El negro de mis sueños
Mi sueño de que un negro me desvirgara se hizo relidad gracias a mi compañero de trabajo.
El Negro de mis sueños que me desvirgo doblemente.
Regularmente no soy muy atrevida en cosas de sexo. A mis 37 años soy virgen y nunca había tenido deseos tan fuertes de cogerme a alguien como a ese negrazo que trabaja conmigo. Soy llenita y aunque soy bien parecida nunca me imaginaba en una relación con nadie. Mi vida es mi trabajo. No obstante, desde que conocí hace unos años atrás a este negrazo siempre me intrigo como sería que el me desvirgara.
Les hablo de un negrazo de unos 6 pies tres pulgadas, con un pecho enorme y unas nalgas bien formadas. Sus muslos fuertes y piernas bien torneadas comparan con sus manos grandes, bien cuidadas terminadas por unos dedos largos, anchos pero delicados. En fin un negrito que todas quisiéramos tener entre las piernas.
Pues bien, comencé hace un tiempo a fantasear con él haciéndome mujer en la oficina, acorralándome en una pared y tirando de mi salvajemente, pero estas fantasías son nada comparado con lo que les relataré.
Una tarde nos habíamos quedado solos en la oficina después de una tarde bien estresante. En las semanas anteriores tanto él como yo habíamos intercambiado flirteos y estos se convertían rápidamente en algo más fuerte hasta que esa tarde las indirectas se pusieron más agresivas y alcanzaron un lenguaje bastante sugestivo. Via e mail el que me comentaba cosas como que estaba caliente y yo le conteste que yo podría aliviar su fiebre.
Luego de varios e mails más sugestivos aún veo que ese negrazo se presenta en el umbral de mi puerta. Mi oficina queda escondida y no tiene puerta, pero su presencia copo todo el hueco de la puerta. Me saludo y entro caminando suavemente como una pantera que va a la caza de su presa. Me sentí un poco intimidada pues mi escritorio está al fondo de la oficina y no tenía por donde salir sin pasar por su lado.
Su miembro se marcaba a través de su pantalón y se veía bastante excitado. Entre bromas me insinuó que si era cierto que aún era señorita y le conteste que aún nadie se había atrevido a hacerme mujer. Entonces entre risas me dijo que no me creía que yo era bonita y que eso era mentira. Le conteste que creyera lo que le diera la gana y me reí nerviosa adivinando lo que pasaba por su mente. No puedo negar que aunque mi mente fantaseaba con que me hiciera suya, en la realidad me sentía intimidada al ver su enorme verga y pensar que me rompería el alma si intentaba desvirgarme.
Me paré en tono desafiante, mostrándome muy segura de mí y me dirigía a salir de la oficina, en realidad quería escapar de esa pantera que me quería convertir en su presa. El me preguntó que cual era la prisa y me cerró el paso. Lo tome por el brazo para delicadamente echarlo a un lado y me sujeto los dos brazos con fuerza parándome frente a él. Me miró con la profundidad de sus ojos y muy tiernamente pero con fuerza me dijo, no te preocupes te voy a volver mi perrita.
En ese momento recorrió por mi cuerpo un escalofrío que no puedo describir. Fue como un fuetazo en mi cerebro que por un lado decía corre y por otro sometía mi cuerpo a sus deseos.
El me acerco lentamente pero firme y me beso con una fuerza que me hizo perder todo control de mí. Su olor a hombre, su confianza (a pesar de ser mucho más joven que yo) y el sentir su entrepierna latiendo hizo que me sometiera a esa pantera como un ciervo acorralado. Lo que había sido mi fantasía por meses se iba a convertir en realidad.
Siguió besándome lentamente, mordisqueando mis labios, tocando mis pechos y bajando su mano a mi pantalón. En ese momento reaccione y quise apartarlo pero me apretó más contra su pecho y sucumbí a su olor. Tome sus nalgas sólidas y bien formadas y le dí un apretón, subiendo mis manos por toda su espalda y rotándolas hasta su pecho. El me susurró al oído, así te quiero perrita deseándome dentro de ti. Le contesté con un breve suspiro y un sí ahogado.
