El Orfanato XV - FINAL -

# Podía ver a través de ella y volver a desearla como la primera vez pero sin vergüenza, como la segunda pero sin timidez, como la tercera vez pero con más luz, como la cuarta pero sin sabor a despedida.

  • Roma – tomé su brazo –
  • No me toques Julieta – dijo más enfadada que antes –
  • Cálmate por favor – le suplique –
  • ¿Cómo quieres que me calme? Si te encuentro abrazada con otra mujer y en tu casa, ¿Hubo almuerzo familiar?
    • Suspiré – sí, algo así, más bien presentaron a Romina como novia
  • ¿Qué? ¿Y me lo dices así? – tomó su bolso – perdón por interrumpir la presentación de tu novia – la deje avanzar unos pasos –
  • Es la novia de Max – volvió a frenar y se giró sin entender nada – Max presentó a Romina como su novia, lo que viste ahí fue nuestra tregua – tomé su bolso y la acerque a mí – ¿más tranquila?

Por un momento su cara de enojo se tornó de desconforme, cruzó los brazos y por fin cedió, me abrazó tan fuerte que logramos ser una en un pequeño momento que recordaré aun cuando pierda la memoria, su perfume, su rostro en mi cuello y sus manos firmes en mi espalda me hacían sentir en un sueño por lo que mantuve los ojos cerrados aun cuando se soltó y me besó, tuve miedo a que solo fuese un sueño pero sus caricias me despertaron de la pesadilla de no tenerla a mi lado y me confirmaron su presencia en el ahora.

  • Perdóname, me volví loca cuando te vi con ella, pensé que te había perdido
    • La volví abrazar - ¿Ahora explícame que estás haciendo aquí?
  • Te llame tres mil veces y me manda a buzón
  • Pero si esta prendido – saqué el teléfono de mi bolsillo – yo no te llamé porque como tú no lo habías hecho pensé que estabas demasiado ocupada
  • ¿Ocupada para ti?, nunca mi amor
  • ¿Solo por eso regresaste?
  • La verdad es que tengo un pálpito, ¿paso algo mientras yo no estuve?
    • Asentí – pero después te cuento, deje a Romina sola – tomé con una mano su bolso y con la otra su mano – entremos

Antes de que pudiese dar dos pasos me jalo hacía ella y me besó por todos los besos que no nos habíamos dado en este tiempo.

  • Ahora si entremos – dijo ella tomando el camino hacia la casa –

Pasamos y estuvimos unos minutos los cinco junto, pronto Beatriz se fue a descansar porque el whisky le había afectado un poco, mientras que con Roma no podíamos dejar de mirarnos, de reconocernos la una a la otra como la primera vez que nos vimos después de tantos años, estaba que me lanzaba sobre ella, pero mantenía el control por la obvia situación, pronto se excusó por el cansancio que traía del viaje y logramos escaparnos. Tomamos un taxi y llegamos a mi casa para poder estar solas.

  • Estaba que te comía frente a Max y Romina – confesó al mismo tiempo que yo intentaba abrir la puerta y besarla –
  • ¿ah sí? Te juro que si te miraba camino hacia acá te sacaba la ropa ahí mismo

Le dije mientras la puerta se abría y nuestros cuerpos deseosos por la otra entraban de golpe, llegamos a la habitación entre tropiezos, besos y prendas que se regaban por todo el suelo, caí sobre la cama dejándole la oportunidad de que ella escalara hasta posicionarse sobre mí, compartimos una sonrisa y luego otra vez su lengua reconocía aquel camino del cuello hasta mi boca, se irguió otra vez y recién note que lo único que la cubría era aquella camiseta de finos tirantes blanca y nada más, podía ver a través de ella y volver a desearla como la primera vez pero sin vergüenza, como la segunda pero sin timidez, como la tercera vez pero con más luz, como la cuarta pero sin sabor a despedida, esta vez era diferente, ella lo era, yo lo era, cuando todo había comenzado por segunda vez no era más que una ilusión con el miedo constante a ser herida, pero en sus ojos vi mucho más que a ella, vi los años de mi vida en aquella mirada de fiera deseosa de cumplir mis deseos, tomó mis manos y las llevó a su cintura provocando que mis manos subiesen su polera y dejando que su piel sea moldeada por mis manos, me levante y la abrace mientras mis besos intentaban adueñarse de su pecho y más, su respiración se agitaba al unísono de la mía, en instantes ambas estábamos completamente desnudas solo con la luz de aquel sol que ya se iba a descansar abrigándonos, nuestros cuerpos vieron el atardecer por la ventana mientras que nosotras éramos hechizadas por el cuerpo de la otra, por el sabor que desprendían  nuestras ganas, no sé en qué momento terminamos de besarnos y nos rendimos ante aquella hora que llamamos madrugada, lo único que recuerdo es soñar con su perfume, con sus besos, con sus caricias, pero no eran sueños… eran recuerdos.

