El novio de mi hermano

Una chica siente un aprecio especial por su hermano menor.

  1. El novio de mi hermano.

Me llamo Sandra tengo 24 años, vivo con mis padres y mi hermano pequeño en una capital de provincia española. Mi padre trabaja en una empresa de telecomunicaciones, mi madre es funcionaria y yo trabajo en unos grandes almacenes desde hace año y medio.

Mi hermano, David, tiene 18 años, está estudiando filosofía... es el estudiante de la familia, le encanta leer novelas y hablar de griegos barbudos que creían que el Bien era el centro del mundo; en cambio yo crecí deprisa, cuando terminé el bachillerato busqué la forma más rapida y eficaz de ponerme a trabajar y después de darme mil y un coscorrón he conseguido llegar a donde estoy... no es que sea una maravilla pero me permite no estar de gorrona en casa de mis padres y conseguir algún caprichito: como hace un año y pico, que me fui a ver Venecia con el chico con el que estaba. Venecia no la vimos pero la cama del hotel me la aprendí de memoria junto con otras partes de la geografía italiana, puesto que a los dos día había dado puerta al mentecato de mi “novio” y me lo estaba montando con un italiano que bien podía ser heredero de los apolíneos dioses de los que tanto habla mi hermano.

Sí, en comparación con mi hermano, crecí deprisa: mientras mis amigos jugaban con sus consolas a los pokèmon, yo ya saboreaba la vida nocturna y clandestina -menudas broncas de mis padres hasta que me dieron por imposible- mientras mis compañeros se peleaban con su selectividad yo me deleitaba en mi ya conocidísimo mundo de aroma herbal y cuando quise meter por primera vez mi voto en las urnas estaba bien harta de que me la metieran a mí por todas partes. Él iba más lento, o eso me parecía a mi.

Me llevo muy bien con mi hermano, realmente es mi ojito derecho, y desde que puedo recordar uno es confidente del otro. Cuando le comencé a contar mis andadas se escandalizaba. Yo siempre le decía que no debería parecerle extraño: que realmente era bastante normal. Poco a poco se iba acostumbrando a escuchar mis historias, mis movidas con amigos, amigas y rollos; yo también participaba de sus historias y problemas, aunque las suyas parecía siempre más inocentes. “Ya sé que es normal” me decía en ocasiones. “Aquí el raro soy yo”. Cuando cumplió dieciseis comenzó a salir con migo, con mis amigas y amigos y se hizo uno más del grupo. Se divertía y hablaba de forma abierta con todos como si llevara toda la vida con nosotros, pero seguía siendo muy tímido en cuanto a chicas se refería y eso que no le faltaban sus admiradoras. (Yo la primera je je) Muchas veces alguna de las chicas me preguntaba y yo le decía que no tenía ningún tipo de compromiso -también recuerdo haberle hecho perder las esperanzas a más de una, ahora que lo pienso, había días que lo quería solo para mí-. No era de extrañar que atrajera a más de una, genéticamente a mi familia le ha tocado la lotería de la belleza, esa belleza propia de la tierra: Pelo negro, ojos negros, piel morena unido a ese don que tienen algunas personas de no engordar jamás por muy poco que te cuides y por mucho que comas, que no es el caso puesto que ambos nos preocupamos bastante de nuestro cuerpo.

Fue en esa época, en la que él estaba en el bachillerato, cuando cumplió los 16 que me di cuenta de que mi hermano me atraía sexualmente. Podía tener a cualquier chico que me propusiera, incluso llegué a tirarme a un señor casado en su casa y todo (y la mujer ni se enteró) pero ninguno me excitaba tanto como la idea de ser poseida por mi hermano. Durante mucho tiempo luché con migo misma, cosa que me llevó a hacer de todo, hasta irme con mi novio a Venecia y venir harta de polla italiana, pero la cosa no funcionaba. Después de aquel caótico viaje decidí mandar al garete todos los prejuicios morales y seducir a mi hermano.

