El Orfanato XIV

Julieta: Yo solo me arrepiento de no haberte querido como tú te merecías Romina

Solo pude mirarlo los siguientes 5 minutos que duró su nudo en la garganta que extendió su pena y rabia por toda la casa

  • Entonces nos equivocamos - le dije - yo no soy tu hermana
    • Me miró - debemos hablar con mamá - dijo colocándose de pie -
    • le tomé el brazo - esto no tiene por qué cambiar nuestra relación Max
  • Mamá te reconoció, ella sabe que eres su hija - se tomó la cabeza - solo nos queda lo segundo - dijo angustiado -
    • Lo abrace y sentí como su pena se abrazaba a mi junto con su calor - sea como sea tu eres su hijo, aunque los papeles digan lo contrario - tome su rostro - tu eres su hijo Max
    • Asintió mientras se limpiaba los resquicios de su desconcierto del rostro - tenemos que ir a ver a mamá
  • Cálmate, dúchate, comamos algo y luego vamos - le dije mientras lo veía sentarse otra vez -
  • ¿Quién soy Julieta? - me preguntó mientras estallaba en llanto otra vez -
  • Eres Max Klein, mi hermano - le dije mientras me arrodillaba para verlo desde abajo y tomarle las manos - aún no sabemos qué pasa, cambiaron mi apellido, quizás también mi fecha de nacimiento.
    • Secó sus lágrimas - tomaré una ducha

Mientras se duchaba la que perdió el control fui yo, no estaba acostumbrada al papel de hermana mayor, no podía explotar frente a él, pero tampoco podía calmar esta angustia que nacía en mí, no quería preocuparla, pero necesitaba escuchar su voz y que su voz me hiciera olvidar esta nueva incertidumbre que nos rompió el corazón.

  • Hola mi amor, ¿Cómo estás?, ¿ya saliste? - dijo feliz de ver mi numero en el reconocedor de llamadas -
  • Hola mi cielo, bien y tu... ¿Cómo estás? - pregunté mientras fingía - no aun no salgo, solo que te extrañaba
  • ¿Pasa algo Julieta? - me preguntó -
  • No, ¿Cómo está todo allá?
  • Bien, de hecho muy bien, mañana comenzamos, así que estamos celebrando - dijo feliz -
  • Qué bueno, te tengo que dejar - le dije al no escuchar la ducha - cuídate mi amor, te amo
  • ¿Segura que está todo bien?
  • Si mujer, aun no se me cae el mundo sin ti a mi lado - bromee -
  • Bueno, bueno, es que no sé, te noto con una voz rara
    • Quise explotar y llorarle que no podía con todo esto yo sola, pero me controle - cosas tuyas mi amor
    • Suspiró - te amo demasiado, llámame más tarde por favor, me ayuda a dormir, tu sabes.
  • Si, te relaja - sonreí - más tarde te llamo, cuando sean las 10 pm allá
  • Si - ronroneo ella - recuerda que allá serán las 5 pm
  • Lo sé mi amor, te dejo, cuídese
  • Te amo mucho

  • Te amo Roma - corté -

  • ¿Le contaste? - me preguntó Max -
    • Negué con la cabeza - no quiero preocuparla, piensa que estoy trabajando - él solo asintió - ¿Quieres comer algo?
  • No - dijo de inmediato - quiero que vayamos a casa
  • ¿Eso quieres? - le pregunte mientras buscaba sus ojos con los míos -
  • Si Julieta, quiero la verdad - respondió esquivando mi mirada -

Entre a la ducha solo como excusa para tomar un poco de su tiempo y que éste lo obligara a calmarse, salí y él miraba una foto en el mueble donde yo estaba junto a Roma cuando éramos pequeñas, foto que puse cuando la volví a besar pero que veía y rememoraba cada noche cuando arañaba su recuerdo en un par de sueños que me dejaban abrazarla una vez más, me miró y me sonrió, esa batalla por el amor de Roma él sabía que no podía ganarla y no porque no fuese un buen partido simplemente porque yo era su rival, jamás busqué hacerle daño y él lo entendía, su sonrisa me lo dijo como también me comentó que, pasara lo que pasara seguiríamos siendo hermanos, me hizo una seña y me subí al automóvil, pensé que iba más calmado, pero esa mascara de serenidad se le cayó en cuanto entramos a su casa y encontramos a Alex y Beatriz en la mesa.

