El oso y yo

Un adolescente es iniciado por un oso maduro en el sexo entre hombres.

¿Cómo y por qué se hacen las cosas que no imaginábamos hacer? ¿La casualidad existe o solo es una apreciación subjetiva para justificar nuestro comportamiento? ¿Ante quién queremos justificar ese comportamiento, ante nosotros mismos? Muchas veces me lo he preguntado pero nunca he encontrado una respuesta definitiva.

En mi familia, la filosofía del trabajo es algo muy interiorizado. Mi padre era el propietario de un pequeño negocio en el que también trabajaba mi madre. En los veranos, cuando las vacaciones escolares llegaban, yo también asumía mi función y, lógicamente, por mi edad, esa función era la de recadero y poco más. Aunque no era un trabajo agotador, ni mucho menos, sí que ocupaba mucho de mi teórico tiempo libre lo que me impedía salir con mis amigos y mi novia del momento.

El verano al que me voy a referir, el de mis dieciocho años, fue un poco distinto. Mi padre había tenido tenido que contratar con una gestoría todo lo relacionado con la contabilidad y los impuestos, los cambios en las leyes y reglamentos eran demasiados para un no especialista. ¿Y quién era el encargado llevar y traer todos los papeles? Yo.

Así que allí me tenéis, día soleado, mis amigos en la playa y yo esperando a que el gestor me recibiera para entregarle un buen montón de facturas. Cuando al final la secretaria me invitó a pasar lo que me encontré no era lo que esperaba (aunque no sé bien qué esperaba). Detrás del escritorio estaba un tipo maduro, de uno 55 años, de más de más de metro ochenta de altura y más de cien quilos. Sin embargo no era un tío gordo, era un tío fuerte, fornido. Era entrecano, con una barba muy corta y tupida, casi blanca. Vestía un traje impecable y en aquel cuerpo resultaba impactante.

Me recibió dándome la mano (grande, suave y peluda) y me invitó a tomar asiento.

  • Me alegro mucho de conocerte, me dijo con una voz grave, tu padre me llamó y ya me puso al tanto de que tú serías nuestro enlace oficial.
  • Sí, yo seré el encargado de traer y llevar los papeles entre usted y él, respondí un poco tímido.
  • ¡Eh! Para un poco, respondió, dejémonos de protocolos y tutéame.

Me estuvo hablando un buen rato de cuál sería mi misión ya que él me emplearía también de mensajero. Mientras tanto mi vista vagaba por el despacho en el que vi muchas fotos de su familia. Mientras hablábamos se aflojó sutilmente la corbata y vi unos pelos blancos asomar por el cuello de la camisa. Con esa imagen en la cabeza me despedí y me fui en busca de mis amigos.

Tras aquello mantuvimos un contacto regular y mi cabeza empezó a ir por un lado no imaginado por mí. En aquella oficina no paraba de mirar las fotos de su esposa e imaginar cómo sería el sexo entre ellos. Con aquello en la cabeza me iba a masturbar siempre al irme de allí.

Después de un tiempo nos tomamos mucha confianza y nuestras conversaciones giraban sobre muchos temas, desde mis novias y amigos al fútbol y demás.

Un día, en plena ola de calor, surgió algo urgente que me obligó a ir a su oficina un poco fuera de hora. Cuando entré al edificio me lo encontré casi vació, la mayoría de la gente ya se había ido un poco antes de la hora porque el aire acondicionado no funcionaba bien.

Subí a la oficina y lo que encontré me perturbó.

Él estaba con una camisa de manga corta, bastante ajustada al cuerpo. No podía creer que un tipo de 55 años tuviera aquel físico. Pero lo que me perturbó de verdad fue la vista de unos pectorales aún marcados, fuertes y cubiertos de una selva de pelo cano. Otra cosa a admirar fueron sus brazos. Parecían de acero. Estaban llenos de pelos entrecanos y con muchas venas que hacían de sus brazos una atracción irresistible a la vista. Si bien no alcanzaba a ver sus bíceps, parecían mucho más grandes de lo que los había imaginado.