Desperté buscándola en la cama, pero mi búsqueda del tesoro no demoro mucho en ser recompensada y mis manos la encontraron a mi lado, abrí los ojos y ahí estaba su espalda desnuda junto a mí, me acurruque en aquel espacio donde el perfume de su pelo y su piel se conjugaban para hacerme sentir en mi hogar y me quede inmóvil para no despertarla, pero ella ya lo estaba, jugó con mis dedos que estaban sobre su abdomen, no habló, no se giró, simplemente mantuvo aquella postura hasta que el silencio nos hizo dormir otra vez.

A lo lejos alguien golpeaba la puerta, pero preferí seguir soñando hasta que Roma se giró bruscamente.

  • Julieta – repetía una y otra vez mientras me daba pequeños toquecitos en el hombro –
  • ¿mmm?
  • Alguien está tocando, ¿esperas a alguien?
    • Su tono de voz me hizo sonreír y abrir los ojos - ¿Otra mujer por ejemplo?
    • Se tapó con las sabanas – Me reiría si no fuese una pésima broma

Me reí mientras ella se iba al baño con la sabana y su ropa dejándome desnuda en la cama con aquel sonido insistente en la puerta – Ya voy – grité para que dejasen de tocar con tanto empeño, me vestí lo más decentemente que pude y fui a abrir.

  • ¿Interrumpimos? – preguntó con una sonrisa burlesca Max –
  • Estábamos durmiendo – contesté refregándome los ojos mientras bostezaba –
    • Pasó tomado de la mano de Romina –
  • ¿Dónde está Roma? – preguntó Romina –
  • Aquí – dijo mientras arreglaba su pelo - ¿Cómo están?
  • Bien, los dos – respondió la novia de Max mientras lo miraba sonriendo –
    • Él asintió devolviéndole la sonrisa – Vinimos a dejarles una invitación –
  • ¿De matrimonio? – pregunté –
    • Max se rio – No, por cierto – miró a Roma – tenemos que hacer ciertos papeles – le sonrió –
    • Roma lo miró de acuerdo – lo haremos pronto
  • La invitación es a cenar – continuo Romina –
  • ¿Los cuatro? – pregunté –
    • Max me miró y lo descubrí de inmediato – más bien es en casa de los papás
  • ¿Alex sabe que iremos?
    • Otra vez hizo aquella mueca delatadora –
    • Suspiré y me negué – no, no iré
  • Mamá me dijo que él se tendría que acostumbrar a verte, eres su hija y tiene toda la razón.
  • No puedes abstenerte de ir a ver a tu mamá por él mi amor
  • Beatriz dijo que no podíamos volver sin ti y Roma – aclaró Romina –
    • Miré a Roma –
  • Además quiere darle una bienvenida a Roma, ya que ayer no estaba en condiciones – reímos – por favor hermana
  • No Max, menos iré a hacerle pasar un mal rato a Roma
  • No me uses como excusa – dijo en forma de regaño –
  • Pero hermana… - Romina lo interrumpió –
  • Max, ella ya tomó su decisión - él me miró como esperando mi cambio de opinión, la que por supuesto no llegó – cualquier cosa estaremos ahí a las seis, ¿bueno?
    • Asentí –

Nos despedimos y pude ver al final de nuestra conversación aquella mirada confabuladora entre Roma y Romina, en cuanto se fueron me volví acostar y Roma se dirigió a la ducha, me tente a verla pero aquella batalla interna me prohibió coger iniciativa para levantarme y espiarla, salió de la ducha mientras yo aún seguía en la cama, se acostó a mi lado y me abrazó por la espalda.

