El novio infiel

Un novio infiel con su esposa recibe un castigo ejemplar

Me case felizmente con María hace ya como 10 años. Éramos una pareja muy feliz al principio hasta que yo empecé a visitar locales de strip-tease y a salir con prostitutas. Antes de conocer a María ya hacía todas estas cosas y pensé que al casarme nunca más lo haría, pero no pude resistirme. Al poco tiempo de casarme empecé a aburrirme de estar siempre con la misma mujer, no sé porque, María siempre me daba lo que le pedía sexualmente y nuestra vida sexual era plena, pero yo necesitaba hacerlo con distintas mujeres, no me conformaba siempre con la misma. Cada vez empezaron a ser más frecuentes mis aventuras extramatrimoniales.

Un día María me siguió en una de mis salidas y me descubrió en un local de strip-tease, estaba yo solo, sentado en primera fila y vino ella y se sentó a mi lado. Aquello fue el principio del fin. Me volví a casa con ella y por el camino me sinceré y le conté toda la verdad. Ella no paraba de llorar y yo me sentía cada vez peor conmigo mismo. El daño que le hice era irreparable y no pude más que pedirle perdón un millón de veces. Ella no me miraba ni a la cara y entre sollozos no se hacía otra pregunta "¿Por qué?". Yo no sabía que contestarle, ella me satisfacía plenamente pero yo necesitaba estar con más mujeres, no lo podía remediar. Muy enfurecida empezó a gritarme, no sin razón, y yo no podía más que agachar la cabeza y entonar el "mea culpa". Al final le prometí que nunca más lo haría y ella me dijo que si lo volvía ha hacer alguna vez iba a pasar el resto de mi vida arrepintiéndome de haberle hecho tanto daño. Todo quedó ahí y dejé de estar con otras mujeres que no fuese María.

En nuestro cuarto aniversario de bodas María tuvo guardia en el hospital en el que trabajaba y no pudimos salir ha cenar aquella noche pero yo decidí celebrarlo de una forma muy especial. Había pasado mucho tiempo desde que María me descubrió en aquel local y yo ya no podía aguantar más, rompí mi promesa, María no se iba a enterar porque tenía que trabajar toda la noche así que decidí ir al mismo local en el que ella me descubrió. Vanesa era la dueña del local de strip-tease y conmigo siempre había tenido un trato especial. Cuando volvía a casa después de haber pasado casi toda la noche con Vanesa me hice la promesa de que no volvería ha hacerlo nunca más. Y así fue, nunca más engañé a María.

Después de nuestro cuarto aniversario, empecé a notar algo extraño en el comportamiento de María. Ella comenzó a ser más tierna conmigo pero a la vez nuestra vida sexual se fue deteriorando, cada vez lo hacíamos con menos frecuencia y ella ya no cumplía mis fantasías sexuales. Yo pensé que con el paso del tiempo todo volvería a ser como antes pero me equivoqué. María era cada vez más tierna y dulce conmigo pero en el terreno sexual se había vuelto muy evasiva. No sé si fue su comportamiento o qué, pero empecé a perder yo también el deseo. Alguna vez pensé en satisfacer mi apetito sexual lejos del hogar ya que María no lo hacía, con el riesgo de volver a ser descubierto, pero nunca lo hice. Me contagié de su pasividad con respecto al sexo y llegué a perder el apetito completamente. Nunca me apetecía hacerlo y María no hacía nada por volver a despertar mi deseo. Ella me trataba con muchísimo cariño pero sin tocar nunca el tema del sexo. No sé porque razón cada vez me sentía mucho más cariñoso, quizás la falta total de sexo me hacía sentirme así. Cada vez necesitaba más y más su afecto, sus caricias, sus mimos,… Yo ya no sentía ninguna necesidad sexual, mi libido estaba completamente apagada.

