El mundo de Bumbo (3 de 11)

Bumbo es un negro que provoca una epidemia de sumisión

Nina volvió a su casa muy cambiada. No era más que una chiquilla que había buscado emociones fuertes acostándose con dos preciosas putas tetudas como ella, pero nunca habría creído que caería de modo fulminante bajo el poder de la polla reluciente de un negro dominante. La experiencia que acababa de vivir, sin olvidar tampoco la atractiva presencia de Felicia, le mantenía muda ante la comida que le había servido su madre.

-Nina, mi niña, ¿qué te pasa? Estás muy callada...

-Ay, mami. Nada. No tengo hambre.

El padre de Nina también se dio cuenta de que su hijita estaba cambiada. Si habitualmente ya era un bomboncito, con esas tetazas rebosantes imposibles de disimular, ese mediodía su Nina irradiaba un halo inconfundible de sexo sucio, de perversión de hembra casi infantil.

-Tu madre tiene razón, cariño. Estás cambiada.

La polla de aquel hombre quería reventarle el pantalón, a la vista de su propia hijita con los ojos entornados, el labio inferior caído, la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, las palmas de las manos sobre la mesa, las enormes tetas marcadas en su camiseta de niña, el precioso culo apoyado en el borde de la silla, los muslos perfectos y los pies desnudos, de puntillas. Hasta las fosas nasales de la criatura lucían ligeramente más abiertas, dándole un aspecto mayor de cerdita recién hecha y permitiéndole respirar más fuerte de lo habitual, balanceando arriba y abajo los preciosos melones empitonados.

-No es nada, papi, ya se lo he dicho a mami.

-Parece que tienes un poco de fiebre, mi niña. Querida, ve a por el termómetro.

La madre de Nina se levantó y fue a buscarlo. La niña estaba muy cachonda, no podía evitarlo, sus experiencias de aquella mañana le mantenían en celo. No en vano su coño y su culo habían sido violados por primera vez, y además por una polla negra de campeonato. Acercó su silla y apoyó su manita bajo la mesa en el paquete de su padre, sin pensarlo, y comprobó la dureza y el volumen de aquella polla ansiosa, agarrándola sobre la tela. El padre oyó que volvía su esposa y acercó la frente de la niña a sus labios.

-¿Tiene fiebre nuestra pequeña?

-Yo creo que sí, cariño, ya ves, estaba comprobando su temperatura en la frente.

La madre pasó al padre el termómetro, desde el otro lado de la mesa, y la niña, sin soltar la polla, abrió su boquita para que papi se lo metiera.

-En un momento sabremos cómo estás, cielo. No has comido nada.

-Mira, querida, son sólo unas décimas. Creo que lo mejor es que bajes a comprar algún medicamento suave. Yo acuesto a nuestra bebé.

La madre se acercó a su hijita para darle un beso cariñoso, sin percatarse de que Nina tenía ya agarrada la polla de su padre fuera del pantalón, bajo la mesa. En cuanto oyó la puerta cerrarse, la niña bajó su cabeza hasta la entrepierna de su padre y empezó a engullir rabo por primera vez en su vida. Poco a poco, fue acostumbrándose a acomodar aquella polla en su boca, hasta tragársela por completo. Aquel hombre no podía creerse lo que estaba pasando, pero disfrutaba como nunca.

Cuando la madre volvió, los dos disimularon como pudieron.

-Traigo la medicina... Pero querido, ¿aún no has acostado a nuestra pequeña?

-Al final ha comido un poquito, mi amor. Ahora la llevo a la cama.

La abnegada esposa preparó un sobre del medicamento en la cocina, mientras el buen padre de Nina la llevaba a su cuarto infantil, lleno de peluches.

-Gracias, papi.

Nina le dio un beso en la boca a su padre antes de que llegara su madre con el vaso. Aún le dio tiempo de desnudarse y meterse bajo la colcha.

-Aquí tienes, mi niña. Bébete esto y trágalo todo. Te hará bien. Querido, quédate un rato junto a ella; yo tengo que limpiar un poco.

En cuanto la madre se fue de nuevo, Nina se metió la polla de su padre hasta la garganta. El hombre acabó eyaculando y comprobando sorprendido que toda su carga había sido engullida por su hijita. La niña se puso a limpiar la tranca de su padre con sus inmensas tetazas, hasta que el hombre volvió a tener una erección.

