El mundo es muy pequeño, mamá.
Un joven recibe de su jefe el número de teléfono de una mujer casada, integrante de un club de amas de casa aburridas en busca de satisfacción sexual a cambio de algún detalle con ellas, como invitarlas a comer en sitio lujoso. Descubriendo tanto ella como él, lo pequeño que es el mundo.
Me llamo Alberto, tengo 26 años y soy técnico en una gran empresa que me proporciona una excelente solvencia económica.
Mi empresa se encuentra en una localidad cercana a mi antiguo domicilio familiar, pero no tanto como para no convertir en molesto el desplazamiento diario, por lo que decidí alquilar un piso allí.
Mis padres algo reacios a mi marcha, acabaron por comprender la misma, siendo mi madre, un ama de casa de 46 años, morena y atractiva para su edad, la que tardó más en aceptarla.
Mi vida no podía ser mas normal y tranquila, aunque aquel cambio de localidad provocó cierto desarraigo y distanciamiento con antiguas amistades, etc.
Acabé compartiendo tiempo libre con uno de mis jefes. Lorenzo, que así se llamaba él, de 60 años de edad, casado, muy educado y dicharachero, entabló conmigo una amistad en la que se permitía compartir confidencias personales de todo tipo.
Un día, entre cerveza y cerveza, conociendo perfectamente mi estado de soltero y sin novia, me preguntó:
- Entonces… ¿Cómo te va por aquí sin novia? No te he visto nunca con ninguna chica
- La verdad es que desde que me trasladé aquí no me he comido nada. No me he adaptado todavía. Estoy a dos velas.
- Coño. Habérmelo dicho antes. ¿te gustan maduritas? Te puedo pasar el teléfono de una que hace virguerías.
- ¿Prostituta? No me va ese rollo.
- No, prostituta no. Se trata de otra cosa parecida, pero no.
- ¿Parecida?
- Se trata de una especie de club en la que solo se entra por invitación. Lo formamos varios empresarios a los que tampoco nos gustan las prostitutas, por lo que si te doy el número de teléfono no puedes compartirlo con nadie.
Nos da morbo follarnos mujeres casadas que realmente disfruten haciendo el amor, nada de orgasmos fingidos, y que al mismo tiempo sean tan educadas como para poder cenar o charlar con ellas en cualquier sitio.
- ¿Pero hay que pagarles?
- Ya te he dicho que no son prostitutas. Son amas de casa aburridas, casadas y con hijos, que solo buscan desfogarse y si de paso pueden cenar en un lugar que no pueden permitirse o llevarse algún regalito, eso que ganan.
- Pues me está interesando, si. Ese tipo de situaciones me dan morbo.
- Confío en tu discreción, ni siquiera yo se cuantos hombres tenemos acceso a este club. Mujeres son pocas, ya que la selección se hace por invitación entre ellas para evitar que se cuele alguna que no reúna estas cualidades reales.
Suelen ser amigas o conocidas de las que iniciaron éste club y éstas dan fe de que efectivamente se trata de señoras poco o nada “usadas” fuera del matrimonio, pero que, por monotonía, aburrimiento o lo que sea, desean probar cosas nuevas.
- ¿Y los maridos? ¿no se enteran?
- ¡Que va! A los cornudos les dicen que han ido a visitar a algún familiar, que han salido con las amigas, o cualquier otro embuste por el estilo y ellos se quedan en casa viendo la televisión mientras ellas se abren de piernas con otro hombre. Ya te digo, de lo más morboso. No suelen quedarse toda la noche. Cuando acaban regresan a sus casas con cara de no haber roto un plato en su vida.
- Me estoy poniendo cachondo nada más que de imaginármelo.
- Pues tienes suerte, tengo el teléfono del mejor fichaje del club en mucho tiempo. Me pasó el teléfono un amigo de 65 años diciendo que era demasiada mujer para él. Aparentemente, ella tiene unos 45 a 50 años –no le he preguntado la edad- y mi amigo está convencido de que la suya es la segunda polla que probó esta señora.
- ¿Y eso?
- Aparte de que lo confesó ella, se notaba que era verdad. No conocía otra postura que no fuera el misionero y se deshacía de gusto cuando el la folló.
- Tu serias el cuarto hombre que cata, ya que, obviamente, yo también la he probado.
- ¿Y es tan buena como decía tu amigo?
- Buena no, la mejor. No puedes ni imaginar como gime de placer. No me explico como puede tener un coño tan estrecho habiendo sido madre. Tienes que taparle la boca para que deje de dar alaridos mientras la follas y se mueve como perra en celo.
- Pues ya tardas en darme el teléfono.
Lorenzo me pasó el teléfono de una tal Susana, -aunque dudaba que éste fuera su nombre real- haciéndome hincapié en que contactara con ella mediante watpsapp para evitar que el cornudo pudiera escuchar nada, aunque para mayor seguridad, él mismo le había regalado un segundo teléfono con otra línea distinta.
- Hola. Me llamo Ricardo –me inventé ese nombre- ¿Eres Susana?
- Si. ¿Quién te ha dado este numero?
- Un amigo. Lorenzo.
- Ahhhh. Si, si. Lo conozco
- ¿Puedes hablar?
- Mi marido está en el salón. Dime.
- Me gustaría quedar contigo para tomar algo. Me han hablado muy bien de ti.
- Ja, ja, ja. Ya imagino de qué te han hablado.
- Uff. Maravillas. Estoy deseando conocerte.
- ¿Cuantos años tienes?