María había sido capaz de transformarme en un ser asexual gracias a sus mimos y caricias, la verdad que yo ya no quería otra cosa, mi mentalidad estaba cambiando y María sabía cómo satisfacerme. Todo empezaba a parecerme extraño. Yo nunca la comentaba nada sobre mis nuevos deseos pero ella sabía cómo complacerlos. Me empezó a tratar con un cariño desmesurado pero yo no me sentía incomodo, al contrario, me encantaba ser tratado de esa manera. Yo nunca había necesitado tanta atención y eso me empezó a mosquear. La verdad que María me trataba como a un rey, siempre tenía puesta toda su atención en mí y yo se lo agradecía. Quizás tantos años de convivencia nos estaban cambiando pero cuando se lo comentaba a mis amigos me decían que a ellos no les pasaba nada parecido. Yo ya no sabía que pensar pero la verdad que me empezaba a gustar todo aquello. Dejé de darle vueltas al tema y me dejé arrastrar por mis sentimientos. Cada vez necesitaba más las caricias de María y ella no me las negaba. Mi visión global de las cosas empezó a transformarse y empecé a sentirme muy extraño conmigo mismo. A cada momento me veía sorprendido por alguna duda y cada vez eran mayores mis dudas. Me parecía estar hundiéndome en un mundo diferente y extraño. Y de pronto me di cuenta que mi relación con María estaba cambiando, ahora me pasaba todo el día hablándole de mis extrañas sensaciones, de cómo todo a mi alrededor se estaba transformando y María me escuchaba y me daba consejos para todo. En vez de una pareja parecíamos dos amigos, no parábamos de contárnoslo todo y la verdad que María se convirtió en un gran apoyo para mí. No sabía porque ahora necesitaba de ella a todas horas. La verdad que me entendía a la perfección, ella era la única persona que de verdad sabía cómo tratarme y eso hizo que empezase a dejar de verme con mis amigos, ya no me sentía identificado con ellos, mis necesidades eran otras muy distintas a las suyas y solamente con María me sentía tranquilo. Ella me daba todo lo que le pedía y todo lo que necesitaba.

Toda mi vida giraba entorno a María y cada vez éramos más amigos que cualquier otra cosa. Deje de sentirme atraído sexualmente por ella. Eso me hizo reflexionar y se lo comente a ella. Me dijo que a ella le estaba empezando a pasar lo mismo pero culpó a nuestros años de convivencia de responsables de nuestra falta de atracción sexual, terminó diciéndome que a ella no le preocupaba lo más mínimo. Yo me sentí más tranquilo al saber que nos pasaba lo mismo. Pero eso solamente fue el principio, ella y yo nos empezábamos a parecer cada vez más y más. Mis sentimientos y mis emociones habían cambiado y nadie como ella para satisfacerme en todo momento. Nos habíamos hecho inseparables, yo solo me sentía tranquilo a su lado. Yo también sabía cómo se sentía ella a cada momento y me di cuenta que lo sabía porque yo conocía esos sentimientos, los vivía tal y como los vivía ella. Eso me preocupó bastante y se lo dije a María, me estaba convirtiendo en otra persona, muy parecido a ella, mi forma de pensar y de sentir se asemejaban más a las de una mujer que a las de un varón. Ella me tranquilizó diciéndome que no era ningún problema que empezase a comportarme como mujer. Me dijo que quizás yo guardaba en lo más profundo de mí ser a una mujer y empezaba a manifestarse. Eso me llenó de dudas y de temores, no podía ser, yo era muy macho y había estado con muchas mujeres, era imposible que María tuviese razón, lo que me pasaba era debido a la falta de sexo en mi vida y nada más. Se lo dije a María y se ofreció a volver a tener sexo conmigo para que me quedase más tranquilo pero fue mucho peor de lo que me esperaba. La primera noche que María y yo retomamos nuestra vida sexual, fue un calvario para mí. No podía follar con ella, comprendí que había perdido el apetito completamente, mi mujer no me ponía y el mundo se me vino encima. Ella tenía razón, algo me estaba transformando en otra persona y me propuso algo que despejaría mis dudas por completo. Me propuso pasar un fin de semana como mujer y después de esos dos días mis dudas desaparecerían.

El viernes por la tarde después de trabajar María me cedió todas sus pertenencias, durante dos días íbamos a compartir todas sus cosas y me debía olvidar de todo lo masculino. Me llevó al baño y me depiló todo el cuerpo, no dejo ni un vello en mi cuerpo después fuimos a la habitación y me dejo elegir mi vestuario. Me enseñó a ponerme unas medias negras, después me dio unas braguitas y un sostén que tenía sin estrenar y me los puse, María rellenó el sostén con papeles dejándome unos pechos perfectos, termine poniéndome una falda corta blanca y una blusa violeta muy entallada, María sacó unos zapatos suyos con bastante tacón y me hizo ponérmelos, yo no podía caminar pero ella me enseñó ha hacerlo con mucha naturalidad. Me hizo sentar en su tocador y empezó a maquillarme, después me puso anillos, pulseras y un collar muy bonito, con su cepillo me hizo un peinado lo más femenino posible y me levanté para verme de cuerpo entero en un espejo, lo que sentí es indescriptible, me acepté sin reparos y se lo hice saber a María, ella me miró muy sonriente y entre lagrimas me dijo que ella también me aceptaba como mujer, no puso ningún inconveniente. Mi nueva mentalidad se identificaba más con la imagen del espejo. Me pasé todo el fin de semana viviendo como una mujer y María se convirtió en mi instructora. La experiencia fue gratificante, descubrí mi nueva identidad, me gustaba mi nueva identidad, me sentía feliz y muy a gusto siendo una mujer y comprendí que mi futuro empezaba a dar un giro de 180 grados.

