El negocio familiar (11)

Cada semana que pasaba eran más las noches que pasábamos juntos en el apartamento...

Cada semana que pasaba eran más las noches que pasábamos juntos en el apartamento. Lo que llevaba fatal eran las semanas que el novio no se iba de viaje y estaba con él, imaginármela dentro de la cama follando con el novio me revolvía el estomago, así que poco a poco aquellas semanas que estaba solo volví a visitar a mis cuñadas.

Al principio, sobre todo Carmen, se rebotó bastante conmigo, bueno, puede que no tanto, recuerdo el primer día que me volví a presentar en su casa para llevarle la compra.

CARMEN: Hombre, mira quien tenemos aquí. ¿Ya no tienes ningún chochete a mano y vuelves a buscar el mío?

YO: Perdóname, tengo mis problemillas sabes.

CARMEN: Todos tenemos problemillas cuñado, pero abandonarnos así es de tener poca vergüenza.

Bajé las orejas y la seguí a la cocina con las cajas de la compra, empecé a colocarle productos en los armarios.

CARMEN: Tú al suelo, ¿o es que ya no te acuerdas de tú trabajo?

No contesté y me senté en el suelo a esperar que me pasara alguna cosa para guardar, se acercó y se subió la falda disimuladamente mientras tocaba algunas cosas encima de la mesa, poniéndose muy cerca para que le pudiera ver las bragas, me arrodillé y me metí debajo de su falda metiéndole la boca en todo el coño presionándoselo con los labios, se agarró con las dos manos a la mesa soltando un gemido, y un “cabrón” o algo parecido, le bajé las bragas y con ellas en los tobillos muy estiradas al separar las piernas le comí el chichi hasta que se corrió, de esta manera hice las paces con ella.

Con Carla no fue tan complicado, me abrió la puerta, y solo entrar me cogió por la pechera empujándome contra la pared, me dijo que era un cabrón por tardar tanto en ir a verla y se arrodilló sacándome la polla, se la comió enterita y acabó follándome en su cama bien follado.

Empezó un tiempo un poco convulso, pasaba con Carlota todos los días que podía y cuando ella estaba con su novio yo hacía el reparto a mis cuñadas. Pensaba que si ella tenía los cojones de poder estar con los dos, yo no tenía por qué hacer el gilipollas esperando que a ella le fuera bien estar conmigo.

Empezamos la semana con Carlota durmiendo juntos de lunes a jueves, fue una semana fenomenal, ella estaba cariñosa conmigo como no lo había estado hasta ese momento, la veía más segura que nunca, la última noche, la del jueves, estábamos en la cama desnudos, yo estirado en medio de sus piernas abiertas, follábamos lentamente, sus manos apoyadas en mi culo seguían el ritmo subiendo y bajando, nos besábamos con dulzura, aparté un momento mis labios acercándolos a su oído y le hice la gran pregunta susurrando.

YO: ¿Tú me quieres?

Me quitó las manos del culo para agarrarme la cara con una por cada lado, me miró a los ojos fijamente.

CARLOTA: Te quiero con locura Rafa.

Nos volvimos a besar, una mano la dejó en mi cabeza jugando con el pelo y la otra volvió a mi culo siguiendo el ritmo, acabamos corriéndonos a la vez, me pareció uno de los mejores polvos que había podido disfrutar con ella hasta ese momento.

El viernes nos despedimos y ya no la vi, ese fin de semana lo estaba pasando fatal, que me dijera que me quería y pensar que volvía a estar con su novio me ponía enfermo. Por si fuera poco mi padre me había convocado a una comida familiar el domingo en casa, una vez al año se celebraba en el supermercado el aniversario, una fecha que mi padre decía que fue cuando se fundó y le gustaba hacer un día especial, con rebajas, detalles para los clientes y acabar el día con una cena con todos los trabajadores.

No creo que tenga que contaros muchos detalles para que os deis cuenta del plan que había en aquella mesa, mi padre en una punta, a un lado mis dos cuñadas, delante de ellas mis hermanos, yo al lado de ellos junto a mi madre que estaba en la otra punta de la mesa. El almuerzo fue pasando sin pena ni gloria, escuchando a mi padre explicándonos las ideas que tenía para el día del aniversario, el vino nos lo bebíamos como si fuera agua, yo miraba de tanto en tanto a mis cuñadas un poco nervioso, Carmen sonreía cada vez que lo hacía como cachondeándose de su marido, por estar en la misma mesa con quien se la estaba follando a escondidas, a Carla la veía más nerviosa y no paraba de darle sorbos al vino. Acabando y supongo que por efecto del vino, mis hermanos empezaron a meterse conmigo, como lo habían hecho toda la vida, debía ser el peaje que pagaba por ser el pequeño.

