El novio de Lara es stripper - IV
Ha amanecido el gran día, después de una noche inolvidable. Hoy es la despedida y, al final, Paula también se apunta.
- ¡Venga, niñas! Que hay que adecentarse los bajos...
Lara se despertó por las continuas vibraciones de su teléfono cada vez que le notificaba un nuevo mensaje. Se desperezó con la sensación de haberse pegado la sobada de su vida y estaba desorientada. Por la luz que le entraba por la ventana del dormitorio, se situó por encima de las tres de la tarde. Raúl seguía dormido a su lado. Cogió el móvil para ver qué jaleo era ese y se encontró con ese mensaje de Saavedra como el primero de más de cien que, de nuevo, habían comenzado a producirse insistentemente en el grupo.
- Buenos días -escribió aún medio dormida.
Por lo que había prestado atención al empezar a leerlo todo, Saavedra había comenzado con la broma desde por la mañana y, una de las dos raras del grupo, se había puesto borde de más defendiendo la postura de no querer que hubiera un desmadre. A la hora de las cervezas reventó el grupo. La otra rara intervino y se armó una bronca considerable. Tanto es así que, a parte de las dos raras, también se había ido del grupo la desconocida que mejor que le caía a Lara; De lo que se habían tratado por whatsapp, claro.
- Qué pena. Con lo bien que me había caído -pensó.
Había comenzado a escribir para sumarse a la conversación, que ya iba por la opinión de Saavedra, Cinthya y una de las otras tres que quedaban, acerca de la discusión, cuando se encontró con que Saavedra le respondía.
- ¡¿Cómo que buenos días?! ¿A qué hora llegaste anoche, bandida? ¿Qué estuviste haciendo?
Tener a la vista del rabillo del ojo el culo de Raúl estuvo a punto de provocarle un disgusto porque iba a haber dicho una imprudencia. Se contuvo poco después de haber empezado a borrar lo que ya tenía escrito y reaccionó.
- Pero, por nosotras, lo de esta noche sigue en pie, ¿No?
Saavedra, Cinthya y Marta, que es como se llamaba esta “desconocida”, respondieron afirmativamente de inmediato pues estaban siguiendo la conversación.
- A ver qué dicen estas dos... -dijo Marta refiriéndose a Lola y a Noe, las otras dos desconocidas.
La charla continuó por la inevitable reestructuración presupuestaria y otros detalles a repasar. Habían quedado a las nueve en casa de Saavedra, se habían pasado la ubicación por el grupo. El plan era cenar, ambientarse y estar ya dispuestas a una inolvidable noche de sexo cuando, a las once, llegara el stripper.
Lara volvió a mirarle el culo a Raúl. Ahora sí, con detenimiento y recreo.
- ¡Ay! Si supierais... -suspiró...
Al ir espabilándose y al hablar con ellas, Lara había tenido la oportunidad de ir tanteando el terreno. Saavedra que, según Raúl, sospechaba que salían juntos, no parecía haber soltado ningún primer tirito más que ese “¿Qué hiciste anoche?” que, por otro lado, también podía ser totalmente inocente. Además. Había podido esquivarlo. Y, por su parte, Cinthya tampoco parecía que supiera nada.
- Con la que, el stripper y yo, liamos anoche -terminó de decir en el suspiro.
Lara, que se había llevado cachonda y masturbándose durante toda la tarde y la noche anterior, terminó yéndose a esperar que Raúl saliera del trabajo y se montaron una sesión de exhibicionismo y fotos pornográficas en cinco espacios distintos de la ciudad. Luego, de vuelta a casa, habían rematado la fiesta hasta caer rendidos en la cama alrededor de las seis de la mañana.
Se levantó de la cama, se puso un tanga y una camiseta, cogió el móvil y se fue al salón. Encendió la tele, dio un viaje a la cocina con las cosas que se habían quedado por medio por la noche y, como se suele decir, empezó a funcionar. Encendió la cafetera, se preparó su café y dejó en la jarra para que Raúl se preparara el suyo cuando se levantara, cogió el mando de la tele para ponerse algún programa entretenido tipo ranking de cosas divertidas y, cuando lo encontró, empezó a disfrutar del café y entabló una charla con Paula, que también le había enviado un mensaje.
¡Pedorraaaaa! ¿Te va a dar tiempo a venirte para el café?
