El novio de Begoña
Como un comentario indiscreto puede dar lugar a un deseo irrefrenable
Begoña era una de esas amigas que siempre iban a su bola. De repente desaparecía y estábamos una temporada sin saber de ella, como de repente volvía a aparecer y a formar parte de nuestro círculo de amistades. Así era ella y tampoco le dábamos más importancia. Ya sabía donde estábamos.
Después de un tiempo sin saber nada de ella, un buen día apareció de la mano de un chico con muy buena planta y bastante atractivo. Conociéndola parecía evidente que tan repentina aparición no tenía otra intención que lucir su última conquista. Su vanidad le perdía. También le perdía su boca. Esa misma tarde ya le había contado a su chico la vida y milagros de cada una de nosotras, desde lo más banal hasta los más íntimos secretos de cama, sin saber que aquellas confesiones le iban a traer muy malas consecuencias.
El caso es que Jorge, así se llamaba el chico, se quedó bastante impresionado por las aventuras que Begoña le había contado sobre mí. Además, la incauta le había puesto un punto de exageración en su narrativa, haciendo que todavía mostrase más interés en mi persona.
Al día siguiente, aprovechando un momento esquivo, Jorge se me acercó y me preguntó:
- ¿Es cierto todo lo que me ha contado Begoña de ti?
- ¿Y se puede saber que te ha contado Begoña de mi?
- Pues que eres una diosa en la cama
- Eso es algo que a ti te tiene que traer sin cuidado
- Mujer, no te enfades, lo decía porque si es cierto lo que me ha contado, no hay muchas mujeres como tu
- Ya ves, por lo visto soy un bicho raro
- Ni eres bicho, ni eres rara, eres una preciosa mujer que ha sido creada para disfrutar del amor.
Las palabras de Jorge empezaban a tomar un cariz bastante directo, por lo que tuve que pararle rápidamente los pies
- Probablemente a Begoña le interese mucho saber tu opinión de para que fui creada.
- Disculpa si te he ofendido, pero esto no tiene nada que ver con Begoña. Ella me contó lo que me contó y sus motivos tendría para hacerlo. Solo digo que me pareces una persona especial y por eso intentaba entablar conversación contigo.
- ¿Solo conversación?
- Conversación y lo que tú quieras.
- Escucha Jorge, Begoña es mi amiga y tú eres su chico, así que sobra todo esto.
- Como tú quieras…
Y dándose la vuelta volvió con el resto de la gente.
Ese primer acercamiento de Jorge había dejado bien a las claras sus intenciones y había despertado en mí una duda; ¿Qué le habría contado Begoña de mí, que tanto interés mostraba?
En los días siguientes nos vimos en contadas ocasiones y tan apenas hubo oportunidad de conversar, hasta que una noche volvimos a coincidir en casa de una amiga. Casualmente Begoña tenía que salir temprano al día siguiente por razones de trabajo y se fueron enseguida. Jorge la acompañó a casa. No pasó mucho tiempo cuando el timbre volvió a sonar. Era Jorge, había dejado a Begoña en su casa y había vuelto sorpresivamente. A mi amiga no pareció importunarle, era guapo y simpático, pero yo tenía fundadas razones para pensar que su presencia ocultaba perversas intenciones. Estuvimos un largo rato hablando de cosas intrascendentes hasta que decidí que era hora de marcharme. Jorge, siempre tan galante y dispuesto, se ofreció a acompañarme para que no andase sola por la calle a esas horas de la madrugada. Por otra parte no había otra opción posible, o se venía conmigo o se quedaba solo con mi amiga, lo que no parecía muy oportuno. Así que, juntos, tomamos rumbo hacia mi casa.
Y como la ocasión la pintan calva, enseguida volvió a buscar un resquicio para entrarme
- ¿Todavía sigues enfadada conmigo?
- Yo no estoy enfadada, siento haberte dado esa impresión.
