El novio de mi amiga me lo hizo por detrás
Aquel día viví Sensaciones nuevas, que me cambiaron profundamente, pasé de no haberlo probado, a ser una experta por detrás, todo por obedecer a mi amiga Clara, de la que dependía emocionalmente.
Mi novio de ahora, Jorge, al final si me deja que siga contando lo que hice en esa etapa de mi vida, la cual empezó hace tres años y acabó el año pasado. No queráis saber cómo he conseguido convencer a mi novio para que me deje contarlo...
Quiero relatar primero, a groso modo, de donde proviene mi dependencia emocional hacia mi amiga Clara: Se remonta a cuando íbamos juntas al colegio. Sentirme dominada y humillada por ella, me excitaba tanto, que a veces manchaba mis bragas de placer. Ella se dio cuenta de lo que yo sentía bajo su control y cada vez fue más dominante conmigo, hasta ser yo su posesión. Clara, mi amiga, me dijo entonces, que se excitaba tanto tratándome como a un felpudo que nunca dejaría de humillarme.
Mi novio de entonces, Luis, no me dominaba, no era su tendencia; ¡pero si hubiera sido, también habría obedecido a Clara!, que era mi dueña y siguió siéndolo hasta no hace mucho. Hace tres años, yo tenía diecinueve años, era muy inocente pero también muy decidida.
Después de los dos encuentros que relate con el novio de mi amiga, hubo más, uno por semana. Tras dos meses siendo mi boca el recipiente donde Joaquín, el novio de mi amiga, y sus cuatro compañeros de piso descargaran sus eyaculaciones entre risas; mi amiga Clara quiso ir más allá en su control sobre mí y me citó en su casa para darme los detalles.
Durante esos dos meses mi novio Luis no se enteró de nada. Pensaba en ello y me sentía humillada, recordando las sonrisas burlonas de aquellos cinco jóvenes que descargaban sus corridas en mi rostro. Besar a mi novio en la boca me daba remordimientos. Pero mi chocho estaba a salvo, Clara no quería chupársela a su novio y me mandaba a mí a hacerlo por ella, pero ella me dijo que el pene de Joaquín solo entraba en su raja, en ningún otro coño (palabras textuales).
Esa tarde me llamó Clara y fui a su casa. Me había dicho ella que me pusiera muy guapa, que tenía una sorpresa para mí. Así creo que lo hice... mi cabellera larga y rubia la dejé suelta, luciendo mis cabellos, de rubio natural, algo ondulado. Llevaba mi chocho recién afeitado, desde los labios externos hasta el pubis, excepto una rayita de dos dedos en el centro de mi pubis, como mi adorno. Además me puse lencería negra, con ligas y liguero, sin braguitas, que quedaba mejor. Una minifalda escocesa con imperdible, súper corta y súper pija, y una blusa blanca con encajes. Yo iba hecha un pimpollo. Al llegar a casa de Clara, sus ojos al verme se encendieron, silbo y me dijo:
—Beatriz, estás para comerte, de verdad, vamos a la terraza, tomaremos café y pasteles que he comprado para las dos.
Nos sentamos en dos butacas de bambú, tomamos café y pasteles de nata. Clara me miró a los ojos con rostro circunspecto y me dijo en tono serio:
—Clara, lo que has hecho por mí, haciéndole mamadas a mi novio, no sabes cuánto te lo agradezco, has salvado mi relación, porque, como te dije, no soporto hacer mamadas, ni comer coños; tú me has sustituido muy bien; muchas gracias Beatriz.
— De nada Clara, pero recuerda que lo he hecho por ti, no por él, que es un borde conmigo; lo he estado haciendo porque deseo ayudarte y sobre todo obedecerte.
—Lo sé Beatriz, lo sé. Pero se ha complicado la cosa; te cuento: Anoche vino mi novio Joaquín a verme, mejor dicho a follarme. Después de follarme el chocho como un animal con ese garrote que tú sabes que tiene, ¡me quiso der por el culo!, ¡¡yo nunca he dejado que me hagan eso!! Ni dejaré. Pues como la vez anterior, él dice que quiere probar que se siente al follarle el culo a una mujer, y se disgustó y se fue con un portazo. Lo llamé después porque no puedo vivir sin él, ya lo sabes, y le dije que si le bastaría con darte por detrás a ti, que tú me habías dicho que estabas dispuesta a poner tu culo por mí. Me dijo que, para él sería lo mismo hacerlo conmigo que contigo, el caso es probarlo. ¡Pues eso es lo que hay Beatriz!, Joaquín te espera dentro de dos horas, por eso te dije que te pusieras muy guapa; Beatriz, ¿dejarás que mi novio te dé por detrás para que no me tenga que dar a mí?; como me dijiste que a tu novio no le va, pues para que te estrenes.