- Treinta – añadí cuatro por si no le gustaban tan jóvenes-
- ¿No eres muy joven para estas cosas?
- No. A mi me encantan las mujeres como tú. Y mas después de lo bien que me han hablado de ti.
- Pues si quieres… podemos quedar este sábado. Hay sesión continua de futbol, tres partidos seguidos y mi marido ya me ha avisado que piensa verlos.
- Ja, ja, ja.
- Podemos quedar a las dos de la tarde. Le diré que iré a comer con las amigas.
- Si. Es buena hora. –Le pasé la dirección de un restaurante de mi localidad, pero ella prefirió quedar en otro restaurante de una localidad intermedia. No le pregunté, pero imaginé que podría tener algún conocido en la mía y deseaba alejar el peligro de ser reconocida mientras charlaba conmigo-
Me agradó aquella conversación, había tenido la precaución –como la tal Susana- de adquirir un teléfono barato y otra línea de teléfono prepago, para prevenir problemas en caso de dar con alguna persona problemática, pero me pareció una señora educada, sobre todo cuando ambos sabíamos de lo que estábamos hablando.
Nos citamos en un restaurante de alto nivel económico y cercano al hotel donde proyectaba comprobar las maravillas habladas por mi jefe sobre Susana.
Para reconocerla entre las demás clientes, dijo que se sentaría en la esquina derecha del restaurante, y que dejaría a la vista un periódico deportivo sobre la mesa.
Quedé con Lorenzo, mi jefe, para comentarle que había contactado con Susana.
- Nos hemos citado para este sábado.
- Ya verás como no te arrepentirás.
- Eso espero, confío en ti, ni siquiera le he pedido una foto.
- Tu tranquilo, está muy buena y es muy atractiva. Obviamente es un ama de casa con hijo o hijos, -no le pregunté-, y no tiene clásico cuerpo modelo. Es más bien ancha de caderas. Pero eso da más morbo.
- Es verdad, nunca lo he hecho con una mujer casada, y siempre he fantaseado con ello.
- Y ya te digo, no se trata de ninguna puta descarriada, se trata de una autentica señora que cuando se desmelena se desmelena. Al parecer su marido es de los que van a lo suyo y prácticamente no sabía lo que es un orgasmo hasta ahora.
- Ostras.
- No hay engaño posible. Como comprenderás, a mis 60 años me he follado cientos de mujeres y te aseguro que se reconocer cuando una mujer tiene experiencia o finge no tenerla, y ésta es de las que han descubierto ahora el placer y quieren recuperar lo perdido.
- Pero ¿sabe moverse? ¿no?
- Por supuesto. No se está quieta precisamente. Entre lo que le enseñó mi amigo y lo que ha aprendido conmigo, sabe latín.
- ¿La chupa?
- ¿Qué si la chupa?, se la traga entera y se relame.
- ¿Y por detrás? ¿se deja?
- Yo mismo le desvirgué el culo. Mi amigo lo intentó, pero la tiene demasiado gorda –es súper dotado- y no hubo manera. Yo lo conseguí. Al principio le dolía, pero es muy sumisa y logré romperle el culo. Al final gozó como una perra.
- Me estoy empalmando solo de imaginarlo.
- Ya verás. No te arrepentirás.
Como es de imaginar, con estos antecedentes, acudí el sábado a la cita ansioso por conocer –y follarme- a Susana.
Algo nervioso, la busqué entre los comensales del restaurante. Estaba lleno y tuve que acercarme a la esquina derecha donde había afirmado colocarse.
Curioseando el móvil y con la cabeza agachada, apenas pude ver su rostro de refilón, pero el periódico deportivo sobre la mesa evidenciaba que se trataba de Susana.
Pareció notar que me acercaba, y al volver la cara y cruzar nuestras miradas, ambos nos sobresaltamos al unísono.
- ¡Alberto!, ¿Qué haces por aquí?
- He quedado con un amigo mamá…. ¿y tú?
- Había quedado a comer con una amiga, pero parece que me ha dado plantón. –Dijo tartamudeando-
No podía creer lo que estaba pasando, el mundo no podía ser tan pequeño. De miles y miles de señoras, “Susana” se trataba de mi propia madre y, sin saberlo, me había citado con ella para follármela.
Se trataba de una situación enormemente embarazosa, ya que ella también estaba empezando a sospechar quien era su cita, y su pasmo se evidenciaba por momentos
- Vamos a sentarnos mamá, que nos está mirando todo el mundo.
- Si.. si.. si.. aunque yo ya me iba…
-
Mesa de la esquina derecha. Periódico deportivo. Maquillada y recién salida de la peluquería. Camisa blanca, falda negra a la altura de la rodilla con cinturón de hebilla metálica, y medias de ese color. Estaba preciosa, pero… mi madre era Susana sí o sí. No cabía duda de ello.
- Tranquilízate mamá, que viene el camarero y se va a dar cuenta de que pasa algo. Le pedimos el menú, comemos y charlamos. Tranquila que esto no va a salir de aquí. –Dije tan nervioso como ella, temiendo que, tras confirmar sus sospechas, sin poder soportar aquella situación tan embarazosa, mi madre terminara saliendo corriendo de allí con el consiguiente escándalo-
- Si… si… si… es que… ya te digo… me acaba de llamar mi amiga… dice que no viene…
- Mamá. Eres “Susana” y yo soy “Ricardo”. No le demos más vueltas, el mundo es un pañuelo, pero tranquilízate que papá no se va a enterar de nada.
