El olor de aquel chaval IV
Cuando pensé que había tocado el cielo del morbo con aquel chaval me di cuenta que no era cosa de él. Estaba aprendiendo que era lo que realmente me ponía a mil en sexo: me estaba gustando complacer a machotes cachondos que solo buscaban su placer.
Lunes por la mañana y ya llevaba dos reuniones aburridas. La tercera era con Don Iñaki. El principal cliente del laboratorio en que yo trabajaba y por tanto una vaca sagrada; todos eran puntuales en esas reuniones y la gente se afanaba en participar para intentar destacar. Sin embargo le responsable de la cuenta era yo y lo había conseguido en base a la confianza que había conseguido de él y que hizo ver al dueño del laboratorio.
Hay estaba con su discurso mensual: tan engominado, tan encorbatado y tan tieso que cada vez que me daba por pensar en que si se enterara que me estaba follando a su hijo, diez años menor que yo, pensé por lo menos tendría que irme del país. No quiero pensar si llega a conocer los detalles morbosos. Seguía hablando aburriendo a las piedras y de vez en cuando me miraba y sonreía. Cosas de las conexiones neuronales por mi cabeza mientras tanto pasaba la imagen de su hijo follándome mientras un amigo se mastubaba viéndonos por cam.
Tuve que bajar pronto a la tierra porque la reunión se acababa y yo llevaban un rato sin enterarme de nada. Al final Don Iñaki se dirigió a mí - Tengo que pedirte un favor. Mi mujer se ha empeñado que le trajera estas cosas a Iñaki pero no va a volver hasta las 5 y yo tengo que salir de viaje. Espero que no te importe pasarte y asi hechas un vistazo a ver la pocilga dónde se ha metido mi hijo y con quién comparte la casa-. Y con un golpecito en la espalda y sin esperar respuesta se fue en busca de mi jefe.
Como comprenderás el resto de la mañana la pasé caliente perdido recordando los pocos encuentros que había tenido que aquel chaval delgaducho y soso.
Por la tarde no tuve que ir a trabajar porque mi jefe sabía del particular encargo y también me indicó. -Oye cuida del chaval ese que Don Iñaki nos los agradecerá: a ti y al laboratorio. Ya sabes que está algo preocupado por él. Por esa pinta que lleva, los piercing y que no acaba de tener una novia formal- Y con una palmadita, la segunda del día me impulsaba a pasar la tarde con el chaval. Si no supiera que no era la intención diría que me estaban empujando a él.
Pocos minutos antes de las cinco iba camino de su casa y recordé a su compañero con aspecto marroquí. Recordé el olor de sus slips verdes que encontré en el baño. Y más cachondo todavía seguí mi camino.
Ante la puerta quise que quién me abriese fuese él para poder verlo de nuevo. Faltaban cinco minutos para las cinco así que supuse que Iñaki no habría llegado todavía. Tomé y aire y llamé a la puerta. No abría nadie. A la tercera se abrió la puerta y un chico de unos treinta años se estiraba mientras casi tenía los ojos cerrados.
¿Tú eres el colega de Iñaki?- y me abrió la puerta. Entendí que sería otro compañero de piso y supe que le habría estropeado la siesta. Llevaba un pantalón gris de trabajo, una camiseta azul marino y ¿botas de seguridad?. Aquella cara entumecida y el pelo alborotado no dejaba duda de que estaba durmiendo supongo que con las botas puestas.
Aquí no ha salón así que puedes esperar en la habitación de Iñaki- y señaló la puerta levantando el brazo y dejando salir una mata de vello negro por la manga estirada de su camiseta. Después desapareció.
Ya solo en la habitación de Iñaki noté como respiraba muy agitado por la excitación. El colega marroquí estaba muy bueno pero éste era completo. Tenía cara de cabrón, facciones muy marcadas y unas largas patillas. Era bastante alto y corpulento y a pesar de todo yo prefería a Iñaki y su olor a machote que me tenía cerdo perdido cada vez que lo recordaba.
Me acomodé en la silla del escritorio de Iñaki. Allí estaba todo su mundo. Sus posters, sus libros, su ordenador… y joder sus botas de futbol unas medias azules y gastadas saliendo de ellas. Palpitaciones otra vez.