—A mí tampoco me va Clara, es que no me explicaría bien, de verdad, yo se la chupo a Joaquín las veces que tú quieras, pero que me dé por detrás, un tío que me infravalora, me da vergüenza solo de pensarlo, ¡además están sus compañeros de piso!, que cada vez que voy se corten en mi cara.
—Eso no lo sabía yo Beatriz, mi novio no me lo ha contado. Sería muy humillante ¿verdad Beatriz?
—Sí, muy humillante, solo por complacerte a ti, a ellos ni siquiera los conocía, ¡sabes!, en mi cara sus leches cada semana. No digo que no me haya excitado, ya me conoces, pero es que se burlaban de mí mientras se corrían en mi cara, ¡qué te parece!
—Bueno, desde ahora te digo que le digas que solo él, que si insiste, le cortó el rollo, ¿vale?, eso sí, quiero que él te haga el culo esta tarde, ¡está claro!
—No sé, Clara, cada vez pides más. Solo pensar que tu novio, con lo borde que es conmigo, me dé por culo, siento que eso es arrastrarme al barro más de lo que nunca he hecho por ti.
—Eso es lo que es, exactamente, arrastrarte al barro por mí más que nunca, eso es Beatriz. Vas, te da por el culo mi novio, y punto, ¡entendido Beatriz! No rechistes, que estás perdiendo mi respeto si sigues por ti, y que sepas que tengo a otras deseando ser mis amigas.
—Si Clara, perdona, así lo haré, iré luego y que me lo haga.
—Así me gusta, que seas como siempre. Ahora desnúdate y túmbate en el suelo de la terraza, que me he sentido despreciada por ti y necesito resarcirse orinando encima de ti.
Me desnudé sin rechistar y dejé mi ropa en la butaca de bambú. ¡A la señorita le apetecía orinar sobre mí!, ¡y ya está¡ Me sentí tan vulgar y degradada cuando me tumbé en el suelo totalmente desnuda esperando su meada, como no me había sentido nunca; pero a la vez, estaba excitada y mis labios menores, dilatados, colgaban como babosas. Clara se bajó las bragas y se subió la falda de pie delante de mí. Puso una pierna a cada lado de mi cintura, se agachó en cuclillas mirándome a los ojos y recibí sobre mí cuerpo la meada de Clara. El chorro de pis hacia ruidos dispares al caer sobre los dilatados labios de mi sexo, y sobre mi vientre, sonaba como un tambor bajo un grifo. Clara se secó el coño con un clinex y se puso las bragas. Después me dijo:
—Beatriz, guapa, date una ducha, y no tardes; que Joaquín te está esperando.
Vestida como una diosa y humillada como una puta me puse en camino para que Joaquín me diera por el culo, joder.
Al llegar a casa de Joaquín, tuve que esperar cinco minutos a que abriera la puerta. Con mi falda escocesa corta y mi blusa era un primor; ¡pero allí estaba esperando!, para que un gañán me diera por el culo; todo por Clara. Al final abrió uno de sus compañeros, me dijo con una sonrisa burlona (recordaría él como estampó su leche en mi bonita cara la semana anterior):
—Rubia, Joaquín te espera en su cuarto.
Entré y todos estaban de pie, como haciéndome el pasillo y observándome con deseo. Llegué al cuarto de Joaquín y toqué a la puerta; me dijo:
—Pasa zorra.
¡Zorra yo!, yo no cobraba, lo hacía por devoción hacia Clara, yo era una universitaria con notas altas. Así se lo dije al entrar:
—Joaquín, que sepas, ¡que yo soy una universitaria!, no ninguna zorra, si me hablas así, cojo y me voy.
