El mundo de Elisa (1)

Elisa se ve de repente en un mundo desconocido lleno de sorpresas. Un poco diferente a lo que se acostumbra.

La lluvia caía incesantemente bajo la luz de las farolas de la ciudad. Un puente mal iluminado atravesaba un río donde grandes gotas caían sobre la superficie del agua.

Era enero y hacia frío, el temporal estaba siendo especialmente largo y llevaban varios días sin que el sol llegase a calentar lo suficiente para secar las aceras.

La sombra de una mujer avanzaba pesadamente bajo la lluvia hasta llegar a la mitad del puente. Sus lágrimas se mezclaban con el agua que le resbalaba por el rostro.

Tantas veces rechazada, tantas veces ignorada y despreciada que empezaba a sentir que su vida carecía de sentido. Hacía solo dos días que Álvaro decidió que ella no era su tipo y que necesitaba una vida aparte y ya le había visto con la chica rubia de su oficina.

Que humillada se sintió y lo peor es que no era la primera vez que le pasaba algo parecido. Ese era su destino, ser una mujer de segunda abandonada por todos.

El dolor que sentía en esos momentos era tan grande que apenas le salían mas lagrimas, miro el agua furiosa y se sintió un poco mas relajada. Corría, avanzaba, nunca era la misma, no estaba quieta nunca.

¿Y si terminase todo ahí? Cayendo dentro de esa agua fría, que sus pulmones se llenasen de agua y lentamente ir perdiendo la consciencia, dejar que su cuerpo se hunda más y más hasta dejar de oír nada, no sentir nada. No más dolor.

Agarro suavemente la barandilla del puente y se asomo un poco mas. Un salto y se acabaría todo. Su sufrimiento y toda la pena que tenia dentro se marcharían dulcemente mientras su cuerpo era arrastrado por la corriente.

¡Por Dios, no! Ese no era el final que ella quería, no podía acabar así su vida, sola y perdida en un río. Volvería a su casa y se daría una ducha, estaba helada y calada hasta los huesos, pondría una película y luego lloraría hasta dormirse rezando para que por la mañana no tuviera los ojos hinchados.

Decidida a volver a casa bajo la lluvia, se dio la vuelta lentamente para mirar unos instantes los coches que pasaban por la carretera.

Las luces, brillantes, blancas y rojas pasaban frente a sus ojos, dejándola hipnotizada y apoyada contra la barandilla. Entonces, unas luces mas fuertes que el resto, venían hacia ella, se acercaban rápido. El miedo a ser atropellada hizo que se girase bruscamente para evitar el coche que había resbalado en la lluvia.

En el último momento el coche dio un volantazo y consiguió volver a la carretera.

El corazón de Elisa latía con fuerza en su pecho a punto de salirse, había estado muy cerca esa vez y ya era tarde, lo mejor seria dejarse de tonterías y volver a casa.

Sus piernas se movieron aun temblorosas por el susto e intento avanzar hacia delante, pero algo se lo impidió, su abrigo se había quedado enganchado en uno de los hierros del puente. Trato de liberarse pero le fue imposible, estaba muy nerviosa y sus movimientos se hicieron bruscos y torpes.

Uno de sus tacones de doblo haciéndola perder el equilibrio, su cuerpo se doblo clavándose la barra de hierro en el estomago, dejándola sin respiración. En ese momento el viento se hizo mas fuerte, soplando con fuerza en su dirección, su cuerpo se quedo laxo y como si de una muñeca se tratase voló por encima de la barandilla.

Cerró los ojos y sintió como se precipitaba al vacío, caía sin remedio y sintiendo mas miedo que en toda su vida esperó el impacto contra el agua.

Sin embargo, ese momento no llego, continuaba cayendo y el pánico venció a su mente. Se desmayo.

Cuando despertó no estaba en el agua, ni estaba mojada, no sentía frío si no todo lo contrario. Se encontraba sobre una superficie asombrosamente calida y suave.

Abrió los ojos poco a poco, acostumbrándolos a la cegadora luz que la iluminaba.

Lo que vio la dejo sobrecogida. Estaba sobre la espalda de algún tipo de ave, de dimensiones increíbles. Se movió lentamente por miedo a alertar al animal, se asomo por encima de una de sus alas y no logro reconocer el paisaje que sobrevolaban.

Los árboles estaban a unos metros por debajo de ellos y entre medias podía ver grandes claros de hierba y pequeños lagos.

El animal empezó a bajar, no podría ser que fuera a posarse sobre uno de esos árboles, Elisa levanto la cabeza y pudo ver una gran extensión de hierba.

Con un suave movimiento aterrizo doblando las alas. Suavemente, fue resbalando hasta caer al suelo con un ruido sordo.

Se agacho con la esperanza de que la bestia no la viera, pero el pájaro estaba mas interesado en otra cosa. Cerca había unos animalillos del tamaño de una oveja, completamente cubiertos de pelo, como ratas grandes pero sin cola ni orejas y el morro mas chato.

El ave se entretuvo cazando y ella aprovecho para avanzar en la dirección opuesta.