  • Si no quieres ir no iremos, pero algún día tendrás que enfrentarlo y mientras más lo pienses, más repeles el encuentro y más fuerte se vuelve el miedo – me dijo mientras acomodaba mi cabello –
  • Cuando lo miró, me veo a mi misma, somos tan iguales que sé que podemos destruirnos el uno al otro
  • No es una lucha de egos, es un hombre que le teme a su pasado y tu una niña herida – me giré y ella me acerco hasta su pecho –
  • No me molesta que me diga que no soy su hija, lo que me duele es ver en sus ojos a la persona en quien me podría convertir
    • Tomó mi rostro y me obligo a mirarla – tu jamás te convertirás en él
  • ¿Cómo lo sabes? – le pregunté deseosa de consuelo –
    • Me sonrió – porque te conozco, porque veo a través de ti, él se cegó por el dinero y se perdió la increíble oportunidad de verte crecer como yo si la tuve, y te convertiste en alguien a quien lo último que le importa es el dinero, por eso estoy aquí Julieta, porque me equivoque como él, porque imagino cuanto se arrepiente de haberte dejado.
    • Besó mis lágrimas adueñándose de mi dolor con tal de sacar aquellas incertidumbres de mi –
  • ¿Quieres ir a cenar con tu mamá, tu hermano, su novia y tu hermosa mujer? – Preguntó -
    • Asentí –

Me besó y otra vez su aroma me guío hasta su cuello para que el sueño nos amarrara a las dos una vez más a un par de horas en la cama, saltó de golpe, sentí que se giró y comenzó a llamarme – Amor son las cinco y media – abrí los ojos y la vi pasar sobre la cama, destapándome y empujándome fuera de ella – Tienes que irte a duchar – me levantó y me metió a la ducha, confieso que me hice la perezosa solo para verla sacarme la ropa una vez más, me empujo a la ducha olvidando que el agua tenía que entibiar, no me queje, no dije nada, salió del baño dejándome sola y me quede unos minutos sola con aquel chorro de agua que de a poco se entibiaba, quizás no llegue, me dije tratando de buscar el lugar más calmado de mis pensamientos para poder salir airosa de la situación, me duché rápido o eso me pareció, llegó Roma con una par de toallas con las que me sequé lo mejor que pude mientras ella me buscaba ropa – me encanta ese vestido – le dije mientras entraba al baño y por fin pude verla sonreír y desacelerar por un momento, eran las seis cuando nos subimos al auto y partimos camino a casa de mis padres, fue tan corto el viaje que Julieta me llamó varias veces antes de que yo pudiese despegar la vista de la ventana, tomo mi mano y caminamos hacía la entrada de la casa donde nos esperaba Romina.

  • ¿Y Max? – pregunté mientras la saludaba –
  • A tu hermano se le ocurrió hacer parrillada así que esta atrás en el patio – tocó mi hombro – me alegro que hayas venido
    • Le sonreí y vi cómo le guiñaba el ojo a Roma que sonreía –
  • ¿Y ustedes? – le preguntó a Roma mientras Romina caminaba hacía la cocina y nosotras al patio trasero –
  • ¿Nosotras qué?
  • ¿Desde cuándo tan cómplices?
  • Desde que me di cuenta que no te amaba
  • Solo se vieron una vez y además hace menos de veinticuatro horas me estabas dejando por estar abrazada a ella.
  • ¿Qué puedo hacer? Soy un poco impulsiva
  • ¡Hermana! – escuche desde fuera –
  • Te salvaste – le dije a Roma que se soltaba de mi mano para saludar a Beatriz con un abrazo –
  • ¿Está aquí? – le pregunté mientras me abrazaba –
  • No, así que tranquila – me dio una botella de cerveza – relájate
    • Miré a Roma que ya tenía una botella empinada – Creo que mi conductora asignada hoy no estará en condiciones de llevarme de regreso
  • Tranquila hija – mamá me abrazó – se pueden quedar aquí
  • Si es que no nos echan a patadas
  • Se irá él antes que tu si se atreve a echarte – me dijo decidida de no dejarse pisotear otra vez –
  • Roma, ¿Me ayudas? – preguntó Romina con un par de platos encima –
  • Ven, acompáñame – dijo Max arrastrándome hasta el patio – por un momento pensé que no vendrías.
  • Si no fuese por Roma no estaría acá
  • Romina me dijo que ella te convencería
  • ¿Desde cuándo son tan amigas?
    • Max levanto los hombros y movió la cabeza – supongo que es su tregua
  • ¿Falta mucho? – preguntó Beatriz mientras terminaba de colocar los cubiertos –
  • No, de hecho esta listo.