Mientras yo admiraba sin darme cuenta la belleza de aquel cuerpo él me dijo:

  • Discúlpame que te reciba con esta pinta pero hoy el día ha sido un desastre.
  • No te preocupes, le contesté.
  • Es que me he dado cuenta de que me estás mirando y pensando que soy un desdejado

Yo me quedé helado. Era obvio que se había dado cuenta de que lo observaba demasiado. Y sin darme cuenta le dije:

  • Simplemente me fijaba en que bien estás físicamente para la edad que tienes
  • Uy… Me estás tratando de viejo… no me digas eso, y comenzó a reír.
  • No, al contrario, contesté con cierto temblor en voz, ojalá yo a los 55 años tuviera ese cuerpo. Mejor dicho, ojalá hoy tuviera la mitad de ese físico.
  • El ejercicio físico el lo mejor que hay tanto para el cuerpo como para la mente. Yo juego al futbol, al tenis y salgo a correr dos veces por semana. Eso me hace muy bien, me contestó.
  • Sí, pero cómo haces para tener un cuerpo tan grande… eso ya es genético. Yo practico algo de deporte y, sin embargo, soy un flacucho.
  • Lo que pasa es que hace casi treinta años que levanto pesas. Ah, y follo mucho, dijo riéndose.

Yo me quedé mudo.. no sabía qué decirle. Por mi cabeza pasaban cientos de pensamientos. Me sorprendí muy excitado.

  • Yo cuando tenía dieciocho años era como tú y mírame ahora. Con ejercicio y dedicación todo se puede.

Mientras decía aquello se arremangó la camisa y me mostró el bíceps. Estaba frente a lo más grande que alguna vez haya visto. Era una masa de carne enorme y fuerte.

  • Ven, mira, toca cómo es. Te aseguro que con dedicación algún día podes tener un brazo así.

Tímidamente apoyó mi mano sobre su bíceps. Mi mano en su brazo era insignificante, parecía la pequeña mano de un bebé. No sé cómo sucedió pero sentir el contacto de aquel brazo de acero me provocó instantáneamente una erección que era imposible ocultar. Él lo advirtió pero no dijo nada. Se fue hasta la puerta y cerró con llave. Yo no podía creer lo que estaba pasando.

  • Te voy a mostrar lo que hago todas las mañanas.

Entonces empezó a desabrocharse la camisa lentamente. A medida que desprendía sus botones iban emergiendo cientos de pelos blancos. Era un oso de los más peludos. Yo no podía pensar.

Entonces me miró a los ojos perforándome y me preguntó:

  • ¿Estas apurado? Lo dejamos para otro día si quieres.
  • No. Me interesa mucho, respondí.

Se sacó la camisa y quedó con el torso desnudo delante de mí. Su fortaleza y sus músculos maduros me tenían hipnotizados.

Se lanzó al suelo y comenzó a hacer frenéticamente muchas flexiones de brazos. En muy poco tiempo estuvo empapado de sudor. Se levantó y se acercó a mí. Yo ya no podía razonar. Comencé a acariciar ese pecho de acero y a sentir esos músculos de hierro y esos suaves pelos ya húmedos. Eran dos rocas increíbles cubiertas de pelos tupidos y suaves.

Acercó su boca a mi oído y me dijo:

  • Quiero follarte.

No reaccioné, estaba muy excitado, pero yo no era gay, pensé. Él comenzó a besarme el cuello. En ese momento claudiqué y no opuse ningún tipo de resistencia. Me empezó a comer la boca y me besó como ninguna de mis novias lo había hecho.

Mientras tanto yo bajé mi mano hasta llegar a su bulto y le desabroché los pantalones. El tamaño de su bulto no desentonaba con su cuerpo. Era enorme.

No se cómo lo hizo pero me arranco toda la ropa en un segundo y quedé completamente desnudo enfrente de él. Ahí estaba; mi cuerpo delgado de adolescente junto al de semejante bestia peluda y musculoso.

Empecé a acariciarlo por todos lados. Le acariciaba los tubos de acero que tenía como brazos. Su pecho. Se lo acaricié y besé durante mucho tiempo. Era inigualable la sensación de estar sobre un pecho maduro, fuerte y todo cubierto de pelos. Sentía su olor, su humedad, su sabor.

Le bajé el bóxer blanco y me encontré con un pedazo de carne que le colgaba entre las piernas como si fuera una boa gigante. Una verga de mas de veinte cm y era muy gorda.

En aquel momento me detuve. Me miró a los ojos, me besó dulcemente y me dijo:

  • Voy a follarte como nadie, ¿quieres?
  • Sí, acerté a decir casi sin voz.
  • ¿Te han follado antes?

Negué con la cabeza. Él sonrió.

  • Primero quiero que la saborees un poco, me dijo mientras señalaba en dirección a su polla que se empezaba a poner dura.