  • Sé toda la verdad, sé que Julieta es su hija y que yo no soy su hijo - dijo disparando una verdad incómoda -
    • Alex se paró de inmediato - ¿De dónde sacaste esa barbaridad? - me miró - ¿Y qué mierda hace esta mujer aquí?
  • Esta mujer como tú la llamas, tiene todo el derecho de estar aquí, es tu hija - lo confronto -
    • Lo abofeteo - a mí no me levantas la voz muchachito de mierda
    • Beatriz se puso de pie - ¡BASTA! - miró a Alex - es hora de que sepan la verdad - dijo mirando  a Max -
  • No hay ninguna verdad que contar - dijo Alex -
  • Señor Klein - le dije - descubriremos la verdad con o sin su ayuda
  • Tu cállate que no eres nadie para hablarme así en mi propia casa
  • Es tu hija Alex - le dijo Beatriz - te pido que le tengas un mínimo de respeto a nuestra hija.
  • ¡YO NO TENGO HIJAS! - me grito -
    • Me acerque desafiante - tampoco es que me agrade serlo, pero la verdad es la verdad Alex, por mis venas corre tu puta sangre te guste o no
    • Dio dos pasos hacia atrás - Sal de mi casa - ordeno sin mirarme -
  • Mamá, tu vienes con nosotros - dijo Max -
  • Tu no vas a ningún lado - alegó Alex -
  • ¡Ya basta papá! - dijo librando a su madre de la mano de Alex que la sostenía con fuerza -
    • Lo empuje - atrévase a tratarla así nuevamente y le juro...
    • Se acercó interrumpiéndome - ¿me juras qué? - preguntó con furia -
  • Me han dicho que me parezco a usted - lo empujé - imagínese de que soy capaz.

Me di media vuelta para partir, pero él tomó mi brazo y me obligo a ver su rostro otra vez, solo me miró como reconociéndose en mis ojos, si su orgullo no fuese tan grande juro que me hubiese abrazado, pero como mi orgullo es el doble le quite mi brazo con prepotencia y los tres partimos en el auto rumbo a no sé dónde... pero lejos de él. Pronto llegamos de vuelta a mi casa.

  • Por Dios, esto huele a alcohol - comentó con repugnancia Beatriz -
  • Culpa de ella mamá - acusó él -
  • Estas demasiado grandulón para culparme a mí por algo que tu causaste

    • Ella sonrió - me alegra mucho verlos juntos - nos tomó las manos a ambos - ¿Quieren la verdad? - preguntó -

Él dijo - Por supuesto - yo solo asentí insegura, comenzó a hablar, sus lágrimas caían en forma de mar dejando trozos de su alma sobre la mesa, la verdad salía a la luz, mis lágrimas y las de él también se hicieron presentes cuando lo que tenía que decirnos era exactamente lo que no queríamos escuchar.

  • Tu abuelo estaba por morir y le dijo a sus hijos que quien tuviese - el llanto la calló - un varón primero se haría cargo de la firma de abogados - tomó la mano de Max que a estas alturas ya miraba al suelo ahogado en lágrimas -
    • Max se puso de pie limpiando con furia sus lágrimas, él ya lo había entendido todo - y nació Julieta, ¿verdad? - Beatriz asintió mientras apretaba mi mano - ¿el huérfano era yo, no es así?
    • Beatriz asintió con dolor dejando escapar sus demonios -

Max salió de casa como si esos demonios se hubiesen colado en su alma, las dos salimos detrás de él, pero ya había alguien que lo detuviera, había chocado con Romina la que sin preguntar lo cobijaba en sus brazos, detuve a Beatriz, la entré aun cuando ella no entendía nada, se volvió a sentar y le serví un vaso de agua que la tranquilizó.

    • Tomó agua - perdóname - me dijo enseguida -
  • Yo no tengo nada que perdonar - le dije mientras tomaba su mano - me duele por él, no por mí - confesé - ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué usted?, eso es lo que no me entra en la cabeza.

