El Novio de mi hijo II – El Padre de mi novio

Continuación de El Novio de mi hijo. Lo que pasó al día siguiente, desde la perspectiva de Teo. Amaba a Rodolfo, pero también a la verga de su padre. Estaba mal. Prohibido. Y eso lo hacía más excitante. Gays - Amor Filial - Infidelidad.

Mi segundo relato en esta página. Agradezco a todos los que se han tomado el tiempo para leerla, comentar y calificar. Espero que esta segunda parte sea de su gusto. ¡Que la disfruten!

El Novio de mi hijo II – El Padre de mi novio

Aún no me lo podía creer.

Don Gerardo me había poseído. ¡Y de qué manera! Me hizo gritar como una verdadera puta con esa verga que se carga.

Regresé al departamento, excitado aún tras la cogida que me dio. Me desnudé nada más entrar, y solté su deliciosa leche sobre el suelo.

Saqué un consolador, el más grande que teníamos, lo lubriqué con su maravillosa semilla y el resto me lo unté sobre mi pene, pecho y rostro.

No me podía creer aún que hubiera guardado su leche. Tuve que apretar bien mi culito durante el viaje de regreso para no soltarla toda.

Pero había sido tan deliciosa. Llevar dentro de mi a Don Gerardo…

Me metí el consolador, imaginando que era su increíble polla, mientras me masturbaba. Gemí su nombre, dándome más fuerte y rápido, hasta que me vine, casi gritando, recordando cómo me había follado.

Pero no era suficiente. Quería volver a sentir esa polla tan gruesa, dura y caliente. Quería que volviera a embestirme salvajemente, que me hiciera su puta y me llenara todo de leche.

Estaba mal lo que habíamos hecho. Prohibido. Yo amaba a Rodolfo y, aún así, había gozado del vergón de su padre.

Pero esa polla, tan deliciosa, me había vuelto adicto a ella. Me había excitado de tan solo sentir aquél bulto contra mis nalgas.

Esa noche dormí pensando si Don Gerardo me visitaría o no.

Y vaya que lo hizo.

Desperté temprano, emocionado como niño la mañana de Navidad.

Me duché y decidí ponerme un short de lycra deportivo, sin nada abajo. De esa forma, tendría acceso rápido a mi culito, que lo volvía loco.

Me puse una camiseta sin mangas y me dediqué a esperar por mi semental.

Al primer timbrazo, ya estaba en la puerta, como la putita en la que me había convertido. Pero solo era un mensajero, quien se excitó nada más ver mi culito y el bulto que traía en ese apretado short de lycra. Me miraba lascivamente, y noté cómo se alzaba una carpa en sus pantalones.

Tomé el paquete que me había ido a entregar, y cerré sin miramientos.

Había engañado a Rodolfo, sí, y aún me sentía culpable por eso, y sobre todo porque planeaba seguirme cogiendo a su padre en su ausencia. Pero no por eso iba a dejar que cualquiera metiera su verga en mi culito.

Era casi mediodía, cuando la puerta volvió a sonar. Me paré de inmediato, rogando que fuera Don Gerardo.

Era él.

En cuanto se cerró la puerta tras él, se abalanzó sobre mí. Sus manos, grandes y carnosas, fueron directamente a mis nalgas, apretando con fuerza y separándolas. Su boca estaba sobre la mía. Sentí aquella verga, que tanto había extrañado, dura y palpitante en sus pantalones, chocando contra mi ingle y sacando gemidos de mi boca.

-Eso, preciosa. Extrañaste a tu macho, ¿verdad, putita?-me dijo al oído, lamiendo mi oreja.

-Sí, papito. Mi culito se sintió muy vacío sin tu polla dentro…

Se rio, metiendo sus manos bajo mi short y apretando de nuevo mis nalgas.

-Aaah, Teo. Mi putita hermosa. Hoy vas a comer verga. La sientes, ¿verdad?-llevó una de mis manos a su entrepierna.-Lleva así de dura desde que venía. Pero solo va a correrse en ti. Papi te trajo tu lechita, zorrita.-me besó de nuevo, metiendo su lengua a mi boca.

