El nacimiento de Lorena
Mi primera vez con un hombre o como pasé de ser Javi a Lorena.
Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando Oscar y yo salimos de la discoteca. Como él no estaba para conducir y yo vivía cerca, le dije que se viniera a dormir a mi casa y accedió. Estábamos exhaustos después de dos días de fiesta celebrando su despedida de soltero así que nada mas entrar en mi casa, fuimos derechos a sentarnos en el sofá. Empezamos a charlar así que le propuse tomar la ultima copa mientras seguimos hablando y le pareció buena idea. Serví dos gintonics rápidamente y continuamos la charla, rememorando viejos tiempos. Tras un buen rato, se hizo un silencio y Oscar se quedo con la mirada fija en la pared. Entonces volvió en si y me preguntó si tenía algún secreto que nunca le hubiera contado. Le dije que no, al fin y al cabo él era mi mejor amigo y siempre le contaba todo. No debió quedar muy convencido y me preguntó de nuevo intentando sonsacarme. No se si fué el cansancio o que el gintonic me había dado el punto pero me ví con confianza y le conté mi secreto mas inconfesable: Me gustaba vestirme de mujer. Ya desde pequeño me fijaba en todas las chicas que veía. La fascinación que sentía por la lencería. La excitación que sentía cuando me probaba la ropa de mi mamá cuando estaba solo en casa. Le conté que tenía dos armarios llenos de ropa femenina, tenía mucha mas que masculina. Oscar se quedo en shock por un momento y me preguntó asombrado si podía verlo. Me moría de la vergüenza y creo que me puse rojo pero como vi que Oscar se lo había tomado con tanta naturalidad que accedí. Fuimos a mi habitación y abrí uno de los armarios. Oscar dio un vistazo por encima y empezó a sacar algunos vestidos que miraba con curiosidad. De pronto empezó a sacar prendas de lencería que parecían agradarle a juzgar por su expresión.
Una vez saciada su curiosidad, nos servimos otro gintonic y volvimos al sofá. Estuvimos hablando un poco sobre el tema. El se veía animado y no se si, desinhibido por el alcohol, en un momento dado me propuso que me pusiera algo de lencería. La verdad es que se le veía con mucha curiosidad y así me lo hizo saber. Ya que había llegado hasta ahí pensé que de perdidos al río así que accedí. Fui a mi habitación y me puse un portaligas negro, unas medias de encaje a juego, un sencillo tanga con un lacito rosa y un corsé con pequeños bordados de color rosa. Nervioso, me dirigí hacia el salón y me puse ante Oscar, que me miraba de arriba a bajo con asombro. Tenía tanta vergüenza que estaba por salir corriendo y esconderme en mi habitación pero entonces Oscar me dijo que estaba muy sexy y me sonrojé. Continuó diciéndome que mi cuerpo parecía hecho para vestir así y quizá fuera cierto. Siempre tuve un cuerpo afeminado, delgado, poco musculoso, cadera ancha, con una piel blanca y sin vello apenas. Sus palabras me hicieron sentir muy bien, pero al parecer también me excitaron puesto que mi diminuto pene se puso muy duro. Oscar se dio cuenta y sonriendo, me invitó a sentarme a su lado. Me sentía tan pequeño a su lado. El tan alto, corpulento y musculoso y yo, tan pequeño y frágil. Tomó mi mano y la puso despacio sobre su paquete. Quise retirarla pero sin saber como, en vez de hacerlo, empecé a acariciar firmemente pero con suavidad aquel bulto. Un bulto que rápidamente iba haciéndose mas grande y duro. Oscar se desabrochó el pantalón invitándome a continuar y con dudas, metí mi mano dentro de sus calzoncillos y saqué su miembro revelando una verga enorme, con unas venas majestuosas y una cabeza preciosa, perfecta. Mi corazón empezó a latir muy rápido, mi respiración entrecortada. Sentía una excitación única y una ansiedad perturbadora. Empece a acariciarla mientras seguía admirándola. Definitivamente esa era la polla que tiene un hombre de verdad.