¡Qué va! -empezó a escribir Lara-. Si me acabo de levantar de la cama y Raúl está todavía frito... Me estoy tomando un café ahora, pero es el del desayuno. Jajajajajajajja...
Eran algo más de las cuatro y media de la tarde. Si tenía que estar a las nueve en casa de Saavedra, el tiempo ya se le estaba empezando a apretar para las cosas que quería hacer.
- Quiero pasar hoy todo el día con Raúl -continuó escribiendo Lara-. Me siento el cuerpo raro; Una mezcla entre nervios, inseguridades, excitación...
Por mucho que quisiera no pensarlo, Lara seguía teniendo sus dos demonios en uno: Que Saavedra volviera a levantarle otro novio, que Raúl la dejara...
¿Ha pasado algo? -respondió Paula-. Porque, hasta ayer, estabais divinamente.
¿Y si se me está yendo tanto la olla solo porque me aterra que Raúl me deje? ¿Y si me estoy engañando a mí misma?
¡Nena! ¡Para! ¿Qué dijimos el día del “quiero follar contigo”?
Tienes razón...
Una de las últimas tardes en casa de Paula, Lara le había contado que, sentía tanta curiosidad por disfrutar carnalmente del sexo lésbico, que quería follar con ella después de que pasara lo de la orgía con Saavedra y las demás. Aquella confesión, aparte de una conversación bastante al límite entre amigas, trajo como reflexión que aquella era la evidencia de que Lara actuaba por curiosidad propia. Si solo actuara por inercia, no habría tenido interés por ir más allá de la orgía ni de cualquier otra propuesta de Raúl.
Raúl salió del dormitorio.
Hay café recién hecho en la cocina -le dijo Lara mientras él se perdía en esa dirección de la casa.
¿Seguro que tengo razón? No hay emoticonos en esa frase para saber con qué intención lo estás diciendo. Igual me estás dando la razón como a las tontas...
No, que sí... Que tienes razón. Si, con la que lié ayer, debería haberme quedado cristalino. Pero es que, tal vez, sea eso. Que, lo de ayer, me haya parecido exagerado...
¿Qué liaste ayer?
Le envió una foto. En ella, de rodillas sobre el sofá, con las piernas levemente abiertas, el cuerpo erguido, las tetas comprimidas y reventonas entre los brazos que bajaban rectos a posar las manos sobre el coño, completamente desnuda y tocada solo con un original antifaz, Lara se exhibía en un juego de luces que ofrecía el contraluz que entraba desde la puerta de la terraza y le iluminaba medio frontal del cuerpo, dejando la otra mitad a la sombra.
Invité al vecino del ascensor de la semana pasada a que viniera a casa a hacérmela.
¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!
Después de que le pillara viéndome como me restregaba contra la barandilla de mi terraza en mi segundo orgasmo.
¿Con quién hablas? -le preguntó Raúl a Lara al regresar al salón con un café en la mano y completamente desnudo.
Con Paula -le respondió-. Estaba empezando a contarle lo de ayer.
Raúl se mordió el labio, cerró los ojos y negó con la cabeza en un inconfundible gesto de “¡Qué disparate!” y luego, después de volver a abrir los ojos, sonrió y le dio un beso a su novia antes de sentarse en el sofá junto a ella.
¿Y cómo estás?
Genial. Chipendilerendi -le respondió su novia con una amplia, sincera, nostálgica y feliz sonrisa en la cara.
Se detuvo a hacer un breve repaso de su vida porque sentía que, lo que estaba descubriendo, era realmente de vital importancia. Suponía hacer un repaso emocional desde el día en que nació hasta ahora; El punto y final a una historia de negación que terminaba en aceptación y de relevante índole sexual. Con todo lo que eso implicaba.
Se lió un canuto y lo compartió con Raúl mientras rememoraban diferentes revelaciones morales, banales y sexuales. Hablaban de todo un poco sin poder evitar ninguno de los dos que, los recuerdos referentes a situaciones sexuales, les fueran despertando cierta excitación.
¿Dónde he estado escondida todo este tiempo? -se preguntaba Lara.
Preparándote para el día de hoy -le respondió Raúl.
¡Ostia qué buena respuesta!
Era el resumen perfecto. Lara estaba renaciendo o, mejor dicho, florecía porque no era un volver a empezar sino, en realidad, un soy completamente distinta al antes pero, también, gracias a él. Y, ese completamente distinta, no solo la había cambiado a nivel sexual sino, en realidad, en todo su ser.