—Como quieras Beatriz, pero si chupármela y tragarte mi leche y la de mis compis, ¡sin conocerlos a ellos!, y venir hoy aquí para que te demos los cinco por el culo; si eso no es ser zorra, tú me dirás que es, Beatriz.
—Joaquín, yo lo hago por Clara, es por complacerla a ella. Y estás en un error, clara me dijo que solo tú me harías lo de atrás.
—No, la que estás en un error eres tú. Acabo de hablar con Clara por teléfono y me ha dicho que quiere que los cinco te hagamos el culo, que yo te lo dijera a ti, que lo ha decidido después de salir tú de su casa. Si no me crees llámala; pero no te preocupes, intentaremos que no te duela mucho.
Mi rostro se puso ardiendo, no sé porqué, recordé a uno de mis profesores, al que me decía que yo soy una chica con clase, si el me viera, a punto de humillarme intensamente y voluntariamente... Sobre todo me sentía traicionada por Clara, pero no la llamaría, sería más fuerte que ella.
—Vale, Joaquín, si lo ha dicho Clara, que sea así.
—Vale rubia, no se hable más. Ahora me la chupas que se me ponga dura y luego te hago el culo, yo el primero, ¿de acuerdo?
—De acuerdo Joaquín.
Se sentó en su vieja butaca color Burdeos y separó las piernas. Joaquín llevaba un chándal gris con manchas de café y de orina en la delantera, además de alguna que otra mancha, ósea, un cerdo. Alzó el culo para que yo pudiera bajarle el chándal, después bajé sus calzoncillos blancos, con hebras de tela rotas donde apoya el pene, los calzoncillos estaban manchados de amarillo. Su pene estaba enroscado, más menguado que las otras veces, tenía el miembro más lleno de pelusas que las otras veces. Me puse de rodillas delante de la butaca, mi falda escocesa le gustaba a Joaquín. Su polla olía a orines, las pelusas eran bastantes, hice de tripas corazón y sosteniéndola con una mano me la metí en la boca entera, flácida y sucia como estaba. Empecé a chupetearla dentro de mi boca para limpiarla y para que se empalmara. Las pelusas estaban cerca de mi campanilla, mordisqueé su polla y le di con la lengua en el frenillo. Empezó a crecer dentro de mi boca. Me saqué media y empecé a mover mi cabeza hacia adelante y hacia atrás. Al poco su polla empujaba sus pelusas de suciedad hacia mi garganta, quitándome el picor de la campanilla. Me la sacó de golpe, mis labios hicieron, ¡plof! Me apartó hacia atrás y se puso de pie con su enorme polla firme. Me dijo:
—Ahora, desnúdate y ponte en pompa y alza ese culazo que tienes, que voy a por la aceitera para lubricarlo. Déjate puestas las medias negras y el liguero, estás más guapa con esos trapitos.
Me puse en pompa, alcé mucho el culo, mi chocho recién rasurado asomaba por detrás. Ni geles ni lubricantes, ¡la aceitera!, como si mi culo fuera una tostada.
Volvió Joaquín con una aceitera de cocina pequeña. Me separó un cachete con la mano hasta que mi ano "abrió el ojo". Sentí como un chorro de aceite entraba en mi culo, después, ese aceite chorreó por mi chocho y por mis muslos, dejando mis medias negras empapadas y pringosas.
Joaquín me agarró por las caderas, metió sus dedos por debajo de mi liguero, me restregó la polla dura por la curcusilla, después me dio pasadas por fuera del ojete, como si me diera con una brocha. Su glande no podía pasar de mi ano, me dolía, pero el aceite hizo su efecto y, ¡como si se me desatrancara el ano!, su polla se coló hasta la mitad. Se movió muy despacio, un rato adentro y afuera. Mi culo se relajó, él lo sintió y me la metió de golpe, hasta sentir yo como sus huevos abultados se aplastaban contra la piel rosada de los labios internos de mi sexo, los pelos de sus huevos rozaban mi chocho entero. Sentía su polla como si me llegara al estómago, mi ano impregnado en aceite era un mar de sonidos, con aquel pene vibrante, entrando y saliendo de él como perro por su casa. Me cabalgó muy fuerte, el sonido aceitoso se escuchaba por toda la habitación, sus compañeros de piso estaban delante de mí, en silencio, observando cómo Joaquín me daba por el culo como un becerro.