Me arrodillé. Cuando vi de cerca el tamaño de la verga pensé que no podría hacer nada. ¡Qué pedazo de carne! Era muy gorda. Estaba durísima y completamente erecta. Temblando acerqué mi mano a la polla que se levantaba ante mis ojos y la toqué con la punta de los dedos. Suave, dura, caliente… Se la cogí y la acaricié torpemente.

Le estaba tocando la polla dura a otro tío ¿qué me pasaba?

Me puso una mano en la nuca y me empujo la cabeza hacia abajo, sin hablar. Comprendí. Me empujó suavemente la nuca hacia su verga, abrí la boca y la cerré alrededor de la punta. Tenía una polla en la boca. Era raro, yo no era gay volví a pensar, pero la situación era muy excitante.

Moví la lengua, torpe, lamí el glande, tenía un sabor dulzón. Me sujetó la cabeza y empezó a mover las caderas, como si me follara la boca. Primero suave. Luego más profundo. Mi boca intentaba acomodar todo aquello dentro. Él empujaba. No sé cómo lo conseguí pero su polla entró hasta mi campanilla. Mi nariz se hundió en su vello púbico, suave, abundante. Me provocó nauseas. Intenté apartarlo poniendo mis manos en sus muslos duros como la piedra pero él me sujetó más fuerte la cabeza. Cedió un poco y continuó follándome la boca con ritmo constante, mis labios se cerraban alrededor de su verga. La situación me parecía irreal pero muy excitante. Miré hacia arriba y mis ojos se cruzaron con los suyos. En su mirada vi placer pero también determinación.

La sangre me corría acelerada por los oídos, las mejillas me ardían y el pensamiento me volaba. Un hombre me estaba metiendo el rabo en la boca. Estaba chupando una polla, de mi boca surgía un sonido de succión, rítmico. No podía dejar de mirarle a la cara mientras me follaba la boca. Le gustaba. Mucho. Me dejé hacer, no sé si me gustaba, o quizá sí. Le deje hacer.

Y entonces ocurrió. Aceleró el vaivén hasta que me la volvió a hundir en la garganta. Sujetándome la nuca con las dos manos se inclinó sobre mi cabeza convulsionando. Algo viscoso me llenó la boca, me ahogaba. Me la sacó y me la restregó por el rostro, pegajosa y húmeda. Sentí la sustancia viscosa en la lengua, dulce y salada, íntima y guarra. Entreabrí la boca y se formaron hilos entre mis labios. Quise escupir pero él fue más rápido.

  • Traga, trágatela toda,dijo con voz firme.

Tragué. Creí que me iba a dar asco, pero no fue así. Tragué y la lefa me bajó por la garganta mientras le miraba a los ojos. Sonrió.

Me incorporó y me dijo:

  • Voy a follarte para que nunca te olvides de este momento.

Me giró y comenzó a besarme los hombros. Luego la espalda. Fue bajando hasta llegar a mi culo. Ahí comenzó a chuparme el esfínter. Pude sentir sus labios y su lengua pugnando por entrar. Algo cambió en mí en ese momento y comenzó a inundarme un gran placer, empecé a sentir al imperiosa necesidad de que empotrara.

Dejó de chuparme, se incorporó, me abrazó haciéndome sentir su torso peludo y fuerte sobre mi espalda. Me rodeó con sus brazos animales y dándome besos en el cuello me dijo:

  • Te voy a hacer gozar como a un animal. Vas a ver lo que este viejo puede hacer sentir a un joven maricón como tú.

Yo no podía hablar. A esas alturas estaba completamente entregado a su voluntad sin poder hacer nada.

Me acostó boca arriba sobre el escritorio y me levantó las piernas poniéndolas sobre sus hombros. Tomó su hermosa verga que había vuelto a ponerse muy dura y la acercó a mi culo. Mi corazón se disparó al sentir aquel contacto. Escupió abundantemente sobre la cabeza de su polla y sus dedos. Los dedos tomaron posesión de mi culo. Joder, mis novias nunca me habían dejado tocarles el culo y yo, sin pensarlo, estaba permitiendo a aquel tipo, que podía ser mi padre, que hiciera conmigo su voluntad.

Saco los dedos, apoyó la polla y empujó.

  • Ahh, despacio, me duele, dije.
  • Cállate y disfruta, puta, vas a saber lo que un macho puede hacerte sentir.

Vio el miedo en mi cara porque inmediatamente dijo:

  • Tranquilo, no te va a pasar nada, te voy a cuidar jovencito y vas a disfrutar como nunca.

Comenzó a penetrarme lentamente. Mi culo se ensanchaba para dar paso a aquello e iba sintiendo como cada uno de los centímetros de carne dura y caliente iban penetrando mis entrañas. Sentí que algo muy potente estaba apoderándose de mi alma.

