El Otro Rostro de la Vida... Cap. 10º

Desde el regreso de Cathy a la vida de Jahíro y Armando las cosas se han complicado en demasía y no solo ella… sino Daniel quien intenta recuperar el tiempo perdido al lado de Jahíro… sin imaginar todo esfuerzo es en vano ya nada cambiara en… El Otro Rostro de la Vida

Chicos de nueva cuenta gracias por sus comentarios me son de gran ayuda… Y bueno les comento que por lo regular estoy publicando los días miércoles y sábado, claro soy de México y ando muy perdido con los cambios de horario y eso, pero particularmente esos días son cuando suelo subir los capítulos… Y  ya que estamos aquí les dejo el capítulo 10º disfrútenlo por que está hecho especialmente para ustedes…

Lando S. M.

Saludos…

El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente…

Capítulo 10º

Conforme transcurría el día, la fiesta se fue transformando sutilmente en una tormentosa tortura que a duras penas podía soportar, en el peor de los calvarios jamás vividos. No supe de que manera llegue a convencer a Maite  de que nos sentáramos en una de las mesas más retiradas, del centro del lugar, pero al fin ahí estábamos lejos de todo mundo, mamá parecía molesta de no poder disfrutar el espectáculo por completo, pero como siempre estaba a mí lado, hasta el final y es que alguna razón lógica debía haber tenido me dijo para haberlo decidido así.

Cathy sólo pasó por nuestra mesa dos ocasiones pero en ninguna estuvo mucho tiempo, la gente imploraba su presencia  a cada instante así que debía atenderlas de una u otra manera, lo que agradecí enormemente; en aquellos momentos,  lo que más necesitaba era pensar con la cabeza fría para planear una huida sutil, sin que se notara desplante alguno en mi salida de aquel lugar, pero ninguna idea coherente llego a mi cabeza, lo que realmente era frustrante, sumamente decepcionante, pero resignado lo acepte…

Por doquier había gente que conocía y me conocían, a muchas de ellas conocía escasamente por nombre pero cuando me dedicaban un educado saludo me limitaba a  extenderles el brazo y sonreírles fingidamente. Frida y Rodolfo, por su parte parecían felices de la vida con el regreso de su más grande tesoro y brindaban con todo el mundo por ello y Maite después de un largo rato se acostumbro al lugar donde estábamos, después de todo no estaba tan mal.

Armando al igual que yo estaba sentado a lo lejos, sumido en sus propios pensamientos que no eran mejores que los míos eso a leguas  se podía ver. Y es que sí, de alguna manera, el regreso de Daniel como el de Maite a nuestras vida habían venido complicar las cosas de sobremanera, el de Cathy era algo que de igual manera lo iba hacer y mucho más que los otros dos, no cabía duda. El problema que aquí radicaba era que nunca desde que todo empezó nos lo habíamos planteado como una verdad a la cual teníamos que hacer frente tarde o temprano, nos habíamos limitado a vivir el momento y que el mundo siguiera rodando como siempre, como si nada pasara o como si a nadie lastimáramos, un error del que ahora nos arrepentíamos enormemente como nunca en la vida.

Nuestras miradas se habían cruzado unas cuantas ocasiones en lo que iba del día, pero ninguna de las dos era ya ni siquiera un mero asomo de lo que un día llegaron a ser, en ellas la culpa y el remordimiento que a cada uno le torturaba sin piedad estaban ahí gravados, al rojo vivo, como un merecido castigo por nuestra negligente actitud, algo que ya no estaba en nuestras manos controlar, aunque así lo quisiéramos y deseáramos, ya no lo estaba… nos dimos cuenta demasiado tarde, para remediar las cosas.

Después de mirar que sería demasiado complicado formular una salida repentina sin levar sospecha alguna, trate de sobrellevar las cosas, pero hubo un punto en el que mi paciencia y mi escasa fuerza que aun conservaba se agoto y me hizo botar todo al diablo. Me levante de la mesa con una furia contenida que no trate de disimular, arroje la servilleta contra la mesa, mientras Maite, me miraba con el rostro, inexpresivo de cómo me alejaba de aquel lugar, mejor dicho de cómo huía cobardemente de aquel lugar, hasta que dejó de verme.

Cruce el jardín, con pasos presurosos, lo último que necesitaba en esos momentos es que alguien me detuviera y se pusiera entablar conmigo alguna absurda conversación que no llevaría a ningún lado, así que sin darles el más mínimo tiempo me perdí entre el gentío que caminaba de un lado a otro, hasta que llegue a un pasillo que estaba a un costado de la casa y que lleva a un pequeña terraza al otro lado del jardín.

