El negocio familiar (1)

Voy a contaros una historia...

Voy a contaros una historia, la mía, no sé cuando fue exactamente que empezó todo, yo creo que fue el día que le pedí a mi novia de hacía unos meses que viniera una tarde a mi casa, mis padres no estaban por una reunión del negocio que tenían en otra ciudad, era la tarde perfecta para pasarla con ella en la cama sin prisas, la fui a buscar a primera hora, llegamos y nos metimos en mi habitación, nos fuimos desnudando lentamente hasta quedarnos en ropa interior y meternos en la cama besándonos, Lidia era una chica muy delgadita, sin casi nada de tetas, con un buen tipo, eso sí, y una carita muy simpática, no sabía si sería la mujer de mi vida pero con ella me encontraba cómodo, nos besábamos y acariciábamos por encima, le desabroché el sujetador acariciándole y lamiéndole despacio unos pequeños pezones muy sensibles que le hacían gemir de gusto, ella me metía la mano por dentro de los boxes agarrándome la polla haciéndome una paja lenta que sabía que me ponía muy a tono, me los bajó hasta los muslos para poder pajearme mejor, yo le bajé las braguitas un poco para poder meterle la mano en el coño y frotárselo despacio como a ella le gustaba, nos besábamos a la vez que jadeábamos por el gustillo que nuestras manos nos proporcionaban, nos quitamos la ropa interior y saqué un condón para que ella me lo pusiera, me hizo estirarme en la cama y con cuidado se subió sentándose despacio encima de mi polla, metiéndosela hasta el fondo dejando ir un buen gemido, su pequeño cuerpo se movía dándose placer gimiendo, con una mano se aguantaba sobre mi pecho y con la otra se acariciaba una teta pellizcándose los pezones, conseguía que le quedaran muy salidos y duros, aumentaba la presión y se movía más rápido consiguiendo correrse tapándose la boca, para no gritar y que los vecinos se enteraran, al final del orgasmo siempre le cogían unos espasmos en el coño que podía notar como apretaba mi polla, me encantaba aquella sensación viendo como ella se retorcía como una lagartija acabando de correrse, se arrodilló en la alfombrilla al lado de la cama, conmigo delante chupándomela para hacerme acabar como sabía que a mí más me gustaba, me la pajeaba, chupaba y succionaba con unos sonidos que me ponían la polla a punto de reventar, miré la hora en el despertador de la mesita pensando que tendríamos tiempo de descansar y pegar otro polvete antes de irnos, me subió un golpe de gusto que le pegué el primer lechazo en medio de la cara, cuando estaba a punto de salir el segundo…, se abrió la puerta, mi madre nos enganchó justo en el momento que le entraba un tiro de leche en plena boca, y otro que salía más fuerte volando por encima de su carita para caerle en un ojo, nunca sabré porque siempre hay uno que les cae en el ojo apuntes donde apuntes, dejando un reguero blanco hasta su boca, nos giramos los dos asustados, Lidia con la cara llena de leche que le caía goteando y yo, bueno yo, con la polla tiesa pegando otro lechazo en dirección a mi madre, pegó un grito horrorizada y salió de la habitación como nunca la había visto correr a la mujer.

Después del “lechazo interruptus”, o no tan interruptus, nos lavamos, nos vestimos y salimos al salón con la cabeza baja de la vergüenza, mi madre y mi padre nos estaban esperando sentados en un sofá, mi madre miraba para otro lado, supongo que para no acordarse de lo que acababa de ver con sus ojos.

MI PADRE: Venir chicos, sentaros con nosotros que quiero hablar con vosotros.

YO: ¿Pero vosotros no ibais a estar toda la tarde fuera, o es que se ha anulado la reunión?

Mi padre levantó las cejas mirando para el techo.

MI PADRE: Que es mañana la reunión capullo, que no te enteras nunca de nada hijo.

YO: ¡Ostia puta!

Lidia me pegó un sonoro golpe en medio de la nuca con la mano abierta.

MI MADRE: Esa boca niño.

MI PADRE: Bueno, lo hecho hecho está, pero no puede ser que tengáis tanto tiempo libre, Lidia cariño, no estabas buscando trabajo.

MI MADRE: Si eso, dile cariño encima.

LIDIA: Sí señor, ya hace meses pero no he encontrado nada.

MI MADRE: Pues otras cosas bien que las encuentras hija.

MI PADRE: El lunes empezáis los dos a trabajar en el negocio, a ver si después de una jornada de trabajo os quedan ganas de hacer tonterías.