Y estaba encantada, Raúl había aparecido para cambiarle y mejorarle la vida. Estaba genial, chipendilerendi.
¿Cómo estás tú? -le preguntó entonces Lara a Raúl.
Yo me casaba contigo -fue su respuesta.
Le provocó la sonrisa aunque jamás se hubiera imaginado escuchar esa respuesta. Se sintió feliz y se acercó a darle un pico cariñoso a su novio. Luego volvió a acomodarse como estaba en el sofá y, mirándole con gesto cómplice, simpático y bromista, le respondió.
- ¿Sabes? Creo que yo también empiezo a pensar lo mismo...
Y, la imagen de ella dando una calada, sirvió para que cada uno se perdiera en sus propios pensamientos.
Eran cerca de las cinco y media cuando, después de la charla y el momento personal, Raúl se levantó del sofá para empezar a arreglarse. Se iba de compras. Lara iba a dedicarse la tarde a sí misma. Quería darse una buena ducha, echarse buenos potingues... Dedicarse, vamos, lo que viene siendo darse un capricho. Y, como la despensa y la casa padecían ciertas carencias, él iba a aprovechar ese rato. Así que se dio una ducha, se vistió, cogió un par de bolsas de racia y el carro de la cocina y se fue tras despedirse de Lara con un cariñoso y prolongado beso en la boca.
¿Te veo antes de que me vaya? -le preguntó ella.
Supongo que sí -respondió él.
Lara cogió el móvil tras despedirse de él, había zumbado varias veces. Abrió el whatsapp, eran mensajes de Paula.
- ¡¡¡¿Que qué?!!! ¡¡¡¿Cómo?!!! ¡¡¡¿Hola?!!! ¿Estás? ¡Eeeeeeeooooooo! ¿Hay alguien? -se leía en varios bocadillos sobre la pantalla.
Lara retomó por donde se había quedado: Por el segundo orgasmo en dirección a la foto. Es decir, hacia adelante.
- ¡No! ¡No! -leyó entonces en la pantalla-. Me lo cuentas desde el principio.
Y, sin salir de whatsapp, Lara le hizo una videollamada y empezó a contarle.
La tarde anterior, después de que Raúl se fuera, Lara comenzó por instalarse la web cam sobre la tele del salón y por empezar a trastearla. Se había desnudado, había estrenado el antifaz que se había comprado para su nueva afición y, sin llegar a emitir, había comenzado a buscar posturas y frases para sus momentos de emisión.
Eso la había ido poniendo cachonda hasta el punto de que, en el sofá, se masturbó por primera vez hasta llegar al orgasmo. Y, con aquello, todo lo que había conseguido era tener unas ganas locas de llegar al segundo.
Y, para el segundo, decidió salirse a la terraza.
Le ponía muchísimo que la vieran, le encantaba. Se disparaba en cualquier escena de exhibicionismo que tuviera bajo control y la terraza era una de ellas. De hecho, salió con el firme deseo de coincidir con el vecino de en frente y ofrecerle el homenaje que se iba a dar.
El vecino de en frente no salió pero Ángel, el joven de arriba, sí que estaba observándola desde la terraza de su casa, que se queda retranqueada unos metros sobre la de Lara. Ángel era el chaval que a la había visto desnuda la semana anterior, la noche que salió a la calle desde el garaje del edificio, que Raúl le había hecho las primeras fotos sobre un coche aparcado y en la que, al volver a entrar al edificio desde el portal, subió desnuda con Ángel y con Raúl en el ascensor. Aquella noche Lara le había regalado su primera foto desnuda al muchacho, en la que se tapó la cara con un efecto fotográfico y, después de encontrarse en la tesitura de las terrazas, eso había desembocado que, la segunda foto que iba a regalarle, se la haría él mismo y ella posaría tapándose la cara con un antifaz mucho más bonito que un triste efecto fotográfico.
Y, el asunto, terminó siendo un “in crescendo” que había terminado a las seis de la mañana.
Desde el teléfono de Lara, y porque así iba el juego, Ángel le envió la foto a Raúl y ambos estuvieron un rato charlando. El asunto terminó con el asentamiento de los límites de lo que pasaría a continuación: Ángel iba a fotografiar toda la desinhibición sexual que Lara quisiera desatar y, a cambio, tenía que encontrar las mejores fotos para reflejarlo. Raúl sólo puso una condición más: que fuera él quién, por motivos de trabajo, marcara los tiempos de la sucesiva conversación por mensajería.