Dirigí mis pasos hacia aquel lugar, con prisa, deseaba perderme de mi presente y nunca en la vida volver. Hasta que por fin llegue a aquel lugar, donde estaban dos pequeñas mesas, ambas bajo el abrigo de unas amplias sombrillas y sus respectivas sillas, cerca de ellas un desgastado  barandal. Me acerque a el y me recargué sobre la fría piedra, lanzando un largo y profundo suspiro desde la más profundo de mí ser y en donde por momentos sentí que el alma se me escapaba.

Mi corazón latía a mil…

El sonido que provenía del otro lado del jardín se convirtió en un suave murmullo que parecía provenir desde kilómetros de distancia, y sin esperar se convirtió en un suave arrullo que mitigo por algunos segundos el dolor de mí alma.

Miré los árboles desnudos que crecían por doquier y el montón de hojas que el otoño les había arrebatado revoloteando bajo sus anchos troncos que se aferraban con fuerza al fértil piso. Por un largo rato me perdí en aquel maravilloso espectáculo aquel lugar ofrecía, mientras divagaba sin un rumbo fijo  y es que ante la situación de no encontrar una salida oportuna a mis problemas, el escapar a la abrumadora realidad había sido mi mejor opción, de eso no cabía la menor duda posible, así que lo acepte, como siempre lo hacía ante lo que no podía luchar.

No sé cuanto tiempo permanecía sí, perdido en aquel estado de inconciencia que no sentí cuando alguien se acercó a mis espaldas, sino hasta que habló y me dejó congelado, sin saber que decir o hacer:

-Es abrumante estar allá, ¿no te parece?- murmuro Armando, deteniéndose a una distancia considerable de mí y es que ambos sabíamos que cualquier roce, cualquier caricia que el cuerpo del uno le proporcionara al otro rompería cuanta barrera habíamos erigido, entre nosotros dos.

Me volví sorprendido y con la mirada desorbitada ante tal atrevimiento al estar los dos ahí, solos….

-S… s…Si…i- murmuré con entrecortadamente, pasando saliva con dificultad- Efectivamente eso parece.- Y sin más mi cuerpo comenzó a titiritar sin control y es que el era como una droga para mí, que mi cuerpo ya necesitaba y que ya imploraba sin cansancio. Era la mayor de mis tentaciones.

-¿Cómo estás?- preguntó sin más acercándose un centímetro más a cada paso que sus fuertes piernas daban. Clavó su mirada  en la mía, iluminada por los primeros rayos de luna y haciendo más peligrosa aquella situación que si ya de por si lo era.

-Bien dentro de lo que cabe; ¡Excelente diría yo! ¿No lo parece?…- respondí tratando de creer en cada una de mis palabras a cabalidad, como sabía que nunca lo iba hacer. Pero no resulto, como yo lo esperaba.

Sin más soltó una  sonrisa burlona a sabiendas de que ni la mitad de lo que había dicho era verdad.

-Nunca vas a cambiar Jahíro, ¿verdad?...- inquirió mientras al final de detenía en su acercamiento, quedando a sólo unos cuantos pasos de mí, de mi cuerpo, de mi corazón que le llamaban a gritos… que le imploraba que  no se detuviera que siguiera así hasta que llegara a mí, hasta que estuviera a mi lado de donde jamás se separara.

-Nunca…- afirme, titubeante…

-Debí suponerlo- murmuró con ironía para sus adentros, deseoso de que lo oyera y al instante se me escapo la primera sonrisa nacida del corazón aquel día.

-Y tú, definitivamente, no te quedas a tras, ¿no lo crees?-sentencie, mientras sentía con una pequeña llama de esperanza comenzaba a anidar en mi interior, como una luz que me decía que las cosas podían salir a flote y que no todo estaba perdido como la había llegado a suponer  y que si de alguna manera era sí  sería mi culpa por no haber luchado en aquella batalla como se debí hacer. Pero de la misma manera que aquella diminuta morcella centello en mis adentros se volvió apagar sin el menor aviso cuando una suave voz interrumpió nuestra pequeña plática.

-¡Jahiro, Armando, al fin los encuentro!- exclamó Cathy acercándose a nosotros. De momento me quede rígido sin saber que hacer o decir y Armando de igual manera, nos limitamos a mirarla como se acercaba hasta que al fin llego a nuestro.- Debí suponer que aquí iban a estar.

-Así es, Nena.- dijo Armando con voz queda y es que la mitad de la fuerza con la que hablaba se atasco en su garganta de donde no pudo salir, por más que lo intento. Después maniobro  precavidamente para poner sana distancia entre nosotros dos, y sin más tomó entre sus brazos a Cathy y le sostuvo de su mano- Jahiro estaba un poco aturdido, ¿no es así?...

