El Niñero

Nunca imagine que encontraría a mi futura esposa, cuidandole la hijita a una buena amiga mía.

El niñero.

Mi nombre es Carlos, tengo 26 años y la historia que les voy a contar sucedió unos 3 años atrás. A modo de introducción les voy a decir que empecé trabajando de niñero de casualidad, ya que una amiga mía, casada y con una niña de apenas 2 años, una vez se encontró en un apuro y como vive cerca de mi casa me pidió que la cuidase por unas horas. Al volver, se dio cuenta que la niña se llevaba bien conmigo y desde ese día me trasforme en su niñero oficial. Ya que gracias a ese dinero se me hace más fácil continuar mis estudios.

Como les decía, hace unos meses, me encontraba cuidando a Micaela, que así se llama la nena, y llegó Marcela, su madre. Que como yo tiene 24 años.

Marcela es una joven de 1,70 mts. de altura aproximadamente, tirando a gordita y con un pelo castaño oscuro que le llega a la cintura.

-Qué pasa Marcela-. Pregunté. –Tienes una cara-.

-Nada-. Contesto largándose a llorar.

Me acerque a ella y tomándole la barbilla la induje a mirarme.

-El desgraciado me engaña-. Dijo entrecortadamente.

Me quede helado ante eso, no sabía que decirle, realmente la situación me superaba.

-Hoy lo vi con la jefa-.

Atine a abrazarla fuertemente.

-No llores, no le des el gusto-. Susurré a su oído.

-Es un hijo de puta-.

-Y un boludo-. Le dije. –Mirá que cambiarte a vos por la jefa... no tiene dos gramos de cerebro.

-Lo decís en serio-. Dijo entre sollozos, ya un poco más calmada.

-Muy en serio, yo no te cambiaría por nadie-.

Me miro fijamente, como buscando un resquicio de inseguridad.

-Si sos preciosa, además donde va a encontrar a alguien tan buena como voz-. –Hasta sos una excelente cosinera-. Dije sonriendo.

-Vos sabes que eso es mentira-. Me dijo ya calmada.

-Y bueno, no a cualquiera se le queman las salchichas-.

Ambos nos largamos a reír.

-Y Mica-. Preguntó.

-En su cuarto, durmiendo-.

-Sos un ángel-. Dijo mientras me tomaba la mano y me llevaba escaleras arriba. –Te mereces un regalo.

-No, solo soy ni más ni menos que tu amigo-.

Entramos a su cuarto, cerró la puerta y fue hacia la ventana y corrió las cortinas y se me acercó lentamente.

-Qué vas a hacer Marcela-. Le pregunté sabiendo lo que se venía.

-Vos sabes bien lo que quiero-.

Me besó largamente. La tome de los hombros y la separé.

-Después te vas a arrepentir de esto-.

-Por favor-. Dijo. –Quiero vengarme del desgraciado-.

Dude unos instantes. Pero solo hasta que me besó nuevamente.

Le retribuí el beso mientras acariciaba su espalda. Tomé su remera y la saqué lentamente. Ella hizo lo mismo con la mía. Comenzó a juguetear con su lengua, rodeaba mis tetillas, les daba pequeños mordiscos.

Una mano bajo hasta la cremallera, abrió el cierre y metió la mano dentro del calzoncillo. Empezó a masajear mi miembro, se fue arrodillando en forma lenta y sin dejar de mirarme a los ojos. Llego a la entrepierna y se engullo mi pene.

Deliraba de placer mientras ella jugaba con su lengua en mi glande, pero lo que más me excitaba era que nunca dejaba de mirarme.

-Uhhhh, si así-.

Aceleró el ritmo, mientras sus manos jugaban con mis bolas.

-Así... me vengo... si-.

Volvió a meterse mi verga dentro de su boca segundos antes que acabe en un tremendo alarido. Se tragó todo mi semen. Se paró y me volvió a besar largamente. Un regusto salado inundo mis labios.

La llevé hasta la cama recostándola. Le saque los zapatos y el pantalón dejándola en ropa interior.

-Ahora vengo-. Le dije mientras me dirigía a la cocina. –No te muevas-.

Busque el helado y volví rápidamente, no sin antes pasar por la habitación de Micaela para cerciorarme que siguiera durmiendo.

-¿Que vas a hacer?-.

-Ya vas a ver-. Le respondí mientras le sacaba el corpiño y la tanga. –Te va a encantar-.

