El musical
El relato de un sueño er´totico
Esta noche soñé y ….me desperté contigo.
Nos habíamos citado en el teatro, seguíamos sin conocernos. La butaca de mi lado izquierdo seguía vacía, se apagaron las luces y sentí tu presencia, la butaca ya no estaba vacía, tú la ocupas. No te miré, no vi tu cara, solo te sentí a mi lado.
Yo miraba el escenario donde una trupe de actores se movían, sin parar, hablaban a gritos y cantaban. La música nos envolvía, yo te sentía a mi lado y una sensación de paz y felicidad me envolvía al mismo tiempo que la música.
La oscuridad era nuestra aliada. Sentí como tu mano con los dedos abiertos buscaba la mía. Cuando ambas se encontraron, palma contra palma, los dedos entreabiertos, se rozaron las yemas de los dedos, trazando entre ellos suaves y minúsculos círculos. Sentí como se abría mi pecho buscando bocanadas de aire que lo hinchieran. Ambos seguíamos, atentos, mirando el espectáculo, la música y las canciones aceleraban su ritmo como si los actores estuvieran librando una batalla.
Nuestras manos, la tuya y la mía, seguían en la particular danza. Ahora nuestros dedos no solo trazaban círculos yema contra yema, sino que habían empezado una suave y lenta danza deslizándose unos dentro de los otros, bajando en un suave y apenas perceptible roce hasta el vértice que los une y volviendo a subir hasta acoplarse de nuevo, punta contra punta, palma contra palma.
La música y las canciones iban in crescendo, al tiempo que nuestros dedos aceleraban su danza en un frenético ritmo. Yo sentía el roce de la piel de nuestros cuerpos desnudos, deslizándose el uno sobre el otro, buscándose, entrelazando piernas y brazos, suspendidos en la ingravidez de una nube formada por la música, la ansiedad y el placer de la complicidad. Me embriagaba el olor de tu piel que cálida se erizaba al contacto con mis labios, sentía la humedad de los tuyos encendiendo el fuego que me abrasaba.
La música seguía in crescendo, la apoteosis final parecía acercarse, nuestra nube cada vez volaba más alta. Nuestros dedos aceleraban la danza de nuestros cuerpos, en un continuo vaivén de acoplamientos.
Desperté. Mis brazos reposaban sobre la almohada detrás de mi cabeza y mis manos se rozaban con los dedos entrelazados, mientras mis piernas se movían lentamente estirándose y encogiéndose sintiendo el suave roce de las sabanas sobre mi piel desnuda. Abrí los ojos con pereza, mire la venta y descubrí el intimista día gris al otro lado de los cristales. Volví a recrearme con el cálido abrazo de las sabanas que ahora rozaban mi despierta alegría que la música de mi sueño había elevado hasta cerca de la apoteosis.
Cerré los ojos y deje que mis dedos siguieran con su danza encima de la almohada y dejé que tu recuerdo me siguiera acompañando……
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