Me sentía tan caliente que poco me faltó para bajarme el short y yo mismo ensartarme esa verga.

-Fóllame, papi. Fóllame, por favor.-supliqué.

Me llevó hasta el sillón, sin dejar de besarme ni masajear mi culo.

-Desvístete, putita.-me ordenó, mientras se sacaba la ropa y quedaba desnudo ante mí. No tenía un cuerpo atlético ni era tan atractivo como su hijo, pero esa verga tan grande que tenía entre las piernas compensaba cualquier defecto. La miré. Estaba libre, chorreando líquido preseminal. Se me hizo agua la boca.

Me saqué la ropa, y cuando me dirigía a correr las cortinas, me detuvo.

-¿A dónde vas, putita? ¿No querías que te ensartara ese culo que tienes?

-Iba a correr las cortinas, papi. Para que no nos vean.-expliqué, sin poder ignorar que mi culito quería estar lleno de él en ese instante. Pero, aunque vivíamos en un séptimo piso, había edificios cercanos. Cualquiera podría vernos.

-¿Y? ¡Qué vean todos! Que sepan lo zorrita que eres. Que te vean gozando de esta verga, como la perra en celo que eres.-llevó mi mano a su miembro. Palpitaba contra mi piel.

Fue tanto el deseo, que dejó de importarme si nos veían. Me excite aún más de solo pensarlo.

Don Gerardo se sentó en el sillón, abriendo las piernas, y supe qué quería.

Gustoso, me arrodillé y tomé su verga entre mis manos. Era gruesa, dura y venosa. La besé, arrancándole un suspiro. Mi lengua recorrió toda su longitud, y con una de mis manos apreté sus huevos. Gimió y llevó una mano a mi cabeza. Metí su polla en mi boca, poco a poco. Iba metiendo y sacando. Engullendo más y más. Llenaba toda mi boca, y sentía que aún estaba creciendo.

-Aaaah, sí, así, preciosa. Cómetela toda, puta. Sí, así…mmmhh.-se aferró más a mi cabeza y comenzó a moverla. ¡Me estaba volviendo a follar la boca!

Me excité más, si es que era posible, aguantando las arcadas. Quería toda su verga en mi boca.

-Aaaaaahh aaahhh si, si, siii… ¡Trágate mi leche, puta, trágatela toda!-gritó, derramando su semen en mi boca. No dejé de succionar su polla hasta haberme tragado todo. La saqué y relamí mis labios.

-Gracias por mi lechita, papi.-le dije, subiéndome a horcajadas sobre su regazo. Quería ponerla dura de nuevo. Que me la metiera a mi culo.

Me besó con pasión, mordisqueando mis labios. Sus manos fueron a mi culo, pasando sus dedos por mi raja y mi ano. Solté un gemido.

-Quieres que papi te coja, ¿eh?-me dijo, besando mi cuello.-Te voy a dar bien duro, entonces. ¿Eso quieres?

-Aaaah, sí, sí…. Eso quiero, papi. Que me la metas toda. Que me hagas gritar y me llenes de tu leche.-gemí, sintiendo que su pene iba poniéndose duro de nuevo.

De repente, me soltó.

-Recárgate en la mesita y déjame ver ese culo.-ordenó.

Me bajé de su regazo y coloqué mi torso sobre la mesita de café, cuidando de no tirar las fotos que la adornaban. Paré mi culito y separé mis nalgas con las manos.

-¿Así está bien, papi?-lo miré. No quería ver las fotos de Rodolfo viendo cómo me comportaba como una perra en celo esperando ser follada por su padre.

-Así, nena, así.-se abalanzó sobre mi culito, apretando mis nalgas y dando lengüetazos en mi raja. Jadeé. Su lengua dio con mi ano y lo lamió en movimientos circulares, antes de adentrarse más en él. Una de sus manos fue a mi boca, y yo la lamí toda.

