El mundo de Bumbo (11 de 11)
Bumbo es un negro que provoca una epidemia de sumisión
-¡Vaya! ¡Tú tienes que ser Erika! Soy la madre de Nina. No me extraña que mi marido te haya dado permiso para venir; pareces creada por el mismo artista que mi hijita y su amiga Loli. Y esa ropa que llevas le va a encantar. Deja ver casi todo tu cuerpecito de diosa. Pero pasa, encanto.
-Oh, gracias, señora, no es nada, me he puesto estos trapitos porque su hija me ha dicho que así le gustaría más a su marido. He pasado un poco de vergüenza por la calle porque se me ve todo, pero ya estoy aquí, uf.
La niña llegó al salón de la mano de la cerda, y al ver al señor rodeado de sus compañeras de clase y su profesora, entendió que debía unirse al grupo.
-Hola, Erika, bomboncito. Te estábamos esperando. Ven, siéntate en mi regazo, como esta mañana.
-Gracias, señor. Su esposa me ha dicho que a usted le iba a gustar mucho cómo voy vestida. Espero que así sea.
Erika se colocó sobre el hombre, que aprovechó pronto la escasez de tela de la niña para magrearle donde le daba la gana. Nina, Loli y Lucy no separaban sus cuerpos de él.
-Señor, es usted tan cariñoso... Ojalá pudiese estar siempre en sus brazos. Huy, mis pechos han salido del top, lo siento. Son tan grandes que tengo problemas en guardarlos bajo la ropa, sobre todo si me pongo algo tan pequeño...
Erika no sabía nada de sexo, y su comportamiento era natural, propio de una niña como ella. El hombre le agarró los melonazos y empezó a chuparle los pezones.
-Jajajaja, qué rico, está jugando a ser un bebé, me da gustito...
Aquel padre y marido modelo que suspiraba hacía poco en secreto por las curvas insinuantes de su pequeña hijita Nina, se había convertido en un hombre poderoso, que manejaba a su antojo a todas las féminas. La profesora Lucy, al ver que la atención del señor había pasado a las tetas de Erika, se sacó las suyas y se las ofreció.
-Señor, esta mañana he sido un poco arisca con usted, pero debe saber que me tiene a su disposición para lo que quiera, insisto.
-Ya te he dicho que estás perdonada, Lucy. Ven, sube aquí, junto a tu alumna.
Ya era hora de desvirgar a las dos. La polla endurecida del señor entró primero en el coñito de Erika y luego en el de Lucy. Con ese sencillo gesto, pasaron a ser suyas para siempre. Las otras cuatro perras aplaudieron la doble follada de su amo. Nina estaba especialmente emocionada.
-Papi, me encanta que vaya añadiendo más zorras a su harén. Le admiro mucho. Además, seguro que la profe nos sube las notas a las elegidas...
Lucy acababa de recibir el semen del señor en su vagina, mientras él enseñaba a Erika a limpiarle bien la polla con la lengua. La profe habló desde el suelo.
-Claro, Nina. Tanto tú como tus amigas vais a sacar las mejores calificaciones. Se lo debo a tu padre.
La madre de Lucy lloró emocionada y se acercó a su amo, mientras las niñas se preparaban para acudir a casa de Bumbo. Nadie recordó que el plan era comportarse como si la casa fuese convencional. Tal era el poder adquirido por aquel hombre.
Nina, Loli y Erika se despidieron. Loli era propiedad de Bumbo, como Nina, pero se sentía muy cercana al señor, que la trataba como a una hija. Erika era un mar de emociones. Mientras caminaban por la calle, dijo:
-Queridas amigas, me ha encantado que el señor me metiese su cosa, os agradezco mucho todo lo que estáis haciendo. Siento que desde ahora a él le debo todo.
-Mi padre es genial, sí. ¿Llevas el dinero?
-Claro, Nina. Tengo mucha curiosidad por Tina y Tana...
Felicia abrió la puerta a las tres niñas. Como había pasado antes con Nina y Loli, Erika se mostró admirada de la belleza de la jovencita que les atendía.
-Oh, qué guapa es usted...
-Tú también, pequeña Erika. Soy Felicia, la novia de Bumbo. Pasad, bomboncitos. Nina y Loli se quedarán aquí, yo voy contigo, Erika querida, a prepararte para conocer a Tina y Tana. Ah, sí, muy bien, el dinero. Perfecto.
