El Ocaso l: Reacción En Cadena
Hay días malos... y otros peores...
El Ocaso l: Reacción En Cadena
-¿Me extrañas? –Dijo con una voz seria y cruda. Su penetrante mirada me helaba la piel.
-¿Cómo me preguntas eso? ¡Claro que si! ¿Acaso no ves como estoy? –Grité. Me sentía en una especie de juego macabro, no sabia como había llegado a ese lugar en el que irónicamente había estado muchas veces, pero no tenia ni idea de donde era.
-Pues no parece –Musitó con desprecio. –Yo te veo perfectamente, te ves FELIZ sin mi… ¿Tan poco te importa que ya no este a tu lado? –El matiz de su voz subió de golpe. Sus ojos escupían un vaho de rabia que no comprendida.
¿Qué mierda esta pasando aquí? –Me pregunté mientras intentaba enfocar mis pensamientos. Respiré hondo y comencé a ver a mí alrededor. Nos encontrábamos en una especie de montículo rodeado de grandes arboles. No había mucho viento, pero el ambiente era frío. Sus labios tenían una pequeña tonalidad azulada y su cuerpo no paraba de tiritar.
Estábamos a escasos centímetros el uno de otro, a pesar de que su semblante no irradiaba cosas positivas, me resultaba imposible sentir ese extraño e involuntario revoloteo en mi estomago y unas inmensas ganas de abrazarlo.
-¿Hay alguien mas, verdad? –Formuló expectante y en un inesperado acto me tomó con fuerza y me acercó a él, obligándome a mirarle – ¿Quién es, eh?... ¿Lo conozco?
-¡No!... ¡No hay nadie más y nunca lo habrá!… Yo solo te quiero a ti, ¿Por qué carajos no lo entiendes? –Mi voz se quebró y sentí como poco a poco mis ojos se iban humedeciendo. –Abrázame... por favor, te necesito –Le imploré. Guie mis brazos hacia su cuerpo y me aferre a su ancha espalda.
-¡Suéltame! –Gritó molesto –No te creo nada… Eres patético, nadie te amará como lo hago yo… ¡Nunca!, ¿Entiendes?... Eres de mi propiedad, me perteneces ¿Y sabes por qué?, Porque cada vez que besas a alguien piensas en mi, cada vez que tocas a otro, anhelas que fuera yo… y admítelo, no haz dejado de pensar en mi ni un solo día desde que me fui… ¿O me equivoco, cariño?
Tomó mis brazos que rodeaban su cuerpo y los apartó con brusquedad, se acercó a mi y rozó sus helados labios con los míos… –Eres mio, ¿Comprendes?... Nadie te querrá jamás como yo lo hago, no busques mas, solo espérame, solo un poco mas… –Murmuró tiernamente mientras me acariciaba la mejilla.
-Aún lo hago, créeme… ¡Aún te espero cada maldito día de mi vida! –Musite entre sollozos mientras lo veía alejarse poco a poco. Una sonrisa de dibujo en su rostro y se detuvo para observarme una vez mas.
-Eso espero… Matt
-Matt… pzzz… Matt… Despierta, ya es tarde…
-No, no te vayas, quédate conmigo, por favor.
-No, claro que no me iré… pero si no te apuras, llegaremos tarde al colegio.
-¡¿Qué cosa?! –Abrí mis ojos de golpe y me incorpore rápidamente.
-¡¡Aaauch!! –Exclamamos los dos al unísono –Tabita, ¿Qué demonios haces tu aquí? –Dije ofuscado y cubriéndome con las sabanas.
-¿Cómo que, que hago aquí?, ¿Quién fue el que me suplicó que viniera a recogerlo porque le da miedo ir solo al colegio? ¿Eh? –Respondió ella sobándose la cabeza por el golpe que nos habíamos dado y con tono burlón.
-Ah, es verdad… Creo que fui yo, pero no es miedo… solo estoy nervioso por ser el primer día –Reímos.
-Si, claro… ¡Mentiroso!, anda apúrate que no podemos llegar tarde por nada del mundo –Me urgió mientras me sacaba la lengua. Tomé mi toalla y por primera vez agradecí que el baño de mi habitación contara con ducha propia.
Tabita:
No pude evitar mirar a Matt mientras se despojaba de su pijama para entrar en la ducha, desde que tengo uso de razón he estado enamorada de él y por si fuera poco el hecho de que hemos sido los mejores amigos desde el prescolar, su confesión de que era gay hace poco mas de un año hizo que quedara completamente resignada a ser solamente su amiga.