Me sorprendió su afirmación, pero después de unos instantes capte su jugada.

-Claro, claro… así es- afirme atropelladamente- Ya sabes Catherine, no soy muy adepto de sonidos altos, mucho menos si es música que no es de mi total agrado.- mentí descaradamente.

-No te preocupes, Jahíro, te entiendo- me disculpo sin más preguntas, así que por aquellas ocasión habíamos salido del embrollo sanos y salvos- ¡Oigan!... – clamó mi fiel amiga, al instante volvimos el rostro para verla- Al parecer ya son muy buenos amigos, ¿no es así?- inquirió

Nos quedamos helados de momento, con la fingida sonrisa congelada en nuestros rostros. Y al instante un torrente de suposiciones atravesó mi cabeza: alguien, quien fuera que nos conocía por lo menos un poco, le había comentado o dicho algo, sobre nuestra ya inquebrantable amistad, pero después de pensarlo, no, definitivamente nadie podía haberlo hecho… al menos que… Maite. No, no, no Maite no pudo haberlo hecho, nada que atañera a mi vida lo comentaba con alguien que no fuera yo… así que no, definitivamente…

-Digo, tanto tiempo fuera de aquí me supongo que lo supieron aprovechar al máximo, ¿no es así?...- inquirió ante nuestra nula respuesta, confirmándome que mis temores eran falsos.

-Mi amor… Jahiro estuvo muy ocupado con los exámenes finales y, bueno, yo de igual manera así que sólo nos vimos un par de ocasiones dentro del instituto…- respondió Armando, rápidamente antes de que yo lo hiciera, y es que de haber sido así iba llegar aun punto en el que me enredaría con mis propias mentiras y terminaría soltando la verdad.

Me limite a confirmar sus palabras con una sonrisa.

-Lastima…- se lamentó Cathy, con rotunda pena- Yo que creí que a mi regreso sería los mejores amigos- se confesó- Pero bueno no importa ya llegara el momento, ¿no les parece? Lo importante ahora es que de nueva cuenta tengo a las dos personas que más quiero en esta vida, a quienes les dedique mi triunfo…- dijo con el enorme cariño que sentí por mí y con el amor que sentía por Armando, después le abrazo fuertemente y tomó mi mano entre la suya, para al final recargar su frágil cabeza sobre el duro pecho de novio. La situación resulto sumamente incomoda y embarazosa, como jamás me había pasado en la vida;  Armando y yo cruzamos una mirada cómplice delatando la enorme culpa que en aquellos momentos nos golpeaba sin piedad.

Pero antes  de que todo continuara mamá grito a unos cuantos metros de donde estábamos. Al instante solté la mano de Cathy que parecía arder.

-¡Jahiro!, vaya hasta que te encuentro, te he buscado por toda la casa- me reprendió acercándose a nosotros. Y al instante justo en ese momento una idea surgió súbitamente, idea que indudablemente iba a aprovechar.

-Lo siento Maite. Sólo me estaba despidiendo- dije saltando de donde estaba. Mientras mamá componía una cara de rotunda sorpresa.

-¿Ya se van Jahiro?, no me puedes hacer esto… no este día- preguntó sorprendida Cathy.

-¿ya nos va…? – intentó preguntar mamá pero antes de que llegase a formular pregunta alguna, le interrumpí bruscamente.

  • Si así es Cathy, Maite se siente un tanto indispuesta y ya sabes que cuando uno pasa por esos momentos lo único que quieres es descansar.- mentí descaradamente, mientras mamá no salí de su total asombro…

-¿Te sientes mal Maite? ¿Quieres que llamemos a un doctor?- se apresuro a preguntar mi fiel amiga.

Le dirigí una mirada imponente a mamá que quien sabe como diablos entendió y se apresuro en responder:

  • No cariño, no es para tanto, ya sabes la jaqueca de siempre, sólo tengo que dormir un rato y me levantare como nueva.

-Que pena en verdad, lo bueno de esta noche está apunto de empezar, lastima que se tengan que ir….- dijo con inmensa congoja.

-En verdad, nosotros también lo sentimos tanto, Cathy, pero bueno ya hemos estado unas cuantas horas, eso no, nos lo puedes reprochar- dije mientras dirigía una mirada a Armando que me miraba sorprendido ante mi tan magistral movimiento.

-Bueno, no importa. Realmente agradezco que estuvieran aquí, no saben cuanto aprecio su presencia y si no hubiesen estado eso si lo hubiera lamentado.- dijo, sin separarse de Armando un centímetro siquiera.

