El nuevo mundo de Ana - I -

Ana aprenderá a vivir la vida intensamente, como nunca había imaginado.

Ana estaba muy contenta.

Por fin lo había conseguido. Después de muchas sustituciones y de dar tumbos por varios hospitales y de tres oposiciones, tenía plaza fija. Y  muy cerca de casa.

El viaje de novios había durado 15 días. En cuanto tuvo la notificación oficial de plaza y destino, se casó con Mario, el único hombre que había conocido. Salían juntos casi desde niños. Estaban hechos el uno para el otro.

Se duchaba despacio, sin prisa. Se preguntaba cómo sería su nuevo puesto en el que, posiblemente, pasaría años. No había pegado ojo en toda la noche; los nervios no le dejaron dormir. Se levantó muy temprano para estar a las 7:30 h en el Hospital Virgen de Las Mareas.

Desayunó y volvió a entrar al baño. Dichosos nervios. Con el Nissan Micra que le había regalado su padre cuando se graduó en la Escuela de Enfermería, tardó 17 minutos justos en llegar al aparcamiento del Hospital. Lo había medido. Estaba bien saberlo por si alguna vez iba justa de tiempo.

Siguiendo las instrucciones que había recibido, se presentó en Recursos Humanos. Le dio la bienvenida un hombre afable, de gruesas lentes y gruesa barriga y después de una larga perorata sobre Seguridad Laboral, le indicó quién sería su superior,  la enfermera jefa Dolores Reyes.

Tercera planta, segunda puerta a la derecha. Cuando se presentó en su despacho se sorprendió. Esperaba que no fuese tan joven. Sería unos 10 años mayor que ella, o por lo menos eso es lo que aparentaba, unos 36 tacos.

-        Llámame Lola. Todo el mundo lo hace. De momento ayudarás en quirófano. Estamos muy justos. Tu puesto está en Traumatología, con el Dr. Vega, pero está de vacaciones y no llegará hasta el 2 de Octubre. Allí estarás bien. Es un chollo. No sabes cuántas matarían por estar con Leand,…quiero decir el Dr. Vega.

A Ana le pareció percibir cierto rubor en el rostro de Lola. No estaba segura, pero el brillo en los ojos de Lola significaba algo. Claro que sonreía sin parar. Y hablaba sin parar. Le caía bien y pensó que la sensación había sido mutua.

Al descanso de ése primer día, Lola le llamó para tomar algo en la cafetería. No estaba sola, le presentó a Carmen, una chica con contrato de prácticas, de grandes ojos que no parpadeaban y que se asombraba por todo lo que veía. Ana se preguntaba si en su primer trabajo ella parecería tan novata. Seguro que si

.Lola había decidido marcar de cerca a sus dos “primerizas”. Tenía que ayudarlas a que todo fuese más fácil. Era su obligación.Lola nunca se había casado. Miraba a Ana con sana envidia. Feliz, entusiasmada con su trabajo, enamorada de un hombre que tenía para ella sola, inocente, un poco larga de piernas pero muy guapa y además…..y además iba a estar con Leandro. Esa idea no se la podía quitar de la cabeza.

Iban pasando los días y Ana se encontraba cada vez más a gusto. Le encantaba sus charlas con Lola y Carmen, aunque el lenguaje de Lola le chirriaba un poco. Tan directa y a veces tan bruta. Y siempre, siempre, la conversación terminaba en lo mismo: hombres y sexo. Y no de cualquier manera, sino al estilo de Lola, a lo burro. Pero Lola hablaba con tanta naturalidad que a Carmen y Ana no les quedaba más remedio que partirse de risa.

-        Mirar a esos dos. Si, -bajando la voz- a los de la mesa del refrigerador. Son de administración. Por separado no valen un pimiento, pero juntos…juntos….sí se les podría sacar provecho.

-        ¡¡Pero que dices!! ¿No has visto la barriga que tienen?