No hubo ningún problema... Ni siquiera lo supuso el hecho de que no volviera a ocurrir hasta mucho después de que Lara hubiera vuelto a quedarse sola en casa.
Lo que ocurrió entonces fue que Ángel aceptó la invitación a desnudarse si quería, acompañó a Lara a su dormitorio y, empalmado y duro hasta terminar por correrse, aguantó y disfrutó todo lo que pudo mientras le hacía fotos a Lara. Ella, por su parte, tras regalarle una docena de poses que fueron pasando de “soy juguetona” a “no tengo freno”, terminó por quitarse el antifaz y por correrse dos veces sin dejar de mirarle mientras seguía posando y se daba caña contra el coño con los dedos.
Lara ya llevaba cuatro orgasmos en el cuerpo y una situación súper desinhibida a las ocho y media de la tarde. Se había corrido una vez sobre su cama, con el antifaz puesto, mientras el joven Ángel la fotografiaba desnudo y se tocaba y, para el siguiente, le apetecía quitarse el antifaz y regalarle ese momento al vecino.
- En estas fotos no se me puede ver la cara, pero yo pongo de mi parte -le dijo justo después de quitárselo.
Se soltó el pelo y jugaron con posturas y ángulos. Los dos se masturbaban abiertamente, él sin dejar de hacer fotos y conectando fácilmente con el juego que Lara le daba. Hizo muy buenas fotos. Fue el “córreme la cara” de Lara lo que hizo que Ángel no dudara y se volviera loco hasta alcanzar el orgasmo, la fantasía y que terminara por llenarle de semen la cara a su vecina.
La frase “hazme una foto solo de la cara” y lo cerca que tuvieron los ojos para mirarse mientras se descargaba en su segunda paja sin control, fue lo que la llevó a ella a su cuarto orgasmo.
- ¿Y qué tal las fotos? -preguntó Paula a esa altura de la charla.
Lara le envió tres o cuatro fotos y, al recibirlas y echarles un vistazo, en un acto reflejo Paula se recolocó el tanga metiéndose la mano por debajo del pantaloncito que llevaba puesto. Lara interpretó aquello como una reacción sexual y, con la excusa de ir a reparase la depilación púbica, se quedó desnuda delante de su amiga mientras seguían con la conversación.
Le contó que, tras el segundo orgasmo y la foto sobre la cama, volvieron al salón y, todavía desnudos, estuvieron un rato charlando sobre fotografía. Resulta que Ángel tiene talento para todo un proceso creativo que acaba tras la edición digital y, aquella noticia, alegró a Lara. En ese aspecto, los conocimientos de Raúl son menores y, el joven vecino, podía convertirse en un serio aliado de juegos.
Verse en algunas de las fotos que, tan solo con el móvil, Ángel le había hecho y editado, la puso de nuevo lo suficientemente cachonda como para masturbarse de nuevo delante del vecino. Y luego, por whatsapp, le regaló tres fotos: la primera que se hizo sobre el sofá y que le habían mandado a Raúl, otra bastante explícita pero sin cara después de haberse quitado el antifaz y la de la cara corrida.
- La última no se la puedes mandar a nadie. Las otras sí. Y me gustaría que me contaras lo que pasa con aquellos a los que se las mandes.
Ángel le corrió la cara por segunda vez.
- Y luego, al poco de marcharse y quedarme de nuevo sola en casa con mis pensamientos, fue cuando me dio el bajón -le dijo Lara a Paula en ese momento de la conversación.
Cinco orgasmos y dos lefazos en la cara, de otro tío que no era su novio, sirvieron para que se sintiera tan infiel como culpable. Se encontró de frente ante el que le parecía un punto de fractura insalvable y tenía que evaluarlo con detenimiento.
No le parecía suficiente justificación para defender la debida fidelidad el hecho de que no había mantenido contacto físico con el vecino. ¡La había lefado dos veces! O sea que, sí o sí, había tenido sexo con el vecino a espaldas de su novio. Y, eso, era para ella una infidelidad en toda regla.
Inmediatamente sintió la necesidad de contárselo a Raúl y, tomar esa decisión, le despertó otro pensamiento.
- La lealtad y la fidelidad... -pensó-. Temo no haber sido fiel pero me mantengo leal...
