El ombligo de Nuri (1)

Primer día de nuestro último año en el instituto.

El ombligo de Nuri.

La de líos que llegó a provocar Nuri ese año con su manía de vestir ropa que siempre dejaba ver algo y prometía mucho más.

Era el primer día de nuestro último año en el instituto. Repetidores, todos empezábamos con pereza después de las largas vacaciones de verano.

Además de desganados, todos teníamos un poco de preocupación por la selectividad que nos esperaba unos meses más tarde. La falta de entusiasmo de nuestra clase por el nuevo curso fue evidente cuando a primera hora éramos solamente 12 de 23. A segunda hora entraron 4 o 5 más. Del resto, algunos no llegaron a aparecer nunca durante el curso.

La entrada triunfal del día la hizo Nuri, cuando estábamos abajo, en el descanso de segunda hora.

Subió los escalones hasta el patio y lo fuimos viendo desde nuestro rincón. Parecía como una chica-Bond saliendo de aguas profundas o algo así, aunque en lugar de bikini vestía con un top blanco ceñido que marcaba sus pezones, dejando claro que iba sin sujetador y una falda verde, no muy corta, por las rodillas, pero que se ceñía a las curvas de sus caderas y además mostraba generosamente sus muslos gracias a dos cortes laterales.

"Hola!" nos saludó con una sonrisa que destacaba sus dientes blancos en el bronceado veraniego de su piel.

Se mostró encantadora con besos repartidos a todo el grupo. La atención sobre ella se dividió en nuestro grupo entre "buitres", los chicos, que procuraban mantenerse bien cerca suyo, haciendo comentarios supuestamente graciosos y el de las… a ver, envidiosas, no creo que sea adecuado, "sorprendidas" era lo que estábamos las chicas.

Todos estábamos bastante alucinados con lo que lucía – y como brillaba – el ombligo de Nuri.

"Tía, ¿Qué te has puesto? ¿Y cómo te has puesto así?" le preguntamos entre Mónica, Bego y yo.

‘Así’ Era bronceadísima, altísima comparada con el curso anterior, más delgada aunque nunca había estado gorda y con unas curvas que no había tenido nunca antes.

El "¿Qué te has puesto?" era por el piercing brillante, una piedra cristalizada, hermosísima, que adornaba su ombligo y lo rellenaba como si estuviera hecha a medida.

Sonó el timbre y subimos todos a clase.

Nuri se sentó con Bego al final de la clase, y yo con Mónica a su lado, como teníamos por costumbre.

Las miradas que recibió Nuri por parte de los compañeros durante esa clase, fueron entre idiotizadas y descaradas. Parecía que tuviera imán. Hasta algunos de los profesores (y Karen, la de inglés que ya sospechábamos que era lesbiana), estuvieron babeando (o revoloteando) a su alrededor.

Al final del día, fuimos a tomar algo las 4 a una cafetería cercana, con Edu, Juanjo y Carlos, los que más o menos formábamos el curso anterior un grupo de estudio y amistad.

"Estoy idiotizado con tu ombligo Nuri" fue lo primero que dijo Carlos.

"Eso no tiene nada que ver con el ombligo de Nuri, tú has estado idiotizado desde hace años" respondió rápidamente Juanjo, "pero hay que reconocer que te has lucido con el piercing, Nurita"

Nos reímos todos.

Entre risas generales, apenas se escuchó el "no me llames Nurita, idiota" de Nuri (que no soportaba el diminutivo del diminutivo) y nos concentramos todos aun más en nuestras bebidas y en ese ombligo bronceado cuya piedra incrustada brillaba bajo la luz de los neones de la cafetería de forma hipnotizante.

Ese día, creo que todos, chicos y chicas, nos fuimos a casa con ganas de tener contacto más directo con el ombligo de Nuri. Esa piedra que encajaba tan bien en su cavidad de esfera irregular, era un misterio. La piel de Nuri a su alrededor, era un magneto biológico.

Fue el siguiente fin de semana, cuando volvimos a sentirnos atraídos por la influencia del ombligo de Nuri.

Edu había organizado una fiesta en la casa que sus padres tenían en la costa, junto al mar, aprovechando el buen tiempo y, sobre todo, que ellos no iban a estar.

De nuestro grupo, por compromisos anteriores y con la poca anticipación para pedir permisos, solo pudimos ir Juanjo, Nuri, Bego y yo. Ni Carlos ni Mónica nos pudieron acompañar.

La casa era relativamente grande, pero llegaría bastante gente y había pocas estancias privadas.

Edu nos recibió y nos dijo, mirando sobre todo a Juanjo y riéndose un poco "prepárate". Luego nos indicó un dormitorio estupendo, el que usaban sus padres, donde podríamos pasar la noche, con baño y sauna privados y además una impresionante mini-piscina en la terraza.

Sentíamos bastante curiosidad por conocer al resto de los invitados, "jet-set" había prometido Edu, un poco fantasmón, pero no nos costó mucho – la botella de cava que bebimos al llegar debió ayudar – acordar que ese dormitorio iba a ser nuestro refugio.