-        Si, pero tienen su punto. El de bigote tiene pinta de tenerla pequeña, pero para atrás puede valer mientras el otro hace el trabajo principal por delante.  Jajajajajaja A veces no queda más remedio que conformarse..Jajajajajajaja. ¡!Sólo de pensarlo se me mojan hasta los tobillos¡¡¡  jajajajajaja

Carmen no hablaba. Sólo miraba todo a su alrededor. Ana  nunca había conocido a nadie tan tímida. Tímida y delgada. Al principio creyó que era anoréxica, pero cuando la vio comerse sin pestañear 2 sándwich, uno de tras de otro, comprendió que era su naturaleza. Se convenció al verla desnuda en los vestuarios. Tenía un cuerpo proporcionado y atlético. Era  rubia y de piel muy clara. Le llamó la atención que tuviera el sexo depilado. Todo el conjunto le hacía parecer todavía más niña.

Según conocía a más compañeras, la curiosidad de Ana iba creciendo. Cuando se enteraban de que sería la ayudante del Dr. Vega, todo eran risitas y comentarios dobles. Había algo extraño, o al menos a Ana se lo parecía.

Un día Lola le presentó a una chica de Pediatría.

-        Ven, tienes que conocer a Susana. Es de tu promoción.

Susana y Ana intercambiaron besos.

-        Pues…me suena tu cara, pero no me doy cuenta.

-        Yo a ti sí te conozco. Ya eres famosa en todo el hospital. Vas a trabajar con “3 en 1” ¿no? Jajajaja..¡¡chica, que suerte!!

Lola le lanzó una mirada fulminadora, cogió a Ana del brazo y la arrastró con ella.

-        Tenemos prisa Susana. Ya nos vemos.

Cuando se habían alejado unos pasos,  Ana preguntó  ¿qué quiso decir con “3 en 1” ?

-        Nada…tonterías de la gente. Aquí la que no es idiota es idiota al cuadrado. Ni caso.

Pero Ana no paraba de darle vueltas en la cabeza. En cuanto llegó a casa buscó a Susana en la orla de graduación. Si, allí estaba. Con el pelo más corto y con aquellas gafas que resaltaban sus saltones ojos.  Ahora sí sabía quien era, ¡ La rana !

Nunca supo su verdadero nombre. Así que Susana era “La rana”. Estaba muy cambiada, sin gafas, con otro peinado y algo se había hecho en los ojos. Pero la boca seguía igual. De oreja a oreja. Eso la delataba. Haciendo memoria, la recordaba con aquellas patas de mango alicates, largos brazos y sobre todo muy, muy buena persona. Aguantaba las bromas, y a veces los abusos, con nobleza y buen talante. Nunca un mal gesto, nunca una mala palabra. A veces la había visto apartada, llorando en silencio.

Al día siguiente fue hasta Pediatría. Le podía la curiosidad. Fue fácil encontrarla.

Después de saludarse con más cariño que ayer y de un rato de charla, Ana se atrevió a preguntarle:

-        Eso del “3 en 1”… ¿Qué significa?

-        Ahh, pero ¿no lo sabes?... Era como conocían a Leandro en la Facultad. Allí le pusieron el mote las chicas y la verdad, por lo que sé de aquí, acertaron de pleno.

-        Ya, ya, pero ¿por qué?

-        Hija, ¿por qué va ser?. Imagínate. Según dicen, siempre, siempre garantiza 3 puestas de ojos en blanco de ella por una de él. Eso como mínimo, sino más.

-        ¿Puestas de ojos en blanco?

-        Orgasmos, hija, orgasmos. Que pareces tonta.

-        Ah, es eso. –Ana quedó pensativa- es que a mí lo del “3 en 1” me sonaba a lubricante, de esos que se echan a las bisagras y a las cerraduras.

-        Jajajajajajajaja.  Eso también ..jajajajaja  Si la chica le gusta, si se porta bien, le hace un “completo”.

-        ¿Un completo ?...no….no entiendo

-        Ana ¿De qué árbol te has caído?..Si, hija, siiiii, un completo .