Entre nosotros hay una confianza enorme, no hay algo que no sepamos el uno del otro y el hecho de vernos en ropa interior o hablar de cosas privadas no es algo raro entre nosotros. Matt suele ser menos cohibido que yo a la hora de mostrar su fisionomía, como ahora lo hacia al semi-desnudarse frente a mi con una dulce sonrisa en sus labios y observándome fijamente.
Él es un chico de estatura un poquito mayor a la promedio y de unos profundos ojos ámbar que llegan a enamorar si los ves por un tiempo prolongado. Además, al ser de una familia adinerada y superficial, desde pequeño fue forzado a asistir a toda case de clubes deportivos y por ende posee un cuerpo bien formado que rara vez le gusta presumir.
Aunque sus padres son personas bastante presuntuosas y arrogantes, Matt no es como ellos, ya que según me cuenta el y lo que yo misma he observado, sus padres se la pasan viajando o en reuniones importantes, por tal motivo desde pequeño fue educado por la servidumbre de su enorme casa y la humildad que le inculcaron esas personas, es una de sus mayores virtudes.
Yo al contrario soy súper insegura, ya que mi cuerpo no es del todo digno de admirar. Soy llenita, no gorda ni flaca, pero al contrario de los chicos, un cuerpo así en una chica es motivo suficiente para acomplejarnos, además, por la genética de mi familia tengo una cabellera extremadamente rizada que tampoco ayuda mucho al querer pasar desapercibida. Lo único que no me desagrada de mi, son el par de zafiros que tengo bajo las cejas, es así como Matt les llama a mis enormes ojos azules.
A todo esto, mi punto fuerte es al momento de expresar lo que siento o digo, ya que por lo regular soy yo quien toma la iniciativa a la hora de hablar de nuestros problemas, ya que si de Matt se tratase, preferiría callarse todo lo que le sucede. Cuando esta conmigo es un chico tierno y dulce, pero en ambientes donde haya mas personas como en la escuela o en alguna fiesta, suele ser muy serio y hasta cierto punto frío con las personas de su alrededor y no es para menos…
-¿Aun tenemos tiempo, arbusto? –Lo escuché decir desde el interior de la ducha junto con el correr del agua estrellarse sobre su cuerpo, provocándole uno que otro gemido de sofoco.
-No me llames arbusto, no es mi culpa que mi cabello luzca como tal… y si, aun hay algo de tiempo… MATEO –Entoné entre risas, ya que Matt odia que lo llame por su nombre de pila.
-Vale, vale, de igual forma me apuro, solo prométeme que no me llamaras Mateo en el colegio, odio mi maldito nombre –Reímos.
-Si tú prometes no llamarme arbusto, con gusto –Exclamé gentilmente.
-¡Trato hecho! –Gritó entusiasmado.
La delgada y casi transparente cortina de la ducha que cubría el cuerpo de mi amigo dejaba poco a la imaginación, así que decidí usar un rato su ordenador para evitar pensar en cosas fuera de lugar.
-Matt, encendí tu ordenador… pondré algo de música ¿Vale? –Le grité a media voz mientras buscaba el reproductor de música.
-Vale no hay problema…
Abrí el reproductor y comenzó a sonar “Wonderwall” de Oasis, Matt comenzó a tararear la canción e inconscientemente comencé a hacer lo mismo mientras veía cosas triviales en el ordenador. De pronto, el nombre una carpeta llamó mi atención… “F & M”, sabia perfectamente lo que contenía y la curiosidad terminó por vencerme, confirmando mis sospechas al ver su contenido.
-¿Qué tanto haces chica afro? –Gritó Matt mientras salía de la ducha con su toalla amarrada por la cintura y secándose el cabello frente al espejo.
-¿Eh?, nada, nada –Contesté nerviosa.
-¿Las viste, verdad? –Me cuestionó con voz seria y viéndome por el reflejo del espejo.
-Si… discúlpame –Afirmé apenada. –No debí hacerlo, de verdad lo siento...
-No importa poodle –Exclamó serenamente. Posó sus manos sobre el lavabo y dio un gran suspiro… – ¿Sabes?, ayer las vi por largo rato antes de dormir… –Confesó con una voz apagada y triste.
-Quizá sea por eso que aun sigues soñando con el, ¿No crees? –Musité tímidamente. Matt se giró rápidamente y me observó con asombro.
-¿C… c… como sabes eso, eh? –Me cuestionó dubitativo y con molestia en su voz. Sus ojos se tornaron tristes y comenzó a respirar agitadamente.
-Hablas mientras duermes… –Le dije a secas. –Y después te levantas de golpe y embistes con tu enorme cabeza todo a tu paso. –Sonreí dulcemente y puse mi dedo índice sobre mi frente, donde ya palpaba una leve hinchazón.
