los problemas, esa era la única manera que tenía, la que mejor me había resultado… pero no pude, me quede ahí, tirado de rodillas, sintiendo como la mirada de Maite, trataba de adentrarse a mi cuero, a mí alma, a mi corazón. Necesitaba ver a fondo la situación, necesitaba comprender a cabalidad esto y que pasara lo que tenía que pasar…

Permanecimos largo rato así, en silencio, con el fuerte eco  de mis palabras aun tañendo en mi cabeza, como una enorme campana. Lleve mis manos a mis rizados cabellos y los presione con fuerza, con coraje, con una rabia contenida que hacía que la sangre me hirviera con fuerza, Oculte mi húmedo rostro entre mis rodillas y comencé a mecerme como cuando era niño… a la espera de lo que mamá me tuviera reservado… Lo que fuera lo aceptaría sin protesta alguna, no había otra opción y auque así fuera ya no la tomaría por que las últimas veces que así lo había hecho no habían dado buenos resultados, de momento sí, pero después venían las consecuencias de mi negligente actitud.

Nada se oía, en el interior el silencio se hizo como por arte de magia de vez en cuando era roto por el ronroneo de algún carro que se perdía rápidamente por la calle. Pero después volvía más fuerte, más imponente que antes….

Esperé paciente a que Maite formulara lo  que tenía que decir y es que no era para menos, mis palabras de seguro la habían sorprendido, de eso no había dude o al menos eso creí de momento.

Lleve mi mano a mí rostro… con el afán de borrar toda marca de llanto en él, para a después enfrentar a mamá y es que lo que menos deseaba a hora era me viera como realmente era un cobarde…

Pero justo cuando pose mi mano sobre mi rostro al fin hablo, su boca pronuncio un par de palabras que me dejaron congelado al instante:

-Mis suposiciones eran verdaderas… lo que en un principio creí que me estaba equivocando resulto cierto- Y sin disimular  mi asombro levante la vista para verle, para mirar en sus ojos y confirma lo que estaba diciendo; después continuo- Algo me decía que las cosas contigo no eran como creía… lo supe desde el momento que Daniel se marcho de tu vida y el duro golpe que es resulto para ti. Intente alejar esa idea de mi cabeza pero gracias a la vida me di cuenta a tiempo que el amor de una madre no tiene fronteras. Después de eso vi como te recuperabas de ese duro golpe, pero no paso mucho tiempo cuando me percate de que las cosas volvían a ser como antes, creí que habías recaído de lo de Daniel, pero solo tuvo que pasar uno cuantos días para descubrir que a él ya lo habías olvidado completamente, lo que me alegro como no tienes idea, pero que a la misma vez me preocupo  por que sabía que eso solo iba a pasar cuando conocieras a otra persona… quien fuera. Por mucho tiempo intente averiguarlo, pero no decías nada, no hablabas más de la cuenta, supiste ser discreto; así que deje que las cosas se quedaran de ese modo, pero el sufrimiento que estabas pasando me desconcertó en demasía, por lo que me llevo a investigar que pasaba y con quien estaba pasando y fue ahí donde descubrí que Armando era el motivo de ello, quise hablar contigo pero decidí no hacerlo, deje que fueras libre como debía ser, no quería que vieras mi inmiscusión como la de una madre que no deja a su hijo ser; pero después de todo, de aquel largo viaje, las cosas cambiaron, te veías diferente, estabas diferente, eras completamente otro Jahiro que no conocía… intente advertirte lo peligroso de la situación pero no quise arruinar una felicidad que sabía que iba a durar poco, así que deje que las cosas siguieran su rumbo y que fuera lo que la vida deseara… hasta que me di cuenta que había cometido un error el más grande de todos, por lo que deseé subsanarlo, pero ya era tarde, muy tarde… lo siento tanto Jahiro… no era mi intención que esto pasara, si por mí hubiese sido, de no estar cegada por el amor de madre que creció al verte inmensamente feliz no estarías sufriendo… lo siento tanto…-

Después de todo calló, guardo el mayor de los silencios y dos lágrimas cayeron de sus ojos negros, mientras brillaban como dos diamantes…

Intente darle las gracias, de expresarle cuan agradecido estaba, pero una pregunta surgió de la nada…:

-¿Cómo paso?, ¿cómo te percataste de todo?...-

  • No fue difícil eres tan transparente, o al menos para mí lo eres.- dijo sin despegar su mirada de la mía- tus actitudes no ayudaron en nada, eras tan obvio que lo expresabas en cada acto, en cada gesto de felicidad. Al poco tiempo las pruebas vinieron en montones: solías contarme todo lo que te pasaba y de  un día para otro eso se acabo, fue Margarita quien me dijo que tenías un nuevo amigo que te hacía compañía por las tardes; mi tan largo y recordado viaje influyo de igual manera, pasabas largos días sin comer en casa y cuando así lo hacías eran dos cubierto los que estaban en el fregadero… Margarita por supuesto. No la culpes se limitaba a cumplir con su trabajo.