Tomó mi camisa y la deshizo entre sus manazas y de un tirón libero mis senos (bastante grandes) y comenzó a chuparlos con una fuerza que me enloqueció. Con una de sus manos llevó la mía hacia su bulto lo comenzó a frotar lentamente mientras seguía besando mis senos y mi cuello. En ese momento lo aparte y le dije que podría llegar alguien a lo que me contestó que no me preocupara que me dejara ir que el Jefe no regresaría. Lo tenía todo planificado el muy bribón. Me deje ir, mi cabeza daba vueltas y se imaginaba esa enorme verga rompiendo mi vagina de placer.
El continuó besándome y metió una mano por mi pantalón. Sentí como sus dedos buscaban mi clítoris. Mi vagina estaba a mil, estaba totalmente mojada, sentía mis panties como si hubiese caído a una piscina de lubricante. Al fin encontró mi semilla de amor y me dijo ahora es que vas a gozar perrita, eso me calentó aún más. El comenzó a masajear mi vulva y mi clítoris, ya mis piernas no me aguantaban, temblaba como una hoja. En un descuido uno de sus dedos se deslizo suavemente dentro de mi vagina, eso me dolió un poco pero rápidamente se convirtió en placer inmenso. En ese momento ya mi entrepierna estaba toda mojada con mis jugos y mis pezones estaban como piedras gracias a la diestra boca de mi captor.
Tome una de mis manos y la moje en mi entrepierna y toda lubricada la metí por dentro de su pantalón. Tome fuertemente su miembro y comencé a masajearlo con un movimiento rítmico, masajeando más fuerte su cabeza y llegando hasta sus bolas. El correspondió con un profundo beso que me saco el aire. No podía más quería esa enorme cabeza en mi boca, así que comencé a bajar por su cuello, desabotone su camisa, bese sus pechos, mordisque sus pezones, mientras abrí sus pantalones y de un tiro los bajé con ambas manos según iba bajando, me dirigí a través de su vientre a su gran pene. Ya era suya, allí de rodillas frente al espectáculo de su hermosos miembro era por fin su perra. Era un pene negro, venoso, con una gran cabeza, erecto, firme apuntando al techo, el tipo estaba a mil y yo era la culpable, entre todo me halagaba.
Tome su cabeza en mi boca u chupe como si se me fuera la vida en eso. Como una golosa en tienda de dulces comencé a tragar ese palo. No era fácil pues no estaba diestra en eso de chupar una verga, pero con la teoría que tenía en mi mente y mi imaginación comencé a chuparlo deteniéndome en su frenillo, con la parte de atrás de la punta de mi lengua lo saboreaba y jugueteaba en su frenillo. Ahora yo estaba en control de toda su humanidad y decidí presionar un poco más, me metí sus bolas una a una en mi boca y las chupe eso hizo que gimiera y me pidiera que no me detuviera. Le di una profunda mamada hasta mi garganta y luego regresé a sus bolas, esta vez metí mi cara entre sus piernas y mientra mis manos lo masturbaba le lamí toda la parte entre sus bolas u su ojete. Eso parece que no lo esperaba y trato de separarse pero lo sostuve fuertemente por sus piernas y le pase la lengua por su orificio anal. Sus piernas temblaron y no pudo más que dejarse hacer. Solo se oía su fuerte respiración y uno que otro gemido. Comencé a jugar con mi lengua lamiéndolo desde sus nalgas hasta la cabeza de su pene, alternando mi lengua con las manos que de vez en cuando enjuagaba en mis propios jugos para tener un buen lubricante.
Decidí que ya que había llegado a ese punto no era momento de detenerse y le dí una mamada en su trasero que casi lo hace venirse, me pidió con voz entrecortada que no parara que nunca le habían hecho eso, metí y saque mi lengua y saboree sus entrañas de negro caliente. El no paraba de sobar lo que podía tocar de mi, mis pechos mi espalda, era todo un reguero de manos, lengua, jugos seminales, besos, gemidos, suspiros, piernas temblorosas y mucho calor.