Matt me correspondió la sonrisa y se volvió para seguir alistándose. Si hay algo que mi amigo no tolera es hablar por mucho tiempo sobre “él”. Su recuerdo o con el simple hecho de mencionar su nombre provoca algo muy extraño en Matt y a pesar del año y medio que ha pasado desde el suceso, mi querido amigo no ha logrado superarlo…
-Creo que ya estoy listo… Tabita, ¿Estas bien? –Dijo con voz neutral, provocando que regresara a la realidad.
-¿Ah?... ¡ah!, Si… estoy bien… Creo que me contagiaste tus nervios, es todo –Fingí una risilla tonta y me levante de la silla.
-¡Pues vámonos!, Pipe nos debe estar esperando… Se ofreció tanto que no pude decirle que no –Contestó mientras revisaba por última vez su mochila y se la colgaba en los hombros. Bajamos rápidamente las amplias escaleras y nos adentramos en el corredor.
-¿A dónde y con tanta prisa Señoritos? –Emitió una dulce voz con tono maternal.
-¡Nana! ¡Buenos días! –Gritó efusivamente Matt y corrió a darle un tierno beso a Adriana, el ama de llaves y prácticamente la madre de este.
-¡Buenos días Señora! –Dije mientras me acercaba lentamente a ellos.
-Buenos días mis niños, Felipe ya los está esperando en el auto pero antes les prepare sus almuerzos –Anunció Adriana mientras nos entregaba una mochila pequeña a cada uno.
-¿Y no tienes una de esas para tu propio hijo? Yo también muero de hambre –Manifestó una familiar voz que me hizo sonrojarme inmediatamente.
Felipe o Pipe como todos lo llaman es el chofer de la familia de Matt y el único hijo de Adriana, tiene 19 años y es lo bastante lindo como para enamorar a cualquiera que hable con el por mas de cinco minutos. A pesar de las diferencias de edades entre nosotros, somos muy unidos, él quiere a Matt como a un hermano y en más de una ocasión nos ha sacado de algún apuro.
-¿Quién lo diría?, los pequeñines ya han crecido bastante ¿Verdad Má?, recuerdo como si fuera ayer cuando el pequeño Mateo corría solo en calzoncillos por toda la casa y la linda Tabita le seguía el paso con todo su cabello lleno de césped y su carita llena de tierra del jardín –Narró pipe con su agradable voz y con su bonita sonrisa que hacia que sus expresivos ojos negros se cerrasen casi por completo.
Matt y yo nos miramos y comenzamos a reírnos de los nervios, Pipe me miraba raro… por alguna extraña razón, me hacia sentir especial.
-Si, es verdad… Siempre extraño sus risas y la alegría que le daban a la casa –Comento Adriana con nostalgia. – ¿Qué les paso a los dos eh? Y a su otro amigo, el que venia muy seguido con ustedes, ¿Cómo se llamaba…? Ah si, ¡F…!
-¡Ya es hora de irnos! –La interrumpió Pipe casi gritando –Vamos chicos, caminen, caminen que se nos hace tarde…
Mateo:
El comentario de mi Nana me había descolocado por completo pero como siempre, Pipe llegaba justo a tiempo para sacarme de situaciones incomodas como esa. Jamás le he contado sobre ese tema, pero en mas de una ocasión me pilló deprimido y por mas que quería evitar hablar de “él” e incluso ocultar que su ausencia era la culpable de mi tristeza, Pipe llegó a sacar sus propias conclusiones de lo ocurrido. A pesar de que nunca me lo preguntó directamente, sus consejos giraban en torno a no aferrarme a las personas y de que si sufría por alguien más, solo envenenaba mi alma y su recuerdo se ennegrecía y cosas así.
Nos encontrábamos en el auto y el ambiente se respiraba algo tenso, Tabita y Pipe iban en estado de “Mute”, pues no abrían la boca para nada cuando la verdad es que nunca paran de hablar, así que no me quedo de otra que romper el hielo para demostrarles que todo estaba bien.
-¿Llovió? –Pregunté al echar un vistazo por la ventanilla y ver grandes charcos a los costados de la calle.
-¿Hablas enserio?, Anoche calló un diluvio y por poco se inunda la cuidad –Respondió Pipe algo sarcástico y sonriéndole amablemente a Tabita.
-¡No seas exagerado! –Respondí tajante.
-Él habla enserio –Contratacó Tabita –El aguacero duró parte de la noche y casi toda la madrugada, ¿En serio no te diste cuenta? Había truenos y todo eso…
-¡Pues como iba a escuchar! –Comenzó de nueva cuanta Pipe con su tono burlón –Anoche se la paso escuchando música a todo volumen y…
-¡Cállate! –Grité.