TEO: Y tu Rafita, ¿cómo estás?, porque me parece que desde que te separaste de Lidia no te has comido una rosca.

Mis cuñadas disimulaban como podían, a Carmen la sonrisilla de cachondeo todavía se le notaba más, mis padres pasaban de todo ya acostumbrados a estas conversaciones.

CARLOS: No entiendo como la dejaste, con lo agradable que es, más tonto no puedes ser chaval.

Yo me guardaba la mala leche pensando, “Sí, muy agradable, sobre todo cuando os la folláis los dos como unos cerdos”. Carmen me echó un capote.

CARMEN: Dejar al chaval en paz grandullones, ya podríais preocuparos de vuestras cosas.

Saltó Carla con la voz un poco de bebida.

CARLA: Eso, dejarlo tranquilo, seguro que alguna cosilla debe tener por ahí.

Le dio un ataque de risa tonta que no podía parar de reír, Carmen le pasaba un brazo por el hombro descojonándose también, mis hermanos las miraban como si estuvieran borrachas perdidas, que también es verdad que bebidas lo estaban, que se estaban descojonando porque con ellas follaba cuando me daba la gana y a veces con las dos a la vez, no lo podían ni soñar los cabrones.

MI MADRE: Pues yo que lo conozco, diría que está enamorado otra vez.

CARLOS: Si en la empresa con las que siempre está es con Sonia, que es mayor que él y tiene una niña, esa seguro que no quiere nada de un niñato como él, y la otra es la panadera, que no me acuerdo ni como se llama…

TEO: Carlota, se llama Carlota.

CARLOS: Eso Carlota, que mira que está buena la nena, pero, está a punto de casarse, chaval que puntería tienes juntándote con las chicas.

El y Teo se descojonaban de risa.

YO (levantando la voz por la sorpresa): ¿Se casa?

Todos los de las mesa se me quedaron mirando, mis cuñadas dejaron de reír.

CARLOS: No me jodas que de quien estás enamorado es de la panadera.

Mis hermanos se volvían a morir de risa a mi costa.

YO: ¿Cómo que se casa?

CARLOS (sin poder parar de reír): Soy muy amigo de su padre, estos días me ha estado explicando el follón que tiene por la boda de su hija, ha estado invitando a un montón de chicas del súper para hacer la despedida de soltera.

No me lo podía creer, si la cabrona me acababa de decir hacía dos días que me quería, ¿cómo podía ser eso?

TEO: Desde luego que inocente eres tío, encima eres el último en enterarte, te pasa como a los cornudos, que siempre son los últimos en enterarse que los llevan puestos.

Carmen y Carla se levantaron mirando a sus maridos de mala leche, vinieron a levantarme  para llevarme al sofá y darme un whisky de la mala cara que hacía, intentaron animarme mientras los demás seguían sentados conversando, mi madre interesada en saber quién era esa chica y mi padre pasaba de todo. En ese momento los odiaba a todos, todos los miembros de mi familia, mis cuñadas fueron las únicas que me demostraron afecto y ganas de ayudarme.

Pasaban los días de la siguiente semana y Carlota no aparecía por el trabajo, la llamaba y no me contestaba, no quería enviarle un mensaje hablándole del tema porque no me parecía bien discutir algo tan serio con mensajitos. Lo comenté con Sonia y alucinó tanto como yo, la gente de dentro estaba al corriente de la boda, pero los del almacén casi nadie sabía nada.

Hasta los cojones al final de semana fui a ver a su padre preguntándole por ella, me dijo lo que ya me imaginaba, que estaba muy liada con su boda y que de momento no iría a trabajar, le dije que le diera recuerdos y que le deseaba que fuera muy feliz en su matrimonio.

Esperaba que cuando su padre se lo dijera reaccionase.

El viernes sin saber nada de ella me fui a pasar el fin de semana al apartamento de la playa, me llevé comida y bebida, sobre todo bebida para pasarlo pedo perdido si hacía falta, estaba tomándome el segundo gin tonic después de cenar, era bastante tarde y llamaron a la puerta, exacto, era ella, le dejé la puerta abierta, entró y me miró como si me hubiera vuelto loco o algo así.

CARLOTA: Sabía que te encontraría aquí, ¿Qué te pasa?

No me podía creer que me hablara con aquella pachorra, como si no pasara nada.