A punto estuve de ir a cogerlas pero sonó la puerta de la entrada y después silencio. Ahora si el compañero había salido de nuevo a currar, entonces estaba solo. Esperé entonces un tiempo prudente y cuando no pude más, con la puerta entreabierta, me eché sobre su almohada y empecé a tener sus primeros aromas. Levanté el edredón que estaba hecho un nudo sobre la cama y seguí oliendo sus sábanas intentando reconocer el olor sus axilas, sus pelotas y demás. De pronto me encontré con que la sábana azul tenía una macha blanquecina. Seguro que su leche. Controlé la puerta de la habitación y me lancé a oler el lefazo que seguro que Iñaki lanzó haciéndose una paja en la cama.
Continúe examinando la habitación y volví a ver las medias azules y las botas bajo una mochila. Me agaché a cogerlas y con cuidado las extraje de la bota como si fuera una prueba policial. Estaban viejas y arrugadas y muy usadas. Cuando las olí me lleve una hostia impresionante de olor. No sé cuándo las habría usado aquel cerdo pero olían a pies más que otros calcetines usados de Iñaki. Cogí la bota y me la coloqué en la nariz obteniendo también un aroma a macho aunque menor que el de las medias.
Sabiéndome solo me decidí a pajearme rapidito para aprovechar el momento y al coger la otra bota, vi que había un par de más de botas y medias junto a otra mochila. Éstas eran del 42 como usaba Iñaki. ¿Entonces de quién eran las primeras medias que había esnifado? Joder acababa de oler las botas de futbol usadas y las medias de un tío que ni conocía. Era una cerdada pero me puso más cachondo. Cogí un par de medias de cada uno y pude reconocer los de Iñaki por su perfume más leve y olor característico. Me estaba convirtiendo en un especialista en los olores aquel chaval.
Allí estaba yo en su cuarto, de rodillas, con los pantalones por los tobillos y haciéndome una paja con las medias de futbol de dos tíos. Creía que aquello era la ración de morbo del mes.
¿Qué coño estás haciendo? – dijo desde la puerta de la habitación recién despierto otra vez el compañero de piso que me miraba con cara de asco pero con una buena tienda de campaña sobre el pantalón de trabajo. Joder estaba harto de leer situaciones así en relatos porno pero ¿Cómo me podía estar pasando a mí?. No conseguí más que balbucear pero otra vez durante ese día nadie esperaba a que me pronunciara.
Cierra la puta boca que tengo prisa. Vamos a hacer una cosa Iñaki no tiene porqué saber que su colega es una cerdo que pajea con sus calcetines usados… ¿Me sigues? Ven a mi habitación y hazme una mamada rápido y esto queda entre tú y yo, tron- A estas alturas le podía distinguir hasta el capullo sobre el pantalón ajustado.
Pensé rápidamente qué hacer y además del calentón que llevaba no quería involucrar a Iñaki del que su compañero igual no sabía que zumbaba también a tíos.
Le seguí hacia su cuarto intentando tranquilizarme porque al fin y al cabo después del susto era una pedazo de tío el que me había pillado y la resolverlo seguro que no eran tan desagradable.
Cerró la puerta de su habitación y se sentó sobre un escritorio. Me ordenó acercarme un arrodillarme. Lo de la falta de tiempo debía ir en serio. Me restregó contra su pantalón y pude notar por primera vez un poco el olor a pelotas sudadas de aquel machote.