Cada día era una oportunidad para exponer ante los preciosos ojos de mi hermano la exuberante hembra que tenía en la habitación de al lado. Probé de todo, desde las típicas entradas si llamar a su cuarto con la esperanza de “pillarlo “ en mitad de una paja hasta intrépidas excursiones al baño mientras se duchaba. Más de una vez le vi desnudo (no me defraudó, por cierto, me animó a seguir haciendo locuras ¡tenía que ser mío!... ¡o yo suya...qué más daba!) más de una vez él me vio a mi. Incluso puedo aventurar que alguno de esos días, cuando la calentura hacía presa de mí, cuando mi cachondez había llegado al extremo de lo soportable, me metía en la ducha y, acariciada por el cálido vapor y el agua tibia, sucumbia a los lúbricos recuerdos y fantasías que se entretejían en mi mente orbitando al rededor de la visión de su excelsa polla, él estaba ahí, escondido viendo como me deshacía entre mis propios dedos.

Noches de viernes y sábados en las que, aprovechando la salida de nuestros padres, bien veíamos una película del videoclub o nos echábamos un pique a su consola (algo que hacemos mucho y que me encanta, porque es como dejarme entrar en su mundo como él entró en el mío saliendo con mis amigos) mientras lucía mis más morbosos modelitos: camisones vaporosos o camisetas anchas con tirantes caidos, sin ningún tipo de ropa interior más que unas exiguas braguitas y aún algunas veces ni eso, me dejaba caer junto a él de forma sinuosa y leve, moviendo mi culito de forma hipnótica ante su mismísima cara, ondeando candenciosa las piernas, más mojada que los meses de otoño, como una felina en celo, si hubiera saltado sobre mi habría sido toda suya, pero más allá de excitarse y emitir una risita nerviosa no hizo nada... ¿¡Pero qué era aquello!? ¿De qué estaba hecho mi hermano? ¡¿De hielo?! ¡Cómo no me di cuenta!

Todo ocurrió uno de esos sábados que mis padres decidían pasar todo el fin de semana fuera. Pensé que quedarme e intentar seducirlo otra vez, pero estaba tan harta que me vestí todo lo puta que pude y salía para que el primer desconocido con la polla dura que me cruzara me follara bien follada. Me puse morada de verga esa noche, me lie con dos tiarrones de más de 30 tacos que en seguida me llevaron a su piso y me hicieron de todo. A las cuatro y pico ellos seguían con ganas de marcha y yo, saciada y hasta arriba de semen, les usé el baño mientras ellos se quedaron medio dormidos sobre los colchones que habíamos tirado en el salón para el evento. Cuando, ya duchada y limpia, los dejé allí, se me ocurrió, lo juro, fue como un anticipo del resto de mi vida: “qué morbo que se liaran el uno con el otro... si con tantas ganas se han quedado...” Salí de la casa riendo divertida mi ocurrencia. Y volví a mi casa, entrando si hacer ruido para no despertar al “maldito crío ese que seguro que está durmiendo” pensé recordando lo estúpido que era mi hermano por no aprovecharse de una hembra como yo. Qué equivocada estaba. Según me acercaba a los dormitorios oí ruidos, jadeos y exclamaciones ahogadas... provenían del cuarto de mi hermano. Gracias a que tenía la puerta entre abierta (“para oir si llegabas” me dijo luego) puede verle: a la luz de su lámpara se estaba tirando a un chico de más o menos de mi edad, rubio y (después lo supe) de ojos verdes más musculado y fibrado que él. Mi hermano embestía con violencia contra su culo, tomando con fuerza las caderas del otro. Estaban dándole la espalda a la puerta, cosa que facilitó que yo les viera con más libertad y disfrutara de la hermosa espalda y piernas de mi hermano empapados en sudor y en tensión ejecutando aquel baile míxtico que se coranaba con la visión de sus testiculos botando. Ahí estaba la respuesta, la razón por la que mi hermano no había sucumbido a mis encantos: era gay, le gustaban los chicos... y por lo que estaba viendo: no era tan tímido con ellos. Mi hermano era un semental fuerte y vigoroso, que penetraba con vehemencia y fuerza... ¡Qué envidia me daba el otro chico! ¡Qué no daría yo por ser penetrada así por mi amado hermano!