Todas se acercaron con sus platos y pronto nos sentamos a la mesa a comer, una copa de vino, un poco de cerveza, otro trozo más de carne y la cena recién comenzaba con unas cuantas historias, anécdotas y mi mente aun volaba en aquel encuentro que al parecer no iba a llegar, ya me había relajado, la cena aun no concluía cuando se escucha su voz llamando a Beatriz, se acercó a la puerta del patio trasero y nos vio a todos juntos, no dijo nada, ni siquiera se atrevió a retener su mirada en mí, volvió a entrar y se escuchó cerrar la puerta de su oficina, Beatriz me sonrió y enseguida se puso de pie para arreglarle un plato con un trozo de carne y una copa de vino, me puse de pie y la detuve en el filo de la puerta del patio - ¿Segura? – fue lo único que preguntó y una sonrisa a media boca fue mi respuesta, tomé el plato y miré a Roma que con una mirada me daba la fuerza suficiente para enfrentar el más duro de mis miedos, caminé hasta la oficina y él seguro de que era otra persona me invitó a pasar, puse su plato sobre el escritorio sin decir nada y quizás fue aquel silencio el que le hizo subir la mirada y encontrarme al otro lado de aquella mesa color caoba.

  • No tendrías que haberte molestado – dijo volviendo a su trabajo –
    • Me quedé estática frente a él –
  • ¿Tienes algo que decir? – preguntó con un tono rudo –
  • Estamos teniendo una cena afuera en el patio, podrías ser educado y acompañarnos.
    • Dejó su lápiz sobre el escritorio y se acomodó en su silla – estoy demasiado ocupado para esto que pretende ser una conversación
  • A mí no me puedes dañar Alex – lo miré firme – pero podrías hacerlo por mamá – dije sin pensar – y tu hijo
  • No te atrevas a llamarla madre – dijo colocándose de pie y enfrentándome -
    • Lo empuje cuando lo tuve demasiado cerca para sentirme fuerte – ni tus gritos ni tus insultos te harán menos culpable de lo que hiciste, acéptalo Alex, abandonaste a tu hija por esto – tiré sus papeles al suelo - ¿valió la pena? – respiró agitado – respóndeme
  • Sal de aquí – me gritó con furia –
    • Camine hasta la puerta cuando escuche pasos rápidos hacía la oficina y nos encerré dentro –
  • Te dije que te fueras – dijo mientras me tomaba del brazo con fuerza –
    • Me solté y volví a empujarlo ahora sobre su escritorio – Eres un cobarde de mierda
    • Me miro y no supe si eran lágrimas o sudor lo que corrían por sus mejillas –
  • Acéptalo Alex, te duele haberme dejado, tanto como a mí que me hayas abandonado
    • Se atrinchero al otro lado del escritorio mientras se tomaba la cabeza –
    • La puerta era incesantemente golpeada por Beatriz - ¿La escuchas? – le pregunté – es mi madre, tu mujer – lo seguí atormentando – ¿Cómo pudiste separarme de ella? – le dije más tranquila que antes, pero aun con lágrimas rodando hasta mi cuello - ¿Cómo pudiste quitarnos la oportunidad de estar juntas?
    • Ahora sé que lloraba, aquellos sollozos se convirtieron en un llanto que no pudo frenar frente a mí - ¡Vete!

Fue lo último que escuche antes de sacar el seguro y que Roma entrara por mí, me abrazó pero yo salí de inmediato de la seguridad de sus brazos para caminar fuera de la casa, escuchaba gritos, reclamos, mi nombre, el motor y por fin el silenció de nuestra huida, Roma no hablaba, yo ni siquiera la miraba, algo se había quebrado dentro de mí, pero había hecho que también algo se liberara desde lo más profundo de mis penas, tan pronto vi nuestra cama volví a sentirme parchada, me senté sobre la cama y le di una sonrisa tranquilizadora a Roma que me miraba más aliviada que preocupada, me sacó los zapatos y me arropo en la cama, me acaricio hasta que me fui de viaje al inconsciente, me desperté en la madrugada y fui por un vaso de agua al baño, me miré al espejo y algo había cambiado, ella apareció en el reflejo abrazándome por la espalda - ¿Cómo estás? – solo le sonreí y a ella le basto, me llevó tomada de la mano a la cama y ahora era yo quien la anidaba en mis brazos, el sol pegando en nuestros rostros fue la llamada del nuevo día pidiéndonos un poco de compromiso con la vida.