Se adentro dentro de un conjunto de árboles jóvenes, no eran muy altos pero si muy frondosos. A la sombra de uno especialmente alto se sentó a pensar en lo que había pasado.

Recordaba el puente, la lluvia, recordaba haber caído y desde ahí…Estaba todo borroso. Lo que seguro no recordaba era el gran pájaro.

Algo muy raro había pasado y aun no le encontraba explicación.

Olio su ropa, olía a sudor y a animal, necesitaba refrescarse un poco. Se levanto y se dirigió a donde recordaba haber visto un pequeño lago.

Mientra caminaba se dio cuenta de que su pelo estaba horrible, lo tenia enredado y realmente sucio, no quería ni pensar en el aspecto que tendría el resto de su ser.

No dejaba de mirar a su alrededor por miedo a que algo saliera de entre los árboles y saltara sobre ella.

No tenía ni idea de donde estaba, pero hacía mucho calor, sin duda eso no era su ciudad. Se quito parte de su ropa quedándose con una camiseta de tirantes y los vaqueros que llevaba. Ahora se daba cuenta de que había perdido sus zapatos, sin embargo, el suelo no era duro. Extrañamente era calido y suave, como andar descalzo por la playa.

Al fin empezó a ver los reflejos del sol en el agua y apretó el paso para llegar cuanto antes. El paisaje allí era precioso, había hierba y arena junto a la orilla. Miro alrededor asegurándose que no hubiese nadie, lo cierto era, no había visto ninguna persona desde que llego a ese lugar.

Comenzó a quitarse la ropa agradeciendo el calor de los rayos del sol sobre su piel. Se introdujo en el agua con la ropa en la mano y nado hacia una roca plana que se encontraba en mitad del lago.

Ahí hacia pie y se dispuso a lavar un poco su ropa, el agua estaba limpia y cristalina. Dejo la ropa estirada en la piedra y se dispuso a disfrutar un poco del agua.

Mientras se abandonaba a la calidez del agua y a su suave balanceo sintió una presencia. Levanto la cabeza y por un instante pensó que había visto mal.

Tumbada en la roca había una sirena. Tenía el pelo de color turquesa, largo y los ojos verdes. Pero a Elisa eso no le importaba, no podía apartar los ojos de las brillantes escamas azules de su cola. Le subían por las caderas haciendo un pequeño dibujo y le cubrían los pechos, pequeños y redondos.

Se había tumbado boca arriba en la piedra y su cola descansaba medio metida en el agua.

Nadando lentamente se fue acercando hacia la mujer, si es que se la podía llamar así, que tomaba en sol.

Cuando la sirena hablo, lo hizo con una voz dulce pero poderosa a la vez que miraba de reojo hacia donde Elisa estaba.

-Se te escucha nadar a kilómetros, seguro que tu no me has oído ni llegar, espero no haberte asustado.

Giro su hermoso cuerpo haciendo que el pelo le cayese por la cara.

-Venga, ven hasta aquí, que no muerdo

-Si, claro.

Estaba hablando con una sirena. Sin duda debió golpearse en la cabeza al caer desde el puente. Eso debía de ser, ahora mismo estaba en la cama de un hospital con una venda en la cabeza y en coma, como en la televisión.

Al salir del agua se dio cuenta de su desnudez e intento cubrirse. La criatura la miraba desde el suelo.

-No tengas vergüenza, tienes un cuerpo muy bonito. Ven siéntate a mi lado, no todos los días tengo la oportunidad de hablar con otra persona.

-Pero, tu no eres una persona, es decir, un ser humano.

-Entiendo…solo son pequeñas diferencias, nada más ¿no?

-Supongo. Lo cierto es que aquí se esta muy bien.

Se había sentado en un pequeño saliente y el agua le llegaba por debajo de los pechos, las piernas flotaban en esa agua tan transparente. Casi se podía distinguir el fondo rocoso del lago.

La sirena se zambullo de un salto en el agua, desde su posición la podía ver nadando bajos sus pies. Cuando subió a la superficie lo hizo justo enfrente suya, tenía unos ojos realmente preciosos, se acerco mas hasta quedar entre sus piernas.

Sentía el tacto de las escamas de sus pechos rozando sus muslos. No quería admitirlo pero era realmente agradable. Un cosquilleo le bajó desde la espalda hasta el centro justo de su entrepierna.

El pelo color turquesa de la sirena bailaba bajo el agua acariciándole las piernas.

-Es muy agradable tener compañía.

Las palabras se metía en la cabeza de Elisa embotando sus sentidos, dejándola vulnerable e impidiendo que pudiese reaccionar cuando las manos de la otra mujer se agarraron a sus tobillos y comenzaron a subir acariciando sus piernas y sus muslos.

Metió la cabeza bajo el agua y con dos dedos separo los labios cuidadosamente. Acerco su boca y fue soltando pequeñas burbujas que acariciaban de una forma increíble su clítoris.

No se podía creer lo que le estaba pasando, debía ser un sueño y en cambio lo sentía todo de forma tan real. Su excitación crecía hasta límites insospechados.

