El negro, la puta y yo
Una maravillosa experiencia, con una bellísima muchacha brasileña y con su novio.
EL NEGRO, LA PUTA y YO
Esto que sigue a continuación fue algo que me ocurrió hace algunos años. Cuando yo todavía estaba felizmente casado con mi esposa.
Ocurrió durante un verano, estando mi familia en la playa y yo solo en la ciudad, pues todavía no había tomado mis vacaciones. Me encontraba yo una tarde, sumamente excitado, tratando de echar una buena siesta, después de una copiosa comida con mis compañeros de oficina. Por más que lo intentaba, no podía conciliar el sueño. Hacía calor y la propia excitación me pedía sexo...
En varias ocasiones había tenido la tentación de acudir a uno de esos burdeles que anunciaban los periódicos, donde hay hombres y mujeres que prestan sus servicios a cambio de dinero.
En vista de que no podía relajarme y de que mi cuerpo me pedía sexo, cada vez mas y mas, y de que mi polla iba a reventar, decidí telefonear a uno de aquellos números que aparecían en aquellos anuncios. Me atendió una sensual voz de mujer y me informó de las tarifas que tenían. Por la “módica” cantidad de 60 euros, podía follar durante al menos media hora con cualquiera de los chicas o chicos que había en aquel local.
Me armé de valor, me vestí, tomé mi automóvil y me dirigí a la dirección que me había facilitado por teléfono.
Cuando llamé a la puerta, salió a recibirme un semental morenito, guapísimo. Un adonis de ébano, muy bien formado, llevando por toda ropa un pequeñísimo “tanga”, que resaltaba sus atributos masculinos, muy bien dotado –por cierto-. Pero yo iba buscando una chica y así se lo hice saber, no sin dejar de recrear mis ojos en aquel monumental paquete que aquel morenito mostraba sin el menor recato.
El muchacho me hizo pasar a una pequeña salita y rápidamente comenzaron a desfilar una serie de muchachas, cual de ellas más hermosa... Yo me fijé en una joven brasileña y así se lo hice saber a aquel tipo, que rápidamente la hizo venir y pasamos a una de aquellas habitaciones.
Ambos nos desnudamos y comenzamos nuestros juegos. Yo estaba excitadísimo, y no sabría decir si era por cómo me las prometía con la muchacha, o pensando quizás cómo resultaría hacerlo con ella y con el muchacho. Pero finalmente no dije nada y comenzamos con nuestros juegos sexuales.
La muchacha, toda una experta, sacó unas bolitas orientales y me pidió que se las fuese introduciendo una a una por su coñito, cosa que hice muy gustoso. Al mismo tiempo, ella agarró mi polla y comenzó a devorarla con verdadera ansiedad.
Mientras hacíamos esto, yo no dejaba de pensar en el tipo aquel, pero no le decía nada a la joven. Luego, ella se sentó encima de mi, se introdujo mi verga hasta los huevos, y comenzó a cabalgar sobre mi, mientras yo acariciaba sus preciosos pechos, (ni muy grandes, ni pequeños). El tamaño justo. Ella parecía disfrutar mucho follando conmigo, y mientras esto hacíamos, yo le mordía sus tetas, haciéndola gemir de placer.
Hubo un momento en que, como si no fuera conmigo le pregunté:
-¿Quien es ese muchacho tan atractivo que recibe?
-Es mi novio, -respondió ella- ¿Te gusta?. También es brasileño.
-Es muy atractivo, -dije yo-
-Si quieres, -dijo ella-, por 20 euros más puede venir aquí con nosotros...
-¿Por 20 euros más?, (yo hubiese pagado el doble por tenerlo allí en la cama, haciendo un trío maravilloso.
Ella insistía:
-Está muy bien dotado; no te arrepentirás. ¿Quieres que lo llame?
Me lo pensé un momento y finalmente le dije:
-Sí; llámalo, por favor...
A los pocos momentos, el morenito se presentaba en la habitación. Venía muy sonriente y me dijo:
-Papito, gracias; me gustaste nada mas verte. Te vamos a hacer un precio especial; Vamos a estar contigo todo el tiempo que tu quieras, porque tu me gustas mucho.
Yo estaba flipando. No comprendía cómo ambos podían ser tan liberales, pero yo deseaba estar con los dos y no quería perder más tiempo.
Mientras yo me follaba a la chica, él se había situado con las piernas abiertas sobre la cabeza de la muchacha, y me ofrecía su enorme miembro de ébano, para que yo se lo chupase, cosa que hice gustoso.
El placer que yo sentía era inmenso. Era algo con lo que muchas veces había pensado, pero que jamás me había atrevido a hacer.
El muchacho gemía de placer, al igual que la chica, y yo seguía con mis embestidas, relamiendo aquella polla tan maravillosa.
Luego, me hicieron tumbarme boca arriba sobre la cama, y la muchacha se acostó sobre mi. Cuando se metió mi verga, el tipo aquel la penetró por detrás, embistiéndola con fuerza, mientras ella mezclaba sus sollozos con gemidos de placer. No era para menos, porque la polla de aquel individuo debería hacerle daño, (al menos eso pensaba yo). Pero lo más placentero de todo –para mi-, era sentir los huevos del muchacho, chocando constantemente con los míos, mientras ambos nos follábamos a la muchacha.
Luego, le pedí al muchacho que eyaculara sobre mi pecho, (algo que siempre había deseado sentir; el semen caliente de un semental como aquel). Aquello era como un manantial. Nunca he visto a nadie eyacular de aquella forma tan brutal. Me llenó de su leche hasta las orejas, mientras yo me corría sobre la muchacha.
Finalmente me ofrecieron pasar a un pequeño baño que había anexo, me duche y me marché a mi casa.
Fue una sensación de placer que jamás olvidaré.
A los pocos días volví al local aquel, pero ambos se habían marchado a otra ciudad; Creo que a Barcelona. Y ya jamás he vuelto a saber nada de ellos.