El nacimiento de una hotwife

Mi mujer, un negro y unos buenos cuernos consentidos.

El nacimiento de una hotwife.

Recomiendo leer el relato anterior ya que este es continuación de: círculo privado.

Nos acabamos las bebidas y dejando las copas en la mesa, volvimos al ataque.

  • Te voy a poner la polla bien dura, quiero que me vuelvas a follar aquí, delante de todos.

  • Mmmmm. Tengo ganas de ponerte a cuatro patas.

Mientras le decía esto último, la boca de María ya había encontrado lo que tanto ansiaba. El calor de su boca, la presión de sus labios y el movimiento de su boca, enseguida surtió efecto y mi polla comenzó a crecer. Mis dedos mientras tanto hacían su labor y urgaban en su coño buscando proporcionarle de nuevo una buena cantidad de orgasmos.

El espectáculo que teníamos alrededor era más que estimulante, gemidos y cuerpos retorciéndose de placer allá donde miráras.

  • Voy a correrme. - Me dijo María sacándose mi polla de la boca.

  • Vamos nena córrete. - Dije acelerando el movimiento de mis dedos mientras notaba su coño cerrarse a la vez que sus gemidos subían de volumen.

Se estaba corriendo una vez más. Cuando se calmó me dijo.

  • Quiero que me folles en el columpio que hay en la jaula de la entrada. Vamos.

Levantándose, me tendió la mano para que la siguiera. Me levanté tras ella y la seguí por el pasillo hasta la jaula en la cual se encontraba el columpio sexual. Nosotros tenemos uno en casa, de manera que no nos resulto difícil, situarnos y empezar a jugar. Por los barrotes de la jaula, no tardaron en aparecer brazos que sobaban a mi chica, incluso alguna mano iba a parar a mi culo, que no paraba de contraerse mientras empujaba al ritmo que marcaba el balanceo.

  • Dios que morbo que me estén tocando así. Me están poniendo todavía más cachonda.

  • Si? Te gusta? Te gusta ser una zorrita?

  • No, no. Me gusta ser muy zorra. Ya lo sabes.

Y mientras decía esto me guiño un ojo miéntras dos manos le sobaban las tetas y estiraban sus pezones.

Al notar eso mi chica rompió en un sonoro orgasmo que estrujo mi polla exprimiéndola al máximo.

Yo estaba a punto de correrme otra vez y decidí parar un poco para no acabar tan rápido. Salí de ella y me puse de rodillas para degustar los jugos que salían de su entrepierna. Siguió corriéndose mientras mi boca seguía trabajándo su clitoris y mis dedos entaban y salían de su interior a buen ritmo. Me tiró del pelo para separar mi cabeza, y mirándome a los ojos me dijo:

  • Vamos al pasillo francés que quiero ver la pollas que hay.

  • Quieres probarlas?- le dije mientras me ponía de pie.

  • Tal vez, si hay alguna que merezca la pena...

La ayudé a bajarse del columpio y saliendo de la jaula me hizo un gesto con el dedo para que la siguiera.

Lo siguiente a la jaula era el pasillo francés. Una celosía de madera que dejaba ver la silueta de los chicos que había detrás. Unos agujeros en esa pared, dejaban que los que estaban detrás asomaran sus miembros, para que los de este lado de la pared hiciesen con ellos lo que quisieran.

María me miró con cara de vicio y dirigiéndose al primer agujero por el que asomaba una polla más o menos como la mía, la sujeto para calcular su calibre y sin dejar de mirarme a los ojos, se arrodilló y se metió la punta en la boca. La succionó y sacándola empezó a jugar con su lengua húmeda, hasta que la puso a tope. Le dió unas cuantas sacudidas con la mano y paso al siguiente agujero. Esta vez, la polla que había era más pequeña y ni siquiera le prestó atención.

Íbamos a retirarnos a los sillones de enfrente, cuando del último agujero, emergió una polla enorme.

  • Este es el negro buenorro que había afuera. - Me dijo mi mujer poniendo una cara que delataba sus intenciones.

  • Pues disfrútalo. Una polla negra. Igual hoy cumples más de una fantasía.

Sin pensárselo dos veces. María se arrodilló y empezó a estirar de esa enorme y negra polla. En reposo era más larga que la mía en erección y sería de gorda como un vaso de tubo. María la sopesaba y la movía arriba y abajo para notar su reacción. La polla empezó a crecer a buen ritmo. Acercando los labios a ese enorme trozo de carne, abrió la boca y solo consiguió que le entrara la punta, mientras con las dos manos pajeaba al afortunado que se agarraba a los agujeros de la celosía y gemía de placer al notar el contacto con la experta boca de mi chica.