- Bueno, mejor, me alegro. Me gusta tu compañía y me fastidiaría mucho disgustarte.
- Tú no necesitas mi compañía, ya tienes la compañía de Begoña.
- ¡Otra vez con Begoña! Olvida a Begoña, esto no tiene nada que ver con ella.
- ¿Ah no?... ¿entonces con quien tiene que ver?
- Pues tiene que ver contigo… y conmigo
Jorge no se andaba con rodeos e iba directo al grano, así que opte por seguir su misma estrategia
- ¿Se puede saber de una vez que te ha contado de mí para que te intereses tanto?
- Nada. Bueno, algunas cosas me ha contado, algunas cosas que hacen de ti una mujer maravillosa
- No te creas todo lo que esa bruja te cuente, exagera mucho o directamente se inventa las cosas.
- La has llamado bruja, ¿no te llevas bien con ella?
- Es solo una forma cariñosa de llamarla, no tenemos ningún problema, aunque a veces podía mantener la boca un poquito cerrada. Por cierto, aun no me has dicho que te ha contado que tanto te ha impresionado.
- Ya te lo dije, me contó que en la cama eres la más salvaje de las mujeres.
- Entiendo, y ahora quieres comprobar si dice la verdad.
- Bueno, eso estaría bien, pero no necesito comprobarlo, se ve a la legua que eres la mejor de las mejores.
- Vaya, a lo mejor es que llevo escrito en la frente la palabra “puta”
- Te has vuelto a enfadar.
- ¡Qué no, joder, que pesado, que no estoy enfadada!
- Vale, vale…. Si te calmas te lo cuento.
Estaba empezando a sacarme de mis casillas, y mira que era difícil hacerlo. Traté de tranquilizarme y prestar atención a sus palabras.
- Solo te pido que no te vuelvas a enfadar. Somos personal adultas y podemos hablar de cualquier cosa sin necesidad de enfadarnos.
- Que no me enfado. Desembucha.
- Bien, Begoña me contó que cuando quieres conquistar a un hombre tienes una estrategia que nunca te falla.
- Pues como no me la cuentes tú…
- Si mujer, algo con lo que los hombres soñamos todas las noches, algo que en ti supera todos los cánones de belleza, algo inalcanzable para la mayoría de nosotros, algo…
Le interrumpí bruscamente
- Mi culo
- Si, tu culo. Me contó que cuando quieres tener a un hombre no dudas en entregarlo.
- Ya, debí imaginar que por ahí iban los tiros. Es algo que la pobre Begoña no se atreve a dar y por lo que sé que me envidia. Hemos hablado mucho de ello. ¿Aun sigue sin entregarlo?
- Aun sigue. Eso es tabú. Por esa razón me habló de ti y de tu facilidad para el sexo, incluido el anal.
- Vaya, no llevo el cartel en la frente pero mis amigas ya se encargan de hacerme publicidad. Y claro, ahora a ti se te cae la baba por probar el mío, que dicho sea de paso te parece de fácil acceso.
- No me malinterpretes, solo quiero conocerte, conocer a alguien como tú, tan abierta sexualmente y que disfruta plenamente de su cuerpo. Porque según me contó Begoña, también eres aficionada a los tríos.
Se hizo un breve silencio.
- ¿También te contó Begoña que compartimos a un antiguo novio mío y que mantuvimos relaciones lésbicas haciendo un trío con él?
- ¿En serio?, ¿relaciones lésbicas?, ¿tu y Begoña?. ¡Que fuerte!, de eso no me ha contado nada.
- Pues ya ves, la Begoñita también tiene secretos para contar.
Jorge se quedó pensativo
- No estarás pensando en meternos en tu cama a Begoña y a mi juntas?
- Nooo, no. Para nada. Solo os imaginaba…. bueno, no sé, haciendo cosas, besándoos y eso.
- Ya, y comiéndonos el chochito. O mejor aun, comiéndoselo yo a ella mientras mi novio me la mete por el culo.
