El mulato Duncan se folla a mi mujer
Mi hermana y su novio Duncan vienen a casa a pasar unos días
Primera Parte
Mi hermana Luisa había estado estudiando en Londres durante tres años, después consiguió trabajo y se quedó allí a vivir. Pasaron otros tres o cuatro años cuando un día me llamó por teléfono para decirme que venía a la ciudad para hacernos una visita en julio y presentarnos a su novio. Nosotros vivíamos cerca de Madrid por aquel entonces, mis padres seguían en nuestra ciudad de origen en la costa andaluza y mi hermana pretendía estar unos días con nosotros y luego ir al sur. Yo me llamo Antonio y tengo 37 años.
El domingo fui al aeropuerto a media tarde a recoger a la pareja, tenía curiosidad por conocer al novio de mi hermana ya que nunca me había presentado a alguna pareja suya, siempre había sido muy reservada, aunque yo sabía por amistades que no era ninguna mojigata y que siempre había tenido a algún tío rondándola. Mi mujer no había venido pues había quedado con una amiga a comer y vendría luego a casa.
Llegué al aeropuerto pronto y tuve que esperar un buen rato en la puerta de salidas. De pronto una multitud irrumpió de la puerta, parece ser que se habían juntado un par de vuelos y toda la gente se abalanzaba con prisa hacía la salida. En eso vi a un mulato enorme, sacaba la cabeza a casi todo el mundo, la verdad es que parecía jugador de baloncesto. Mientras intentaba buscar entre la multitud a mi hermana vi como el mulato se acercaba, de pronto note un golpecito en el brazo derecho, era Luisa que con cara de sorpresa me decía: “Joder Miguel, te estoy haciendo señas desde allí” Me gire a abrazar a mi hermana y a darle un par de besos cuando ella girándose me dijo: “te voy a presentar a mi novio” yo me giro y me encuentro con el mulato mirándome con una ligera sonrisa y tendiéndome la mano. “Hola, me llamo Duncan” dijo con voz ronca en un castellano un poco rudimentario. Me quede con la boca abierta, a lo que Luisa señaló riéndose: “esa es la reacción de todo el mundo”. Yo salude a Duncan y sentí como su mano me sacudía más que saludarme. Sonreí y les dije: “vamos al coche antes de que tenga que pagar una fortuna de aparcamiento”. Mi hermana se agarró a mí y comenzó a hablar sin parar de las cosas que tenía que contarme, de las ganas que tenía de ver a María, mi mujer, del calor que hacía en España,… mientras Duncan iba detrás con las maletas.
En el coche Duncan apenas si abrió la boca. Mi hermana me dijo que era originario de Trinidad y Tobago, unas islas en el Caribe cerca de Venezuela y que aunque allí hablaban inglés, muchos hablaban algo de español al estar tan cerca del continente. Ella le instó a hablar un poco y él me dijo que agradecía mi hospitalidad y que esperaba pasárselo bien en España. Mi hermana tenía unos 29 años y medía 1.70 era castaña y con buen cuerpo desde siempre, medianas tetas y culo firme y duro gracias al deporte que siempre hacía. Duncan debía medir cerca de 2 metros era fuerte, muy fuerte, se le notaban los músculos debajo de la camisa blanca que llevaba. Yo la verdad es que estaba un poco cohibido ya que yo a mis 37 años estaba un poquito fondón, no hacía deporte salvo una vez a la semana que iba a jugar con los amigos al fútbol. Luisa no paraba de hablar, decía que en cuanto llegáramos lo primero que iba a hacer era darse un baño en la piscina con el calor que hacía.
Estábamos a 22 de julio y sí que hacía calor en Madrid a las 5 de la tarde. Ese calor seco madrileño que obliga a emigrar hacia la costa a aquel que puede hacerlo, no era mi caso. Este año hasta mediados de agosto me tocaba guardia en la oficina así que tocaba sudar. Las cosas nos habían ido bien a María y a mí, ella trabajando de pasante en un buen despacho de abogados y yo en una empresa de exportación y logística, nos había permitido comprarnos una buena casa en las afueras de la capital y disfrutar, más o menos, de la vida capitalina.