Parecía que nunca terminaba de entrar toda. Aunque me estaba doliendo, el placer era desesperantemente delicioso. Era imposible que lo hiciera mas despacio. Cuando hizo tope con sus huevos me doblé como si mis entrañas hubieran sido atravesadas por una espada. Sin pensar y solo con mi instinto le grité:

  • Cabrón, fóllame de una vez, rómpeme el culo, no aguanto mas.

Si hasta ese momento él se había comportado entre duro y dulce en función de cada momento, a partir de ese momento se convirtió en un animal salvaje, en una máquina sexual.

Tomó aire y comenzó a moverse para entrar y salir de mi cuerpo. Cada vez que penetraba parecía me mataba. Luego de bombear unos minutos en los que parecía que lo hacía cada vez más rápido y con más fuerza empecé a pensar que mi culo no aguantaría.

Despacio, la sacó y con gran facilidad, como si fuera yo una pluma, me levantó en sus brazos y me hizo rodearle el cuerpo con mis piernas. Con sus dos enormes manos me agarraba las nalgas separándomelas con fuerza. Me llevó hasta el centro del despacho y me depositó en el suelo. Me hizo ponerme a cuatro patas y me abrió aún más el culo para meterme más y más su lengua. Yo estaba loco de placer.

Ya no podía más.. Le rogué, le supliqué que por favor me metiera su polla en mi culo. Cuando me embistió pensé que me iba desmayar. Sentí que me partía en dos.

Una vez que me dio esa estocada me dijo que me relajara, que apenas me había metido la punta de la verga y que quería que mi culo se la comiera toda. Yo no podía creer lo que me decía pero me relajé y comencé a tomar aire mientras me salían lágrimas de placer, todo mi cuerpo temblaba porque estaba a merced de aquel animal salvaje. Mientras mi culo empezaba a acostumbrarse al tamaño de su verga sentí como empujó el resto de su carne venosa dentro de mi culo y cómo sus pelotas rozaban mis nalgas.

Dejó la verga dentro y empezó a ordenarme que apretara mi culo, que quería sentir cómo mi culo inexperto abrazaba su polla. No sé si son recuerdos de primera vez, pero jamás he vuelto a tener esa sensación de sentir las venas de una polla hinchándose dentro de mí.

Luego, empezó a golpearme con su pelvis, de una manera furiosa. Yo estaba totalmente abierto, estaba totalmente abandonado a la fuerza de ese toro. No podía mover un solo músculo de mi cuerpo.

Volvió a darme la vuelta y a tumbarme en el suelo, levantó mis piernas y se acostó sobre mí mientras su polla volvía a tomar posesión de mi culo. No podía creer lo que mis ojos veían, un semental, un gorila salvaje que duplicaba mi tamaño, penetrándome con una verga enorme. No pude contenerme y empecé a pajearme.

Podía ver cada músculo contraído. Podía ver su torso musculoso y peludo dándome empujones fuertes y rítmicos. No pude más y empecé a correrme encima de mi estomago. Al verlo el empujó con más fuerza aún, sacó de un embite su polla de mi culo y empezó a echarme su leche caliente por encima con tal fuerza que algunos goterones llegaron hasta mi cara.

Se quedó tumbado mientras yo recogía su leche de mi pecho y me la llevaba a la boca.

Sonrió y dijo:

  • Lo que me gusta de los jóvenes es lo putas que sois, no paráis de chulearos y de mostrar vuestra hombría, pero no podéis resistiros a una buena polla en vuestro culo.

Me sentí ofendido, me levanté, cogí mi ropa, me vestí y me fui a toda velocidad. Llegué a casa y me escabullí en el baño antes de que me viera nadie. Me miré en el espejo sin reconocerme, sin poder creer lo que había hecho. Tenía una mancha de semen en la mejilla. Me sentía sucio, usado, pero me pajeé otra vez.

No volvería a ir nunca más, me daba demasiada vergüenza. Tenía que pensar una buena disculpa para contarle a mi padre.

Al día siguiente me pajeé varias veces pensando en lo que había hecho. No volvería. No volví. No volví ni ese día ni el siguiente.

Al cabo de una semana me encontré llamando a la puerta de su despacho. Me recibió con una sonrisa.

  • Lo que también me gusta de los jóvenes es que siempre es poco para vosotros, siempre queréis más.

Pasé al despacho y esta vez fui yo quien cerró la puerta con llave.