Cada una de sus palabras me golpeo por dentro, con fuerza que por algunos momentos sentí como si del certero  golpe el aire se me hubiese sido robado. Intente hablar, pero me fue imposible, en mi rostro solamente se dibujo un a sonrisa que no era y ni sería la mitad de lo que un día que parecía muy lejano fue.

Mamá se despidió de  Armando en un santiamén, mientras esperaba que ese momento jamás llegara, pero como siempre ahí estuvo.

Catherine se acerco a mí y me estrecho contra su frágil cuerpo, con fuerza mientras susurra un par de palabras que me dolieron hasta el alma:

-Te quiero mucho, Jahiro, hoy me has demostrado una vez más ser mi mejor amigo- y sin más que decir se aparto, mientras componía una sonrisa que acrecentó  aún  más la culpa que sentía.

Aún aturdido por sus palabras, llego el turno de Armando que estrecho mi mano con la suya  y en donde la sostuvo por algunos segundos más de lo debido. Aturdido  por su  repentino movimiento me aleje de ahí mientras tomaba la mano de Maite y nos dirigíamos a la salida de aquel lugar….

Ya fuera solté la mano de mamá que aún no salía de su rotundo asombro y sin esperar más me adelante al coche, me subí al asiento del piloto, esperé a que Maite llegara, cuando así lo hizo, se subió al asiento del copiloto y sin más explicación me entrego las llaves; sin mirarle la deslice en la cerradura, encendí el motor y pise a fondo el acelerador mientras la llantas chirriaban estruendosamente, llamando momentáneamente la atención de unos cuantos invitados que salían de la casa de Cathy, hasta que los dejamos a tras.

Tardamos a lo mucho diez minutos  en llegar a casa, sin decir palabra alguna y es que lo último  que necesitaba era un sermón, cualquier tipo de sermón, no quería escuchar nada.

Estacione el automóvil fuera de la casa, apague el motor y ya listo para descender del auto Maite al fin decidió hablar:

-Jahiro, no es por nada…- comenzó, dubitativa si es que estaba haciendo lo correcto, pero después cuando se percató de que así era continuo- Pero en estos últimos días te he notado diferente, han pasado tantas cosas… y bueno con lo de hoy creo que ya está más que confirmado… ¿pasa algo?...

Me deje caer sobre el asiento y volví el rostro al de ella, con el único afán de que la mentira que iba a pronunciar llegara a creérsela, de la mejor manera, tanto por su bien, como por el mío. Sopese y coloque mi mano sobre el volante.

-¡No!- corte firmemente sosteniendo la mirada tratando de no flaquear - En lo absoluto Maite, no pasa nada…

Y sin más baje del automóvil, cerré la puerta y encamine mis pasos al interior de la casa.

Subí las escaleras rápidamente, antes de que mamá me diera alcance y continuara con su interrogatorio que no iba a parar en nada bueno, cerré la puerta con seguro y sin más me arroje a mi cama, tomé el pequeño control del estéreo y lo encendí, adelante tres pistas hasta que llegue a la deseada: Where is the edge, de Within Temptation

Y así sin más deje que la música invadiera mis adentros y mitigara mi dolor auque fuese por unos momentos, mientras caía en un sueño ligero.

Soñaba  con sueños absurdos cuando mi móvil comenzó a pitar. Desperté sobresaltado pero inmediatamente identifique el origen de tal escándalo. Así  que me apure en verificar mi celular: era un mensaje de texto y sin más me apure en leerlo.

¡Hola! Se que no es muy temprano y que mucho menos es el momento, pero me gustaría verte, espero que puedas.

Si es así no vemos en el mismo lugar de siempre, en un cuarto de hora.

Armando.

Aun adormilado miré el reloj que colgaba de la pared. Era poco más de la una de la madrugada. Sopese la propuesta pero algo dentro de mí me incito en así hacerlo. Y sin pensarlo un segundo más me apure en salir silenciosamente de casa. Justo antes de salir me percate de que Maite aun estaba despierta así que como pude pase por su habitación sin hacer en más mínimo ruido. Ya fuera apure mis pasos, hacia el lugar indicado.

Tuve que caminar unas cuantas cuadras en solitario sin más compañía que mi propia sombra, que en aquel momento me parecía siniestra. Hasta que por fin llegue a un enorme árbol de nogal, donde bajo sus escasos ramajes estaba un reluciente automóvil. Me apure en llegar y sin más me subí a él.