Se salió de mí de golpe, se puso de pie delante de mí. Su polla era bonita, tan grande, tan dura y tan brillante bañada en aceite. Yo seguía de rodillas mirándolo con mis bonitos ojos azules. Joaquín cogió del suelo sus calzoncillos sucios y viejos y, ¡con ellos se limpió un poco la polla! Me dijo:
—Beatriz, chúpamela hasta que me corra en tu garganta, como la primera vez, y límpiame el aceite del rabo y de los huevos.
Alcé un poco la cabeza y vi detrás de él a sus cuatro compañeros de piso, con las braguetas abiertas meneándose sus pollas... estaban calentando motores para mí, para mi culo. Esos cuatro penes de distintos tamaños, me hicieron sentir vulnerable, pero sentí al mismo tiempo una gran excitación en mi ojete, que se abrió un poco, soltando una pequeña ventosidad por el aceite. Cogí la polla de Joaquín con las dos manos, aún tenía aceite, además da tener otra vez restos de sus calzoncillos. Atrapé su glande con mis labios, como besándolo y abrazándolo con mi boca, él dijo:
—Siiii, así, joder, así puta.
Empecé a tragar su polla hasta sentir como mi campanilla se posaba en el lomo de aquella polla, como descansando sobre él. Siguió y sentí como su glande se acoplaba a mi garganta, ensanchándola como si yo fuera una serpiente alimentándose. Una oleada de semen espeso descendió por mi garganta en tres golpes, sentía su espesor circular por las paredes de mi garganta, y una sensación de saciedad al sentir ese calor en el fondo de mi estómago. Joaquín me cogió la cabeza y me empujó hacia él, hasta restregar sus peludos huevos contra mi barbilla, su olor me llegaba intensamente mientras me apretaba más contra él. Su polla se endureció hasta más no poder y soltó un último chorro en mi garganta. Me soltó la cabeza y se retiró hacia atrás una cuarta, diciéndome:
—Ahora límpiamela bien, y el aceite de los huevos también.
¡Allí estaba yo!, una chica universitaria de diecinueve años, limpiando los restos de su corrida a un tipo borde y vulgar, siendo yo preciosa. Siempre me había tenido por una chica lista, pero desde que empecé a humillarme ya no estaba tan segura.
Cogí sus testículos con mi mano izquierda y uno a uno los metí en mi boca limpiándoles el aceite al moverlos con mi lengua contra mi paladar. El vello suelto de sus huevos se me atragantaba, mis labios aceitosos soltaron sus huevos y me saqué los pelos de la boca con mi mano. Luego abrí la boca y tragué su pene ya casi flácido, limpiando y tragando sus restos de semen. Sorbí su glande para sacarle las últimas gotas. Me dijo entonces Joaquín, tras desplomarse cansado en su butaca:
—Esta misma noche llamaré a Clara para decirle lo bien que lo has hecho, ahora acaba el trabajo y chúpasela a mis compañeros de piso, uno por uno; después, te irán dando por el culo y se corran dentro de tu culazo, ¿vale?
—Sí, si lo ha dicho Clara.
—Ya te dije que sí.
—Vale, lo haré bien, díselo también a Clara, que me dejo hacer por ella.
—No te preocupes zorrita, perdón, Beatriz.
Estaba confusa, dejarme hacer por entrega a Clara me gustaba, pero que me dieran esos cuatro después de Joaquín me hacía sentir imbécil, por desear ser humillada. No puse pegas y decidí hacerlo bien.
Se puso delante de mí el más joven, tendría unos veinte años, un año más que yo. Tenía el pene casi duro, se la había estado meneando, como los otros. Se lo chupé sujetándome a sus cachetes, cuando la bola de su glande se puso como una piedra en mi boca, la liberé y el chico se puso detrás de mí. Su pene se apretó contra mi ano, que aceitoso y destensando por Joaquín, no opuso resistencia a su entrada. Su pene delgado y largo maceró mi culo con un ritmo intenso, ¡me cogió con ganas el niñato! El joven le preguntó a Joaquín:
— Joaquín, ¿me la puedo follar también por el coño?
— No, solo por el culo, ¡que tiene novio! Además he dado palabra a Clara que a esta zorra, perdón, que a Beatriz, solo le haremos el culazo.