  • Tenía 22 años Julieta y quizás ni eso me justifique, pero estaba enamorada - lloró con impotencia - quería complacerlo - por primera vez me miró - no merezco el perdón de ninguno de los dos
  • Claro que sí, estuviste siempre dispuesta a contarme la verdad y entiendo que nunca le hayas dicho nada a Max, esto lo ha dañado demasiado - concluí angustiada –

EL teléfono comenzó a sonar y enseguida recordé a Roma, contesté mientras secaba aquellas lágrimas que no dejaban de correr

  • ¿Olvidaste tu nombre? – preguntó ella al otro lado del teléfono en cuanto conteste –
  • No – dije intentando disimular
  • ¿Estás bien? – cuestionó aunque hice mi mayor esfuerzo por fingir –
  • Roma, estoy ocupada, te llamo mañana

Corté el teléfono sabiendo que una luz de alerta se encendería en aquella parte de su alma que me pertenecía a mí desde siempre, pero no podía contener aquellas lágrimas, no ahora, menos con ella a mil kilómetros, tuve que cortarle y tener la esperanza de que en unas horas más esta llamada no sea más que un trago amargo en nuestra historia.

  • ¿No piensas decirle nada? – preguntó mamá mientras detenía su llanto –
  • Solo conseguiré que se preocupe – suspiré – mejor que no sepa

  • Supongo, por cierto, ¿Quién es ella? - preguntó mientras yo miraba por la ventana -

  • Mmm... - pensé - él la conoció anoche, es una amiga
  • ¿él? ¿es amiga tuya? - cuestionó -
    • Levanté una ceja - y un poquito más - me senté otra vez al no verlos -
  • ¿Y por qué se fue Max con ella?
  • Se gustan - dije directamente -
    • Beatriz se aclaró la garganta atorada con el agua o quizás con mi comentario - ¿se gustan?
  • Si, se gustan  - dije buscando café -
  • Dijiste que se habían conocido anoche y que era algo más que amiga contigo - me recordó -
  • Eso fue antes, además ellos se gustan - pregunté divertida al ver su rostro -
  • ¿No crees que es muy poco tiempo como para que se gusten?
    • Negué con la cabeza mientras me servía el agua en la taza - cuando se trata de amor el tiempo no es lo importante sino la calidad de este y anoche vivieron unas miradas que los acompañaran por siempre - dije mientras me acercaba ofreciéndole la taza -
    • Me acepto la taza - gracias, no sé qué habrá pasado anoche pero ese no es el tipo de niña que le gustan a mi hijo
    • Casi escupí sobre ella por la risa - ¿Y qué tipo de mujer le gusta a Max?, ¿una chica bien elegante, delicada con buen apellido y demás?
  • No me refiero a eso - intentó decir -
  • Sí, claro que intentabas decir eso - reí -
  • Claro que no, lo digo por la personalidad Roma se ve que era diferente a ella
  • Roma es elegante, delicada, con un buen apellido y tooooodo lo demás - volví a decir - tendrás que hacerte a la idea de que a tu hijo le gusta una chica de estos barrios bajos - concluí -
    • Suspiró - mientras sea feliz... es lo mínimo que se merece después de todo.

Quise regañarla, pero me contuve porque el día había sido demasiado largo para las dos, la miré por unos minutos y me sentí demasiado cansada como para continuar una plática.

  • Te noto cansada, será mejor que descanses – dijo ella colocándose de pie junto a la mesa –
    • Solo asentí –
  • ¿Quieres venir a casa conmigo? – preguntó –
    • Sonreí – sabes la respuesta a eso
    • Me abrazó – si necesitas cualquier cosa, llámame
    • La abrace también – lo haré, no te preocupes

Ella salió de la casa y yo solo alcance a llegar a la cama antes de caer debatida por el cansancio de la verdad en mi cabeza, soñé con nosotras otra vez, así como también con aquellos días solitarios donde me escapaba a aquellos lugares que nos hubiese gustado ir juntas y nunca fuimos, recordé aquellos sueños que en un momento dejaste de necesitar, en aquella amnesia por la que yo rogué, mis sueños me llevaron a tu lado en esta noche donde el frío me obligó a despertar solo para alcanzar una frazada y volver a dormir, el sol en mi cara me hace despertar pero no lo suficiente como para todavía imaginar que estás a mi lado, mantengo los ojos cerrados rogando que esta soledad solo haya sido un mal sueño y que al abrir los ojos te pueda volver a ver, juró que si estuvieses a mi lado te abrazaría más fuerte que nunca, pero abro los ojos y no estas, no me culpo, ni te culpo a ti, odio a la vida por obligarme a dejarte partir, miré el reloj, era demasiado tarde como para seguir lamentándome, así que solo me metí a la ducha y partí camino al taller, por lo menos aquí los fierros eran más fríos que tu ausencia en la cama.