Ambos se giraron y me observaron con asombro, no quería que Pipe le contara a Tabita que había estado llorando y conmiserándome toda la noche; A pesar de que ella sabe más que nadie todo lo que me ha pasado, eso es un tema del que no me gusta hablar e intento dejar en el pasado así que giré mi cabeza hacia la ventanilla para ignorarlos. Pipe y Tabita aun me observaban con intriga, estábamos por cruzar una avenida cuando de pronto…
¡Pipe Cuidado! –Grité rotundamente mientras lo zarandeaba para que pusiera su vista en el volante.
Sammuel:
♫ That may be all I need
In darkness, she is all I see
Come and rest your bones with me
Driving slow on Sunday morning
And I never want to leave ♫
Me dirigía a mi primer día clases en el Colegio Leandro Vilches, una institución privada donde según mi padre egresan los ganadores. Todos los progenitores de mi familia desde que tengo uso de razón han estudiado allí, y el hijo menor del Señor Balladares no podía ser la excepción.
Entonaba “Sunday Morning” y aunque era lunes, la canción me gustaba para este día, ya que por alguna extraña razón siempre me subía los ánimos y mas cuando caminaba por las solitarias calles de esta nueva cuidad.
Mis padres se divorciaron cuando aun estaba en el vientre de mi madre, por esa razón fui el único de mis hermanos que vivía en el extranjero con ella. Hace dos años mi madre me confesó que había acordado con mi padre que cuando tuviera edad para ingresar al colegio “Leandro Vilches” debía irme a vivir con él y mis hermanos hasta que culminaran mis estudios allí… Me negué, por su puesto.
Yo nací y crecí junto a mi madre y su nuevo esposo, a mi me encantaba vivir con ellos, me agradaban mis amigos y mi entorno en general… Yo era feliz allá. A mi padre lo veía muy de vez en cuando y si tenía suerte en vacaciones o en navidad, por eso no tenemos muy buena relación y al menos en mi caso yo lo veo como un completo extraño, aunque la verdad es que él se esfuerza mucho por ganarse mi cariño.
Ahora estoy a un par de meses de cumplir dieciocho, ya que duré casi dos años en decidirme a mudarme con mi padre y estudiar en donde a él se le diera la gana arraigarme. Mis dos hermanos mayores ya culminaron sus estudios y ya hasta comenzaron a hacer su vida, así que tampoco tengo mucha convivencia con ellos, por eso es que no quería venir desde un principio, pero en fin… El mes y medio que llevaba radicando en la cuidad me había mentalizado en tratar de ver las cosas con buena cara y esforzarme lo mejor que pudiera en el colegio, ya que según yo así se pasa mas rápido el tiempo.
Las enormes murallas con fachadas coloniales del Colegio Leandro Vilches se asomaban a unas cuantas calles, cerré mis ojos un momento e inhale gran cantidad de oxigeno, que a esa hora de la mañana y tras una noche lluviosa era totalmente fresco y relajante.
Seguí caminando unos cuantos metros más y justo cuando estaba por cruzar la calle un veloz e imprudente auto deportivo pasó a escasos centímetros de mí, por suerte logre dar un paso atrás antes de que me embistiera, pero el conductor también reacciono a tiempo y freno en seco, provocando que el enorme charco que estaba al costado de la calle me bañara por completo.
-¿Qué esperas Pipe?, Mueve esta cosa… ¡Rápido! –Escuché gritar una ronca voz desde el interior del vehículo.
El auto se puso en marcha y lo vi alejarse rápidamente. Estaba ensimismado, me sentía estúpido y patético, mi casa estaba algo retirada de donde me encontraba y sabía que faltar al primer día de clases me traería problemas y no solo con los profesores, sino también con mi padre.
Me quite mi abrigo y el sweater del uniforme escolar, quedándome solamente con la delgada camisa de color blanco que no se encontraba tan mojada como el resto de mi ropa. Suspire fuertemente, sonreí y retomé mi andar tranquilamente hacia el colegio, mi día había comenzado mal, pero no por esa razón debía dejar de sonreír… ¿Cierto?
Mateo:
-¡Hay pobre chico!… –Exclamó Tabita con voz lastimosa. –Al menos lo hubiéramos acercado a algún lugar ¿No te parece?... ¡Tonto Insensible! –Finalizó mientras se hincaba en el asiento y miraba hacia atrás con nostalgia.
-No seas dramática Tabita, ni si quiera se mojó… ¿Verdad Pipe? –Contesté tratando de aguantarme la risa. Pipe me observó seriamente y fijó su mirada en el volante sin decir más.
