El negocio familiar (2)
Fueron pasando los días...
Fueron pasando los días y fui conociendo a la gente con la que trabajaba, mi tía Raquel que llevaba la pescadería me presentó a varias dependientas que tenía contratadas, y mi tío Lucas a las que le ayudaban a él en la carnicería, conocí al panadero, Pedro, un hombretón alto, con bigote poblado y con una buena barriga que parecía muy atento y simpático.
En los descansos, cuando no coincidía con Lidia, que después de unos días ya intentábamos coincidir, siempre tenía a alguien con quien hablar, normalmente chicas, creo que era lo que más me interesaba aunque a Lidia no le hacía mucha gracia verme hablando con ellas.
Una noche al acabar llevé como cada día a Lidia a su casa, conduciendo de vuelta me di cuenta que me había dejado el móvil en el trabajo, fui a buscarlo, lo recogí de la taquilla del vestuario, al salir vi a mi hermano Teo que caminaba hablando con Sofía, la chica que le ayudaba en administración, caminaban por el interior del almacén y eso me llamó la atención, los fui siguiendo con la mirada, vi como abrían la puerta de la bodega y bajaban, al principio pensé, ¿Qué irán a hacer esos dos allí abajo?, coño, ¿Qué van a hacer idiota?, lo que hace todo el mundo ahí, follar, me salió a florecer la parte voyeur, me metí en la bodega caminando con cuidado, intentando afinar el oído para oír alguna cosa y orientarme, de momento caminaba en dirección a la mesa, que parecía que era el sitio predilecto para darle al “asunto”, entonces oí un gemido en otra dirección, fui siguiendo las voces, detrás de unas cajas apiladas bastante altas vi a mi hermano de espaldas, desnudo de cintura para arriba con los pantalones en los tobillos, delante suyo estaba Sofía, en pelota picada con una rodilla apoyada en unas cajas de Rioja, la otra pierna estirada apoyando el pie en el suelo sacando el culo, Teo la empalaba dándole unos golpes con su cuerpo en el culo que se podía sentir el ruido del impacto, rugían como animales, a Sofía le colgaban unas tetas enormes que se movían de un lado para otro, ella se empezó a correr gritando. Yo ya tuve bastante volviendo sobre mis pasos, aquella noche supe que Carmen mi cuñada llevaba unos cuernos de cojones.
Carmen era una mujer muy elegante, tirando a pija diría yo, algunas veces tenías la sensación que te miraba con superioridad por encima del hombro, yo siempre había pasado bastante de ella la verdad pero había que reconocer que tenía clase, con unos buenos cuernos, pero con clase, y de buena lo estaba un rato.
Empecé a sospechar que aquel lugar además de servir para guardar todas las botellas de vinos y licores era el picadero oficial, por allí pasaba todo el mundo a follar.
Con Sonia teníamos muy buen rollo, era agradable en el trato y siempre tenía algún chiste para explicarme, trabajar con ella hacía que pasaran las horas más rápidas, estaba separada y tenía una niña pequeña, cuando le pregunté si no pensaba en volver a tener una relación estable me contestó que ya estaba bien como estaba, me dio la impresión que con su ex no lo pasó muy bien, a la niña la criaba ella sola porque de su padre no sabía ni donde paraba. Por culpa de mi buena relación con ella habíamos tenido alguna discusión con Lidia, no entendía que le pasaba, en el tiempo que llevábamos juntos nunca me dio señales de ser celosa, pero desde que trabajábamos allí estaba mucho más susceptible, una tarde llevándola a su casa parecía cabreada…
LIDIA: Supongo que hoy también habrás estado riendo con tu compañera como cada día.
YO: ¿Te refieres a Sonia?, sí, como siempre, ¿porqué lo dices?
LIDIA: Porque me he tomado un descanso y cuando he salido he visto que estabais juntitos riendo, os he visto tan bien que he preferido no molestaros y me he vuelto para dentro.
YO: No me jodas Lidia, podíamos haber estado juntos un rato y has pasado de todo sin querer estar conmigo.
LIDIA: Ya estabas bien acompañado.
Me salí del camino a su casa y conduje hasta un descampado donde iban las parejas a hacer sus “cosas”, paré el coche, me quité el cinturón y me giré para mirarla directamente a la cara.