Le siguió aquel viaje donde no te quedaste a dormir en casa dos días, me percate por que en la paga de Margarita no contó esos días que yo tenía contemplado, por lo que solo bastaron unas cuantas preguntas y la verdad salio a la luz, dos días sin estar en casa; luego tres, cuatro salidas nocturnas, sin decir nada a nadie, y para finalizar una llamada de Armando de la que no quisiste saber absolutamente nada…  Eso fue suficiente para saber lo que pasaba, lo que estaba sucediendo… sólo quería saberlo, quería confirmar lo que mi corazón me decía a gritos… para que sepas de una vez que cuentas conmigo para toda la vida… nunca más dudes en pedir mi ayuda si un día llegas a necesitarla… nunca lo dudes mi amor…

Guarde silencio, contemplándola fijamente, infinitamente agradecido por sus palabras… pero ya no eran suficiente, ya no bastaban. Eso no era el remedio a mi situación, al menos no el que yo quería. Sopese todo lo dicho y cuando  comprendía el alcance que podían tener las cosas me levante rápidamente y me dirigí a mi habitación listo para emprender la huida.

Entre a mi cuarto, sin molestarme en cerrar la puerta. Me dirigí directo a mi closet y de la parte más alta extraje una enorme maleta. La coloque sobre la cama y sin más comencé a sacar mi ropa de los cajones, sin siquiera en molestarme en acomodar cada prenda. Me detuve unos instantes cuando mamá se adentro a mi habitación silenciosamente sin preguntar nada del por que la enorme maleta. Me miró fijamente mientras iba y venía de un lado a otro  en mi habitación.

Cuando al fin termine tome mi pesado cargamento y me volví a Maite que me miraba fijamente, deseosa de que por lo menos me dijera a donde iba. Pero antes de así hacerlo quise aclararle unas cuantas cosas.

-Ya no puedo más mamá…- dije firmemente deseando que sintiera una minúscula parte de lo que yo estaba sintiendo en aquellos instantes, para que así comprendiera mi proceder y me dejara marchar sin poner oposición, como estaba seguro que lo iba hacer- Trate de sobrellevar las cosas, pero sabes algo ya estoy harto, me he cansado de ocultar algo que siento, algo que soy y que por nada del mundo va ha cambiar. Mi relación con Armando ha terminado definitivamente, ya no hay nada que pueda hacer por ello aunque así lo deseara, lo que es lo mejor ya Cathy no sufrirá como sé que lo está haciendo… Me voy por que soy un cobarde, el peor de todos… No te preocupes por mí estaré bien, en cualquier momento sabrás de mí, tendrás noticias mías…

Guardamos silencio ambos, lo que no llegue a saber era motivo de ello y que es que realmente no me importo, estaba de más, por que en esos momentos lo único que deseaba era salir de ahí y jamás en la vida regresar… y de ser así ya que todo hubiese vuelto a la normalidad ya que la heridas cicatrizaran y no dolieran como lo estaban haciendo.

Sin decir palabra alguna mamá me estrecho fuertemente en sus brazos, como si deseara retenerme, pero ella al igual que yo sabíamos que era algo imposible, la decisión estaba tomada.

Sin más que hacer ni decir, tome mi maleta y encamine mis pasos a la salida y antes de que cruzara la puerta Maite inquirió, dubitativa y a la vez preocupada, su amor de madre la venció:

-¿A dónde vas Jahiro?-

-Quizá al infierno, al fin del mundo…- dije con ironía, encogiendo los hombros como fiel muestra de que mi destino final no me importaba en lo más mínimo- No lo sé, lo ignoro completamente

Ante mi absurda respuesta mamá sonrió con una alegría que quien sabe diablos donde saco.

-Lo supuse, cariño-y dicho esto me arrojo un juego de llaves que agarre en el aíre.

Volví mi rostro con un mohín de sorpresa en él y al instante Maite contestó mi duda que estaba reflejada en mi rostro.