El ritual de la casa de Bumbo se volvió a repetir, como había pasado desde que ese negro insaciable empezó a apoderarse, primero de sus madres, luego de su novia, y después de Nina y de Loli. Erika se encontró con Tina y Tana, que le provocaron con su entregada presencia el mismo desencadenamiento de instintos primarios que a sus dos amigas, y tuvo su ración de polla de Bumbo.
Los meses pasaron y Bumbo seguía recibiendo a niñas nuevas en su casa, en un desfile incesante de bellezas que le mantenían animado y feliz. El padre de Nina, en paralelo, disfrutaba de sus perras: su esposa, su hija Nina, su favorita Loli, la madre de ésta, Lumi, y la joven profesora Lucy, que aunque no vivía con él, le visitaba con frecuencia, cada vez que era requerida.
Erika, por su parte, había desarrollado un amor sincero tanto por el padre de Nina como por Bumbo, igual que les había pasado a Nina y a Loli. Los veía a menudo, disfrutando de sus inserciones de polla y de sus palizas, pero, al contrario que sus amiguitas, en su casa seguía comportándose modosa y discreta, como siempre.
El colegio era ya un hervidero de niñas que habían probado las mieles de la casa de Bumbo, incluyendo a Lucy, la profesora. Ésta, con el aprendizaje amatorio que le habían dado sus experiencias recientes, tenía al director del centro en el bote, pasando ella a ser la que organizaba todo.
De este modo, logró en poco tiempo tener una clase a su medida, inspirada por su querido amo, el padre de Nina. En su aula, todas las niñas eran del club de Bumbo, y por lo tanto respondían a la misma tipología: emputecidas, preciosas, tetudas y obedientes. Erika era la delegada, y siempre la tenía cerca, como niña para todo.
-Erika, deja un rato a Sarita, ya se encargará Laura de que acabe corriéndose. Ven, quiero que me comas el culo mientras os explico la lección en la pizarra.
Tras experiencias como ésta y similares, Erika volvía a su casa siempre muy cachonda, disimulando su condición de putita depravada.
-Mami, me voy con mis amigas.
-Muy bien, Erika. No tardes mucho.
Y Erika acudía a la casa que le tocaba ese día, y volvía rellena de semen. Hasta que un día su hermano adolescente le llamó a su habitación.
-¿Qué querías, Pablo?
-Pasa, pasa, hermanita, siéntate. Cierra la puerta.
Erika se sentó en la cama de Pablo, agarrándose la faldita. Su hermano estaba sonriendo de un modo extraño.
-Erika, sé lo de Bumbo y todo lo demás. No te asustes. Me parece perfecto que hagas lo que te dé la gana. Pero yo voy a aprovecharme de la información.
-Oh, Pablo, gracias por no enfadarte. Haré lo que quieras, no lo dudes.
-Eso me parecía. Anda, ven.
Pablo se sacó la polla, ante la admiración de su hermanita. Era un miembro muy grueso y dudó de que le cupiera en la boca. Pero sí, acabó entrando. Pablo creía que estaba al corriente de todo, pero sólo sabía algún dato genérico. Se admiró de la capacidad de Erika para recibir todo tipo de vejaciones, y en pocos días recabó toda la información, además de convertirse en el tercer amo del barrio.
El feliz hermano de Erika, con la excusa de dar clases particulares a las compañeras de su putita, pudo independizarse y formar su propia cuadra, en un fenómeno que se fue generalizando por la ciudad, iniciado con la semilla que había plantado el negro Bumbo.
El colegió pasó a ser propiedad de Lucy, y entre sus paredes ya sólo había vicio y perversión. El padre de Nina se dedicó mientras a reorganizar el barrio, alojando sólo a las familias que aportaban niñas tetudas. La organización social, tras un tiempo, cambió a la medida de los amos fundacionales. Y todos los habitantes acabaron implicados en la deliciosa trama corrupta.
En dos generaciones, aquella localidad era una gigantesca cuadra de tetudas sumisas, con el abuelo Bumbo de patriarca, su ayudante el padre de Nina con poderes especiales, Pablo de alcalde, a las órdenes de los dos amos iniciadores, las mujeres pariendo futuras nuevas perras y todos felices en el nuevo orden.