  • ¿Qué hora es? – le pregunté a Roma que miraba su teléfono –
  • Las nueve y media – respondió girándose –
  • Podrías ir a comprar algo para el desayuno – le dije mientras besaba su mejilla –
  • Bueno, pero tu haces la cama – respondió mientras su pierna se entrelazaba con las mías –
  • Mmm… Yo iré a comprar – dije enseguida –
    • rió en mi cuello – mejor hagamos las dos la cama y luego vayamos al supermercado
  • Esa es una gran idea – dije acomodándome en la cama –
  • Creo que tenemos un problema – dijo cerrando los ojos –
  • Lo sé, yo tampoco quiero salir de aquí – cerré los ojos otra vez –

Dos horas después fue la ducha la que me despertó, esta vez había más motivación para levantarme y meterme con ella a la ducha, jugueteamos por un tiempo hasta que la sensatez nos hizo salir de la ducha y vestirnos, partimos al supermercado y compramos todo lo necesario para no tener que salir de la casa o siquiera de la cama.

Pronto pasó el tiempo y yo me vi obligada a volver al trabajo, muchas personas terminan una relación por estar metidas dentro de una cotidianidad incomoda que los sobrepasa, pero hoy sé que el amor no es solo construir y vivir una nueva aventura, también es llegar a la misma hora, a la misma casa encontrarte con la misma mujer y dormir en la misma cama sintiendo que el camino recorrido te llevó a aquella cómoda rutina que no apaga la llama, al contrario, aviva el fuego de la ilusión de poder llegar a ese mismo lugar con la misma persona todos los días y sentirte en tu hogar solo porque es ella, porque es la misma que dejaste hace horas atrás con un beso de despedida en la puerta y que te vuelves a encontrar al abrir la puerta, estoy feliz, radiante y cada día más cuando me doy cuenta que la vida me ha regalado otro amanecer a su lado, otro atardecer con sus besos y nuevas madrugadas en sus brazos.

Un día nuevo, otra jordana de trabajo, otro beso de despedida y a comenzar la rutina, pero esta vez sería diferente, cuando llegué al taller había otro sabor en este día, aún seguían molestándome por ser su jefa, entre risas me decían que había sido por estar con la hija del jefe, yo disimulando mis carcajadas continuaba con mi trabajo, estaba ansiosa porque fuesen las siete y poder volver a casa, pero cuando el reloj marco las tres y media apareció un nuevo cliente, uno que no me esperaba ver.

  • ¿Qué necesita? – le pregunté al hombre que venía bajando de su Cadillac –
  • Un cambio de aceite – dijo a secas –
  • ¡Rubén! – grité - ¿te puedes hacer cargo? – Rubén asintió y yo caminé lejos del lugar –
  • ¿Podemos hablar? – Escuché que preguntó Alex –
  • Él se hará cargo de cobrarle – le aseguré –
  • No es de eso que quiero hablarte Julieta
    • Lo miré y afloje – acompáñeme a la oficina –
    • Suspiró y se sentó en la silla que había frente a mí –
  • ¿Y? – pregunté tratando de ocultar mi ansiedad –
  • Estuve hablando con Beatriz – se quedó en silenció – o sea tu mamá
    • Tragué saliva, por fin lo había dicho –
    • Asintió como dándose la fuerza para continuar – Tenias razón – solo me quede en silencio y lo deje continuar – soy un cobarde de mierda – me miró directamente a los ojos – siempre lo he sido, por eso hice la monstruosidad de separarte de tu madre, porque no podía ser alguien sin el poder adquisitivo que me ofrecía el buffet, hice algo horrible y te separé de nosotros – quise hablar pero me contuve – no voy a dejar de agradecer por tener a Max como hijo, porque es un chico increíble, pero así mismo como yo no podría dejar de verlo como hijo, no puedo seguir negándote a ti – me miró otra vez luego de un monologo al piso – te veo y me veo a mí, es imposible negar que te he extrañado toda la vida – contuvo sus lágrimas mientras veía como las mías caían hasta las hojas del escritorio – no vine por el cambio de aceite – ambos sonreímos – vine a pedirte perdón, ese último encuentro hizo que el pasado me alcanzara luego de estar años huyendo de él, me quebraste Julieta – dejó de contenerse y vi como sus ojos se nublaban en un mar de dolor que se transformaron en un par de lágrimas de alivio – sé que no podría seguir viviendo si sigo corriendo de lo que hice – tomo mi mano – no puedo esperar que me perdones y que hoy salgamos a comprar un helado y que seas feliz llamándome papá, no eres una niña, yo me perdí esas memorias contigo, pero te pido disculpas desde lo más sincero de mi – me puse de pie y lo abrace, por los helados que no compro, por los regaños que jamás escuche, por las veces en que no pude decir papá, lo abrace tan fuerte que nuestras lágrimas nos llevaron a una reconciliación que nos volvía a transformar a ambos – perdóname hija – susurro aun ahogado en llanto –
  • Te perdoné en el instante en que te bajaste del auto – le confesé –
    • Secó sus lágrimas - ¿cuánto es por el cambio de aceite?
    • Ambos reímos – no le cobro a la familia

Nos miramos y compartimos una sonrisas por unos minutos hasta que llegó la hora de salir de la oficina, ambos nos secamos las lágrimas en plan “aquí no ha pasado nada”, se despidió con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo, pero antes de subirse al auto me dijo.