YO: Qué coño me va a pasar Carlota, el jueves me estabas diciendo que me querías y el fin de semana me entero por la peor persona por la que podía enterarme que estás a punto de casarte, ¿pero esto que cojones es?

CARLOTA: ¿De qué te extrañas?, ya sabías que tenía novio, ¿para qué te crees que sirve un novio?, para casarse algún día, ¿no?

Me puso de una mala leche que hubiera destrozado el apartamento.

YO: ¿Tú no te has enterado de nada o no has querido enterarte, por qué coño te crees que he estado contigo todo este tiempo?, queriéndote, cuidándote, mimándote, para ser yo tú novio joder, para hacerte ver que como conmigo no ibas a estar con nadie…

CARLOTA: Pero eso ya lo sé.

YO: ¿Cómo que lo sabes?

CARLOTA: Estoy segura que como estoy contigo no estaré con nadie, por eso no quiero enfadarme, yo quiero seguir con lo nuestro, me haces muy feliz.

YO: Entonces, ¿lo vas a dejar para estar conmigo?

CARLOTA: El que no se entera de nada eres tú tío, claro que no lo voy a dejar, con él me voy a casar, pero podemos seguir como estamos.

Me pegó un cortocircuito en la cabeza que me quedé sin saber que decirle, después de un buen rato mirándonos sin decir nada pude seguir hablando.

YO: ¿Me estás diciendo que vas a ser su mujer y le vas a poner los cuernos conmigo como si fuera lo más normal de mundo?

CARLOTA: Eso mismo, nosotros estamos bien así ¿no?, me has dicho muchas veces que me querías.

YO: Serás tú que estás bien así.

CARLOTA: A ver Rafa, yo estaba bien como estaba antes de conocerte, tú insististe, ya te dije mil veces que tenía novio, me sedujiste, me enamoraste, buscaste la manera para podernos ver muchas horas, vale, me parece bien todo esto, pero yo nunca te dije que dejaría mi novio por ti, ¿es verdad o no?

Se me estaba haciendo un lio la cabeza escuchándola que no supe que contestarle.

CARLOTA: Lo único que pretendo es seguir con lo nuestro.

Consiguió liarme tanto la cabeza que al final de la conversación ya no sabía si era ella o yo quien se casaba con su novio.

Me levanté cogiéndole las manos…

YO: Por favor Carlota, no te cases, quédate conmigo y déjalo a él, te voy a cuidar como no lo hará nadie en esta vida.

CARLOTA: Lo siento Rafa, decide tú si quieres seguir con lo que tenemos.

Le miré los ojos haciendo un esfuerzo para no llorar.

YO: Lo que tuviéramos a llegado hasta aquí.

Le solté las manos, se quedó pensativa un momento, me miró a los ojos, se giró, abrió la puerta y la cerró detrás de ella, abriendo mis lagrimales que empezaron a soltar lágrimas sin parar, el “colocón” que pillé ese fin de semana fue apoteósico.

Cuando me vio Sonia el lunes se dio cuenta rápidamente que algo me pasaba, estuvimos la mañana trabajando juntos explicándole todo lo ocurrido, intentó animarme, contarme chistes para hacerme reír, nada podía consolarme de lo desgraciado que me sentía, y por si fuera poco, cuando me quedé solo en el comedor porque Sonia se fue a hacer el cigarro de después de comer, se sentó a mi lado Lidia con una sonrisa de oreja a oreja.

LIDIA: Ya te habrás enterado que tú amiguita se casa, me alegro que estés jodido, me dejaste a mí por ella y te ha salido la jugada como el culo, te jodes cabrón.

No tuve fuerzas ni para contestarle, se levantó y se fue riéndose.

Aquella fue la peor semana de mi vida, mis relaciones anteriores no las había vivido con tanta intensidad como la viví con Carlota, aquella necesidad que tenía de demostrarle cada día mi amor, la necesidad de estar con ella a todas horas, el sufrimiento y la rabia que tenía cuando no estaba conmigo y pensaba que debía estar con su novio me volvía como un boomerang, hacía que la quisiera más, que me obsesionara más con ella en conseguirla para mí solo, hubiera hecho cualquier cosa por ella. Abrirme los ojos de aquella manera tan cruda, darme cuenta de la frialdad como ella lo vivía, la sensación de ser una pieza más en su vida, una pieza reemplazable como pueden ser las pilas de cualquier aparato, te cambio y te tiro, no podía encontrar explicación lógica a su manera de querer vivir, en realidad lo que no quería era aceptar que ella no sintiera por mí lo que yo llegué a sentir por ella. Ese dolor tan intenso, esa mezcla de impotencia, sentirme rechazado, el convencimiento que era idiota por no darme cuenta antes y de mala leche me estaba matando.