YO: ¿De verdad me vas a decir que estás celosa de Sonia?
Se estaba poniendo colorada del enfado que tenía.
LIDIA: De Sonia y de todas las dependientas tontas esas que van detrás de ti en cuanto pueden.
YO: Lidia cariño, que solo hablamos y reímos.
LIDIA: Joder sí, pero es que siempre estás solo tú con ellas coño, nunca he visto a ningún otro chico. Y seguro que alguna ya te la habrás bajado a la bodega guarro.
Me abalancé sobre ella metiéndole la mano en el coño por encima de los tejanos, cazándole los labios con los míos.
YO: Allí solo te he llevado a ti, solo te follo a ti, y solo estoy enamorado de ti.
Me miró a los ojos y se le escapó una sonrisilla, nos besamos con pasión, le apreté la mano agarrándole con más fuerza el chichi, pasamos por el medio de los asientos a la parte trasera del coche, yo le desabrochaba el pantalón y ella hacía lo mismo con el mío, dejé encima del asiento un condón y estiré de sus pantalones sacándole una pierna, me amorré a sus bragas besándole el chocho, gimió apoyando una mano en mi cabeza, estiré de ellas y se las bajé dejándolas en la misma pierna que los pantalones, le metí la lengua en el coño y le pegué un par de lametazos que le hicieron levantar el culo de gusto, como me costaba controlarme cuando se lo comía, perdía la cabeza capuzado allí sabiendo que tenía que hacer un esfuerzo para comérselo suavemente, recorriéndolo al principio de abajo arriba dejándolo todo bien chupado y ensalivado, después cuando ella ya se había puesto a tono me entretenía encima del clítoris, primero dándole vueltas con la lengua, si se lo chupaba o lamía de entrada pegaba un bote que más de una vez me había soltado un cogotazo, así que con paciencia se lo hacía por el alrededor hasta que empezaba a gemir sin parar y me apretaba la cabeza con la mano, era la señal que ya podía empezar a trabajar encima pasándole la lengua suavemente, luego le hacía un poquito más de presión, pasando más tarde a chuparlo acelerando poco a poco las pasadas de la lengua por encima, cuando ella empezaba a subir el volumen de sus gemidos le ponía los labios encima, como si le estuviera haciendo el boca a boca y se lo succionaba un poquito, aquello le hacía levantar el culo y empezar a retorcerse de gusto, le aumentaba despacio la fuerza de las succiones y se corría moviéndose como una anguila pegando unos gritos tremendos, me encantaba cuando llegaba ese momento, le salía del agujero del coño un reguero de flujo blanco que me gustaba recogérselo con la lengua, siempre me decía que era un cerdo por hacerlo pero yo me ponía a cien.
Me agarró los pantalones estirando de ellos bajándomelos junto con los boxes, me cogió la polla con la mano que la tenía tiesa a más no poder, me la pajeó mientras yo me sentaba en el asiento, se la metió en la boca y me la comió un rato sin pasarse porque sabía que si había sacado un condón era porque quería follar, abrió el condón y me lo puso sentándose encima de mi metiéndose la polla en el coño hasta el fondo dejándose caer con fuerza, los dos gemimos y ella empezó a mover sus caderas, yo le agarraba del culo para ayudarla a levantarlo y dejarlo caer, aceleraba el movimiento poco a poco, sabiendo que aquello me excitaba y me llevaba al orgasmo, cuando me tenía casi a punto cambiaba el movimiento de adelante para atrás frotándose el clítoris con mi pubis, sin dejar de follarme a toda velocidad consiguiendo que nos corriéramos los dos a gritos. Nos quedamos abrazados y en silencio un ratito para recuperarnos.
LIDIA: ¿No me harás una putada verdad?
YO: Que no Lidia, te quiero a ti y a nadie más, pero déjame hablar y reír con la gente sin enfadarte por favor.
LIDIA: Es que tú le llamas “gente” a las tías coño, que solo estás con ellas joder.
YO: ¿Y yo qué culpa tengo que los tíos no quieran estar con nosotros?, solo hablamos vale.
LIDIA: Que sí, que ya te entiendo, espero no tener que arrastrar del pelo a ninguna.
Nos reímos y la dejé en su casa.
