El novio de mi amiga

Arancha está enomorada del novio de su mejor amiga, siempre ha mantenido las distancias con él, pero un día, es él el que rompe las distancias...

EL NOVIO DE MI AMIGA.

Nico, era el novio de mi mejor amiga, Gabriela. Llevaban dos años saliendo y desde que le conocí me quedé prendada de él. Pero al ser el novio de mi mejor amiga trataba de mantener las distancias. Y seguiría manteniéndolas si no hubiera sido porque él pareció mostrar cierto interés por mí.

Todo empezó un día en que fui a casa de Nico a buscar unos apuntes, (estudiábamos Psicología en la Universidad y los tres íbamos a la misma clase) era Junio y el calor empezaba a apretar, por lo que me había puesto un vaporoso vestido de tirantes; como ya he dicho fui a casa de Nico y el mismo me abrió la puerta.

Hola, pasa. – me dijo tras abrirme la puerta.

Hola, ¿tienes los apuntes? – le pregunté.

Claro.

Entramos en el comedor y entonces Nico me miró de arriba abajo.

Estas muy guapa.

Gracias.

Entonces Nico se acercó a mí, me estrechó en sus brazos y me besó apasionadamente. Yo me sentí extrañada, pero puesto que me sentía muy atraída por él, decidí seguirle la corriente y le dejé hacer, Nico me acarició por encima de la ropa. En aquel momento decidió quitarme los tirantes del vestido, dejando libres mis pechos. Luego siguió besándome, me subió la falda y acarició mis nalgas desnudas, ya que llevaba un tanga. Me hizo dar la vuelta poniéndome de espaldas a él, volvió a acariciar mis turgentes pechos, y subiéndome la falda acarició suavemente mi sexo por encima del tanga. Yo entretanto acariciaba su sexo por encima del pantalón. Entonces Nico me cogió de las manos, y elevando mis brazos por encima de mi cabeza me apoyó contra la pared. Me subió la falda, me acarició el culo y las piernas, mientras me besaba en la nuca y la espalda suavemente, luego descendió besos a beso hasta alcanzar mis nalgas. Un cosquilleo recorrió mi espalda, Nico volvió a ascender y nos besamos apasionadamente. De nuevo, él volvió a descender hasta mis nalgas, y poco a poco adentró su lengua en mi sexo y empezó a lamerlo y mordisquearlo por encima de las bragas, lamiendo también el envés de la pierna. Volvió al sexo, apartó las bragas y siguió lamiendo el clítoris con suavidad. Empecé a moverme y retorcerme para sentir mejor la caricia. Gemía de placer, mientras Nico seguía con la labor, introduciendo su lengua en la húmeda vagina y moviéndola alrededor del clítoris.

Entonces Nico se levantó, me hizo tumbar sobre la mesa que tenía detrás, me quitó el vestido y entreabriendo mis piernas siguió lamiendo mi sexo muy suavemente, lo que hacía que mi garganta emitiera pequeños gemidos de placer. Nico utilizaba su lengua como un pequeño pene, introduciéndola en la vagina una y otra vez, luego empezó a dar pequeños y rápidos lengüetazos al clítoris, lo que fue aumentando el placer que sentía. De vez en cuando Nico se detenía y intermitentes lengüetazos hasta que mi placer se calmaba y entonces volvía a lamer mi sexo con suavidad y constancia, haciéndome gemir de nuevo y convulsionarme presa del placer, hasta que alcancé el orgasmo. Entonces ambos nos pusimos en pie, Nico me cogió de la mano y me llevó hasta la habitación. Nico se sentó al borde de la cama, mientras yo de pie le besaba y él me acariciaba el cuerpo desnudo. Le desabroché la camisa y se la quité, volví a besarlo y luego lo hice tumbar sobre la cama, me arrodillé frente a sus piernas entreabiertas, le desabroché el cinturón, y luego la cremallera, y finalmente el botón. Acaricié el masculino sexo por encima de los calzoncillos, a continuación lo lamí y mordisqueé con suavidad, le quité el pantalón y luego seguí lamiendo y masajeando el aparato. Seguidamente le quité de los calzoncillos dejando libre su erecto pene, lo cogí entre mis manos y muy delicadamente empecé a masajearlo. Durante un rato me dediqué a esta labor, cuando terminé me puse sobre Nico, a horcajas, guié el erecto pene hacía su agujero vaginal y descendí introduciéndomelo por completo, y comencé a moverme muy despacio sobre él, subiendo y bajando sobre el masculino sexo.

Entretanto Nico permanecía quieto, acostado, acariciando mis nalgas de vez en cuando. Yo seguía cabalgando sobre el pene a un ritmo constante, sintiendo el instrumento dándole placer. Entonces me incliné sobre Nico y nos besamos, luego él acarició mis duros y turgentes senos, volví a incorporarme, mientras Nico seguía acariciando mis senos. Así, Nico se incorporó para chupar y mamar el pecho derecho primero, y el izquierdo después. Luego volvió a recostarse y yo seguí cabalgando sobre el falo erecto de Nico.

Gemí de placer, mientras aceleraba el ritmo.

-¡Ah, oh! – gimió Nico.

Traté de disminuir un poco el ritmo, pero el placer iba en aumento al acelerar los movimientos, lo que hizo que finalmente me corriera. Cuando dejé de convulsionarme, me acosté junto a Nico, dándole la espalda. Estabamos ambos de lado, Nico me abrazó, luego con el pene aún erecto buscó de nuevo mi húmedo agujero y volvió a penetrarme. Yo me dejé hacer, era la mujer más feliz del mundo, doblé mi pierna derecha, para que él pudiera penetrarme más fácilmente, Nico empezó a empujar, metiendo y sacando su miembro una y otra vez en un baile de pasión y deseo.

Empecé a gemir excitada, mientras Nico seguía arremetiendo, cada vez empujaba más velozmente, lo que me llevaba hasta el paraíso del éxtasis. Ambos gemíamos de placer y Nico siguió embistiéndome:

¡Oh, que bien, que bien, así! – murmuré, en pocos segundos alcancé el orgasmo justo en el mismo instante que lo hacía Nico.

Cuando dejamos de estremecernos, nos quedamos quietos, uno junto al otro, hasta que nos dormimos. A la mañana siguiente, el ruido del timbre nos despertó.

¡Oh, ¿quién será ahora? – protesté.

¡Oh, Dios! ¿Qué hora es? – se despertó Nico exaltado – Es Gabriela, habíamos quedado para desayunar. No te muevas – dijo levantándose- Voy a abrirle, trataré de distraerla.

Nico salió de la habitación y abrió la puerta.

¡Hola! – saludó a Gabriela.

¡Hola! ¿Qué te has dormido?.

Sí, lo siento.

En la habitación, yo escuchaba tras la puerta.

¿Estás solo? – preguntó Gabriela.

Si, claro.

¿Quieres desayunar?

Bueno – aceptó Gabriela.

Ambos entraron en la cocina y así pude salir de la habitación tras haberme vestido. Me dirigí a la puerta sin hacer ruido y salí de la casa.