Me recosté a un costado de ella, tome el helado y fui volcándolo, un poco sobre cada una de sus tetas y un poco sobre su vagina. Se estremeció un poco por el frío.

-Está frío-.

La bese, y luego comencé a recorrerle el cuerpo con la lengua. Baje suavemente hasta esos duros pezones cubiertos por el helado. Los lamí, los sobe engullendo el helado de limón, saboreándolos.

-Ahhhhh-.

Seguí bajando, me entretuve con su ombligo. Llegué al clítoris, donde el helado se había mezclado con los jugos que ya me regalaba.

-Ahhhh-.

Juguetee con mi lengua mientras introducía uno de mis dedos entre sus labios vaginales.

-Ahhhhh-.

Sus gritos me animaban a seguir, rápidamente un dedo se convirtió en dos, luego en tres.

-Ahhhh... por favor... ahhhh... metela-.

No quise hacerme rogar, me coloqué entre sus pierna, guié con el miembro con mis manos y de una sola estocada se lo introduje completamente.

-Ahhhhhh...sí...-.

Comencé a moverme lenta pero firmemente, se la sacaba completa y la volvía a meter completa.

-Ahhh.... Carlos... por favor.... metela...-.

Fui aumentando la velocidad.

-Así......sí........ahhhhh-.

Sentí como sus contracciones pélvicas apresaban mi pene.

-Ahhhhhhhhhh-.

El grito anuncio su orgasmo, arqueo la espalda estremeciéndose.

La tome de los tobillos y la induje a girar. Tome unos almohadones y los coloqué debajo de su estomago, haciendo que su hermosa cola mirase el techo.

-Soy virgen de ahí-.

-No te asuste, no te voy a hacer daño-. Le dije al oído. –Cuando no quieras seguir, no sigo-.

Tome un poco de jabón de tocador, lo único que encontré que podía servir, me embardune los dedos.

Me coloqué boca a vago, y mientra comenzaba a introducir uno de mis dedos en su ano, le introducía la lengua en su vagina.

-Ahhhh-.

Se notaba algo estrecho, pero luego de unos minutos eran dos los dedos y más tarde tres.

-Ahhhhh.... si... así-.

Cuando noté que los dedos iban y venían con más facilidad, me arrodille y me puse en posición.

-Tengo miedo-. Dijo asustada.

-Te prometo que no te va a doler más que la primera vez-. Le dije. –Voy a ser muy cuidadoso-.

Apoyé mi miembro sobre su raya, jugueteando con ella, para hacerla sentir más segura y que se relaje. Baje un poco mi pene y mientras volvía a introducir los dedos en su ano, con la otra mano lo enjabone por completo.

-Ahhh-.

Saqué los dedos del ano y los introduje en su vagina.

-Ahhh-.

Tomé con la otra mano mi miembro y lo apoye sobre su ano. Hice un poco de presión.

-Ahhh... duele...-.

Presioné con más fuerza, el glande desapareció en sus entrañas.

-Ahhh... no... Carlos... duele mucho...-.

Presioné con más fuerza, ya no veia gran parte de mi pene.

-Sácalo... por favor... vos me dijistahhhhhh-.

No termino la frase, de un ultimo envión se la enterré toda.

-ahhhhhhh.... hijo de puta..... sácala...-.

-Tranquila, ya pasa-. Le dije mientras comenzaba un suave movimiento de caderas.

-Ahhhhh... por... favor..-.

Iba aumentando la velocidad, saque mi mano de su vagina y la tome de los cabellos, tirando su cabeza hacia atrás, como galopándola.

-Ahhhh... si... así...-.

La aprobación me hizo acelerar el ritmo, el choque de mi pelvis contra su cachetes era un éxtasis. El movimiento duró varios minutos, hasta que en un momento sentí que iba a derramar por segunda vez mi liquido. Le solté el cabello e introduje bruscamente mis dedos nuevamente es su vagina, quería que acabáramos juntos, no lo logré por poco. Acabé unos segundos antes, inundándola de semen. Luego mientras la retiraba lentamente y sin dejar de juguetear con su vagina, me acabó sobre la mano.

Se giró, se acercó a mi y nos besamos largo y tendido. Nos dormimos así, uno frente a otro, totalmente desnudos.

Lamentablemente nos despertamos cuando entro el marido, se armó una buena trifulca, que termino con el divorcio de ellos.

Ahora solo falta una semana para que me case con ella y nos pareció interesante escribirles la historia de nuestra primera vez. Esperamos que les haya gustado.