Yo seguía siendo hombre en el trabajo pero en casa me transformaba en mujer, así estuve hasta que mi contrato laboral finalizó y me quedé sin empleo. María me propuso empezar a vivir como mujer siempre hasta que me hubiese transformado completamente, no necesitaba buscar trabajo, con mis ahorros y su apoyo económico podía estar viviendo sin trabajo hasta completar mi transformación y después podía empezar a buscar trabajo pero ya como mujer. La idea me convenció y acepte su propuesta. Lo primero que hicimos fue preparar una habitación para mí. Ya no viviríamos como pareja sino como amigas y necesitaba una habitación para mí. Ya nunca más me acostaría con mi esposa, María dejaba de ser mi esposa pero se convertía en mi amiga. Elegí un nombre para mi nueva vida: Laura. A partir de ese momento empecé a ser Laura y me olvidé de mi pasado. Nos deshicimos de todas mis pertenencias masculinas, ya no las iba a necesitar nunca más y María me regaló un conjunto de falda y blusa para empezar a llenar mi armario. Con esa ropa me arreglé con ayuda de María y fuimos las dos de compras. Fue la primera vez que salí a la calle como una mujer y aunque al principio pasé bastante miedo y vergüenza, María me ayudó mucho y terminé sintiéndome muy cómoda entre la sociedad siendo mujer. Me compré todo lo que iba ha necesitar en mi nueva vida. Desde ropa y calzado hasta cremas, maquillajes y bisutería. Lo ordené todo en mi nueva habitación. Fui a una peluquería de señoras y me hicieron un corte se mujer, me tiñeron el cabello de rubio y me pusieron pendientes, me hicieron la manicura y la pedicura y una limpieza facial. Salí de allí como una reina. Me habían transformado en una mujer guapísima, María casi ni me reconoció cuando llegué a casa. Mi nueva imagen lo decía todo. Nadie podía dudar al verme. Yo era una mujer y además muy guapa. María no dejaba de enseñarme todo lo relacionado con mi nueva vida y con el tiempo consiguió hacer de mi una mujer. Aprendí a moverme, a gesticular, a caminar, a hablar, a sentir, a comportarme como una autentica mujer. Todo lo que fui había desaparecido y me resultaba imposible volver a ser aquel machito. Mi transformación llegó a tal punto que nadie dudaba que yo fuese mujer y que un día fui un hombre.

Pero algo pasó que comprendí todo lo que me había pasado durante todo este tiempo. Un día noté que mis pechos estaban creciendo, yo todavía no había empezado a tomar hormonas así que no podía ser pero empecé a observar mi cuerpo muy minuciosamente y lo noté extraño, estaba como desfigurado. Todavía no tomaba hormonas así que lo normal es que todavía tuviese un cuerpo masculino pero no era así. Empezaban a aparecer rasgos femeninos en él. Caderas más anchas, había perdido muchísima masa muscular, mi pene tenía un tamaño muy reducido. Algo raro me estaba pasando y empecé a caer en la cuenta. Se lo comenté a María y ella se puso muy nerviosa, me pidió hacer una llamada y esperar a alguien que nos sacaría de dudas. Mi sorpresa fue mayúscula cuando llamaron al timbre y apareció por la puerta Vanesa, la dueña del local de strip-tease. Entre las dos me descubrieron toda la verdad. María se hizo muy amiga de Vanesa después de descubrirme en su local. María no se fiaba de mí y Vanesa paso a ser su cómplice. Si alguna vez me veía aparecer por su local, Vanesa debía informar a María y eso hizo cuando el día de nuestro cuarto aniversario aparecí por el local de Vanesa. Esta le contó todo a María, todo lo que habíamos hecho y María cumplió su amenaza. "Iba a pasar el resto de mi vida arrepintiéndome de haberle hecho tanto daño". María, que es doctora y trabaja en un hospital empezó a administrarme hormonas femeninas mezcladas con mi comida. María nunca me dijo que sabía lo de mi escapada al local de Vanesa así que nunca sospeché nada. María se encargaba de hacer de psiquiatra conmigo para que yo fuese aceptando los cambios psicológicos que empezaron a transformarme. Y terminaron contándome el final de su plan. Yo seguiría con mi tratamiento hormonal, pero ahora sabiendo yo también lo que tomo en cada momento. Vanesa estuvo en el lugar donde yo trabajaba y habló con mi jefe, me dijo que le pidió que me despidiese y aunque este estaba muy contento con mi rendimiento acabó cediendo ante los encantos de Vanesa. Cuando yo termine con mi tratamiento y luzca unos bonitos pechos y un cuerpo femenino completamente formado empezaré a trabajar en el local de Vanesa como chica strip-tease, ya que tanto me han gustado siempre esas chicas, entre las dos me iban a convertir en una de ellas.