-La casa en la playa…-

Respondí su enorme muestra de afecto con un Gracias… y sin esperar más salí de la habitación, baje las escaleras como pude y me dirigí a la salida. Ya fuera me subí al automóvil de mamá avente mi equipaje al asiento trasero, listo encendí el motor, mientras mamá me miraba por la ventana de su habitación, después de un fugaz adiós y un débil hasta pronto… Salí disparado de casa preparado a huir, mientras en las bocinas comenzaba a sonar una pieza de mi grupo favorito Faster de Within Temptation…


Pese a que en momentos me costara creerlo ya había transcurrido un largo  y casi interminable mes desde mí huida cobarde de Villa Florencia, en donde las cosas a diferencia de mi vida si parecían cambiar en demasía…

La casa en la playa como yo bien ya había bautizado aquel lugar de ensueño era… mágico un paraíso terrenal perdido en la tierra misma.

La casa que Maite había adquirido a un precio irrisorio era un pequeño refugio  a la orilla del mar, a unos cuantos metros de distancia de la media luna que formaba la playa. La casa tenía dos habitaciones amuebladas, un minúsculo baño donde escasamente cabían dos personas, una cocina en miniatura que parecía de muñecas, una acogedora sala de estar desde donde podía admirarse el inmenso mar que se explayaba a tan solo unos metros y desde donde por las tardes la puesta del solo podía verse sin perder detalle alguno de aquel ritual que el astro rey realizaba cada tarde. Era un lugar donde la paz se sentía, se respiraba, se palpaba por doquier como si fuera parte de aquel lugar sin lo cual no pudiese existir; y pese a sentirme abrumado por cuanto pasaba en mi antiguo hogar, aquí encontraba ese sosiego que en ataño había implorado de todas las formas posibles y que sorprendentemente estaba al alcance de mi mano.

Todas las mañanas antes de que el sol saliera había implementado una nueva rutina con el afán de despejar mi mente así que caminaba por la orilla del mar mirando el escarceo del agua yendo y viniendo sin tregua alguna, mientras el piar de las aves que sobrevolaban mi cabeza se propagaba por doquier como música de fondo que armonizaba aquel bello paisaje que si ya de por sí era hermoso.

Las horas mirando aquella inmensa alberca de aguas diáfanas pasaban rápidamente  mientras me perdía en mis profundas cavilaciones que no tenían principio ni fin, enmarañados pensamientos, anheladas ilusiones, sueños relegados y así sucesivamente hasta que volvía a la realidad de nueva cuenta, a flote… Por las noches miraba como la luna, petulante y altanera se reflejaba contra el agua, admirando su belleza nácar, su abombada  figura que a cuanto loco enamorado había cautivado.

Había ciertas ocasiones que anhelaba quedarme de por vida aquí y jamás volver, perder en la maravillosa y esplendorosa belleza que aquel lugar tenía y que te cautivaba, pero otras tenía en cuenta que era algo inevitable, algo de lo que indudablemente no podía escapar aunque así lo quisiera y lo deseara…

La larga estancia en la que Maite estuvo aquí cuando adquirió este lugar, desde aquella vez del regreso de Daniel, la supo aprovechar de la mejor manera y  ello se veía reflejado en el trabajo que llevaba a cabo Azucena, la muchacha que atendía la casa.

Azu, como yo bien la llamaba, era una joven que llevaba acabo las labores  propias del hogar tres ocasiones a la semana, como era el aseo de las habitaciones, la preparación de alimentos, limpieza de la cocina  y demás. Era una alegre y olvidadiza mujer que no paraba de hablar por más que se lo imploraras;  a cada minuto alguna gracia u ocurrencia  salía de su boca para alegrarme el día de las mejores maneras. Cuando ella se encontraba en casa   prefería sentarme a platicar largas horas, mientras ella formulaba centenares y centenares de preguntas sobre mí, sobre Villa Florencia, sobre Maite y demás, inclusive de mi vida pasaba y es que pese a que no pudiese contarle a cabalidad el motivo de mi exilio en este lugar sabía interpretar muy bien cada uno de mis silencio con los cuales esquivaba las situaciones peliagudas, para luego suplirlos con palabras de aliento que me fortalecían de sobre manera y que me inyectaban un enorme fuerza que sentía correr por mis venas y que me daban impulso cada que mi mente y mi corazón me planteaba la posibilidad de que en cualquier momento debía regresar a  mi hogar, a enfrentar  la  realidad, aquella realidad de la que hace mucho había huido como lo que era, un ruin y miserable cobarde…


