El nene del Gato
En las vaciones el Gato conoce a un muchachito que lo desafia... por supuesto, el Gato acepta... y gana.
El nene del Gato
El verano pasado visité a mi madrina, que vive en Mar del Plata, ciudad que robó mi corazón hace ya algunos años. El mar, el sol, la despreocupada peatonal y sobre todo los hombres que hay allí hacen que cada verano vuelva a su encuentro. Pero el último verano fue especial.
Dos días de volver a Buenos Aires mi madrina invitó a su casa a unos compañeros y amigos de la universidad. Ninguno había llamado particularmente mi atención, hasta que apareció Albert. Cerca de los 20 años, flaco con barbita y alto. A decir verdad, nada fuera de lo normal, salvo un detalle: se hizo el lindo conmigo. Y eso, es todo un desafío.
Después de tomar unas cuantas cervezas y jugar varios partidos de truco entramos en confianza y yo empecé mi plan. Subí el volumen de la música y puse un Cd con buena música todos a bailar. Albert se quedó sentado conmigo charlando y bebiendo descubrí una botella de vodka, la puse cerca y entra la cerveza y el vodka el calor fue aumentando y la conversación cada vez más incoherente a causa del alcohol y las risas cada dos o tres palabras.
Albert estaba bastante borracho, aunque no tanto como para no ponerse en pie, aunque cuando lo hizo se mareó un poco. Me dijo que iría a mear, yo aprovechando la ocasión le dije que el baño estaba ocupado y él riendo me dijo "entonces meo acá" y se bajó la cremallera del jeans ahí mismo.
Le dije que no lo hiciera, y lo tomé de un brazo para sacarlo al patio trasero de la casa. Él se dejó llevar, salimos a la noche estrellada y fresca, en la oscuridad del patio busqué un cantero o una maceta donde Albert pudiera mear, y lo encontré en el rincón más alejado de la puerta. Lo llevé hasta allí y lo solté diciéndole que meara ahí. Albert sacó la verga de su pantalón y empezó a mear. Yo escuchaba el sonido de su meo, pero por estar de pie detrás de él no podía ver nada. Cuando terminó de mear noté que se la sacudía, para que no queden gotas que manchen el calzoncillo, pero era una acudida extremadamente larga. Entonces me percaté que se estaba pajeando, o al menos eso intentaba. Eso me excitó muchísimo, pero no atiné a hacer nada. Me había propuesto que fuera él quien caiga a mis pies, quería que me ruegue que se la chupara. Entonces pregunté "¿te pasa algo?"
Albert se dio media vuelta con la verga a medio parar en la mano y me dijo "sí, la tengo grande para guardarla ¿No me ayudás vos que decís que sos tan bueno en estas cosas?" y sonrió. Puso una mano sobre mis hombros y presionó, yo me dejé llevar y caí de rodillas frente a él. A pocos centímetros de mi boca se encontraba una verga hermosa, y lista para ser devorada por mi boca golosa. Saqué la lengua y lamí la cabecita, el gustito salado del meo recién echado me puso a mil, lamí delicadamente toda la cabeza de esa chota, hasta que ayudándome con la lengua me la fui introduciendo en la boca, apretando con mis labios en la medida justa para mantener una presión adecuada, hasta sentir sus pendejos contra mi nariz. Albert dejó escapar un jadeó ahogado por la noche. Nadie nos había visto salir, pero la posibilidad de ser descubiertos me fascinaba. Comencé a chupar como todo un experto, chapándola bien hasta el fondo y sacándola casi toda para volvérmela a tragar una y otra vez el clásico garganta profunda, que vuelve loco a todos los tipos.
Albert se desabrochó el pantalón y lo bajó un poco para que yo trabaje más cómodo. Esto me permitió tener acceso a sus bolas, las que toqué y apreté suavemente mientras me enterraba su verga hasta la garganta. Luego, me dediqué a ellas con más esmero, enterré mi boca entre ellas y jugué de todas las formas posibles. Me metía un huevo en la boca mientras lo pajeaba suavemente, luego me metía el otro. La situación la manejaba yo, hacía con esa verga y esas bolas lo que quería. Pero Albert tenía otros planes: "acostate" me dijo. Y así lo hice, boca arriba. El chico se sacó las zapatillas y el pantalón de una pierna sola, y se montó en mi pecho. Agarró su pija y me la enchufó en la boca, mientras él se aferraba del lavarropas que estaba a nuestro lado para no perder el equilibrio, comenzó a cogerme por la boca enterrándome su verga hasta el fondo a una velocidad espectacular, casi frenética, esto me encantaba, pero me ahogaba y me hacía toser, entonces el pibe me decía "Silencio, Gatito, chupá calladito" y yo abría aún más la boca para recibirlo. Albert me sacó la pija de la boca y se sentó sobre mi cara para que chupara sus bolas, mientras él seguía moviéndose, frotándome por el resto de la cara su verga ensalivada.