- ¡Buff!, no sigas Lucía, me estás poniendo a cien. Ahora ya no puedo quitarme esa imagen de la cabeza.
- ¿Sabes?, Begoña es una experta haciendo sexo oral, tanto a los hombres como ya sabrás, como a las mujeres. Uno de mis mejores orgasmos lo alcancé esa noche, con Begoña comiéndomelo mientras cabalgaba analmente sobre mi novio.
- Vale Lucía, no sigas por favor. Si estás castigándome por algo que te ha molestado te pido disculpas, pero no sigas por este camino. Me estás excitando y si continúas solo podrá terminar este paseo de una forma.
- ¿En mi cama?
- O en la mía.
En ese mismo instante nos habíamos detenido en el portal de mi casa.
- Bueno Jorge, tu decides.
- ¿Yo decido el que?
- Si en tu cama o en la mía, aunque creo que la mía está mucho más a mano.
Mientras pronunciaba estas palabras, introducía la llave en el bombín de la puerta, dirigiéndole estas palabras
- Y si aun no estás preparado, siempre podemos continuar la charla arriba
No sé lo que se le pudo pasar por la cabeza en ese momento, pero estoy segura que no se esperaba una invitación tan directa.
- Es verdad lo que me contó Begoña, cuando quieres algo lo consigues como sea.
- No estás obligado a subir
La invitación era lo suficientemente sugerente como para pasarla por alto. Antes de que la puerta se cerrase sobre si misma, de un salto Jorge se había apresurado a traspasarla.
Subimos las escaleras en silencio, era tarde y no quería llamar la atención de los vecinos. Entramos en casa y Jorge se quedó de pié, inmóvil, como esperando instrucciones. Supongo que temía estropearlo todo en el último momento.
- ¿Quieres tomar algo? –le ofrecí-
- Lo que tengas, cualquier cosa me vale
Preparé dos ginebras con hielo y nos sentamos en el sofá, frente a frente. Insinuantemente le dije
- ¿Quieres saber más cosas de Begoña y mías?
- Claro. Cuéntame todo lo que quieras
- Antes dime tú, ¿qué tal te la chupa Begoña?
- Me gusta como lo hace, se esfuerza en proporcionarme placer. Para eso no es nada remilgosa.
- ¿Y te corres en su boca?, ¿se traga tu semen?
- Bueno, si, es decir, algunas veces me deja correrme dentro de su boca, aunque no se lo traga. Lo deja escurrir por la comisura de los labios.
- ¡Pero que zorra!, como le gusta hacerse la chica buena. Cuando bebía la leche que rebosaba de mi chochito no ponía tantas pegas.
- ¿Co..co..cómo dices?, ¿qué es lo que hacía?
- Tú no conoces a la verdadera Begoña por lo que veo. Es cierto que no permite que le follen el culo, dice que le duele mucho, pero para lo demás es una auténtica fiera. Cuando se desata no hay quien la controle. Le gustaba enormemente chuparme el coño mientras me penetraban. Decía que sentir al mismo tiempo mi sexo y la polla deslizándose por su boca mientras me penetraba, le proporcionaba una excitación indescriptible. Tanto que cuando finalmente se corría dentro de mí, Begoña continuaba comiéndome afanosamente el sexo mientras rebosaban los fluidos seminales. Después compartía conmigo en un largo y tórrido beso el sabor de nuestros orgasmos.
Jorge, absolutamente confundido, no salía de su asombro
- Esto que me cuentas no es cierto, ¿verdad?, lo dices solo por calentarme.
- Esto que te cuento es absolutamente cierto, tan cierto como que ahora estamos tu y yo aquí. Y más cosas que podría contarte pero que ya son demasiadas para una sola noche.
Era evidente su confusión. No sabía si le decía la verdad o le estaba soltando la mentira más impresionante que jamás le hubiesen contado. Y ese juego me encantaba.