Dentro Armando salto feliz de que pudiese salir y sin decir palabra alguna salimos despedidos hacia el fin del mundo…

Llegamos a un solitario mirador a las orillas de Villa Florencia, donde no había nadie más que nosotros dos y aquel tormentoso amor que nos perseguí hasta el cansancio.

Apago el motor y volvió a verme. Su esplendorosa mirada se clavo en la mía y sin más me beso enfebrecidamente, con fuerza, como si fuera el último beso que no íbamos a dar en lo que restara de nuestras vidas, como si pronto todo pudiese acabar de un momento a otro, como si pronto nuestro secreto pudiese salir a la luz y poner fin a lo que estábamos sintiendo, a lo que estábamos viviendo, como si pronto todo pudiese sucumbir sin más…

Me contagio su miedo y le bese de igual manera, con lágrimas en los ojos y es que la simple idea  de que esto llegase acabar no era para menos, era algo tormentoso cuando uno se sienta a ver las diversas perspectivas y se encuentra con esta que pude llegar a ser la peor de todas.

Dejé que sus manos se deslizaran por mi cuerpo con ansias profundas de saciar aquella sed que el sentía de mí y de igual manera dejo que yo hiciera lo mismo, y es que nuestros cuerpos lo imploraban, lo suplicaba a cada instante, lo pedían como jamás en la vida habían pedido algo…

Me despojo de mi ropa que fue a parar al asiento trasero en donde le hizo compañía la propia. Ambos desnudos comenzó el ataque: me deslice sutilmente por su pecho hasta que mi boca atrapó su miembro entre mis labios que le trataron magistralmente, hasta que el interior del automóvil  se lleno de profundo y roncos gemidos que me estremecían hasta el alma y la ventanas se empañaron del calido vaho que nuestros cuerpos emanaban. Acto seguido, echó el asiento hacia atrás, para dejar un espació libre entre el volante y donde estaba él. Sin el menor aviso me tomó por las manos, hizo que mis piernas crearan un puente donde entraran las de él, para quedar frente a frente. Su boca se apresuro en tomar mis pezones que succiono y mordisque hasta el cansancio mientras su pene rozaba placidamente la hendidura de mi trasero que ya estaba listo para lo que le esperaba. Y así de nueva cuenta nuestras bocas se volvieron a unir, nuestras lenguas volvieron a jugar la una con la otra como las viejas amigas que eran, mientras mis manos se subían y bajaban sobre su miembro que estaba a punto de estallar en una abundante descarga; sus manos imitaron mi movimiento y sus dedos aprisionaron mi miembro que al igual que el de él mostraba claras señas que de un momento a otro estallaría. Pero justo antes de que una tremenda contracción arrojara el espeso líquido se detuvo, mirándome.

Sonreí cándidamente mientras admiraba su rostro que ya estaba cubierto por una fina capa de sudor que hacía brillar su piel, esplendorosamente.

Pase saliva con dificultad y esperé su siguiente movimiento, me tomó por la cintura y me hizo girar hasta darle la espalda, agarro su miembro que parecía de acero y lo dirigió al interior de mi ser, que ya palpitaba como nunca antes lo había hecho por que le invadieran, por sentir aquel férreo mástil adentrándose a lo más profundo de mi ser, al lugar que no muchos conocían, a la intimidad de mi cuerpo, al núcleo de mi propia alma…

El dolor que experimente fue fugaz, paso como si nada hubiese pasado, como si mi propio cuerpo ya conociera esa parte que se inmiscuía en él. Y después de esa pequeña punzada de dolor el placer vino, en oleadas constantes de calor, de una fuerza abrasadora que sentía que crecía ahí, justo donde ese pedazo de carne entraba y salía, abriéndose paso a cada arremetida que me era propinada y que se expandía por cada célula de mi ser con una fuerza sorprendente que me hacía desfallecer, hasta sentir las piernas faltas de sostén.

Sólo bastaron unos cuantos movimientos de nuestras caderas hasta que por fin ambos estallamos juntos, compaginados, como dos almas gemelas que sienten al mismo tiempo. Mi boca clamó un escandaloso gemido y  la de él de igual manera pero él a diferencia  de mí supo ahogarlo, convirtiéndolo en un suave gemido que grave en mi memoria y así hasta que por fin nos derrumbamos sin fuerza alguna, con los cuerpos cubiertos de sudor y totalmente satisfechos, saciados de la sed que ambos sentimos de el uno por el otro…

Pese al frío que hacia en la afueras, permanecimos desnudos y es que no era para menos, el espectáculo que ambos ofrecíamos era soberbio que hubiese dejado aturdido a cualquiera, me acurruque en su pecho deseo de oír su corazón que ya había recuperado su latido normal. Lo escuche por largo rato, mientras cerraba los ojos y me arrullaba como un niño. Por momentos ambos nos perdimos en un sueño, en ratos salíamos de él y así sucesivamente, pendientes que el amanecer no nos diera en aquel lugar. Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse tras la montañas nos enderezamos y clavamos la mirada como si lleváramos mucho tiempo sin vernos, toda una eternidad… permanecimos  así en aquel juego que nos cautivaba, hasta que mis labios se despegaron para romper la magia de aquel momento.