Cuando decidió que ya no quería que siguiera con sus bolas, se puso de pie y me dijo que lo siguiese. Me llevó hasta las escaleras que suben a la terraza de la casa y se sentó en el tercer escalón, reclinándose hacia atrás. Allí la luna deba de lleno y por fin pude ver bien su verga. Era más linda de lo que me había imaginado, pero sin perder tiempo me ordenó que siguiera chupándole la verga. Me tomó de la cabeza y me enterró la pija en la boca, tomándome de los pelos marcó un ritmo medio que parecía disfrutar a la perfección. Tiraba de mis pelos una vez que su pija había llegado a mi garganta y empujaba mi cabeza cuando me la quería enterrar otra vez.
Yo sentía latir su verga dentro de mi boca, estaba totalmente entregado a ese machito marplatense y ya no me importaba nada.
"que bien que la chupás, putito" me repetía y aceleraba las embestidas. "te vas a tomar toda la leche, ya vas a ver" yo intentaba decir que sí, pero al tener la boca llena de carne no podía emitir sonido. Entonces Albert me la sacó de la boca y categóricamente volvió a insistir "vas a tomar toda la leche" "Sí, toda toda" dije yo mientras él me tenía de los pelos. Cuando escuchó mi respuesta me volvió a empujar contra su verga para que continuara con mi tarea. Ese juego de preguntas y respuestas forzadas con tirones de cabello se repitió varias veces, hasta que noté que por la velocidad de los movimientos y por como latía su carne dentro de mi boca el chico estaba por acabar. Entonces me dispuse a recibir su líquido, pero él nuevamente tenía otros planes, se puso de pie y sin soltarme los pelos me dijo "pajeame" y así lo hice, pero sin sacarme de la boca la punta de su verga, entonces sucedió, Albert comenzó a vaciarse en mi boca, mientras mi mano lo pajeaba frenéticamente y él jadeaba como un perro en celo. Me tragué hasta la última gota de su néctar, y luego lamí todo el tronco una y otra vez, hasta que éste perdió su dureza.
Albert me soltó los pelos y me ofreció un cigarrillo. Lo tomé y nos sentamos uno al lado del otro a fumar. Él seguía con los pantalones bajos y a mi me tentaba, entonces mientras conversábamos sobre lo buena que había sido la mamada le manoteaba el choto y jugueteaba con él. Finalmente, se vistió y me dijo que era hora de volver a la casa, pero me pidió por favor que no le contara a nadie lo sucedido. Le aseguré que no lo haría.
Noté un poco de arrepentimiento en aquellas palabras. Creo que se dio cuanta de lo que había hecho recién en ese momento demasiado tarde.
Cuando entramos en la casa por la puerta que da del patio a la cocina no vimos a nadie cerca, así que nos fuimos cada uno por un lado distinto, yo al baño a hacerme una paja no podía más, y él se perdió por el pasillo que da a la sala donde estaban los demás chicos. Cuando se fue no me saludó, ni a mi ni a nadie, dijo que se sentía mal porque había tomado mucho y se retiró de una.
La fiesta continuó hasta casi la madrugada, poco a poco se fueron todos hasta que nos fuimos los de la casa a dormir. Cuando me levanté al mediodía siguiente, mi madrina me dice que había llamado por teléfono Albert, que por favor lo llamara que necesitaba hablar conmigo, sobre unos CDS que me había prometido prestar la noche anterior. Interesante excusa pensé. Tomé el teléfono, mi madrina me dio el número y marqué. Me atendió él y me dijo si por favor podíamos vernos antes de que me vaya a Buenos Aires que necesitaba hablar conmigo. Le dije que sí y quedó en pasarme a buscar para ir a tomar un café. Media hora después nos encontrábamos en un café. Albert me pidió disculpas por la forma en que me había tratado, yo le dije que si yo se lo había permitido era porque en ese momento me agradaba. Entonces se confesó arrepentido de lo sucedido, y volvió a rogarme que no lo contara. Le aseguré que yo no diría nada a nadie. Se quedó más tranquilo y comenzamos a hablar de cómo la había pasado en mis vacaciones. En eso estábamos cuando entró al bar un muchacho que de inmediato se dirigió a nuestra mesa y saludó con un beso en la mejilla a Albert.
¿Qué hacés, loco, como andás tanto tiempo? Dijo el recién llegado. Albert sonrió y dijo que bien, y me presentó "Gato, te presento un amigo "
¿De qué hablaban? Preguntó el recién llegado. "De sexo" me apresuré a responder yo. Albert se quedó helado. "Uhhh recién venía pensando cuánto hacen que no me la chupan" dijo el nuevo amigo .
Yo sonreí y Albert tomó lo que quedaba de su café sin emitir palabra .hasta que me mandé: "bueno, yo me voy mañana a Buenos Aires si querés que te la chupe aprovechá ahora". Albert se puso pálido, pero su amigo sonrió.
Lo que pasó entre Albert, su amigo y yo unos minutos después amerita otro relato Pronto.
El Gato.-