- Así que ni te ofrece su culo ni se traga tu semen. Esta Begoña no tiene perdón de Dios. Con lo que ella ha sido y lo remilgosa que se ha vuelto. En fin, las personas cambian, aunque algunas permanecemos toda la vida con las mismas ideas y los mismos gustos.
- Háblame de ti. Dices que te gustan los tríos…habrás estado pues con dos hombres…
- Claro, muchas veces. Aunque haya tenido sexo con Begoña no me considero lesbiana, ni siquiera bisexual. A mi me gustan los hombres. Fantaseo con tenerlos a todos juntos para mi sola, en una interminable fiesta orgiastica donde sea follada interminablemente por todos mis agujeros y obsequiada con litros de cálido y viscoso esperma.
- ¡Joder que fantasía!
- Es solo una fantasía, en la realidad con dos tengo más que suficiente.
- ¿Y de verdad te gusta que te la metan por el culo?
- ¿A ti no te gusta que jueguen con el tuyo?, ¿no te excita que te lo acaricien, que te lo besen, que te introduzcan un dedo?
- La verdad es que sí. Una antigua novia me hacía todo eso y me encantaba. Ha sido la única que me ha ofrecido su culo. Se volvía loca.
- Pues ya tienes la respuesta. A ti te gustan los chochitos y a mí las pollas. Y en que parte de mi cuerpo hagan su trabajo es secundario.
- Me gustaría vértelo.
Otra vez su estilo directo me pilló con el paso cambiado. Pensaba que lo tenía a mi merced, que estaba jugando con él a mi antojo, pero a pesar de todo había vuelto a tomar la iniciativa. Quería juego directo, pues tendría juego directo.
- ¿Mi culo?, ¿quieres ver mi culo?
- Si tu culo y tu ano. Quiero ver como lo tienes, quiero comprobar que por ese agujerito puede entrar toda mi polla.
- Vaya, o dudas de mis habilidades o te crees demasiado dotado. Te advierto que las apariencias engañan y que la aparente diminuta boca de la serpiente se puede tragar un huevo de avestruz de un bocado.
- Y no lo dudo, por eso quiero verlo.
Con una desafiante sonrisa, me deshice lentamente de los pantalones, los doblé parsimoniosamente y de la misma manera me quité el tanga. Mi depilado sexo quedó expuesto ante sus ojos. Me di la vuelta y me coloqué de rodillas sobre el sofá, culo en pompa, para que observase explícitamente mi orificio anal.
- Es precioso.
Esas fueron todas sus palabras antes de posar sus manos sobre mis glúteos. Rápidamente sus dedos se dirigieron hacia mi ano con la intención de explorar sus entrañas. Pero yo todavía no estaba preparada para eso.
- Espera –le dije- Antes tengo que prepararme, ¿no querrás encontrar alguna sorpresita, verdad?
Me fui al baño y con una pequeña pera limpié lo mejor que pude el interior y el exterior de mi ano. Me introduje un poco de gel lubricante y con un pequeño dilatador anal especial para estas ocasiones “entrené” mi esfínter para prepararlo para mayores gestas. Cuando salí, Jorge estaba completamente desnudo y presentaba una erección que necesitaba de un rápido y generoso alivio.
- ¿Qué posición prefieres ? –le pregunté-
- Como a ti más te guste –me respondió-
Me acerqué a el y derramé sobre su pene una buena dosis del gel lubricante que había cogido del baño. Suavemente se lo extendí con ambas manos sintiendo la dureza de su virilidad. No necesitaba de más preparación. Me di media vuelta y me volvía a colocar de rodillas sobre el sofá, con el culo en pompa, terminando de extender sobre mi ano el gel que había quedado en mis manos.
- Ahora ya estoy preparada. Es todo tuyo.
Jorge se situó de pié, tras de mi. Sus dedos empezaron a hurgar en mi ano, primero uno, luego dos, mas tarde tres. Se cercioró de que mi esfínter dilataba con facilidad y comprobó la verdad que escondía aquella frase de la serpiente y el huevo. Colocó su pene y muy despacito me lo fue introduciendo, poco a poco, disfrutando visualmente de la excitante escena.
