El negro Luis
El encuentro fortuito de dos hombres y su relación de sexo.
Hacia un calor sofocante, la humedad hacia irrespirable el poco aire que corría, los ventiladores en vez de aliviar lo único que hacían era sofocar mas ese calor infernal que en esta isla del caribe olvidada de todos padecíamos,
No sabia como colocarme, decidí tomar una ducha de agua fría y volver a tumbarme desnudo en la hamaca que colgaba en el balcón de mi habitación.
Para ser europeo soportaba bastante bien estos calores pero había épocas que debido a las lluvias me era irrespirable el ambiente y lo llevaba mas mal que bien.
Estando tumbado abanicándome empecé a escuchar gritos, un ruidoso llanto venia de la parte inferior de la casa, Bartolo el negro que me cuidaba gritaba como poseído por el diablo y Anaís la mujer de este tenia un berrinche imposible de soportar.
Tal como me encontraba dí un brinco y abriendo la puerta del cuarto pregunte que estaba ocurriendo.
Señor, señor ha muerto la mamá de Anaís,¡ ay que pena mas grande la mamita ha muerto!.
En medio del patio de la casa se encontraba un chico de color bastante alto de aspecto quejumbroso que debía ser el emisario que trajo la fatal noticia a mis queridos Bartolo y Anaís que rotos de dolor gritaban y lloraban sin consuelo.
Me puse una bata y medio desnudo como me encontraba decidí bajar a dar un poco de alivio a aquellas dos almas en pena, Anaís se me abrazo inundándome en su mar de lagrimas, Bartolo el pobre estaba impotente ante aquella trágica noticia que sumía a su esposa en el dolor, le acaricié el hombro y así estuvimos un momento hasta que se calmaron un poco.
Conseguí organizarlos para que de inmediato fuesen a la casa de la mamá de mi negra querida Anaís y la velaran con todo sus merecimientos, di a Bartolo una buena cantidad de dinero para que pudiera afrontar los gastos que se ocasionasen y los envié para allá en un coche que vino de la fabrica.
El joven que vino a avisarlos era un vecino de la difunta, era un negro bastante bello de considerable altura y una complexión atlética, sus enormes ojos negros se habían clavado en mi persona y con una mirada curiosa escrutaba todo mi cuerpo, pues con los nervios de la ocasión, no había caído en que estaba enseñando todas mis partes pues mi bata no la había anudado.
Decidieron que el chico que vino de emisario se quedaría en casa para acompañarme mas tarde hasta casa de la finada y así tenía tiempo de ordenar mis cosas y vestirme.
Una vez que partieron mis queridos asistentes hacia su casa, miré al joven y le pregunté sonriéndole como se llamaba, respondió amablemente su nombre, me llamo Luis señor, para servirle.
¿Deseas tomar algún refresco? Hace un calor insoportable e imagino que te has dado una buena caminata.
Luis me acompañó hasta la cocina y abriendo el refrigerador le ofrecí un refresco que acepto encantado, se veía que tenía esa sed propia de los calores del trópico.
Me contó que su madre era muy amiga de la señora Amalia la mamá de Anaís y que viendo que la mujer murió súbitamente le pidió que viniese a avisar a su hija, lo cual el hizo encantado.
Luis estaba empapado, entre el calor, la humedad y la lluvia se veía que el joven estaba mojadísimo.
Le dije que si lo deseaba podía cambiarse de ropa y darse una ducha, yo estaba en bata y me percaté que el no quitaba ojo de mi reata que había visto sin que yo me diese cuenta, ahora era yo quien deseaba ver el cuerpo de semejante hombretón que se me había puesto al azar delante de mis narices.
Luis me preguntó que ropa se podría poner seca, a lo que respondí que bien yo tenía alguna cosa que dejarle o bien de Bartolo, sonrió y acepto encantado.
Si la verdad que tengo un calor imposible y un buen regaderazo me va a venir maravilloso.
Pues no se hable mas, subamos y pongámonos en el asunto que así nos vamos yendo para casa de la difunta al velorio.
Subimos a mi habitación, y una vez allí le dije al muchacho donde estaba el baño y que si deseaba se fuera dando un baño refrescante mientras buscaba alguna ropa que le sentara bien.
Luis comenzó a desnudarse allí mismo sin pudor alguno, se quitó la camisa dejándome ver un bonito torso de caoba, brillante por la humedad, yo por no hacer tensa la situación me volví a tumbar en mi hamaca y desde allí podía observarlo todo de manera mas natural.
Una vez se quedó en slips Luis entró al baño dejando la puerta abierta, era evidente que el chico quería provocarme y lo estaba consiguiendo, tenia una reata maravillosa que desde la distancia donde me encontraba ya me parecía enorme.