Desde mi partida ya nada era igual en Villa Florencia  y podía jurar por mi vida que jamás las cosas volverían a su estado normal, y no por que fuese demasiado importante sino que mi repentina y fugaz huida había causado cierta inquietud en Cathy y en Armando, aunque éste último trataba de disimularlo lo más que podía pero la situación pronto se le saldría de sus manos y todo explotaría de eso estaba seguro, lo único que espera era que tardara mucho más de lo que buenamente podía; en cuanto a Daniel era una furia andante y es que no era para menos, y es que cuando creyó que la cacería había acabo se dio cuenta que su débil presa ya se había escapado, lo peor de todo era que no sabía y no imagina a donde podía haberlo hecho, y era eso lo que realmente le atormentaba y más aun  si sus suposiciones eran  ciertas  en cuanto a la relación   que yo y el novio de mi mejor amiga teníamos, así que no quería imaginar ni siquiera la posibilidad de Armando se le adelantara a don quiera que estuviera.

Por su parte Maite, ya se encontraba más tranquila después de haber platicado largo y tendido conmigo aunque fuese por teléfono, situación que no le agradaba en lo más mínimo, pero que término aceptando después de que le amenazará que si optaba por aparecerse en la casa de la playa me marcharía para siempre de ahí y  ahora sí jamás volvería a saber de mí.

Al principio de esta incomoda situación hablábamos a diario, pero conforme pasaron los días y se percato de que la situación se había vuelto más tranquila optó por llamarme cada tercer día y luego una vez por semana  y así hasta que las cosas se calmaron tanto en allá como ahora donde vivía.

Daniel al igual que Cathy seguían insistiendo en que mamá les dijera a donde me había refugiado durante todo aquel mes del que no sabían absolutamente nada de mí, pero valientemente Maite, armándose de valor, les había dicho tajantemente que no revelaría mi paradero al menos que yo así lo dispusiera, de lo contrario se reservaría esa información para si y nadie más. Ambos se habían mostrado descontento, pero mamá los tranquilizo diciéndoles que si me consideraban mi amigo y si me querían como decían hacerlo, lo mejor era que me dejaran tranquilo por un tiempo de aquí en lo que aclaraba mi atolondrada cabeza que parecía no tener solución alguna.


Aquélla mañana, tres ligeros golpes sacaron a Maite de su profundo ensimismamiento, mientras miraba el cielo azul por el alto ventanal de su oficina.

-Siga- dijo con voz fuerte sin apartar la mirada de donde estaba, inconcientemente su mano había tomado su abrecartas y lo hacía girar sobre sus dedos una y otra vez.

-Licenciada Vallejo…- dijo Jessica, la joven y atractiva secretaría de mamá, para llamar su atención, y sin obtener respuesta alguna se detuvo a unos cuantos palmos de su escritorio  y espero paciente.

-¿Necesitas algo, cariño?- al fin inquirió Maite, haciendo girar su silla para volver su rostro al de su incondicional asistente.

-¡Sí!- afirmó como si tuviera temor a lo que iba a decir- Sé que me dijo que no le pasara una visita más a su oficina, pero la persona que le busca ha insistido mucho… y bueno, finalmente me convenció.

Mamá levanto la vista con un inescrutable gesto dibujado en su rostro.

-Jessi… te dije, que no iba haber excepciones esta vez…, sino mal recuerdo.- murmuro mamá.

-Licenciada, se lo dije pero insistió bastante que no pude negarme- se disculpo Jessica, con la mejillas sonrojadas.

Mamá suspiro a profundidad tratando de contenerse y es que  no era para menos, aproximadamente doce visitas en menos de una mes y cada una de ellas para lo mismo, no le era posible concebir el por qué no entendían cada una des sus palabras sí había sido lo más clara y explicita de lo que  su humana condición le permitió: “ No les diré donde está Jahiro, al menos no, si él no  me lo permita decir. Daniel y Cathy, no insistan… por favor”.

Maite levanto la vista de unos papeles que había tomado del escrito y al fin habló, serenamente:

-Si es Daniel o Cathy, has lo que te dije la semana pasada: diles que estoy ocupada y que no les puedo atender. Y que si su vista se debe a lo de Jahiro, recuérdales que ya habíamos hablado y aclarado todo lo referente respecto a ese punto…

Pero mucho antes de que Maite terminara la visita interrumpió sorpresivamente mientras se asomaba por la puerta.

  • No, Señora Vallejo, disculpe la molestia soy Armando -

Continuara…