YO: ¡Pero papá!

LIDIA: Que bien, por fin encuentro trabajo, muchas gracias.

MI PADRE: Rafa (yo), cállate que ya has hecho el manta demasiado tiempo, a ver si te piensas que te íbamos a mantener en esta casa toda la vida sin pegar un palo al agua, pedazo de vago.

YO: ¡Papaaá!

MI PADRE: Ni papá ni ostias, el lunes a trabajar coño.

MI MADRE: Muy bien cariño, esta juventud es que solo piensa en, en…, puaggg, lo que he tenido que ver Dios mío.

Y después de esto os tendré que explicar un poco lo que es el negocio de la familia donde empezaríamos a trabajar aquel maldito lunes.

Mi abuelo Rodolfo, vaya tela con el nombrecito que le pusieron de reno de Papá Noel, heredó de su padre una tienda de comestibles bastante grande, el supo aprovechar bien el momento y durante su vida laboral acabó abriendo por la ciudad tres grandes supermercados, dejando cuando se jubiló uno a cada hijo, a Sebas mi padre, Raquel y Lucas. Por lo que pude oír por mi casa, los otros dos hermanos se dedicaron más a gastar dinero que ha ganarlo trabajando, acabaron llenos de deudas quedándose el supermercado una conocida cadena, por lo visto mi padre fue el único que se parecía a mi abuelo, el de nombre de reno, la verdad es que de pequeño lo veía poco por casa, se pasaba los días trabajando hasta las tantas, fue el único que consiguió sacar adelante el negocio, y no solo eso, además lo amplió cambiándolo a un local más grande.

Cuando sus hermanos se quedaron sin trabajo llegó a un acuerdo con ellos, a su hermana Raquel le dejó la pescadería y a su hermano Lucas la carnicería para que pudieran ganarse la vida.

Luego trabajaban mis hermanos, Carlos, el mayor, se puso a trabajar con mi padre muy joven sin acabar los estudios, era el responsable de la logística del almacén y de hacer los pedidos. Teo, el mediano, acabó la formación profesional en su momento como administrativo y se cuidaba de la administración claro, y yo, Rafa, el pequeño, era la esperanza para ellos de que estudiara una carrera y no trabajara en el puto supermercado también supongo. Realmente lo intenté más por ellos que por mí, que mucho interés en estudiar la verdad no tenía, me matriculé en ingeniería y el primer año aprobé una asignatura por los pelos, el segundo aprobé otra y hablé con mis padres, porque si iba a ir a ese paso con mis estudios cuando me jubilara a lo mejor y con suerte conseguía acabar la puta carrera, decidimos que buscaría otro tipo de estudios para formarme, pero yo estaba más por salir con mis amigotes y con las chicas que otra cosa, hice algún cursillo bastante inútil y había estirado mí buena vida todo lo que había podido. Por una mala corrida en el momento que no tocaba se acababa mi vidorra y empezaba a trabajar.

Un puto lunes a las ocho de la mañana estábamos Lidia y yo entrando por la puerta del supermercado…

SEGURATA: Buenos días, no abrimos hasta las nueve señores.

Ya con el tonito me pareció que se estaba cachondeando de nosotros.

YO: Es que trabajamos aquí señor.

SEGURATA (seguía con su tono cachondo): ¡Ah!, entonces esperen que les pondré la alfombra roja para que pasen, no te jodes, los empleados entráis por la puerta del almacén, por aquí solo la gente que gaste dinero dentro, ¡entendido!

YO: Si hombre, tranquilo, que es nuestro primer día coño, que carácter.

SEGURATA: Ni carácter ni ostias, no paséis más por aquí si no es a comprar.

LIDIA: Vale, vale, ya nos vamos.

Me arrastró sacándome de allí porque me veía la cara de mala ostia que se me estaba poniendo.

LIDIA: Vamos Rafa.

YO: Pero no has visto lo desagradable que es ese tío.

LIDIA: Sí, pero seguro que estabas a punto de decirle que tú eres el hijo del dueño, te ibas a poner a su nivel.

Me dio la impresión de que Lidia me conocía más de lo que pensaba, no dije nada y nos dirigimos a la puerta lateral que entraba en el almacén, solo entrar estaba mi hermano hablando con un hombre, se despidió de él y nos miró riendo…

CARLOS: ¡Hombre!, los nuevos yogurines que empiezan hoy.

YO: Carlos, no me toques los cojones que ya me los ha tocado bastante el segurata ese que tenéis en la puerta.

El tío se partía de risa.