- ¡Dios mío! ¡ojalá me trague la tierra ahora mismo! ¡qué vas a pensar de mí! –temí que comenzara a llorar en cualquier momento y puse mi mano sobre la suya para tranquilizarla-
Elegí el menú de los dos, ya que mi madre apenas podía articular palabra y el camarero la miraba intuyendo que allí pasaba algo raro.
Colmé nuestras copas de vino a sabiendas de que la ocasión lo requería.
- Entonces… ¿lo sabes todo?
- Bueno… todo lo que me ha contado Lorenzo, uno de mis jefes.
- ¡Tu jefe! ¡Dios mío!, ¡Lorenzo es tu jefe!
- Si. Pero tranquila que él no puede ni imaginar que eres mi madre, y… además… solo me ha hablado cosas buenas de ti.
- ¿Cosas buenas?... Ahhh, ¡ya entiendo! –Se puso más colorada aún y acabó su copa de vino de un trago-
- Bueno… aparte de esas cosas que nos interesan a los hombres, también me dijo que eras guapísima, y la verdad es que nunca te había visto tan guapa y atractiva como hoy, esa ropa te sienta muy bien. –Dije con la mirada en su camisa, la cual, sin transparentar demasiado, si dejaba intuir el sujetador de encaje que llevaba-
- Ya sabes… tu padre no me saca de casa apenas…
- Ya lo sé y me alegro de verte tan guapa. Creo que Lorenzo se quedó corto en su descripción sobre ti. No me extraña que lo tengas tan “enchochado”, te pone por las nubes, llevo toda la semana esperando que llegara el sábado para “conocerte”.
- Pero… ¿Qué te ha contado? –dijo sin lograr ocultar una sonrisa- Ahhh… ¡mejor no me lo digas!
- Ja, ja, ja. Ya sabes cómo somos los hombres. ¡Maravillas!
- ¡Será cerdo!
- Si, la verdad es que sí.
Íbamos por la tercera copa de vino y mi madre tuvo que ir al lavabo. Tras levantarse, mis ojos recorrieron su cuerpo y el contoneo de sus caderas. ¡Estaba guapísima!, aquella falda realzaba su cuerpo voluptuosamente, y para colmo siempre me habían atraído las medias, y las que portaba mi madre me excitaban especialmente.
Regresó a la mesa, notándola mucho más tranquila conforme pasaba el tiempo. – El vino ayudaba a ello-
- Entonces, mamá, ¿Cómo ingresaste en el club?
- ¿Club? Ahhh, el club. Verás –se estaba desinhibiendo por momentos- fue a través de mi amiga Rosa (Aluciné, la conocía y se trataba de la última mujer después de mi madre de la que lo hubiera sospechado), compartíamos confidencias, ella sabía que tu padre… bueno… que apenas me hace caso… me confesó que ella se daba alguna alegría con caballeros discretos, y acabó convenciéndome…
- ¿Rosa? ¿tu amiga? ¿la que yo conozco? Pero si parece que no ha roto un plato en la vida.
- Pues este fin de semana se ha ido con un empresario a un congreso.
- Ufff.
- ¿A Rosa también se la ha follado Lorenzo? –recalqué el también mirándola a los ojos-
- Imagino que sí, pero no lo sé. Esto se basa en la discreción. Los hombres se pasan nuestros teléfonos, pero ni yo conozco cuantos ni quiénes son, ni sé que otras mujeres hay aparte de Rosa que fue la que me metió en esto.
- Pues si se la ha follado a ella, que sepas que te prefiere a ti mil veces. Dice que eres la que mejor folla de todas las que ha conocido. –Si alguno de los otros comensales del restaurante hubiera escuchado aquella conversación entre madre e hijo, hubiese alucinado por completo-
Hago un inciso en el relato para aclarar que, para que fuera posible una conversación tan impropia entre madre-hijo, aparte de cierta desinhibición producida por el vino, se sumó lo absurdo de haber intentado negar lo innegable, que la que hubiese sido desenmascarado de forma tan manifiesta hubiese sido ella, y que ésta, lejos de encontrarse humillada y reprendida, solo hallara en mi, a un aliado que lejos de haberse enfadado, afirmaba iba a salvaguardar su secreto.
- Ja, ja, ja. No digas esas cosas, que me voy a poner colorada y te puede escuchar alguien.
- Pues yo prefiero escuchar de alguien que follas muy pero que muy bien, a que eres muy fea o cualquier otra cosa mala, y además, ya te he dicho que él no sabe quién eres y tu secreto está bien guardado.
- Ufff, no quiero ni imaginar lo que te habrá contado Lorenzo.
- La verdad es que se me puso dura con lo que me contó.
- Calla, calla, no digas esas cosas.
La comida se pasó volando, así como el vino ingerido.
- Uff, mamá. Mejor vamos a mi casa y nos tomamos allí otra copita, que aquí nos estamos quedando solos.
- Bueno, pero solo una, que tu padre irá ya por el segundo partido de futbol y tengo que volver antes de que acabe el tercero.
- Ja, ja, ja. Luego le llamo yo y le digo que has aprovechado para visitarme.
Llegamos a mi casa, la seguí por el pasillo sin poder evitar que mis ojos se clavaran en su trasero divagando en que mi jefe la había sodomizado.
Serví el par de copas y me senté a su lado.
- Hay que ver el susto que te has dado al verme mamá, y lo bien que lo estamos pasando.
- Ufff. No lo sabes tú bien. Un poco más y me da un infarto cuando te he visto allí.