Comencé a subir con mi lengua lentamente por su espalda sin soltar su pene y seguir acariciando con la otra su ojete que ya aceptaba mis dedos sin resistencia, ya estaba a punto de estallar y le apreté la cabeza como había leído para deterger su eyaculación, diciéndole, quiero esos jugos derramados todos dentro de mí. En ese momento se viró y me beso tan profundamente con su lengua que pensé que me iba a examinar las amígdalas.
Me dijo con voz entrecortada por el placer que le brindaban mis manos, ahora sabrás lo que es un negro cachondo, te haré mía y veras las estrellas. Le contesté que fuera cuidadoso pues era mi primera vez y quería disfrutar tanto como él. Me contestó, que el sabía como hacerme gozar.
Se sentó en mi silla y me atrajo hacia el, abrió mis piernas y me hizo sentar sobre su pene erecto. Frote con mis labios vaginales su pene y lo humedecí por completo. El procedió a levantarme un poco y me introdujo sus dedos, haciendo hueco para su enorme pene. Solté un gritito de dolor y el contestó, entonces es cierto, seré el primero y dibujó una sonrisa de placer en su rostro. Me dijo, eres mi perra y aullaras como tal, me pagaras lo que has hecho con mi ojete, temblarás de placer como lo hice yo.
Con sus manos colocó su cabeza en la entrada de mi vagina lo que de por si me dio una rara molestia y entonces besándome fuertemente me sentó de un solo tirón sobre su pene. Perdí el conocimiento, o al menos eso creo, el dolor fue tan intenso que pensé que me había desagarrado, no pude ni gritar. Me dijo lo malo se pasa rápido, quédate quieta un momento en lo que tu vagina se acostumbra a mi pene y veras como comenzarás a gozar. Mientras con sus dedos comenzó a maseajar mi clítoris. Sentía esa enorme culebra, palpitando dentro de mis entrañas, mientras sus dedos mágicamente calmaban el dolor y su lengua me hacia vibrar mientras chupaba mis erectos pezones. Instintivamente comencé a moverme de forma circular y a cerrar y abrir mi vagina, eso lo puso como loco, me dijo, te he desvirgado pero tienes mucha maestría en hacerme gozar.
De esa forma empezó el mete y saca, rítmicamente comencé a moverme hacia arriba y abajo y con cada embestida mi placer aumentaba, ese negro tenía razón mi cabeza daba vueltas, él me apretaba los senos, los mordía, me besaba en la boca con sus carnosos labios, chupaba mi cuello, en fin estaba en éxtasis total. Con cada embestida me puse más loca, solo escuchaba el sonido de mis jugos y su pene, ese lapachero que suena riquísimo, mis muslos chocando con los suyos. De vez en cuando me daba una nalgada que me hacia regresar de placer a la realidad. Mientras sus dedos se incrustaban en mi espalda y mis nalgas.
Entonces paso lo inesperado por mi, ese negrazo quería más y comenzó a jugar con mi culito. Primero dando pequeños empujoncitos con sus dedos y luego metiendo un dedo poco a poco. Esto si que me enloqueció, sentirme llena por completo, su largo y gordo pene en mi vulva y sus dedos en mi trasero, era toda suya, me llenaba por completo. Su respiración pausada y profunda en mi cuello, sus manos en todo mi cuerpo, llena por completo de mi negro, mis sueños sed hacían realidad.
Me agarró fuerte por la cintura y comenzó a aumentar la velocidad del mete y saca, con más velocidad mas me acercaba al orgasmo, quería venirme y en un giro todo mi cuerpo se estremeció, grite que me follara, que me diera más duro, que era su puta, su perra, que no se detuviera y me desgarrara. La intensidad de mis palabras retumbaban en la oficina y en sus oídos. Su respiración se profundizó, estaba cerca de estallar, me dijo perra ahora sabrás lo que es una corrida. Sus ojos se pusieron blancos, me apretó fuertemente contra su verga y sacó un grito duro, gutural que salió de sus profundidades. Senti como su leche chocaba con mi utero, fue como un chorro que llenó todas mis entrañas y comenzó a chorrear por mis piernas. Mi cuerpo no podía de tanto placer. Me levanté y vi su pene todavía erecto, me dijo esto no se acaba aquí, todavía me debes una desvirgada más.