Luis entro a la tina y abrió el agua, desde donde me encontraba no le podía escuchar y el chico estaba hablándome, así que me acerque entrando al baño y me decía que donde se le ponía un poco de agua fría que estaba muy caliente,
Había abierto solo el grifo de agua caliente y se había quemado, abrí la cortina y le expliqué como funcionaban los grifos, el no tenia baño en su casa y era la primera vez que se bañaba en uno así. Le abrí el grifo y comenzó a caer agua con mucha presión ocasionando que mojase toda mi bata que no me tapaba mucho pues nuevamente la tenia abierta, de ver al chico tan bello que tenia delante la verga se me había puesto durísima y mirando al cielo de lo cual el joven Luis se había dado cuenta rápidamente por su constante exploración de mi cuerpo.
Miré al chico a los ojos y me sonreía de manera lasciva y bajando mi mirada observé que su mástil estaba izado dejando fuera de su tronco un precioso y rojizo glande que estaba diciendo cómeme.
Aquello se estaba poniendo al rojo vivo, había funcionado una magnifica química entre los dos, el chico mostraba atracción por mi y yo no iba a desperdiciar una belleza de aquella magnitud, para mi sorpresa el joven me dice; ¿no seria mejor que te dieras tu la ducha conmigo? Ante aquella propuesta solo pude sonreír, despojarme de mi bata y meterme el baño con el chico.
El agua caía sobre nuestras cabezas fría, pero nuestro calor interior unido al ambiente reinante hacia que no lo notáramos, me acerqué y besé los labios carnosos de aquel bello negrito que ya acariciaba con sus enormes manos mi espalda y apoyaba su pija contra mi vientre y saluda a mi bestia blanca que orgullosa sacaba fuera todo su glande diciéndole a la otra que ella estaba allí también pidiendo guerra.
Luis correspondió a mi calido beso mordiendo mis morros y metiendo su lenguenton dentro de mi boca y hurgando dentro de ella a la captura de mi saliva y el roce de mi lengua, aquello estaba poniéndose cada vez mas calentito, este chico sabia perfecto lo que se hacia y cerrando los grifos lo saque de la tina para llevarlo a la cama donde estaríamos mejor.
Durante el traspaso de uno a otro lugar continuamos mordisqueándonos posesivamente dejándolo caer de un empujón sobre la cama me lancé sobre su cuerpo directo al mástil que le pendía y lamí con ansiedad aquel cacho de carne negra que sabia riquísimo, pasee mi lujuria por toda sus partes mas intimas que ya las había hecho mías, saboreando sus gordos cojones recubiertos de unos intensamente negros vellos rizadísimos, lamí sus bellos pechitos con dos pezoncitos que estaban duritos como botones de coral.
El negro gemía enloquecido de placer y mientras recibía mi gran lamida el con sus manos se desvivía por procurarme todo el placer que el era capaz de producirme amorosamente.
Tuve que darme una pausa para poder recuperar el aliento, y en este momento aprovecho para ser el quien me propinara otra maravillosa lamida de mi verga morena y de mis cajoncitos velludos terminando metiendo su legua gruesa dentro de mi ano y haciéndome una gran follada con ella.
Sintiéndome ya totalmente dilatado por aquellos cariños pedí a Luis que fuese poseyéndome, no sin antes ofrecerle un condón que saque de la mesita de noche y él obediente se colocó en es cacho de verga y sin mucha dilación situó la punta en la entrada de mi ano, una vez tuvo el tiro listo empujo suavemente hacia dentro, encajándome el bicho en mis entrañas de certero disparo.
Aquella jodienda será inolvidable, el negro se movía de manera rítmica y acompasada como si una bachata estuviese bailando conmigo y cada arremetida que me daba me provocaba un placer irrepetible en mis adentros.
Cambiamos dos veces de posición y para terminar me cogió con las patas para arriba y ahí fue donde ambos nos vinimos entre gemidos y gritos de placer, el muchachote dentro de mis vísceras mas intimas y yo en su pecho e incluso un chasquido le llegó hasta su barbilla y entre besos y carantoñas mas tarde yo mismo de una lamida se lo limpié.
Después de un buen descanso donde recuperamos el aliento y nuestras respiraciones se volvieron serenas, fuimos al baño y nos fregamos bien los dos disponiéndonos a salir al velorio de Dª Amalia.
Esta no fue ni la primera ni la última vez que nos encontramos el negro Luis y yo, aprovechamos más de una salida de mis queridos Bartolo y Anaís para gozar juntos de nuestros juegos más íntimos y apasionados.