-Por favor, papi, fóllame, muy fuerte, lo necesito...

La pequeña se puso sobre la cama a cuatro patas y su padre la atornilló con furia agarrándole de los melones, hasta que volvió a eyacular. Entonces la madre llamó desde el salón. Su marido acudió.

-Dime, querida.

-Ay, mi amor. No sé qué me pasa. Supongo que la niña está ya dormidita.

-Sí, la he dejado tranquila como el angelito que es... ¿Pero qué tienes, cariño?

-Me da un poco de vergüenza decírtelo, pero... ¿Sabes? Nuestra hija se ha puesto preciosa, pronto será ya una mujer, ya tiene los pechos grandísimos, y cuando la he visto contigo antes, cuando le comprobabas la fiebre en la frente...

-Sí, dime.

-La escena me ha excitado, con ella tan vulnerable, tú tan cariñoso... Una no es de piedra...

El hombre empezó a acariciar el coño de su esposa mientras le daba besos en el cuello. Aquella mujer era un motor de explosión, y la presencia hipersexual de su niña, tan acentuada aquel día tras la experiencia matinal, la había transformado en una hembra necesitada de emociones fuertes. La mano de su marido chapoteaba ya entre sus piernas.

-Nuestra bebé es un bombón, tienes razón, querida. Lo que pase dentro de casa no sale de aquí, ven.

El hombre cogió a su mujer de la mano y la llevó al cuarto de Nina, que se hacía la dormida.

-Tienes razón, querido. Nuestra hijita es un ángel.

-Ahora que está dormida, podrías darle un besito inocente en su boquita...

-Por Dios, que soy su madre...

La mami de Nina decía esto mientras su esposo seguía follándole el coño con los dedos. Se atrevió a destapar a su hija y contempló su perfecto cuerpo desnudo. Nina permanecía quieta, aunque abrió un poco sus labios húmedos.

-Bueno, un besito sólo...

Suavemente, la madre se colocó sobre la niña y acercó su boca. Nina le ofreció la lengua. Las dos hembras estaban en celo, y se fundieron en un abrazo pasional, comiéndose los labios.

-Qué rica, mami, sigue...

A la mujer ya no le importaba que su hija estuviese despierta. Se quitó el vestido y siguió jugando. Al fin y al cabo, como acababa de decir su marido, lo que pasara allí no saldría de la casa. Él se desnudó también y se unió a sus mujeres, que terminaron alojando su polla en sus seis agujeros, entre grandes orgasmos.

Estaban tendidos los tres en la cama de la niña, cuando al marido se le ocurrió poner la guinda a aquel estado paradisíaco.

-Querida, admite que esto que ha pasado ha sido por tu culpa...

-Ay, maridito, tienes razón, ha sido un calentón muy raro...

-Ni calentón ni hostias. Nina, pequeña, ¿no crees que mami merece un correctivo por todo esto?

-Sí, papi. Mamá ha sido una puta muy mala. Mami, al suelo, de rodillas.

La madre obedeció a su pequeña, sabedora de que se había portado muy mal. Nina se sentó en el borde de la cama y empezó a abofetear a la sumisa ama de casa. No hacía ni un par de horas que aquella familia era un modelo de comportamiento, pero en esos momentos se estaban asentando las futuras bases de una nueva rutina.

El padre observaba encantado a su niña golpeando a su esposa, en un espectáculo de tetazas bamboleantes. Nina escupió a su mami en la boca, como Bumbo había hecho con ella esa mañana. Todo era perfecto. La madre tragó la saliva. Le estaba encantando su nueva condición.

-Perdóname, maridito, pero me gusta mucho que nuestra dulce niña me pegue así. Ya sé que todo esto es por mi culpa, soy la ruina de la familia, por favor, tratadme los dos como merezco...

Esas palabras tan juiciosas volvieron a trempar al afortunado padre y esposo, que no dudó en unirse a su hija en la paliza a la putona masoquista.

-Papi, ahora me tengo que ir. Espero que lo pases bien con mami, en su nueva condición de cerda arrastrada. Me ha encantado que me clavaras tu polla, te quiero más que nunca.

En un momento, Nina se vistió, cogió dinero del bolso de su mami, y aún le dio tiempo para darle un morreo a su padre, que le agarró las tetazas con fuerza, y una patada en la boca a su madre, que se la agradeció entre jadeos.