El nuevo cantante (3)

Y entonces, mirándome con mucho misterio, me dijo: ¡Ten cuidado! Daniel es maricón.

El nuevo cantante: Parte 3

Hubo mucha noche, sí. Y muy poco sueño. Pero al amanecer, sobre las diez, dejé a Daniel durmiendo y me levanté con cuidado.

¿Dónde vas? – me dijo -, estoy despierto.

Voy a preparar un buen desayuno. ¿Prefieres zumo o café?

Bueno… te prefiero a ti.

Eso me gusta – le dije -, pero habrá que reponer fuerzas ¿no? Entra en el baño, si quieres, antes de tomar el desayuno.

Y estaba yo preparando algunas cosas, cuando apareció (aún húmedo y fresco) y me tomó por la espalda y puso su barbilla en mi hombro:

¿Cuándo empiezan esas galas tan urgentes? – me preguntó -. Me da la nariz de que vamos a tener que ensayar mucho.

Eso creo – le dije -, tenemos pocos días de ensayo. El domingo descansamos y el jueves habrá que salir temprano y almorzar en el camino.

Se sentó en una de las sillas y esperó a que le sirviese el desayuno, me miró pícaramente y me dijo:

Ahora estaremos mucho tiempo juntos. Aprovecharé el domingo para ir a ver a mi madre y a mis tíos y decirles que tengo trabajo.

Y llegó el domingo y se fue a su casa, pero no me dejó el número de su teléfono, así que pasé el día encerrado y pensando en él.

El lunes y el martes fueron los ensayos normales, pero el miércoles no aparecía nadie por el local y me puse a limpiar mi guitarra y a cambiarle las cuerdas. Entonces, se abrió la puerta y entró Curro, nuestro baterista, y se sentó junto a mí.

¿Quieres cerveza? – me dijo -; traigo una litrona para quien la quiera.

Y no dije nada, sino que seguí limpiando mi guitarra y, después de unos momentos de silencio, tosió Curro y me dijo un poco cortado:

¿Sabes? Tengo que decirte un secreto, pero no se lo digas a nadie, joder.

Soy una tumba, tío – le dije -, si es secreto, es secreto ¿no?

¡Claro! – dijo muy seguro -, si no supiera que eres una tumba no te lo diría.

A ver, tío – me enfadé -, o me dejas limpiar esto o me dices el secreto.

Y entonces, mirándome con mucho misterio, me dijo:

¡Ten cuidado! Daniel es maricón.

Me noté el calor subir por el cuello hasta la garganta. Curro tenía novia y estaban preparando su piso para casarse y, para colmo, odiaba a los maricones. Disimulé un poco y le dije:

¿Ah, si? Y eso es malo. Y ¿cómo lo sabes?

Joder, tío – me dijo dejando la botella en el suelo -, ¿es que no has visto cómo se mueve y las miradas que echa?

Y pensándolo un poco, le di la respuesta que me parecía mejor:

Mira, Curro, si se mueve así o asá no me importa. Se mueve de puta madre para ser el solista de la orquesta. Y si mira como tú dices… pues mejor, tío. Un cantante tiene que ser sexy.

Ya, tiene que ser sexy – respondió -, pero a lo mejor te tira los tejos algún día.

Solté mi guitarra en su estuche, lo cerré bien y me fui hacia la puerta:

Mira, tío – le dije -, si me tira los tejos, ya soy muy mayorcito para saber lo que tengo que decirle.

Me fui corriendo al coche, pero no tenía su teléfono y sentí que iba a llorar. No sabía qué hacer hasta que alguien golpeó el cristal. Era Daniel sonriente. Le abrí la puerta y se sentó a mi lado y, sin esperar a otra cosa, le dije:

Alguien me ha dicho que tenga cuidado contigo, que eres maricón.

¿Queeeeee? – me miró asustado - ¿Qué soy maricón? ¿Y tú no lo sabías?

Sí, sí, Daniel – le dije sin mirarle -, pero no sabía que fueses un maricón que hoy se acuesta con este y mañana con el otro. No juegues con mis sentimientos, ¿vale?

Espera, espera, tío – se puso nervioso -, ya sé a qué te refieres. Puedo demostrarte lo que pasó.

¿Lo que pasó? – me quedé de piedra - ¿Lo que pasó cuándo?

Fui a Martínez Campos – me dijo -. Allí cerca viven mis tíos. Al salir del metro vi que venía Curro andando. Me invitó a unas cañas…. Ya sabes.

¡Hijo de puta! – le grité - ¡Te la has montado con un tío que tiene novia y odia a los maricones! Reza, porque soy yo el director de la orquesta y lo que me importa es cómo cantas. Si Curro fuera el director ya te habría mandado de patitas a la calle después de follarte.

No, no – me dijo asustado -, puedo demostrártelo. Déjame demostrártelo. No lo vas a creer. Por favor, puedo demostrártelo.

No – le dije -, me parece que no lo voy a creer.

(Continúa)