¡Qué visión! ¡Qué morbo! Me humedecí como nunca, mi cuerpo olvidó lo satisfecha que venía de mi estancia en el piso de los desconocidos y se abandonó a lo que percibían mis sentidos. Me deshice de mis ridículas bragas y hundí mis dedos en mi encharcado coño y, espatarrada en la puerta de la habitación de mi hermano, viendo como penetraba a aquel joven adonis me abandoné a mi propio placer. Y entonces, cuando parecía imposible subir la temperatura, cuando creía que no podía ponerma más cachonda, el chico a quien mi hermano taladraba sin compasión el culo habló entre gemidos de placer.

-Cariño- dijo mientras el placer cantaba en la garganta de ambos.- Veo que me has echado de menos... estás a tope..-

“¡Joder!” pensé “no es que se hayan liado... son novios o algo así... eso de 'cariño' y 'me has echado de menos'...”

-Sí- dijo mi hermano entre espasmos. - Tres semanas de viaje, ya te vale... tener novio para esto.

-Uff... mmmm pues sí cada vez que me vaya de viaje me recibes así... mmmm.

Mi hermano envistió con más fuerza, más lento y más fuerte. No pude dejar de pensar lo tierno que resultaba que pudieran tener ese tipo de conversación en tales circustancias, y sonreí complacida. Me la había jugado: no era el chico que había aparentado ser... me las iba a pagar; en ese momento le desaba más que nunca.

  • Y encima la guarra de mi hermana no hace más que calentarme... como si quisiera que me la follara-

“Guarra de mi hermana” lo dijo de tal manera que sonó a gloria en mis oidos, me produjo un orgasmo que me hubiera gustado celebrar con un soberano grito de placer... pero no quería que me descubriera.... aún.

-Pues fóllatela tío... ummmm... dale como me estás dando a mi, ya verás que pronto se le quita la tontería.-

“Increíble” pensé “será por la calentura del momento... pero ese tío le está dando via libre a su novio, mi hermano, para liarse con migo” ¡Como me estaba poniendo!

-No me lo digas dos veces guarrona... que ganas no me faltan....buff me voy a correr-

-mmmmm ya sabes como me gusta- dijo.

Con un hábil moviento cambiaron de postura y mi hermano se corrió entre jadeos y estertores en la boca de su novio. La guinda del pastel. Ni que decir tiene que, mientras uno llegaba al climax y el otro paladeaba el néctar de su amante, ambos me vieron perfectamente tal y como estaba: abierta, con casi toda la ropa fuera y con media mano en mi coño.

-¡Joder!- exclamaron ambos, mi hermano con una cara de asombro digna de ser gravada, su novio con una sonrisa y haciendo gárgaras.

Yo les sonreí maliciosa y, arquenado sensualmente el cuerpo, les dediqué mi mejor paja... “Serán míos” pensé.

Me miraban enbobados, con la boca abierta y sin decir nada. El chico comenzó a acariciar su miembro mientras seguía lamiendo la polla de mi hermano que ante la divina danza en la que se habían convertido mis movimientos y la lengua de su amante volvió a recuperar toda su dureza.