Al decir que yo tenía novio, los cinco empezaron a reírse a carcajadas, al tiempo que ese niñato se derramaba en lo más profundo de mi ano. Sentí la calor de su leche y las risas de todos y los odié; ¡pero al mismo tiempo!, me excité intensamente. El joven se quedó quieto dentro de mi culo unos segundos, reposando su corrida sobre mi culazo de piel clara.
Se apeó ese joven de mi culo y se fue al aseo. Delante de mí se puso el más gordito, unos veintiocho años, nueve años mayor que yo. Su pene, casi escondido y rosado olía a limpio (lo agradecí interiormente). La punta de su polla la atrapé con mis dientes blanqueados, sin apretar, y desde detrás de mis piños, con la punta de mi lengua alabé su glande y su frenillo. Cuando creció, se puso detrás de mí y me la metió de golpe en el culo, se quedó muy quieto y empalmado dentro de mí y le dijo a Joaquín:
—Joaquín, qué placer, Beatriz es preciosa, muchas gracias por dejarme, y gracias también a ti Beatriz.
Después de decir eso emocionado, se movió despacio, pero con tal dureza su miembro que el músculo que forma el anillo de mi ano, ¡se salía hacia afuera como un tomate de mar en cada pollazo! Se corrió en un solo chorro, ¡pero tan intenso! Que parecía que tenía un grifo de agua caliente abierto en mi intestino.
El más alto, empalmado ya, se puso delante de mí, me cogió la cabeza por mi melena rubia y con expresión de soberbia, me metió la polla en la boca y en vez de moverse el, movió mi cabeza, como si se hiciera una paja con ella. Se salió de golpe, rozó mi ojo izquierdo con su pene y se puso detrás de mí. ¡Que pene más grande!, ya lo había chupado varias veces, ¡pero entró en mi ano como una perforadora dura como el acero! Al moverse con fuerza, sentía yo como mis intestinos transmitían la succión de su miembro en mi organismo. Que fuerte me dio, mi anillo anal estaba dolorido y vuelto del revés, ¡ni el aceite fue bastante para que entrara suave! Su polla se tensó como una vara de mimbre y se corrió dentro de mi culo, ¡en tres golpes de leche!, su lechada me entró como a presión, como si su polla fuera una manga pastelera, ¡joder con el largo!
Mi cabeza estaba tocando casi el suelo y mi culo muy alzado, como me dijo Joaquín al principio: (Beatriz, en esa postura, a ver si eres capaz de retener todas las corridas en dentro de tu culo, me ha dicho también Clara que lo hagas así) Seguro que era mentira, pero lo hice lo mejor que pude.
El último era el más guapo y el más tímido, con unos veintitrés años, cuatro más que yo. Puso su pene delante de mi cara y me sentí muy, muy avergonzada al mirarnos a los ojos, como si conectáramos, sus ojos verdes iluminaban mis ojos azules, con un guiño me dijo:
—Beatriz, preciosa, si no quieres no me la chupes y tampoco lo de detrás.
— Si quiero, me apetece que seas el último, eres muy guapo.
—Gracias, de verdad, Beatriz.
Cogí su pene directamente con mis labios, porque antes de chuparlo ya estaba tan duro que marcaba sus venas. Estaba limpio y era un miembro precioso, chupé su glande con dulzura, como si fuera un caramelo, me gustó mucho. Me la tragué entera su polla, mordí su tronco por la base, sus testículos afeitados se aplastaron contra mi barbilla, muy calientes, estaba muy excitada, aquel chico guapo me gustaba. Se salió de mi boca con suavidad, acariciando mi cabeza, se puso detrás de mí y me acarició las nalgas, y la espalda. Besó mis cachetes despacio, ¡mi ano y mi chocho se abrieron y se dilataron para el! Su pene, duro como una piedra, se posó sobre mi curcusilla, él se separó de mí para buscar mi orificio anal y rozó un poco en el centro de mi chocho, ¡solo un poco! Pero deseé que me follara el coño como nunca lo había deseado, ni con mi entonces novio, Luis. Me dijo el chaval:
— He rozado tu sexo, se me ha resbalado, perdona Beatriz.
— Sé que ha sido sin querer, no te preocupes.