En cuanto llegué Don Raúl se acercó a mí, - ¿Dónde está Romina? – preguntó y supe enseguida que cierta persona no había llegado a dormir y que quizás mi hermano haya sido el culpable, ¿pero cómo se lo explicaría? Si él estaba casi seguro que antes de que volviese Roma yo estaba con su hija, claro de una forma más seria de lo que fue realmente, por eso quizás me lo preguntaba, pero mi silencio lo hizo entender que su hija no había estado conmigo rememorando lo que jamás tuvimos.

  • Lo siento Don Raúl, pero no lo sé
    • Quedó pensativo hasta que alguien tocó el portón del taller – Perdóneme – dijo el mientras se acercaba a la dueña de la panadería de la esquina –

Se arregló con sus manos el overol y el cabello mientras intentaba sacar el aceite de auto de sus manos aunque hace años que lo tenía impregnado, todos en el taller nos quedamos mirando mientras la señora nos hacía una seña de saludo, pasaron unos segundos antes de que ella se fuera y unos cuantos más para que Don Raúl se diese vuelta y nos dejara ver el paquete con un par de pastelitos dentro, queríamos burlarnos pero lo vimos tan nervioso que preferimos dejarlo.

Pase un día extraño la pensé tanto como si se hubiese ido para siempre y solo me quedaran los recuerdos de lo nuestro, un par de autos, unas cuantas personas, un centenar de horas y un puñado de suspiros fueron mi día, me sentía como en otro mundo, anocheció, lo supe cuando escuche el portón cerrarse y a Don Raúl caminar hacía mi para detener lo que estaba haciendo.

  • Vete a casa y descasa
    • Miré mi reloj – Son recién las ocho, ¿Por qué está cerrando tan temprano?
  • Tengo un compromiso – dijo él mirando su reloj –
    • Sonreí pero no deje que me viese - ¿Le parece si yo cierro?
  • ¿Segura?
    • Asentí – Aun tengo algo que ver en el Chevrolet Sonic
  • No te vayas tarde – Rogó mientras me pasaba las llaves –

Lo vi alejarse, esto tenía aroma a cita, pero de quinceañeros, sus manos estaban un poco sudadas y juro que cuando me paso las llaves sus manos temblaban, suspire y sonreí por dentro, supongo que esta era una buena hora para llamar a Roma aunque mi razón insistía en no preocuparla y evitara cualquier contacto mientras mi voz le diese a entender que no podría soportar un día más sin ella, busque el teléfono en mi overol pero no lo encontré, busque en mis jeans pero nada, quince minutos después de que Don Raúl se fuera cerré el taller y caminé a casa mirando aquel cielo que por más lejos que estuviésemos nos amparaba a las dos, llegué a casa y después de tanto buscar encontré el teléfono entre la cama y la pared desarmado, me dio un poco de alivio que al encenderlo no me llegó ningún mensaje de que alguien me hubiese llamado, era demasiado tarde para llamarla y no ver ninguna llamada me dio una leve seguridad de que estaba muy ocupada y por lo tanto a estas alturas descansaba tranquila. Me metí a la ducha y sin darme cuenta ya había pasado una semana desde que había hablado con ella, espere su llamado por el simple hecho de que no sabía su horario, no tenía idea si seguía en el mismo lugar y no recordaba muy bien si el teléfono era del lugar o de alguien que estaba con ella… Mientras me visto alguien toca la puerta, termino rápidamente y abro la puerta.