Llegamos a casa y después de sacar las cosas y enseñarle la casa por encima a la pareja, les mostré su habitación. Luisa me echó de la habitación diciéndome: “va Miguel, déjanos que nos cambiemos que nos vamos a pegar un bañito en esa piscinita que he visto y ve preparándonos unas copas”. Yo sonriendo y contento de ver a mi hermana pequeña después de casi 2 años fui preparar las cosas. Luisa y Duncan no tardaron ni cinco minutos en estar metidos en el agua, desde la cocina donde preparaba las bebidas los oía chapotear. Salí fuera con una bandeja y allí estaban los dos en el agua. Ella en los brazos de él parecía una muñeca, me apercibí que ella iba sin sostén pero no dije nada, preparé las cosas en una mesita al lado de la piscina y me senté en una tumbona. Ella salió de la piscina, la verdad es que mi hermanita estaba hecha toda una mujer iba con un tanga que apenas le tapaba la parte delantera y se le metía por el culo, y sus pechos eran muy apetecibles con unas buenas aureolas moradas. Ella se dio cuenta de que la miraba y me dijo riéndose: “¿qué pasa hermanito, nunca has visto un par de tetas?”. Yo bajé la vista abochornado y dije: “no, no, es que nunca te había visto en top less y la verdad es que ya estas mayorcita”. Siempre habías sido muy reservada pero veo que ahora eres más lanzada y desinhibida. Ella se rio y volvió a decirme: “va que tú eras el moderno de la familia, ¿no?” En eso que oigo ruido en la casa, María acababa de llegar y por el ruido de conversación no venía sola. María apareció en la puerta de la casa que da a la piscina con su amiga Ruth, ambas son amigas desde la universidad y siempre que pueden quedan para comer o verse.
María tiene 32 años y que les voy a decir, me enamoré por sus tetas, es morena de 1,65 tiene una carita preciosa, buen culo y le gusta sentirse mujer y atractiva. Ruth es un año mayor y aunque no es tan guapa tiene un buen par de tetas y un buen culo. Las dos iban con faldas cortas y camisas amplias que resaltaban de manera apropiada su cuerpo. Luisa se fue corriendo hacia María corriendo y gritando y se abrazaron, siempre habían hecho muy buenas migas. María la presentó a Ruth y le dijo: “a ver, preséntame a ese tío que se ha ligado a mi cuñada favorita”. Duncan estaba saliendo de la piscina y la verdad es por la cara que pusieron mi mujer y Ruth la vista debía ser impresionante, ya que me Duncan iba con un bañador farda huevos que le marcaba un aparato impresionante. Pues eso, un mulato de casi dos metros, con músculos para alicatar un par de cuartos de baño y un paquete de lujo, se acercó a mi mujer y diciendo hola le tendió la mano, ella se la dio con un poco de respeto y de cierto temor, a continuación hizo lo mismo con Ruth que sin cortarse un pelo dijo: “¿madre mía niña, de donde has sacado este monumento?” a lo que Luisa se rio. María como despertando de un trance la miró y le dijo: “¿qué haces con las tetas al aire? No te ha dicho nada tú hermano.” Yo interviniendo en ese momento le dije: “Va María deja a la niña que vaya como quiera”. “Eso, eso, deja a la niña que vaya como quiera” dijo mi hermana riéndose y continuo “y cambiaros y venir a la piscina” María dijo que vale y Ruth le dijo que le prestara un traje de baño que ella también quería remojarse. A los 10 minutos aparecieron las dos con trajes de baño dos piezas, María como siempre iba impresionante con un bikini blanco, pero Ruth se salía, ella tenía las tetas un par de tallas más grandes que mi mujer y el sujetador del bañador apenas podía aguantar esa carga. Tanto a Duncan como a mí se nos fueron los ojos hacia los pectorales de Ruth. Luisa, aunque era la única que enseñaba las tetas era la que las tenía más pequeñas, no le paso inadvertido las miradas hacía su cuñada y su amiga y se quejó sonoramente: “es que mira como salís, a mi me echáis la bulla por enseñarlas, pero es que vosotras vais a romper los bañadores, sobre todo tú Ruth”. Ruth se rio y dijo: “qué quieres, este era el que mejor que quedaba, los otros no podía ni abrochármelos” Yo empecé a notar un cosquilleo en la entrepierna, mientras Duncan se reía de forma muy ruidosa. Mi mujer se acercó a mí y me dio un beso, yo le dije en voz baja: “joder María, no había otro traje para Ruth”, “ella ha elegido ese, que quieres que te diga”. Ruth vino, se hizo un Martini y se metió en el agua mientras mi mujer y mi hermana parloteaban sin parar. Duncan también en el agua hacía largos de una punta a otra, en un momento dado pareció rozar a Ruth, se paró y comenzaron a charlar. Ruth nos daba la espalda y no se oía lo que hablaban pero ella soltaba carcajadas. Mi hermana levantó la cabeza varias veces y de pronto le soltó a mi mujer riéndose: “joder, tu amiga me quiere levantar al novio.” Se lanzó al agua y se acercó a los dos, y dando la vuelta a Duncan empezó a subírsele por la espalda, Duncan dejó la conversación y comenzó a jugar con su chica.
