El mundo de Bumbo (5 de 11)
Bumbo es un negro que provoca una epidemia de sumisión
El domingo amaneció con la casa en silencio. La perra se incorporó, cuidando de no despertar a su marido y su hija, que seguían abrazados. Los miró y un sentimiento de ternura pasó a mojarle el coño sin remedio y convertirse en excitación. Nina respiraba dormida, tranquila y sonriente, agarrada de la polla de su padre. Él había acomodado su cabeza entre las enormes tetas de la niña. La madre se untó un dedo entre las piernas y lo chupó. Pero era un ama de casa responsable, y sabía que debía preparar el desayuno.
El ruido de vajilla en la cocina despertó levemente a Nina, que acarició los huevos y la tranca de su padre, mientras le apretaba un poco más la cabeza entre sus melonazos. El padre abrió un ojo y miró la cara de su preciosa hija, que se relamía al comprobar que ya tenía en la mano aquella polla en toda su dura extensión. La niña susurró:
-Buenos días, papi, te quiero mucho. Mamá está preparando el desayuno, pero yo voy a comerte ahora, de aperitivo.
La niña entrelazó su lengua con la de su padre, para seguir besándolo por todo el cuerpo hasta llegar a la punta de su polla. Tras jugar un poco con sus labios y su lengua, bajó su cabecita infantil, engullendo despacio, hasta que su nariz chocó con el vientre de su papi querido, haciendo desaparecer todo el miembro viril. Nina sacó su lengua y lamió los huevos de papá, mientras su garganta jugaba con el glande de aquel hombre con suerte.
La madre volvió con una bandeja, la apoyó en la mesilla y pidió permiso a su marido para unirse a los buenos días familiares.
-Claro, querida, ven con nosotros. Ayuda a nuestra hijita a tragar mientras te presto un poco de atención.
La madre subió a la cama y empujó la cabeza de su niña, que encharcó su coñito al verse ahogada por la polla de su padre. Éste, mientras, le arreó a su esposa unas cuantas hostias en las tetorras y culminó su saludo matinal abofeteándola hasta hacerla caer al suelo de nuevo.
-Gracias, mi amo. Ahora sí estoy en mi sitio.
El hombre se incorporó y se sentó apoyado en la almohada. Puso a su niña sobre él, sentada también, mirando al frente, con la polla ensartada en el coño y con las tetas agarradas.
-Mueve tu coñito despacio, mi cielo.
-Claro, papi.
La madre, a una orden de su marido, empezó a darles el desayuno mientras ellos follaban. Se sentía plena, en su papel de esclava doméstica. Padre e hija terminaron sus cafés y él acabó corriéndose en el culito de ella, que se puso a cuatro patas para gozar mejor las embestidas.
-Papi, me tengo que ir ya.
-Ponte bien guapa, que ese negro sepa que eres su mejor puta, mi pequeña.
La niña hizo caso a su querido padre y se enfundó la parte de arriba de un bikini infantil, que no le tapaba casi nada de sus enormes ubres, y una minifalda plisada que dejaba ver todo su culo. Su madre le ayudó a maquillarse un poco, y le ofreció unos zapatos de tacón de aguja que tenía guardados.
Antes de marcharse, la niña le clavó los tacones a su perra en las tetas, y le orinó encima. La madre le dio las gracias con sinceridad desde el suelo.
-Disfruta, hijita. Me voy a duchar para servir a tu padre.
-Luego vuelvo a comer, cerda. Espero verte bien marcada.
La distancia entre la casa de Nina y la de Bumbo no era muy grande, sólo unas pocas manzanas. La niña caminaba emocionada cuando recordó la orden del negro. No podía volver allí si no era acompañada. Buscó un banco para sentarse y repasó la agenda de su móvil. Tenía que encontrar rápido a una candidata. La placidez amorosa de su casa, con sus papis, le había despistado totalmente.
Loli era una niña del curso inferior al de Nina, pero habían hecho buenas migas y solían juntarse en el patio. Aunque las tetas de Loli no habían crecido tanto como las suyas, Nina pensó que le serviría para salir del paso y le envió un mensaje.
-Hola, Loli, ¿qué haces?
-Hola, Nina, me acabo de despertar. ¿Y tú?
-Estoy en la calle, cerca de tu casa. Ponte guapa, te paso a buscar.
La madre soltera de Loli se sorprendió al ver a su niña arreglada tan sexy, despidiéndose de ella con un besito en la mejilla.
-¿Pero a dónde vas así, un domingo por la mañana, cielo?
-He quedado con Nina, mami, ¿te gusta mi modelito?
La niña se había puesto un vestido blanco de verano de su madre, que se pegaba a su bonito cuerpo, casi sin dejar nada para la imaginación, y unas sandalias de plataforma a juego.
-Estás preciosa, ya había olvidado ese vestido mío. Vaya transformación, pero si aún eres mi bebé...
La madre miraba entre confundida y excitada a su pequeña hijita, que dio unas vueltas sobre sí misma para que su mami la viera bien.
-Tú también eres toda una modelo, mami.
Efectivamente, la madre estaba para mojar pan, a sus casi treinta años. Llevaba un camisón minúsculo y antiguo, para estar cómoda en la casa, y sus preciosas y grandes domingas se movían libres bajo la tela gastada. Se levantó de la silla de la cocina para imitar a su niña, y se mostró girando despacio, acariciándose sobre el camisoncito. Loli rio encantada.
-Eres la mejor, mami. Luego vuelvo a comer.
Loli acudió a la puerta para abrir a Nina, y las dos niñas se alejaron por la calle. La madre de Loli las vio de la mano desde la ventana y acercó su mano a su entrepierna. Era una joven convencional, algo liberal, pero hasta ese momento no se había calentado al ver a su propia hija. Mientras se masturbaba sola en casa pensando en el cuerpo de su niña y en el de Nina, sentía una culpa que le enfebrecía más. Tuvo que coger una revista, enrollarla y azotarse el coño para calmar su fuego, un fuego nuevo, tan abrasador que no había conocido algo así en su vida.
Las niñas seguían de la mano, encaminadas a casa de Bumbo.
-Jo, Nina, con ese bikini aún se nota más lo grandísimas que tienes las bubis.
-¿Sí? Gracias, Loli. Es lo que quería. Te estoy llevando a una casa donde también sabrán apreciarte a ti. ¿Llevas algo de dinero?
-Sí, tengo la propina semanal. Qué misterio, qué emoción, jajaja.
-Ya verás cómo te gusta. Tú sígueme el rollo y déjate llevar.
-Vale, tía. Estoy un poco nerviosa, dame un abrazo, anda.
Nina rodeó a Loli con sus brazos, besándola en el cuello. Nunca habían estado tan cerca. Loli se estremeció de gusto e inclinó la cabeza. Era tan niña que ni siquiera se había masturbado nunca. Pero ya tenía el coñito chorreando, encantada de que su amiga le estuviese aplastando aquellas tetazas contra las suyas. Aquel espectáculo urbano era de primera. Dos pequeñas dándose placer mutuo, de pie en la acera. Loli jadeaba con los ojos cerrados cuando recibió su primer beso en la boca.
-Jo, Nina, cuánto me gusta esto que me estás haciendo.
-Y a mí, Loli, y a mí. Venga, vamos, es ahí.