  • Por cierto, tu madre hará una cena hoy en la casa, me encantaría verte ahí.
  • Iré con Roma – dije un poco preocupada por su respuesta -
    • Me sonrió – que tendrá esa chica que los volvió locos a los dos
    • Levanté los hombros – supongo que las mujeres en nuestras vidas se vuelven dueñas de ella – dije sabiendo que Beatriz más mi comportamiento lo habían hecho cambiar su actitud –
  • Esa fue una respuesta bastante exacta y prudente – dijo suspirando - ¿entonces nos vemos hoy en la cena?
  • ¿A las seis? – él me guiñó el ojo y se fue –

Tan pronto como le dije a Rubén que hoy me iría más temprano y que él cerraría, llamé a Roma.

    • En cuanto me contestó preguntó - ¿Cómo estás?
  • ¿Por qué lo preguntas?
  • Romina me llamo, me dijo que Alex iría hablar contigo al taller
  • Si, él estuvo aquí, hoy iremos a cenar a su casa
  • ¿Eso quiere decir que las cosas están mejorando? – preguntó con un tono de sorpresa –
  • Ajá, las cosas van bastante bien, termino de ver un motor y voy a la casa, ¿sí?
  • Bueno mi amor, aquí nos vemos.

Tan pronto como cortó comencé a trabajar en el chevrolet sonic hatchback naranjo que había llegado remolcado desde la carretera, miré mi reloj en cuanto termine de revisarlo y ya eran un cuarto para las cinco, le pedí a uno de los trabajadores que se hiciera cargo de lo poco que faltaba y que llamara al dueño para que se le entregara entre hoy o mañana y partí camino a casa, tan pronto como estuve cerca de la puerta Roma abrió, ella ya estaba lista para ir a cenar, me duché rápido mientras ella recibía una llamada que no alcance a escuchar, salí vestida y con el pelo aun mojado por lo que recibí un regaño de preocupación a lo que yo combatí con mimos y un par de besos que le hicieron olvidar que podía enfermarme por salir así de casa, tan pronto como nos volvimos a mirar le pregunté por la llamada.

  • ¿Quién era? – pregunté aun agarrada de su cintura –
  • El Hospital Central – levantó la ceja y me regaló una sonrisa - ¿adivina quién tiene trabajo?
    • La tome en brazos y giré con ella mientras un ataque de risa nos invadía a las dos mientras caíamos a la cama – felicitaciones, ¿Cuándo empiezas?
  • Gracias, entro el Lunes – dijo acariciándome –
  • Serían unos imbéciles si no te hubiesen contratado – la besé, pero ella corto el beso para mirar el reloj –
  • Vamos, estamos atrasadas
    • Le tomé la mano – podríamos demorarnos un rato más – dije tentándola –

Se subió el vestido y se sentó con las piernas abiertas sobre mí, metió sus manos bajo mi blusa dejando que sus manos frías perpetraran aquel lugar tibio donde mis pechos comenzaban, tan pronto como empezó le puso fin.

  • Cuando volvamos, ¿sí?
    • Suspiré mientras me acomodaba la blusa – hubiese preferido que me dijeras que no desde un principio y no que me atacaras sorpresivamente y luego me dejarás a medias.
    • Se acomodó el vestido mientras se miraba al espejo – lo sé, pero es que yo tampoco me pude aguantar, pero tenemos un compromiso – me miró tratando de que yo le diese la razón -
    • La volví a besar - ¿Vamos?
  • Ajá – dijo mientras me seguía besando –