En aquel momento estaba algo asustado y me avergoncé un poco pero la excitación que sentía me superaba y empecé a lamerla tímidamente. La actitud y palabras de aprobación de Oscar me tranquilizaron y poco a poco empecé a soltarme. Empecé a chupar el glande y lo alternaba con lametones que recorrían toda su verga desde su base hasta la punta. Sorbía su cabeza, dibujaba círculos con mi lengua y acariciaba sus testículos con mimo. El deseo era cada vez mayor y su verga entraba cada vez mas adentro hasta que terminó por tocar en mi campanilla. Para recobrar el aliento, meneaba su verga mientras lamía sus preciosos huevos.
Entonces Oscar se puso de pie, y llamándome por el nombre de Lorena, me dijo que pusiera las manos a mi espalda y accedí. Me agarro de la barbilla y empezó a follarme la boca despacio. Metía su polla lentamente y la sacaba mientras yo me quedaba con la boca abierta, esperando impaciente a que la volviera a meter mientras varios hilos saliva colgaban brillantes como perlas desde su glande hasta mis labios. Cada penetración era mas profunda y aguantaba cada vez mas tiempo de mi boca lo cual me hacia tener arcadas pero yo me moría de placer al sentirlo tan adentro y de felicidad por satisfacerlo. De vez en cuando, agarraba su polla y me golpeaba con ella en la cara. Se sentía pesada y contundente lo cual me volvía loca.
Entonces me agarró con sus fuertes brazos y me llevó hasta el dormitorio y me recostó en la cama, poniéndome de lado. Clavó una rodilla en la cama para acercarse dejando ante mi su miembro que no dudé en meterme en la boca. Mientras lamia su polla con fruición pude ver como soltó un escupitajo en sus dedos, metió su mano entre mis piernas y empezó a acariciar la entrada a mi trasero. Me entró miedo por un instante pero sus dedos jugueteando en mi trasero tan agradable que arqueé mi pierna derecha para facilitar su acceso.
Yo sentía que sus dedos querían ir cada vez mas adentro hasta que de un golpe metió un dedo. Con la boca llena, solté como pude un pequeño gemido y continué con la felación. Él metía y sacaba su dedo, jugueteaba con él, hacía movimientos circulares… Pronto añadió un segundo dedo, luego un tercero y hasta un cuarto. Yo, con cada uno de ellos gemía cada vez mas a la vez que chupaba su verga con mas brío.
Entonces Oscar bordeó la cama y yo me quedé quieta, en la misma posición. Sabía perfectamente que iba a pasar. Dejo caer una buena cantidad de saliva sobre su polla y empezó a restregarla por la entrada de mi agujero y entonces todo ocurrió muy rápido… Mi respiración comenzó a acelerarse de pura excitación. Me sentía cachonda, como una mujer en celo y eso solo hacia que me excitara mas. Entonces Oscar empezó a empujar suavemente y noté perfectamente como el glande de su verga entró. Separé una de mis nalgas con la mano e intenté relajar mi esfínter cuanto pude y entonces, la verga de Oscar, se deslizó de golpe dentro de mi partiéndome en dos y haciéndome gritar de una sensación indescriptible. Una mezcla de dolor, como mil agujas clavándose en mi interior y un torrente de excitación que me desbordaba estremeciendo todo mi cuerpo. Oscar acarició mi pelo intentando consolarme y empezó a contonear sus caderas de adelante hacia atrás, muy lentamente. Mi recto empezaba a adaptarse a su enorme verga que empezaba a moverse dentro de mi cada vez con mas soltura y mis gritos de dolor se fueron cambiando por gemidos de placer. De vez en cuando Oscar sacaba su miembro y contemplaba con gozo el culo que acababa de desflorar. Cuando mi trasero se ensanchó lo suficiente, Oscar empezó a martillear mi trasero con un ritmo moderado y constante y sentía sus testiculos hinchados de leche chocando en mis nalgas. Poco a poco empezó a subir el ritmo y mis gemidos subían cada vez mas de tono. Me sentía abrumada y desbordada de tanto placer y por momentos creía perder el conocimiento
Después de bombear mi culo durante un buen rato, saco su polla invitándome a que me acercara y se la chupara de nuevo. Tomé aire y hundí mi boca hasta la base de su tranca quedándome sin aire y luego di marcha atrás succionando tanto como pude repitiéndolo varias veces dejando su verga empapada de un néctar único que me apresuré en probar. Empece a lamer y pasar mis labios por todo su tronco, sorbiendo y recogiendo con mi lengua aquel mejunje. Un brebaje espeso hecho de saliva, jugos anales y liquido preseminal con un sabor fuerte y áspero pero dulzón y sabroso. Como una absenta hechizada por el mismísimo diablo para dejarse llevar por las tentaciones y la lujuria haciendo que me sintiera profundamente embriagada.