  • Por fin, ¿Se puede saber dónde estaban? – pregunté enseguida al ver a Max y a Romina entrando a mi casa como fugitivos –
  • ¿Mi papá te preguntó por mí?
  • Como mil veces, ¿Dónde estaban?
    • Max la acerco a él – Conociéndonos
  • ¿Y para eso tienen que desaparecer casi una semana?, Beatriz a estado por aquí todos los días esperando encontrarte.
    • En eso alguien toca la puerta por lo que me acerco a abrir – ¡Don Raúl!, yo ya iba para allá – dije haciéndome cómplice -
  • Julieta por favor, ¿puedo ver a mi hija?
  • Los atraparon – dije abriendo la puerta de par en par –
  • ¿Puedo saber por qué mi hija no es capaz de llamar a su padre si no va a volver a casa en tantos días?
  • Papá por favor, hablemos en la casa – Rogo tomándolo del brazo –
  • Lindo, usted se puede desaparecer y yo no puedo preguntar.
  • Es todo mi culpa señor – confesó mientras le estiraba la mano – Max Klein
  • Perdón si no le doy la mano, pero tengo aceite en ellas – respondió para ignorarlo, pero enseguida volvió a clavar los ojos en él - ¿Qué tipo de relación tiene usted con mi hija?
  • Solo nos estamos conociendo señor
  • ¿Y para eso tienen que desaparecer una semana? – preguntó él –
  • Lo mismo me pregunto yo – rematé –
  • ¡Julieta! – exclamó Romina en forma de regaño –
    • Don Raúl miró su reloj – ya es tarde, vamos Julieta – mandó él mientras yo guardaba un par de cigarrillos en el overol – tú también - dijo mirando a Romina ignorando la presencia de Max -
  • Voy enseguida – buscó su chaqueta sobre la silla y beso a Max –
  • Que tenga un buen día señor – Le deseó Max a Don Raúl después de que este había presenciado la escena –
  • Usted también joven – respondió de forma seca –
  • Quédate aquí ella volverá en un rato – le susurre –
  • Gracias – respondió en un suspiro –
  • Las dos espérenme en la oficina – ordenó al llegar al taller –
  • Se te ve feliz – dije al ver un brillo que desconocía en sus ojos –
  • ¿Si? – preguntó con una sonrisa en el rostro –
  • Me alegro por ti, por los dos
    • Me miró y apretó mi mano – Gracias.
    • Me soltó al escuchar la puerta abrirse – hubiese anunciado esto hace días, pero estabas desaparecida – volvió a reclamar mientras se sentaba –
  • ¿Anunciar? – Preguntamos al mismo tiempo –
  • Voy a dejar el taller – dijo él –
    • Romina se puso de pie - ¿Estás enfermo?
  • No, no, no – dijo mientras la hacía sentar con las señas de sus manos – ya estoy viejo, ¿acaso no tengo derecho a descansar?
  • Claro que si papá
  • ¿Y tú que piensas Julieta?
  • Tiene todo el derecho a descansar Don Raúl, pero no sé qué hago yo aquí, ¿Acaso yo le diré a los demás que el taller se cierra?
  • El taller no se va a cerrar
  • ¿Entonces? – Preguntó Romina – yo no me puedo hacer cargo de él, sabes que trabajo y quiero empezar a estudiar
  • Lo sé hija, por eso quiero que te quedes tú con el taller Julieta
  • ¿Qué yo que?
  • Hija yo sé que amas este lugar tanto como yo
  • No puedo aceptarlo – dije mirando a Romina por si se sentía pasada a llevar –
  • Claro que sí – dijo Romina – este lugar no va conmigo – dijo dándome un sonrisa tranquilizadora -
  • No puedes negarte – dijo Don Raúl –
    • Solo suspire y le sonreí a los dos aceptando –
  • Hay algo que no entiendo – dijo Romina - ¿Por qué ahora?, ¿Qué harás?, no te imagino en la casa haciendo nada.
    • Don Raúl aclaró su garganta levemente nervioso – me voy también de la casa
  • ¡¿Qué?! – gritó Romina? - ¿Cómo que te vas de la casa?
    • asintió – no sé cómo decirte esto – se acomodó en el asiento –
  • ¿Decirme que papá?
  • ¿Te acuerdas de Doña Rosita?
  • ¿La de la panadería? Si, ¿Qué pasa con ella? ¿Son novios? – preguntó ella –
  • Algo así – dijo él –
    • Ella rio y yo me contagie con su pegajosa risa –
  • Bueno, bueno – dijo el serio – no es para la risa, es una relación seria
  • Ah bueno, discúlpame – dijo ella tratando de controlarse - ¿Te vas con ella?
  • Si, compramos una casita en el campo
    • Ella se puso de pie – me alegro mucho por ti papá, por los dos – se acercó a abrazarlo –
  • Gracias hija – respondió junto con un suspiro de alivio – Julieta porque no te tomas esta semana libre, el Lunes empiezas como la nueva dueña
  • ¿Tan pronto se irá?  - pregunté -
  • No, es para que te acostumbres, así que por que no se van las dos por ahí
  • ¿Vamos? – Preguntó Romina –
  • ¿Está seguro? – él asintió mientras Romina me arrastraba fuera de la oficina – Si me necesita me llama
  • Eres alérgica a los días libres – dijo riendo –
  • No es eso, solo que no tengo nada más que hacer en el día
  • Quizás no sea el mejor panorama para ti, pero podrías pasar la tarde con nosotros.
    • Suspire – mal trío
    • Max abrió la puerta – ¿Y ustedes? – preguntó sonriendo –
  • Mi papá le dio el día libre
  • Que suerte, justo ahora mamá me llamo para fuéramos a comer a la casa
  • Ah – dijo Romina – llámame cuando estés desocupado, ¿sí?
  • Tú también irás – dije –
  • Claro que sí, ella quiere conocerte – dijo tomándole la mano -
  • No Max, mejor que no – explicó tratando de irse –
  • No podría entrar a esa casa y mirarlos si no tengo tu mano cogida a la mía
    • Ella sonrió tiernamente y esos ojos aceptaron de inmediato la propuesta –
  • ¿Nos vamos o tengo que seguir mamándome esta escenita? – Pregunté amargada –
  • Creo que a alguien le falta su amor – se burló Max –
    • Suspiré – Los espero en el auto