Se calmó. Ese argumento era muy bueno y quiso explorarlo en mayor profundidad. Además, al alcanzarlo se había dado cuenta de que no había prisa; Al menos, no la prisa que había sentido en ese momento y que se medía en minutos. No eran más que las nueve y media y no vería a Raúl hasta la medianoche.
Finalmente tuvo la revelación que la lleno de paz y felicidad cuando, una relación de ideas, hizo que la frase de Raúl esa de “lo que yo tengo contigo va mucho más allá de las cositas que me haces” le hiciera comprender que, su amor, estaba a salvo por la extrema complicidad y conexión que había entre ellos. No tenía por qué enfrentarse a sus preocupaciones ella sola cuando, a la vista estaba, que todo funcionaba mejor cuando lo hacían juntos.
- Y entonces se me ocurrió ir a recogerle al trabajo vestida solamente con la bata de seda -seguía contando Lara.
Llevaba en los bolsillos solamente el móvil y una tarjeta de crédito cuando se bajó del taxi que, a las once, la dejó en la puerta del local. Raúl ya estaba avisado. Se sentó en la oscuridad de uno de los taburetes de la barra y allí permaneció hasta que Raúl terminó con sus pases. Cuando se marcharon y se subieron en el coche de Raúl, Lara le contó lo que había pasado y sentido durante la tarde y cómo le apetecía pasar la noche. Y la complicidad que existía entre ambos convirtió en sonrisas todas las emociones. Lo de los lefazos del vecino no resultó ser un problema sino una virtud: seguridad y confianza.
Y luego nos fuimos a follar y a hacerme fotos por ahí... En la farola de la Plaza Mayor, en la fuente de las Sirenas... Y nos han dado las seis y pico de la mañana.
Y ya, hoy, con el remate -respondió Paula-. Ya no es que no te reconozca, porque ya me he hecho el cuerpo. Lo que no entiendo es donde te sale la energía para tanto...
Es la excitación, que no hace más que darte fuerzas y ganas. ¿O me vas a decir tú que, cuando estás cachonda, no tienes ganas y fuerzas como para que te echen carros y carretas?
Paula se quedó callada ante la evidencia. A todo el mundo le pasa que, cuando estás en faena, nunca quieres que se acabe. Así de simple. Por tanto, si siempre estás en faena...
¿Y tú? -le preguntó Lara-. ¿Qué plan tienes para hoy?
Ninguno. Tarde y noche de perreo doméstico.
Pues yo tengo ahora baño relajante con musiquita y demás. Si quieres apuntarte, tienes tiempo de sobra mientras preparo la bañera.
¿Y me lo estarás diciendo en serio?
Pues claro, ¿por?
¡¿Pero tú es que no eres consciente del peligro que tienes?! Si me meto contigo en la bañera, puedo darme por follada.
¿Te he dicho que tengo hierba en casa y un ribera del Duero que quita el sentío?
¡Lara!
Lara se levantó del sofá y se fue al cuarto de baño. La casa tenía por capricho una bañera enorme que era un placer. Llevaba el teléfono en la mano, para mantenerse en contacto con Paula y que su amiga viera cómo repasaba los diferentes botes de geles, aceites y potingues de que disponía. Abrió el grifo del agua caliente y salió hacia la cocina para que se vieran las dos botellas de vino.
- Las últimas veces siempre ha sido en tu casa. Déjate de leches y no seas tonta. Media hora tienes...
En la pantalla, Paula permanecía inmóvil y en silencio.
- Venga, voy. Ahora nos vemos -y colgó.
Lara había abierto el grifo de la bañera sobre las seis, así que tenía hasta y media para que Paula llegara. El agua tardó unos pocos minutos en comenzar a salir caliente y, tras poner el tapón, Lara solo tenía que esperar porque lo tenía todo listo. Aprovechó ese tiempo para liar un par de canutos para después, revisó sus redes sociales y hasta mantuvo una breve charla en el grupo de whatsapp de la despedida.
Todas las chicas estaban ya en las previas de empezar a acicalarse para la fiesta posterior.
Paula llegó a casa de Lara y, tras una breve charla en el salón, se metieron en la bañera con su buena musiquita, sus copas de vino y su primer canutito. Lara le pasó el móvil a Paula, se preparó sugerente y traviesa con la espuma para posar para una foto y su amiga se la sacó. Luego la envió al grupo de la despedida.