-¿Qué vamos hacer?-pregunté con un tremenda incertidumbre dibujada en mi rostro, difícil, muy difícil de borrar- ¿Qué vamos hacer Armando? ¿Nunca te los has preguntado? ¿Nunca has pesando qué va ser de esto? ¿Hasta dónde podemos y vamos a llegar?

-Desde el principio, desde el momento en que me di cuenta de lo que sentía por ti…- respondió sin esquivar mi mirada, sin despegar sus bellos ojos verdes de los míos- desde que la enorme atracción que derrochabas me cautivo sin remedio, desde que pasó lo que jamás debió pasar aquella noche después que celebramos que pasaste el examen… hoy aun me lo pregunto… ¡¿Qué vamos hacer?!

Dejé que sus palabras entraran en mi cabeza y que mi cerebro las procesara lentamente…

  • ¿Y has llegado a pensar en qué hacer? ¿En cómo actuar? ¿En cómo hacerle frente a esta situación?...

-¡Claro! Desde el momento en  que la pregunta surgió trate de darle respuesta, respondió indiferente.

-¿Y has encontrado algo coherente que hacer?- volví a inquirir deseoso que respondiera que ya había encontrado aquella respuesta que tanto me atormentaba, para así poner en práctica lo que viniera cuan maravilloso o doloroso fuera….

  • No, aun no. No hay algo que llene mis expectativas- dijo desvaneciendo cuanta esperanza había depositado en él.

Ambos guardamos silencio derrotados al darnos cuenta que nuestro actuar cual fuera siempre dañaría a alguien y que jamás encontraríamos aquella solución que no dañara a nadie, era absurdo pensar en ello.

-Sólo hay una solución y quizá sea la mejor de todas- dijo después de mucho tiempo.

-¿Cuál es?- me apure en preguntar deseoso de que ahí estuviera el quid de la cuestión.

-Dejar que sea la vida y el destino quienes se encarguen de ello…- murmuró sopesando cuan oportuno era eso.

“Que la vida y el destino se encarguen de ello” Repetí para mis adentros, deseoso de que, lo que nos tuvieran reservado, no fuera tan malo, como podían llegar a serlo si nosotros hubiésemos tomado la decisión…


Después del regreso de mi mejor amiga decidí evitarla lo más posible que se me permitiera.  Las largas vacaciones que teníamos en la escuela eran de gran ayuda, así como el nuevo trabajo que Catherine había adquirido en la constructora de su padre; así que de momento pretextos no me faltaban, pero las cosas no siempre iban a ser así. En un intento de que nuestra distancia fuera mucho más grande redoble mis horas de rutina en el gimnasio, a los entrenamientos de natación les dedique dos días más de los debidos y pensaba en inscribir en alguna otra actividad, con el fin de no estar los fines de semana en casa. Y es que Maite, desde aquel día en la fiesta, había puesto al cien su radar de madre por lo que a cada movimiento, a cada actitud o cambio de humor indagaba a como fuera el lugar de origen, lo que le agradecía enormemente, pero la situación llego a un punto critico en el que ya no soportaba su inmiscución y que en cualquier momento  me haría explotar.

Las visitas de Armando habían cesado considerablemente, ya habían transcurrido dos semanas desde el regreso de Cathy y solamente nos habíamos visto en dos ocasiones, y solamente unas cuantas horas, lo que me hacía añorar aquellos interminables y maravillosos días de los que goce por completo su compañía. Pero muy en el fondo de mi ser un vocecita que ya comenzaba a odiar me decía que ese era el pago por haber hecho lo que hice y que no tenía ni el más mínimo derecho en reclamar.

La ausencia de Armando en mi vida me causaba una irritación enorme y es que sin darme cuenta se convirtió en mi droga, en la mayor de mis adicciones; así que en aquellos largos lapsos de inanición en lo que me veía sometido me volvía mucho más sensible: todo me molestaba, todo me enfadaba de sobremanera, no había cosa que no me molestara, llegue al punto en el que me encerré a piedra y lodo en mi habitación a la espera de una noticia que cambiara las cosas definitivamente. Pero tarde me di cuenta que no iba a ser así, por lo que me ví obligado a aceptar la realidad y a sobrellevarla; por lo que volví a salir de mi cámara acorazada a enfrentar la realidad.