- Ja, ja, ja. Pues anda que yo. He llegado medio empalmado pensando en follar y me he encontrado a mi madre.
- Es increíble lo pequeño que es el mundo, ¿Quién iba a imaginarlo?
- Pero vamos, lo importante es que tu secreto está seguro conmigo, podría haber sido peor, imagina que yo hubiese sido algún amigo de papá.
- Ja, ja, ja. Seguramente habría aprovechado la ocasión para follarme y tampoco hubiera dicho nada.
- Ufff. Pues casi preferiría haber sido yo un amigo de papá en vez de tu hijo.
- ¿Y eso? ahhhh, ¡ya lo he pillado!, calla, calla.
- Hasta me está dando curiosidad… ¿Qué tipo de ropa interior te has puesto para esta cita? Las medias me encantan, e intuyo que el sujetador que llevas bajo la camisa es blanco, pero ¿y las braguitas?
- Ja, ja, ja, ¿estás loco? ¿no querrás que te enseñe las bragas? ¿pero tú sabes lo que estás diciendo? –Dijo con la copa en la mano-
- Joder mamá. Si no voy a contar a papá una cosa, mucho menos eso. Es que me encanta la lencería y con lo animado que he venido a la cita… irme ahora sin ni siquiera ver algo…
- ¡Pero bueno! ¡Tú lo que eres es un golfo! –Su sonrisa era evidente-
- ¿Pero vamos a ver? ¿Qué hay de malo en que me enseñes las braguitas un poquito? Es que me pica la curiosidad por ver la ropa interior que usas en estas citas.
- ¡A ti lo que te pica es otra cosa!
- Ja, ja, ja. Eso también. Anda mamá… solo un poquito… -supliqué con cara de cordero degollado, al mismo tiempo que posaba una mano sobre sus rodillas, deleitándome con el tacto de sus medias-
- ¡Está bien! Te las enseño y te callas, que eres muy pesado y cabezón.
Sentada a mi lado, se arremangó la falda de forma que apenas pude ver el triángulo blanco de sus braguitas vislumbrándose bajo los oscuros pantys.
- Así no, mamá. Levántate del sofá que apenas se ve nada. Anda…. Por favor…. No seas tonta…
- ¿Qué no se ve nada? ¡Ya has visto que las llevo blancas!
- Anda…. Venga…. Levántate y te subes la falda que así apenas veo nada. –volví a poner cara de cordero degollado sin apartar los ojos de aquel triangulo blanco-
- ¡Pero mira que eres cabezón!, yo no sé a quién has salido así.
Fingiendo desear cumplir con mis deseos a regañadientes, se levantó del sofá y se arremangó la falda con ambas manos frente a mí.
Pude ver sus pantys negros hasta la cintura, y bajo los mismos se apreciaban perfectamente unas braguitas blancas, -sin duda de lycra, por la forma de amoldarse a su cuerpo- sumamente excitantes, y de las que, por la cercanía a mi rostro, hasta podría identificar la marca.
- Uffff, mamá. Que lencería más sexy te pones para tus citas. Date la vuelta para que las vea por detrás.
- Ja, ja, ja. Me las regaló Lorenzo. –Dijo mientras giraba el cuerpo, permitiendo extasiarme observando lo bien que le quedaban por detrás-
- Ufff, que bien te quedan, fijo que tus citas se empalman nada más verte ¿Y el sujetador es a juego?
- Si.
- Anda, quítate la falda y la camisa, que quiero verte entera.
- ¿Qué dices? ¡ni loca! Que hemos empezado por las braguitas y ya vas por el sujetador. Además, va siendo hora de que vuelva a casa.
- Tranquila que llamo ahora mismo a papá y le pongo cualquier excusa.
- No. No seas tonto.
- ¡Ya verás!
Riendo, llamé por teléfono a mi padre.
- ¿Papa?
- Hijo mío ¿eres tú?
- Si , papá.
- ¿Qué pasa? me has pillado viendo el final del partido y mamá salió a comer con una amiga y todavía no ha vuelto.
- Por eso te llamo…. –Dije quedándome mudo y con los ojos abiertos como platos, asistiendo al lento estriptis que estaba haciendo mi madre, la cual, tras desabrocharte el cinturón de la falda y bajar unos centímetros de la cremallera de la misma, la dejó caer al suelo-
- ¿Si? Hijo mío ¿Estás ahí? No te escucho.
- Si papá, es que se me ha quedado sin cobertura el “aparato”. –Mi madre sonrió al escuchar aparato, imaginando que iba con segundas-
- ¿Qué querías?
- Veras… es que casualmente he visto a mamá y ha venido a visitarme a mi casa, no te preocupes si tarda, dice que te hagas la cena que ella se va a comer unas salchichas que tengo yo. –Mi madre comenzó a desabrocharse la camisa, dejando poco a poco sus pechos a la vista, y demostrando que mi jefe tenia buen gusto eligiendo ropa interior, ya que el sujetador era tan excitante como las braguitas.
- ¿Salchichas? Pero… si nunca le han gustado las salchichas
- Estas creo que sí, papá. Por lo menos voy a intentar que se coma una.
Mi madre, ya en ropa interior frente a mí, alucinaba con el atrevimiento de mis frases con doble sentido, haciéndome gestos de que tuviera cuidado, pero yo sabía perfectamente que mi padre jamás podría imaginar que su esposa estaba exhibiéndose en ropa interior ante mí, y que mi salchicha llevaba tiempo erecta.