Con esas palabras me giro sobre mis piernas me tomo de la cintura me puso de espaldas a el y me aprisiono contra la pared. Sentí su monstruo palpitar entre mis nalgas como una culebra buscando un refugio caliente. Le dije que no, que me dolería, que mi culito era virgen, pero el no escuchaba parecía que con la corrida su cerebro se había apagado y solo comandaba la necesidad de placer.
Con sus dedos comenzó a hurgar mi ano, mientras con su otra mano me rozaba el clítoris, comencé a perder otra vez mi compostura. Sentí la cabeza de su pene empujar mi ano y un dolor agudo, trate de zafarme pero el placer que sentía a su vez no me dejó moverme. Me tenía atrapada contra la pared, puso mis manos sobre mi cabeza una a cada lado sujetas a la pared. Con una mano atrapaba mis muñecas inmovilizándome con la otra buscaba entre mis nalgas espacio para su monstruo.
Me dijo quieta que esto de va a doler pero te lanzara en un cohete sideral. Entonces sin aviso sentí como se abría paso su pene gordo por mis entrañas, sentí cada vena, cada pliegue. Me ordeno que respirara que así dolería menos y obedecí como sombi. Lo que me pareció una eternidad. Me dijo ya esta la mitad adentro, pero ahora romperé el último de los anillos. Entonces me agarro con las dos manos los senos y me empujo su bicho completo dentro de mí. Mi culo se resistió, trato de expulsar ese cuerpo extraño, pero se rindió ante el placer que comenzó a sobrepasar el dolor.
Se quedo nuevamente quieto, respirando en mi oído. Comenzó a hacer unos movimientos circulares con sus caderas que permitió que mi ano se expandiera y acomodara a su miembro. Entonces comenzaron las embestidas, unas profundas otras a medio cuerpo. Yo comencé a abrir y cerrar los pliegues de mi ano, tratando atrapar al monstruo lo que nos dio más placer a ambos.
Entonces empezó a alternar entre mi ano y mi vagina, era el shangrilá. Había llegado a la cima. Mi cuerpo ahora si que era una hoja de papel a su meced. Con cada embestida mi clítoris respondía con una oleada de placer. No se cuantos orgasmos tuve, ni el tiempo que pasó en esto, pero cuando empezó a acelerar las acometidas y a adentrar su pene más profundo y sus bolas chocaban con mis nalgas perdí todo control del tiempo y el espacio y me corrí en un orgasmo que no terminaba. Entonces escuche como me decía, así perra, ciérralo fuerte, atrápalo, no lo dejes salir. Me vengo, toma mis jugos.
Esta vez su corrida salio disparada, juro que sentí que me llenó el estomago, sentí el sabor en mi boca. Como si me llenara toda de su leche, como si mis intestinos no dieran y todo mi cuerpo y mi sangre fueran su leche. El impulso la hizo salir chorreando de mi culo. El me apretó contra su cuerpo, me inmovilizó, su respiración se hizo lenta y honda y sentí como su culebra regresaba a tamaño normal.
La sacó y chupe todos sus jugos, se la deje limpiecita. Entonces se tiro en mi asiento y me confesó que para ser mi primera vez me había comportado como toda una prostatita experimentada. Esto me halago. Me dijo que nadie lo había hecho gozar tanto, que sintió que perdía el conocimiento cuando penetró mi ano y comencé a cerrarlo.
En fin limpie nuestros jugos regados por todo el piso, le dí un eso profundo y largo y me vestí para salir al baño.
Cuando regresé encontr una nota que decía. Te espero en tu casa.
Pero eso es otra historia de cómo el negro se convirtió en mi vicio.