En mi fallidos intentos por superar lo que estaba pasando había decidido olvidar a Armando a como diera lugar. Pero en la marcha, me percate que me era imposible, estaba en mi cuerpo, tatuado en mi piel, en mi alma. Mi ser entero le partencia, en demasía y ya no había y ni iba haber alguien que le llegara a supliera. Eso era imposible, vine a descubrirlo, a saberlo a precisión demasiado tarde. Así que aunque yo lo deseara, lo implorara de todas la manera posibles, no había otra opción… de alguna manera posible  ya no podía olvidarlo…


Miré como la cristalina agua que contenía la inmensa alberca iba y venia en un suave vaivén y sin pensarlo un minuto más me arroje a las profundidades. Dentro, sentí como la calida agua adulaba mi piel, y al instante comencé a patalear con fuerza mientras sentía un torrente de adrenalina inundar mi cuerpo. La sensación era placentera, sumamente deliciosa que por momento me sentía un pez en el agua y al fin lograba olvidar todo cuando estaba pasando a mis alrededores. Seguí así, nadando por un largo rato hasta que mis pulmones clamaron un poco de oxigeno, sin más que esperar me dirigí al otro lado de la alberca y de un movimiento salí a la superficie. El agua corrió por mis rostro haciéndome cerrar lo ojos por unos cuantos momentos, cuando los abrí  dos personas me miraban, absortas en mis movimientos.

-Vaya sorpresa encontrarte aquí- murmuró un dulce voz, con un falso tono enfadado.

-¡Cathy!- dije sorprendido ante su repentina aparición, después mi mirada se poso sobre su acompañante que me miraba sin parpadear. ¡Armando!

-Eres un grosero hace días que te he marcado a tu casa- dijo Cathy sin esperar más- Lo  peor de todo  es que no me regresaste las llamadas.

-Lo siento tanto…- me disculpe comprobando que mi evasión y no iba a dar resultado- Pero estos últimos días he llegado agotado a casa, con el único fin de dormir. Pensaba  marcarte…

-Vaya gran mentira y ¿cuando pensabas hacerlo? ¿Dentro de un año?- me interrumpió- Pero no importa Maite me comento que del gimnasio no sales y que redoblaste tus entrenamientos, lo que me parece perfecto, por que dicen que la ociosidad es la madre de todo los vicios, no vaya a ser que te deje uno por ahí- siguió diciendo, mientras sentía la mirada de Armando clavada en mi cuerpo.

-¡Armando!- prorrumpió haciéndonos pegar un brinco- No es posible, voy a llegar tarde a mi cita. Mi apuesto amigo volvió para sonreírle nerviosamente, y es que no era para menos por unos momentos creyó que lo habían descubierto, mientras de mis labios escapaba una fugaz sonrisa.- Bueno pues nosotros nos vamos. Así que te dejamos Jahiro, espero tu llamada, hay tanto que platicar, hace tanto que no nos sentamos a charlar como antes, ¡Oh! cuanto extraño esas platicas…- continuó lamentándose mientras encaminaba sus pasos a alguna sección del gimnasio, donde ya al esperaban, mientras su fiel compañero me dirigía una sonrisa disimulada  que ilumino extraordinariamente mi día.

Pero antes de llegar a la puerta de acceso una alta y musculosa figura se dibujo en el marco de ésta; y para su sorpresa Cathy gritó  fuertemente, sin siquiera  tratar de disimular su grado de asombro.

-¡Daniel! ¡No lo puedo creer!… En Villa Florencia- Y sin esperar más corrió a su encuentro. En el rostro de Daniel se dibujo un alegría inusitada y sin más que hacer estrecho a Cathy entre sus anchos brazos, la alzó si el mayor esfuerzo y le dio tres vueltas, para después volver a colocarla en su lugar.

-Catherine… vaya sorpresa. Te encuentro tan cambiada.- dijo Daniel, dirigiéndome una mirada, que Armando no pasó por alto, y que hizo que su  frente se contrajera en un gesto de desagrado total.

-La sorpresa, es mía Dan, ¿tú? ¿En Villa Florencia? No es para menos, ¿no crees? Y aquí el que está más cambiado eres tú mira estas hecho todo un mango-  dijo aún incrédula.

  • Si lo reconozco- aceptó con su característica y sufrida altanería.