Después de un año, desde que me enteré de todo, tomando hormonas mi cuerpo era completamente femenino. Cabello larguísimo rubio, pechos gigantes para los de una mujer de mi complexión, nada de masa muscular, cintura de avispa muy delgada, caderas bastante anchas, culito perfecto y piernas bien torneadas. Me hice la depilación laser y ya no me crecía el vello en ninguna parte de mi cuerpo. Mi pene había tomado unas dimensiones minúsculas y no respondía a ningún estímulo, solo servía para orinar. Después de todo este tiempo viviendo como mujer me había convertido en toda una señorita. Me comportaba como una autentica mujer, me resultaba prácticamente imposible volver a ser hombre, eso me quedaba ya muy lejos y no recordaba nada de mi antigua personalidad. Cuando María y Vanesa me lo contaron todo decidí seguir adelante porque ya vivía como mujer, me sentía a gusto como Laura y no quería volver a ser hombre pero lo de trabajar con Vanesa me lo tenía que pensar. Cuando por fin mi cuerpo estaba completamente formado y todo el mundo me veía y me trataba como mujer decidí pasarme por el local de Vanesa y hablar sobre el trabajo que me ofrecía. Yo andaba muy mal de dinero y Vanesa me ofreció cobrar bastante más de lo que cobraba en mi anterior trabajo como hombre así que acepté. Me presentó a Lucía y me dijo que ella se iba a encargar de convertirme en una autentica bailarina de strip-tease. Después de un par de meses de aprendizaje me había convertido en una autentica bailarina de strip-tease. Me movía muy sexy sobre el escenario y mi debut fue un éxito. Todos los hombres presentes en la sala no dejaban de meterme billetes en el tanga y en el sostén. Me sentía como una diosa ente todos aquellos desalmados. Todos besaban mis pies y me deseaban. Me había convertido en una de las chicas que tanto deseé tener entre mis brazos cuando yo fui hombre. Al final de mis bailes siempre termino en alguna de las habitaciones del local con alguno de mis clientes. Me he convertido en adicta al sexo. Como mujer soy más apasionada y disfruto más del sexo. Necesito todos los días sentir sus enormes penes dentro de mi culito o en mi boca y tragarme todo su semen, algo de lo que también soy adicta. Ellos pagan por mis servicios y es un dinero extra que me embolso aparte de lo que cobro como bailarina. Con todo el dinero que llevo ganado completé mi transformación y me operé. Ahora tengo una magnífica vagina por la que soy penetrada cada noche. El ser penetrada como una mujer por mi vagina me hace sentir un placer que nunca antes había conocido como hombre, es algo tan grande que jamás pensé sentir estos placeres. Sigo viviendo con mi ya ex - mujer porque al operarme para cambiar de sexo me concedieron el cambio de identidad en los registros y en mi nueva documentación me llamo Laura y mi sexo es mujer-femenino. María vive con Carlos, su nuevo novio, y yo me llevo muy bien con él, sé que me mira con deseo pero no quiero entrar en su juego, todo esto lo sabe María porque es mi mejor amiga y nos lo contamos absolutamente todo. Ella es feliz con Carlos y todavía se acuerda de cuando nosotros éramos pareja, Carlos no sabe nada de todo aquello, ni tan siquiera sabe que yo un día era como él aunque hoy en día eso parece imposible porque me he convertido en una preciosa mujer de los pies a la cabeza.