CARLOS: No me jodas que habéis intentado entrar por la entrada principal, que pringaos.

LIDIA: Es que no sabíamos nada.

CARLOS: Y esta debe ser tú novia, hola, me llamo Carlos, soy su hermano por si este no te ha hablado nunca de mí.

Lidia le sonrió y le dio dos besos, Carlos le pasó el brazo por la espalda apretándola un poco, mirándome por encima de su hombro para tocarme las narices.

YO: Bueno vale ya, Lidia vigila con este que tiene las manos muy largas.

CARLOS: No te preocupes “pringao” que la tendré lejos, papá nos dijo que estaría en una caja, venir conmigo que os daré los uniformes, a ti sí que te voy a putear que te tendré aquí en el almacén…

LIDIA: ¿Voy a estar en una caja?

TEO: Sí cariño, el viejo nos lo dejó muy claro, ahora te cambias y te presentaré a tú responsable que te formará para poder llevar la caja.

YO: Pues a mí también me podía haber buscado un lugar de trabajo un poco mejor que ser la última mierda en el almacén.

TEO: Tú cállate que tienes que aprender mucho de la vida chaval, que no has salido del huevo todavía.

Lidia se reía apretando los labios para disimular.

YO: Si eso, tú ríele las gracias a este.

Nos dio la ropa que teníamos que ponernos y nos cambiamos en los vestuarios, al salir nos encontramos disfrazados, fuimos a buscar a mi hermano que estaba hablando con una chica, la chica se fue a hacer sus cosas y nos miró descojonándose de risa.

TEO: Sonia.

Volvió a llamar a la chica que se iba que volvió sobre sus pasos.

TEO: Este “pringao” es mi hermano pequeño, hoy que te ayude a ti en lo que haga falta.

SONIA: Hola soy Sonia, ven conmigo.

Yo me fui con Sonia y Teo se llevó a Lidia para dentro del supermercado.

SONIA: No te había visto nunca por aquí.

YO: Ya, es que siempre que venía entraba por la entrada principal.

SONIA: No me jodas que hoy también has ido por ahí, te habrás encontrado con Juan.

YO: ¿Juan es como se llama el cabrón ese?

Sonia se descojonaba de risa.

SONIA: Sí ese, no es mal hombre cuando le coges confianza.

YO: Será que coge confianza con las chicas como tú…

Se paró de golpe mirándome.

SONIA: Perdona, ¿pero qué quieres decir con eso?

Me puse nervioso.

YO: Nada, nada mujer, pues con chicas guapas y eso, no iba con segunda.

Me miraba fijamente seria, poco a poco dejó escapar una sonrisilla.

SONIA: ¿Así, te parezco guapa?

YO: Ostia Sonia no me pongas más nervioso de lo que estoy por favor.

La tía se moría de risa.

SONIA: Vale, está bien, mira, de momento vas colocando estas cajas en esa estantería.

Se giró y se iba para otra parte, yo le miré el culo con una sonrisa, después miré las cajas largándose la sonrisa a tomar por culo, la verdad es que Sonia era una tía muy maja, físicamente claro, de carácter no la conocía suficiente, vestida con aquellos pantalones y camisa de trabajo que eran más feos que la ostia se le adivinaba un buen cuerpo debajo y unas buenas tetas, de cara era guapetona.

Me pasé media mañana apilando cajas en una estantería, Sonia pasaba de vez en cuando para preguntarme como iba, sobre las once más o menos me vino a ver para decirme que era la hora del bocata, teníamos media hora para comer o descansar, la acompañé y nos juntamos con los demás compañeros, después de comer algo salimos a tomar el aire y ella se fumó un pitillo, había bastante gente, intenté localizar a Lidia pero no la vi, Sonia me dijo que las cajeras hacían otro horario de paradas para descansar.