- ¿Te duele?
- No, en absoluto. Sigue.
Entraba con mucha facilidad. Sentía como milímetro a milímetro iba abriéndose camino en mis entrañas. La buena lubricación facilitaba una penetración extremadamente suave. Sus movimientos iban adquiriendo cada vez mayor ritmo y profundidad. Su estado de excitación era cada vez más evidente.
- ¡Tócate!
- ¿Qué?
- Que te toques mientras te la meto.
Tampoco hubiese sido necesario que me lo pidiese. Lo estaba deseando. Con la yema del dedo medio empecé a acariciar mi clítoris, inicialmente con suaves movimientos circulares, aumentando el ritmo y la presión conforme mi excitación iba en aumento. Por su parte, Jorge estaba exclusivamente dedicado a disfrutar de este momento tan soñado desde que Begoña le habló de mi vida sexual. Su ímpetu aumentaba progresivamente. Sus cada vez más fuertes empujones me tenían con la cabeza presionada sobre el respaldo del sofá. Ahora ya no había contención ni cuidado. Cada vez que me la clavaba lo hacía con más fuerza, demostrando una ansiedad incontenible por alcanzar un orgasmo que se antojaba histórico. Con cada empujón sus pendulares testículos golpeaban rítmicamente mi vagina aumentando mi excitación. Su pene ya no podía penetrar más profundo y sus manos se aferraban cada vez con más fuerza a mis caderas.
- ¡Me corro!
Tas esas palabras, sus espasmos invadieron mi conducto rectal, inundándolo con un río de esperma que brotaba intermitentemente de su desbocado pene. Pequeñas sacudidas en mi ano revelaban los instantes de su eyaculación, mientras permanecía aferrado a mis caderas y manteniendo una penetración lo más profunda posible.
Yo estaba a punto de correrme pero me faltaba un poco más, mis gemidos así lo evidenciaban y Jorge trató de dar solución a mi problema. Tras liberar mi ano de la excitante presión de su pene, me dio la vuelta y reemplazó mis propias caricias por las de su cálida y húmeda boca. Su lengua se ocupó de mi ya muy estimulado clítoris mientras sus dedos se internaron en mi sexo, penetrándome salvajemente. No fue necesario mucho más, enseguida un fuerte orgasmo sacudió todo mi cuerpo haciéndome estremecer hasta el último poro de mi piel.
Una vez recobrada la calma y con el lógico sobrealiento, apostilló Jorge
- Al final ni en tu cama ni en la mía. En tu sofá.
Mientras decía esto, sus dedos recogían de entre mis glúteos el semen que ahora rebosaba por mi ano.
- Ha sido extraordinario. De verdad que eres sorprendente. Estás magníficamente dotada para el sexo anal. Begoña se había quedado corta. Lástima no hubiese estado aquí, disfrutando con nosotros.
- Si, ha sido una lástima, pero creo que no le hubiese gustado mucho.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues que Begoña y yo nunca hemos tenido sexo, ni hemos compartido ningún chico, ni mucho menos ha bebido semen del interior de mi vagina. Era todo mentira. Begoña es como tú la conoces y no hay nada más.
- ¡Serás cabrona, la historia que me has contado y yo como un tonto me la he creído!.
Tras un instante de silencio, ambos rompimos en una sonora carcajada.
- Pero has conseguido ponerme como una moto solo con imaginar las escenas que me estabas contando. Y aunque lo de Begoña sea falso, lo tuyo es real y auténtico, y he tenido el privilegio de disfrutarlo.
Aquella noche la pasamos juntos. Nos duchamos y compartimos cama. Al amanecer, Jorge se había marchado, debía ir a trabajar. Me dejó una flor dibujada en un papel y escrito un “te quiero”. Otra declaración de intenciones.