No se había enterado de que mi jefe y otro desconocido se la habían follado, o que la ropa interior que llevaba puesta había sido un regalo de Lorenzo, como para sospechar de su propio hijo.
- Ostras, ¡penalti!, penalti! ¡En el último minuto! ¡Me cago en todo lo que se menea!
- Te dejo papá.
- Dale un beso a mamá de mi parte.
- No te preocupes que si le voy a dar el beso.
Sentado en el sofá, hice un gesto a mi madre para que diera varias vueltas y poder extasiarme con su cuerpo.
- Ufff, mamá. Estas buenísima y esa lencería te hace un cuerpo muy excitante. ¿Los pantis también te los ha regalado mi jefe?
- Si. Le encanta la lencería… no sé por qué… luego me la quita rápido. –Mi madre se percató de lo inconveniente e indecorosa de aquella última afirmación, tapándose la boca con la mano-
- No me extraña que te la quite tan rápido, es que se la pones dura a cualquiera. Estas para comerte. –Dije sin reparos-
- Si estas hoy zalamero, sí. –Mi madre continuaba en ropa interior, sin hacer mención de volver a vestirse, a pesar de darse cuenta perfectamente de mis miradas lascivas-
- Una cosa… además de Lorenzo… ¿te has citado con otros hombres?
- Bueno…. solo otro… ¡si estas preguntón, si!
- ¿Otro?, ¿Quién?
- No sé cómo se llama, solo sé que es empresario, que está casado y que tiene muchos hijos.
- ¿Qué edad tiene?
- Sesenta y cinco años, es algo mayor para mí, pero se conserva muy bien.
- ¿Sesenta y cinco años?, tomará Viagra.
- Ja, ja, ja. Dice que conmigo no le hace falta. –Noté que mi madre empezaba también a perder reparos en comentar o describir sus “citas”-
- ¿Ese también te regala lencería?
- No. Pero se ha empeñado en llevarme a París a un congreso como si fuera su secretaria, obviamente para dormir en habitaciones anexas y meterse en la mía por la noche.
- Ya imagino ya. Para que seas su secretaria para todo. ¿Y no has aceptado?, siempre has dicho que te gustaría viajar, y....si aparte de viajar te dan una alegría para el cuerpo…
- ¡Qué va! Son cuatro días. ¿Qué excusa le pongo a tu padre?
- A partir de ahora yo seré tu excusa. Dile que vienes a visitarme y siempre que llame por teléfono le diré que estas durmiendo en mi casa y que en esos momentos no te puedes poner al teléfono.
- Sí, es mejor decir que no me puedo poner al teléfono, que la última vez tuve un percance por culpa del movil.
- ¿Un percance?
- Si, tenía el teléfono móvil encima de la mesita de noche mientras Lorenzo me… bueno… eso…
- ¿Mientras te follaba?
- Ufff ¡que burro que eres!, pero sí, eso.
- ¿Y?
- Sonó el móvil y vi en la pantalla que era tu padre…
- Otras.
- Lo toqué con la intención de apagarlo y me confundí.
- Otras, ¿no me digas que le diste a descolgar?
- Si. Y para colmo… en fin… Lorenzo… estaba a punto de… eso… de correrse, y embestía con tanta fuerza que el cabecero de la cama golpeaba en la pared haciendo blom, blom, blom, blom, y gemía de tal forma que parecía se iba a morir en cualquier momento.
- ¡Ostias!
- Me tenía tan agarrada que me las vi y deseé para poder colgar el teléfono. No puedes ni imaginar la película que tuve que contarle después a tu padre diciéndole que lo que había escuchado era un perro y un tambor.
- Ja, ja, ja, ja. Me lo imagino y me pongo cachondo. Lorenzo follándote y mi padre creyendo que pasabas al lado de un perro y un gilipollas con un tambor. Acojonante. Se me está poniendo dura. –En realidad la tenía dura mucho antes-
- ¿Dura?, no digas eso que me visto ahora mismo, que no haces más que mirarme y parece que no has visto una mujer desnuda en tu vida. –Lo dijo, pero no hizo nada por vestirse-
- No seas tonta mamá. Con lo a gusto que estamos. Lo que voy a hacer es quitarme yo también la ropa para quedar en igualdad de condiciones y no te sientas desnuda.
- Ja, ja, ja. ¡Hay que ver qué cosas se te ocurren!
Me quité la camisa y posteriormente el pantalón. Mi madre me observaba expectante, y se le escapó una expresión de sorpresa –ohhh- al comprobar que mi erección era más que evidente.
- ¡Pero bueno! ¿en quién estás pensando?
- Ja, ja, ja. No te preocupes mamá. Eso sí… si llama papá por teléfono ten cuidado con no abrir una “video llamada”, ja, ja, ja.
Sin dejar de sonreír me acerqué a mi madre, sin que ésta pareciera asustarse de mi miembro erecto aproximándose a su cuerpo.
- ¿Sabes una cosa, mamá? Me dijo Lorenzo que tienes las tetas muy duras, -no recordaba si efectivamente me había dicho tal cosa, pero era igual- me gustaría comprobar si es verdad. Así con ese sujetador tan sexi parece que sí, pero palpando se comprueba mejor.
- ¡Serás golfo! ¿No has tenido bastante con hacer que me desnude y ahora quieres tocarme las tetas?
-
Coloqué ambas manos en cada uno de sus pechos. Efectivamente eran más duros de lo que cabría esperar en una mujer de su edad.