— Beatriz, si yo fuera tu novio no dejaría que te metiera nadie más que yo, le pegaría al que lo intentara, no sé cómo él te deja.
—Porque él no lo sabe.
— Joder, Beatriz, que lanzada eres, por cierto, yo me llamo Juan, que me da cosa darte por detrás sin habernos presentado, ¡las cosas de Joaquín!
Juan apuntó al centro de mi ano y mi excitación por el hizo que, ano y chocho se me abrieran. Su pene entró en mi ano si resistencia por mi parte, una vez su polla dentro de mi culo, apreté mis cachetes para sentirla machacarme. Qué barbaridad, de un tamaño normal, pero muy dura, su ritmo fue infernal, sus muslos hacían ruidos chocando con los míos... más de diez minutos estuvo el joven Juan dándome por culo, nunca hasta entonces me había excitado tanto... mi chocho soltó un chorro de flujo muy grande cuando me corrí mientras él seguía ensanchándome por detrás. El chorro que salió de mi chochito lo vieron todos, pero dijo Joaquín (siempre tan desagradable):
—Joder, Juanito, como has corrido a la zorra, perdón, a Beatriz.
Juan se puso a jadear intensamente, me clavó las manos en los costados y se corrió a borbotones, la mayor corrida de toda la tarde... sentir como su leche buscaba caminos en mi intestino, entrando a presión, hizo que me corriera otra vez, pero solo un espasmo. Juan me dio un clinex, lo guardé. Me dijo Joaquín al apearse Juan de mi culo:
—Rubia, le he dicho a Clara por wasap que tu culo se ha tragado la leche de estos cuatro, y me acaba de mandar un wasap de respuesta Clara, en el que dice que aprietes tu culo y que aguantes dentro de ti las leches de estos cuatro hasta llegar a tu casa.
—Beatriz tendrá que lavarse, Joaquín, ¡coño!, que menos tío —dijo Juan.
—No, se va así, ella lo hace por Clara y Clara lo quiere así.
No me creía lo del wasap tampoco, y lo de que me dieran por el culo los otros cuatro, empezaba a tener mis dudas. Pero como no estaba segura, quise ser obediente. Apreté los músculos de mi culo, me puse la minifalda y la blusa y, con las medias negras llenas de aceite y de semen, salí de aquel piso sin mirar atrás, estando vestida me daba aún más vergüenza mirar a la cara a los que “me habían rellenado” el culo. Caminé hasta mi casa, que no estaba lejos, pero la sensación de que todos aquellos lecheretazos querían escapar de mí, era más fuerte que las ganas de obedecer. Me metí en un portal, separé las piernas y relajé la musculatura de mi trasero; ¡un chorro continuo cayó entre mis piernas y sobre estas!, el chorro bajó serpenteando por el suelo inclinado del portal, y lo que resbaló por mi muslo, se metió en mi zapato izquierdo de charol negro.
Al llegar a mi casa me fui a la ducha y me lavé un rato, cuanto más avergonzada me sentía por lo que me había dejado hacer, mas excitada me encontraba, no sabía si llorar o si reír. Ya en mi habitación llamé a Clara por teléfono y me aclaró lo que yo ya temía: Lo de que me dieran también por detrás los demás, nada de nada había ordenado ella y lo de aguantar la leche en el culo tampoco, ¡las cosas de Joaquín dijo ella! Y muy seria me dijo:
—Tu no volverás a aquel piso y, ¡haberme engañado no me gusta!, si quiere darte por el culo otra vez, tendrá que ser en mi piso, delante de mí; tu, el; y yo mirando.
—Como tú digas Clara, voy a dormir, que estoy reventada.
—Descansa buena amiga, nunca podré pagarte lo que estás haciendo por mí, besos Beatriz.
—Gracias Clara, por ti, lo que haga falta.
Me acosté en la cama y, al coger el cargador del móvil del bolso, encontré el clinex que me dio el joven Juan, tenía algo escrito:
—Beatriz, este es mi teléfono, estoy enamorado de ti, si me quieres también, no me importa con quien hayas estado ni lo que hayas hecho, seré tu novio si tú quieres.
Me pareció tan tierno y, él me gustaba tanto, que si él no hubiera visto todo lo que hice en aquel piso, lo habría dejado todo por él.
Gracias por leerme, besos de Beatriz.