Aquello provocó que las demás hicieran lo mismo y, cada una, se hizo un selfie en ese momento con lo que estaba haciendo y lo fueron enviando al grupo. Solo Saavedra y Marta estaban desnudas. Saavedra enseñaba teta sin pudor, además. Lara le pasó el teléfono a Paula para que le echara un vistazo a las fotos.
Saavedra es el pibón que enseña teta -le dijo.
¿Sabe algo?
Parece que no. Ni Cinthya tampoco.
¿Se lo vais a decir?
Sí, claro. Pero no hemos decidido el cómo. Creemos que la noche nos dirá cuál es el mejor momento pero me sigue pareciendo arriesgado...
¿No decís que es buena tía?
Sí. Al menos lo parece, desde luego. Pero no es eso... Lo que me preocupa es que sea nuestra torpeza la que haga que se moleste. Me jode este seguir sospechando hasta el último momento y que, eso, me vuelva insegura. Es la puta desconfianza...
Es tu sistema de alarma y no puedes perderlo -respondió Paula-. Y más aún teniendo en cuenta el historial que te traes con ella. Lo malo sería que no estuvieras así.
Ya. Pero es una sensación que no me gusta y que solo la tengo con ella.
Se hizo el silencio durante unos segundos en los que se sostuvieron la mirada. Estaban metidas en la bañera la una frente a la otra, con la espalda recostada contra el filo y el agua por encima de las tetas. Tenían las piernas flexionadas y apoyadas también contra el borde, entrecruzadas y con los pies posados cerca del culo de la otra pero sin llegar a tocarse. Paula se incorporó para acercarse a recoger el canuto de la mano de Lara y, al hacerlo, no solo emergió las tetas del agua sino que rozó con el pie el culo de Lara bien cerca del coño. Lo retiró sin sobresaltarse exageradamente y dio una calada.
Después de habernos hecho mil pajas juntas -comenzó a decir Paula-, cuando el otro día me dijiste que querías follar conmigo conseguiste ponerme nerviosa.
Ya... -interrumpió de inmediato Paula.
Pero aquí estamos y, ya ves, como si no hubiera pasado nada. Me fío de ti... Y sé que piensas lo que piensas pero que no vas a equivocarte. Tenemos puestas todas las cartas sobre la mesa y se lleva bien. Imagino que te falta tener con Saavedra la misma oportunidad que estoy teniendo yo ahora contigo. No tenéis todas vuestras cartas boca arriba... ¿Puede ser?
Puede ser -respondió Lara.
Pues entonces, por propia experiencia te digo que, si yo lo estoy llevando ahora mismo así de bien, tú, con todo lo que me llevas de ventaja, solo estás a un rato de llevarlo mucho mejor. No deberías preocuparte de desconfianzas, ni de torpezas. No te vas a equivocar.
Podías venirte a la despedida -respondió con una exclamación lamento-suplicante Lara-. Me vendrías de lujo.
Se hizo un breve silencio.
A parte de por otras varias cosas -comenzó a decir Paula-, ¿De verdad no te importa, o te pone, que folle con Raúl?
A mí lo que me pone muy cerda es la libertad de exhibir cómo disfruto del sexo, poder mostrarle a alguien mis mas básicos instintos sexuales y el placer que me producen. Cuanta más confianza tenga con ese alguien a quien se lo enseño, pues mejor. Por eso me encanta que Raúl lo vea, que lo vea el vecino, que lo veas tú... Follar con gente que comparte esa afición es genial. Yo he dado con Raúl, que lo siente lo mismo, y ya estás viendo por dónde vamos... Si follas con Raúl aunque es cierto que los lazos que nos unen lo va a hacer más singular, lo que más me pondría no sería el con quién, sino el que quieres compartir esas experiencias conmigo, enseñarme cómo disfrutas del sexo... ¡Vamos! Lo que llevas haciendo durante las mil pajas que ya nos hemos cascao juntas...
Se echaron a reír y, a continuación, Paula le devolvió el canuto a Lara. Luego volvió a acomodarse en la bañera y, el movimiento de su brazo bajo el agua, puso en evidencia que estaba haciendo lo que estaba haciendo. Había empezado a masturbarse.