Pasaron unas semanas, Lidia fue cogiendo confianza con sus compañeras de las cajas, algún día después de trabajar se empezó a ir con ellas a tomar algo, yo aprovechaba para hacerlo con los tíos del almacén y algunas de las dependientas, Sonia no venía nunca porque tenía que ir a recoger a su hija.
Debía de ser la tercera o cuarta vez que salíamos separados, estábamos tomando una cerveza en un bar y en el grupo de chicas había una que no había visto nunca, me llamó la atención porque era espectacular, un pelo largo que le caía por los hombros, unos ojos grandes muy expresivos y guapa, pero guapa a rabiar, con un tipazo que pensé que coño hacía allí con nosotros sí debería estar pasando modelos la criatura, que bellezón. Me acerqué disimulando saludando alguna compañera que ya conocía.
COMPAÑERA: Hola Rafa, ¿no conoces a Carlota?
YO: No.
CHICA: Trabaja en la panadería, estaba de vacaciones hasta hoy.
Nos presentó y nos dimos dos besos, hablamos un rato con todos, ella explicaba el viaje que había hecho hasta que nos fuimos.
Al día siguiente me encontré con Pedro, el panadero, nos saludamos y detrás de él apareció Carlota.
PEDRO: Te presento a mi hija Carlota…
YO: Ya la conocí ayer tomando unas cervezas con todos.
PEDRO: Pues entonces no hace falta que lo haga, os dejo chicos.
YO: ¿Cómo estás Carlota?
CARLOTA: Muy bien gracias, ¿tú que es lo que haces?
YO: Paso el rato en el almacén.
CARLOTA: Sí, pero mi padre ya me ha dicho quien eres.
YO: ¿Ah sí?, ¿y quién soy?
CARLOTA: Huy, pero si se hace el interesante y todo, eres el hijo de Sebas el dueño.
YO: ¿Y?
CARLOTA: Nada hombre, solo eso, que todo el mundo sabe que eres su hijo.
YO: Pues ya ves, para ser su hijo en la mierda de sitio que me tiene trabajando.
CARLOTA: Oye, te vienes a tomar un café y seguimos hablando.
Pensé que si entraba con ella Lidia nos vería y no tenía ganas de discutir después.
YO: Tengo trabajo, a lo mejor otro día.
Se despidió saludándome con la mano y se fue. Me puse a trabajar, estuve todo el día convenciéndome que lo mejor que podía hacer era alejarme de Carlota, aquella chica tenía algo especial, algo que me atraía mucho, tanto que estaba seguro que si ella ponía un poco de su parte yo perdería el mundo de vista y podría hacer cualquier locura.
Fueron pasando los días con las mismas rutinas, bueno, en realidad fui incorporando una, cuando dejaba a Lidia en su casa por la noche, algunos días pasaba antes de ir a mi casa a cenar por el supermercado, abría una puerta lateral que daba al almacén, mi hermano en confianza ya me había dado la llave, bajaba a la bodega a ver si había alguien dándole al “triki-triki”, casi siempre pillaba a alguien, o a un compañero que se había ido de cervezas y tirando la caña algo había pescado, o a mi hermano Teo con la ayudante, aquello me estaba despertando mi parte de mirón y cada día me costaba más pasar de largo con el coche sin pararme. Me estaba empezando a preocupar de mi “obsesión” cuando ocurrió algo que me descolocó.
Había sido un día de lo más normal, como casi cada día volví al almacén a hacer el gilipollas espiando a los demás, caminé por el medio de los pasillos y oí unos gemidos de hombre, resoplaba como si no estuviera bien físicamente, estaba claro que había alguien en la famosa mesa, saqué con cuidado la cabeza por un lado, vi a un tío grande de espaldas, con los pantalones y la ropa interior en los tobillos, el torso desnudo, le estaba clavando la polla a alguien con un fuerza brutal, cada vez que se la metía se oía como la otra persona soplaba, al estar de espaldas no podía ver quiénes eran, así que caminé con cuidado por el pasillo de detrás buscando una rendija entre dos cajas para verlos de lado, descubrí una muy pequeña, acerqué el ojo y al primero que vi fue al hombre que estaba de pie, era Pedro el panadero, me sorprendió tanto que me puse nervioso, fui girando la cabeza para coger ángulo y poder ver con quien estaba, si ver a Pedro me puso nervioso, al ver a la otra persona se me cayeron los huevos al suelo, era, era…