Dejé mis movimientos y me acerqué gateando a ellos, con movimientos lentos y felinos, levantando de forma exagerada mi culito. Ellós me seguían con la mirada sin dejar lo que estaban haciendo. Cuando llegué a los pies de mi hermano me puse en pie y me acerqué a sus labios, acariciando cada milímetro de su torso, apoyando el mío contra el suyo para que sintiera mis pechos contra él, mientras lo abarcaba con mis manos. Él parecía disfrutar, aún en shock, pero disfrutaba. Fue cuando nuestras lenguas se encontraron mientras los traviesos dedos de su novio acariciaban mi húmedo sexo, que reaccionó. Se apartó para mirarme y sonrió, al punto, su boca se hizo con mi cuello y me sumió en un mar eléctrico que me recorría entera, mientras sus manos se deslizaban por mi espalda hasta la esponjosa redondez de mi culo. Me sentía una diosa de lujuría: frotaba mi cuerpo con el de mi propio hermano mientras él me acariciaba y besaba con pasión, y su novio le chupaba sin descanso la polla y a mi me masturbaba. Lo había conseguido... mi hermano me desaba, sentía su anhelo animal por mi cuerpo, febril, ardiente; entonces decidí ser malvada. Me separé de él, me senté sobre su novio, que tendido en la cama, seguía con sus artes mamatorios dandose consuelo él mismo. Aparté la mano de su mienbro y me penetré de un solo golpe. Los dos me miraron complacidos. David seguía de pie, recibiendo la lengua de su amiguito, y yo, cabalgando sobre este, me uní a él en la labor de darle placer a mi hermanito. Uno le chupaba la polla con salvajes movimietnos, ensalivándola y acariciándola con la lengua, la otra le lamía los huevos procurando dejarlos bien húmedos. No puedo dejar de recordar el sabroso olor que emitían mientras se los lamía con todo el amor que podía al mismo tiempo que la polla de su novio me llenaba.

Mi hermano tomó las cabezas de ambos y nos guió hacia la punta de su rabo, lamimos con dedicación su abultado capullo y más de una ocasión acabamos fundidos en húmedos besos con aquella sabrosa polla en medio.

-Creo que no os he presentado.- dijo jadeando mi hermano.- Él es Xavi, mi novio... ella es Sandra, mi hermana.

Mi hermano se apartó de nosotros, en un gracioso gesto de presentación. Xavi sonrió.

-Encantado. - logró musitar.

Yo le miré llena de lujuria.

-El placer es mío... creeeeeeeeme!!- y clavé mis uñas en algún lugar de su hombro.

Noté una mano que acariciaba mi culo y el interior de mis piernas, hasta llegar a donde se unía mi sexo con el de Xavi... y luego un dedo llegar a mi ano.

-¿Por aquí qué tal estás...hermanita?- preguntó David.

Xavi pudo ver mi lúbrica sonrisa y como se iluminaban mis ojos ante tal proposición.

-Pues un poco aburrida … a lo mejor tú lo animas.-

-No lo dudes puta … te vas a hartar de polla... que sé cuánto lo desas.-

  • No lo sabes tú bien... jódeme de una puta vez cacho cabrón... que has tardado en decidirte a darme polla.-

No se lo pensó dos veces, de un solo golpe tenía el monstruoso manubrio de mi hermano en el culo, quemándome, volviéndome loca. El placer era enorme, total... nada se le podía comparar. En un momento la lujuria me arrebató y acabé clavando mis dientes en el cullo de Xavi.

-Tu hermana está salidísima tío.- dijo Xavi con una mezcla de dolor y palcer.

-Sí, la tengo muertita de hambre; lleva semanas con ganas de mi polla.- David rió de forma sádica mientras hacía sus penetraciones más violentas.

-Me estais llenando como nunca hijos de puta.-dije totalmente embriagada por el placer.- Nunca me habían follado tan bien...seguid.. mmmmm … seguid!!!!-

El orgasmó nos arrolló a los tres, Xavi quedó lleno de mis fluidos y todos mis agujeros ahitos de semen. David recibió otra mamada doble antes de caer los tres rendidos. Dormimos allí, los tres juntos y abrazados. Al día siguiente mientras volviamos a disfrutar de nuestros cuerpos, sellamos el pacto de nuestra relacción de tres. Hoy no tengo reparos en decir que soy la novia de Xavi, que es a la vez el novio de mi hermano. Gracias a mi sueldo y al de Xavi (que era bastante jugoso) acabamos yéndonos a vivir los tres a un piso donde disfrutamos de nuestra peculiar “vida conyugal”, nuestros padres no pusieron pega alguna, comprendieron muy deprisa nuestra situación: ellos también tienen su trago. Pero eso es otra historia.