Siguió dándole una de las mamadas más calientes que había hecho en su vida, según me confesaría después.

Mi chica se puso de pie y acercándose a mi, me dijo al oído.

  • Vamos para adentro, quiero que me folle.

  • Quieres un polla negra ehhh? - Le pregunté, sin esperar respuesta.

Se quedó de pie, con su liguero, sus medias de rejilla y sus botas altas hasta la rodilla. Era una imagen impresionante. Una hembra en celo, una devoradora insaciable que quería probar lo que era follar con un negro con un pollón que daba miedo.

Yo tenía una mezcla de miedo y nervios, que no había sentido antes. Pero si mi hembra quería disfrutar de esa ocasión que se le presentaba, no sería yo quien se lo impidiese.

Me fuí hacia el agujero por el que asomaba esa polla enorme, y sujetándola para calibrar su tamaño, me dí cuenta que era más grande de lo que parecía. Mi mano no abarcaba el grosor y era como un palmo de larga, y eso que yo tengo la mano bastante grande.

  • Vamos. Que mi chica quiere que la folles. Pasa para adentro con nosotros.

Pasamos las cortinas que separaban esa zona del club con el hall que hacía de centro del club y allí estaba esperándonos. Desnudo, con la polla todavía dura y unos condones en la otra mano.

  • Hola. Me llamo Paul, pero todos me llaman Chocolate. - Dijo mientras le daba dos besos a mi mujer y me tendía la mano para saludarnos.

  • Yo me llamo Javi y ella es María. - respondí.

Era igual de alto que yo y estaba fuerte y definido. Tenía un cuerpazo. Pero lo que más destacaba era la polla que le colgaba. Era enorme.

María nos cogió por la cintura a los dos y cruzando la cortina que daba a las habitaciones, enfiló el pasillo. Se metió en la primera habitación que había, la habitación del bdsm. La luz era roja y tenue, pero suficiente para que todo se viera perfectamente.

Había una pareja, que tendrían como unos cincuenta años y estaban los dos bastante entrados en carnes. Estaban desnudos y dándose sexo oral el uno al otro. Pararon al vernos llegar y nos saludaron con un movimiento de cabeza. Se pusieron en un rincón y nos dejaron el resto de la cama para nosotros solos.

  • Bueno chocolate. La idea es hacer un trío. Empieza a follarla tu y luego vamos cambiando.

  • Ok. Como queráis.

María nos miraba con ojos de lujuria mientras se mordía el labio inferior muy sensualmente.

De pie como estábamos se puso a besarme, cosa que aprovecho nuestro eventual amante para ponerse detrás de ella y empezar a sobar su culo.

María me besó con lujuria y voracidad, mientras Chocolate se había arrodillado y enterró la cara entre sus nalgas alcanzando su objetivo.

  • Me está comiendo el coño. - Me dijo María. - Y lo hace muy bien. Voy a correrme. Se agarró a mi cuello y gimiendo alcanzó un orgasmo que la hizo temblar y apoyarse en mi hombro.

Yo comencé a tocarle e clitoris, mientras tanto Chocolate se había puesto de pie y le metía dos dedos, masturbandola. Lo miré y el me devolvió la mirada, sonriendo sabedor de su buen hacer. María se inclinó hacia adelante y apoyó las manos en la cama de cuero. Quedando así con el culo en pompa, cosa que Chocolate aprovechó para meter otro dedo más. La estaba dilatando, preparándola para follársela después.

Yo seguía masturbando su clítoris hasta que María soltó un grito y volvió a correrse de una manera exagerada. Me dí cuenta entonces que le estaba metiendo los cinco dedos. Cuando estaba acabando de correrse, sacó los dedos y se colocó un condón. Yo me puse delante de mi chica y le metí la

polla en la boca. Me la empezó a chupar hasta el fondo, como nunca antes había hecho. De repente paró, se la sacó de la boca y lanzó un grito que se oyó en todo el local. Acto seguido dijo:

  • Dios. Me está partiendo en dos. Ahhhhhhhh.