Acarició mi ano y metió uno de sus dedos, grueso y mojado. Jadeé más. Mi culito se elevó más. Otro dedo entró, comenzando a dilatarme. Moví mis caderas, queriendo más, pero me detuvo.

-No te muevas, putita. Lo harás cuando te diga.-metió otro dedo, y contuve un gritito.

Yo jadeaba y gemía. Quería mover mi culo, pasar al placer ya, pero él me detenía. Sacó sus dedos después de abrir mi ano, y se sentó de nuevo, con la polla bien parada.

-Cabálgame, putita.-no tuvo que repetirlo. Me hizo sentarme de espaldas a él, con mis piernas dobladas a ambos lados de las suyas. Tomé su polla y la dirigí a mi entrada.

-Aaaaah, papi…-subí y bajé, metiéndola más y más. Me dolía, pero la quería toda dentro de mí.- Aaaahh, síiii…-sentí sus huevos contra mi culito. Estaba todo adentro. Me quedé inmóvil un par de minutos, acostumbrándome a tener tanta carne dentro de mí. Entonces moví mis caderas, despacio.

-Aaah, putita. Dale más.-me dijo al oído, tomándome de la cintura y lamiéndome la espalda.

Me moví más y más. Pronto el dolor ya no se sentía. Su verga palpitada dentro de mí y chocaba contra mi próstata, haciéndome gemir más fuerte.

-Aaaah, papi, síi, dámelo todo…Aaaahhh-aumenté el ritmo, subiendo y bajando. Sacando su polla hasta la punta y ensartándola de golpe.

-Así, así, dale, cabálgame así. Eres una potra en celo. Sigue, sigue… ¡ASÍ, PUTA, ASÍ!-gritaba, jalándome del cabello. Me hizo voltear mi rostro para besarme. Solo se escuchaban mis nalgas chocando ferozmente contra sus piernas; su verga entrando y saliendo de mi; y el sillón que crujía y se movía bajo nosotros.

-¡Aaaaah aaaaah, papi, me corro! ¡ME CORRO!-grité. Sin haberme tocado, dejé salir mi semen sobre la mesita y las fotos. Don Gerardo me sostuvo para que no me cayera y movió su pelvis para seguir dándome duro. Aún tembloroso por tremendo orgasmo, moví mis caderas y seguí cabalgándolo. -¡Quiero tu leche, papi! ¡Dámela toda!

-Sácamela, puta.-aumenté el ritmo. Mete y saca. Mete y saca. Gemía sin importar quién pudiera escuchar, contrayendo mi ano, succionando su verga. -¡Aaaaahhh aaahhh, sí! ¡AQUÍ VA TU LECHE!-me embistió brutalmente, lanzando chorros de semen dentro de mí. Contraje mi entrada, hasta sacársela toda.

Me soltó y tuve que poner mis manos para evitar mi caída. Quise ponerme de pie, pero me temblaban las piernas.

-Qué cogida, papito…-dije, sin aliento, dejando libre su verga y chorreando hasta llegar al piso de la sala. Jamás me habían follado así.

Se rio, acercando su pene flácido a mí, y limpiándolo en mi cabello y mi rostro, antes de vestirse de nuevo.

-¿Ya te vas?-pregunté, decepcionado. Esperaba poder descansar un poco antes de que me cogiera otra vez.

Se arrodilló a mi lado y me besó.

-Quedé de comer con mi esposa. Pero mañana vendré a darte duro de nuevo.-metió un par de dedos a mi culo y me hizo lamerlos. –Vendré a follarte toda la semana. Tómate toda la lechita que dejé para ti. –se paró y fue hacia la puerta.

-Sí, papi. Estaré esperando.-le dije. Salió de allí, dejándome tembloroso y lleno de semen.

La sala olía a sexo y sudor.

El piso, la mesita y las fotos estaban llenos de semen.

El sillón estaba manchado.

Quería más.

Necesitaba esa verga en mí otra vez.

Miré las fotos, con un poco de culpa.

Amaba a Rodolfo, pero también a la verga de su padre.

Estaba mal. Prohibido.

Y eso lo hacía más excitante.