Lara estiró lentamente el pie hasta rozar contra la piel de su amiga bajo la nalga. Continuó deslizándolo hasta donde Paula dijera basta y, como no lo dijo, terminó por llevarlo contra su coño. Paula, con la mano que tenía bajo el agua, se colocó para que Lara la penetrara con el dedo gordo y, a continuación, cerró los ojos, se dejó caer hacia atrás lo que le permitía la bañera. Comenzó a masturbarse alegremente y a follarle el dedo del pie a su amiga. Lara contempló felizmente aquel espectáculo con su canuto y su copa de vino.
Paula no dejó de darse caña y terminó por correrse placenteramente. Acompañó el orgasmo con breves gemidos agudos y una profunda espiración final para, luego, ir recuperando poco a poco el aliento. Abrió los ojos y miró a Lara que, estática y encantada, sonreía mientras no dejaba de mirarla.
Aquel fue su primer contacto físico. A pesar de haberse masturbado juntas mil veces, jamás se habían puesto la mano encima la una a la otra. Acababa de pasar más de una cosa a la vez.
Me ha gustado enseñártelo -dijo entonces Paula.
Y a mí me han dado muchas ganas también de que veas lo perra que me pongo contigo.
Lara se levantó del agua y sacó a Paula de la bañera, iba tirando de ella. Fueron al salón pero, por inercia, Lara salió a la terraza y sacó también a Paula. Cogió el cojín largo del sofá exterior, lo tiró en medio de la terraza, recostó a Paula boca arriba y, acto seguido, se encajó encima suya para hacer la tijera. Comenzó a cabalgarla.
Se le erguía el cuerpo casi de manera instintiva. Hiciera lo que hiciera, y en la postura que fuera, siempre exhibía la silueta más esbelta y excitante posible. ¡Hasta la melena mojada le caía bien! Mantenía un ritmo cadencioso y acompasado de caderas y refrotamientos vaginales que acompañaba con gemidos de labios apretados y ojos siempre abiertos, mirando a Paula.
Los dos cuerpos eran sexo en plenitud y, la fuente de excitación, era la conexión de sus miradas.
Ahora es cuando se me va la olla y digo que sí a cualquier cosa que me propongan -dijo Lara-. ¡Dime un disparate!
Dímelo tú -respondió Paula-, que eres la ocurrente...
Esto empieza porque Raúl nos vea cuanto antes...
¿Vas a grabarnos en video?
No es mala opción -dijo apretando especialmente coño contra coño mientras la seguía cabalgando-. Pero me refiero a que tiene que vernos, que me pone que lo vea... Que entra por esa puerta...
Lara sola se disparó. Conforme imaginó a Raúl asomando por la puerta del salón a la terraza, se puso tan cachonda que se dejó llevar por las palpitaciones del clítoris. Tanto se le fue de las manos y tan claro lo tenía, que se corrió mirando a la puerta.
Paula también.
Se recompusieron y regresaron a la bañera, pero empezaron a darse ardiles. Se enjabonaron por última vez, se enjuagaron, se echaron sus aceites corporales y, mientras la hacían, charlaron. Estaban tan de acuerdo en que querían compartir aquello cuanto antes con Raúl que, ante la posibilidad de que fuera esa misma noche en la despedida y puesto que, además, esa circunstancia provocó que Lara le propusiera a Paula por segunda vez lo de apuntarse, al final Paula aceptó y Lara comenzó a tantear a las chicas en el grupo para ver si podía sumar una incorporación de ultimísima hora.
Bueno, Cinthya ya te ha visto. Y, esa noche, nos lo pasamos muy bien las tres... Entre eso y lo que tarden en pensar que somos más para repartir gastos, seguramente no haya problema. Además, ¡Qué tiene que ser que sí! Que ya se me ha ocurrido y todo cómo va a ser.
Ahora ya tienes que contármelo...
Como a Raúl va a sorprenderle verte allí, no hay que darle opción a que se le baje el nivel de sorpresa. Así que, durante su primer baile, nosotras follamos. Que, además, eso también da mucho juego para que, en el segundo baile, a Raúl se le ocurran cosas nuevas con el grupo. Cosas de las de volvernos ya todas locas...
Suena bien -sentenció Paula.
Efectivamente las chicas estuvieron encantadas de que se sumara una mujer más a la despedida. Así que Lara y Paula terminaron de arreglarse, apenas un poco de maquillaje porque de todas era sabido que la ropa iba a ser lo de menos, bajaron al garaje y, con tiempo suficiente, se marcharon en busca de la ubicación que, de nuevo, Saavedra había subido al grupo.
Se iban de despedida de soltera.