El Oficinista
Hay algo inusual en el día laboral de Raúl, su mente parece estar más dispersa de lo usual y una visita al baño le depara una desagradable sorpresa.
“Raúl, quiero esos reportes mañana. Nada de excusas.”
“Téngalo por seguro, señor Holi”
Métaselo por el culo, viejo idiota, pensó Raúl para sus adentros. Hizo una mueca de dolor, su propio culo se sentía adolorido… ¿pero por qué? Se levantó y salió de su estación de trabajo para dirigirse al baño. Si alguien lo hubiera visto detenidamente habría notado la sutil protuberancia que se asomaba por la parte trasera de sus apretados pantalones negros cada vez que caminaba, así como el muy ligero vaivén de caderas que parecía haber adquirido en las últimas semanas, muy inusual en su persona para quienes lo conocen.
Encerrado en uno de los cubículos del baño fue que Raúl se llevó su primer sorpresa, al descubrir las bragas rosas de encaje que usaba por ropa interior. ¿Qué estaba pasando? Él siempre usaba boxers holgados, y no habría usado tal ropa interior ni aunque su novia se lo hubiese pedido. Además, no cabía duda que recordaría haberse puesto algo así. Un mareo le sobrevino y tuvo que sostenerse de una de las paredes para no perder el equilibrio.
¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué no lograba recordarlo? Y sin embargo… había algo interesante acerca de aquellas bragas tan femeninas. No las podía explicar, pero tampoco podía negar que ahora que las tenía, se sentía… lindo. Pasó la mano por ellas, eran suaves… ojala hubiera un espejo dentro del cubículo del baño, le gustaría verse de cuerpo completo.
Sacudió la cabeza. Algo no estaba bien. Las tiraría ahí mismo, la idea de que alguien en la oficina pudiese darse cuenta de alguna forma era simplemente impensable, así que no había otra cosa que hacer más que deshacerse de ellas aunque ello significara tener que estar el resto del día sin ropa interior.
Las bajó bruscamente, pero al inclinarse sintió nuevamente una punzada de dolor en su culo. Puso su mano en él, y descubrió con horror su segunda sorpresa del día.
“¿Qué chingados…?”
Algo plástico sobresalía de su culo. El contorno era redondo, formando una base delgada sobra la que había un tronco más delgado que se perdía en el interior de su ano. Aunque no pudiera tocarlo, podía imaginar que dentro de él el objeto tenía una forma expandida que impedía saliera por su apretado y adolorido agujero.
Y adolorido es como estaba. ¿¿De qué forma no podría haberlo notado?? Era imposible ignorar que uno tiene un butt plug en el culo, puta madre, qué chingados tiene que hacer una cosa así en su culo, ¡¡EN SU CULO!!
El pánico se empezaba a apoderar de él. Agarró el objeto que invadía sus entrañas y jaló con fuerza para extraerlo, pero esto sólo le causó otra punzada de dolor. Su ano jamás había sido tocado, nunca nadie había puesto un dedo en él (¡ni se lo pondría!) y ahora éste objeto, que de alguna forma había entrado a él, simplemente no salía.
Un par de minutos se empeñó en su tarea, pero se detuvo en seco al escuchar que alguien más entró al baño. Se mantuvo absolutamente quieto en la posición como estaba, inclinado hacia adelante con ambas manos en el objeto que invadía su trasero; las pisadas se acercaban, y vio unos zapatos negros por debajo de la separación del cubículo que ocupaba, quedando parado en los mingitorios vecinos. Un zipper bajó.
Raúl se mantuvo inmóvil, con los ojos cerrados con fuerza, mientras escuchaba el chorro de líquido cayendo sobre agua. Sentía que si hacía cualquier sonido que llamara la atención sobre él haría saber a su vecino de la situación en la que se encontraba; sabía que la idea era ridícula, no podría verlo a través de las paredes, pero no podía quitarse la idea de la cabeza. Vete de aquí, vete de aquí…
El líquido disminuyó su flujo hasta ser sólo unas cuantas gotas. Una vez más se escuchó el sonido de un zipper, seguido de la pisada de un zapato. Pero la otra no llegó, una carcajada ocupó su lugar.
“¡JAJAJAJA! Hey, amigo, ¡Bonitas bragas! ¿Eres la misma talla que tu novia? ¡JAJAJA!”
Sintió su rostro enrojecer y apretó aún más los ojos. Reconocía la voz, sabía era Carlos, aunque le parecía que Carlos no le había reconocido a él o lo habría llamado por su nombre. ¿Pero cómo se había dado cuenta…? No acabó la pregunta en su mente, abrió los ojos y tuvo la respuesta: las bragas rosas estaban en sus tobillos, sobre su pantalón bajado. ¿Por qué no se lo quitó cuando pudo?
En cuanto Carlos salió del baño, Raúl se subió las bragas y el pantalón. Aún estaba siendo sodomizado por aquel objeto, aún tenía aquella ropa interior femenina, pero estaba bien, sólo aguantaría unas horas y se lo quitaría en casa, no son tan malos. Abrió la puerta del cubículo y vio su reflejo en el espejo del baño. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué diablos pasaba por su cabeza al pensar que iba a estar así en la oficina?
Está bien, es solo un par de horas más…. ¡Un par de horas! ¿Por qué habría de…? No, no, está bien, está bien… iba y venía entre una y otra idea, pero la idea de simplemente dejar las cosas como estaban tenía un inexplicable atractivo, era sencillo, sólo necesitaba relajarse y dejarse llevar…
La cabeza le dolía tanto como el culo. Se mojó la cara, respiró hondo y poco a poco se calmó, sumido en pensamientos agradables. Se sentía aletargado, como si una nube se hubiese colado a su mente y nublado todo.
Cuando salió del baño ya no pensaba en lo ocurrido ahí, estaba pensando en los reportes que necesitaba acabar para el día de mañana. El Sr. Holi no era un hombre paciente, y ahí estaba él, esperándolo en su escritorio.
“Raúl, pasa a mi oficina por favor.”
No estaba de ánimo para escuchar lo que fuese a decirle el Sr. Holi, sólo quería llegar a casa, quitarse la ropa, quizá depilarse, nunca lo había hecho antes pero últimamente lo había pensado.
Las pláticas motivacionales del Sr. Holi solían ser largas y aburridas, le adormilaban y temía que incluso había llegado a quedarse dormido por unos instantes en un par de ocasiones, pero el viejo lobo no parecía haberlo notado siquiera, enfrascado como estaba en su tediosa plática. Aun así, no podía arriesgarse a quedarse dormido frente a él de nue…
“Lupus”
La mirada de Raúl se veía perdida y desenfocaba. El Sr. Holi sonrió para sí.
“Raúl, haz favor de cerrar la puerta. No queremos interrumpir el trabajo de los demás…”