- Ufff. ¡Pues si mamá!, ¡Que tetas más ricas tienes! ¡Con razón tienes enchochados a tus citas!, no quiero ni imaginar lo que deben de gozar sobándote.
- ¡Qué cosas dices!
Mis manos transitaron de simplemente palpar, a acariciar lascivamente, con especial dedicación a los pezones.
- Suave… que los tengo muy sensibles…
- ¿Sensibles?, ¡se están poniendo duros como piedras y eso que los cubre el sujetador!
Me alejé unos centímetros y pude ver como despuntaban bajo la tela del sujetador de una forma insólita.
-Ufff, me están dando ganas de mamártelos.
Me las arreglé para desabrocharle el sujetador. Sus pechos se mantuvieron casi tan erguidos como con él. Alucinando viendo aquellos pezones tan rígidos.
Ambos de pie en el salón, bajé la cabeza y procedí a lamérselos de forma lasciva.
- Ufff. ¡Joder que buena que estás!
- Mmm, despacio, mmm
Se los mamé como si fuera lactante, mientras con una mano comencé a acariciarle el culo por encima de la lencería. El tacto de sus medias me provocaba un morbo brutal.
- ¿No crees que te estás pasando un poquito, hijo mío? Creo que me estás tocando de más… ja, ja, ja.
- Tranquila, mamá. Es simple curiosidad, tampoco es para tanto. –En esos momentos mi mano se había adentrado bajo sus pantis y braguitas, alucinado con el contraste entre el calor de su cuerpo, y lo frio de su culo-
- Tienes el culo helado, mamá.
- ¿No será que tú tienes la mano ardiendo? Y… ¿Quién te ha dado permiso para sobármelo? –Mi mano hizo caso omiso a eso y prosiguió bajo la lencería palpando y sobando ese culo tan procaz y frio-
- ¿Te has cansado ya de sobarme? Imagino que ya se te habrá deshinchado tu cosa. –Dijo, sabiendo perfectamente que no-
- No se… toca a ver. –la animé-
Mirándome a la cara y con una sonrisa lasciva, bajó la mano y me palpó la erección por encima del slip.
- Ufff. Para mí que la tienes más dura ahora.
- Es que estas muy buena. No puedo evitarlo. No puedes ni imaginar las ganas que me están dando de metértela.
- ¿Metérmela? ¿Quién te ha dicho a ti que te voy a dejar?
- Vamos a ver… soy tu cita… te he invitado a comer. estás en mi casa… y te puedo regalar toda la lencería que desees…
- Ja, ja, ja. ¿Mi cita? ¿no me estarás chantajeando con contárselo a papá?
- Nooooooooo. ¿Cómo puedes pensar eso?, pero… ¡si hiciera falta para poder metértela! ¡lo haría!
- ¡Pero bueno! ¡Serias capaz de chantajear a tu propia madre!
- ¿Para poder metértela? ¡Si!
- Cría cuervos…
- Y te la meterán. –terminé el refrán-
- Ja, ja, ja.
Obviamente, viendo la erección de sus pezones y algún que otro gemido mientras la sobaba, era ridículo pensar en estaba siendo víctima de un chantaje, ya que su excitación era tan manifiesta como la erección de mi miembro.
- ¿Sabes una cosa? Lorenzo me dijo que la chupas muy bien.
- ¡Será cerdo!, ¡seguro que también te habrá contado que me desvirgo el culo!
- Si.
- ¡Será cabrón!
- Pues me gustaría comprobarlo…
- ¡Igual me lo estaba imaginando!
Me sorprendió la agilidad con la que se arrodilló ante mí. Me bajó el slip y soltó un “ohhh, que grande la tienes”, cuando mi miembro quedó al descubierto.
A segundo lengüetazo sobre mi polla, comprendí que, aunque sus mamadas anteriores hubiesen sido escasas en número, había aprendido rápidamente a hacerlo, ya que proporcionaba el placer en los lugares exactos.
- Cooooño. ¡Qué bien la chupas!
- ¿d vrdd? –Quise entender que había dicho ¿de verdad?, pero con mi polla dentro de su boca se la entendía fatal-
- Ufffffff
Llegó a introducírsela casi hasta la misma base. Su lengua circunvalaba la punta de la misma, provocándome un placer inmenso.
De rodillas en pantis y braguitas, me mamaba con maestría la polla, provocándome un morbo brutal cuando alzaba los ojos para ver mi cara de placer.
Le acaricié la cabeza mientras me la mamaba sin cesar.
- ¡La puta de oros!, mamá, como sigas así vas a hacer que me corra.
- Mgrdf hhhjklñ. –Ni idea de lo que intentaba decir, ya que se había amorrado a mi miembro como si no existiera un mañana-
Podría decirse que, me la estuviera mamando mi propia madre, arrodillada y en lencería, no era algo muy normal precisamente, pero correrme en su boca sin saber si me había dado permiso para ello, me pareció demasiado fuerte, por lo que, cuando noté quedaban segundos para ello, la obligué a levantarse y apunté en dirección a sus oscuros pantis para que los regueros de semen resaltaran al resbalar sobre los mismos.
- ¿Qué? ¿satisfecha tu curiosidad? –Dijo mirando los cuajarones de mi semen empapando los pantis-
- No exageraba Lorenzo. No. En mi puta vida me la han mamado tan bien.
- Me alegro. ¿Y ahora qué? ¿me visto ya?
- No. Todavía no. Ven conmigo que te voy a enseñar una cosa en mi dormitorio.