Entonces Oscar me dijo que me pusiera a cuatro patas y obedecí. Acarició levemente mis nalgas, me dio un tímido azote y agarró mis piernas para juntarlas. Puso su firme mano en mi espalda invitándome a inclinarme hacia abajo así que apoyé mi cabeza en el colchón y arqueé mi espalda dejando mi trasero expuesto por completo. Entonces acarició levemente mis nalgas de nuevo pero esta vez me dio un tremendo azote que retumbó en toda la habitación a la vez que a mi, se me escapó un gemido. Soltó un sonoro y abundante escupitajo en mi agujero y acto seguido me ensartó con su verga y empezó a follarme. Después de unas cuantas embestidas, Oscar se irguió levemente arqueando sus hermosas piernas casi poniéndose encima mío y empezó a follarme salvajemente. En un instante, abrí los ojos y el gran espejo que había en el costado de mi dormitorio me brindaba una imagen deliciosa. Me volvía loca verme en aquella postura de sumisión total mientras Oscar establecía su dominación montándome con violencia y azotándome el trasero. Como dos animales en celo, el era el macho mas esplendoroso de la manada y yo una perra. Su perra.
Las embestidas eran tan fuertes que finalmente terminé cediendo, quedándome completamente tendida boca abajo contra el colchón y Oscar se lanzó sobre mí. Notaba todo su cuerpo sudoroso sobre mi piel y sus jadeos estallaban en mi oído y yo me derretía de placer. Entonces Oscar se apoyó en mi espalda y empezó a bombearme cada vez mas rápido. Mis ya desenfrenados gemidos pasaron a ser gritos de puro placer, sus gruñidos se alternaban con el sonido seco de su cadera golpeando en mis nalgas y yo le pedía que me follara mas y mas fuerte. Mi corazón se aceleraba cada vez mas al igual que su verga latía cada vez mas rápido hasta sincronizarnos en un gran orgasmo. Grité de placer como nunca antes lo había hecho, mi pequeña polla flácida que se frotaba contra el colchón soltó un chorro que mojó las sabanas. Oscar, al unísono, soltando un majestuoso gruñido llegó al orgasmo soltando varios chorros de abundante leche dentro de mi. Mi ano se dilataba y se estrechaba con cada pulsion de su enorme verga hasta que escupió todo su semen, llenando por completo mi recto y mis intestinos.
Oscar saco su pene y recogió en su mano todo el semen que chorreaba por mi culo. Aún detrás de mi, me dijo que abriera la boca, obedecí encantada y abriendo su mano, vertió en mi boca aquel delicioso jugo que quemaba mi garganta a medida que se iba deslizando abajo.
Mi tripa se notaba llena y pesada haciendo que me sintiera mas plena y dichosa que nunca. Percibía como su semilla penetraba mis entrañas y fecundaba lo mas profundo de mi ser, grabando a fuego mi nueva vida como Lorena en la cual Oscar sería mi dueño.