Maneje camino a casa y cuando llegamos mamá nos esperaba a los dos en la puerta y digo a los dos porque su cara se tornó un poco de sorpresa cuando la vio llegar de la mano con Max, me adelanté y con la mirada la obligue a cambiar aquel semblante que incomodaría a cualquiera. Cuando entré esa no era la única sorpresa que me esperaba, en la punta de la mesa y siendo atendido estaba Mister Klein, el padre del año.

  • Soledad por favor lléveme la comida al estudio – dijo al verme -
  • No papá – dijo Max – tengo que presentarte a alguien
  • Ah bueno – dijo él colocándose de pie –
  • Ella es Romina – dijo empujando a Romina hacía su papá –
  • Romina – dijo estirando la mano – Alex Klein
  • Un gusto señor Klein
  • Llámame Alex – dijo él sonriendo –
    • Max se sentó a la mesa junto con Romina por la indicación de su madre - ¿y tu donde te vas a sentar?
  • Aquí – dije acomodándome en la otra punta -
  • Julieta por favor, tengamos un almuerzo en paz como familia
  • No sabía que esto ahora se llamaba almuerzo familiar – comentó Alex – como hay dos visitas.
  • Alex por favor – regaño Beatriz –
  • Si usted no puede soportar que a esto se le llame un almuerzo familiar imagínese como estoy yo con que a alguien como usted se le pueda llamar padre – dije yo caldeando aún más la situación –
  • Trato de ser tolerante contigo por mi esposa – respondió él mientras dejaba caer los cubiertos sobre el plato –
  • No espera que le dé las gracias, ¿o sí?
  • Esto es demasiado para mi Beatriz – dijo él ignorándome mientras yo le sonreía a Romina para relajarla un poco – iré a comer al estudió – dijo llevando su plato -
  • ¿Contenta? – Preguntó enfadada Beatriz –
  • No lo sé, aun no pruebo la comida – tomé un bocado y asentí – muy contenta
  • Julieta, te hablo enserio
  • Yo también – tomé mi plato y me senté en el puesto que antes ocupaba Alex donde a la derecha estaba Beatriz y a la izquierda Max y Romina – tenemos comida rica, tu hijo apareció, con una novia preciosa por lo demás y estamos juntos, por supuesto que estoy contenta – dije mientras le tomaba la mano –
    • Ella me sonrió y miró a Max que se había atorado cuando dije novia – Julieta tiene razón, eres muy linda – dijo mientras miraba a Romina –
  • Muchas gracias – dijo ella avergonzada –
  • Tranquila mujer, si yo saque lo amorosa de ella – comenté -

Terminamos el almuerzo en paz, Beatriz se perdió un rato mientras nosotros nos acomodábamos en el salón, había ido a ver a Alex y por su parte la parejita miraba imágenes de Max cuando pequeño, cuando apareció Beatriz la convencimos de tomarnos algo del bar de Alex y abrió un whisky.