- ¿Una cosa? ¿en tu dormitorio? ¿te crees que soy tonta?
- ¡Joder mamá! ¡qué desconfiada eres!
Volvió a fingir que me acompañaba al dormitorio a regañadientes, pero su rostro manifestaba tal excitación como para dejar patente que, no solo sabía perfectamente a lo que iba, sino que lo estaba deseando.
- ¿Ves? – Dije señalando mi cama, al tiempo que lo sobaba el culo-
- ¿Una cama?
- Si
- ¿Y?
- Ahí es donde pensaba follarme a mi cita.
- Bueno... cuando tengas una cita ya sabes.
- Pues tu eres mi cita.
- Vamos… ¡que te has empeñado en metérmela! ¡si no hace ni un minuto que te has corrido!
- Tranquila, que contigo se me vuelve a poner dura rápido. Es más… mira cómo se va hinchando. –Señalé a mi miembro, el cual estaba pleno proceso de erección ante la posibilidad de poder metérsela-
- Joder…. A tu padre le cuesta horas que medio se le empine.
La tumbé sobre la cama. Le quité los pantis, no sin antes dejar de deleitarme sobándole los muslos sobre los mismos.
Sus braguitas parecían ahora más blancas. Le sobé el coño por encima de las mismas. Era la primera vez que le tocaba el coño y aprecié la humedad de las bragas.
Se las bajé lentamente para ir descubriendo su tesoro poco a poco.
El vello de su sexo se mostraba afeitado y recortado en un excitante triangulito oscuro.
- Otras, mamá. ¡Qué bien cuidado tienes el coño!
- No digas cochinadas.
Se lo acaricié suavemente. Sus labios vaginales rezumaban tal humedad que brillaban.
- Ummmm. ¿Qué haces?
- Tocándote el coño.
- Vamos… que sí.
- ¿Qué si, que?
- Que te has empeñado en metérmela y lo vas a hacer.
- Por supuesto.
Lo tenía al alcance de la boca, y sin dudarlo comencé a comerle el coño.
- Ummmm. Dices de mí, pero… tú también eres un experto mamando.
- No creas que les como el coño a todas. Solo las que están tan buenas como tú.
- Mmmm. Joder… agggs… que lengua…. Ahí, ahí, mmmmmm sigue.
- ¿Te gusta?
- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
- Ya veo ya.
- Serás cabrón. Me estás haciendo ver las estrellas.
Subí la vista sin dejar de lamerte el clítoris, y la vi gesticular obscenamente con los ojos cerrados mientras se acariciaba los pechos.
- ¿Es que papá no te hace esto?
- ¿tu padre? Mmmmmm, aggsss, Jamás. Mmmmmm sigue así, sigue, mmmmm
Mi lengua se empapaba de jugos, convirtiendo su coño junto a mi saliva en un agujero húmedo del que brotaban sonidos acuosos de lo más obsceno.
- La madre que te parió. Mmmmmm, ninguna de mis citas anteriores me ha comido el coño así. Aggssss.
- Me alegro que te guste, mamá.
Estuve unos 20 minutos dando lengüetazos en el coño de mi madre, la cual incrementaba la intensidad de sus gemidos a cada instante, hasta que por fin alcanzó el orgasmo, gritando una serie de obscenidades irreproducibles.
- Ufff, hijo mío, ya estamos en paz. Tú te has corrido y yo también.
- Ja, ja, ja. Ahora tengo más ganas de metértela que antes.
- ¡Será posible!, ¡no tienes hartura!
Sin tiempo de reposo, me tumbé sobre ella, y comencé a restregarle la polla entre los labios vaginales.
- Ummmm
- Joder, que gusto me produce restregarte la polla.
- Ya lo veo, ya. No hace falta que lo jures. Menuda cara de gilipollas se te está poniendo.
Me recreé frotándome en su sexo durante bastante tiempo, lo que incrementó la expectación de mi madre ante la inminencia de la penetración.
- Ummmm, me da mucho gusto, pero… ¿no me la ibas a meter?
- A ver si te aclaras mamá, antes que no ahora que sí.
- Métemela ya y no seas cabrón. –Suplicó-
-
Ufff, poco a poco mi miembro fue penetrando en aquel hueco tan estrecho y caliente, provocándome un placer inmenso.
- Mmm, ¿ya me la has metido toda?
- No, solo la mitad.
- ¿Y a qué esperas?
De un empujón se la incrusté por completo, provocando que mi madre abriera los ojos al máximo
- Ahora sí, ahora sí.
- Ufff, que gustazo mamá.
Sin espera, comencé a follarla, bombeado rítmicamente las caderas sobre su sexo.
No llevaba ni dos minutos follándola cuando sonó con estruendo mi móvil.
- Me cago en todo me cago. ¡Es papá!
- Dios mío que pesado que es tu padre, ni folla ni deja follar. Ni caso y sigue metiéndomela.
-
El estruendo era insoportable y sin llegar a sacársela de su sexo, alcancé el móvil.
- ¿Papá, eres tú? -MI madre, con las piernas abiertas y ensartada por mi polla, me miraba como si estuviera loco por semejante imprudencia de contestar el teléfono-
- Si, soy yo, ¿y tu madre?
- ¿Mamá?, ahora mismo está tumbada en mi cama.
- ¿Tumbada en tu cama? ¿es que está mala?
- Todo lo contrario. Está buenísima. –Mi madre hacia ímprobos esfuerzos para no reírse-
- ¿Entonces?