A los diez minutos ya estaba cansado de estar sin hacer nada, le pregunté a Sonia que podía hacer, me recomendó que paseara por el almacén mirando los productos que había para que cuando tuviera que buscarlos supiera donde estaban. Entré con muy poca gente circulando por allí, caminaba yo solo mirando estanterías cuando en el final de un pasillo vi una puerta de metal abierta, al asomarme descubrí unas escaleras, no pude evitar bajar por ellas para saber que había allí, era como una gran bodega, supongo que al estar bajo el suelo mantenía mejor la temperatura para los vinos, una gran sala, parecía mentira que allí abajo pudiera haber un espacio tan grande, fui caminando por los pasillos que no estaban tan ordenados como en el piso de arriba, habían cajas apiladas por el medio teniendo que andar haciendo eses, me adentré bastante y oí unos sonidos raros, me fui acercando con cuidado, al final de la sala había un espacio abierto, veía una mesa larga de madera a la que no le veía una punta, franqueada por un banco largo a cada lado, una especie de mesa de catas de vinos o algo así, saqué la cabeza por el lado de una caja, en el extremo había una chica sentada encima de la mesa con los pantalones y las bragas colgando de una pierna, delante de ella un chico con los suyos y la ropa interior en los tobillos, la tenía sujeta manteniéndole en alto las rodillas separándole las piernas dando golpes de cintura, estaban follando a base de bien, ella estiró la espalda en la mesa poniéndose una mano en el chichi masturbándose, mientras él aumentaba el ritmo jadeando con más fuerza, se corrieron los dos intentando no gritar mucho, él se subió los boxes y los pantalones, ella se puso de pie sacando de un bolsillo un clínex pasándoselo por el coño limpiándoselo, después se puso bien la ropa, salieron de allí cogidos de la mano riéndose, yo seguí con lo mío.

Cuando subí le pregunté a Sonia por el piso inferior, me explicó lo que ya vi, que era la bodega, que también la fuera visitando cuando tuviera un rato libre para ver donde estaban los vinos, para ir más rápido a la hora de repostar las estanterías si se acababa algún producto, cosa casi imposible, lo hacíamos a última hora justo cuando se cerraba, mi padre tenía esa manía, antes de irse todo el mundo las estanterías tenían que estar preparadas para el día siguiente.

En el momento de repostar fue cuando pude ver a Lidia ese primer día, todos cooperaban para rellenar estantes, los del almacén llevamos los productos y entre todos íbamos colocándolos en su sitio, ese primer día los estuvimos haciendo Lidia y yo a la vez que hablábamos como nos había ido, como nos faltaba práctica fuimos de los últimos en acabar, nos fuimos a cambiar y al salir del vestuario le dije a Lidia que le iba a enseñar algo, la acompañé a la bodega y llegamos a la mesa, desde que vi a los dos compañeros follar que estaba cachondo esperando ese momento.

LIDIA: ¿Y esta mesa para qué sirve?

YO: Para muchas cosas.

Le agarré la nuca y la besé metiéndole la lengua en la boca, la aceptó rápido y empecé a subirle la falda metiendo una mano amasándole el culo, me apretaba la polla por encima del pantalón que se me estaba poniendo tiesa de narices, la levanté y la puse estirada encima de la mesa, me subí yo y le metí las manos por debajo de la falda agarrándole las bragas estirando para quitárselas, abrió las piernas y metí la cabeza dentro de la falda pegándole un primer lametazo por el lado del chichi que le hizo dar el primer gemido, estaba nervioso pensando que alguien podría entrar y pillarnos como hice yo por la mañana con aquella pareja, también el morbo me podía y me ponía cachondísimo, le estaba comiendo el coño a Lidia por todos lados, dejándoselo mojadito que daba gusto, nunca mejor dicho por los gemidos que dejaba ir de su boca, me arrodillé desabrochándome el pantalón nervioso, bajándomelo a las rodillas con la ropa interior, me puse el condón con prisas y apoyé una mano en la mesa para colocarme encima de ella, con la otra me agarré la polla dirigiéndola a su agujerito metiéndole la punta, Lidia abrió los ojos mirándome, esperando más, de un golpe de cadera se la clavé hasta el fondo, pegó un grito ahogado y apoyé la segunda mano en la mesa empezando con un bombeo lento y profundo, sus manos me agarraban por el culo y una de las mías le tocaba una teta por debajo de la camisa, no pasó mucho rato que nos dimos la vuelta, con ella encima pasó lo que ya me esperaba, se corrió poniendo los ojos en blanco mirando para el techo dejando ir unos buenos gritos de gusto, se sacó la polla del coño, me la cogió con la mano haciéndole una paja, para rematar la faena se la metió en la boca, con cuatro chupadas y un par de succiones bien hechas me tenía corriéndome en su boca, esta vez sin sustos, se tragó todo lo que pudo mientras yo no paraba de dar botes encima de la mesa del placer, cuando me dejó bien seco me miró sonriendo, cayéndole unas gotitas entre los labios de semen que se limpió con un pañuelo.

Nos vestimos y salimos de allí más contentos que la ostia, la acompañé a su casa y me fui a la mía, durante la cena le estuve dando todas las novedades a mi padre de cómo me había ido el primer día, lo del polvo de última hora pensé que si eso se lo explicaba otro día.