- ¿Así que eres un guarro que te gusta pelártela con los calcetines de Iñaki? – Me miraba con cara de cachondo y divertido a la vez. –Quítame una bota-. Me sorprendió su orden y me puse a descalzarlo rápidamente que todo los cientos de metros de cordones me dejaron. Joder debía calzar un 44 por lo menos. Llevaba un calcetín gris bastante viejo. No perdí el tiempo y me puse a masajearlo mientras comenzaba a oír sus gruñidos. Parece que le estaba gustando la experiencia. Después me lo metí en la boca y saboreé aquel pedazo de pie de currante que seguro había llevado las botas desde la mañana. Me lo metí hasta la campanilla y el cabrón se retorció. Le quité el calcetín por el talón y poco a poco lo fue acercando a la puntera que todavía estaba en mi boca. – Entre los dedos- me indicó. Así que tras fijarme en su bonito pie cuidado engullí el dedo gordo pasando la lengua entre cada uno de sus dedos donde el olor y algo el sabor crecía. Mi polla estaba a reventar y me la saqué para pajearme mientras pasaba la lengua por el centro de la planta y notaba como se retorcía. Después haciendo casi una contorsión me metí su talón en la boca. Me la llenaba entera y el cabrón empujaba más a fondo. Tenía la mandíbula a punto de desencajar pero me daba igual. De reojo pude que se la estaba pelando no se desde cuando así que intensifiqué las lamidas y con ellas sus jadeos hasta que sin esperarlo un chorros de leche brotar de polla y saltar hacia mi cara, su pie y su pantalón. El cabrón se había puesto tan cerdo comiéndole el pie que había corrido. Ahora con el pie me intentaba dejar la leche que tenía en él en la cara para limpiárselo. – Buahhh tío. Me ha encantado la cerdada. Me he puesto como un perro. Oye y no te preocupes que no me voy chotar de nada. Tú has cumplido con tu parte.- Ahora la mirada era tierna y exhibía una gran sonrisa. Le di las gracias y me abrió la puerta indicándome dónde estaba el baño. De camino pensaba que no me hubiera importado catar su polla oscura y aquellos cojones mojaditos de sudor de la siesta.
En la última hora me había pajeado con los calcetines de tres tíos y necesitaba correrme. Y también limpiarme porque llevaba la cara impregnada del olor a su pie y su leche. Con esos pensamientos iba yo cuando se abrió la puerta del baño y salió el que suponía sería el segundo compañero de piso, el morito.
Llevaba solo una toalla y el vello del pecho y de los sobacos le brillaba por el sudor. Tras él un reguero de ropa en el suelo del baño. Parecía venir del trabajo e ir a ducharse. Cuando nos encontramos en la puerta me sonrió – Hola. Voy a ducharme pero me falta el gel- Yo le respondí la sonrisa y le pedí usar un momento el baño. Al pasar a mi lado dejándome acceder me dijo – Es la segunda vez que te veo en la puerta del baño con la cara llena de leche.- Me quedé petrificado y cerré la puerta del baño para lavarme la cara y de paso morirme de vergüenza.
Con el agua me bajó algo la calentura pero no lo suficiente como para no fijarme en los slips de color indeterminado que había en el suelo. Los cogí un momento y vi que estaban mojados por la leche reciente y todavía olorosa. Era un corrida enorme con la había mojado los slips por todas partes. Al morito le debía gustarle meneársela antes de la ducha.
Llamaron a la puerta y los dejé en el mismo sitio. Abrí el pestillo y el tío entró como “si fuese su casa”. Se quitó la toalla y me enseñó en enorme rabo oscuro con algo de fino vello por el pubis. De su capullo todavía salían unas gotas de leche. Si pretendía provocarme lo estaba consiguiendo. Se metió en la ducha y abrió el agua pero sin correr la cortina para que lo pudiera ver. El muy cabrón no se cortaba un pelo y me miraba sonriente.
Yo no sabía si salir corriendo o ponerme de rodillas y él tampoco hacía ningún gesto hasta que de su rabo comenzó a salir una cascada amarilla cada vez más intensa. En vez de sujetársela dejaba que la polla morcillona fuese de un lado a otro meándose los pies, las rodillas, los muslos. Cuando terminó me dijo –Ven y límpiamela, lo estás deseando- Y supongo que era verdad porque como sonámbulo me acerqué al él, me agaché y lamí su capullo del que salieron las última gotas. Después me lo metí en boca notando también el sabor a sudor del rabo pero lo que no olvidaré fue la hostia a pelotas sudadas que me llegó a la nariz cuando conseguí comerme su polla entera. Por dos o tres veces me la metí hasta el fondo y cuando empezaba a ponerse dura me separó cogiéndome de la cabeza. Se quedó quietó como escuchando. – Vete, hay gente fuera e igual te están buscando. No quiero líos.-
El sonido del exterior del baño era más intenso y pude distinguir la voz de Iñaki. Sin tiempo de lavarme de nuevo salí del baño pero antes le miré una vez más metido en la bañera, sudoroso y meado. Me guiño un ojo y cerré la puerta.