- Es que estaba cansada.
- ¿Volverá a casa esta noche?
- No creo. Está disfrutando mucho con la visita.
- Bueno…. pasarlo bien.
Colgué el teléfono y continué bombeando con más fuerza mientras mi madre se reía entre gemido y gemido.
Aprovechando su mayor volumen, -yo soy extremadamente delgado-, sin dejar de abrazarme, se las ingenió para dar la vuelta a la situación, y esta vez fui yo en que quedó tumbado bajo su cuerpo.
- Estate quieto…. Mmmm, no te muevas… ya verás.
Mi madre comenzó a moverse arriba y abajo, follándose a sí misma con mi polla, dándole a los movimientos la intensidad más adecuada para provocarse placer.
En aquella postura, sus tetas quedaron al alcance de mis manos, lo que aproveché para recrearme con las mismas.
Sin mover un musculo, simplemente tumbado bajo mi madre, gozaba sintiendo su cuerpo moverse acompasadamente con mi polla en su interior.
- Joder mamá. Que gustazo.
- Siiii, siiiii, ¡que polla más rica!, siiiii, aggsssss
Podía ver el rostro lascivo de mi madre transfigurarse con gestos obscenos que no dejaban lugar a la duda del placer que embargaba su cuerpo.
Mi madre botaba sobre mi cuerpo con tal intensidad como para temer que terminara destrozándome la cama.
- No te muevas hijo mío. ¡Que ya me corro!, estate quieto que me corro.
Difícilmente habría podido moverme estando enganchado a ella mediante mi polla y con su cuerpo sobre mí.
La posibilidad de que aquel orgasmo pudiera ser fingido era completamente nula, ni la mejor actriz hubiera podido simular un orgasmo de aquella intensidad.
Sentí las contracciones musculares de su coño en mi miembro, al tiempo que se arqueaba para atrás con los ojos en blanco, gimiendo como una perturbada.
- Ahhhhhhhhhhh, Que gustazo, hijo mío, que gustazo. –Gimió mientras me besaba y abrazaba, “agradecida”-
- Joder mamá, eres una máquina de follar. Voy a tener que citarme contigo más a menudo.
- Ja, ja, ja. ¿Qué me quieres? ¿para ti sola?
- No hace falta. No importa que vayas a Paris de “secretaria” o que Lorenzo te regale ropa interior que luego pueda verte yo. Siempre que acudas a mis citas, claro.
- Ja, ja, ja. No sabes nada tú. Lorenzo me regala las bragas y tú me las rompes.
- Joder. Él también sale ganando. Pocas veces podrá follar con una mujer tan rica como tú.
- ¿Seguirás siendo mi tapadera?
- Claro mamá, siempre cubriré tus mentirijillas.
- Ja, ja, ja. Entonces sí. Acudiré a tus citas.
- Bueno… vamos a continuar con lo nuestro, ¿no? –dije señalando mi erección-
- ¿Otra vez? ¿es que quieres usar todas tus citas en un mismo día?
- Mamá, te recuerdo que tú ya te has corrido y yo no.
- ¿Cómo qué no? Si hasta voy a tener que tirar mis pantis porque los has dejado chorreando de leche.
- Sí, pero eso fue antes. Ahora no me he corrido todavía.
- Joder.
Sonriendo la coloqué a cuatro patas sobre la cama.
- ¿Qué vas a hacer? ¿no pretenderás…?
- Sí, quiero probar tu culo.
- ¿Pero? ¿así? ¿sin vaselina? ¡que solo lo he probado una vez!
- Tranquila.
- ¿Tranquila?, ¿cómo voy a estar tranquila sabiendo que me vas a romper el culo?
En aquella postura me fue fácil introducirle los dedos en su sexo, impregnándolos de la ingente humedad del mismo.
Con ese lubricante, y varios salivazos, preparé su ano con los dedos.
- Así, poco a poco, ves dilatándomelo.
Cuando comprobé que podía introducirle dos dedos a la vez, intenté meterle la polla en el culo, aunque con escaso éxito al principio. Aquel agujero era estrecho de verdad.
- Ahhhhhh, cuidado, cuidado, más despacio.
- Tranquila, la punta ya está dentro.
- Empuja, pero despacio.
Poco a poco, con algo de esfuerzo, y algún que otro grito por su parte, terminé introduciéndosela al completo.
Nunca había sentido mi polla tan comprimida en un lugar tan caliente.
- Ufff, Tu coño es una maravilla, pero tu culo no se queda atrás.
- Me has ensartado el culo, cabrón.
La sodomicé, disfrutando con cada embate sobre sus caderas.
- ¿Te gusta ahora, mamá?
- Ya siiii, ya siiiii.
Sus pechos se movían como campanas al compás de mis embestidas.
- Ahhhhh, no pares, ahora sí que sí. –Dijo con una mano sobre el colchón para apoyarse y con la otra acariciándose el clítoris-
El placer y la estrechez del agujero me provocaban un placer indescriptible, al que se sumaba el morbo de encontrarme sodomizando a mi propia madre escuchando sus gemidos.
Apenas pude aguantar a que se corriera de nuevo mi madre, y le inundé de leche caliente el culo.
- ¡Que me corro!, ¡mamá, que me corro!
- ¡Venga ya!
Desfallecidos, dormimos toda la noche en mi cama abrazados como dos angelitos.
A la mañana siguiente regresó a casa dejándome de recuerdo sus pantis manchados de leche, y sin que mi padre se percatara que había regresado sin ellos.