Después de esa primera botella de cava, llegó otra, como por arte de magia. Juanjo dice que magia no fue, que estaba ya en hielo, junto con otras, y que la abrió él, pero yo no lo recuerdo (la amnesia selectiva tiene la ventaja de hacer más interesantes los recuerdos).

La piscina de la terraza tenía una vista impresionante. Me quité la ropa y me senté en el borde, con los pies colgando en el agua cálida y una copa en la mano.

Unos minutos más tarde, alguien más salió a la terraza donde yo estaba. "Silvia está aquí" gritó hacia dentro. Era Juanjo. Me metí en la piscina, sin que me diera mucho corte que me viera desnuda, pero por taparme un poco.

Casi enseguida subieron Nuri y Bego. Tras unos segundos de incertidumbre, tanto Juanjo como ellas se acabaron metiendo en el agua. Juanjo y Nuri desnudos como yo y Bego en biquini. Edu llegó pocos minutos más tarde y también se unió a nosotros, desnudo dentro del agua.

La piscina era pequeña y como a todos nos llamaba la atención lo mismo, el ombligo de Nuri con su piedra preciosa y había confianza, la avasallamos a preguntas.

"¿Qué es?" le preguntábamos.

"¿Dónde te lo has hecho?"

"¿Quién ha sido?"

"¿Lo notas mucho?"

"¿Se puede tocar?"

Juanjo, por mucho que se concentrara en la piedra que adornaba el ombligo de Nuri, o tal vez precisamente por eso, no podía evitar una erección impresionante, que también tenía su atractivo, aunque la intentase esconder.

"vamos a probar cosas poco a poco, no?" sugirió Bego, que era quien mejor organizaba las cosas incluso en esas circunstancias.

"OK, como qué?" accedió Juanjo.

"lo más ‘morbo’ es lo que lleva Nuri en el ombligo y la trempera de Juanjo, no?" afirmó más que preguntar Bego.

"si" dijimos al unísono Edu y yo.

"Quién quiere lamer el ombligo de Nuri y quién la trempera de Juanjo?" siguió Bego.

"Responde tu primero" dijo Juanjo enseguida.

"Yo he preguntado antes!"

Edu los interrumpió "el ombligo de Nuri" y yo no pude evitar unirme casi enseguida "el ombligo de Nuri!"

Muy pronto, Juanjo también admitió que él también prefería lamer el ombligo de Nuri (probablemente porque si fuera capaz de lamer su propia erección ya no hubiese estado allí esa noche).

Hasta Bego acabó diciendo muy poco después que, si había que hacerlo de verdad, ella también prefería lamer a Nuri. Juanjo no se destrempó por eso y, pudimos ver como, bajo el agua, a Edu la situación también le iba produciendo ese mismo efecto estimulante.

El ombligo de Nuri. La orgía que se armó por eso.

Nuri recibió esas muestras de entre curiosidad y lascivia con buen humor. Hizo que su cuerpo flotara sobre la superficie de la piscina exhibiéndose. Su cara, sus pechos, el piercing de su ombligo, ese imán para nuestros ojos, su pubis rubio de corto cabello rizado apelmazado por el agua y la parte superior de sus muslos bronceados, sobresalían del agua.

Bego hundió su cabellera negra bajo el agua y pegó sus labios al ombligo de Nuri. Las largas piernas morenas de Bego y su bikini blanco flotaban cerca de mi.

Bego era alta, morena, de cuerpo delgado, todavía no muy desarrollado en sus formas, pero estilizado y atlético. Atrapé una de sus piernas y empecé a lamerla. Cuando mi lengua llegó a su vagina, la oleada de calidos humores que invadió mi boca me invitó a profundizar aun más dentro de su coño.

Edu me masturbó con dedicación. Sin mucha imaginación, pero sus dedos constantes masajeando mi clítoris me fueron excitando. A punto del orgasmo, casi le grité que me lamiera, pero se limitó a incrementar la velocidad en la que sus dedos me follaban.

Las caricias de mi lengua eran bien recibidas por las morenas nalgas de Bego que se estremecían al sentir como mis labios y mis dedos le proporcionaban un orgasmo brutal.

Durante ese tiempo, Juanjo había logrado enlazarse en un 69 con Nuri que había hecho que ella se corriera lanzando sus jugos en su boca mientras tragaba el semen que explotaba de su pene estimulado a partes iguales por la machacona mano de Nuri y por su lengua recorriéndola desde los huevos hasta la punta.

Los labios de Nuri todavía rezumaban un poco de leche de Juanjo y su mano le estaba tocando la polla, acariciándole lentamente.

Cansadas y corridas, el morbo que daba el ombligo de Nuri me volvió a tentar, pero al final no conseguí que confesara ese día de donde lo había sacado ni lo que significaba. Tardaríamos un tiempo en saberlo, pero no iba a ser aburrido.

Ese fin de semana, se suponía que debíamos haber estado estudiando. El resultado de los exámenes de la semana, fue desastroso. Nos tocó ir a revisiones, sin muchas esperanzas, aunque al final algo sacamos.

Se lo contaremos en próximos relatos.