  • Si Alex supiera que estoy haciendo esto – decía Beatriz –
  • No se va a enterar – la calmaba yo –
  • Si se entera nos mata a los dos así que no te preocupes mamá

Después de un par de vasos madre e hijo desaparecieron en el jardín tenían tantas cosas que arreglar que me decepcionaba un poco que solo fueran capaces de tener el valor de enfrentarse a la verdad con un poco de alcohol en el cuerpo, pero era aceptable, vergonzoso pero aceptable.

  • ¿Por qué estás tan cabizbaja? – me preguntó Romina – ¿Porque no está Roma? – solo asentí - ¿No has hablado con ella?
  • No, como ella no me ha llamado, pienso que puede estar ocupada y no quiero ser inoportuna.
  • ¿Inoportuna?, ella debe estar igual que tú, quizás pensando lo mismo
  • ¿Tú crees?
  • Estoy segura, debe extrañarte tanto o más que tu
  • ¿Mas? – pregunté –
  • Tú te sientes abandonada por lo que ella se debe sentir como la mala de la película por haberte abandonado
  • ¿Abandonada? – reí por su exageración – bueno se le acerca un poco
    • Acarició mi rostro – soñé años por ver esos ojos de tristeza cuando me veías partir que hoy día no puedo creer que te esté consolando.
    • Sonreí a media boca - ¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotras?
    • Negó con la cabeza - ¿y tú?
  • Yo solo me arrepiento de no haberte querido como tú te merecías Romina
    • Suspiró – no te arrepientas tu no podías darme lo que le pertenecía a otra mujer
  • ¿Eres feliz? – le pregunté –
  • ¿Ahora? – asintió regalándome otra vez esa sonrisa que jamás había visto hasta hoy – Max es un hombre increíble, aunque tengo que admitir que me hizo sentir aún más envidia por Roma – la miré para que me diese una explicación – tú estabas loca por ella y el completamente herido por lo mismo
  • No tienes nada que envidiarle – me acerque a ella para acariciar su mejilla – la primera vez que te miró te regalo todo lo que yo jamás hubiese podido darte, te elegiría por sobre cualquier mujer, créeme
  • ¿Y cómo se yo que no soy un premio de consuelo como lo fui para ti?
  • ¿Te parece poco que te haya traído a conocer a sus padres?
    • Suspiró y volvió a sonreír – espero que duré
  • Él y yo somos distintos pero en algo somos iguales
  • ¿En qué?
  • Que ningún de los dejaríamos escapar una mujer tan increíble como tú, solo que yo estaba completamente loca por Roma.
    • Sonrió – Gracias

No alcanzó a terminar ese gracias cuando ya la tenía entre mis brazos dándole un abrazo más sincero que cualquiera que nos hubiésemos dado antes, cerré los ojos por un instante cuando mi corazón comenzó a acelerarse, mis oídos se agudizaron y desde afuera los adoquines de la entrada daban pie a un taconeo que reconocía, miré por el ventanal y Roma nos miraba, me castigó unos segundos con la mirada mientras yo inmóvil mantenía el abrazo con Romina la que no se había dado cuenta de nada, pude moverme en el segundo en que la vi alejarse.

  • ¡Roma! – grité desde la entrada para que ella soltase su bolso y se girara totalmente enojada – ¿Qué haces aquí? – pregunté sorprendida de verla -
  • Perdiendo el tiempo al parecer, ¿Me puedes explicar que mierda está pasando?, ¿Por esto apagaste el teléfono?, si estabas tan ocupada con otra mujer pudiste haberme avisado, hace una semana que te estoy llamando, estaba tan preocupada por ti – decía mientras se tomaba la cabeza y daba vueltas – soy una estúpida pensando en que quizás estabas enojada porque me había ido y tu aquí con ella.
  • Roma no es lo que tú crees
    • Paró en seco - ¿No es lo que yo creo?, es lo que vi – se acercó a mi desafiante – no te quiero ver nunca más.

#Estamos de vuelta, perdón por la demora... cariños y besos a todos... V/S.-