El rostro de Ana le decía a Susana claramente que no le estaba entendiendo.

-        Pues ¿qué va a ser?. Un completo es cuando te follan la boca, después el coño y terminan dándote por el culo. Lo que se dice un trabajo bien hecho. Quedas “completamente ” jodida. ¿lo píllas?

Ana estaba petrificada. Nunca había imaginado que en la vida real se hiciesen aquellas cosas que se veía en las películas porno que, a veces, traía Mario.

-        De todas formas, no ibas tan descaminada. Al final, un poco de lubricante se agradece. Jajajajaja, Ya me entiendes. Jajajajaja.

El guiño de Susana y el gesto de complicidad que hizo, metiendo y sacando el dedo índice de una mano en el puño de la otra, no hizo más que aumentar el asombro de Ana.

-        En fin….a mí me parece un trato razonable. Jajajaja. Él te asegura gritar 3 veces como una perra y a cambio te la mete por los 3 sitios.  Hay que tener en cuenta que él sólo acaba una vez. Y como es en el culo, ni embarazos, ni condones, ni nada. Jajajajaja  Es muy práctico. Jajajaja. ¿no?

Ana caminaba por el ancho pasillo como una sonámbula  Si le parecía fuerte el vocabulario de Lola, el de Susana no se quedaba atrás.

Una vez más,  pasó la noche mirando al techo. Al techo y a su marido que dormía a su lado ignorando que ahí afuera había un mundo desconocido para ellos. Se quedó un buen rato observándolo fijamente.  Sentía que Mario la amaba, lo sentía cada día,  en su voz, en sus gestos, en los detalles y ocurrencias que a veces tenía y que Ana no sabía de dónde los sacaba.

Como aquella vez que  en la cama, por la noche, la sorprendió con un regalo.

-        ¿Y esto?  Si no celebramos nada.

-        Que estamos juntos y somos felices ¿te parece poco?.  Ábrelo.

Era lo último que Ana se podía imagina. En un blister, entre cartón y plástico apareció un enorme consolador, oscuro y con gruesas venas. En la parte de atrás tenía un alojamiento con tapa que debía ser para poner pilas.

-        ¿Qué es esto Mario?

Ana soltó el blister como si le hubiera dado un calambre

-        Pues…qué va ser, mujer…ya lo ves.

-        ¿Para qué lo queremos?

-        Es un juguete de ayuda. Para que seas más feliz.

-        Ya soy feliz y no necesito ninguna ayuda y menos de ese tipo. No sé cómo se te ha ocurrido.

-        Cariño, escucha….perdóname. Pensé que te ayudaría a tener algún orgasmo.

-        ¡Pero si los tengo¡

-        Si, ayudándote con la mano por delante.

Mario, con infinita ternura, le envolvió la cara con las manos y la obligó a mirlo a los ojos.

-        Se que no soy buen amante. En realidad, debo ser malísimo. No sé nada de sexo. Sólo te he conocido a ti y ni siquiera he ido una sola vez a putas como han hecho todos mis amigos. Y sé que tengo poca cosa.

-        ¡Qué tontería¡ ¿Cómo sabes eso?

-        Porque veo a los demás en los vestuarios del trabajo. No quiero tu condescendencia. La tengo pequeña y ya está. No pasa nada. Estoy hecho a la idea y me acepto como soy. Yo no tengo problema, y no quiero que lo sea para ti, ni que nos impida ser felices.

-      Pues ya está. Asunto resuelto. Porque yo tampoco tengo problema y soy feliz así. Puedes devolverlo o tirarlo. No lo quiero para nada.

Ana se había vuelto a meter en la cama dándole la espalda y tapándose hasta arriba en claro gesto de disgusto y dejando el asunto zanjado.

Ahora, mirando de nuevo al techo, se le nublaba la vista, humedecidos los ojos por unas lágrimas rebeldes que Ana no supo explicar. Quizás no era tan feliz.

Continuará.......si así lo queréis.