Ruth pareció darse cuenta de que sobraba y se apartó a un lado de la piscina y me pidió por favor que le acercara un Martini, yo me acerque y me senté al borde de la piscina mientras le tendía la copa, desde ese ángulo pude ver las grandes tetas atrapadas en ese sujetador. Mi mujer se acercó y se sentó a mi lado quedando Ruth en la piscina entre los dos. Ella recogió la copa y dijo: “¡vaya con la niña!” María le respondió: “No te enfades”, ella continuó: “no, no sino me enfado, pero tú no sabes el paquetito que gasta el novio de tu cuñada, mientras le hablaba no dejaba de mirarme las tetas y creo que se le estaba poniendo morcillona, pues con ese mini bañador se le marca entera” Yo pensé, joder para no ponérsele morcillona a mi también se me pone mirándote las tetas esas. María ser rio y le dijo: “va no será para tanto” En eso que mi hermana se sube a los hombros de Duncan mientras se agarra de sus brazos y hace un picado en la piscina, mi hermana vuelve nadando y vuelve a subirse y a hacer otro picado. Ruth soltó un sonoro suspiro y mi hermana que estaba cerca parece que lo oyó, se acercó a Duncan y le dijo algo al oído. Este se acercó hacia nosotros y le tendió una mano a Ruth, ella empezó a reírse y a decir que no mientras se acercaba a Duncan. En eso que mi hermana le decía a Ruth que se tranquilizase que ella le ayudaba a subir. Duncan se metió bajo el agua y Ruth ayudada por Luisa apoyó sus pies en los hombros de Duncan, este fue emergiendo del agua y Ruth quedó de pie sobre Duncan que con las manos agarradas la lanzó hacía delante. Pasó lo que tenía que pasar, que el sujetador no pudo aguantar tanta gravedad y se le salió dejando esas esplendidas tetas al aire. Ruth un poco aturdida al asomar la cabeza no se dio cuenta y cuando lo hizo se tapo como pudo, pero mi hermana riéndose le dijo que no fuera tonta que ella ya iba así y que de todas formas casi enseñaba menos así y estaría más cómoda. Mi mujer y yo con la boca abierta fuimos testigos como Ruth asentía y se acercaba hacia nosotros con ese par de melones al aire.
Al rato estábamos todos tumbados en el césped, mi mujer fue a preparar cafés y mientras charlábamos. Luisa dirigiéndose a Ruth le decía que porque no hacía más topless pues tenía un cuerpo magnifico y no se le marcarían las tiras del bañador. Ella sentada con las tetas colgando sonreía y le decía que le daba un poco de corte, que alguna vez lo había hecho pero que los hombres se le quedaban mirando como Duncan y yo, Duncan y yo nos miramos y nos reímos. Ya con mi mujer delante siguieron hablando de todo un poco, María se sentó junto a mí mientras Luisa se apoyaba en las piernas de Duncan y Ruth cerrando el círculo. Mi mujer le preguntó: “Bueno, y ¿cómo os conocisteis?” Luisa contestó: “Yo estaba estudiando un curso de perfeccionamiento de marketing y Duncan era el profesor, al principio me daba un poco de corte tan grande pero poco a poco comenzamos a salir,” Duncan intervino: “Luisa es una chica muy lista y agradable y me lo pasó muy bien con ella”. Ruth dijo aludiendo a mi mujer: “jo, es que cualquiera no cae ante semejante hombretón, ¿no María?”. María un poco incomoda asintió levemente con la cabeza. Luisa dándose cuenta del azoramiento de mi mujer agarró el paquete de Duncan y dijo: “sí, tengo que atar corto a este hombretón pues con esta herramienta hay que tener cuidado” Siguió un silencio incomodo, que Ruth rompió diciendo: “bueno, me voy que es tarde” se levantó y le dio dos besos a mi mujer y a mi mientras le bamboleaban las tetas, yo no pude dejar de mirárselas y ella me dijo: “joder María, cuida a tú hombretón que mira como me las mira” a lo que María sonriéndose me soltó un codazo en las costillas, luego le dio otro par de besos a Luisa y a Duncan. María se levantó y la acompañó a vestirse. Yo fui a ducharme y mientras marchaba vi como Duncan y Luisa se partían el culo de risa aunque ella no paraba de frotarle la polla sobre el bañador.