Nos obligamos a soltarnos y en un par de suspiros más ya estábamos camino a casa de Beatriz y Alex, sus manos acariciaban mi nuca mientras conducía y yo solo sacaba mi mano de su pierna para hacer el cambio y ahí estábamos, las dos en el mismo auto, conduciendo hasta la casa de mis padres, si, lo dije, mis padres, éramos una pareja normal, más allá de que la gente nos sigue mirando haciendo las cosas cotidianas de una pareja, en el supermercado más de alguien nos quedó mirando cuando se dieron cuenta que no éramos amigas, nos miraron como queriendo saber qué cosa anormal hacíamos las anormales, pero no encontraron nada diferente, aunque confieso que así lo prefiero, pretendo que la gente nos miré, nos conozca, nos vigile, porque no somos diferentes a nadie, solo que yo puedo decir que me enamoré perdidamente de mi mejor amiga, de mi cómplice, de aquella pequeña niña que creció a mi lado siendo más hermana que amiga, pero que en algún momento logramos descifrar que aquella sensación inagotable de siempre querer estar juntas era amor, amor del bueno, amor verdadero, simplemente y nada más ni nada menos que amor, eso pensaba yo mientras cruzábamos el portón de la casa de mi padres y tan pronto como escucharon el motor salieron a buscarnos.

Después de saludarlos entramos a casa y ahí estaban los padres de Roma yo me sorprendí pero ella no parecía nada sorprendida, los salude y seguí caminando a la cocina donde escuche la voz de Max

  • Hola guapa – me dijo feliz mientras Romina aparecía por la puerta –
  • Aquí está el parcito – dije abrazándolo para continuar enseguida con Romina –
  • ¿Por qué siempre llegan tarde? – preguntó Romina -
  • Culpa de tu cuñada – le respondió Roma que aparecía por la misma puerta en donde entre yo –
  • ¿Estaban haciendo cochinadas? – preguntó Max –
  • ¡Max! – regañó Romina –
  • Casi – le susurré al oído a mi hermano –
  • ¡Julieta! – me regañó Roma –
  • Mejor dejemos a este par solo – propuso Romina y Roma la siguió ambas iban en busca de un coctel –
  • ¿Qué estás haciendo?
  • La mamá me dijo que cuidara esto
  • ¿Qué preparó? – dije abriendo el horno – ¿Qué es?
  • Creo que es algo como Tamal a la cazuela o algo así
  • ¿Qué lleva? – dije mientras sacaba un pequeño trozo –
  • ¡No!, nos van a descubrir – dijo asustado por mi rebeldía –
  • Toma – le dije dándole – nadie se dará cuenta - dije antes de darme cuenta el forado bastante perceptible que había dejado –
  • Esta picoso – dijo – pero esta rico
  • Si, está bueno – dije cerrando el horno –
  • ¿Ya está listo? – preguntó mamá desde la entrada de la cocina con una cara con la que nos decía que al parecer habíamos sido descubiertos –
    • Max asintió -  Julieta sacó un trozo
  • ¡Max! – lo regañé y después miré a mamá que nos miraba con cara de que nos iba a regañar – si fui yo, perdón – agache la cabeza –
  • Pero yo también saqué – confesó Max –
    • Ella comenzó a reírse a carcajadas –
  • ¿ah? – Max me miró – ¿nos vas a regañar? – preguntó -
  • ¡Shh! – le pegué un codazo –
    • nos abrazó a los dos – debería, pero no, vayan a sentarse a la mesa

Ambos nos fuimos y yo le di otro codazo al salir, pronto llegue donde Roma que estaba sentada al lado derecho de Carlos su padre que estaba en la cabecera de la mesa, al lado izquierdo estaba Ana María su mamá, en el medio se encontraba Romina seguida de Max y en la otra cabecera estaba Alex quien tenía a Beatriz a su lado izquierdo, y yo en el medio sentada al lado derecho de Roma, en cuanto llegué a su lado me ofreció un trago de su coctel, pero yo me negué, tenía ganas de volver a casa, había algo inconcluso que debíamos terminar fue lo que le susurre y ella solo sonrió reafirmando lo prometido anteriormente, comenzamos a cenar y la conversación era amena, tan pronto se acabó la cena comenzaron con los tragos, cuando vi a mi compañera un poco tocada por el alcohol le fui hablar.