-En ocasiones llegas a ser un completo imbécil… ¿Sabes? –Musitó Tabita mientras se cruzaba de brazos y miraba en otra dirección.
-¡Jódanse! –Murmuré y me coloque mis auriculares.
Después de un rato Pipe se estaciono cerca de la entrada del Colegio y se despidió de nosotros. El lugar era imponente, estaba rodeado por unas enormes murallas de roca y las pesadas puertas de acero llegaban a intimidar. A las afueras del recinto ya había muchos estudiantes, algunos lucían nerviosos como nosotros y otros ya comenzaban a socializar y a hacer pequeños grupitos para no entrar solos.
-¿Vas a venir? –Formuló Tabita a media voz.
-Si, si… ¡Ya voy! –Replique tímidamente.
Nos adentramos y comenzamos a buscar nuestra clase. Las estructuras del plantel estaban bien distribuidas, por lo que no tardamos mucho en encontrarla.
-1°”B”... Es aquí –Anuncié mientras me ponía mi capucha y me adentraba en el salón de clases sin llamar mucho la atención. Tabita corrió tras de mi y nos sentamos al final de la primera fila.
A los pocos minutos nuestros demás compañeros fueron llegando así como la profesora. Con mi capucha cubriéndome la cabeza no se notaba que traía mis auriculares puestos, además evitaba mirar a mis otros compañeros, nunca he sido muy sociable que digamos y con todo lo ocurrido entre ayer y hoy no tenía la más mínima intención de hacer contacto visual con nadie.
La profesora se presentó, dio los puntos a evaluar en la asignatura y otro blah, blah, blah que no escuché. De pronto note algo raro en el aula… Los pocos murmullos que escuchaba de mis compañeros y la chillona voz de la profesora se callaron de pronto. Me descubrí un poco la cabeza y me gire para ver a Tabita, quien mantenía un semblante ensimismado que poco a poco fui notando en mis demás compañeros.
-¿Qué demo…? –Alcancé a pronunciar cuando no vi a la profesora en el aula y que todos mis compañeros comenzaron a parlotear y a mirar hacia afuera. Me quite mis auriculares y poco a poco fui comprendiendo todo.
Las mujeres hablaban de un chico… Lo idolatraban más bien y sus caras de estúpidas denotaban que debía ser alguien muy “especial”. Los hombres por su parte, murmuraban cosas más interesantes, escuché a uno decir que era un chico mayor y que seguramente estaría perdido, a otro recalcar que era el hijo de un famoso y adinerado arquitecto de la cuidad y cosas así…
-¿Tu también?, ¿Que demonios te pasa aquí, eh? –Me dirigí a Tabita burlándome de su cara. Parecía que había visto a un fantasma, pues de tan atónita que se encontraba hasta tenia la boca entre-abierta.
Este misterioso chico había desatado una reacción en cadena en todos mis compañeros, por tal motivo y aunque no lo quisiera, comenzaba a intrigarme un poco toda esta situación…
-Guarden silencio por favor –Sentenció la profesora. –Es hora de las presentaciones, su compañero por haber llegado tarde será el primero en presentarse ante ustedes, prepárense porque después de él le seguirían los de la primera fila, del último hasta el primero y así consecutivamente… ¿De acuerdo?
-¡Mierda! –Murmuramos Tabita y yo al unísono.
-¡Adelante!, ¡Entra!... No te quedes allí que te dará una hipotermia –Emitió la profesora con una estúpida risilla.
Un chico alto y con aire desarreglado entro en el aula, sus brillantes ojos verdes resaltaban de entre su blanco rostro y de pronto todo encajó. Tabita, quien se encontraba detrás de mí y en el ultimo pupitre me golpeó levemente el hombro para que girará a verla, cuando lo hice cabeceó en dirección al chico y levanto sus cejas como tratando de decirme lo que ya había deducido instantes antes.
-Bien, comienza que solo tenemos una hora… ¿Cuál es tu nombre? –Formuló la regordeta profesora dando pequeños saltitos de emoción.
-Mi nombre es Sammuel, mucho gusto –Emitió el lindo chico mientras sonreía alegremente a la clase y se sacudía el cabello que soltaba una que otra gota de agua.
-¡Que día tan mierda! –Suspire, me acomode mi capucha, mis auriculares y me sumergí en la banquita de mi pupitre lo mas que pude…
Continuara…
He aqui la nueva apuesta, no se si le sagrade, yo espero que si. Comenten y valoren y ya haber que pasa despues. Un abrazo... ♥
-Inexperto18
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