El nuevo masajista

El nuevo masajista logra quitarme el dolor de espalda y... algo más.

Llevaba varios días con un gran dolor de espalda y cervicales, ya que pasaba demasiadas horas todos los días sentada delante del ordenador. Decidí que ya era hora de llamar por teléfono a mi masajista para darme una sesión "descontracturante". Llevaba más de un mes sin ir por allí y me chocó el no reconocer la voz al teléfono:

Centro de masaje, buenos días

Hola..buenos días…¿Álvaro?

No, no soy Álvaro, soy Luis. Soy el nuevo masajista, espero también poder servirte.¿En qué puedo ayudarte, quieres una cita?

Sí, claro. Soy María Torres, soy paciente habitual del centro. Suelo ir una vez al mes

Espera María, te paso con Álvaro para que te dé cita. Encantado de conocerte

Igualmente Luis, chao.

Luis tenía una voy juvenil y bastante agradable, digamos que muy sensual. Me llamó la atención y despertó mi curiosidad, para qué engañarnos. Me habían dado cita para el día siguiente y reconozco que deseé que me tocara el nuevo masajista, y claro, me puse mi ropa interior más sexy, por si acaso

Llegué al centro y me abrió mi masajista de siempre. "Mierda", pensé, "no me toca el chico nuevo"

Pasa María, te voy a presentar a Luis. Hoy estoy muy liado y te dará él el masaje. Espero q no te importe

Claro que no, mientras que me quite estas contracturas y me deje relajada

De pronto entré en el gabinete y allí estaba Luis. Me quedé paralizada y con cara de idiota. Era muy atractivo, de complexión fuerte y me miró de una forma que me dejó KO. Me dio dos besos, muy cerca de las comisuras de los labios, mientras que su brazo rodeaba mi cintura. No es que fuese un comportamiento muy profesional, estoy segura de que en otra situación me habría quejado y le habría dado un corte, pero es que aquel chico me estaba dejando hipnotizada.

Luis olía genial, a ese aroma del aceite que utilizan los masajistas. Me acompañó hasta la camilla y me pidió que me desnudara y me quedara sólo con las braguitas. Mientras tanto él salió de la habitación, diciéndome que volvería en un minuto.

Me quité la ropa, revisé mi ropa interior y mi depilado…"tenía que estar perfecta". Me tumbé en la camilla y al mirar hacia la puerta me di cuenta de que no estaba cerrada. La puerta estaba encajada y pude ver como Luis me observaba desde fuera sonriendo. Le devolví la sonrisa mientras que notaba como comenzaba a calentarme. ¡La cosa se ponía interesante!

Luis entró, se echó el aceite de eucalipto en las manos y comenzó a darme el masaje en la espalda, centrándose en cada zona tensa y dejándomela relajada. Poco a poco fui notando como iba cambiando la intensidad del masaje y comenzó a darlo mucho más lento y suave. Aquello parecía que dejaba de ser un masaje terapéutico y se convertía en algo mucho más sensual y Luis se afanaba en acariciarme con sus dedos la piel de mi espalda y cuello.

Estaba muy pegado a la camilla, con su pelvis muy cerca de mi cara y los pantalones de lino blanco que llevaba delataban que tenía una erección. Esa imagen de su paquete abultado comenzó a excitarme y noté como me iba poniendo húmeda. La excitación que empezaba a envolverme hizo que me costara trabajo permanecer quieta, y me moví ligeramente en la camilla.

María, ¿estás bien? Te noto un poco inquieta

Mmmm sí, bien estoy. Antes te pillé observándome mientras me desnudaba

ya…y ¿te molestó?

No, no me molestó para nada porque…- en ese momento Luis puso un dedo sobre mis labios

Shhhhhhhhh, relájate ¿vale?

Me incorporé levemente sobre la camilla, por lo que Luis pudo ver mis pechos con mis pezones que comenzaban a ponerse erectos. Tomé el dedo que había puesto sobre mis labios y lo introduje en mi boca, lamiéndolo lentamente como si fuera un pene.

Te he dicho que te relajes María. Si eres buena, hoy te daré un masaje especial. Relájate y déjame a mí – Me decía con una sonrisa seductora

Luis comenzó a acariciarme los costados mientras que me besaba en la espalda. El roce de sus labios sobre mi piel provocaba que se me erizara toda la piel. Subió a mi nuca y comenzó a besarme el cuello. No sé cómo, pero de pronto me dio la vuelta, poniéndome boca arriba en la camilla.

Siguió besándome los pechos, alternando labios y lengua, rozando mis pezones con la punta de su lengua, mientras que sus manos iban bajando hacia mi entrepierna. Conforme iba acercándose a mi sexo yo me ponía más y más caliente. Él empezó a acariciarme, haciendo unos movimientos increíbles al tocar mi clítoris. Me llevaba una y otra vez al borde del orgasmo y eso me gustó. En mis relaciones sexuales es algo que sólo lo consiguen las chicas, nunca lo había conseguido un hombre, por lo que me tenía al borde de un ataque. Parecía que sabía justo cuando iba a llegar y entonces paraba. No sé cuánto tiempo me tuvo en ese estado. Sólo sé que en un determinado momento miró el reloj que había en la pared y dijo:

¡Uys! Sólo quedan dos minutos para que llegue la siguiente paciente.

En ese momento subió la intensidad de la frotación en mi clítoris, mientras que me besaba salvajemente. Supongo que lo haría para ahogar los gemidos que se me escapaban, porque realmente gritaba como las actrices de las pelis porno…todo un espectáculo.

Un gran orgasmo intenso hizo que explotara de placer, dejándome en aquel momento exhausta y, por supuesto, bastante relajada.

Es la hora. Vístete…¿Nos vemos la semana que viene?

Claro, por supuesto, ahora mismo le pediré cita a Álvaro para la semana que viene

Sólo contaros que, bueno, antes iba mensualmente al masajista pero llevo dos meses que pido cita semanalmente. Y mi novio dice que él piensa que no tengo tan mal la espalda…Inocente.