  • Mi amor, mira acá con mi mamá estábamos hablando de lo lindo que te verías con una trenza – me dijo ella -
    • Le sonreí un poco preocupada por su estado - ¿Qué estas tomando?
  • Orgasmo múltiple – me susurró un poco coqueta –
  • Roma – la regañe en un susurro –
  • Así se llama el trago – me dijo su madre mientras reía –
  • ¿De verdad? – dije mirándola – ni siquiera quiero saber que lleva
  • ¿Por qué?
  • Porque por lo bajo debe llevar semen de toro – dije y en cuanto terminé su mamá estaba a carcajadas botando la mitad de su Mai Tai –
  • ¡ay mi amor! Que desagradable – dijo riendo –
    • me reí y bese su mejilla –
  • ¿Me acompañas a fumar?
  • Tu no fumas – le dije un poco sorprendida y en un tono un poco de pregunta –
  • Soy fumadora social – me contesto ella –

Fui por su chaqueta antes de dejarla salir, pero ya se había ido cuando aparecí nuevamente en la sala, salí más que rápido para abrigarla y me pareció extraño no ver a nadie en el salón, pero seguí con la odisea de llegar afuera con su chaqueta antes de que se enfermara o peor aún, siguiera bebiendo, salí y ahí estaban todos conversando los unos con los otros, no me pareció nada extraño hasta que llegué junto a Roma.

  • Abrígate mi amor – dije colocándole la chaqueta sobre los hombros -
  • No tengo frío – dijo girándose dejando caer la chaqueta al césped –
  • ¿Así que fumadora social? – dije viéndola darle las últimas caladas al cigarro –
  • La verdad es que fumo cuando estoy nerviosa – dijo sin aquel tono producto del alcohol que tenía antes –
  • ¿y por qué tendrías que estar nerviosa? – pregunté abrazándola porque la vi tiritar –

Ella me dejo abrazarla desde su costado derecho, ambas mirábamos aquel patio cuando las luces se encendieron, me giré sin conocer el motivo y los vi a todos mirándonos, ahí fue cuando ella me tomo ambas manos y sentí como ellas tiritaban.

  • Hemos pasado toda la vida junto a la otra, por una mala decisión te dejé ir porque pensé que mi sueño era una vida de éxitos, pero me equivoque, me olvide que los éxitos no son importantes si no tienes a nadie con quien compartirlos, hoy sé que no quiero pasar otra noche sin dormir en tus brazos – estuvo en silencio unos segundos tratando de mantener las lágrimas en su lugar - desde que tengo uso de razón has sido mi familia, la única que ha permanecido a mi lado y ha logrado perdonarme después de mi fatal error, sé que no hubiésemos estado en este lugar, con nuestras familias si el destino no me hubiese hecho una tonta, pero cada día que no estuve, cada beso que no te di lo recompensaré y no hoy, no mañana ni pasado, pasaré la vida entera recordándote que el titulo más importante de mi vida es el de ser tu mujer, por eso hoy, aquí frente a nuestras familias quiero que cumplas el único sueño que me falta por cumplir… - se arrodillo sobre la chaqueta - ¿Quieres ser mi esposa?
    • Me quedé en silencio por culpa de las lágrimas –
  • ¡Dile que sí! Ya firmamos el divorcio – gritó Max, me voltee solo para ver como Romina le daba un codazo y todos reían –
    • La miré, la puse de pie y le sonreí – Por supuesto que quiero casarme contigo

Eso bastó para que ella me abrazara y me volviese a besar olvidándonos de que el mundo seguía girando, porque en sus labios el tiempo se detenía, el mundo se silenciaba y las personas desaparecían, otra vez encontraba esa soledad anhelada de nuestro refugio que llamamos amor, nos dejamos de besar cuando nuestras familias se acercaron a abrazarnos, su madre lloraba, la mía lloraba, Max había ido a la casa a buscar un par de tragos más, mientras las felicitaciones no paraban, pronto se acercó Alex.

  • ¿Lo sabias? – le pregunte –
    • Asintió – por eso fui a verte, me rehúso a perderme otro capítulo más de la vida de mi hija –

Otro abrazo, un poco más de llanto y Max ya estaba de vuelta con los tragos, brindamos por el matrimonio, por el amor, pero más que nada por la familia, estábamos todos, los que siempre estaremos para el otro, y lo más importante ahí estaba ella, aquella niña que cambió mi vida la primera vez entró al salón con una herida en la frente, pudieron haber pasado cosas terribles, pero estábamos juntas, desde siempre habíamos estado juntas y así seguiría, porque esto no empezó hoy, ni cuando nos casemos, este amor empezó hace muchos años ahí donde nos vimos, besamos e hicimos el amor por primera vez, en aquel lugar que conocimos como hogar, todo esto comenzó ahí en… El Orfanato.

#Estaré de vuelta en cuanto termine otro relato, no los seguiré torturando mas con esta espera infinita...

#Espero les guste y que haya valido las espera..

Muchas gracias por sus comentarios, valoraciones, emails y obvio… por leerme y esperarme ♥ Veersus.-