Sentía como su vagina se iba mojando mas y mas, sin poder hacer nada por evitarlo. Miro hacia abajo y pudo ver sus fluidos mezclándose con el agua.

La boca de la sirena se acerco aun más a su sexo, provocando un estremecimiento en su espalda, y sacando la lengua la paso entre los labios desde la abertura de su coño hasta su clítoris donde se entretuvo haciendo círculos y moviéndola con rapidez de lado a lado.

Elisa se sentía como nunca, ninguno de los pocos hombres con los que había estado le hizo sentir nunca un placer como aquel, a pesar de no entender lo que pasaba decidió entregarse a las sensaciones que le estaba regalando ese extraño ser.

Su respiración se hizo rápida y superficial, sus piernas flotaban en el agua mientras la mujer con cola de pez le sujetaba el culo con ambas manos.

La lengua ávida, acariciaba rápidamente cada rincón de su sexo, por recóndito que sea, bajaba unos centímetros para explorar también su ano con maestría, nunca le habían ni siquiera tocado ese lugar.

Dos dedos se introdujeron en su interior, se movían lentamente, de dentro afuera, describiendo círculos dentro, rozando las paredes de su vagina.

El orgasmo estaba pronto, lo noto. Fue como una descarga eléctrica, lo sintió desde los dedos de los pies hasta el último de los bellos de su cuerpo.

Toda una explosión de energía llego hasta su sexo, saliendo por su garganta en forma de un gemido largo y profundo a la vez que la sirena aumentaba el ritmo de sus caricias y penetraciones para hacerlo mas largo y mas intenso si cabe.

Cuando termino, dios unos suaves lametones lentos y calidos hasta que su cabeza salio de nuevo con el cabello turquesa empapado pegado a la cara.

Desde el agua la sirena observo a aquella mujer que aun respiraba de forma rápida y superficial, con las mejillas encendidas y un brillo especial en los ojos.

-Ahora estas relajada, ahora podré responder todas las dudas que siento que rondan por tu cabeza.

La mujer se sentó a su lado, jugaba en el agua con su cola, provocando grandes hondas que se extendían por el lago.

Por fin, tras poner en orden la prioridad de sus preguntas x se decidió a hablar y a preguntar.

-Lo cierto es que no en que lugar me encuentro, ¿me lo podrías decir?

-Pero criatura, ¿de donde has salido?, ¿no sabes donde estas? Esto es Silmavic. Este lugar nació de la desesperación de unos amantes tan entregados, que olvidaron sus vidas para estar juntos. Dicen que sus cuerpos se fundieron estallando como una burbuja y liberando tal cantidad de energía que crearon un mundo aparte donde estar siempre juntos.

Elisa se quedo pensativa. ¿Seria posible una pasión tan inmensa capaz de crear todo un mundo?

-Lo que cuentas es muy bonito.

-Lo es, pero como en todos los lugares, aquí hay cosas que no te van a agradar, especialmente de noche. Así que ten mucho cuidado por ahí.

La sirena se metió en el agua y con un par de aleteos de su cola, desapareció en el lago, dejando en la superficie a una mujer confusa y sola.

Siempre había oído hablar de fenómenos paranormales, otras dimensiones, ovnis y ese tipo de cosas, pero nunca se las creyó. Y ahora estaba en un mundo aparte, con sirenas, pájaros de tamaños inconcebibles y a saber que más extrañas criaturas.

La luz se iba adquiriendo tonos rosados anunciando que la noche no tardaría en llegar.

Se puso su ropa mas o menos seca y decidió ir a buscar un lugar en donde poder pasar segura la noche. Se puso en camino hacia un conjunto de árboles altos y de grandes ramas. Ese seria un buen sitio.

Sentía su cuerpo muy cansado, el orgasmo que le regaló la sirena había sido el mas intenso de su vida y ahora le pasaba factura.

Vio un árbol inmenso, con un tronco ancho pero hueco en su base, lo suficientemente grande como para que pudiera meterse ahí a dormir con facilidad.

Las sombras comenzaron a apoderarse del lugar, las ramas se movían suavemente con la brisa que corría en esos momentos, creando una melodía de hojas bailando que hicieron que Elisa fuera cayendo en un sueño ligero.

No podía saber que hora era, pero cuando abrió los ojos seguía estando oscuro. Escuchó algo rondando cerca suyo, como los pasos de un gato sobre la alfombra.

Se quedo quieta, paralizada por el miedo, no tenia ni idea de las criaturas que podía haber en ese lugar, lo mismo no eran tan amigables como la sirena.

Acurrucada, pegando su cuerpo todo lo que pudo al interior del tronco del árbol. Estaba segura de que fuese lo que fuese se estaba acercando a su escondite, escuchaba una respiración lenta y profunda, de un animal de gran tamaño.

Cerró los ojos con fuerza, rezando por que esos ruidos se marchasen de allí, noto como una lágrima le rodaba mejilla abajo. La respiración extraña se volvió rápida, como si olfatease.

El silencio se adueño del lugar, tan solo la brisa en los árboles se escuchaba hasta que un grito desesperado rompió la calma de la noche.