Chocolate no dijo nada y siguió empujando mientras la sujetaba de las caderas para que no se moviera. Mi chica apretó mi pierna tan fuerte que me hizo un moretón, cerró los ojos y tuvo un orgasmo instantáneo al sentirse llena. Llena de un pollón negro que la estaba follando hasta lo más profundo, después de este orgasmo, puso las rodillas y también encima de la cama, quedándose a cuatro patas a disposición del macho negro que la seguía perforando. De repente una voz de hombre salió desde el lado contrario de la cama dirigiéndose a mi.

  • La llevas clara. Es incansable. Se la va a estar follando hasta dejarla exhausta. - Me dijo el hombre que estaba cuando entramos en la habitación.

La mujer asentía dando la razón a su marido.

María seguía gritando de placer, había dejado de comerme la polla aunque yo la pusiera a su alcance una y otra vez. El siguiente orgasmo, la hizo ceder y apoyó la cabeza en la cama. Poniendo todavía su culo más en pompa hacia su follador. Que enterraba toda la longitud y grosor de ese enorme falo en las entrañas de mi mujer, que había perdido la noción de lo que pasaba a su alrrededor. Cuando pasó ese orgasmo, empezó a moverse y a echar su culo hacia atrás y hacia adelante, para empalarse ella misma en la enorme herramienta que la perforaba. Se oía el chocar de su culo al son de sus gemidos. A esas alturas yo me había convertido en un mero observador. Ella estaba concentrada en su placer y yo parecía haber desaparecido de la faz de la tierra.

Al rato de estar en esa posición y de correrse un incontable número de veces, cambiaron de posición.

Ella se tumbó boca arriba y sin mirarme siquiera, abrió las piernas mostrándole a su macho negro lo que le esperaba.

No tardó Chocolate en apuntar su polla y empujar de nuevo, haciendo que ella volviera a gemir al notar cada embite de ese rabo negro que tanto placer le proporcionaba.

Cada vez las embestidas eran más violentas y profundas, los gritos más altos y los orgasmos más seguidos.

María levanto las piernas, para abrazar los costados de Chocolate, poniendo los tacones de las botas en el culo de este y así apretarlo más, para lograr más profundidad. Estaba fuera de sí.

Ante esta situación, decidí darme una vuelta por el local para despejarme un poco. La situación me desbordaba. Lo que iba a ser un trío. Se quedaba en que mi mujer se estaba follando a un negro con un pollón enorme que además la estaba haciendo orgasmar y gritar como nunca antes la había visto. Y todo ello conmigo delante. En el papel de cornudo consentido, sin pedirlo ni aceptarlo.

Regrese al cabo de unos minutos y los encontré en la misma posición. Me subí en la cama y al acercarme. Me dí cuenta que mi mujer no se había enterado de que me había ido. Esto me cabreo y le dije.

  • Oye. Ya valdrá no?

  • Espera que termine. No quiero parar. - Y diciendo esto me apartó con la mano.

Esto me supo a cuerno quemado y me senté en un rincón de la cama observando el espectáculo. Volvieron a cambiar de posición y esta vez María se puso boca abajo. Chocolate no tardó en ponerse detrás y montarla como la yegua que era.

Estaba hacia mi. Mirándome. Y al rato se dió cuenta de la cara que yo tenía, pero no paraba de correrse y de levantar el culo buscando profundidad.

Llevaban un buen rato así, cuando Chocolate avisó.

  • Voy a correrme.

  • Si, si. Vamos córrete. Dame mi premio.

Nada más decir esto. Aceleraron sus movimientos. María empezó a gritar como nunca antes la había visto y Chocolate se hundió en su coño a tope y se quedó quieto, descargando chorros de semen dentro del condón. María en ese momento tuvo un orgasmo que le duró lo que a mi me pareció una eternidad.

  • Que? Te lo has pasado bien? - le pregunté con voz socarrona.

  • Si. Muy bien. - Me dijo como si no hubiera pasado nada.

Chocolate salió de su interior y en el condón se notaba que había eyaculado una cantidad enorme de semen.

  • Mira. Esto es por ti. - Le dijo a María enseñándole el condón lleno de leche antes de quitárselo. - Tienes una hembra de primera. Folla muy bien y tiene un coñito delicioso. - Me dijo.

  • Te ha gustado ehhh?- Le preguntó María.

Chocolate le dio dos besos y se despidió. Dejándonos una tarjeta donde ponía su nombre y un teléfono.

  • Si queréis repetir. Yo estaré encantado. - Nos dijo.

Y dejándonos allí, se dió media vuelta y salió por la puerta.