-Oh casi lo olvidaba- interrumpió Cathy, sumamente emocionada- Te presento a mi novio, Armando-  dijo, mientras acercaba a su adorado novio a su recién llegado amigo; algo que yo tanto había evitado, hasta el cansancio.

-Mucho gusto, Armando, soy Daniel San Román- dijo feliz de la vida, sin siquiera imaginar que en esos momentos estaba  frente a su peor enemigo. Armando le dedico un cordial y frío: el gusto es mío.

Y Cathy sin esperar más se volvió hacia a mí con el rostro inquisitivo.

  • Y si no mal recuerdo tú no me había dicho nada… Jahiro.

-Cosas sin importancia Cathy, trivialidades, de las cuales tú te hubiese dado perfecta cuenta- murmuré molestos por la repentina aparición de Daniel y sin más tomé mi toalla que estaba sobre un silla de reposar, con excesiva fuerza dándole bruscamente la espalda a  los tres, para luego perderme entre los pasillos de aquel lugar  un tanto deseoso de no mirar como mis intentos por que Daniel y Armando  no se conocieran se iban directamente por la borda, por una simple y absurda casualidad que no llevaría aquello a nada bueno.

Dirigí mis paso al Spa, así que llegue a la sauna con una molestia que no intente en lo más mínimo disimular. Un alto y apuesto joven que esperaba en la puerta, me dio una cordial bienvenida mientras en su rostro se esbozaba un coqueta sonrisas que no pase por alto pero que preferí fingir no haberla visto, lo último que necesitaba era la compañía de un hombre en esos momentos así que, sin siquiera dirigirle un ¡Hola!, me adentre  aquel lugar.

Dentro era  un pequeño recinto tapizado de madera desde el techo hasta las paredes, donde había dos jóvenes menores que yo y un señor ya entrado en años dentro, cubiertos por toallas blancas hasta la cintura. Le dedique un mínimo de interés y después me dirigí al lado más apartado de aquel lugar. Listo me senté, recargue la cabeza contra la pared, cerré lo ojos y así deje que aquel sanador lugar comenzara  su trabajo.

Cuando volví en si ya no había nadie. Sin más que hacer ahí salí, decidido a  retirarme de aquel lugar, con la esperanza de que no me topara en mi camino con Cathy, Daniel o Armando. Pero muy en el fondo opte por no confiar demasiado en mi suerte así que decidí no sorprenderme en lo absoluto si alguno de ellos tres se estaba en mi camino, el día de hoy.

El coqueto encargado me despidió con un amable: “lo esperamos pronto”, pese a mi soberbia actitud, pero de inmediato pensé: “es su trabajo, no le queda de otra”.

Traté de caminar lo más deprisa que pude, si mi suerte no era tan buena no le ayudaría en lo absoluto en que así siguiera, y es que ya había llegado a un punto en que si no me beneficiaba de ninguna manera, definitivamente la relegaría a segundo plano.

Así que en tan sólo unos instantes llegue a los amplios baños de azulejos blancos donde no había nadie un lugar que me recordaba tanto mí hogar. Me despoje de mi ropa y sin pensarlo me dirigí a la regadera más retira del lugar, abrí la llave de paso y deje que la tibia agua recorriera mi cuerpo y así hasta que quede completamente aseado. Listo cubrí mi cuerpo con una toalla y me dirigí a mi privado donde guardo mis cosas.

Justo cuando abría la puerta del diminuto compartimiento una suave mano recorrió mi brazo desde mi hombro hasta mi codo, mientras una suave voz murmuraba unas cuantas palabras en mi oído:

-Alguna vez te he dicho cuanto me encanta verte así…-

Salté del puro contacto y sin darle a mi tiempo a mi cerebro me gire y me encontré con el sonriente rostro de Armando que parecía divertido de mi reacción. Intente hablar pero la impresión del momento  me dejo sin palabra alguna. Y es que como podía hacer tal cosas, en un lugar como aquel… donde cualquiera podía entrar, intente alejarme pero su mano tomo mi brazo para acercarme a él; la excitación se apodero de mí y mi cuerpo comenzó a dejarse llevar por el momento, pero algo me hizo reaccionar de momento, así que me aleje y justo ahí comenzó un arduo forcejeo que parecía una guerra campal la cual indudablemente iba a perder de un momento a otro pero no iba a dejarme vencer así de fácil, pero justo cuando se libraba la última y definitiva batalla que diría quien era el vencedor fuimos interrumpidos bruscamente…

Al momento nos dejo congelados la altanera y conocida voz de Daniel que  inquirió a espaldas de Armando:

-¿Jahíro tienes problemas? ¿Puedo ayudarte en algo?...

Continuara…