Gracias a Sonia no fue todo lo dramático que pudo llegar a ser, llegamos al viernes, ella estuvo toda la semana dándome ánimos sin dejarme solo en las horas de trabajo, a la hora de la comida ella me hablaba para intentar distraerme y que no pensara.

SONIA: ¿Qué vas a hacer este fin de semana?

Le miré a los ojos pensando que me quería decir, ¿tal vez me estaba invitando a su casa aquella noche?

SONIA: No hombre, no es lo que estás pensando. Mañana por la mañana vamos a ir a un centro comercial con Martina para comprarle varías cosas que le hacen falta, a lo mejor te vendría bien venir con nosotras y distraerte.

YO: ¿Quién es Martina?

SONIA: Mi hija Rafa, Martina es mi niña, así la conoces, ¿qué te parece?

Me encogí de hombros, no tenía el chichi para farolillos.

SONIA: Venga hombre que nos lo pasaremos bien y te distraerás.

Quedamos que las pasaría a buscar por su casa para ir juntos, me presentó a Martina, que niña, parecía una muñequita, dulce, simpática y despierta como su madre. Sonia le compró varias prendas de ropa, la niña miraba y lo preguntaba todo, hablaba por los codos, la veía a ella con su inocencia ir de un lado para otro sin parar de reír, tan bien educada dentro de las tiendas cuando su madre o yo nos probábamos algo dándonos su opinión, de verdad que consiguió ella sola distraerme de mis mierdas, al medio día decidimos comer algo por allí, estábamos sentados en una mesa esperando la comida que habíamos pedido.

MARTINA: Rafa, ¿tú eres novio de mami?

A Sonia se le abrieron los ojos como platos y se puso colorada, a mí me dio la risa.

SONIA: ¡Martina!, de donde has sacado eso del novio.

MARTINA: La abuela, siempre está diciendo que haber si te echas un novio de una vez.

SONIA: La madre que la…, ya hablaré yo con la abuela.

Me moría de risa y la niña me miraba riendo también.

MARTINA: Mami, ¿es tú novio?

SONIA: Que no, somos amigos, trabajamos juntos.

Me miró a mí.

MARTINA: Rafa, ¿no te gustaría ser el novio de mami?

Me tapé la boca riendo, en realidad es que no sabía qué coño decirle a la niña.

SONIA: Martina ya está bien, mami no va a tener ningún novio, vale.

MARTINA: Vaaale.

Comimos y después de dar una vueltecilla las llevé a su casa, aparqué el coche…

MARTINA: Rafa, me llevas al parque.

YO: Si a tú mami no le importa.

Miré a Sonia que estaba recogiendo las bolsas del maletero.

SONIA: Es ahí delante, yo voy a subir todo esto.

Martina me agarró una mano y me acompañó donde quería ir a jugar, me senté en un banco mientras ella corría de un lado para otro, se subía a esas cosas nuevas que hay ahora en los parques para los niños, van pasando de un lado a otro y se acaban tirando por un tobogán, sacaba la cabecita por algún agujero y me saludaba, llegó su madre y se sentó a mi lado saludando a Martina con la mano.

YO: Por ella sí que vale la pena luchar Sonia, ahora te entiendo.

SONIA: Es mi vida Rafa, ella le da sentido.

YO: No me extraña, comprendo que no necesites nada más.

Cuando la niña se cansó de jugar vino con nosotros abrazándose a Sonia. Volvimos al coche, me agaché para despedirme de Martina y me dio un abrazo con dos besos que me dejó flipado, Sonia nos miraba riendo.

SONIA: La niña es así de cariñosa.

YO: No como la arisca de su madre.

SONIA: Cállate merluzo.

MARTINA: ¿Qué es merluzo mami?

SONIA: Rafa, Rafa es un merluzo.

Se fueron cogidas de la mano riéndose las dos.

Aquella niña con su inocencia me sacó de la mierda en unas horas, me di cuenta que hay cosas más importantes que un desengaño amoroso.

A partir de ese día cuando veía a Sonia lo primero que hacía era preguntarle por Martina, me explicaba las cosas que hacía y reíamos un rato. Yo fui volviendo a la tranquilidad de mi estado mental, volví a mis repartos de compras por las casas de mis cuñadas, mi vida volvió a una normalidad y sobre todo a una estabilidad emocional.